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En esta etapa los trastornos que con mas frecuencia podemos observar en la alimentación del niño son el

aumento de apetito que se observa en ocasiones en algunos escolares y que si no se controla la ingesta
sobretodo en lo que se refiere a la calidad de los alimentos puede ser el origen de una obesidad. Por ello si el
niño muestra un aumento de apetito de forma exagerada se le deberá de ofrecer alimentos que le sacien pero
que sean de bajo contenido calórico, como verduras y frutas cuando el niño quiere comer algo entre comidas.
Por ejemplo, si quiere algún "snack", se le puede ofrecer pepinillos o cebolletas, en vez de bolsas de patatas
fritas o similares que contienen abundantes grasas y por lo tanto un elevado aporte energético. Además habrá
que moderar el consumo de hidratos de carbono y grasas. Es además muy importarte animarles a que
empiecen a realizar ejercicio físico de forma regular en vez de ver la televisión. Ya que el sedentarismo en un
niño con un apetito exagerado le va conducir a una obesidad importante. La introducción temprana a los
deportes de competencia también puede influenciar de una forma positiva hacia la alimentación. Es además en
esta época cuando el niño habrá de aprender nociones básicas de nutrición y salud en forma de juego que le
hagan comprender la importancia de realizar una alimentación saludable para evitar las enfermedades
cardiovasculares, la diabetes del adulto y la obesidad.

Otro trastorno que vemos con frecuencia a esta edad es el niño vomitador. Hay niños que tienen especial
facilidad para vomitar, sobretodo en circunstancias de estrés o problemas psicológicos en la edad escolar.
Muchos de estos niños además tienden a producir cuerpos cetónicos al precisar utilizar sus reservas de grasa
cuando han agotado ya las reservas de glucógeno, situación que favorece la persistencia del vómito. Para evitar
la producción de cuerpos cetónicos y de vómitos hay que intentar mantener una ingesta alta y frecuente de
hidratos de carbono de absorción lenta (pasta, arroz, pan, legumbres...)

El dolor abdominal crónico de origen, en la mayor parte de los casos psicógeno en esta edad es otro de los
problemas que puede afectar a la ingesta, principalmente del desayuno. Muchas veces debido a las prisas a la
hora del desayuno y el estrés que para estos niños puede suponer el enfrentarse a la escuela de forma diaria,
los niños reaccionan somatizando sus problemas en forma de dolor crónico abdominal. Tras realizar las
exploraciones oportunas se descarta su origen orgánico y en la mayor parte de los casos se encuentra un
problema en la familia o en la escuela que es el origen del problema. La ayuda de un psicólogo es
imprescindibles en estas situaciones.

La infecciones de vías aéreas superiores, tan frecuentes en esta etapa, aunque en disminución en relación con
el niño preescolar, pueden también disminuir el apetito. Será necesario un estudio adecuado para valorar la
necesidad de una amigdalectomía en los casos mas severos, en los que las infecciones repetidas, alteren la
escolaridad del niño y su estado de nutrición

Mitos
Necesidad de suplementos de vitaminas y minerales: en un niño sano que realiza una ingesta adecuada no es
necesario administrar suplementos de vitaminas. Sólo en algunas circunstancias especiales, como en el caso de
niños deportistas de competición o niños con enfermedades crónicas que precisan el seguimiento de una dieta
que no cumple los requerimiento de la RDA, será necesario suplementar.

Sesos y vísceras: En general los sesos no son recomendables por su abundante contenido de colesterol. Las
vísceras como el hígado contienen abundante hierro, pero no hay porque insistir en su ingesta siempre que el
niño ingiera hierro por medio de otras fuentes como algunas legumbres, frutos secos, carne roja, etc.

Muchas personas piensan que el niño debe de ingerir leche en cantidades exageradas para promover su
crecimiento. Los requerimientos necesarios en esta edad son de unos dos vasos de leche al día. Si al niño no le
gusta la leche lo podría sustituir con otros derivados lácteos, aunque no tienen la misma composición
exactamente. En general la leche debe de ser entera, salvo en circunstancias especiales de obesidad en las que
se podría dar leche semidesnatada o desnatada, teniendo siempre en cuenta que puede ser necesario en esto
casos la suplementación con vitaminas liposolubles. Hay muchos niños que rechazan la leche y pueden tener
algún motivo para hacerlo, por ser intolerantes a la lactosa. Por lo tanto siempre que se de esta circunstancia se
debe de acudir a un especialista en pediatría que descarte este tipo de alteración.

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