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Los orígenes y destinos de la idea de terceridad en el psicoanálisis


contemporáneo

Article · July 2016


DOI: 10.1080/2057410X.2016.1351838

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1 author:

Nelson Ernesto Coelho Junior


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ISSN: (Print) 2057-410X (Online) Journal homepage: http://www.tandfonline.com/loi/rips20

Los orígenes y destinos de la idea de terceridad en


el psicoanálisis contemporáneo

Nelson Ernesto Coelho Junior

To cite this article: Nelson Ernesto Coelho Junior (2016) Los orígenes y destinos de la idea de
terceridad en el psicoanálisis contemporáneo, The International Journal of Psychoanalysis (en
español), 2:4, 1218-1246, DOI: 10.1080/2057410X.2016.1351838

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Published online: 13 Jul 2016.

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Int J Psychoanal (2016) 4:1218-1246

Los orígenes y destinos de la idea de terceridad


en el psicoanálisis contemporáneo

Nelson Ernesto Coelho Junior


1359/52 Alameda Lorena, Sao Paulo, Sao Paulo 01424-001, Brasil
E-mail: patnelco@uol.com.br
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(Aceptado para su publicación el 26 de agosto de 2015)

El propósito principal de este trabajo es presentar y discutir la idea de terceridad o el tercero


analítico en el psicoanálisis, desde sus orígenes hasta los conceptos formulados por André
Green y Thomas Ogden. Se analizan las contribuciones de Winnicott, Reik y los Baranger, así
como sus influencias en el psicoanálisis contemporáneo. Para favorecer el esclarecimiento y
distinguir diferentes concepciones psicoanalíticas del tercero, se presentan diez figuras que se
refieren al significado de la terceridad según diferentes teorías, sin que necesariamente se
excluyan mutuamente. Como consideración final, el artículo procura reordenar en cuatro
dimensiones las diez figuras presentadas originalmente y enfatiza los elementos fundamentales
en las construcciones de Ogden y Green. Estas dimensiones son al mismo tiempo conceptuales
y clínicas, en la medida en que crean posibilidades de operar la idea de la terceridad en las
dinámicas de la transferencia/contratransferencia.

Palabras clave: terceridad, ausencia, intersubjetividad, psicoanálisis contemporáneo, Ogden y


Green, intersubjetividad.

A mi padre, una presencia ausente.

Escribir sobre dos de los más importantes autores dentro del psicoanálisis
contemporáneo es una aventura riesgosa y apasionante. Separados por una
gran diferencia en estilo, tanto con respecto a su pensamiento como a la
manera de expresarse, Thomas Ogden y André Green están relacionados por
sus intereses teóricos y clínicos que, en su conjunto, constituyen en la
actualidad las principales ideas que impulsan varias formas de reflexión sobre
la práctica y el pensamiento del psicoanálisis. Ayudaron a construir uno de
los principales aspectos del psicoanálisis contemporáneo, que es la libertad

Traducido por Stella Maris Rizzo del original en inglés publicado con el título Los
orígenes y destinos de la idea de terceridad en el psicoanálisis contemporáneo, en
Int. J. Psycho-Anal., 98(4), 8:1202–1217.
Todos los derechos reservados. Traducción autorizada de la edición en idioma inglés
publicada por John Wiley & Sons Limited. La responsabilidad por la exactitud de la
traducción es responsabilidad exclusiva del Instituto de Psicoanálisis y no
responsabilidad de John Wiley & Sons Limited.

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Los orígenes y destinos de la idea de terceridad

de cruzar los límites entre las diferentes teorías y prácticas sin las restric-
ciones o amenazas de posiciones dogmáticas que congelaron al psicoanálisis
durante décadas en el período de las principales escuelas (Lacan, Klein,
Psicología del yo). En cierto sentido, el mejor psicoanálisis que se practica en
el presente aparece un tercero, un elemento constitutivo y a la vez
compuesto por este dúo de autores que textualmente se refirieron uno al otro,
especialmente en cuanto al tema en cuestión. Ya en 1994, 1 Ogden se inspira
en la noción de Green del objeto analítico (1974) en su relación con la noción
de un tercero analítico, así como en Freud, Klein, Lacan, Winnicott y, en
1997, recurre a Madeleine Baranger (1993) sobre sus contribuciones
correlacionadas con el tema de la intersubjetividad analítica. Ogden y Green
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valoran mucho la idea de una nueva noción basada en una intertextualidad


enraizada en la historia del psicoanálisis. Desde 2000, los escritos de Green
sobre el tema del tercero se refirieron continuamente a Ogden (aunque
también a Freud, Lacan, Bion, Winnicott y Bleger), generando así un intenso
diálogo entre textos y entre continentes que anuncia un nuevo momento de la
comunidad psicoanalítica, ya no atrincherada en ghettos sectarios.

Lo que sustenta este trabajo es la apuesta a la posibilidad de ampliar una


aventura investigativa sobre el concepto del tercero. El propósito principal
que anima este trabajo es presentar y examinar la idea de terceridad o del
tercero analítico en psicoanálisis, desde sus orígenes hasta los conceptos
formulados por Green (De la tiercéité [De la terceridad]) y Ogden (The
analitic third [El tercero analítico]). Como he señalado, fue a principios de la
década de 1990 que ambos autores comenzaron a elaborar, de manera más
decisiva, la noción de un tercero, que pronto entró a formar parte de la
estructura de su pensamiento. En el trabajo de Ogden encontramos la base de
una refinada comprensión de distintas combinaciones de
transferencia/contratransferencia, con ejemplos clínicos singulares, en los que
la noción del tercero analítico aclara y da sentido a diferentes modalidades de
acción, discurso y pensamiento de analista y analisando. En Green, la noción
de terceridad responde a su iniciativa metapsicológica y psicopatológica, en
la que la teoría de Freud recibe el suplemento de la tradición de las relaciones
de objeto en la construcción de una teoría innovadora de la constitución de la
subjetividad y sus vicisitudes en los trastornos psicopatológicos. Considero
que, en Ogden, la noción está más caracterizada por las innovaciones que
propone para una teoría de la situación analítica, mientras que en Green la
terceridad viene a constituir uno de los ejes de su pensamiento
metapsicológico sobre las dimensiones clínica y psicopatológica. Además,
procuró criticar la comprensión de las relaciones de objeto en términos duales

1
Fecha de publicación del libro Sujetos de análisis, en el que la noción del ‘tercero analítico’
está establecida explícitamente, aunque había sido desarrollada al menos desde 1990 (cf.
Ogden, 1990).

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Nelson Ernesto Coelho Junior

de la psicología de dos cuerpos, al proponer un concepto de estos últimos que


incluye una primera referencia al tercero. Pero, en cualquier caso, son los
autores que, a lo largo de las tres últimas décadas (aunque Green ya se había
referido a procesos terciarios desde 1972), le han dado la máxima atención e
importancia a esta idea psicoanalítica.2

Resulta importante destacar que la idea de un tercero ya existía, en formas


más o menos explícitas, en las mentes de muchos otros psicoanalistas (Freud,
Lacan, Klein, Winnicott y Segal, entre otros) mucho antes de las
publicaciones de Green y Ogden. Tenemos el tercero de Edipo, el tercero del
nombre del padre, el tercero de la posición depresiva, el tercero del espacio
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intermedio, el tercero como símbolo (objeto interno) que conecta partes del
yo con la representación del objeto abandonado, el tercero simbolizado por la
interpretación (y/o por el lenguaje) y el tercero intersubjetivo, así como el de
varios otros conceptos. 3 Para Green, (2005) esta es una noción fundamental
dentro de la teoría psicoanalítica que apareció en respuesta u oposición a la
predominancia de las relaciones duales como base de todo pensamiento. Sin
embargo, curiosamente, el énfasis sobre la relación dual surgió como crítica a
lo que se conoció convencionalmente como psicología de un cuerpo de la
teoría clásica; la concepción solipsista que ubicó el mundo intrapsíquico en el
centro de la investigación psicoanalítica. Para distintos autores, la inclusión
de la dimensión contratransferencial condujo a que el binomio transferencia-
contratransferencia se convirtiera en la base del pensamiento sobre la
situación analítica. Sin lugar a dudas, fue la formulación conceptual de John
Rickman (1951) 4, luego usada y recontextualizada por Michael Balint
(1952/1985, pág. 235), la que primero sugirió que lo que pasa en una situa-
ción analítica no se resuelve en la esfera de la Psicología de Un Cuerpo, sino

2
Cf. The Psychoanalitic Quarterly, ‘The third in psychoanalysis’, LXXIII (1), enero de 2004; y
Revue Française de Psychanalyse, ‘Le Tiers analytique’, LXIX, (3), junio de 2005. Sin embargo,
aunque los trabajos de Ogden y Green sobresalen en el contexto general sobre el tema,
debemos, ahora, señalar también a otro autor contemporáneo: el heredero de la tradición
kleiniana dentro de la escuela británica, Ronald Britton (1989, 1998, 2003), y sus estimulantes
nociones de tercera posición y espacio psíquico triangular.
3
Desde 1994 he estado elaborando nociones psicoanalíticas que incluyen la figura del tercero
en mis propias iniciativas teóricas. Inicialmente propuse, en mi estudio sobre la noción de
realidad en psicoanálisis, la tríada: “realidad material/realidad psíquica/realidad clínica” en la que
la realidad clínica es, al mismo tiempo, constituida por y parte constituyente de las otras dos
realidades en el campo analítico (cf. Coelho Junior, 1995. Más recientemente, en 2010, propuse
la noción de “co-corporrealidad” para referirme a la co-presencia de dos realidades corporales
que ya traen, dentro de ellas, el yo y el otro en la situación analítica (cf. Coelho Junior, 2010).
4
Cf. Rickman (1951). Rickman propuso una secuencia que lleva de la Psicología de Un Cuerpo
(el modelo clásico de la psicología general, con énfasis en el estudio de los procesos de la
memoria, la percepción y el aprendizaje) a la Psicología Multi-corporal (relaciones grupales),
mediante la Psicología de Dos Cuerpos (la relación madre-bebé), de Tres Cuerpos (el modelo
del complejo de Edipo) y de Cuatro Cuerpos (la rivalidad entre hermanos en el contexto del
complejo de Edipo).

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Los orígenes y destinos de la idea de terceridad

que es básicamente una situación de Dos Cuerpos.5 Según esta perspectiva, el


próximo desafío sería poner la visión dual en contexto y abrir la puerta a una
nueva hegemonía: la terceridad. Todavía debe analizarse si la dualidad y la
terceridad en psicoanálisis se excluyen mutuamente o son puntos de vista
complementarios. Volveré en breve a este punto.

Distintos terceros (figuras de la terceridad)


En psicoanálisis está el tercero que separa pero también el tercero que
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reconecta; el tercero que genera distancia pero también el tercero que acerca
lo que estaba irremediablemente separado. Puede resultar útil diferenciar los
distintos conceptos psicoanalíticos de tercero que aparecen en distintas
teorías sin excluirse necesariamente uno al otro:

1.- El tercero es una presencia material que interrumpe un par ya


constituido, un tercer elemento de naturaleza igual a la de los dos primeros,
como en el modelo más empírico del complejo de Edipo y la triangulación
edípica.

2.- El tercero en ausencia. Por ejemplo, según Green, cualquier


relación dual en términos psicoanalíticos trae consigo un tercero; es la
paradoja de una presencia ausente. La relación madre-bebé incluye una
relación paterna desde el comienzo. Es el otro del objeto, el triángulo abierto
con el tercero intercambiable (el padre, hermano o tío que conforman la
relación con el dúo madre-bebé). (Green, 1981).

3.- El tercero también puede pensarse como el espacio “entre dos”, el


espacio entre estos dos elementos, realidades o modalidades de experiencia
que han sido constituidas o se están constituyendo; el espacio intermedio
entre las dimensiones subjetiva y objetiva, que tiene además una función
constitutiva dentro de ellos. Aquí, el tercero es indicativo de dinamismo,
movimiento, del paso y apariencia de la otredad, como en las concepciones
de Winnicott.

4.- El tercero intersubjetivo corresponde a un elemento que constituye


y, al mismo tiempo, es constituido por la dualidad, como en el concepto de
Ogden del tercero analítico. Pueden concebirse distintas figuras de un tercero
intersubjetivo mediante variadas formas en que la otredad surge en el

5
El psicoanálisis relacional norteamericano de la década de 1990 (cf. Aron, 1996) utilizó
ampliamente esta oposición y defendió la dimensión relacional de una psicología de dos
cuerpos contra lo que era, según su opinión, el psicoanálisis freudiano clásico; es decir, un
psicoanálisis solipsista centrado en la dimensión intrapsíquica del paciente y en oposición a la
dimensión intersubjetiva.

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contexto de la constitución subjetiva. (Cf. Coelho Junior y Figueiredo,


[2003]).

5.- El tercero como la unión de dos objetos. Green (2002) definió una
sesión analítica en los siguientes términos: “Hay tres objetos: las dos partes
separadas y el objeto que corresponde a su unión. En la sesión, el objeto
analítico es como este tercer objeto, el producto de la unión entre los
conformados por el analisando y el analista” (pág. 251). Siguiendo la misma
línea, es posible pensar en la estructura de encuadramiento como lo que
aparece en la unión de los impulsos con los objetos.
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6.- El tercero de la teoría semiótica de Charles Sanders Pierce, en su


concepto triádico de los signos: primariedad: las cualidades emocionales y las
percepciones de indiferenciación; secundariedad: las cualidades de dualidad,
de separación y conflicto; terceridad: la interacción de los dos primeros, que
sucede a través del pensamiento y su capacidad para establecer leyes y
generalizaciones; en otras palabras, la acción de los signos. Estas ideas son
parte de los fundamentos de las proposiciones de Lacan y Green sobre el
tercero.

7.- El tercero de la lógica dialéctica, que es una síntesis entre una tesis
y una antítesis. La síntesis puede ser temporaria, en una concepción
teleológica, pero necesariamente habrá una síntesis final. En este caso, el
tercero es una nueva entidad concebida sobre la base del choque entre los dos
previos. Basada en la dialéctica de Hegel amo-esclavo, también está la
inclusión del tema del reconocimiento entre el par de opuestos.

8.- El tercero de una dialéctica sin síntesis (como propuso Merleau-


Ponty, replanteando a Heráclito de Efeso): el tercero que aparece como la
tensión permanente entre dos polos o como resultado de la
complementariedad entre dos polos, como prefiere Derrida. Esta es
posiblemente la concepción filosófica del tercero que da el mejor soporte a
las ideas de Ogden sobre el tercero analítico (cf. Reis, 1999).

9.- El tercero del objeto interno es la posición depresiva. En la


concepción de Hanna Segal (cf. Segal, 1957, 1978; Caper, 1997), heredera de
la tradición kleiniana, el símbolo como objeto interno es lo que realiza la
conexión entre una parte del yo y la representación interna del objeto, que
fue abandonado por el dolor. Por lo tanto, se opone a la ecuación simbólica
en la que dos (yo y objeto externo) se transforman en uno, ya que esta
ecuación surge como un modo de negar la separación sujeto-objeto. Aquí, el
símbolo es un tercero que conecta el mundo interno con el externo, una
función esencial para los procesos de imaginación y sublimación y el
desarrollo de la capacidad de objetividad.

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Los orígenes y destinos de la idea de terceridad

10.- El tercero como auto-observación. En la concepción de Ronald


Britton, la tercera posición y el espacio triangular se refieren,
respectivamente, a la buena solución edípica, en la cual pueden observarse las
relaciones objetales, y la libertad mental que se asegura mediante este
proceso triangular. En términos kleinianos, esta es una superación de la
posición depresiva y las relaciones objetales completas, en las que se vuelve
factible ocupar, simultáneamente, el triángulo edípico con una posición en la
que es tolerable observar a los otros dos miembros del triángulo relacionados
mientras uno mismo se observa en esta situación.

Antes de avanzar con las teorías originales de Green y Ogden sobre el


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tercero, me desviaré brevemente hacia conceptos que, para mí, están en el


origen de las propuestas de estos autores. Esto comprende las influencias de
Donald Winnicott, Theodor Reik y los Baranger sobre las nociones
psicoanalíticas contemporáneas del tercero.

La influencia de Winnicott (y Freud) 6


El psicoanalista y pediatra inglés Donald W. Winnicott (1896-1971) tuvo
el privilegio de desarrollar las ideas de Freud en varios niveles teóricos y
clínicos. Utilizando conceptos como el objeto y los fenómenos transicionales
y el espacio intermedio o tercer espacio, Winnicott formuló una nueva
concepción de la realidad. La idea de una tercera zona, de un espacio
intermedio -un entre dos- me parece particularmente fértil y permitió al
psicoanálisis trabajar sobre tres planos de experiencia en lugar de dos en
permanente oposición (realidad material versus realidad psíquica). Un tercer
plano, una zona que, sin embargo, no está preconstituida, no es una síntesis
fácilmente delineada ni una zona segura. El intermedio se revela entonces
como el área psicoanalítica por excelencia, y estructura el espacio de ilusión
y las condiciones para la creación.

Al observar una de las grandes influencias sobre las concepciones del


tercero en psicoanálisis debo dejar en claro que yo, junto con otros
psicoanalistas contemporáneos, no creo que la historia de las ideas
psicoanalíticas sucedan en términos de grandes rupturas y el establecimiento
de pensamientos que surgen espontáneamente. Por el contrario, es importante
concederle el máximo valor a los legados y reconocer el pensamiento de
Freud, así como el de Ferenczi, en menor grado, en cada autor post-
freudiano. Además, vale la pena recordar que el propio Winnicott postuló que
no es posible ser original si no es sobre la base de una tradición.
6
Aquí tomaré algunas de las ideas presentadas en el prefacio que escribí para el libro de Karina
Barone, Realidade e luto: um estudio da transicionalidade (2004).

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Nelson Ernesto Coelho Junior

Si esta convicción sobre la importancia de los legados en la construcción


de las teorías psicoanalíticas no resulta suficiente, presento lo que parece ser
una ‘prueba’ más contundente. Releyendo un libro que tuve durante mucho
tiempo y usé en distintas situaciones, ‘encontré’ un fragmento escrito por
Freud sobre el entre dos o, en sus palabras, el territorio intermedio
(Zwischenreich). En Las fronteras del psicoanálisis: entre el sueño y el dolor
psíquico, el psicoanalista francés J.B. Pontalis (1977) sostiene: “Pero el
pensamiento freudiano, aunque fuera dualista, un pensamiento basado en el
conflicto y en un par de opuestos, no se permite quedar atrapado en un ‘esto o
aquello’. Nuestro campo es el de un entre-dos, podría haber dicho
Freud cuando inventaba el análisis” (pág. 9). En una nota al pie, Pontalis
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lleva al lector a una carta de Freud a Fliess, del 16 de abril de 1896. El


fragmento completo dice:
Sólo tengo algunas ideas para apuntar, nacidas de mi trabajo diario
sobre el territorio intermedio (Zwuischenreich), tales como un refuerzo
genérico de la impresión de que todo es como supongo que es y, por lo tanto,
todo será explicado.

(Masson, 1986, pág. 182) 7

Por supuesto, al escribir la cita anterior, la lectura que hizo Pontalis de


Freud estuvo muy influenciada por Winnicott y por el filósofo Merleau-
Ponty, autores clave para su libro de 1977 y defensores de una línea que
reconoce el lugar fundamental de la dimensión entre dos. Sin entrar en
disputas hermenéuticas o en la importancia del ‘territorio intermedio’ en el
resto del pensamiento freudiano, lo que quisiera señalar es que, incluso en lo
que siempre se ha considerado como lo más genuinamente original de
Winnicott, podemos encontrar, a través de Pontalis, un grano de la arena
freudiana. No hay garantía de que este grano de arena esté realmente presente
en la inspirada concepción de la realidad de Winnicott, pero si non é vero é
ben trovato (si no es cierto está bien pensado).

Sin embargo, como sabemos, a pesar de varios matices teóricos y clínicos


presentes en el pensamiento de Freud, la rígida oposición entre las realidades
psíquica y externa termina predominando en su trabajo. Con respecto a la
psicología del siglo XIX y comienzos del siglo XX, esta concepción
representó un gran avance en la medida en que le confirió realidad a una
dimensión que había sido tratada como pura ficción. Los sueños, las fantasías

7
Aquí debemos recordar también la carta de Freud a Groddeck, del 5 de junio de 1917: “Es
sabido que el Inconciente (Ubw) es el auténtico vínculo/mediación (richtige Vermittlung) entre lo
corporal (Köperlichen) y lo psíquico (Seelischen), tal vez incluso el tan buscado “vínculo
faltante”. (págs. 317-18) En otras palabras, la estructura de la metapsicología, en este caso,
toma en cuenta tres elementos, el tercero de los cuales es el inconciente, que es el vínculo y la
mediación.

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Los orígenes y destinos de la idea de terceridad

y el inconsciente obtuvieron el estatus de realidad; es decir, la llamada


realidad psíquica se vuelve digna de una constante dedicación por parte del
científico y comienza a luchar por su lugar como objeto de una ciencia
incipiente. Sin embargo, como con casi cualquier otro aspecto de sus teorías
(quizás incluso debido a la dificultad para pensar fuera del marco de una
lógica discursiva que exige oposiciones, como sugiere Pontalis), Freud
continuó confinado al pensamiento dualista con respecto a la realidad,
también. Un razonamiento dualista que parece ser necesario para sustentar
uno de los pilares principales de su concepción de la psiquis: la idea de
conflicto. Las únicas excepciones, como ya fue señalado por André Green
(2003), son el complejo de Edipo y el aparato psíquico (para la primera y
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segunda tópica), que requieren la presencia de tres elementos. La exigencia


de conflicto también está presente en estos casos, pero no en función de
simple oposición. Estas excepciones no deben ser pasadas por alto, aunque
son excepciones.

Si por un lado la tradición del pensamiento dualista favoreció, en nuestra


cultura occidental –principalmente basada en la tradición judeo-cristiana- la
formulación consistente de muchos marcadores epistemológicos que
construyeron conocimiento en la ciencia y la filosofía, por el otro es
necesario reconocer sus límites y los impasses que impone. Las oposiciones
culturales estrictas de nuestra cultura –como las del bien y el mal, lo correcto
y lo equivocado, la cordura y la locura, los mundos público y privado,
interno y externo, la realidad y la fantasía, etc.- por supuesto en sus variados
grados de importancia y en sus contextos histórico, sociológico, psicológico y
cultural, son las bases de muchos de los impasses que enfrentamos en el
presente. Sin duda, la dificultar para librarse de las cadenas creadas por el
pensamiento dualista es una marca constitutiva del prejuicio, el fanatismo, la
violencia y la intolerancia que inundan nuestra vida cotidiana. Lejos de ser la
causa de estos fenómenos, la oposición entre dos realidades propuesta por
Freud termina, sin embargo, reproduciendo un modelo y de ese modo hereda
sus dificultades y sus límites. La presencia de ‘dos’ realidades en la teoría
implica, en términos clínicos, el reconocimiento de una separación inaugural
entre los mundos interno y externo, lo desee o no el analista. No me parece
posible escapar de los impasses teóricos y técnicos que resultan de esto, lo
cual impone la necesidad clínica de desarrollar parámetros analíticos en
consonancia con esta construcción teórica. Si la razón por la que adoptan las
teorías sobre la realidad se inserta dentro de las concepciones científicas del
momento o dentro de los límites de la lógica discursiva, el problema no se
resuelve y, más aún, se les imponen varios impasses a los autores post-
freudianos.

A mi entender, las innovaciones propuestas por Winnicott a la concepción


psicoanalítica de la realidad tienen este nivel de importancia. Al formular una

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Nelson Ernesto Coelho Junior

teoría del espacio intermedio entre la realidad externa y la realidad psíquica,


Winnicott crea las condiciones para un tercer elemento en nuestra
comprensión de las relaciones entre el sujeto y su mundo, que debe ser
valorado. Es la clásica oposición entre el mundo externo y el interno lo que
se revisa sobre la base de este concepto y que llevó a Winnicott a plantear
tres preguntas de fundamental importancia: “Hemos usado los conceptos de
interno y externo, y queremos un tercer concepto. ¿Dónde nos encontramos
cuando estamos haciendo lo que en realidad hacemos gran parte de nuestro
tiempo, es decir, divirtiéndonos?¿El concepto de sublimación realmente
abarca todo el comportamiento?¿Podemos obtener alguna ventaja del análisis
de este tema de la posible existencia de un lugar para vivir que no es
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adecuadamente descripto por los términos ‘interno’ y ‘externo’?”(1971, pág.


105). Como sabemos, los estudios de Winnicott sobre el espacio intermedio
consideran tanto el espacio construido en la relación madre-bebé como el
espacio intermedio presente en la relación analista-analisando. Según este
autor, ese espacio representa “una tercera zona de la existencia humana que
no está dentro del individuo ni tampoco fuera de él, en el mundo de la
realidad compartida” (1971, pág. 110)

Mediante la ampliación de las concepciones freudianas de percepción


inconsciente y proyección, Winnicott supera uno de los impasses impuestos
por la teoría representacional de la psiquis propuesta por Freud. Sin negar el
valor de las hipótesis empíricas que convierten a la percepción en la puerta de
entrada a hallar en el mundo los objetos que ya existen dentro de él, ni
descartar el valor de las hipótesis de extracción más idealista que hacen de la
proyección el mecanismo de creación y desarrollo de objetos y del mundo,
Winnicott propone una serie de paradojas como medio de ir más allá de los
modelos de pensamiento dualista. Para él, la psiquis simultáneamente
encuentra y crea objetos y el mundo. También está la manera en que se
expresa con respecto a otra de sus famosas paradojas: el objeto subjetivo
siempre está primero en relación con el objeto objetivo, pero para poder
concebir a éste primero debe existir el objeto objetivo.

Para llegar a estas paradojas que desorganizan las formulaciones canónicas


sobre la naturaleza de la realidad, la naturaleza de la experiencia humana de
la realidad o incluso sobre la naturaleza de las formas de conocimiento
humano de la realidad, Winnicott desarrolla un conjunto de conceptos. Todos
ellos apuntan a describir distintas etapas de maduración del desarrollo
emocional humano (y sus perturbaciones), la relación que se constituye entre
un bebé y su madre (y entre el analista y el analisando), entre el bebé y sus
primeros objetos y, en un sentido más amplio, buscan describir y denominar
las formas de relaciones entre los seres humanos y su entorno. Teniendo
presentes las dimensiones positivas de la ilusión y la necesidad de reconocer
el rol de la creatividad en los procesos constitutivos subjetivos e

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Los orígenes y destinos de la idea de terceridad

intersubjetivos, Winnicott opta por valorar y construir conceptualmente un


espacio intermedio, que es un espacio de ilusión. Este espacio, que es
originalmente el espacio para el juego infantil, en el que es un placer
esconderse y ser encontrado, es también el lugar de la creatividad y el futuro
lugar de la experiencia cultural. No hay duda de que esta es una de las figuras
más potentes del tercero en psicoanálisis.

La influencia de Theodor Reik (y Max Scheler)


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Con Winnicott hemos visto la importancia de una manera específica de


concebir el tercero en psicoanálisis, lo cual merecidamente tuvo un impacto
en el pensamiento de Green y de Ogden. Ahora me gustaría presentar las
formulaciones de uno de los contemporáneos de Winnicott que, primero en
Viena y luego en New York, también revisó la noción del tercero para
progresar en las ideas sobre psicoanálisis. A mi entender, el trabajo de este
autor influenció principalmente a Ogden y su concepción del tercer sujeto
analítico.

Theodore Reik (1888-1969), en sus últimos años y después de 35 años de


práctica analítica, decidió escribir un libro sobre la experiencia psíquica del
analista durante las sesiones de psicoanálisis. Para él un concepto fundamen-
tal era que “el psicoanalista debe aprender cómo una mente le habla a la otra
más allá de las palabras y en silencio. Debe aprender a escuchar ‘con la
tercera oreja’” (1948, pág. 144). Reik nos informa, en una nota al pie, que
tomó la expresión ‘tercera oreja’ de Nietzsche (Aforismo 246, Más allá del
bien y del mal; cf. Naffah Neto, 1993). La idea de Reik es que la tercera
oreja, la manera en que escucha el analista, tiene la característica de escuchar
lo que el analisando dice, lo que no dice pero siente y piensa, y además
volverse hacia su interior, escuchar las voces internas del propio analista.

Como sabemos, algunos psicoanalistas post-freudianos avanzaron con las


afirmaciones de Freud que señalan una comunicación entre los inconcientes
de las personas. Por ejemplo: “que cada uno posee en su propio inconciente
un instrumento con el cual puede interpretar las expresiones del inconciente
de otras personas” (Freud, 1913, págs.. 137-38); o “Es algo muy notable que
el inconciente de un ser humano puede reaccionar ante el inconciente de otro,
sin pasar por el conciente” (Freud, 1915, pág. 198). Por lo tanto, la oreja
psicoanalítica puede definirse básicamente como un inconciente que escucha
a otro. Para Reik, la tercera oreja es cómo el inconciente del analista capta
los mensajes enviados inconcientemente por el analisando:
El analista oye no sólo lo que está en palabras; también oye lo que las
palabras no dicen. Escucha con la ‘tercera oreja’, y oye no lo que el paciente

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Nelson Ernesto Coelho Junior

dice sino también sus propias voces interiores, lo que surge de sus propias
profundidades inconcientes […] Nos parece más importante reconocer lo que
el discurso esconde y lo que el silencio revela.

(Reik, 1948, págs. 125-6)

Por lo tanto, con Reik la atención debe centrarse primordialmente en el


propio inconciente del analista, porque es el que oirá y entenderá al anali-
sando. El analista asume un papel muy distinto al de un observador imparcial,
él es parte de lo que observa. En este modo de considerar la situación clínica
hay tres elementos: el inconciente del analisando, el inconciente del analista y
la conciencia del analista, que observa la comunicación entre los inconcientes
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de ambos y desarrolla maneras de comprender lo que favorece, o puede


favorecer, las formas de elaboración del analisando. El analista no se limita a
“captar” las manifestaciones del analisando, sino que fundamentalmente es
modificado por lo que tiene frente a sí. “Para comprender el inconciente de
otra persona debemos, al menos por un momento, transformarnos, conver-
tirnos en esa persona” (pág. 361). Esta modalidad de experiencia empática o
indirecta también consta de tres elementos: la experiencia del analisando, el
movimiento del analista hacia el analisando y la posibilidad del analista de
reconocerse a sí mismo siendo otro.

Reik expresa una influencia filosófica que estuvo presente en el desarrollo


de estas ideas. En el capítulo ‘El mecanismo de anticipación’ de su libro de
1948, se refiere al filósofo alemán Max Scheler: “Según ese filósofo no hay,
fenomenológicamente, un Yo y un Tú psíquico; sólo hay una corriente
indiferenciada de total ocurrencia psíquica” (pág. 478). Scheler (1971)
propone que desde el nacimiento lo primero que percibimos a nuestro
alrededor son expresiones. Un bebé es sensible primero a las expresiones de
los cuerpos vivos que lo rodean. Recién más tarde será capaz de percibir
objetos individuales inanimados y, por lo tanto, distinguir su experiencia de
sí mismo de la que puede tener de otro. En este sentido, no son los cuerpos o
los yo lo que percibimos al principio, sino totalidades indivisibles que, según
Scheler, se captan intuitivamente, de manera completamente indistinta,
borrosa, de lo que pertenece a las esferas subjetiva y objetiva. De modo que,
si para Scheler no somos capaces de conocer al otro por su cuerpo o su
conciencia, podemos conocerlo y reconocerlo a través de las expresiones que
manifiesta, lo que nos convierte en uno con él en un campo inaugural de
indiferenciación primitiva. Considero que este desvío mediante la filosofía es
fundamental para entender el contexto en el que Reik formula su concepción
psicoanalítica de la ‘comunicación’ entre los inconscientes de dos personas.

La interpretación de Reik es que para entender el inconsciente de otro, ese


otro debe ser temporariamente ‘introyectado’ por el observador:

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Los orígenes y destinos de la idea de terceridad

El medio es el yo, dentro del cual es introyectada inconcientemente la


otra persona. Para entender a otro no debemos sentir a nuestro modo dentro de
su mente sino sentir al otro inconcientemente en el yo. Podemos alcanzar la
comprensión psicológica del inconciente de otra persona sólo si se asimila al
nuestro propio, al menos por un momento, como si fuera parte de nosotros
mismos, es una parte de nosotros mismo.

(1948, pág.464)

Esta postura, no obstante, no está completa. Para entender el inconciente


de otro debemos introyectarlo dentro de nosotros. Pero, para introyectar,
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primero debemos saber, de algún modo, qué es lo que se introyecta. Reik


entonces postula que el otro despierta en nosotros, mediante sus palabras y
sus gestos, un ‘embrión’ del impulso que los motiva y esto es suficiente, si
estamos atentos, para entender qué pasa con ellos:
mediante la inducción de impulsos inconscientes, las posibilidades psíquicas
del yo del observador se realizan por un momento. En otras palabras, mediante
el contenido reprimido de las manifestaciones de la otra persona se convierte
en actuada, por un instante, una posibilidad latente en el yo del observador.

(pág. 361)

O:
Lo esencial en el proceso psíquico que ocurre en el analista –después
de la etapa de observación- es que puede vibrar inconcientemente al ritmo del
impulso de la otra persona y sin embargo ser capaz de captarlo como algo
fuera de sí mismo y comprenderlo psicológicamente, compartir la experiencia
del otro y sin embargo permanecer por encima de la lucha, au-dessus de la
mêlée.

(pág. 468)

Este movimiento de la escucha es lo que merece el nombre de escuchar


con la tercera oreja.

Este es el contexto en el que Reik introduce la noción de anticipación


inconsciente, que se basa en la anticipación a la reacción emocional del otro
ante nuestro comportamiento, incluyendo las dimensiones de anticipación
‘instintiva’ y ‘racional’ (pág. 480). Luego (pág. 489), sugiere que en muchas
ocasiones, lo que realmente opera en estas situaciones es una ‘percepción
inconsciente introspectiva’.

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Nelson Ernesto Coelho Junior

Para Reik, así es como se configura la comunicación de inconsciente a


inconsciente, presuponiendo, como lo señalaron Laplanche y Pontalis (1998)
“la sensación de empatía (Einfühlung) que se produce a nivel infra-verbal.
(págs. 41-42).

De la misma manera, el proceso analítico ocurre fundamentalmente a nivel


inconsciente; en él el analista necesita centrar su atención más en sí mismo
(su propio Inconsciente) que en las manifestaciones del analisando. En la
situación analítica están el analisando, el analista y la capacidad de este
último de oír lo que está pasando en su psiquis y, a través de esto, oír lo que
está pasando en la psiquis del analisando. Como veremos en seguida, muchas
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de estas ideas reaparecerán usando otras ropas en el trabajo original de


Thomas Ogden. Antes, otro desvío, esta vez hacia el trabajo de los Baranger,
otros autores dentro del rico panorama de reconocidas o reconocibles
influencias sobre Green y Ogden.

La influencia de los Baranger


Willy y Madeleine Baranger, de origen francés, que llegaron a la Argentina
en 1946 -donde estudiaron psicoanálisis- construyeron a comienzos de la
década de 1960 una concepción de la situación analítica que preparó en gran
medida la inclusión de la noción de terceridad en el psicoanálisis contempo-
ráneo. En un trabajo originalmente publicado en 1961, los Baranger
expusieron su malestar con la falta de objetividad de lo que llamaron “las
primitivas descripciones de la situación analítica como una situación de
observación objetiva” (1969/1993, pág. 129) por parte del analista. La
situación analítica es, de hecho, una “situación en la que dos personas
extremadamente conectadas y complementarias están involucradas en el
mismo proceso dinámico” (pág. 129). El concepto de campo dinámico,
presente en la psicología gestáltica y en la filosofía de Merleau-Ponty, puede
“aplicarse a la situación creada por el analizando y el analista –al menos en el
plano descriptivo- sin que esto implique el intento de traducir la terminología
analítica a otra” (pág. 129). Para ellos, la situación analítica debe ser
descripta diciendo que tiene una estructura temporal y espacial, que está
orientada por ciertas líneas de fuerzas y dinámicas y que tiene sus propias
leyes y propósitos.

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Los orígenes y destinos de la idea de terceridad

Este campo es nuestro objeto de observación inmediato y específico. Como


la observación del analista consiste en observar simultáneamente al analisando
y la auto-observación correlacionada, sólo podemos definirla como la
observación de este campo.

(pág. 130)

Se hace evidente en esta descripción la presencia de tres elementos:


la observación del analista de la psiquis del analisando, de su propia
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psiquis y la observación del campo. En esta línea, sugieren que la


relación psicoterapéutica construida en la situación analítica es una
relación bipersonal. Pero también es, o básicamente es, una “relación
tripersonal, o incluso multipersonal” (pág. 132), que ve cómo las
múltiples escisiones psíquicas están en constante movimiento, que
crea un campo que es necesariamente más complejo que un campo
estrictamente bipersonal. Por lo tanto, por sí misma, la introducción de
la noción de un campo en el panorama de la teoría psicoanalítica es
una indicación de que la situación analítica necesita tres elementos
para ser trabajada y comprendida; es decir, el analisando, el analista y
el campo de fuerzas y sentimientos conformado por el par. El campo es
a la vez el resultado del analista y el analisando porque es la condición
de posibilidad de la situación analítica en sí misma.
Los Baranger especifican que “todo o cada ocurrencia en el campo
es, al mismo tiempo, otra cosa” (pág. 133). Así, denominaron a la
capacidad del campo de ser, al mismo tiempo, una situación
experimentada como real por el paciente (por ejemplo, que el analista
lo persigue) y una situación no contaminada por esos elementos (el
paciente permanece en el análisis en lugar de huir o llamar a la policía)
como una “ambigüedad esencial de la situación analítica”. Para ellos,
“no sólo se experimentan en el nivel de la ambigüedad al analista y los
detalles de la relación transferencial, sino también todos los aspectos
del campo analítico” (pág. 134). Más aún, señalan el hecho de que
“todo analista participa en la ambigüedad corporal y responde con su
propio cuerpo a la comunicación inconsciente del analisando” (pág.
136). Los Baranger desarrollan una minuciosa investigación de la
situación analítica, en la que se pone especial énfasis en el cuerpo del
analista: “también puede advertirse que las fantasías de movimientos
corporales que aparecen en el analista durante la sesión siempre

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1232
Nelson Ernesto Coelho Junior

corresponden a las experiencias realmente vividas por el analisando”


(págs. 136-7).
Volviendo al tema, años más tarde Willy Baranger (1994) cuestionó
la idea de una
psicología “de dos cuerpos”, como dijera Balint, a través de la cual trató de
evitar varias dificultades para mantenerse al más evidente nivel “bipersonal” -
para denominar al campo- (dos personas en un consultorio), pero no evitó
ninguna dificultad, porque lo más inmediato y fundamental a revelar en este
campo es una situación de tres, una situación triangular. […] No se trata de dos
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cuerpos o incluso de dos personas, sino de sujetos divididos, cuya división es


el resultado de una triangulación inicial.

(Baranger, 1994, pág. 369)

Reconozco, en este fragmento de Willy Baranger, no sólo una crítica al


movimiento del que Balint fue uno de los pioneros, sino una crítica a los
límites de su propia noción del campo analítico dinámico. Ya en el texto de
1961, aunque él y Madeleine Baranger procuraban ir más allá de la definición
de la situación analítica como una estructura terapéutica bipersonal, subsistía
el problema de cómo hacer encajar, en un solo plano teórico, una noción
como la del campo dinámico y las singularidades de los mundos intrapsíqui-
cos de analista y analisando. El tercer elemento, desde este punto de vista, no
debería anular la singularidad y especificidad de los dos elementos princi-
pales. Se lo puede entender como una condición de posibilidad, como un
suplemento, como una resultante o como un intermedio; pero independien-
temente de la concepción, las marcas intrapsíquicas de cada uno de los
sujetos del par analítico no deben ser sustituida s por un elemento
intersubjetivo. A mi entender, ese es el desafío heredado por Ogden y Green
basado en el legado de sus antecesores en el psicoanálisis.

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Los orígenes y destinos de la idea de terceridad

Ogden y el tercero analítico


En su libro La matriz de la mente, publicado en 1990, Thomas Ogden
empezó a construir, basado en las ideas de Winnicott de desarrollo emocional
y en una concepción dialéctica, su noción de terceridad:
El logro de la capacidad de mantener la dialéctica psicológica implica la
transformación de la unidad que no requirió símbolos en una “tríada”, un juego
dinámico de tres entidades diferenciadas.

(Ogden, 1990, pág. 213)


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Para Ogden, estas entidades son “el símbolo (un pensamiento), lo


simbolizado (aquello en lo que se piensa) y el sujeto que interpreta (el
pensador que genera sus propios pensamientos e interpreta sus propios
símbolos)” (pág. 213). Estas serían las condiciones básicas para la creatividad
y la creación del espacio triangular, es decir, para la instalación del espacio
potencial de Winnicott. De esta manera, tenemos las bases para una noción
innovadora de terceridad, el tercero analítico.

Ogden afirmó más de una vez que concibió su noción del tercero analítico
basado explícitamente en lo que le inspiró el trabajo de Winnicott. Según él,
de un modo análogo a la concepción de que la unidad madre-bebé coexiste en
tensión dinámica con la madre y el bebé como sujetos separados, es posible
proponer una comprensión de la situación analítica en la que el analista y el
analisando experimentan la misma tensión dinámica. En Sujetos de análisis,
un libro publicado en 1994, la noción de tercero analítico es presentada del
siguiente modo:
El proceso analítico refleja la interacción de tres subjetividades: la del
analista, la del analisando y la del tercero analítico. El tercero analítico es una
creación del analista y el analisando y al mismo tiempo el analista y el
analisando (como tales) son creados por el tercero analítico. (No hay analista,
analisando ni análisis si no hay tercero).

(Ogden, 1994, pág. 93)

Esta investigación está centrada en el campo interpersonal formado por el


analista y el analisando. Lejos de ser una descripción idealizada de la
situación analítica, lo que vemos en la concepción intersubjetivista de Ogden
es el ejercicio del pensamiento clínico que revisa, con su propio estilo, las
tradiciones de Klein-Bion y de Winnicott. Tres años más tarde, en el prefacio
de su libro Reverie e interpretación, Ogden (1997) busca enfatizar la
importancia de la receptividad inconciente del analista para la vida
inconciente del analisando:

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La receptividad inconciente de este tipo (el estado de “reverie” de Bion)


implica una entrega (parcial) de la propia individualidad diferenciada a un
tercer sujeto, un sujeto que no es ni el analista ni el analisando sino una tercera
subjetividad generada inconcientemente por el par analítico.

(Ogden, 1997, pág. 9)

No obstante, volvamos al texto de 1994, que resalta la importancia de la


noción de Klein-Bion de identificación proyectiva y del uso que hace de ella
Ogden en ese momento de su obra. La identificación proyectiva es entendida
como “una dimensión de toda intersubjetividad; a veces, la cualidad
predominante de la experiencia, otras veces sólo un trasfondo sutil” (pág. 99).
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Se restablecen las dimensiones más complejas y conflictivas del campo


analítico:
En la identificación proyectiva hay un colapso parcial del movimiento
dialéctico de la subjetividad individual y la intersubjetividad, y la creación
resultante de un tercero analítico que las somete (dentro del cual quedan en
gran medida subsumidas las subjetividades individuales de los participantes).
Un proceso analítico exitoso implica la sustitución del tercero y la
reapropiación de las subjetividades (transformadas) por parte de los
participantes como individuos separados (aunque interdependientes). Esto se
logra mediante un acto de reconocimiento mutuo que a menudo es mediado
por la interpretación que hace el analista de la transferencia-contratransferencia
y el uso que hace el analisando de la interpretación del analista.

(1994, pág. 106)

Aquí encontramos huellas de la influencia de Hegel a través de la


concepción de la necesidad de un reconocimiento mutuo como parte decisiva
de los cambios deseados de un proceso analítico.

Pero los problemas que abordó Reik en su libro de 1948 también parecen
resonar en las preocupaciones de Ogden. El problema que se le presenta al
analista en cuanto a diferenciar entre sus propias reacciones emocionales,
elementos que pertenecen exclusivamente a su propia subjetividad, y los
suscitados en él por el analisando reciben ahora una solución
fundamentalmente diferente a las que pueden encontrarse en otros autores:
Ni la intersubjetividad de la madre-bebé ni la del analista-analisando (como
entidades psicológicas separadas) existen en forma pura. […] En las relaciones
madre-bebé y analista-analisando la tarea no es desmenuzarlas en los
elementos que las constituyen para determinar qué cualidades pertenecen a
cada individuo participante en ellas, sino más bien, desde el punto de vista de
la interdependencia entre sujeto y objeto, la tarea analítica implica un intento

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1235
Los orígenes y destinos de la idea de terceridad

de describir, lo más acabadamente posible, la naturaleza específica de la


interacción de la subjetividad individual y la intersubjetividad.

(Ogden, 1994, pág. 64).

Lejos de una noción del trabajo terapéutico concebido sólo sobre la base de
la dimensión relacional del encuentro (como en las terapias existencial-
humanísticas), Ogden (1997) mantiene uno de los sellos distintivos de la
situación analítica clásica: la asimetría entre analista y analisando. Escribe:
el tercero analítico no es un acontecimiento único experimentado
idénticamente por dos personas; más bien es un conjunto de experiencias
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intersubjetivas concientes e inconcientes, construidas conjuntamente pero de


manera asimétrica por el analista y el analisando.

(1997, pág. 110)

Desde un punto de vista realista y/o empírico, aunque la situación analítica


nunca deja de ser una situación de dos sujetos distintos y separados que están
en comunicación uno con otro, lo que propone Ogden es que abandonemos
este punto de vista para intentar comprender los fenómenos analíticos. Lo que
para otros autores podría pensarse como sentimientos y pensamientos
comunicados inconscientemente o inducidos también inconscientemente por
el analisando al analista, Ogden lo describe como sentimientos y pensamiento
que simplemente son sentidos y pensados por el tercer sujeto intersubjetivo.

La relación entre analista y analisando como dos sujetos completamente


constituidos y separados continúa sucediendo a nivel verbal y consciente. Por
otra parte, cuando consideramos la intersubjetividad desde el punto de vista
de Ogden, ya no encontramos una relación o una comunicación involucradas.
La intersubjetividad, entendida como un “tercer sujeto intersubjetivo” no es
una relación entre dos sujetos sino precisamente un nuevo sujeto. Lo que,
desde un cierto punto de vista, ocurriría en la relación entre los sujetos,
ocurre ahora como la experiencia del tercer sujeto.

La situación analítica como un todo se modifica cuando consideramos la


creación del tercero: el analista y el analisando ya no existen como sujetos
aislados, pasan a constituirse sobre la base de la relación dialéctica (o mejor,
suplementaria, como sugiere Derrida; o dialéctica sin síntesis como propone
Mearleau-Ponty basado en Heráclito de Efeso) entre subjetividad e intersub-
jetividad. Y esta relación dialéctica es de constitución mutua, en ella no tiene
sentido hablar de comunicación o cualquier otra forma de relación entre
polos enteramente fuera uno del otro. En la experiencia del tercero analítico
están en juego

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Nelson Ernesto Coelho Junior

formas simbólicas y protosimbólicas (basadas en sensaciones) dadas a


la experiencia desarticulada (y a menudo no sentida todavía) del analisando, ya
que van tomando forma en la intersubjetividad del par analítico (es decir, en el
tercero analítico).

(1994, pág. 82)

Sin embargo, Ogden no pone el acento en lo intermedio, el espacio entre


subjetividades ya constituidas. La cuestión aquí es que la intersubjetividad de
Ogden no se refiere a las subjetividades intermedias, sino a lo que podría
denominarse una intersubjetividad primordial, una situación en la que las
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subjetividades se constituyen mutuamente, de modo tal que los sujetos


individuales no están antes que la intersubjetividad o viceversa. Esto se ve en
el hecho de que el analista entra en contacto con este campo intersubjetivo
precisamente a través de “las maneras en que se entrega a sí mismo
indisociablemente” y a través de sus “dimensiones más privadas” (Reis,
1999, pág. 390). Y esta concepción de la intersubjetividad implica la
correspondiente revisión del concepto de subjetividad individual: “La
concepción analítica del sujeto se ha ido convirtiendo cada vez más en una
teoría de la interdependencia de subjetividad e intersubjetividad” (Ogden,
1994, pág. 60).

Para Ogden, “el sujeto no puede crearse a sí mismo; el desarrollo de la


subjetividad requiere experiencias de formas específicas de la
intersubjetividad” (1994, pág. 60). En otras palabras, está de acuerdo con
Winnicott:
al principio, la subjetividad y la psiquis individual no son coincidentes: ‘No
existe lo que llamamos un bebé’. La constitución del sujeto en el espacio entre
madre y bebé está mediada por acontecimientos psicológico-interpersonales
tales como la identificación proyectiva, la preocupación materna primaria, la
relación en espejo, el relacionamiento con objetos transicionales y las
experiencias de uso del objeto y verdad.

(1994, pág. 60)

Más adelante, Ogden sugiere que:


la apropiación por parte del bebé del espacio intersubjetivo representa un paso
crítico en el establecimiento de la capacidad del individuo para generar y
mantener dialécticas psicológicas (de conciencia e inconciencia, de yo y no yo,
de yo y a mí, de yo y tú) mediante las cuales simultáneamente se constituye y
se descentra como sujeto.

(1994, pág. 60)

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1237
Los orígenes y destinos de la idea de terceridad

Cuando Ogden (1994) afirma que, a partir de cierto momento del


desarrollo, hay una “apropiación del espacio intersubjetivo” por parte del
bebé, sugiere que la constitución de la subjetividad nunca termina y que la
dialéctica entre subjetividad e intersubjetividad nunca se interrumpe. Lo
mismo es válido para el proceso analítico:
La finalización de una experiencia psicoanalítica no es el fin del sujeto de
psicoanálisis. El analisando se apropia de la intersubjetividad del par analítico
y la transforma en un diálogo interno (un proceso de interpretación mutua que
tiene lugar dentro del contexto del sistema de una sola personalidad).
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(1994, pág. 47)

Ogden no es el único que defiende la idea de un nivel de existencia pre-


subjetivo e intersubjetivo que sostiene permanentemente la existencia del
sujeto como entidad aislada y definida. Bruce E., Reis (1999), por ejemplo,
tiene ideas similares a las del trabajo de Merleau-Ponty, que sostiene que el
modelo de la dialéctica hegeliana, ampliamente utilizado por Ogden, no
puede explicar la experiencia real que trata de describir y comprender:
la metáfora del espejo [es] problemática porque no toma en cuenta la
subjetividad única del otro […] La interdependencia establecida mediante la
identificación con el otro no es intersubjetividad todavía. Para Hegel, la
subjetividad permanece igualada con el sujeto conciente en competencia con el
otro. Por el contrario, el modelo que quiero introducir aquí trata a la
intersubjetividad como un elemento y condición primaria tales que la
competencia ya representaría una diferenciación del sujeto con el objeto.

(1999, pág. 378)

Según Reis, (1999), Ogden había superado los límites tanto de un modelo
basado en un simple reflejo 8 como de la insuficiencia del modelo de
relaciones de la dialéctica hegeliana:
el bebé advierte una pluralidad de sujetos en lo que Ogden llamó una “relación
de relativa igualdad y por lo tanto de relativa diferencia” antes de tener
conciencia de los sujetos individuales. La experiencia intersubjetiva precede a
la experiencia personal y está […] enraizada en la vivencia corporal.

(1999, pág. 384) 9

Esta interpretación de Reis se mueve en la misma dirección que las


ideas que he propuesto sobre los elementos integrantes de la situación

8
Una superación que también señala en Winnicott : cf. Reis (1999, págs. 379-84)
9
Algunas de estas ideas ya han sido presentadas de una manera más desarrollada en Coelho
Junior (2002), un texto al que remito a los lectores interesados.

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1238
Nelson Ernesto Coelho Junior

analítica. Reconozco totalmente la influencia de las concepciones de Ogden


en mi pensamiento y en la forma de mi trabajo clínico (cf. Coelho Junior,
2012).

El énfasis clínico del pensamiento de Ogden recibe un contrapeso en el


pensamiento más metapsicológico de Green. Las fuentes comunes de
inspiración son Winnicott y Hegel. En las proposiciones de Ogden (la
dialéctica entre las subjetividades separadas del analista y el analisando, que
generan el tercero analítico) aparecen específicamente, como hemos visto,
aspectos de la concepción dialéctica de Hegel; también surgen en las
proposiciones de Lacan y Green, que se apropian de algunos aspectos del
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pensamiento de Hegel sobre el tercero. 10 Sin embargo, vale la pena destacar


que, especialmente para los autores franceses, a quienes les llegó el
pensamiento de Hegel a través de la lectura de A. Kojèves, sobre la cual los
historiadores y estudiosos de la obra de Hegel están lejos de alcanzar
consenso. Pero si Green necesitaba pasar por el pensamiento de Lacan (y de
Bion en menor medida) para llegar a su concepción del tercero analítico,
Ogden, como hemos visto, también necesitó pasar por Bion (y, en menor
medida, por Lacan).

André Green y la noción de terceridad


Quizás más que en otros temas abordados en su trabajo, la noción de
terceridad colocó a André Green frente a la necesidad de diferenciar sus
posturas de las de Lacan. Como con Lacan, Green reexamina las ideas de
Charles Peirce para introducir su idea de un tercero, pero lo hace para
liberarse de la concepción del lenguaje de Lacan:
Peirce nos permitió pensar sobre la relación entre lingüística y semiología, y
nos ayudó a traspasar los límites dentro de los cuales Lacan nos había
mantenido prisioneros y nos permitió expandir la reflexión para ir más allá del
lenguaje como sistema de representación de la palabra hacia la semiología,
incluyendo asimismo la representación de la cosa.

(2002, pág. 265)

La potencia de la noción de Peirce del interpretante como el tercero, que


no es la persona que interpreta sino un elemento constitutivo del signo, como
la inclusión de dimensiones instintivas y sentimientos en la teorización de
este autor, permitieron a Green encontrar la formulación adecuada para su
idea de terceridad. Para Peirce, la concepción triádica de los signos se

10
Cf. Macdonald (2014), especialmente el capítulo 3, ‘Negación, vinculación y terceridad: el par
André Green-Hegel’

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1239
Los orígenes y destinos de la idea de terceridad

configura, brevemente, de la siguiente manera: la terceridad es lo que trae la


primariedad o, más bien, las cualidades emocionales e instintivas y las
percepciones de indiferenciación, a la interacción con la secundariedad, o
mejor dicho las cualidades de dualidad, separación y conflicto, con esta
interacción que ocurre mediante el pensamiento y su capacidad para
establecer leyes y generalizaciones, o más bien las acciones de los signos y su
fuerza interpretante (terceridad).

Al comentar el desarrollo de la teoría de Green, Fernando Urribarri (2011)


sugiere que en su trabajo desde la década de 1990 11 existe la construcción de
una
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teoría psicoanalítica de la terceridad, concebida como la matriz general del


significado. Es un eje metaconceptual del que se apropia a partir de la
semiótica de Peirce para articular las nociones “terciarias” de Green: del
modelo base de simbolización “conexión-desconexión-reconexión” y los
“procesos terciarios”, a la “teoría generalizada de triangulación del tercero
sustituible”.

(2011, pág. 20)

Asimismo, desde el punto de vista de Urribarri (2012): “La terceridad, más


que una noción, es un eje conceptual o metaconcepto” (pág. 156). Como base
de esta postura, cita al propio Green (2002):
Ampliando el pensamiento de Lacan, me di cuenta de que las relaciones
triangulares habían sido arbitraria y negligentemente restringidas al complejo
de Edipo. Más que la función, se trataba de la metáfora paterna. Entonces fue
cuando el trabajo de C. S. Peirce arrojó una luz decisiva para mí, mediante su
noción de relaciones triádicas que llevan a un concepto más general de
terceridad. Traté de aplicarla a las ideas que ya había expresado sin referirme a
una teoría en particular y a casos que no había analizado desde este ángulo.

(pág. 250)

Para Urribarri, “Green habla de ‘configuraciones de terceridad’ en las que


podemos observar la naturaleza triádica de las relaciones. Aquí podemos
ubicar el triángulo edípico (Freud), la tríada Imaginario-Simbólico-Real
(Lacan) y los fenómenos transicionales (Winnicott)” (2012, pág. 156-7). En
un cierto aspecto, sin embargo, Green parece destacar la idea del tercero

11
En una de las reanudaciones de su itinerario intelectual, que fueron recurrentes durante la
última década de su vida, Green (2002, pág. 265) sugiere que tomó conciencia de la noción de
terceridad relativamente tarde en su trayectoria psicoanalítica (1989, “De la tercéité”, publicado
en Les Monographies de la Revue française de psychanalyse).

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como una ausencia (que, como él dice, es una situación intermedia entre
presencia y pérdida). El tercero que es una sombra invasiva, que participa en
el movimiento de la dualidad desde su comienzo. Para Green, toda dualidad
incluye a un tercero desde el principio (la relación madre-bebé siempre trae
una función paterna, aunque sea como una representación en la psiquis de la
madre). Es el triángulo abierto con el tercero sustituible, el otro del objeto,
que puede ser el padre, un tío o un hermano, que componen la relación con el
par madre-bebé (Green, 1981). Pero como señala Talya Candi (2010):
el verdadero problema […] no es la trayectoria que lleva de la díada a la tríada,
sino el pasaje de tres potenciales (cuando el padre está solamente en los
pensamientos de la madre como un lazo amoroso de reverie) a una terceridad
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real, en la que cada integrante puede ser percibido separadamente.

(2010, pág. 138)

Y es aquí que el tercero puede ser una condición de posibilidad para


nuevos caminos a la subjetividad del hijo o bien ser experimentado como un
impedimento de la completud dual originaria. Hacia el fin de su obra, Green
escribe sobre una estructura ternaria (structure ternaire) que comprende el
sujeto, el objeto y el otro del objeto.

Green procuró visualizar una historia de la noción del tercero en


psicoanálisis basado principalmente en Freud y Winnicott (como lo hizo
Ogden). Sustentado por la concepción de Winnicott de la simbolización,
Green insistió en que el encuentro de partes separadas (base de la noción de
símbolos) nunca sería una reedición o reconstrucción de la unidad primordial
perdida, sería necesariamente la creación de un tercer elemento que es
diferente de las dos partes separadas y luego reunidas (Green, 2004, pág.
107). Además de la dimensión espacial presente en esta concepción, debe
agregarse la dimensión temporal (la forma de reconexión entre dos
experiencias que ocurren en momentos separados). Para Green, la dimensión
simbólica del lenguaje corresponde a este punto y, por lo tanto, la fuerza
interpretativa en una situación analítica se sustenta en la posibilidad de
reconectar, por ejemplo, el aspecto subjetivo al aspecto objetivo de una
experiencia, generando así la producción de significado. Basado en esta idea
de los símbolos y en la concepción freudiana de los movimientos pulsionales
(conexión-instinto de vida y desconexión-instinto de muerte), Green propone
el modelo ‘conexión-desconexión-reconexión’ como una de las marcas
iniciales de la formación de su noción de terceridad. Aquí, mediante las
modalidades reconexión/no-conexión, Green explora formas de trabajo
clínico basadas en la relación de transferencia dual: transferencia sobre
palabras y transferencia sobre objetos. Esto configura una manera de pensar
sobre el espacio clínico en sus dimensiones transformacionales respaldada

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Los orígenes y destinos de la idea de terceridad

precisamente por las formas de conexión y mediación entre procesos


primarios y secundarios llevados a cabo por el analista (los procesos
terciarios). La noción de procesos terciarios, que Green (1972 [1995]) define
como “el proceso que coloca los procesos primario y secundario en una
relación tal que los primeros limitan la saturación de los últimos y los últimos
la de los primeros” (pág. 152), es de naturaleza primordial en su trabajo.
Insiste en que es necesario ir más allá de Freud para aprehender
conceptualmente la complejidad de la situación analítica, en particular la
constitución de los procesos conectivos que ocurren en el espacio analítico.

Green (2003) toma la historia de los conflictos entre kleinianos y


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freudianos de la década de 1940 (los ‘debates controversiales’) para afirmar:


Afortunadamente, este duelo dio lugar a una tercera producción, la de Donald
Winnicott, que se rehusó a ser confinado por la dicotomía entre lo interno y lo
externo, y se concentró en el espacio transicional. Una vez más, la terceridad
fue la solución, porque es cierto que el espacio analítico no se rige por la regla
de los mundos interno o externo.

(2003, pág. 46)

Continuando con esta línea de pensamiento e incluyendo la fuerza de las


nociones de ausencia, virtualidad y potencialidad, Green se pone a considerar
también al encuadre analítico como un tercero. Es un tercero el que compone
la complejidad de la situación analítica con la dualidad transferencia-
contratransferencia. Además, como ya ha señalado Delourmel (2005), “para
André Green el marco analítico debe ser concebido como un dispositivo
psicoanalítico cuya función es la transformación del aparato psíquico en el
aparato del lenguaje” (pág. 335). El marco analítico depende, sin embargo, de
que el analista mantenga la instancia transformadora, la instancia paterna y la
función simbólica de terceridad, que estructuran un análisis exitoso. Se trata
también, dentro de este tema, de la condición formadora del marco interno
del analista (2010, pág. 128). Como señala Green, es el marco que fue
internalizado en el curso del análisis del propio analista y que se vuelve
decisivo, especialmente en el trabajo psicoterapéutico que requiere un marco
modificado (por ejemplo, sesiones cara a cara). Para esto, Green considera
que el tercero del marco es principalmente compatible con la ausencia, la
potencialidad y la virtualidad.

Finalmente, como ya lo he señalado, para Green la terceridad es una


noción fundamental en la teoría psicoanalítica que vino como respuesta, o
como oposición, a la predominancia de las relaciones duales como base de
todo el pensamiento psicoanalítico, que se estableció desde la década de
1940, con el acento puesto en los estudios sobre la relación madre-bebé y el
foco en los estudios del llamado período ‘pre-edípico’ del desarrollo

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psíquico. Es por eso que, para él, dos ya es siempre tres. A mi entender, en la
obra de Green, la noción de terceridad ocupa un lugar central en la
concepción metapsicológica de la constitución subjetiva y en el estudio de las
perturbaciones psicopatológicas, especialmente las no-neurosis. Green,
interesado en los aspectos clínicos de los estados fronterizos y pacientes
graves, organiza un pensamiento clínico que procura explicar perturbaciones
en la dimensión de la identidad narcisista y, para eso, la noción de terceridad
resulta fundamental. Como Octavio Souza (2013) ya sugirió:
[Green] sigue las propuestas post-freudianas de modificar el método analítico
para el tratamiento de afecciones no-neuróticas, pero valora, desarrollando más
ampliamente las intuiciones de Winnicott y Bleger, la función del
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encuadramiento analítico, una función que introduce la dimensión del tercero


en la comprensión de la relación analista-analisando, una comprensión que los
autores post-freudianos tradicionalmente formulan en términos básicamente
duales de relaciones objetales y contratransferencia. En esta línea, valora la
importancia de la construcción psicoanalítica y la participación imaginativa del
analista para simbolizar las experiencias traumáticas de las deficiencias de
objeto.

(2013, págs. 167-8)

En este contexto, la noción de Green de terceridad se encuentra con el


tercero analítico de Ogden. En el espacio clínico, en los conflictos para dar
respuesta a las necesidades de casos difíciles, tanto Green como Ogden
develan la gran importancia de la noción de un tercero.

Consideraciones finales
Queda claro que tanto Green como Ogden llevan la noción del tercero en
psicoanálisis a un nivel de complejidad teórica considerable. Más que las
diferencias que caracterizan sus respectivas posiciones, debemos reconocer la
influencia de sus ideas en la totalidad de la práctica psicoanalítica contempo-
ránea. Por lo tanto, para concluir, quisiera reordenar las diez figuras del
tercero presentadas al comienzo de este trabajo en cuatro dimensiones, en
procura de destacar los elementos que, en mi opinión, son fundamentales en
las construcciones de Ogden y Green. Estas dimensiones son al mismo
tiempo conceptuales y clínicas, en la medida en que aparecen como
posibilidades del funcionamiento del tercero en la dinámica transferencial-
contratransferencial.

La primera dimensión es la del intermedio. El tercero funciona, en este


caso, como un elemento de separación o (re)conexión. Es la condición
inaugural, la función primordial de un tercero, que abre en dos lo que

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Los orígenes y destinos de la idea de terceridad

funcionó psíquicamente como una unidad indiferenciada y permite la


triangulación. La segunda dimensión es la del tercero como suplemento o
como ausencia. Es una función constitutiva de la triangulación temprana que
fija los límites a la saturación de los elementos constitutivos de la dualidad,
pero no es un intermedio; en lugar de eso es más una fuerza ausente que
produce efectos en las dimensiones intrapsíquicas del analista y del
analisando, así como en el campo formado dentro de una situación analítica.
Típicamente, el tercero aparece como el elemento ausente que configura una
presencia psíquica constitutiva del campo. La siguiente dimensión de
terceridad es cuando se la concibe como la condición de posibilidad para la
dualidad primaria. Es decir, el tercero en este caso es constitutivo de la
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dualidad, es la condición originaria, una especie de indiferenciación primaria


que permite el surgimiento de las singularidades de analista y analisando en
el campo analítico. Para mí, la cuarta dimensión es el tercero como resultante
de la dinámica entre los dos elementos primarios, es el efecto o consecuencia
de la dinámica. En este último caso, el tercero es el producto, es lo que se
crea a partir de la dinámica entre analista y analisando en el campo analítico,
son las transformaciones producidas en el campo.

Las últimas dos dimensiones son muy evidentes en la noción de Ogden del
tercero analítico, que forman lo que llama dialéctica entre las subjetividades y
la intersubjetividad, que es una característica esencial de su tercero analítico.
Las primeras dos están más presentes en las posturas de Green y en la manera
en que concibe la constitución subjetiva y sus impasses. Evidentemente, cada
una de las formas de constitución subjetiva y sus dificultades, que determinan
diferentes formaciones psicopatológicas, son elementos fundamentales en la
comprensión de Green de las modalidades de la forma de actuar del analista
en las distintas situaciones clínicas creadas con cada analisando. Sin
embargo, como las cuatro dimensiones aquí expuestas no son mutuamente
excluyentes, creo que podemos pensarlas como funciones simultáneas,
presentes en nuestra teoría y práctica psicoanalíticas, a veces con mayor
énfasis en una y a veces en otra.

De modo que, más que sólo creativas y potentes contribuciones teóricas,


las nociones de terceridad de Ogden y Green tienen una gran fertilidad
clínica. Y aquí es donde comienza la más fascinante de todas las aventuras
inspiradas por estos dos autores, es decir la aventura de hacer de cada
encuentro clínico un descubrimiento y la renovación necesaria para sustentar
la riqueza del psicoanálisis contemporáneo.

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