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EUG:ENE IONESCO
T,-aducción de
EDUARDO p IIZ LFSTON
f! }f)
•,.l,.
· EDITORIAL LOSADA, S. A.
BUENOS AIRES
Titulo del original francé5
Notes et contre-notes
© Editions Gal!imanl, París, 1%:?.
© Editorial Losada, S. A.
Duenos Aires, 1965.
PRINTED IK ARGENTINE
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N o a s y e o n r a n o a s
propios comentarios sobre las obras teatrales: espero que así sea a
pesar de mí) pues si debieran estar agotadas por esta polémica) com-
prendidas todas en ella, no valdrían gran cosa.
Pero si la literatura es algo importante, si es aún en nuestros
días, y en el futuro, algo importante, ese es otro problema angus-
tioso. El mundo nuevo que parece abrirse ante nosotros, las perspec-
tivas de muerte o, por lo contrario, de transformación total de la
vida y del pensamiento, parecen deber conducir a una era en la
cual esta clase de manifestaciones será totalmente replanteada. No
podemos prever qué formas revestirá la poesía, la creación, el arte.
En todo caso, desde ahora, la literatura está por debajo de la vida~
la expresión artística es demasiado débil~ la imaginación demasiado
pobre como para igualar la atrocidad y el milagro de esta vida~ de
la muerte~ demasiado insuficiente como para dar cuenta de ellas.
Mientras tanto hice lo que pude. . . Empleé mi tiempo. . Pero
hay que saber apartarse de sí mismo) de los demás~ mirar 1 y reír~
sobre todo reír.
Espem que en mi teatro haya más humor que en mis polémicas.
Espero.
E. I.
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EXPERIENCIA DEL TEATRO
EXPERIENCIA DEL TEATRO
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ajedrez del es1 ectáculo, un instrumento sin vida, sin fuego, sin par-
ticipación ni inventiva personal, en provecho, esta vez, de la puesta
en escena que concentra la atención de los espectadores, esa prima-
cía de la organización igualmente me exasperaba; me producía, li-
teralmente, una sensación de asfixia: anular la iniciativa del actor,
eliminar al actor es eliminar la vida tanto como el espectáculo.
Más tarde, es decir, hace muy poco, me di cuenta que Jean Vilar
había sabido encontrar en sus puestas en escena la dosis indispensa-
ble al respetar la necesidad de la cohesión escénica sin deshumani-
zar al actor, devolviendo así al espectáculo su unidad, al actor su
libertad, a mitad de camino entre el estilo del Odeón (más allá,
pues, de las exageraciones declamatorias al estilo de Sarah Bernhardt
o Mounet-Sully) y el cuartel brechtiano a piscatoriano. Pero en
Vilar era una cuestión de tacto, sentido instintivo del teatro, no ex-
presión de teorías acerca del teatro, ni dogmas inmutables.
No veía bien, sin embargo, cómo escapar a ese verdadero malestar
que me producía la conciencia de la impureza del teatro represen-
tado. No era yo, en verdad, un espectador agradable, sino, por el
contrario, malhumorado, rezongón, siempre descontento. ¿Debíase a
una suerte de desgracia personal que sólo provenía de mí, o prove-
nía, en cambio, del teatro?
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II
CONTROVERSIAS Y TESTIMONIOS
El autor no enseña: inventa
Sólo el teatro impopular tiene oportunidades de
llegar a ser popular. Lo "popular" no es el pueblo.
DISCURSO ACERCA DE LA VANGUARDIA'
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de carrera; luego metamorfosearlo en un sombrero, en canción, en
coracero, en agua de manantial. En el teatro podemos atrevernos a
todo, y es el lugar donde demostramos menos atrevimiento.-
No quiero terier otros límites que los de las posibilidades técnicas
de la maquinaria teatral. Se me acusará de hacer music-hall, circo.
Tanto mejor: ¡integremos el circo! Se puede acusar al autor de
ser arbitrario: pero la imaginación no es arbitraria sino reveladora.
Sin la garantía de una libertad total el autor no logra ser él mismo,
no logra expresar sino lo ya formulado. Por mi parte, me propuse
no reconocer otras leyes que las de la imaginación; y puesto que la
imaginación tiene leyes, esto constituye una nueva prueba ele que
finalmente no es arbitraria.
Lo que caracteriza al hombre, se ha dicho, es que es un animal
que ríe; sobre todo es el animal creador. Introduce en el universo
cosas que no existen en el universo: templos o chozas para conejos,
carretillas, sinfonías, poemas, catedrales, cigarrillos. Muchas veces
la utilidad de la creación de todas estas cosas sólo sirve de pretexto.
¿Para qué sirve existir?, para existir. ¿Para qué sirve una flor?,
para ser flor. ¿Para qué sirve un templo, una catedral? ¿Para refugio
de los fieles? Me parece que no, puesto que los templos están en
desuso y se sigue admirándolos. Sirven para revelarnos las leyes de
la arquitectura y quizá las de la construcción universal que verosí-
milmente nuestro espíritu refleja, puesto que el espíritu vuelve a
encontrarlas en sí mismo. Pero el teatro muere por falta de audacia:
parece que ya no nos diéramos cuenta que el punto que inventamos
no puede ser falso, Será falso en la medida que quiero hacer algo
verdadero, si imito lo verdadero, y por ende haciendo algo falsa-
mente verdadero. T"=!ngo conciencia de estar en la verdad cuando
invento o imagino. Nada más evidente y ''lógico" que la construc-
ción imaginativa. Podría decir incluso que lo que me parece irra-
cional es el mundo, que se torna irracional y escapa a n1i razón. Es
en mi espíritu donde vuelvo a encontrar las leyes con las cuales
trato, en función continua, de readaptado, de someterlo. Pero in-
cluso esto excede nuestro propósito.
Cuar1d9 un autor escribe una obra, una pieza de teatro, por
ejemplo, __tiep_e, ya lo dijimos, 1~ impresión clara_ o confusa de que
libra un coiTl_})ate; si tiene algo que decir, es porque otros no han
logrado decirlo; o _porque ya no se sabe cómo decirlo; y que él quiere
decir algo nuevo. Si no, ¿por qué escribiría? Decir lo que tiene que
decir, imponer su universo, eso mismo es el combate. Un árbol para
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SIEMPRE ACERCA DE LA VANGUARDIA
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OPINióN SOBRE MI TEATRO Y SOBRE LAS
OPINIONES DE LOS DEMÁS
Quizá una obra sólo sea lo que pensamos de ella. Pero antes
que pensarla a través de otros sería mejor pensar la obra misma
sin tener en cuenta las prohibiciones, advertencias, estímulos que se
prodigan al respecto.
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parte y de parte de sus amigos, pues para ellos una sola especie de
teatro es admisible: la coexistencia es una palabra que no com-
prenden.
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una obra maestra (como si cada obra sólo puede ser una obra maes-
tra o nada), dice otro aún, pues él -es decir, "yo"- ignora la
técnica de la conversación, los meandros en que una acción dramá-
tica puede marchar lentamente ... , las alternancias de ritmos, el
empleo de los tiempos muertos; etc. Críticos de provincia o corres-
ponsales de los periódicos de Marruecos o Argelia son más categó-
ricos, más precisos: es una vergüenza, dicen, presentar este lamen-
table espectáculo guiñolesco que nos hace bostezar y que es indigno
.del Teatro de Francia, etc.. . . También os participo el punto de
vista de un contribuyente que es, sin duda, el de otros contribuyentes
y que, en ocasión de una ele las representaciones de la obra, con-
fiaba a su vecina escribiendo: "Es una vergüenza cuando se piensa
que es un teatro subvencionado por el Estado, que es con nuestro
dinero con lo que se hizo esto, que pagamos impuestos para esto".
Para algunos críticos, que hicieron objeciones moderadas, la
primera parte de la pieza es buena: "el delirio verbal caro a Ionesco,
sus abreviaturas temporales, el análisis feroz del 1necanismo de lu-
gares comunes no funciona en verdad sino en el curso de la primera
parte del espectáculo", y en cuanto a lo restante "no hay que disi-
mularlo, hay largos momentos de charla y de aburrimiento", y la
puesta en escena de esta primera parte es excelente: pues es "gra-
ciosa y animada". Para otro crítico, que es un filósofo, al contrario,
~'el primer acto le pareció una acumulación de inepcias", si bien una
interpretación y una puesta en escena de primer orden, dice, me
divirtieron a pesar de todo. "Pero a partir de la mitad del segundo
acto, se produjo para mí -y seguramente para otros- una suerte
de fenómeno mágico. Es como si bruscamente hubiera pasado del
otro lado del telón, como si lo que era espectáculo absurdo se hu-
biera de pronto interiorizado y hubiera cobrado un sentido y un
valor irrecusable; desde ese instante, hasta el final, estuve continua-
mente interesado e incluso cautivado. . . Considero que es un espec-
táculo que hay que ver sin lugar a duda. Pero naturalmente es
mejor estar preparado a sentirse un poco desconcertado o incluso
también irritado por la primera parte. . . De todas maneras, teatral-
·mente, se ha obtenido un éxito sorprendente a lo cual contribuye
de la manera más eficaz, por otra parte, una puesta en escena ex-
traordinariamente ingeniosa ... ". No es ésta la opinión de otro crítico,
también filósofo, quien favorable a la pieza en su totalidad, piensa
que "la interpretación del Odeón es brillante pero ni el marco de
·este gran teatro ni la presentación benefician a la obra. Un primer
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MIS CRÍTICOS Y YO
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contrar una solución que no se prestara ya a confusión alguna: no
escribir una comedia, ni un drama, ni una tragedia, sino sencilla-
mente rm texto lírico, algo "vivido"; proyecté sobre la escena mis
dudas, mis angustias profundas, les puse diálogo; enca1né mis anta-
gonismos, escribí con la mayor sinceridad, me desgarré las entrañas:
lo titulé Víctimas del deber. Se me trató ele mixtificador, de bromista.
Seamos bromistas, me dije, mientras me volvía a cocer la pieL
Me puse a trabajar, compuse siete pequeños sketches que fueron re-
presentados en uno de esos teatros de la orilla izquierda, que llevan
el extraño nombre de "vanguardia".
Algunos críticos escribieron en esa ocasión que la tentativa de
teatro abstracto que había realizado era serio, planteaba problemas
sutiles; sin embargo, por interesante que fuera, no podía conducir
a nada. Se me hizo la observación de que el teatro no es abstracto
sino concreto. Consideré que la objeción -un poco al margen de
la cuestión- era justa.
Quise saber entonces, de manera precisa, si debía perseverar,
sí o no, y en cuál dirección. ¿A quién pedir consejo? A mis críticos,
evidentemente. Sólo ellos podían orientarme. Releí, pues, y estudié
con la mayor atención y el mayor respeto lo que estos últimos habían
tenido a bien pensar de mi:s obras. Me enteré así que tenía talento:
un poco, mucho, apasionadamente, nada en absoluto; que tenía hu~
mor; que estaba desprovisto totalmente de él; que era un maestro
de lo insólito, un temperamento místico; que mis piezas tenían pro. .
longaciones metafísicas; que, en el fondo, según otro, yo era un
espíritu realista, psicólogo, buen observador del corazón humano, y
que debía llevar mi creación por ese rumbo; que era bastante vago;
que mi estilo era preciso, claro; que mi lengua era pobre; que mi
lengua era rica; que era un crítico violento de la sociedad actual;
que el más grave defecto de mi teatro consistía en el hecho que yo
no denunciaba el orden social injusto, el desorden establecido; se
me reprochaba violentamente ser asocial; supe también que no era
nada poético, pues había que serlo, ya que "no hay teatro sin poe~
sía";- que era poético, y justamente no había que serlo, pues "¿qué
sentido tiene la poesía?"; que mi teatro era demasiado consciente,
demasiado cerebral, frío; al contrario, primitivo, simple, elemental;
que carezco de imaginación, que soy esquemático, seco; que no sé
canalizar una imaginación excesiva, indisciplinada y que -en lugar
de ser seco y despojado corno se debe ser- soy difuw; que, lo que
es interesante en n:i.i caso, sería uno de los creadores de la drama~
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analítica; probar, una y otra vez, que la obra sujeta a todas t"sas
interpretaciones es una ilustración perfecta y exhaustiva de cada una
de nuestras creencias y que confirma tanto esta ideología como esta
otra de manera exclusiva. Para mí eso prueba otra cosa: que cada
obra de arte (a menos que sea una obra seudo-intelectualista, a menos
que esté contenida íntegramente en un sistema ideológico cualquiera
del que sólo es mera vulgarización, como es el caso ele tantas piezas
de tesis) está al margen de la ideología, que no puede reducirse a
una ideología. La ideología sólo la envuelve sin penetrarla. La au-
sencia de ideología en la obra no .significa ausencia de ideas; al
contrario, son fertilizadas por las obras de arte. En otras palabras,
no ha sido Sófocles quien fue inspirado por Freud sino Freud quien
fue inspirado por Sófocles) y por las angustias de cuya existencia
son testimonio las obras de arte y las revelaciones que ellas pueden
determinar. La ideología no es el origen del arte. La obra ele arte
es el origen y el punto de partida de las ideologías o filosofías futuras
(pues el arte es la verdad y la ideología sólo ffioraleja) moral).
¿Qué debe hacer) por consiguiente) el crítico? ¿Dónde deben
fundamentarse sus criterios? En la obra misma, en su universo y su
mitología. Debe mirarla, escucharla, y decir únicamente si es o no
lógica consigo misma, si es coherente en sí. El mejor juicio será una
cuidadosa descripción de la obra misma. Para eso hay que dejar a
la obra hablar por sí sola) acallando las ideas preconcebidas) los pre-
juicios ideológicos y los juicios prefabricados.
La cuestión de saber si la obra está situada o no en el gran
camino, conforme o no a lo que querríais que fuese) demuestra un
juicio preestablecido, exterior, insignificante y falso. Una obra de
arte es la expresión de una realidad incomunicable que se trata de
comunicar, y que a veces puede ser comunicada. Esa es su paradoja,
y su verdad.--,
EuoENE loNEsco
(N. B. -Este texto fue también traducido del inglés por Jean-
Louis Curtis. Ionesco no pudo encontrar el original francés.)
III
La respuesta de 1 onesco provocó numerosos comentarios. Ken-
neth Tynan respondió a esta respuesta. Luego dio su opinión Philip
Toynbee) así como numerosos lectores cuyas cartas fueron publica-
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IONESCO Y EL FANTASMA
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son hijas de la tierra, y los objetos hijos del cielo. El peligro que
amenaza al señor Ioncsco es el de encerrarse en esa galería de es-
pejos conocida en filosofía bajo el nombre de solipsismo.
El arte vive de la vida, como la crítica vive del arte. El señor
IonescÜ Y sus -discípulos rompen el vínculo, se aíslan, aspir3.n una ·a
suerte de inmovilismo estático. Cuanto más, no logran alcam:arlo.
Lo inquietante es que lo intentan. Privado de sangre, el cerebro
engendra fantasmas, un delirio de grandeza. ~'Una obra ele arte,
dice el señor Ioncsco, es el origen y la materia misma de futuras
ideologías.H ¡Oh hibris! Ocurre que arte e ideología influyen el uno
sobre la otra; lo cierto es que surgen de una fuente común. El uno
y la otra se apoyan sobre la experiencia humana para explicar a
los hombres lo que ellos mismos son. Son hermano y hermana, no
padre e hija. Decir, como el señor Ionesco, que Frcud sencillamente
encontró en Sófocles su inspiración es un disparate mayúsculo. Frcucl
sencillamente encontró en Sófocles la confirmación de una teoría
que había elaborado a partir de un descubrimiento experimentaL
Podríamos preguntarnos por qué el señor Ioncsco se aferra tanto
a esta concepción fantasmagórica del arte como un mundo cerradoJ
autónomo, responsable ante sus propias leyes. La respuesta es sen-
cilla: el señor Ionesco busca sustraerse a todo juicio de valor. Que-
rría volvernos ciegos ante el hecho que, siendo espectadores, todos
somos, en cierto sentido, críticos, llevamos con nosotros al teatro
no sólo esas "nostalgias y angustias" que, como dice él con razón.
gobiernan en parte la historia del mundo, sino también todo un
conjunto de ideas nuevas ~morales, sociales, psicológicas, políticas~·
gracias a las cuales esperamos, en un día futuro, poder liberarnos
finalmente de la vetusta tiranía del Angst. El señor Ionesco noS-
asegura que esas ideas a las que somos afectos no tienen nada que
hacer con el teatro. Nuestra función de críticos consiste en escuchar
la obra y "decir simplemente si es fiel o no a su propia naturaleza''.
No fiel a la nuestra, observad bien; ni siquiera pertenece a nuestra
competencia. Oyentes, se nos quita el derecho de escuchar en cuanto
seres dotados de conciencia y afectividad. "El diagnóstico es claro>
doctor: es un cáncer." -"Está bien, está bien, dejadlo en paz, pues-
to que es fiel a su propia naturaleza".
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EL ARTISTA Y EL CRiTICO
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( Orson f.'V elles nzega que el crítico deba contentarse con ¡u.zga.r
sz la obra está conforme o no a sus leyes internas. Un crítico es
un ser humano) tiene derecho a sus reacciones personales) a la ex-
presión de sus propias ideas.)
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bien. La vida social, la vida con los demás, lo que puede resultar
de ello, nos lo ha mostrado el mistro Sartre (que el señor Tynan ~'
me permita citarlo) en su obra A puertas cerradas. Lo social es .un
infierno, los otros un infierno. Uno querría de buena gana pres-
cindir de ello. ¿Y no decía Dostoievsky que sólo se podía vivir con
quien sea por unos días sin empezar a detestarlo? ¿Y el héroe de
llombre por hombre no pierde acaso su alma, su nombre hasta la
enajenación total al ingresar en la irresponsabilidad colectiva de los
uniformes?
Yo también hice el servicio militar. Mi brigada me despreciaba
porque lustraba mal mis botas. ¿Cómo hacerle comprender que hay
otros criterios de valores que el de lustrar botas? ¿Y que lustrar
botas no agotaba enteramente mi humanidad? En los bailes, las
muchachas no querían bailar conmigo porque no era teniente.
Sin embargo, extramilitarmente, yo era un hombre. En cuanto a
mi general, estaba hasta tal punto desfigurado moralmente que creía
que sólo era general y ·que debía acostarse con su uniforme. Más
tarde fui empleado y tenía la sensación de ser también "otra cosa"
que un empleado. Creo que tuve conciencia de mi enajenación so-
cial, tal como la denuncia el marxista más marxista, la que impide
el libre desarrollo del hombre. Mi obra Las sillas fue representada
en Varsovia y algunas otras ciudades polacas, y se reconoció, en mis
personajes, ·no a enajenados mentales sino a enajenados sociales.
Llevaban además ropa de trabajo de proletarios, de obreros. Creo que
toda sociedad conduce a la enajenación, incluso y sobre todo "socia-
lista" (en Occidente, en Inglaterra, en Francia, las clases se nivelan
o se· interpenetran más) en que el jefe político se considera élite al
poseer instiucción, y en que está absorbido por su función. Donde
hay función social hay enajenación (lo social es organización de
funciones), pues, una vez más, el hombre sólo es función social:
Mi tenien~e, de regreso a su casa, o mi patrón, solo ~E su
habitación, podía, por ejemplo, igual que yo, extra-sociahnente, te-
ner miedo como yo de la muerte, tener los mismos sueños y las
mismas pesadillas o, de pronto, haber olvidado todo acerca de su
persona social .y encontrarse desnudo, como un cuerpo sobre una
playa, asombrado de estar allí, asombrado de su asombro, asombrado
de tener conciencia de ello, frente al inmenso océano del infinito,
solo bajo el sol deslumbrante, inconcebible e irrefutable de la exis-
tencia. Y entonces es. cuando el general y el patrón se identifican
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)/ o a s y e o n T a n o a
EuoENE IoNEsco
(Publicada nuevamente en Cahier3
des Saisons, invierno de 1959.)
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ENTREVISTAS
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--/Sin embargo, usted tiene jJersonajes que hacen reír por ellos
mismos~ por su simple comportamiento?
-A veces algunos son cómicos porque son ridículos, pero, ellos,
no lo saben. En todo caso, todos son cómicamente ridículos: así
Amadeo en Cómo salir del paso y todos los personajes de La cantan~
te calva; éstos, si son cómicos, quizás sea porque están deshumaniza~
dos, vaciados de todo contenido psicológico, porque no tienen dra-
ma interior, mientras que otros, al contrario, son. cómicos porque
son ridículos en su manera de ser humanos: como los personajes de
Victimas del deber, o los ancianos de Las sillas.
--¿Como también Bérenger de Asesino sin gajes?
~Bérenger es conmovedor, apenas cómico; su comicidad se
debe a su ingenuidad.
-r:Es así en Rinoceronte) donde volvemos a encontrarlo?
--Allí hay comicidad al principio, luego esa comicidad acaba
siendo sumergida.
Lo cómico, en mis obras, es a menudo sólo una etapa de la cons~
trucción teatral, e incluso un medio de construir la pieza. Se vuelve
cada vez más un instrumento, para servir de contrapunto al drama;
esto es evidente, creo, en La lección.
-r..·Se podría llegar así a una definición de lo cómico que le
fuera propia?
-S:í ... , creo que es otra faceta de lo trágico.
-c:No se asemeja a la caricatura de Jarry) o a la manera de
Jarry?
-Sí, en La cantante calva andaba cerca de Jarry, pero des-
pués lo seguí cada vez menos. Se puede encontrar ese tipo de gro~
tesco (después de todo esa palabra podría ser apropiada) en Ghel-
derode, que me gusta mucho; pero en él hay una gran exhuberancia
de lenguaje de la que carezco totalmente.
~-r:Pero no es también) e incluso) la comicidad de Arnolfo) de
Jorge Dandin?
-Ah, Moliere, desde luego, es el gran maestro de todos nosotros,
a pesar de su realismo. . . Pero cuando los viejos autores utilizan
lo cómico mezclado a lo trágico, sus personajes no resultan finalmente
graciosos: predomina lo trágico. En lo que yo hago sucede lo con-
trario: parten de lo cómico, son trágicos por un momento y acaban
en lo cómico o lo- tragicómico.
~¿Pero su punto de partida,. lo que lo incita a escribir su co-
media es trágico o cómico?
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luego por ese temor que tienen los autores y los espectadores de
permitir la liberación de las fuerzas imaginativas... ¡No se atreven
a. hacer en el teatro lo que, s-in embargo, sólo se puede hacer en
el teatro!
~¿Es lo que dijo usted este verano, en el congreso del Instituto
Internacional del Teatro, en Helsinki?
-Sí, todo se puede hacer en el teatro, donde el autor tiene una
posibilidad extraordinaria de desanollar la imaginación: y no se
atreven. Se quiere hacer en el teatro todo, incluso educación -o
reeducación-, en ese caso por medio de un sub-pensamiento; y
la reeducación, usted sabe a dónde conduce. . . Hay filósofos que es-
criben para el teatro, y su teatro, en vez de ser el producto de un
sistema de expresión propio del teatro, sólo es la expresión discursiva,
apoética, adramática, de una ideología. Ahora bien, el teatro debe-
ría marchar paralelamente con una ideología, y no ser su esclavo.
Un autor de piezas de teatro puede tener su universo, pero un uni-
verso que no puede expresarse sino por medio del lenguaje teatral,
como la música no puede expresarse sino por medio ele la música
y la pintura por medio de la pintura.
-c:Cómo comprendió usted mismo que su expresión propia era
tl teatro?
~Me di cuenta que era mi camino, mi sistema de expresión
personal. Cuando logro apartarme del mundo, y poder contemplar-
lo, me parece cómico en su inverosimilitud.
-e· No dice usted, como se usa decir hoy, su.. absurdidez?
-Justamente, se usa demasiado. Y luego, el absurdo se encuen-
tra de algún modo en el interior de la existencia en que se lo coloca.
Ahora bien, para mí, en el interior de la existencia todo es lógico,
no hay absurdo. Es el hecho de ser, de existir, lo que es asombroso ...
Y creo que es a esta facultad, no solamente de observación sino de
desprendimiento frente a mí mismo, a la cual debo ser un autor
cómico. Vea usted; por ejemplo, cuando voy a consultar un médico
siempre está sorprendido que le describa los síntomas de mis males
como un clínico, y no como el paciente que sin embargo soy. . . Y
a mí, eso me alivia del ntragismo".
-e· Es usted, pues, a veces el "paciente'' al mismo tiempo que
el clínico o, mejoT dicho, el cirujano en sus comedias?
-¡Oh!, sie1npre me he burlado de mí mismo en lo que escribo.
Además debo confesar que cada vez lo logro menos, y cada vez me
tomo más en serio cuando hablo de lo que hago. . . Acabé por caer
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FRAGMENTOS DE RESPUESTA
A UNA ENCUESTA
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E u g é n e I o n e S e n
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N o a S y e o n T a n o (/, S
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1Votas y e o n 1' a n o a s
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a s e o n r a n u a
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e n e '
L o 1l e S e o
FRAGMENTOS DE DECLARACIONES
PARA LA RADIO
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a s y e o n Tan o n s
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u n e I o n e S e o
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j\l o a s y e o n T a n o a s
ser el mús fundamentalmente mío nace lo insólito, ora un senti-
miento de burla de todo, de comicidad, ora un sentimiento desga-
rrador de lo extremamente efímero, precario del mundo, como si
todo eso fuera y no fuera a la vez, entre el ser y el no ser: y de
ahí provienen mis farsas trágicas, Las sillas, por ejemplo, dond(~
hay personajes ele los cuales no podría decir yo mismo si existen o
110 existen, si lo real es más verdadero que lo irreal o lo contrario.
Para mí, es como si la actualidad del mundo fuera en todo
momento perfectamente inactual. Como si no hubiera nada; como
si el fondo de las cosas no fuera nada, o como si se nos escapara.
Una sola actualidad, sin embargo: el desgarramiento continuo del
velo de la apariencia; la destrucción continua de todo lo que se
construye. Nada se sostiene, todo se desvanece. Pero no hago sino
repetir lo que decía el rey Salomón: todo es vanidad, todo se con-
vierte en polvo, todo no es sino sombras. No concibo otra verdad.
El rey Salomón es mi maestro.
1/1
RETRATOS
RETRATO DE CARAGIALE 1
(1852- 1912)
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l\T o a s )' e u n r a n u a '
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N o a s y e o n T a n o a s
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E u g i: ¡¡ e I o e S e o
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1V o a s y e o n T a n o a s
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COMUNICACióN PARA UNA REUNióN DE
ESCRITORES FRANCESES Y ALEMANES
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_1VrJtas y e o n Y a n. o a s
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E u g n e I o n e S o
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.N o rt S e o n T (l 11 O {[
Ante todo una obra de arte es, pues, una aventura del espíritu_
Y si es absolutamente necesario que el arte o el teatro sitvan
para algo diría que deberían setvir para volver a enseñar a la gente
que hay actividades que no sirven de nada y que es indispensable
que las haya: la construcción de una máquina que se lUUeve, ef
universo que se transforma en espectáculo, visto como un espectáculo,
el hombre transformándose en espectáculo y espectador: he ahí el
teatro. He ahí también el nuevo teatro libre e "inútil" que tanto
necesitamos, un teatro verdaderamente libre (pues el de Antaine era
lo contrario de un teatro libre) .
Pero la gente tiene hoy un miedo atroz de la libertad y del
humorismo; no saben que no hay vida posible sin libertad y sin hu~·
marismo, que el más rrúnimo gesto, la más simple iniciativa, exigen
el despliegue de las fuerzas imaginativas que ellos, torpemente, se
empeñan en querer encadenar y aprisionar entre los muros ciegos
del realismo :más estrecho, que es muerte y que ellos llaman vida,
que es tiniebla y ellos llaman luz. Sostengo que el mundo carece de
audacia y es la razón por la cual sufrimos. También sostengo que
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_j_-v o a s e o n 1· a n o
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esü invalidada, destruida por la preswn del mundo abrumador e
impersonal de los slogans: superiores o inferiores, políticos o publi-
citarios, es la odiosa propaganda, la enfermedad de nuestro tiempo.
La inteligencia está corrompida hasta tal punto que no se comprende
que: un autor se niegue a comprometerse bajo la bandera de tal o
cual ideología corriente, es decir, a someterse.
Sin embargo, si los espectadores dicen que en una pieza de
teatro ven una lección, ésta seguirá siendo la menos importante que
hayan podido ver. ¿Y qué otra cosa más importante habrá para ver
que una lección en una pieza de teatro? Muy simple: aconteci-
mientos, cosas que ocurren, se enlazan, se desenlazan y pasan.
Lo que aún puede interesarnos no es la sabiduría, la moral de
las fábulas de La Fontaine, porque esa sabiduría es la sabiduría
elemental y permanente del buen sentido, sino en cambio la forma
en que se hace viva, materia ele un lenguaje, fuente de una mara-
villosa mitología. Eso es el arte: lo maravilloso viviente. Y eso, sobre
todo, debe ser el teatro.
Está en trance de morir en Europa como en América, porque
ya no es más eso.
Lo comercial, el "realismo" n1atan al teatro, no lo hacen vivir:
pues tanto el teatro sin audacia, el teatro de confección de Broadway
o del Boulevard, como el teatro realista, de tesis archiconocidas, en-
cerrado en sus tesis, atado, es, en el fondo, un teatro irrealista: el
irrealismo burgués por un lado, el irrealismo llamado socialista por
el otro, he ahí los grandes peligros que amenazan al teatro y al arte,
a los poderes de la imaginación, a la fuerza viviente y creadora del
espíritu humano.
Febrero de 1961.
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TESTIMONIOS
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{1 S y e u 'Jl r a n o a '
también han muerto. El mundo es además otra cosa; no había salido
de la infancia cuando, después de llegar a mi segunda patria, pude
ver un hombre bastante joven, alto y fornido, encarnizarse sobre un
anciano a patadas y puñetazos. Esos dos también han muerto, des-
pués.
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y e o n r a n o
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E 1l g n e ¡ o 11 e S e o
ble, por penas sin nombre, remordimientos sin objeto, por una suerte
de amor, por una suerte de odio, por una aparente dicha, por una
·extraña piedad (¿por qué?, ¿por quién?); me veo desgarrado por
fuerzas ciegas que arrancan de lo más profundo de mí mismo, que
se oponen en un conflicto desesperante, sin solución j me parece estar
idcntifioado con una u otra de ellas, sabiendo, sin embargo, que
no soy del todo ni la una ni la otra (¿qué quieren de mí?), pues
no puedo evidentemente saber quién soy, por qué soy.
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(1 S e o n 'Y (1 JI. O ({ S
Para míj el teatro -el mío-- es, la mayor parte de las veces,
una confesión; sólo hago confesiones (incomprensibles para los sor-
dos, no podría ser de otro modo), pues ¿qué otra cosa podría hacer?
Trato de proyectar en escena un drama interior (incomprensible
para mí mismo) diciéndome, sin embargo, que, estando el microcos-
mos hecho a imagen del macrocosmos, puede ocurrir que ese mundo
interior, despedazado, desarticulado, sea, de algún modo, el espejo
o el símbolo de las contradicciones universales. Ninguna~ intriga,
por lo tanto, ninguna arquitectura, nada de enigmas que resolver
sino lo desconocido insoluble, nada de caracteres, de personajes sin
identidad (se transforman, a cada instante, en lo contrario de ellos
mismos, ocupan el lugar de los otros y viceversa) : simplemente una
continuación sin continuación, un encadenamiento fortuito, sin rela-
ción de causa a efecto, aventuras inexplicables o estados emotivos, o
una confusión indescriptible, pero viviente, de intenciones, de mo-
vimientos, de pasiones sin unidad, sumiéndose en la contradicción:
lo que puede parecer trágico o parecer cómico, o ambas cosas a la
vez, pues no estoy en condiciones de distinguir lo último de lo pri-
mero. Sólo quiero traducir lo inverosímil y lo insólito, mi universo.
Quizá pueda, sin embargo, establecer ciertas diferencias: cuando
miro atentamente lo que se me aparece, creo, desde fuera y de lo
cual estoy apartado, entonces la precariedad de la creación, el com-
portamiento de las criaturas, de los seres humanos, su lenguaje que
creo percibir, y que es para mí hermético o vacío y corno arbitraria-
mente inventado, sus movimientos, todo se descompone, se pierde
en lo absurdo, se torna infaliblemente irrisorio o burlesco, penoso, y
es de ese vacío del que pueden nacer las comedias.
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E g ¿ n e I o n e S
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?V o t a s y contranotas
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E u n e J () e S e o
MIS PIEZAS Y YO
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N o a s )' e o n r a n o a '
minado por el sentimiento opuesto: la levedad se transforma en
pesadez; la transparencia en espesor; el mundo pesa; el universo
me aplasta. Una cortina, un muro infranqueable se interpone entre
yo y el mundo, entre yo y mí mismo, la materia vuelve a llenar todo,
ocupa todo el lugar, aniquila toda libertad bajo su peso, el horizonte
se estrecha, el mundo se convierte en un calabozo asfixiante. La
palabra se quiebra, pero de otra manera, las palabras vuelven a caer
como piedras, como cadáveres; me siento invadido por fuerzas aplas·
tantes contra las cuales libro un combate donde llevo las de perder.
Saldré derrotado.
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N o a s y e o n r a n o a s
7S5
INTERMEDIO
ESCALAS
ESCALAS
PruMERA SERIE
-No insista.
-Cuando yo iba a la escuela.
-Vea usted.
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E n e 1 o n e S (}
1l
"
h
-Hay'.
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N o (1 S y contTano ll
imbécil, ¿de qué?, yo bailaba con condesas que llevaban guantes hasta
los codos, hasta los hombros, hasta los senos, hasta los hombros, hasta
los vientres, hasta la garganta, para cubrirla, porque estaban com-
pletamente desnudas; y entonces qué qué entonces, cómo qué en-
tonces qué cómo entonces, bueno explica aquel es un p ... ; si es
un p ... no vale la pena; entonces todavía ¿entonces? Espere enton-
ces dímelo; a ti no vale la pena, no eres tonto, no te basta ver como
a todo el mundo; es el :instinto de observación (no, no, exclamó el
otro, es un sobresalto supremo, ¡la observación no tiene instinto! y
se desplomó.)
SEGUNDA SERIE
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E g n e I o n e S e o
Dedos de los pies, dedos de los pies, ¿qué queréis de mí? Ase-
sinar a los belgas azules, desalojados del lugar, escamotear la danza
del vientre, destemplar al torero, advertir a las espinacas? No lo
quiero, no, no lo quiero. La compasión exige una cuenta ya pre-
parada. El invierno es el hombre, tanto como el resto. Ah 1 dedos
de los pies, dedos de los pies, ¿qué queréis de mí?
ÜLTMPIA
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N o a s e o n Tanotas
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I I I
MIS PIEZAS
LA CANTANTE CALVA
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i: e J () 11 e S e o
"
pareja de ingleses. Ante mi gran asombro, la señora Smith informaba
a su marido que tenían varios hijos, que vivían en los alrededores de
Londres, que su apellido era Smith, que el señor Smith era empleado
de oficina, que tenían una ~arvicnta, Mary, también inglesa, que te-
nían, desdo hace veinte años, amigos llamados l\1artín, que su casa
era un palacio, pues "la casa de un inglés es un verdadero palacid'.
Yo pensaba que el señor Smith debía estar un poco al corriente de
todo aquello; pero, vaya a saber, hay gente tan distraída; por otra
parte, es bueno recordar a nuestros semejantes cosas que pueden
olvidar, de las cuales no tienen suficiente conciencia. Además de
esas verdades particulares permanentes, se daban a conocer otras
verdades del momento: por ejemplo, que los Smith acababan de
cenar y que eran las 9 de la noche, hora inglesa, de acuerdo con
el reloj de pared.
Me permito señalar el carácter indudable, perfectamente axio-
mático, de las afirmaciones de la señora Smith, así como la manera
típicamente cartesiana de razonar del autor de mi manual de inglés,
pues, lo que era notable, era la progresión superiormente metódica
de la búsqueda de la verdad. En la quincuagésima lección llega-
ban los Martin; la conversación se entablaba entre los cuatro y,
sobre los axiomas elementales se edificaban las verdades más com-
plejas: "el campo es más tranquilo que una ciudad populosa", afir-
maban unos; "sí, pero en la ciudad la población es más densa, hay
muchos negocios", replicaban los otros, lo que es igualmente cierto
y prueba, además, que verdades antagónicas pueden coexistir per-
fectamente.
Tuve entonces una revelación. Ya no se trataba para mí de per-
feccionar mi conocimiento de la lengua inglesa. Consagrarme a en-
riquecer nú vocabulario· inglés, aprender palabras para traducir en
otra lengua lo que podía igualmente decir en francés, sin tener en
cuenta el "contenido" de esas palabras, lo que me revelaban, hu-
biera sido caer en el pecado del formalismo que hoy los directores
del pensamiento condenan con justa razón. Mi ambición era mucho
mayor: comunicar a mis contemporáneos las verdades esenciales re-
veladas por el manual de conversación franco-inglesa. Por otra parte,
los diálogos de los Smith y de los Martín eran propiamente teatro,
ya que teatro es diálogo. Lo que tenía que hacer, pues, era una
pieza de teatro. Escribí así La cantante calva, que es por consi-
guiente una obra teatral específicamente didáctica. Y porque se llama
La cantante calva fue titulada así es porque ninguna cantante, calva
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}./ (} (1 S e o n Tan o ([
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E g n e I o n e S e o
rata que hubiera nacido ele una montaña; luego el bombero se mar-
chaba para no perderse un incendio, previsto desde hacía tres días,
anotado en su libreta, que debía producirse del otro lado de la
ciudad, mientras los Smith y los Martín proseguían su conversación.
¡Ay! las verdades elementales y sensatas que ellos enunciaban a
continuación unas de otras, se habían vuelto descabelladas, el len-
guaje se había desarticulado, los personajes se habían descompuesto;
la palabra, absurda, se había vaciado de su contenido y todo acababa
en una pelea cuyos motivos era imposible conocer, pues mis .héroe
se enrostraban no ya réplicas, ni siquiera fragmentos de proposicio-
nes, ni palabras, sino sílabas, o consonantes, ¡o vocales! ...
. . . Para mí, se trataba de una suerte de desmoronamiento de
la realidad. Las palabras se habían convertido en cáscaras sonoras,
desprovistas de sentido; también los personajes, desde luego, se ha-
bían vaciado de su psicología y el mundo se me aparecía bajo una
luz insólita, quizá su verdadera luz, más allá de las interpretaciones
y de una causalidad arbitraria.
Al escribir esta obra (pues esto se había convertido en una suerte
de pieza o antipieza, es decir, una verdadera parodia de una pieza
de teatro, una comedia de la comedia) sentía un verdadero males-
tar, vértigo, náusea. De cuando en cuando me veía obligado a de-
tenerme y, al mismo tiempo que me preguntaba qué diablos me
forzaba a seguir escribiendo, iba a echarme en un sofá con el temor
de verlo caer en la nada; y yo junto con él. Cuando terminé este
trabajo me sentí, sin embargo, muy orgulloso. Imaginaba haber es-
crito algo así como una tragedia del lenguaje . .. Cuando se repre-
sentó me sorprendió casi oír reír a los espectadores que· tomaron (y
siempre toman) estas cosas alegremente, considerando que era una
comedia, incluso una broma. Algunos (Jean Pouillon, entre otros),
los que sintieron el malestar, no se equivocaron. Hubo otros que ad-
virtieron que se trataba de up.a burla al teatro de Bernstein y sus
actores: los actores de Nicolás Bataille lo advirtieron antes, al re-
presentar la pieza (sobre todo en las primeras representaciones) como
un melodrama.
Más tarde, al analizar esta obra, críticos serios y doctos la in-
terpretaron sólo como una crítica de la sociedad burguesa y una
parodia del teatro de boulevard. Acabo de decir que admito esta
interpretación: sin embargo, no se trata, en mi opinión, de una sátira
de la mentalidad pequeño-burguesa relacionada a tal o cual socie-
dad. Se trataba, sobre todo, de una suerte de pequeña burguesía
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_Vo:-as e ú n -r a n o a s
10 de abril de 1951.
Desarmar el teatro (o lo que así se llama) .
Tanto La cantante calva como La lección son, entre otras, ten~
tativas de un funcionamiento en el vacío del mecanismo teatral.
Ensayo de un teatro abstracto o no figurativo, o al contrario, con~
creto, si se quiere, puesto que no es sino lo que se ve en escena,
puesto que nace sobre el escenario, puesto que es juego, juego de
palabras, juego de escenas, imágenes, concretización de símbolos. Por
lo tanto: hecho de figuras no figurativas. Toda intriga, toda acción
particqlar está desprovista de interés. Puede ser accesoria, debe ser
sólo la canalización de una tensión dramática, su apoyo, sus soportes,
sus etapas. Hay que llega'r a liberar la tensión dramática sin recurrir
a ninguna verdadera intriga, a ningún objeto particular. Conducirá
sin embargo a ,}a revelación de algo monstruoso; es necesario, por
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11 n e 1 () n S ()
otra parte, pues el teatro es, al fin y al cabo, revelación ele cosas
monstruosas, o estados monstruosos, sin rostros, o de rostros mons~
tn10sos que llevamos dentro de nosotros. Llegar a esa exaltación o
a esas revelaciones, de un tema, de un argumento, sin justificación
motivada, por ser ideológica, por lo tanto falsa, hipócrita.
Progresión de una pasión sin objeto. Trayectoria mucho más
fácil, más dramática, más brillante, ya que no la retiene el peso de
ningún contenido, es decir, de ningún argumento o contenido apa-
rente que nos oculte el contenido auténtico; el sentido particular
de una intriga dramática oculta su significado esencial.
Teatro abstracto. Drama puro. Anti-temático, anti-ideológico,
anti-realista-socialista, anti-filosófico, anti-psicológico de boulevard,
anti-burgués, redescubrimiento de un nuevo teatro libre. Libre, es
decir, liberado, es decir, sin una posición adoptada de antemano, ins-
-trumento de indagación: único en poder ser sincero, exacto y en
poder mostrar las evidencias ocultas.
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a s e o n T a n o (i
ORIGEN DE LA CANTANTE
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E g n e I o n e S e o
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_;_"\-atas y contra no a s
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LAS SILLAS
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() 11 ({ !/ o a s'
los demás, con un ego hipertrofiado. Puede haber crisis del teatro
porque hay directores de escena orgullosos que escriben ellos la obra.
N o porque escriban una pieza habrá crisis del teatro, sino porque
escriben siempre la misma, que no es la del autor.
Está tmnbién el caso del director de escena que encuentra en
una obra determinada los gérmenes de una cualidad que hay que
desarrollar; intenciones que hay que precisar y destacar; principios
de promesa que hay que realizar; es, de parte del director de escena,
el colmo de la generosidad. . . o del orgullo, si se imagina que todas
las piezas que le presentan son inferiores a él.
Éste no es su caso ni el mío, a propósito de Las sillas. Sométase,
se lo ruego, a esta pieza. N o disminuya sus efectos, ni el gran número
de sillas, ni el gran número de timbres que anuncian la llegada. de
los invitados invisibles, ni los lamentos de la vieja que deben ser
como de una llorona de Córcega o de Jerusalén; todo debe ser exage~
rado, excesivo, caricaturesco, penoso, infantil, sin finura. El error.
El error más grave sería modelar la pieza así como el juego del
actor. Con respecto a este último, hay que apretar un botón para
hacerlo arrancar: dígale todo el tiempo que no se detenga en el
camino, que vaya hasta el final, hasta el extremo de sí mismo. Se
necesita gran tragedia y grandes sarcasmos. Déjese, por un tiempo,
modelar por la obra.
Por otra parte, cuando un pasaje cualquiera lo sorprenda, lo
estorbe, cuando le parezca que "no está en su lugar", o es "super-
fluo", no ceda a su primer impulso que es suprimir el pasaje que
lo estorba; trate, al contrario, de ubicarlo, ele integrarlo al ritmo del
universo dramático de la obra, pues ese pasaje tiene su ubicación la
mayor parte de las veces, tiene un sentido que usted quizá no en-
contró aún porque su respiración quizá no es aún la de la obra,
porgue su ritmo no es el del autor. Mucho más a menudo de lo
que se supone, los cortes exigidos por el director de escena, así como
los textos que piden añadir, denotan una incomprensión, van a con-
trapelo con la obra o más bien son expresión de la yuxtaposición de
dos voluntades y de dos visiones que se anulan. Es más natural que
un director de escena se someta. En esa sumisión reside el verdadero
orgullo; mientras que el "yo conozco mi oficio mejor que usted" del
director de escena no es sino expresión de una vanidad contraria a
la vocación misma del director de escena que es "hacerse cargo", lo
que significa que su orgullo se sitúa en un segundo grado más sutil.
Ocurre a veces que el autor no se explica con claridad. Sin em-
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E g n e I o n e S e o
158
y e o n ranota.s
de la pieza. No tienen que decir, por ejemplo, que los viejos están
locos o chochos, que sufren alucinaciones j tampoco que puedan decir
que los personajes invisibles son, simplemente, los remordimientos y
los recuerdos de los dos viejos. Quizá esto sea cierto, por otra parte,
hasta cierto punto, pero no tiene absolutamente ninguna importan-
cia, el interés es otro. Hay algo que puede impedirles, por lo tanto,
dar a la pieza un significado sicológico o racional acostumbrado,
mediocre: que los ruidos y las presencias impalpables subsistan para
los espectadores, aun después de la partida de los tres personajes
visibles, independientemente de la "locura" de los viejos. La multitud
compacta de los inexistentes debe adquirir una existencia completa-
mente objetiva.
El teatro actual es casi exclusivamente sicológico, social, cere-
bral o ... poético. Es arnetafísico. Las sillas son un intento de exten-
der los límites actuales del drama ...
P. S. En un momento dado los viejos deben traer sillas sin ha-
blar ya, ninguno de los dos. Ese momento debe ser largo. En ese
momento hay que dar a sus movimientos un ligero carácter de ballet
(¿con una muy discreta música ele vals?)
(Invierno de 1951-52.)
Enero, 1952.
Querido amigo ...
Dado que el tema de Las sillas es "el vacío" ontológico, o la
ausencia, pienso que la expresión de esa ausencia debería constituir
el momento Ultimo, definitivo de la pieza. Por consiguiente, el telón
podría caer quizá mucho .después que el orador incapaz (por razones
obvias) de pronunciar el mensaje, hubiera descendido de su estrado,
hubiera saludado al Emperador (juego escénico para sacar partido)
y se hubiera marchado. En ese momento los espectadores verían bajo
una luz escasa, pálida, como al principio de la obra (o equivalente
a la del principio de la obra), las sillas vacías en lo vacío del deco-
rado adornadas de serpentinas, llenas de papel picado inútil, lo que
daría una impresión de tristeza, desorden y vacío de un salón de
baile después del baile; y después de eso las sillas, los decorados, la
nada se animaría inexplicablemente (es el efecto, más allá de la
razón, verdadero en lo inverosímil que buscamos y debemos obtener)
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E g e 1 o 7l e S e o
23 de junio de 1931.
Al escribir El orador\ "veo" con toda claridad a los perso-
najes "invisibles". Por el momento, me duele oírlos hablar. Sin duda
estoy cansado.
Expresar la ausencia.
160
Notas )' e u n 11 11 () a
Para explicar el final de Las sillas: '' ... El mundo está desierto.
Habitado por fantasmas ele voces quejumbrosas, murmura cantos de
amor sobre los restos de mi nada. Volved, empero, dulces imágenes".
(Gérard de Nerval, Paseos y recuerdos.) Sería eso, quizá, menos la
dulzura.
161
A PROPóSITO DE ]ACOBO
(Pre estreno)
/62
1V o a s y e o n T (/ 1/, O a
1 Esta frase era una br-oma. Varios críticos la tomaron en serio y la discu-
tieron.
163
A PROPóSITO DE CóMO SALIR DEL PASO
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?V o t a s y e o n T a n o a s
16;,
RINOCERONTE
166
X o (/ \' e o n ({ JI o (! S
1ü7
A pedido de los "Optimates" y Miembros del Co-
legio, reproducimos la importante Entrevista de
Ionesco por él mismo, texto capital desde el punto
de vista doctrinario y que felizmente determina su
posición acerca de los distanciamientos y otras
brechterías, asi como sobre la no-participación re-
cientemente esgrimida por el señor Sartre 1 .
168
Notas y e o n ranotas
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E u o
b
n e 1 o ll f S o
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N o a )' e o n (i 1/. ()
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E u g e n e I o n e S e o
RINOCERONTE
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1V u t' u s y contranotas
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E 11 ll e 1 u 11 e o
clerse con aquel que no lo es, un sectario con aquel que no perte-
nece a su secta.
Pienso que Jean~Louis Barrault ha entendido perfectamente el
significado de la pieza y que lo ha traducido perfectamente. Los
alemanes habían hecho de ella una tragedia, Jean-Louis Barrault
una farsa terrible y una fábula fantástica. Las dos interpretaciones
son válidas, constituyen las dos puestas en escena tipos de la obra.
Arts. enero de 1961.
A PROPÓSITO DE RINOCERONTE EN
LOS ESTADOS UNIDOS
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,v ') a S 1' ( (! )! a n o
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E u g é n e 1 o n e S e o
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!.\,.atas y e o n t r a n o a s
177
DOCUMENTOS
l
foto_;;raiía de Eugene Ionesco tomada por Jacqueline Feldine.
Prímeta representación de La cantante calva en el teatro des
Noctambules, 1950. Puesta en escena de Nicolás Bataille (repuesta
en el teatro de la Huchette,. en 195 7).
La canta;zte cah•a, en el Arts Theater Club de Londres. Puesta
en escena de Peter Wood, 1956.
La cantante calva en el Brasil. Puesta en escem de Luis Da Llma,
en 1955.
La cantan-te caltJa en Ba.silea, 1957 .
....,,,,
La cantante calva en Colonia. Puesta en escena de Peter Zadek, 1958.
Primera representación de La lecció-n en el teatro de Poche, 1951.
Puesta en escena de Marcel Cuvelli-er (repuesta en el teatro de la
Hnchette en 1957).
1956. EugCnc lonesco en compan1a de Jacques Mauclair y de Tsilla
Tchelron, durante un ensayo de Las sillas en el Studio des Champs-
Elysées.
Re:posición de Las sillas en el Stnd.io des Champs-Elys6es, 1961. (Pri-
mera reptesenm6ón en el teatro de Nouveau Lancry,, puesta en es~ena
de Sylvain Dhomme, 1952).
La.r sillas, en el teatro Poezji de Cracovia, 1957. Puesta en escena de
Jerzy Grotowsky y Aleksandra Mianowska.
]ficobo o la. sum-isión, repuesta en el Studio des Champs-Elysées en
1961. Puesta en escena de Robert Postec (presentada por primera vez
en el teatro --le la Huchette en 1955).
Jacobo o la sttmisiÚi! en el teatro Tribune de Berlín occidental. Puesta
en escena de' Hermanri Hery, en ocasión de las Berliner FeStnochen,
1958.
1961. Amadeo o cómn sa.lir del pmo. repuesta en el teatro de l'Odéon;
puesta en escena de J. M: Seneau. 1-'rimera representación en el teatro
de Babylone en 1956. Primera reposición en el [earro J'Aujourd'hui
en 1958.
El nuev.o inqtúliHo en el Arts Theater Club, Londres, 195 7. Puesta
en e;;cena de Peter W o-od.
F..l nue-tm inquilino en el teatro Lilla de Helsinki. Puesta en escena
de Vivica Bandler, en ocasión del estreno mundial en 1955.
A!. dorso:
El nuevo inquilíno en el Landestheater de Hannover, 1957. Puesta
e-n escena de Gerhard Reuter.
El me.rhw sin gajes en el Teatro Recamier, 1959. Puest:t en escena
de José QuagLo.
El rinoceronte en el Piccolo Teatro de Nápoles, 1960. Puesta en es-
cena de Franco Enriquez.
El Tinoaronte en el teatro Odeón de Francia, 1960. Puesta en
escena Je Jean- Louis Barrault.
El 'rinoceronte en Düsse!dorf, 1959. Puesta en escena de K. H. Srroux.
IV
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QUERER PERTENECER A SU EPOCA
ES HABER SIDO Y A SUPERADO
NOTAS SOBRE EL TEATRO Y
PAGINAS DE DIARIO
NOTAS SOBRE EL TEATRO
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Sobre todo, no hacer ningún esfuerzo con el propósito de rea-
lizar eso que se llama un teatro popular. El teatro "popular" es tan
inadmisible como el teatro llamado "burgués" o de "boulevard".
¿Por qué? Porque tanto el teatro burgués como el teatro "popular"
son teatros no-populares. Uno y otro están igualmente separados de
las fuentes profundas del ahna humana. Uno y otro son productos
de personas que viven atrincheradas en su pequeño mundo, prisio-
neras de sus obsesiones ideológicas que no expresan sino su propia
esquizofrenia y que toman por verdades fundamentales que deben ser
absolutamente enseñadas al Inundo entero. En realidad, su teatro
popular es un teatro de edificación y ele educación política.
El teatro de boulevard al que se tilda de burgués, es decir, de
pertenecer a una minoría; gusta sin embargo espontáneamente y
curiosamente al gran público de todas las clases.
Una pieza de boulevard gusta al banquero, al funcionario, al
pequeño empleado, a mi portera, al obrero, etcétera.
Soy partidario de un antiteatro, en la medida que el antiteatro
sea un teatro antiburgués y an ti popular (si se entiende por popular
el teatro didáctico del cual acabamos de hablar). Querer delibera-
damente volver popular al teatro es, en suma, volverlo trivial, sirn-
plifiéarlo, volverlo rudimentario. El teatro burgués es también un
teatro trivial y simplista. . . porque es "popular".
Pero un teatro que surge del "pueblo", es decir, de las pro-
fundidades extra-sociales del espíritu, no sería admitido en el estado
de espíritu actual, ni por los burgueses, ni por los socialistas, ni por
los intelectuales que pululan en los cafés de Saint-Germain-des-Pres
y en las salas de redacción.
Necesitaríamos un teatro míticn: ése sería universal. El teatro
de ideas es también, a pesar suyo, un teatro de mitos. . . pero de-
gradados: ideas ciue no son la Idea.
El teatro surgido verdaderamente del alma popular sería primi-
tivo, rico; el teatro seudopopular, didáctico, no es sino primario,
alfabético. Soy partidario de un teatro primitivo, estoy en contra de
.un teatro primario.
Todos no llegamos evidentemente a escribir para todos.. No lle-
gamos fácilmente a las fuentes comunes, universales del ·espíritu. Hay
que escribir para sí, es así como se puede llegar hasta los otros.
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OTRAS NOTAS
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OTRO FRAGMENTO
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N o a s y e o n r a n o a '
mi deber. No sé por qué, pero empiezo a decírmelo. Que mis obras
tengan o no mucho valor, eso no entra en consideración. Son lo
que son, pero son,
OTRAS NOTAS
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NOTAS RECIENTES
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_;_Votas y e o n Y a n o a s
LO INFRARREALISTA
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NOTAS DE BLOC
LUNES
Mis contemporúncos me fastidlán. Detesto a mi vecino de dere~
cha, detesto al que está a ml iz"quierda. Detesto sobre todo al del piso
de arriba. Tanto, además, como al de la planta baja. (Espera, soy yo
quien vive en la planta baja.) Todos están errados. Envidio a los con-
temporáneos de personas que vivierOn hice dos siglos. No: están
demasiado próxilnos todavía de no~otros. Sólo perdono a aquellos
que vivieron antes de Cristo.
Y sin embargo, cuando mis contemporáneos mueren, siento uila
pena profunda. ¿Pena? Miedo,· más bien, un inmenso pavor. Es
comprensible. Me siento cada vez más .solo. ¿Qué puedo hacer sin
ellos? ¿Qué voy a hacer entre. los "otros"? ¿Por qué los "otros" no
murieron en su lugar? Querría decidir por mí mismo. Elegir a los
que deben quedar.
!\{ARTES
En el teléfono: "¿Oh, é¡uerida, esti usted en París?. . . ¡ Qué
sorpresa, qué maravillosa sorpresa! ... EstamOs tan contentos de vol-
ver a verla ... hace tanto tiempo ... cómo ·pasan los años ... hace
tanto tiempo de eso. . . Pero sí, mi marido está aquí. . . El chico
está grande. ¿Y loS suyos? ¿No está Usted lejos de aquí?"... La
esperamos. Pero venga. . . venga rápido. . . Cancele sus compromi-
sos ... Nosotros cancelaremos los nuestros ... Hoy, nada importante,
fuera· de ·usted·... Cómo la eXtrañamos ·estos últimos años. No po-
díamos decirle todo por carta. : . oh, estamos tan contentos, sabe,
tan contentos. . . ¡Tenemos tanto que decirnos! ¡Tanto! ... "
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Arts. 1960.
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X o t a s contrano a '
sala de redacción en sala de redacción, agitados pequeños burgueses
del pensamiento, seguidores que quieren ser seguidos, cráneos atibo-
rrados, atiborradores de cráneos a su vez, anticonformistas confor-
mistas, espíritus confusos que se creen lúcidos: son las moscas del
coche; remolcados que querrían remolcar también ellos; débiles
y tiránicos, jueces obcecados, acusan, excomulgan, quieren hacer ad-
mitir un pensamiento sin embargo inestable por ser vacilante, dirigido
sin que ellos se den cuenta, y su deseo de dominación "por el espí-
ritu", "intelectualmente" y al amparo de las mejores razones, es
tanto más grande que ellos mismos están dominados, a merced de
algunos grandes tiranos que no tienen sino que levantar soberana-
tnente el dedo meñique para cambiar el curso de los acontecimientos,
la faz de la historia, sin embrollarse con sus consejos, sus leyes his-
tóricas establecidas, sus análisis trastornados: ¿el papel de los pe-
queños intelectuales no es acaso el de encontrar -nuevas justifica-
ciones?
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lV o t a s e o n r a n o a '
la petulancia de pretender educar a mis contemporáneos. Yo no en-
seño, doy testimonio; no explico, trato de explicarme.
N o escribo teatro para referir una historia. El teatro no puede·
ser épico ... puesto que es dramático. Una pieza de teatro no con--
siste para mí en la descripción del desarrollo de esa historia: sería.
hacer una novela o cine.
Una pieza de teatro es una construcción, constituida por una
serie de estados de conciencia, o de situaciones, que se intensifican,
se densifican, luego se enlazan, sea para desenlazarse, sea para aca--
bar en una confusión insostenible.
¿Y por qué todo este debate?
Cuanto más vivo, más ligado me siento a la vida, evidentemente.
Estoy cada vez más metido en ella, aferrado, adherido, poseído. Como,
como, como: me siento pesado, me duermo en la pesadez. Antes era
una lámina de cuchillo atravesando el mundo, la existencia. El uni-
verso ya no me parece tan asombroso, insólito, inesperado, como an-·
tes. Me parece muy "natural". ¡ Cómo me costará arrancarme de
él! Me he acostumbrado; acostumbrado a vivir. Cada vez menos,
preparado a morir. Qué penoso me resultará deshacerme de todos
aquellos lazos acumulados durante toda una vida. Y no tengo para
mucho tiempo, sin duda. He recorrido la mayor parte del trayecto.
Debo comenzar desde ahora a deshacer, uno por uno, todos los:
nudos.
La existencia se ha vuelto un sueño obsesivo, permanente; "re~
sulta verdadera"; parece realista. Soñamos a menudo profundamente,,
aferrados a nuestro sueño ... Os despiertan bruscamente, y os arran-
can de él.
Ese sueño de la existencia universal, ese sueño de "yo", de "yo·
y los otros'', del cual ya no me acordaré. "¿Qué soñé?" "¿_Quién
era yo?", me digo a menudo al despertarme con el recuerdo con-
fuso de cosas cautivantes, apasionantes, importantes que ya desapa~·
recen aunque trate de retenerlas, que se pierden en la noche del
olvido para siempre, dejándome sólo la pena de no poder acordarme.
Arrancado de golpe de la "realidad", este sueño, moriría: no·
recordaré este teatro, este mundo, mis amores, mi madre, mi mujer,
mi hija. "Yo" no recordará. Y "yo" no será 1 'yo".
Sin embargo, todo eso habrá existido. Nada puede impedir a la
existencia haber existido, estar inscrita en alguna parte, o ser la
sustancia asimilada de todas las transformaciones futuras.
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¿HICE ANTITEATRO?
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J.Votas e o n r a n o a s
Arquitectura de clisés
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pensamiento, de las certidumbres (experimentada ps.íquicamente más
que teóricamente, puesto que después de todo somos "artistas").
Lo insólito
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PARA DEFENDER A ROLAND DUBILLARD,
WEINGARTEN Y OTROS MAS
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]...Tatas e o n T a n o a s
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duerme mientras la casa arde y los amodorrados, no del todo des~
piertos de su sueño, los enrostran.
Pero los poetas piensan, figuraos; y el lenguaje de su pensa-
miento es el de la poesía, más allá de los esquemas de los filósofos,
lenguaje de ensayo, de audacia, de búsqueda, de búsqueda, de des-
cubrimiento, captando la verdad desnuda. Entre los muertos y los
,dogmáticos, se encuentran algunos artistas que se oponen a la muer-
te, a los dogmas, a aquellos que no quieren avanzar, sea por hara-
ganería, sea por criminal ensañamiento; pues la vida es más vasta
que la inteligencia estrecha de los ideólogos, las realidades son más
·complejas que los esquemas, los problemas exceden las soluciones.
Si la pieza de Wingarten es, como vimos, la expresión exacta
y justificada del terror, la admirable pieza de Roland Dubillard
(Cándidas golondrinas, en el teatro de Peche) es la de la desespe-
ración de vivir sin poder amar, de vivir sin objeto o para falsos ob-
jetos. ¿Qué hacer de una vida que nos envejece, de cuyo tedio no
podemos escapar? Es una pieza de cólera, también, de una cólera
que se estrella contra los muros de lo imposible. Esta cólera no es
de ningún modo la cólera sin motivo de Recordando con ira, de
John Osborne y la de tantas otras necedades actuales inglesas que
defiende la lamentable joven crítica inglesa por patriotismo, polí-
tica o mediocridad de espíritu.
Cómo me gustaría poder referirme a la belleza de esta obra
con la precisión, la fuerza con las cuales Dubillard se refiere al ho-
rror del tedio. Pues uno no se aburre de esta pieza sobre el tedio;
tampoco uno se ríe con malicia, uno llora más bien, aunque esta
obra no tenga nada de sentimental. Dubillard no tropieza en nin-
gún momento, el interés del espectador nunca decae. Trato de en-
tender la ciencia por la cual manifiesta lo atroz del tedio, por la
·cual lo intensifica, lo densifica, lo estrecha, lo hace estallar.
Vemos allí personajes que están juntos, que se aman un paco
y se detestan mucho, que quieren separarse y no pueden estar los
unos sin los otros; se detestan cuando están juntos, sufren la ausen-
cia de aquel o aquella que, finalmente, escapa hacia un nuevo de-
sierto de tedio quizá. Y los que escapan parecen, a los que quedan,
haber sido los únicos en poder salvarlos.
Pero ese modo que tienen de aferrarse los unos a los otros, de
querer separarse los unos de los otros, de odiar al que está presente,
de soñar, en la desesperación, con los que no están, eso da una
intensidad a su necesidad de amor en el desamparo que son revela-
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JV o ll y e o H 1' (/ 1l () ll S
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A GUISA DE EPÍLOGO
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;V o a S )' e o n Y a n o a
tas existe jJara algo que está más allá del bienestar material~ de lo
efímero: su verdadera vocación~ de la cual se apartó, no puede ser
sino la busca de lo-corrupto. Lo que denuncia Kafka es el mundo
desacralizado: eso es, justamente el mundo sin Objeto; en el labe-
rinto tenebroso del mundo el hombre no busca ya sino inconscien-
temente y a tientas, una dimensión perdida que :va no puede ni
siquiera entrever.
Sin duda, Kafka debe aborrecer cierta identificación del hom-
bre a su función enajenadora, la que oprime, inhibe toda una parte
(considerada esencial por Kafka_) del ser humano. En efecto, cuando
el general o el juez~ o el empleado de oficina, es reducido a su fun-
ción de general (o de juez, etc.), a su uniforme; cuando duerme
con su uniforme y sólo tiene sueños de uniforme, ya no sabe que
es otra cosa además de un uniforme; cuando el emjJleado de oficina
ya sólo es una máquina de registrar pedidos; cuando cada uno de
nosotros está impedido de ser otra cosa que un aempleo" en la ad-
ministración_, está deshumanizado 6 desespiritualizado. Pero como la
realidad profunda del hombre, su libertad, aunque oprimida, no pue-
de ser totalmente desconocida y destruida, ella se venga: no inte-
grada en la ciudad, se rebela, se vuelve contra la ciudad y es ella
("el puño" de a zas armas de la ciudad") la que terminará por des-
truirla. La organización de la ciudad no puede ser el verdadero,
el último Fin: puede (según Kafka, si lo entiendo bien), cuando más,
ser uno de los medios en vista del Fin, que es la realización de la
jJersonalidad pluri-dimensional del ser humano: el hombre no es el
ingeniero, el mecánico, el guardia rural, el alcalde, el notario> etc,
es aquel que, simplemente~ realiza, entre otras funciones~ las de me-
cánico, etc., función que no lo contiene, que no puede absorberlo
totalmente.
21.5
MÁS ALLÁ DEL TEATRO
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a s e o n r a n o a s
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E 11 e l () 11 e S e ()
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~Votas y e o n '/' a n. o ({ S
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jVotas y e o n r a n o
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JV o t a s contrano a s
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íNDICE
PÁG.
Prúlogo 7
II - CONTROVERSIAS Y TESTIMONIOS
Discurso acerca de kt vanguardia 33
Siempre acerca de la vanguardi'a . '14
Opinión sobre mi teatro y sobre las opiniones de los demás 40
Mis crítico:s y yo 68
Controversia londinense 71
J. Ionesco: hombre del destino 71
II. El papel del dramaturgo 73
lll. Ionesco y el fantasma 77
IV. Una actitud ante b vida 79
V. 80
VI. El artista y el crítico 81
VII. El corazón no se lleva en la mano 83
Entrevistas 90
Entrevista con los Ca1/tien Libres de la ]eunesse 90
Entrevista con Edith Mora . 96
Fragmentos de respuesta a una encuesta 101
Soy partidario finalmente del clasicismo 104
Fragmentos de declaraciones para la radio 108
Retratos 112
Retra,to de Caragiale 112
Presentación de t,res autores 115
E o·
b n e I o n e S e o
PAG.
INTERMEDIO
Escalas 139
Primera serie 139
Segunda serie 141
Olimpia 142
228
N o t a s y e o n r a n o a '
DOCUMENTOS
IV- QUERER PERTENECER
A SU ÉPOCA ES HABER SIDO YA SUPERADO PÁG-
229
CRloTAL DEL TlEi\IPO