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Esta es la leyenda más conocida en el Salvador.

En el tiempo en el que las deidades podían ser


vistas en la tierra, el dios Tláloc se enamoró perdidamente de una joven y bellísima muchacha al
que los aldeanos conocían con el nombre de Sihuehuet (este nombre puede ser traducido al
castellano como Hermosa Mujer).

Fruto de ese amor, la mujer dio a luz a un hijo. Sin embargo, la gente la consideraba como una
muy mala madre, debido a que dejaba al pequeño solo en casa para salir a pasear.

Por esa razón, el niño sólo se alimentaba de ceniza. Tláloc no tardó mucho en enterarse de lo que
hacía la mujer y su enfado fue tanto que le lanzó una terrible maldición.

– A partir de ese momento, ya no serás conocida con tu nombre anterior, sino que todos te
llamarán Sihuanaba (o sea horrible mujer). Pronunció el dios de la lluvia.

Vista desde la distancia, la dama parecía muy hermosa. No obstante, en el momento en el que
algún hombre se le acercaba, su aspecto cambiaba drásticamente convirtiéndose en un
horripilante monstruo.

También la deidad la obligó a transitar por las veredas y caminos rurales vacíos, en busca de
hombres trasnochadores, para espantarlos y obligarlos a regresar pronto a su casa.

Existe una manera de librarse de la Siguanaba, aunque es sumamente difícil llevar a cabo el plan
sin que nada falle. Lo que debe hacer la víctima que se encuentre cara a cara con ella es
aproximarse lo más posible y luego tirarse al piso cerrando los ojos y estirando uno de sus brazos,
hasta poder alcanzar uno de los pies de la criatura.

Después de esto, la persona debe jalarlo lo más fuerte posible, para lograr que ella se caiga.
Mientras el espíritu maligno permanece en el suelo, el sujeto debe «poner pies en polvorosa».
Según se encuentra asentada en la tradición salvadoreña, la leyenda del Cipitío es la
«continuación» del mito anterior, ya que en esta narración sabremos cuál fue la historia del hijo
de la Siguanaba

Al igual que a su madre, el Cipitío también se convirtió en una criatura maldita, ya que Tláloc le
lanzó un hechizo para que nunca pudiera convertirse en hombre. Es decir, sin importar el correr de
los siglos, siempre seguiría siendo niño.

los adultos mayores del Salvador me contaron una vez que en las casas de la gente que tenía
chimenea, se decía que de vez en cuando el espíritu de aquel chiquillo se aparecía.

Y es que al Cipitío, no sólo le encanta comer la ceniza producida por los maderos quemados, sino
que también disfruta revolcándose en ella.

La descripción clásica que se tiene de él es la siguiente:

Un pequeño de baja estatura, con un vientre prominente y que además tiene las extremidades
inferiores al revés. Esto hace que la gente que por alguna razón intenta seguirle el rastro, quedan
perdidos en el bosque, ya que se dirigen al camino contrario.

A diferencia de su progenitora, este personaje no le hace daño a nadie, aunque de vez en cuando
puede llevar a cabo una inofensiva travesura. Por último, sólo nos resta decir que, aunque a esta
historia se le han añadido y quitado algunas cosas (dependiendo sobre todo de la época) sigue
conservando su misma esencia.
El Cadejo corresponde a una de esas historias que no solamente se conocen en un lugar
determinado de Centroamérica (en este caso en el Salvador), sino que existen versiones del mismo
relato en otras latitudes como por ejemplo en México.

Es una leyenda de origen indígena en la que se asegura que los canes son los animales idóneos
para ayudar al recién fallecido, a arribar a la tierra de los muertos.

A pesar de eso, con la llegada de las tropas españolas a Mesoamérica, dicho mito comenzó a
transformarse, pues en versiones posteriores se dice que esta leyenda se usa para ilustrar de una
manera clara, el contraste que existe entre «el bien» y «el mal».

Los Cadejos son perros fantasmas más grandes de lo habitual. Generalmente se les puede ver en
parejas. Un can es de color blanco, en tanto que el otro posee un pelaje completamente negro.

El galgo de color blanco tiene los ojos azulados y simboliza la luz del paraíso. Es decir, si el alma de
un difunto es conducida por éste, encontrará en descanso eterno en muy poco tiempo, pues no
tendrá obstáculos para llegar a su morada final.

Sin embargo, si durante ese trayecto se llegara a aparecer el cadejo negro, habría que tomar
ciertas precauciones, puesto que a este can se le asocia con el averno.

Su misión principal es la de llevar a almas inocentes al infierno, para complacer a Satanás. La forma
en la que los salvadoreños antiguos alejaban a este espíritu del mal, era quemando incienso. (En
ciertas regiones de ese país, a esta sustancia obtenida de las plantas se le conoce como
Sahumerio).

El consejo que te podemos dar es que, si vas de paseo por el campo, procura regresar a tu
domicilio antes de que se oculte el sol, pues a veces los cadejos andan sueltos.
Se dice que, desde antes del siglo pasado, en algunos poblados del Salvador, cuando el reloj marca
las 12:00 de la noche, se puede oír con toda claridad el rechinar de las ruedas de una carreta, que
pasa a toda velocidad por las veredas desoladas.

El relato que hoy les voy a compartir, me lo contó un amigo muy querido. Según él, un hombre
había ido a visitar a unos parientes. De tan a gusto que estaba en la reunión, aquel sujeto perdió la
noción del tiempo, abandonando el domicilio casi a las doce de la madrugada.

Sin embargo, no le dio miedo avanzar por aquel camino oscuro, puesto que desde chico había
estado acostumbrado a caminar únicamente alumbrado por la luz lunar.

Avanzó tranquilamente con dirección a su hogar hasta que de momento escuchó los chirridos de
las ruedas de un carruaje.

– ¿Quién podrá ser a estas horas de la noche? Le pregunto el hombre a su perro.

Continuó su camino, aún y cuando el sonido de la carreta se hacía más y más fuerte. En el instante
exacto en el que pasó por afuera del camposanto municipal, sintió un escalofrío que le recorrió
todo el cuerpo y enseguida se persignó.

Ya casi llegaba a su morada, cuando literalmente se le pusieron los cabellos de punta, pues alcanzó
a escuchar como los animales de la granja estaban aterrorizados.

De repente y como una ráfaga, vio pasar a la Carreta Bruja frente a sus ojos. El cochero tenía la
cabeza de zacate y del interior del carruaje sólo se podía observar un extraño resplandor de color
rojizo.

Lo más confuso de esta leyenda es que el hombre no supo cómo ingresó a su casa y más aún, cuál
fue el motivo por el que estuvo metido en la cama por más de tres días, con fiebres que superaban

los 40°.
Por lo que sabemos, hay dos versiones distintas de la leyenda del padre sin cabeza. En la primera
se cuenta que un sacerdote se enamoró de una mujer y abandonó la Iglesia para casarse con ella.

Lo anterior visto desde la óptica de la Iglesia, significa que el pobre cura estaría condenado a
pecado mortal por la eternidad. Es decir, dejar sus votos de castidad para contraer nupcias.

Mientras tanto, en la segunda leyenda que tiene que ver con el sacerdote descabezado, podemos
decir que la gente mayor asegura que hace mucho tiempo hubo una fuerte revuelta en el Salvador
y que uno de los padres de la Iglesia fue quien convenció al pueblo para que se levantara en armas
en contra del gobierno colonial.

Hubo muchas batallas en las que el cura pudo salir airoso. Sin embargo, en una de las últimas
escaramuzas, el ejército español logró apresar a los revoltosos y el padre fue condenado a la pena
de muerte.

Además, en dicha narración se deja en claro que el alma del sacerdote, sale cada viernes del año
de la Iglesia del Rosario, para hacer un recorrido por las principales calles de la ciudad.

Por otra parte, no sólo en la capital se le ha visto al padre sin cabeza, sino que también en
poblaciones tales como Santa Ana o en Cojutepeque.

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