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Funciones Pastorales

LA FUNCION PASTORAL

La función pastoral o ministerio pastoral, es el trabajo consistente en dirigir, alimentar,


educar, consolar y discipular espiritualmente a las almas del Señor, es decir a la
congregación o comunidad cristiana.

Este es un trabajo estrictamente espiritual, y su finalidad es lograr y mantener que la


congregación desarrolle altos niveles de madurez espiritual; para que las personas sean
saludables anímicamente, mentalmente, y socialmente; a través de la práctica de un estilo
de vida cristiano auténtico basado en la palabra de Dios.

Este es un trabajo difícil, complejo, de partes y de totalidad; y en el que participan los


pastores, las congregaciones y el entorno social y sus realidades. Considerando también,
que los miembros o piedras vivas, sostienen su comunión o relación directamente con
Jesucristo, de manera personal, y no a través o por intermediación de la persona de ningún
pastor.

Hoy día hablar del ministerio pastoral tiene un contenido mucho más amplio que hace mil o
quinientos años atrás. El mundo y la vida son más exigentes, y demandan alta calidad de
servicios cristianos en las iglesias; no sólo en las predicas, sino en la educación de la palabra,
en la caridad social, en la acción social, en el evangelismo y discipulado; en las misiones, en
la capacidad de la adoración y alabanza a Dios, y en la administración y organización de la
iglesia.

Esto significa que para ejercer el ministerio pastoral se demanda y se requiere de una
calificada preparación de las personas que desean asumir estos cargos de servidores de
Jesucristo; así como, madurez espiritual y emocional; y la edad cronológica adecuada, estar
casado, tener experiencia de haber criado hijos y dirigido exitosamente el hogar.

Sin esa calificación, sin esa experiencia, y sin esa madurez, que se puede pastorear ?. Por
supuesto que no se puede, pero si se puede engañar; pretendiendo ser servido por las
almas de Dios, en vez de servir a Dios y al prójimo.

Recordemos que somos embajadores no sólo de la doctrina de salvación, no sólo del cuerpo
de Cristo, sino del modelo de vida que nos mostró el Señor durante su ministerio. Así dice
(1Pe 5:3) “....sino siendo ejemplos de la grey”. Y ejemplo quiere decir modelo, ilustrador,
demostrador de santidad y de servicio, y de ser fiel cumplidor de la palabra en humildad y
entrega desinteresada.

La sociedad está más pecaminosa, la iniquidad ha desarrollado su estrategia contra las


familias, y ésta usa muchos subterfugios contra la vida del hogar, influenciando en el
hombre para que aplique indebidamente la tecnología en la sociedad. Esta es una razón más
que suficiente, para darnos cuenta de la responsabilidad del ejercicio pastoral en actuar con
toda integridad, eficacia, vocación, preparación y experiencia.
“Sino que según fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así
hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba los corazones”. (1
Tes 2:4).

POR CONSIGUIENTE:

1. Cómo somos aprobados por Dios para este ministerio pastoral?


2. De qué manera debemos mostrar competencia?
3. Quién evalúa el trabajo pastoral en la iglesia, además del Señor?

La Biblia habla de pastorear en (Jn 21:15) Jesús le dice a Pedro “Apacienta mis corderos,
pastorea mis ovejas”; las almas son del Señor, y el encargado espiritual de cuidarlas es el
pastor. “por lo cual el pueblo vaga como ovejas, y sufre porque no tiene pastor” (Zac 10:2).
Vemos en (Zac 11:17) “hay del pastor inútil que abandona el ganado”. Estos pasajes nos
enseñan que el pastoreo es una función espiritual por excelencia. Y apacentar es educar,
pastorear, alimentar espiritualmente, prodigar cuidado espiritual.

En (Heb 13:7) “Acordaos de vuestros pastores, y considerad cual haya sido el resultado de
su conducta”. Como vemos, existe una tarea de conducción y de resultado en el alimento
espiritual de la palabra de Dios. Pero también conlleva la responsabilidad de sustraerlo a
evaluación por parte de la Asamblea o Presbiterio.

El pastor está sujeto a ser examinado, estudiado, analizado en su labor. porque la conducta
es el proceder, la manera de actuar, la forma de andar con respecto a la palabra de Dios, a
las leyes a y las sanas normas sociales de actuación.

Luego en (1 Tim 5:17) dice la palabra, “Los ancianos que gobiernen bien, sean tenidos por
dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar”. Nuevamente
demanda eficacia en la imagen que éste transmite, pero esta vez en la función de gobierno.
Pero de parte de ciertos ancianos con ministerio de administración. De los otros, se refiere a
la enseñanza y a la predicación.

Como dice en (Tito 1:5) “Por esta causa te deje en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y
establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mande”. Habla de ancianos tanto
para el gobierno, como para el pastoreo. Luego en Hech 14:23 “Y constituyeron ancianos en
cada iglesia”. La enmienda es para ser aplicada sobre quienes dirigen las ovejas, y cuando
estos encargados fallan en su función.

En (1 Pe 2:25) “Pero ahora habéis vuelto al pastor y obispo de vuestras almas”. En (Hch
20:28) “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha
puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual el gano por su propia
sangre”.

“No descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la imposición de
las manos del presbiterio” (Hch 4:14). De los pasajes previamente citados, podemos inferir,
que los términos obispo y pastor son equivalentes en el sentido de apacentar y cuidar
espiritualmente el rebaño o la grey de la iglesia.

Así mismo, las expresiones presbítero y anciano, son atendidas para la función directrices de
la iglesia, en el Presbiterio que es el máximo nivel de autoridad en la congregación, y cuyo
presidente o anciano director, o presbítero ejecutivo, debe ser otra persona diferente a la
del pastor, y nunca el mismo pastor.

Ya que estas posiciones tienen diferentes atribuciones y responsabilidades en el


desenvolvimiento de sus roles y tareas. También se les llama ancianos a los siervos de
mayor edad no solo cronológica, sino de madurez espiritual que les permita dirigir o ser
ejemplo a la grey.

En la palabra de Dios encontramos la enseñanza y los modelos necesarios que debemos


aprender y aplicar para las funciones presbiterales y para las pastorales; tanto en la
administración de la iglesia, así como en la dirección espiritual de las almas y de los
ministerios eclesiales. Ya que son roles diferentes para ser asignados en personas
diferentes.

Dice (2 Tim 4:2) “que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo;
redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina”.

Y redargüir significa rebatir, refutar, impugnar lo errado. Y reprender significa amonestar,


reprochar, corregir, reconvenir. Exhortar quiere decir pedir, rogar, motivar, incitar. Hay
sabiduría y poder para su honra y gloria en la palabra de Dios, en lo que atañe a la
descripción de la tarea pastoral.

EN TAL SENTIDO:

1. ¿Qué clase de pastores esperan tener las congregaciones?


2. ¿De quién depende jerárquicamente el pastor? ¿Cuál su mando?
3. ¿Es la función pastoral el cargo más deseado en la congregación cristiana?

Si hiciéramos una encuesta en la población cristiana para conocer sus tendencias,


aspiraciones, expectativas, y opiniones acerca de cómo ven sus congregaciones, nos
encontraríamos con muchas sorpresas; además de que sería muy saludable investigar y
medir las tendencias de las masas congregacionales en el cuerpo de Cristo.

Y hallaríamos que un alto porcentaje de los mal llamados “líderes”, no son considerados
como tales ante los ojos de la comunidad. Y es muy posible, que muchos de los encuestados
aspiren algún día a ocupar posiciones de pastores también, solo por ansias de poder.

Líder no es cualquiera, este es un tema a tratar aparte; pero en definitiva, un pastor, o un


dirigente de una iglesia, no son necesariamente lideres; se requiere ciertas condiciones muy
especiales para ser conjeturados como tales. Así que a cualquiera no se le llama líder.
De otro lado, sabemos que una cosa es el don o la gracia de Dios que El derrama en sus hijos
para el ejercicio ministerial, como lo dice en (1 Cor 12)
“que a unos hizo apóstoles, profetas, maestros, sanadores, administradores”. Y sin
diferencias de género de sexo, o sea, pudieran ser hombre o mujer.

Y otra cosa es el cargo, o función que se desempeña en la obra de Dios; sea éste por
llamamiento, por elección, por ordenación, por imposición de manos, por sucesión familiar,
por consagración a Dios, por méritos, por comercializar el evangelio, por tener un sueldo
seguro, por ansias de autoridad y poder, o llanamente por disponer arbitraria y
pecaminosamente de los fondos de la congregación.

En fin, por tantas razones más, y que sólo el Señor conoce y juzgará sin omisión alguna, a su
tiempo y como señala en ( Jer 25:34) “Aullad, pastores, y clamad, revolcaos en el polvo,
mayorales del rebaño; porque cumplidos son vuestros días para que seáis degollados y
esparcidos, y caeréis como vaso precioso”.

La cuestión real es que muchos creyentes desean ser pastores por interés, o por falta de
otras carreras ministeriales y oportunidades no disponibles. Pero en el papel existen varios
ministerios además del pastoral, que son importantes y en los que se puede hacer una
productiva carrera ministerial para la obra de Dios.

Hoy en día cualquiera se alza como pastor y se proclama así mismo; estos casos son los que
se ven en las pequeñas iglesias de los pueblos y pequeñas ciudades. En que sujetos sin los
requisitos debidos engañan a la gente y la manipulan mental, espiritual y materialmente.

Por esta razón en las iglesias tiene que instalarse la carrera o servicio ministerial, no solo
para el ministerio pastoral, sino también para los ministros de misiones, de evangelismo, de
música y alabanza, de educación, de trabajo social, ministros de administración, de
recreación, de extensión, de comunicaciones, etc.

Lastimosa y equivocadamente, en el mundo evangélico todo gira en torno a la función


pastoral, se ha hecho esta función pastor céntrica y no Cristo céntrica; porque al
concentrarle poder y autoridad a este hombre, y equivocadamente la máxima
representatividad de la congregación, la carne humana apunta a codiciar posesiones; y esta
función ha subido en interés a través de los siglos, como la efervescencia de la levadura de
la cerveza.

La manipulación sicológica y de masas, y la caprichosa autonomía carnal, son parte de sus


herramientas muy sutil y bien aplicadas; combinándola sagazmente con la aplicación de
versículos aislados de la palabra, han resultado en una influencia cerrada y eficiente en las
mentes de los miembros de las congregaciones por parte de estos falsos pastores.

Que se autoerigen ellos mismos, sin ordenación, sin estudios, sin vidas santas, y sin control
de autoridad ninguna, porque ellos se autotitulan máxima autoridad de las congregaciones.
Esta interpretación errónea del trabajo cristiano tiene que ser enderezado, para dar
apertura a muchos ministerios cristianos, en donde participen todos los laicos que asi lo
deseen; permitiendo de este modo que las iglesias se desarrollen y expandan su servicio en
su entorno social; con un sentido de descentralización de las funciones y de los ministerios,
y en especial del ministerio pastoral.

Los pastores tienen que ser propuestos y elegidos por las Asambleas de las congregaciones,
después de haber sido evaluados los candidatos; y su labor debe estar excenta de toda
autoridad y manipulacion administrativa sobre los recursos logisticos y financieros de la
congregacion.

El pastor es guia y director de almas, no administrador ni manipulador de los fondos ni de


los bienes de la congregacion. Hay que evitar que los pastores se contaminen tocando
dinero y disponiendo de los bienes de la iglesia. Jesus no lo hizo asi.

Y el periodo pastoral debe sujetarse a una temporalidad, que bien podria ser de 5 años,
renovable si fuera el caso, y en votacion abierta ante Asamblea. El Presbiterio es la maxima
autoridad administrativa en la congregacion, el pastor esta subordinado a este organo
directivo. Y la practica de auditorias es un sano principio que debe practicarse en cada
periodo de gobierno de la comunidad eclesial.

Porque la iglesia del Señor tiene una vocación de servicio y transformación frente a su
entorno social, a su comunidad; en una oferta óptima de sana doctrina, para que ésta sea
aplicada en los hogares, por los ciudadanos y sus familiares; a fin de que la sociedad pueda
elevar sus estándares de calidad de vida espiritual y material; teniendo en la Biblia un estilo
y manera de vivir, además de la salvación por Cristo Jesus.

Ya estamos en siglo xxi, la tecnología ha evolucionado a niveles insospechados, y continúa


en ese camino; la humanidad y la sociedad tienen esa dinámica de cambio; los sistemas de
iniquidad dirigidos por el adverso también se han modernizado en sus mecanismos para
hacer perder al hombre.

Porque el enemigo usa técnicas muy sofisticadas para inducir al hombre a través de su
propio libre albedrío a caer en pecado, palabra que está introducida en la iglesia, pero que
en muchas congregaciones hay renuencia a mencionarla o creer en ella.

El enemigo es un gran imitador de las cosas de Dios, y usa la palabra en muchos teólogos y
cristianos, para alcanzar sus inicuos propósitos de sesgar la palabra y crear confusiones y
divisiones entre los cristianos.

Esto no sorprende, porque el anticristo ya opera en el mundo, terminando de torcerlo para


asestarle su golpe final. Por ello, la iglesia de Cristo, tiene que organizarse debidamente, y
buscar la santidad del Señor, porque sin la santidad nadie verá al Señor en sus aposentos de
gloria eterna.
El pastor debe ser un siervo ungido de Dios para llevar ese ministerio, tener y demostrar
llenura del Espiritu Santo, ser poseedor de Dones y de Fruto del Espiritu. Tener la capacidad
de testimoniar en su vida la vivencia de la palabra de Dios.

Ser un hombre genuino, manso humilde, servicial, virtuoso, santo, buen padre, buen
esposo; pagador de sus impuestos y de sus deberes civicos de ciudadano; preferencialmente
que se gane la vida en alguna profesion u oficio, para que no sea gravoso a la comunidad
bajo el pretexto de que el obrero vive de su salario. Si trabaja a tiempo completo para la
comunidad, y siempre que este hecho sea justificado y evaluado, debera tener un sueldo
digno para sostenerse el y su familia.

Recordando, que sin el diezmo, la ayuda, y el aporte economico de los feligreses, nada es
posible hacer en la congregacion, esta se levanta, porque los hijos de Dios cooperan, sin
ellos, no existe obra para Dios. Por esta razon, la funcion de mayordomia debe ser muy
eficaz y sobria en todos sus aspectos.

Ciertamente, la iglesia del Señor debe actualizar sus métodos de evangelización, debe abrir
sus puertas, globalizarse al medio social, es decir, ecosocializarse a través de la practica del
trabajo social, porque la iglesia es un modificador espiritual de su entorno social; el cuerpo
de Cristo tiene que trabajar ademas unido, bajo una misma palabra, un mismo Dios, un
mismo bautismo, que permitan acercamiento interdenominacional para trabajar en Cristo
Jesús.

La palabra bendita no cambia, porque en ella está el Espíritu viviente y eterno de nuestro
Señor; lo que debemos modificar son posturas, conductas, sentimientos, recursos,
esfuerzos, instrumentos.

Somos nosotros quienes constituimos la parte no perfecta aún en el sistema cristiano. No


olvidemos que ministerio es sinónimo de servicio, somos servidores de Jesucristo; no somos
hacendados, ni potentados, sólo mayordomos de las cosas que Dios provee para su obra
santa.

El Señor nos bendiga a todos.

El rol pastoral bíblico no tiene que ver tanto con autoridad,


sino con apacentar y enseñar.

Entrevista realizada por Wolfgang Streich con el Dr. Alfred Neufeld.


¿Puede explicarnos Dr. Neufeld que involucra bíblicamente el término Pastor?

La idea del pastor viene de la tradi ción pastoral de Israel. La cría de animales,
especialmente ovejas, su alimentación y cuidado, su protección y corrección, servían de
ejemplo para el cuidado espiritual del pueblo de Dios. Dios mismo es identificado muchas
veces como el Buen Pastor, tal como lo expresa el Salmo 23.
Jesús se identifica como el Buen Pastor que da su vida por sus ovejas, que logra ovejas
obedientes, que prestan atención a su voz y lo siguen, y quien protege a sus ovejas de modo
que nadie las arrebatará de su mano. Los pastores de hoy haremos bien en tomar en cuenta
el carácter pastoral de Dios y la vida pastoral de Jesús como modelo profesional.

¿Cuánta autoridad debería tener el pastor en la iglesia?

Bueno, primeramente es importante notar que los pastores aparecen en el número cuatro
de la lista de dones espirituales de Efesios 4, y son un integrante más en el equipo de
liderazgo espiritual de la iglesia. La concentración actual en la autoridad pastoral,
representada en una sola persona, no es del todo bíblica. El rol pastoral bíblico no tiene que
ver tanto con autoridad, sino con apacentar y enseñar. Por otro lado, no cabe duda de que
la Biblia enseña un liderazgo espiritual y pastoral firme. También hay que tomar en cuenta
que es muy probable que los términos “pastor”, “obispo”, “presbítero” y “anciano” sean
sinónimos en la Biblia.

¿Podría explicarnos cuáles son las tareas, actividades y funciones principales que debe
cumplir un pastor?

El pastor tiene un importante rol educativo en la iglesia. Los pastores, juntamente con los
maestros, son necesarios para consolidar las iglesias. Esto ocurre a través de la enseñanza,
el cuidado pastoral y el liderazgo espiritual. Es notable que el texto griego, “pastores” y
“maestros” están unidos de forma especial (tous de poimenas kai didskalous). Quizá estos
dos ministerios debieran ir más unidos de los que es nuestra práctica actual. Bien podría
unírselos en un solo título: “pastores-maestros”.

Es necesario mantener un buen equilibrio entre tareas administrativas, tareas de enseñanza


y tareas de cuidado pastoral. El pastor debería velar bien por los tres ámbitos, pero a la vez
desarrollar el ámbito que mejor concuerda con sus dones, y buscar refuerzo en los ámbitos
en los que es más débil. Si su fuerte es enseñar, debería buscar la excelencia en la
predicación y las clases bíblicas. En tal caso necesita capacitar y dar lugar a otra gente para
hacer la tarea administrativa y de visitación. Si su fuerte es la visitación y la consejería, debe
buscar formas de asegurar que la iglesia no sufra por falta de intuición y predicación
orientadora. Puede invitar a otros maestros o dar lugar a miembros en su congregación para
el ministerio educativo. Si su fuerte no es la administración, debería encomendar esta parte
a gente capacitada del mundo empresarial. De todas maneras, es importante que la
administración de la iglesia sea plenamente “santificada” y coopere con las metas
pastorales y misioneras de la iglesia.

¿Debería el pastor incentivar a que en la iglesia surjan nuevos pastores?

Es muy importante que los pastores reproduzcan pastores. No es del todo equivocado aquel
dicho que dice: La tarea de las ovejas es producir ovejas, y la tarea de los pastores es
producir pastores. La iglesia necesita tener un departamento permanente de reproducción y
capacitación de liderazgo. Y el pastor no debería tener miedo de cambiar de iglesia en
periodos prudentes y adecuados. El muy pronto cambio de pastores no es saludable, pero
tampoco es muy útil si los líderes se perpetúan en una iglesia local. Ya que todas las iglesias
son del Señor, no debe haber pastorados vitalicios.

¿Cuáles deberían ser los frutos del trabajo del pastor-maestro?

Los resultados de una iglesia apacentada y entrenada son formidables. Así lo vemos en
Efesios 4:13-16. Podemos hacer una lista de ellos:

1. Hay unidad de fe: Uno de los frutos es que la iglesia camina hacia la unidad. Esto es algo
que hay que cultivar trabajosamente. Ya esto vale dentro de una congregación como
también a nivel de la unidad intereclesial e interdenominacional.

2. Cada uno llega a conocer mejor a Cristo: El “conocimiento del Hijo de Dios” es una
realidad vivencial. No conoce a Cristo aquel que acumuló mucha información al respecto.
Conoce a Cristo aquel que “quiere hacer su voluntad”, aquel que “oye su voz, es conocido
por él, y le sigue”.

3. Surge un ser humano “concluído”. Los integrantes de la familia de Dios crecen a la


estatura de Cristo, “el varón perfecto. Una humanidad recreada a la imagen de Cristo.

4. Hay estabilidad de convicciones y cosmovisión: Los miembros dejan de ser inestables,


fluctuantes y dependientes como niños. Son “inmunizados” contra falsas doctrinas hu-
manas y diabólicas.

5. Los miembros crecen a medida que siguen la verdad en amor. Hay quienes han luchado
por la “verdad” pero sin amor. Otros predican un “amor” sin convicciones firmes.

6. Cristo, la cabeza, coordina al cuerpo: La iglesia funciona como un cuerpo. “Todo bien
concertado”. “Armonioso”. Como una orquesta, con diferentes instrumentos musicales,
que tocan una pieza musical.

Estamos muy agradecidos por sus respuestas, y deseamos que el Señor siga bendiciendo su
ministerio. El Dr. Alfred Neufeld nació en el año 1955 en el pueblo chaqueño de Filadelfia,
Paraguay, como hijo de inmigrantes menonitas rusoalemanes. En 1977 inició estudios
teológicos en Basilea, Suiza, y los culminó en Fresno, California, EEUU, con la maestría en
divinidades. Por 18 años se dedicó a la docencia teológica y a la capacitación de pastores en
el INSTITUTO BÍBLICO ASUNCIÓN (IBA), de la Universidad Evangélica del Paraguay, de la cual
es decano fundador. Cursó estudios doctorales en Ginebra, Suiza. Forma parte del cuerpo
de pastores de la iglesia Concordia de los Hermanos Menonitas. Está casado con Wilma y
tienen 4 hijos. Recomendamos la lectura del libro “Vivir desde el Futuro de Dios” editado
por Kairós, de su autoría.
FUNCIONES DE UN PASTOR.

¨ Sienten compasión por las ovejas (Mt. 9:36).

¨ Mantienen al rebaño unido (Mt. 26:31).

¨ Enseñan a las ovejas. (Mr. 6:34; 16:34-37).

¨ Cuidan del maligno a las ovejas (Jn. 10:12).

¨ Alimentan al rebaño (1 Pe. 5:2).

¨ Apacientan y pastorean a los corderos y a las ovejas (Jn. 21:15-17).

¨ Conducen a las ovejas a lugares de pasto y reposo (Sal. 23:1-2).

¨ Restauran el alma de las ovejas y las guían por senderos de justicia (Sal. 23:3).

¨ Velan y dan cuenta de las almas de las ovejas (He. 13:17)

Consejería Pastoral presenta los elementos básicos del arte de aconsejar y define el lugar
que esta actividad tiene dentro del ministerio pastoral. Considera los principios bíblicos y las
bases psicológicas que sostienen a la consultoría pastoral. Examina casos reales tomados de
la experiencia profesional de personas que pasan por dificultades vitales. Ofrece una guía
de cómo dar orientación de manera sencilla y eficaz.

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4. Aconsejar, una Función del Ministerio

LA NATURALEZA DEL MINISTERIO PASTORAL

El ministro es llamado a servir a una generación que no solamente está amenazada por los
problemas que todo hombre ha confrontado, sino también por una multitud de problemas
que plagan la generación presente. Entre ellos están: (1) la amenaza del hambre para
millones por causa de la explosión humana; (2) el peligro de aniquilación bajo la guerra
nuclear; (3) las amenazas de rebelión por los jóve-nes cuya adolescencia se complica por la
incertidumbre de la sociedad entre la libertad excesiva o la autoridad y por ende escoge
ambas; (4) el problema de su opulencia resul-tando en un materialismo que hace que los
hombres sean politeístas prácticos que hacen ídolos de las cosas; (5) la tragedia de la rápida
disolución del hogar; (6) el problema de la explosión educativa que ha dado por resultado
que algunos sean educados más allá de su sabiduría; y (7) el problema de un secularismo
que hace a Dios a un lado y a la iglesia anticuada e innecesaria.
Así es el mundo al que ha sido llamado el pastor. A esta clase de edad tiene que servir
significativamente. El ministerio pastoral puede entenderse mejor si se le basa en una
trinidad de premisas: (1) Es de Dios; (2) es por el Espíritu Santo; y (3) es para la gente.

1. Es de Dios

Ningún estudiante serio de la Biblia puede poner en tela de duda que el ministerio es de
Dios. Esto se afirma tanto en el Nuevo como en el Antiguo Testamento. El pas-tor nunca
debe alejarse de la profunda verdad de que ha sido llamado por Dios para hacer la obra de
Dios del modo que Dios quiera. Una visión clara del punto de vista bíblico de su llamado y de
la misión de la iglesia será, como Jowett dice, “nuestra salvación de volvernos oficiales
pequeños en empresas transitorias. Nos hará en verdad gran-des, y por tanto, nos evitará
pasar nuestro tiempo en ni­miedades.” Esto también le permitirá dedicarse a activi­dades
cuyo propósito es el cumplimiento de la misión de Cristo para la iglesia. ¡Qué tanta
“administración trivial” pastoral se eliminaría si los pastores conservaran una pers-pectiva
clara de que su obra es de Dios, y de que esta obra debe siempre guiarse por los objetivos
que Dios ha dado para su iglesia!

La Biblia no es muda acerca del carácter del ministro ni acerca de la naturaleza de su


ministerio. Las siguientes citas demuestran esta perspectiva bíblica:

Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio,
prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; no dado al vino, no pendenciero, no
codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro; que gobierne bien su
casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar
su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?); no un neófito, no sea que
envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. También es necesario que tenga buen
testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo (I Timoteo
3:2-7).

Y de San Pedro:

Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidan-do de ella, no por fuerza, sino
voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo
señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey. Y cuando
aparezca el Príncipe de los pas-tores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria (I
Pedro 5:2-4).

Una pequeña estaba dibujando con sus crayolas. Su madre le preguntó qué estaba
dibujando. “A Dios” respondió ella. Su madre contestó, “Pero hija, nadie sabe cómo es El”.
“Ya lo conocerán cuando yo termine”, dijo ella. Cuando el pastor ha terminado su ministerio
en una iglesia dada, sus feligreses han de conocer cómo es Dios porque han visto su retrato
en el trabajo del pastor. Si su ministerio es de Dios, representará a Dios.

El hombre que esta firmemente convencido de que su ministerio es de Dios estará por
encima de la lucha por prestigio que capta la atención de muchos pastores
contemporáneos. Mucho se ha escrito recientemente sobre la “crisis de identidad” que
confrontan los ministros. Se da por sentado que socialmente, el ministro sufre por la falta
de una adecuada definición de su actuación. Ningún pas-tor, por más listo que sea, escapa
las implicaciones de la multiplicidad de expectaciones de su actuación impuesta sobre él por
una sociedad que no está segura de lo que debe ser el trabajo de un ministro.

Recientemente una agencia de evaluación pedagógica envió un cuestionario a mil líderes


laicos de varias denominaciones preguntándoles su concepto de “un ministro
sobresaliente”. Los datos fueron turnados a un grupo de examinadores psicológicos y se les
pidió que dijeran a quién estaban describiendo. Su respuesta fue, “Uno de los
vicepresidentes de Sears y Roebuck.”

William E. Hulme dijo, “El ministro sufre de un sen­tido de inferioridad profesional. Ante sus
propios ojos él ocupa el último lugar, él está al pie de la lista de las profesiones”. Y siendo
así, muchos ministros anhelan ser reconocidos como doctores, licenciados, psiquiatras y
psicólogos. De esta manera, reflejan la enorme tendencia de la cultura a formar
clasificaciones y agrupar a la gente en ella. Hay que afirmar que si el ministro alguna vez
gana un rango igual con otras profesiones, será un paso atrás para el ministerio. Quizás los
ministros debieran estar al tanto de los resultados de un estudio comprehensivo hecho hace
algunos años por una comisión federal sobre la salud mental. En respuesta a la pregunta:
“¿A dónde acude usted a buscar ayuda con un problema personal?”, La gente contestó así:
el 42 por ciento fueron con su clérigo; el 29 por ciento con su doctor; el 18 por ciento con
psiquiatras o psicólogos; el 13 por ciento acudió a agencias de trabajo social; el 6 por ciento
con licenciados; el 3 por ciento con sus consejeros matrimoniales, y uno por ciento acudió a
maestros, enfermeras, policías y jueces.

El estudio reveló además que los resultados fueron tan favorables, si no más, quizás, para la
persona que consultó a un clérigo, que para los que buscaron los servicios de otros
profesionistas. El ministro debe darse cuenta de que en la opinión de muchos, él ya posee el
prestigio que con toda el alma desea. Quizás él deba dar su atención a las cosas que en
verdad importan. Si el ministro está deseoso de una clasificación ¿qué tiene de malo la de
“siervo de Dios”? ¿Qué más puede uno desear?

2. Es por el Espíritu Santo

Esto no significa que es el ministerio del Espíritu aparte del ministro; sino más bien a través
del ministro. La Iglesia Primitiva consideró de sumo valor el ministerio de personas llenas del
Espíritu, aún para personas escogidas para ministrar en puestos subordidanos. En los
Hechos de los Apóstoles se recalcó que los diáconos tenían que ser hombres “llenos del
Espíritu Santo” (Hechos 6:3). El Espíritu Santo llamó literalmente a Bernabé y a Saulo
diciendo: “Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado” (Hechos 13:2).
La historia nos informa que fueron “enviados por el Espíritu Santo” (Hechos 13:4).

Sanders dice, “Hombres llenos del Espíritu Santo pueden ejercer sólo el liderato espiritual.
Otras cualidades son de desearse. Esta es indispensable.”5 Asegura también que “la
espiritualidad no es fácil de definir, pero su presen-cia o ausencia fácilmente puede ser
discernida.”6

Un ministerio sin el Espíritu es como un guante sin mano; tiene la forma, pero no la
sustancia. El pastor que hace el intento de ministrar significativamente a personas que están
luchando con las realidades ásperas de la sociedad contemporánea, muy pronto llegará a la
bancarrota de sus propios recursos humanos. El pastor debe confrontar que tiene que
depender intensamente en los medios del Espíritu Santo si quiere seguir pastoreando con
un sen-tido de suficiencia.

El pastor puede ver los rostros de sus feligreses en cualquier día del Señor, y ver problemas
reflejados en ellos, cuyo número es excedido sólo por su profundidad. En una congregación
de cualquier tamaño, se puede encontrar personas azotadas por hondos complejos de
culpa; per-sonas cuyas vidas no tienen sentido; jóvenes que han sido atrapados en las
tormentas y preocupaciones de la adolescencia; ancianos que se enfrentan a la cercanía de
su propia muerte; los temerosos, los abandonados, los que buscan amor. El tiene que servir
a todos estos, los desheredados, el desengañado, y el desmayado. ¡Qué labor tan grande
tiene el pastor y cómo necesita el poder del Espíritu Santo en su vida!

Hace algunos años el que esto escribe fue confrontado con una pregunta de la que no ha
podido escapar. La incluyo aquí con la esperanza de que trastorne a otros como lo trastornó
a él. El Dr. Carl Bates preguntó: “¿Qué está usted haciendo que no logrará hacer a menos
que el poder de Dios descienda sobre su ministerio?”7

3. Es para la Gente

Un ministro le dijo una vez a su psiquiatra, “Mi vida se caracteriza por una multitud de
contactos y una pobreza de relaciones”. ¡Cuánta verdad hay en esto para muchos ministros!
Los contactos automáticamente existen por la naturaleza misma del ministerio, pero las
relaciones que resultan de estos contactos son enteramente la creación del ministro. La
profundidad del ministerio de un hombre se mide por las profundidades de sus relaciones
interpersonales con su congregación. De estas relaciones se originan tanto la agonía como la
pasión del pastor, sólo que hay más pasión que agonía.

Uno de los errores más trágicos que un pastor puede hacer es el de no reconocer el valor de
las personas. Es el día más oscuro en la vida del pastor cuando mira a una persona, y ve una
“cosa”. Las cosas pueden usarse, pero las personas son para ser amadas. ¡Cuán sutil es la
tentación del pastor de dominar a su pueblo en vez de servirlo! Séneca dijo, “Dondequiera
que hay un ser humano, allí hay una oportunidad de ser amable”. Un proverbio japonés
dice, “Una palabra cariñosa puede dar calor a tres meses de invierno”. El éxito de un pastor
se determina, no por el número de congregantes que tiene, sino por el núme-ro de
personas a quienes sirve.

Muchos ministros tienen un “complejo de edificios” que hace poner los templos como lo
principal en su ministerio. ¡Qué preocupados están muchos pastores de que sus edificios
sean suficientemente amplios para contener a sus oyentes! De mayor interés debería ser la
pregunta; ¿tengo lugar para todos ellos en mi corazón?

Si uno quiere servir a la gente, ha de principiar entendiéndolos. Lindgren dijo, “Mientras


más profundo sea su entendimiento de las personas y más cercana su relación pastoral con
ellos, más éxito logrará en hablarles signi­ficativamente”. Clinebell aseguró: “La única
relación que en verdad es importante, es la relación a las necesidades profundas de las
personas”. Una mujer le dijo a su aconsejador, “Cada persona es alguien buscando ayuda”.
El pastor tiene que responder a este clamor, y el no responder es tanto como negar que
esas personas necesitadas son per-sonas.

Jesús sentó el patrón en la parábola del buen samari-tano. ¿No es acaso extraño que de las
tres personas que vieron el hombre herido—el sacerdote, el levita y el samaritano—fuese
este último, el que no era clérigo, el único que hizo algo por él? Es triste que el sacerdote y
el levita estuvieran tan ocupados con su ministerio, (o lo que fuera) como para servir. Se ha
dicho que “pretendemos amar a todos, y al generalizar nuestro amor para todos, dejamos
de captar la relación de tú y yo. En vez de la intensidad de una relación que hace algo por
alguien, hemos aceptado el pobre substituto de darnos la mano con alegría y de hacernos
amigos e influir en la gente.”

En su evangelio, San Marcos afirma que quien quiera una posición prominente tiene que ser
el esclavo de todos, y recalca el argumento recordándonos que nuestro Señor “no vino para
ser servido, sino para servir” (Marcos 10:45).

En conclusión, debemos reafirmar que el ministerio pastoral descansa sobre esta trinidad de
premisas: (1) Es de Dios; (2) por el Espíritu Santo; (3) Es para su pueblo. Dejemos afuera el
“de Dios” y el ministerio se convertirá en una decisión vocacional en lugar de un
llamamiento. Quitemos el “por el Espíritu” y el ministerio será una ac­tuación humanitaria.
Quitemos el “para el pueblo” y el ministerio se convertirá en una manipulación, no en una
mediación.

EL LUGAR DEL ACONSEJAMIENTO EN EL MINISTERIO PASTORAL

Por ser el ministerio pastoral lo que es, el ministro tiene que enfocar todo, en vez de ser un
especialista. Cuando el pastor principia a “especializar” cualquier aspecto del ministerio, tal
vez los otros aspectos de su trabajo sufran. El pastor contemporáneo tiene que orar,
estudiar, predicar, enseñar, planear, organizar, visitar, administrar, aconsejar, amén de
miles de responsabilidades diversas. Las labores pastorales son tantas y tan diferentes que
sería indeseable e imprudente que el ministro omitiera alguna o le diera poca atención a
otra.

El pastor tiene que aprender a organizar su tiempo para que una actividad no absorba
demasiado de su tiempo. Los pastores que escogen especializarse en una sola función de su
ministerio carecen de una percepción adecuada del ministerio pastoral. La cosa más cercana
a una especialidad en el trabajo pastoral sería predicar, pero aún este objetivo valioso tiene
sus peligros. Los pastores pueden dedicar a tal grado su tiempo y atención en preparar sus
sermones que se encierren como ermitaños alejados de su pueblo. Un pastor que no está
en constante contacto con sus ovejas no es un pastor.

Aconsejar es una parte importante del ministerio pero no es todo. El pastor que dedica
mucho tiempo aconsejan-do no sólo tiene una falta de comprensión de su ministerio
pastoral, sino una evaluación impropia de su técnica de aconsejar. Algunos que se creen
muy buenos consejeros quizá ni merezcan esta auto-evaluación, que los hace dedi-carse
tanto al aconsejamiento para compensar su deficien-cia en otras labores pastorales.
“Anuncian” su ministerio de consejo, lo que resulta en una carga siempre en aumen­to. Esto
“justifica” —ante sus ojos— que no le dan el de-bido tiempo y atención a otras labores del
pastorado.

La mayoría de los pastores tienen tanta oportunidad de aconsejar como ellos quieran, o
necesiten, sin titularse como “especialistas” en este campo. Una gran desventaja de dedicar
demasiado tiempo al aconsejamiento es que ab-sorbe demasiado tiempo y energías del
pastor para unos cuantos de sus feligreses, al grado que no puede rendir servicios
adecuadamente a los demás. Si unos cuantos feligreses demandan continuamente una
cantidad excesiva del tiempo del pastor, es casi seguro que la iglesia sufrirá en lo general
mientras solamente unos cuantos reciben ayuda. Es mejor ser conocido como un pastor que
aconseja, antes que como un consejero que pastorea. Alguien ha contado las veces que el
Nuevo Testamento informa que Jesús actuó como consejero, y encontró sólo 35. Sin
embar-go, Jesús se destacó como el Predicador y Maestro. El pas-tor contemporáneo no
puede ser mejor.

Si bien es posible que un pastor gaste demasiado tiempo en aconsejar, también es cierto
que algunos lo menosprecian, cosa que les hace evitar tantas situaciones de consejo como
pueden. A algunos pastores les repugna aconsejar, razonando que si los feligreses tuvieran
una experiencia religiosa adecuada, el consejo no sería necesario. Algunos tienen
desconfianza de ellos mismos en este campo y tienen miedo de meterse en estas relaciones
con sus gentes. Algunos tienen miedo de las crudas realidades de la vida que posiblemente
descubran así, y por eso titu-bean en meterse en las experiencias de aconsejamiento en
manera formal.

El altar y el sofá. Algunos pastores, particularmente los de carácter conservador, no pueden


ver la relación entre el altar, y la silla o el sofá, en el proceso de consejo. Creen que la
necesidad de aconsejar niega lo que puede suceder y sucede en el altar de la oración. En un
sentido amplio, muchos creen que el altar es el símbolo de la teología con-servadora,
mientras que la silla de consejo es el símbolo de la teología liberal. Pero esta es una
caracterización innecesaria y falsa que resulta en una desagradable polaridad. En realidad el
altar y la silla de consejo no se oponen mutua-mente: más bien se complementan. Muchas
personas cuyo arrepentimiento es real, cuya consagración es definitiva y cuyo servicio
cristiano y testimonio son indubitables, toda-vía necesitan hacer decisiones en una situación
de consejo. Tanto el pastor que se da cuenta de esto, como el feligrés que no se siente
amenazado por ello, se sienten en libertad de poner sus energías en libertad para la
búsqueda de respuestas a estos problemas, sin sentir que esto sea una negación de la fe del
laico, una admisión de inefectividad del ministro o un insulto a la tradición teológica de
ambos.

Desventajas en un énfasis exagerado al aconse-jamiento:

1. Limita el ministerio del pastor a unos cuantos, cuando los muchos lo necesitan.

2. Les da a los feligreses neuróticos demasiada opor-tunidad de recibir la atención que


ellos quieren, en lugar de hacer los cambios que necesitan.

3. Evita que el pastor se dedique a otras labores pas-torales que tienen igual o más
importancia.

Desventajas de descuidar esta actividad:

1. Impide que los feligreses reciban la ayuda que nece-sitan en el consejo pastoral.

2. Aísla al pastor de las crudas realidades de la vida que sus feligreses experimentan.

3. Impide el desarrollo de una relación ínterpersonal entre el pastor y su gente, la cual


puede resultar de la rela-ción de consejo.

Normas de guía para el pastor:

El pastor puede mantener su aconsejamiento minis-terial en perspectiva adecuada en la


forma siguiente:

1. Manteniéndose al tanto de todas sus responsabi-lidades, para que no deje que su


tiempo se consuma sola-mente en actividades de consejo.

2. Limitando cada entrevista de consejo, a una hora como máximo, excepto en casos
muy raros.

3. Espaciando las entrevistas con cada persona una vez a la semana, para que los
feligreses tengan tiempo de aplicar a sus problemas la penetración y aprendizaje de las
entrevistas anteriores.

4. Reconociendo que muchos neuróticos buscan aten-ción, y no necesariamente


encontrar la solución de sus pro-blemas.

5. Recomendando a sus feligreses a otras personas o agencias cuando sus problemas


estén más allá de su com-petencia.
ACONSEJANDO Y PREDICANDO

Generalmente hablando, el predicador puede hacer tres cosas relacionadas con el consejo:
(1) puede cerrar la puerta; (2) puede abrirle la puerta a esta actividad; y (3) puede reducir la
necesidad para aconsejar.

Hay dos factores que determinan si la predicación abre o cierra la puerta al momento de la
consejería: (1) la actitud del pastor, y (2) el contenido de su predicación. La actitud del
pastor que se proyecta en su predicación determina en gran parte la cantidad de consejo
que él dará. Si en su predicación su actitud es dura, fría, y propensa a criticar, sus oyentes
inmediatamente sentirán que él no es la clase de persona a quien ellos pueden comunicarle
los aspectos más íntimos de sus vidas. (Por supuesto, la actitud del pastor se revela en sus
relaciones, además de la predica-ción, pero en ninguna más claramente que en ésta). Si por
el otro lado, su predicación revela simpatía, ternura y en-tendimiento, sus feligreses
sentirán que pueden hablarle sobre cualquier clase de problema, sabiendo que él los
aceptará. Lamentablemente, algunos pastores comparan la amabilidad con la debilidad y
sienten que esta actitud es una negación de las demandas del evangelio. Sin embargo, un
examen de la predicación de Jesús desvanecerá esta creencia porque el Nuevo Testamento
claramente deja ver que la verdad más cortante es el amor.

El contenido de la predicación tiene la tendencia de determinar la cantidad de consejo que


dará el pastor a su feligrés. Si la predicación es severa y crítica (sobre la ley) alejará a los
feligreses del pastor; si es compasiva (llena de gracia) los unirá a él. Jackson dice:

Cuando sus palabras desde el púlpito son evidentemente el esfuerzo de un pastor que está
consciente de las personas, para mediar el amor saludable de Dios, él abrirá las puertas del
corazón de las gentes, a la vez que las puertas del cuarto de consulta. Porque la predicación
efectiva siempre será una invitación a ir más allá en la exploración de las necesidades
personales.

La predicación puede eliminar la necesidad de muchas situaciones de consejo, al ministrar


propiamente a las necesidades personales con los recursos del amor y la gracia de Dios. La
mejor clase de predicación demuestra como la zafia entre la debilidad de la humanidad y las
normas de la Deidad pueden salvarse por el puente de la gracia. Así que la predicación es
tanto una confrontación como una mediación que son dos elementos presentes en una
relación consejera sana.

Esto no quiere decir que la predicación puede eliminar la necesidad de todo consejo. Sólo
quiere decir que la clase de problemas que pueden ser resueltos por la predicación deben
ser resueltos de ese modo.

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