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Quaderns de Psicologia | 2010,Vol.

12, No 2, 21‐33 ISNN: 0211‐3481

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Lo que buscamos es lo que encontramos


What We Look For is What We Find

Rhoda Unger
Brandeis University

Traducción de:
Silvia García‐Dauder
Mª Ángeles Bullones Rodríguez
Universidad Rey Juan Carlos

Resumen
El propósito de este artículo es analizar las conexiones epistemológicas entre las palabras
utilizadas por los psicólogos, la forma en que las palabras influyen en la metodología que
usamos, y cómo los métodos influyen en nuestras creencias sobre la causalidad y los fenó‐
menos entendidos como "hechos" psicológicos. Estos procesos son considerados en términos
de una perspectiva personal e histórica obtenida a través de casi cuarenta años de estudio
de la psicología de las mujeres y del género. Este artículo se centra en la historia de la dis‐
tinción entre "sexo" y "género" y la atención continuada de los investigadores sobre la cues‐
tión de si las diferencias de sexo/género existen. Afirmo que el tema sigue siendo investi‐
gado debido a la relativa ausencia de variables socio‐estructurales tales como el estatus o el
poder en la mayoría del discurso psicológico y en la atención empírica actual de muchas
psicólogas feministas en Estados Unidos. También afirmo que la falta de atención hacia la
epistemología y hacia la conexión entre política y academia ha llevado a una definición de
la psicología de las mujeres y/o del género que ya no atiende a la teoría feminista y a un
declive de la academia socialmente activista. Mujeres y varones no pueden ser estudiados
de forma aislada de otras construcciones sociales tales como raza/etnicidad, clase social,
diversidad sexual, y diferencia cultural. Tal síntesis será difícil sin un retorno a las preocu‐
paciones sobre la epistemología y sobre la generación de preguntas que apenas son aborda‐
das en la psicología feminista estadounidense actual.
Palabras clave: Epistemología; Sexo y género; Diferencias sexuales; Psicología feminista

Abstract

The purpose of this paper is to examine epistemological connections between the words
used by psychologists, the way words influence what methodology we use, and how meth‐
ods influence our beliefs about causality and construct phenomena regarded a psychologi‐
cal "facts." These processes are considered in terms of a personal and historical perspective
gained from nearly forty years of studying the psychology of women and gender. This pa‐
per focuses the history of the distinction between "sex" and "gender" and the continued at‐
tention of researchers to the question of whether sex/gender differences exist. It argues
that the issue continues to be researched because of the relative absence of socio‐
structural variables such as status and power from most psychological discourse and the
current empirical focus of many feminist psychologists in the United States. I also argue
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that lack of attention to epistemology and to the connection between politics and scholar‐
ship has led to a definition of the psychology of women and/or gender that no longer at‐
tends to feminist theory and to a decline in socially activist scholarship. Women and men
cannot be studied in isolation from other social constructions such as race/ethnicity, social
class, sexual diversity, and cultural difference. Such synthesis will be difficult without a
return to concerns about epistemology and question generation that are rarely addressed
in U. S. feminist psychology today.
Keywords: Epistemology; Sex and Gender; Sex Differences; Feminist Psychology

Hace más de treinta años publiqué un artículo cia vino más tarde. Todos estos temas influye‐
titulado “Hacia una redefinición del sexo y el ron en mi decisión de introducir el término
género” [“Toward a redefinition of sex and “género” en la disciplina como un todo. En un
gender”] (Unger, 1979b). El objetivo principal intento por añadir cierta perspectiva históri‐
de este artículo no era cambiar la termino‐ ca, discutiré a continuación cada una de estas
logía (aunque por esto llegó a ser conocido), cuestiones con detalle.
sino desafiar el estudio de lo que entonces se
llamaban “diferencias sexuales”. Pensé que Demostraciones experimentales sobre la
las palabras que usábamos influían en las discriminación sexual y las teorías sobre
asunciones de los psicólogos acerca de la cau‐ el poder y el estatus
salidad de las supuestas diferencias entre mu‐ Fui formada como una psicóloga experimen‐
jeres y varones. También pensé que la pala‐ tal, y estaba (y todavía lo estoy) interesada
bra “sexo” estaba irrevocablemente conecta‐ en las demostraciones empíricas del sexismo
da a las asunciones sobre la causalidad bioló‐ en muchos niveles de la sociedad. ¿Cuáles son
gica. las claves para tal discriminación? Algunos de
El “género” todavía era una palabra extensa‐ mis primeros estudios publicados (Raymond y
mente confinada a la lingüística, aunque unos Unger, 1972; Unger, Raymond, y Levine,
pocos psicólogos habían empezado a usar el 1974) implicaban una serie de experimentos
término. Ethel Tobach (1971), por ejemplo, de campo sobre lo que provocaba la discrimi‐
puso de manifiesto que las cualidades de nación en la vida diaria. Encontramos que
masculino y femenino estaban adscritas inclu‐ tanto las mujeres blancas como los varones
so a objetos inanimados, basándose en el gé‐ negros en comparación con los varones blan‐
nero que les era asignado lingüísticamente. cos eran discriminados de forma negativa en
Esta idea, no obstante, no fue recogida por una variedad de circunstancias diarias, aun‐
las primeras psicólogas feministas de la se‐ que también encontramos que el atuendo
gunda ola. (hippie) fuera de la norma superaba al sexo y
la raza como estímulo para la discriminación.
Existían tres ramas principales dentro la aca‐ Estos estudios encajaban bien con estudios
demia crítica entre las psicólogas estadouni‐ previos que demostraron que las aspiraciones
denses que estaban investigando y formulan‐ vocacionales de las mujeres estaban influidas
do teorías sobre la psicología de las mujeres por el lenguaje sexista presente en los anun‐
durante principios y mediados de los 70. Estas cios de ofertas de empleo (Bem y Bem, 1970);
eran: demostraciones de discriminación se‐ que había más probabilidad de que se pitase a
xual tanto en trabajos de laboratorio como de mujeres conductoras que a varones conducto‐
campo; análisis sobre cómo las teorías y mé‐ res cuando estaban paradas “demasiado
todos sesgados por sexo inducían diferentes tiempo” en las intersecciones (Deaux, 1971);
comportamientos en mujeres y varones; y dis‐ y que las mujeres tenían menos probabilida‐
cusiones acerca de las maneras en que las di‐ des de ser contratadas como profesoras de
ferencias conductuales relacionadas con el universidad en psicología y/o se les daba un
sexo eran validadas y explicadas. Las psicólo‐ rango y salario menor que a los varones con
gas que trabajaban en el último tópico esta‐ idénticas cualificaciones (Fidell, 1970).
ban especialmente interesadas en demostrar
si las supuestas diferencias sexuales eran o La mayoría de esta temprana investigación
bien poco importantes o bien inexistentes. La era ateórica. Los comienzos teóricos de la
preocupación acerca del origen de la diferen‐ psicología de las mujeres fueron en gran me‐

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dida prestados de la sociología. La teoría so‐ El nexo de unión entre estatus, poder y géne‐
ciológica ofrecía un marco para la compren‐ ro me ha intrigado durante mucho tiempo. Al
sión de las dinámicas sociales subyacentes so‐ iniciar mi carrera escribí varias revisiones de
bre los juicios diferenciales de varios grupos. la literatura en las que discutía de qué mane‐
Esto era particularmente importante porque, ra la idea del sexo como una variable de esta‐
a diferencia de otros grupos, mujeres y varo‐ tus podía ser usada para explicar una gran
nes formaban parte de las mismas redes rela‐ parte de la investigación psicológica sobre
cionales. Pero la integración de factores so‐ mujeres y varones tanto en la infancia como
cio‐estructurales era relativamente tardía ya en la adultez (Unger, 1976; 1978). Uno de es‐
que muchas de las primeras académicas femi‐ tos artículos se titulaba “Las políticas del gé‐
nistas habían sido formadas en la psicología nero” [“The politics of gender”]. Su resumen
de la personalidad y la psicología clínica (ver, indica el amplio y diverso cuerpo de la litera‐
Unger, 2010). Incluso la psicología social ha‐ tura que intenté integrar:
bía estado separada durante mucho tiempo de Este capítulo argumenta a favor de la posición de
la sociología. No fue hasta más tarde que las que muchas de las diferencias comportamentales
psicólogas estadounidenses reconocieran las entre varones y mujeres se deben a diferencias
raíces sociales y públicas del sexismo. de estatus y de poder en lugar de a diferencias
sexuales. Se sugiere que el género masculino en
Los sociólogos eran más conscientes de los sí mismo lleva consigo un valor de estímulo que
connota alto estatus y poder, que es relativa‐
factores socio‐estructurales. Pronto explora‐
mente independiente de las características que
ron la idea de que el sexo era una forma de son consideradas apropiadamente masculinas o
estatus adscrito –uno con el que la persona femeninas. El tratamiento del género con bajo
nacía en lugar de adquirirlo (Berger, Cohen, y estatus adscrito (i.e. mujeres) es paralelo al tra‐
tamiento de otros individuos de bajo estatus bajo
Zelditch, 1972; Coser, 1966). Los estatus más
todas las condiciones analizadas. Tres aspectos
elevados llevaban consigo las asunciones de la literatura psicológica y sociológica son revi‐
acerca del mayor poder y privilegio de los va‐ sados en detalle con referencia a la hipótesis de
rones. Algunas de estas ideas se introdujeron que las diferencias sexuales pueden ser vistas de
forma más sencilla como diferencias de poder:
poco a poco en la psicología. Los estudios
medidas no verbales de dominancia y sumisión;
pioneros de Nancy Henley (1973, 1977) de‐ relaciones de poder marido‐esposa; y diferencias
mostraron, por ejemplo, que los varones tení‐ de género en el comportamiento de grupos pe‐
an el “privilegio” de tocar a las mujeres o de queños…
invadir su espacio personal sin que las muje‐ Otros puntos destacados con esta revisión sugie‐
res pudieran hacer lo mismo. Otros estudios ren que las diferencias de actuación no eliminan
pioneros exploraron los mecanismos interper‐ fácilmente las relacionadas con el sexo en el es‐
tatus adscrito debido a las diferentes percepcio‐
sonales que limitaban el poder de las muje‐ nes de ejecuciones competentes según el género.
res. Estos incluían la discriminación negativa Es más probable que la afirmación de competen‐
hacia mujeres competentes (Hagen y Kahn, cia y poder por parte de una mujer la defina co‐
1975) y las diferencias entre mujeres y varo‐ mo desviada y le haga vulnerable a sanciones so‐
ciales. La identidad de género/estatus está insti‐
nes en su elección de estrategias de poder tucionalizada por nuestra sociedad. También se
cuando intentaban influir en otros (Johnson, sugiere que el rol encubierto de la fuerza física y
1976). Investigadores posteriores demostraron el tamaño y fuerza diferenciales entre los sexos
experimentalmente que tales opciones rela‐ puede ser infravalorado como una fuente de di‐
ferencias comportamentales entre ellos… (Unger,
cionadas con el sexo no eran simplemente un 1978, p. 463).
reflejo de preferencias diferentes relaciona‐
das con el sexo. Las mujeres que transgredían A pesar del hecho de que el artículo fue pre‐
las normas sociales interrumpiendo a los va‐ sentado en un congreso prestigioso subven‐
rones eran vistas como maleducadas y des‐ cionado por agencias gubernamentales esta‐
agradables, aunque tal efecto no era encon‐ dounidenses en 1975 (ver la descripción del
trado con interrupciones entre personas del congreso y sus participantes en Unger, 1998),
mismo sexo o cuando los varones interrum‐ y fue publicado posteriormente en un libro
pían a las mujeres (LaFrance, 1992). Estas editado (Sherman y Denmark,1978), recibió
mujeres estaban transgrediendo las jerarquías muy poca atención.
de estatus establecidas. Los sociólogos ya co‐ Probablemente existen varias razones que ex‐
nocían desde hace tiempo que el poder de in‐ plican su falta de impacto. Primero, se basa‐
terrumpir es una marca de estatus (ver, Go‐ ba en gran medida en la teoría sociológica. La
ffman, 1963).

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psicología social en EEUU había estado bas‐ “Hacia una redefinición del sexo y el género”
tante tiempo desvinculada de sus raíces socio‐ empezó como una publicación titulada “El re‐
lógicas en su búsqueda del rigor científico en descubrimiento del género” [“The rediscovery
forma de experimentación de laboratorio of gender”] en un simposio que organicé en
(Danziger, 2000). El estatus y el poder no po‐ 1977 para la Eastern Psychological Associa‐
dían ser manipulados fácilmente en el labora‐ tion. El título de este simposio fue “El sexo
torio y ciertamente no se prestaban a la alea‐ como una variable estímulo versus el sexo
torización de la muestra y otros controles. como una variable sujeto” [“Sex as a stimulus
Segundo, los primeros trabajos en la psicolo‐ versus sex as a subject variable”]. Esta no era
gía de las mujeres se centraban en variables una idea totalmente nueva. Florence Den‐
que podrían ser encontradas dentro de “las mark y yo ya habíamos usado el concepto co‐
cabezas de las personas” más que en las rela‐ mo un juego de palabras para el título de
ciones entre ellas. Gran parte de este trabajo nuestro manual “La mujer: ¿Una variable de‐
analizaba variables motivacionales tales como pendiente o independiente?” [“Woman: De‐
“el miedo al éxito” o variables cognitivas ta‐ pendent or Independent Variable?”] (Unger y
les como atribuciones internas y externas. Denmark, 1975). Queríamos poner de mani‐
fiesto que el sexo podía ser visto como una
La evitación de los mecanismos socio‐
propiedad de los individuos o como un estímu‐
estructurales era particularmente evidente en
lo para la conducta de otros. Aunque el len‐
la falta de predisposición de los psicólogos
guaje era positivista y ya no es usado por las
para estudiar el poder. En un análisis de con‐
feministas hoy en día, entonces formaba par‐
tenido de la literatura científica encontré,
te de un diálogo vivo sobre los sesgos de sexo
por ejemplo, que los psicólogos tenían mucha
en la psicología. Muchas de las participantes
más tendencia a prestar atención a la in‐
de este diálogo formaban parte de un grupo
fluencia social (la cual puede ser manipulada
de psicólogas feministas situadas en la ciudad
en el laboratorio) que a cómo las dinámicas
de Nueva York y alrededores.
de poder funcionan en el mundo real (Unger,
1986). Como discutiré más adelante, esta Desafortunadamente, no guardé todas esas
atención individualista de la psicología femi‐ presentaciones y soy reacia a citar trabajos
nista estadounidense sigue provocando pro‐ que no estén accesibles o que puede que ni
blemas a la hora de distinguir entre sexo y siquiera existan ya. Algunos de estos estudios
género. fueron discutidos en el capítulo introductorio
de mi texto “Mujeres y varones” [“Female
La crítica hacia la teoría y práctica do‐ and Male”] (Unger, 1979a). Y algunas presen‐
minantes y las políticas de género taciones fueron publicadas y todavía se citan
Las críticas hacia la teoría y práctica domi‐ en la actualidad. Éstas discutían, respectiva‐
nantes ―cuya pionera fue Naomi Weisstein mente: la necesidad de reconocer que el sexo
(1968)― fueron en gran medida parte del es un rasgo importante en la percepción de
Zeitgeist en los años 70 y comienzos de los los otros incluso en breves encuentros imper‐
80. Muchas de las psicólogas feministas que sonales (Grady, 1975/1979; 1981); la forma
estaban realizando este trabajo eran relati‐ en que los investigadores usaban diferentes
vamente jóvenes y ocupaban puestos inferio‐ medidas de “la misma conducta” (agresión)
res en la jerarquía de la academia. Muchas en estudios de mujeres y varones (McKenna y
eran o bien estudiantes de doctorado o bien Kessler, 1977); y la naturaleza de los grupos
profesoras sin contrato. No éramos conscien‐ de control apropiados para las comparaciones
tes del todo de los desafíos profesionales que entre los sexos (Parlee, 1981). Este último es‐
suponían nuestros intentos por unir ciencia y tudio encontró que los investigadores intere‐
militancia (Unger, 1982). De hecho, cierto sados en temas de salud con frecuencia utili‐
número de las primeras feministas no perma‐ zaban a hermanas como controles para sus
necieron en la academia y, en la medida en hermanos en lugar de hacer comparaciones
que muchas de sus contribuciones se hicieron con mujeres en los mismos roles ocupaciona‐
en forma de presentaciones en conferencias, les que los sujetos varones. Estos contrastes
su trabajo ha escapado en gran parte de la implicaban causalidad biológica más que so‐
atención de los historiadores. cial.

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Mi texto utilizaba el término “género” para reconocer que es posible hacer investigación
explorar cuestiones sobre qué es lo que los feminista sin tratar directamente con el sexo
psicólogos estaban estudiando en realidad y el género. Yo he intentado hacer esto exa‐
cuando analizaban las diferencias sexuales, e minando cómo la ideología implícita influye
incluso por qué estaban haciendo este tipo de en la visión que cada uno tiene sobre el mun‐
investigación. El trabajo fue muy bien recibi‐ do (Unger, Draper, y Pendergrass, 1986; Un‐
do y la gente me insistió en que lo publicara. ger, Gareis, y Locher, 2007). En esta investi‐
Sin embargo, existían pocas salidas para un gación hemos encontrado de forma repetida
trabajo teórico y menos todavía para una crí‐ que no existen diferencias sexuales significa‐
tica abiertamente política. Creo que fue Ca‐ tivas en una medida de epistemología perso‐
rolyn Sherif (quien moderaba el simposio) la nal que oscila entre las visiones positivistas y
que me insistió que me dirigiera primero a la las construccionistas sobre cómo funciona el
publicación más prestigiosa e improbable. Me mundo, aunque la epistemología personal sí
asombré bastante cuando recibí una carta de que influye en cómo la gente percibe el géne‐
“revisión y re‐envío” de un editor de la Ame‐ ro.
rican Psychologist (la revista insignia de la
Como ya señalé en 1979, la psicología ha des‐
American Psychological Association) que afir‐
atendido otras fuentes de diferencia indivi‐
maba que aunque los revisores habían encon‐
dual distintas al sexo o la raza. En el mundo
trado buenas ideas en el artículo, también lo
de hoy, la ideología religiosa es muy impor‐
habían encontrado “demasiado polémico” y
tante. Puede o bien interactuar con el género
sólo podría ser considerado para publicación
o bien anularlo en actitudes hacia temas so‐
“si lo bajaba de tono” (ver Unger, 1998, pp.
ciales y políticos (Unger, 1992; Unger, 2005).
92‐93 para los tres párrafos finales que elimi‐
No soy la única psicóloga feminista interesada
né ―que discutían el rol del feminismo en la
en el rol de las ideologías encubiertas. Por
psicología).
ejemplo, Lauren Duncan (2006) ha estudiado
¿Por qué es relevante esta historia? Refleja la el rol del autoritarismo de derechas en la
relación ambivalente que las feministas esta‐ formación de actitudes hacia la vida familiar
dounidenses tenían y continúan teniendo con y las elecciones de carrera en mujeres jóve‐
la psicología dominante. Hemos tenido éxito nes y de mediana edad.
en utilizar sus herramientas para cuestionar
Aunque las feministas han sido conscientes
algunos de los aspectos más sexistas de la
durante mucho tiempo del rol de la ideología
terminología y la metodología. Menos éxito
sexista en la influencia del tratamiento de las
hemos tenido en influenciar sus fundamentos
mujeres, hasta recientemente, la psicología
epistemológicos. En particular, hemos tenido
en general no ha mostrado mucho interés por
muy poco impacto sobre la historia de amor
la ideología. Esto está empezando a cambiar,
de la psicología estadounidense con los datos
aunque las contribuciones de las psicólogas
cuantitativos y las implicaciones que tienen
feministas en esta área siguen sin ser conoci‐
las creencias sobre la neutralidad de valor y
das (ver, Jost, 2006). Aún a pesar de esta fal‐
la objetividad en las conceptualizaciones de
ta de atención, las feministas necesitan seguir
los psicólogos sobre la naturaleza de los seres
preguntándose qué promueve las visiones bio‐
humanos (Unger, 1983).
lógicamente esencialistas sobre mujeres y va‐
Todavía tenemos que convencer a los psicólo‐ rones y cómo dichas visiones están ligadas al
gos (incluso a muchas psicólogas feministas) apoyo de la desigualdad y la injusticia social
para que se desplacen desde un diálogo sobre (ver Jost y Hunyady, 2005 para una excelente
los métodos hacia un diálogo sobre la episte‐ discusión sobre los correlatos actitudinales y
mología. Todavía tenemos que responder a la conductuales de varias ideologías justificado‐
pregunta de Barbara Wallston (1981) sobre ras del sistema).
cuáles son las cuestiones importantes para la
La ideología también influye en cuándo y có‐
psicología de las mujeres. A esto es a lo que
mo los mensajes sobre la diferencia son
me refería cuando afirmé que la cuestión de
transmitidos y cómo influyen en nuestras
las diferencias sexuales no es una cuestión
creencias. Necesitamos más estudios como el
feminista (Unger, 1979b).
reciente estudio que documentaba una corre‐
¿Cuáles son entonces nuestras preguntas y lación entre la ideología políticamente con‐
cómo las contestamos? En parte, necesitamos servadora de los periódicos y el número de

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narraciones biológicamente esencialistas so‐ Más recientemente, los investigadores se han


bre diferencias sexuales que dichas fuentes centrado en el trabajo sobre el área conocida
publicaban (Brescoll y LaFrance, 2004). Más como “la amenaza del estereotipo”. Un nú‐
preocupante, este estudio encontró también mero de estudios bien diseñados ha demos‐
que las explicaciones biológicas de las dife‐ trado que miembros de grupos marginalizados
rencias sexuales influían en la subsecuente tales como mujeres o afroamericanos mues‐
adherencia de los estudiantes a estereotipos tran disminuciones en sus ejecuciones cuando
de género y su creencia de que la conducta están expuestos a información que señala la
humana no puede ser cambiada. inferioridad de su grupo en el dominio estu‐
diado (Steele, 1997). Y, aunque parece más
Esta investigación muestra cómo los estudios
probable que estos procesos afecten a miem‐
de laboratorio pueden ser de ayuda. Se han
bros de grupos marginalizados con menos po‐
realizado importantes investigaciones de este
der social, es llamativo que las ejecuciones
tipo sobre los mecanismos a través de los cua‐
de los varones blancos en pruebas difíciles de
les se construye el género. Aunque muchas
matemáticas también sean más pobres cuan‐
feministas han discutido la idea del género
do son expuestos de antemano a información
como performance, la mayor parte del traba‐
que dice que los varones asiáticos son supe‐
jo sobre los mecanismos de la construcción
riores a ellos en dichas pruebas (Aronson, Lus‐
social se ha realizado por personas que no se
tina, Good, Keough, Steele, y Brown, 1999).
identifican a sí mismas como psicólogas femi‐
Aunque las diferencias de poder determinan
nistas. Quizá eso es debido a que los aspectos
cuáles son los grupos que usualmente son ob‐
de estímulo del sexo y otras claves tales como
jeto de la amenaza del estereotipo, no exis‐
raza/etnicidad parecen implicar mecanismos
ten diferencias específicas ni de género ni de
socio‐cognitivos similares. Las feministas pue‐
raza en cómo estos mecanismos psicosociales
den tener dificultad en reconocer esta cone‐
influyen en la conducta.
xión si centran sus estudios sólo en mujeres y
varones. El problema de las diferencias sexuales
Desde la primera edición de nuestro manual A pesar de las críticas epistemológicas y me‐
(Unger y Crawford, 1992), siempre hemos de‐ todológicas, la psicología estadounidense to‐
dicado un primer capítulo titulado “Haciendo davía no ha resuelto el problema de qué ha‐
género” [“Doing Gender” ] a la investigación cer con las diferencias sexuales. Esta ha sido
empírica sobre el poder, a los aspectos de es‐ un área de preocupación desde los primeros
tímulo del sexo, y a la construcción social del días de la segunda ola del feminismo. De he‐
género. La mayor parte de este trabajo trata cho, las psicólogas feministas de la primera
del estatus y el poder así como del sexo y el ola también abordaron el tema. Stephanie
género. Estos procesos sociales incluyen estu‐ Shields (1975a y 1975b) nos ha proporcionado
dios de género como una profecía auto‐ artículos bien documentados e incisivos sobre
cumplida. Uno de estos estudios demostraba, la historia de la investigación en diferencias
por ejemplo, que los individuos que eran eti‐ sexuales por parte de la primera ola de psicó‐
quetados por el experimentador o bien como logas feministas. A pesar de sus intensivos,
“hombres” o bien como “mujeres” pueden exhaustivos y exitosos estudios para refutar
terminar comportándose en formas estereoti‐ hipótesis que supuestamente demostraban la
padas de género, independientemente de su superioridad de los varones, no consiguieron
sexo. Estos estudios, por supuesto, requieren cambiar el marco de referencia. En cuanto
que las personas implicadas se comuniquen a sus investigaciones falsaban alguna particular
través del ordenador, pero claves sutiles so‐ teoría determinista biológica de las diferen‐
bre el sexo atribuido son suficientes para cias sexuales, los investigadores varones sim‐
cambiar el comportamiento de la persona ob‐ plemente se desplazaban hacia otro dominio.
jetivo sin que tuviera conocimiento de que su
sexo atribuido había sido manipulado por el Un esfuerzo exhaustivo similar para probar la
experimentador. Estos estudios demuestran validez de las diferencias sexuales en una va‐
que el género es “performado” en reacción a riedad de áreas durante los primeros años de
las conductas de la persona con la que un in‐ la segunda ola del feminismo (Maccoby y Ja‐
dividuo está interactuando (Skrypnek y Sny‐ cklin, 1974) se encontró también con el mis‐
der, 1982). mo destino. A pesar de su demostración de
que las diferencias sexuales eran inconsisten‐

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tes o inexistentes en la mayoría de los domi‐ ducta de un individuo en ese contexto de lo que
lo hacen las características psicológicas que el
nios psicológicos, los manuales de psicología
individuo lleva a esa situación.
informaban extensamente sólo de esas cuatro
áreas en las que los investigadores concluían Los estudios sobre diferencias sexuales no anali‐
zan conductas en las cuales el porcentaje sea
que habían encontrado diferencias sexuales. prácticamente cero para uno de los sexos. Y así
no encontramos estudios de diferencias sexuales
Las feministas de la segunda ola han dedicado
en violación. Y, hasta recientemente, no se ha‐
más de treinta años en desacreditar la idea bían hecho comparaciones de ciclos periódicos
de que mujeres y varones son esencialmente entre varones y mujeres. En este sentido, por
diferentes y en demostrar que las semejanzas tanto, los estudios se concentran en aquellas
áreas en las que varones y mujeres son menos di‐
sexuales son más importantes que las diferen‐
ferentes (Unger, 1979b, pp. 1089 ‐ 1090).
cias (ver Hyde, 2005; Eagly y Diekman, 2006;
y Barnett y Rivers, 2004 para trabajos impor‐ A pesar de estas cuestiones sin resolver, mu‐
tantes recientes en el área). Sin embargo, in‐ chas psicólogas feministas continúan haciendo
cluso cuando el trabajo estaba escrito de tales estudios. Tanto revistas dominantes co‐
forma atractiva por una periodista y psicóloga mo revistas feministas (American Psychologist
social reconocida y con buenos contactos en y Feminism & Psychology) publican diálogos
los medios (Tavris, 1992), su libro titulado “La sobre el tema con un igual número de psicó‐
falsa medida de las mujeres” [“The Mis‐ logas feministas apoyando cada lado de la
measure of Women”] nunca consiguió el esta‐ discusión (ver, Eagly, 1995; Kitzinger, 1994).
tus de best‐seller que otros relatos anecdóti‐
¿La introducción del término “género”
cos que afirman que los sexos vienen de dife‐
rentes planetas reciben de forma repetida. ha cambiado la psicología?
La cuestión de las diferencias sexuales no es Por supuesto, se pueden hacer objeciones si‐
una cuestión feminista. Tampoco es una cues‐ milares al análisis de las diferencias de géne‐
tión que pueda ser resuelta. Y esto es así por‐ ro. Y existen razones para creer que lo único
que es una cuestión más epistemológica que que ha cambiado son las palabras. David Haig
empírica. En 1979 enumeré algunas de las ra‐ (2004) ha documentado el incremento del uso
zones de por qué aquellas personas que nos del término “género” en las revistas psicoló‐
interesamos en el género no deberíamos gicas comenzando aproximadamente en 1980,
preocuparnos por las diferencias sexuales: mientras que el uso del término “sexo” ha
permanecido igual o ha disminuido. Sin em‐
Las preguntas acerca de las diferencias entre los bargo, también encontró que la diferencia‐
sexos son las preguntas de otro –en sí mismas no
ilustran los mecanismos por los cuales se crean ción entre los términos seguía siendo vaga. En
tales diferencias. De hecho, pueden oscurecer el ocasiones, una incluso se encuentra con estu‐
origen de tales diferencias al hacernos creer que dios de animales que indican su género. Quizá
las explicaciones biológicas son suficientes para el ejemplo más irónico de confusión termino‐
comprender estas conductas. También es impor‐
tante recordar que los determinantes biológicos lógica es el de la revista “Sex Roles” que
que son utilizados para distinguir entre grupos mantiene su nombre, pero obliga a los autores
son elegidos por razones diferentes a las objeti‐ a usar la palabra “género” en sus artículos
vas y científicas. (Chrisler, 2007). No es sorprendente, por tan‐
No puede probarse la hipótesis nula y, en todo to, que los estudiantes estén confundidos
caso, el argumento simplemente se desplazará también. Cuando se les preguntó por la dis‐
hacia otro fenómeno. tinción sexo/género recientemente, muchos
El análisis de las diferencias entre los sexos oscu‐ estudiantes estaban perplejos y creían que
rece el análisis de las semejanzas entre ellos. Las “sexo” era una palabra pasada de moda para
semejanzas sexuales no son tan llamativas y son
menos probables de ser publicadas que las dife‐
hablar de “género” (Capdevila, 2007).
rencias. El hecho de que los sexos sean semejan‐
Parte del problema es que la psicología femi‐
tes en muchos más aspectos de lo que son dife‐
rentes no se considera una noticia psicológica ex‐ nista todavía no ha llegado a asumir las asun‐
traordinaria. ciones epistemológicas inducidas por las pala‐
Los análisis basados en las diferencias sexuales
bras que usamos. Por ejemplo, no podemos
tienden a implicar una visión psicológica basada estar de acuerdo en lo que subyace tanto al
en los rasgos que oscurece los determinantes si‐ sexo como al género (ver Deaux, 1993; Unger
tuacionales de la conducta. Bajo muchas condi‐ y Crawford, 1993). Estos argumentos han de‐
ciones, las constricciones de la situación tienden
a desempeñar un rol mayor en determinar la con‐
venido incluso más complicados si considera‐

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mos las propiedades de las personas lesbia‐ fluyen en la conducta colectiva. Una de sus
nas, gay, bisexuales y transgénero (Smith, contribuciones recientes más importantes al
Johnson‐Robledo, McHugh, y Chrisler, 2010). diálogo sobre sexo y género es redefinir el
Estábamos familiarizadas con “hacer el géne‐ género como un fenómeno político, en lugar
ro”desde hacía mucho tiempo (ver, West y de como una propiedad de o bien los indivi‐
Zimmerman, 1987), pero todavía no nos he‐ duos o bien las interacciones sociales (Stewart
mos acostumbrado a la miríada de formas en y McDermott, 2004). En esta definición, el
las que los individuos pueden “hacer el sexo”. género es una parte fundamental de la es‐
tructura social que controla el comportamien‐
Un breve análisis de los debates actua‐ to individual. Desgraciadamente, en la mayo‐
les ría de las discusiones feministas del género
La mayor parte del trabajo que he discutido como una propiedad de los individuos se ha
en este artículo deriva de lo que con frecuen‐ prestado muy poca atención a este tipo de
cia se denomina “empirismo feminista”. Esto definición del género.
se debe parcialmente a que las psicólogas fe‐ Pero el posmodernismo también genera pro‐
ministas mantienen un diálogo con una rama blemas y cuestiones sin resolver. El lenguaje y
dominante que sigue comprometida con el la metáfora no explican completamente las
“rigor” científico. Si las psicólogas feministas realidades humanas y pueden llevarnos cada
queremos cambiar la disciplina deberíamos vez más lejos de las experiencias vividas. La
implicarnos con su lenguaje y conceptos experiencia vivida implica no sólo la interpre‐
mientras continuamos manteniendo una visión tación de la realidad por parte del individuo
crítica de ambos. sino también la respuesta de la realidad hacia
Pero la psicología feminista también está in‐ él o ella (como manifestada en la conducta de
fluida por el posmodernismo con su énfasis en los otros).
la construcción social de la realidad, así como Los comportamientos diferenciadores de gé‐
en la naturaleza política de esa realidad. Me‐ nero tienen consecuencias en el mundo real
redith Kimball ha señalado repetidamente que no pueden ser ignoradas. La academia
que las diferencias y las semejanzas sexuales utiliza palabras, pero no sólo es sobre pala‐
no son una dicotomía sino una contradicción bras. Problemas tales como la violencia, la
necesaria: desigualdad, y la injusticia social no desapa‐
Con esto, quiero decir que no existe una única recen simplemente porque comprendamos su
respuesta a si las semejanzas o diferencias sexua‐ naturaleza socialmente construida. Las cues‐
les son más verdaderas o rigurosas incluso dentro tiones feministas deben ser analizadas en
de una misma área ‐ por ejemplo, la violencia in‐
terpersonal. El contexto es siempre importante. términos de qué impacto tienen sobre la
Algunas construcciones generarán semejanzas de realidad, incluso si discutimos acerca de si
género y otras generarán diferencias de género. existe o no esa cosa llamada realidad.
Lo que es importante es que siempre prestemos
atención al contexto y a ver cómo los cambios en Academia y cambio social
el contexto desafían nuestros conocimientos pre‐
vios (Kimball, 2007, pp. 456 – 457). Algunas académicas activistas que buscan un
cambio social significativo no forman parte de
los diálogos sobre la epistemología y la natu‐
Estas ideas desafían las ideas tradicionales raleza de la realidad. Han trabajado sobre
dominantes sobre las leyes universales del problemas que abordan la educación de muje‐
comportamiento. También difuminan la dis‐ res encarceladas (Torre y Fine, 2005); las im‐
tinción entre el estudio de lo individual y el plicaciones sexuales de la tortura (Zurbrig‐
estudio del mundo social. Es llamativo que gen, 2005); y el impacto de las desigualdades
Kimball, a diferencia de la mayoría de los psi‐ basadas en la clase social (Lott y Bullock,
cólogos, haya elegido centrarse tanto en los 2007). Otras psicólogas feministas que han
individuos como en los grupos en su larga ca‐ contribuido en gran medida a la teoría se han
rrera (c.f., Kimball, 1995). desplazado a trabajos más aplicados. Esto in‐
cluye trabajos sobre violencia contra las mu‐
Abigail Stewart es otra psicóloga feminista
jeres (Barata y Senn, 2003) y sobre cómo lle‐
que ha sido influida por el posmodernismo y
var a más mujeres a los campos de la ciencia
que también se ha centrado tanto en las fuer‐
y la ingeniería (Settles, Cortina, Malley, y
zas individuales como en las sociales que in‐

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Lo que buscamos es lo que encontramos 29

Stewart, 2006). Una preocupante limitación quier sustrato biológico es irrelevante para
de la psicología feminista en los Estados Uni‐ aquellos que están interesados en la realidad
dos es su falta de reconocimiento a la investi‐ psicológica. La biología puede influir en cómo
gación aplicada. Este trabajo no es citado con los individuos se ven a sí mismos, a quién
frecuencia en los manuales sobre la psicología atraen como compañeros sexuales, y cómo se
de las mujeres como parte integral del cam‐ comportan bajo ciertas condiciones, pero es
po. la respuesta de los otros lo que mantiene un
sistema de sexo/género.
Es importante comprender las políticas de la
psicología así como las políticas de género. El Lo que sabemos hoy en día es que los seres
tema de cómo generar hipótesis de cara a humanos son muy complicados y que la simple
preguntarnos sobre cuestiones significativas dicotomía de varones y mujeres no funciona.
no ha sido resuelto todavía. La crítica femi‐ Ni tampoco lo hacen las simples dicotomías
nista ha cambiado su objetivo con el tiempo: entre sexo y género. Como tantas otras de las
del lenguaje que usamos para definir nuestros supuestas dicotomías, el debate entre traba‐
conceptos; a los métodos que utilizamos para jar desde dentro y trabajar desde fuera del
crearlos; a las ideologías encubiertas que nos academicismo dominante también parece ser
llevan a creer que algunas formas de mirar la una falsa dicotomía. Necesitamos reconocer
realidad son más verdaderas que otras. Pero los límites de lo que implica hacer cada una
un examen hacia incluso las revistas feminis‐ de manera independiente. Trabajar desde
tas muestra un cambio metodológico muy pe‐ dentro puede conducir a la cooptación y tra‐
queño, aunque las poblaciones estudiadas han bajar desde fuera puede llevar a la marginali‐
llegado a ser más diversas y algunos estudios zación (Michelle Fine, comunicación personal,
son más aplicados. Muchas investigadoras Mayo 21, 2007).
continúan usando métodos que son fáciles de
Tenemos un pasado y un presente ricos, pero
operativizar y no se cuestionan cómo y por
¿qué está en el futuro de la psicología femi‐
qué están usando esos métodos en particular.
nista? Las psicólogas feministas estadouniden‐
Esto no es un problema nuevo. Martha
ses no pueden estar satisfechas. Cada vez
Mednick (1989) escribió elocuentemente
menos mujeres están dispuestas a identificar‐
acerca del “efecto de subirse al carro” y la
se con el término “feminista” aunque estén
tendencia a reproducir la investigación que
de acuerdo con la mayoría de sus posturas
usa solo los constructos más populares sin
(Zucker, 2004). Muchas creen que todos los
cuestionarlos.
problemas de las desigualdades de género han
Parte del problema es lo fácilmente que olvi‐ sido resueltos y /o atañen a explicaciones in‐
damos nuestra historia. Esta negligencia se dividuales más que a explicaciones sociales y
favorece mediante breves introducciones a culturales de la injusticia social. ¿De dónde
artículos en revistas que se centran sólo en la vendrá la nueva generación de académicas
investigación más relevante y reciente. Esto feministas?
conduce a un montón de medidas que pare‐
Hay ahora muchas más mujeres psicólogas
cen diferir poco de las anteriores y parecen
que cuando yo me doctoré en 1966. Si una mi‐
ser “barridos” más que avances conceptuales.
ra a la expansión de las revistas sobre psico‐
Pero otra parte del problema es que el campo
logía de las mujeres, hay también más gente
parece haber perdido la pasión que nos con‐
realizando investigaciones en esta área. No
dujo a muchas de nosotras. Una encuentra
estoy segura de cuántas de estas investigado‐
pocos artículos con la pasión (y el humor) pre‐
ras más jóvenes se caracterizarían a sí mismas
sentes en el trabajo de algunas de nuestras
como feministas, ni tampoco tengo claro qué
pioneras (ver, Sherif, 1979). ¿Es esto lo que
querrían decir si lo hicieran. La generación de
ocurre cuando separamos nuestro academi‐
feministas en la academia está envejeciendo
cismo de nuestra militancia para el cambio
y cuando feministas reconocidas abandonan
social?
sus posiciones, éstas no son siempre sustitui‐
Conclusiones das por otra feminista. ¿Quién tutorizará y
formará a la siguiente generación?
Si alguien me preguntara hoy, probablemente
definiría tanto el sexo como el género como Muchas instituciones académicas han cambia‐
constructos sociales y argumentaría que cual‐ do el título de sus programas de estudios de

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las mujeres a estudios de género. Aunque al‐ las diferencias de género es todavía tan popu‐
gunas sostienen que la psicología del género lar hoy en día), están sujetas a acusaciones
es más inclusiva, también es menos abierta‐ de violar las normas científicas de neutralidad
mente política (LaFrance, Paluck, y Bescoll, de valor, así como sospechas acerca de la ob‐
2004). Los manuales en esta área tienen tam‐ jetividad de sus métodos. Michelle Fine
bién más tendencia a mirar las diferencias en‐ (2006) abordó este último tema en un borra‐
tre los sexos que los textos sobre psicología dor de un texto sobre métodos ficticios. Ana‐
de las mujeres (Unger, 2004). Aunque cono‐ lizó cuestiones de objetividad y subjetividad,
cemos el poder de las palabras, muy pocos de historia y psicología, relaciones entre unida‐
los manuales en esta área incluyen argumen‐ des de análisis, validez experta y de construc‐
tos feministas. to, y la siempre problemática cuestión de la
generalización. Es destacable que Fine se ins‐
Muy pocos de los manuales de psicología de
piró en psicólogas negras y de la liberación así
las mujeres y del género abordan la distinción
como en feministas. Es también destacable
conceptual entre el sexo y el género o lo uti‐
que este ensayo no fuera publicado en una
lizan solo para negar que esta distinción sea
revista feminista.
significativa hoy en día. Estoy de acuerdo en
que probablemente no lo es. Quizá podría‐ La teoría feminista necesita ser puesta en
mos/deberíamos haber predicho la actual práctica. Necesita ser escrutada. La cuestión
confusión entre sexo y género a partir de la feminista básica es: ¿para quiénes estamos
ausencia de teoría feminista en la mayor par‐ haciendo este trabajo y por qué? En el mejor
te del discurso presente. de los casos, puede cambiar el mundo así co‐
mo influir en nuestras comunidades académi‐
Para no terminar con un tono pesimista, hay
cas. Si tenemos suerte, puede agitar nuestras
algunos desarrollos prometedores. Algunas
pasiones. Pero está claro que necesitamos ge‐
teóricas se han preocupado sobre las diferen‐
nerar las “preguntas correctas”, porque si nos
cias entre las mujeres en lugar de las diferen‐
preguntamos las incorrectas, aquellos que
cias entre mujeres y varones. El concepto de
deseen mantener el statu quo no tendrán que
“interseccionalidad” es particularmente pro‐
preocuparse por nuestras respuestas.
metedor porque incorpora las perspectivas de
las psicólogas feministas negras y blancas Referencias
(ver, Cole, 2009; Shields, 2008). Propone que
Aronson, Joshua; Lustina, Michael J.; Good, Cathe‐
la identidad individual es fluida y varía en
rine; Keough, Kelli; Steele, Claude M. y Brown,
función de si el género, la raza, o la clase es Joseph (1999). White men can't do math: Nece‐
más saliente en un determinado momento. ssary and sufficient factors in stereotype threat.
Esta teoría introduce el sistema social dentro Journal of Experimental Social Psychology,35,
del individual y es verdaderamente menos re‐ 29‐46.
duccionista que la mayoría de las teorías psi‐
Barata, Paula y Senn, Charlene Y. (2003). When
cológicas. Esta teoría también introduce fac‐ two fields collide: An Examination of the as‐
tores culturales y puede reducir la influencia sumptions of social science research and law
hegemónica de la academia basada princi‐ within the domain of domestic violence.Trauma,
palmente en la literatura profesional del Violence, & Abuse, 4, 3‐21.
mundo anglófono.
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demandas dominantes se exponen a sí mismas Berger, Joseph; Cohen, Bernard P. y Zelditch, Mor‐
a múltiples acusaciones de desviación. Ade‐ ris Jr.(1972). Status characteristics and social in‐
más de la todavía práctica problemática de teraction. American Sociological Review, 37,
centrarse en las mujeres (lo que puede ser 241‐255.
una de las razones por las que el estudio de

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RHODA UNGER
Investigadora residente del Centro de Investigación de Estudios de las Mujeres en la Universidad de
Brandeis y profesora emérita de Psicología en la Universidad Estatal de Montclair. Se doctoró en psico‐
logía experimental por la Universidad de Harvard en 1966, pero pronto se convirtió en una de las aca‐
démicas pioneras de la psicología de las mujeres y de género. Ha escrito y/o editado nueve libros en
esta área y ha publicado 80 artículos profesionales y capítulos de libro. Ha sido presidenta de la Socie‐
dad para la Psicología de las Mujeres y de la Sociedad para el Estudio Psicológico de Temas Sociales
(ambas divisiones de la Asociación Americana de Psicología).

DIRECCIÓN DE CONTACTO
unger@brandeis.edu

FORMATO DE CITACIÓN
Unger, Rhoda (2010). Lo que buscamos es lo que encontramos. Quaderns de Psicologia, 12 (2), 21‐33.
Extraido el [día] de [mes] del [año], de http://www.quadernsdepsicologia.cat/article/view/773

HISTORIA EDITORIAL
Recibido: 15/06/2010

Aceptado 17/09/2010

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