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David Rock – El radicalismo argentino 1890-1930

Cap. 3: El ascenso del radicalismo, 1891-1916

La Unión Cívica Radical desempeñó un papel decisivo en la presión ejercido sobre la élite conservadora para
que promulgase las medidas de reforma. El radicalismo fue la primera fuerza política nacional importante en la
Argentina, y uno de los primeros movimientos populistas latinoamericanos. El partido tuvo sus orígenes en
1890, en una minoría escindida de la élite, sólo después de iniciado el nuevo siglo desarrolló sus rasgos
populistas.

Los orígenes del radicalismo

Hasta 1896, el partido fue conducido por Alem. Los orígenes del partido se encuentran en la depresión
económica y la oposición política a Juárez Celman de 1890. En 1889, surge un grupo organizado de oposición
con el nombre de UC de la Juventud, al año siguiente amplía su base de apoyo y se denomina UC. En julio de
1890 se preparan para una revuelta contra el presidente, logrando que este dimita. En 1891, con motivo de las
relaciones que debían mantenerse con el nuevo gobierno de Pellegrini, la UC se dividió y surge la UCR de Alem,
quien hasta su muerte intentó alcanzar el poder por la vía revolucionaria. El fracaso de la UC como de los
radicales estuvo limitada porque la facción del PAN que respondía a Roca, y que contaba con el apoyo de
Pellegrini, amplió su base política y se ganó la mayoría de la élite.

Para el autor, la revuelta de la UC en 1890 no fue una revolución popular y el fracaso de la misma se debió a
que a último momento el general Manuel Campos se echó atrás. El origen de la UC (de la que saldría el
radicalismo un año después) debe buscarse en la movilización de sectores de la élite debido al resentimiento
que alentaban contra Juárez Celman por la exclusión de cargos públicos y el acceso al patronazgo estatal.

La UC era expresión dela imposibilidad de Juárez Celman de instituir una relación estable entre los sectores
politizados de la élite. Algunos de estos grupos se habían opuesto también a Roca en su primer gobierno. El
núcleo principal de la coalición estaba integrado por jóvenes universitarios, creadores de la UC de la Juventud
de 1889. Estos eran en su mayoría hijos de familias patricias.

Un segundo grupo integrante de la coalición estaba formado por varias facciones dirigidas por diferentes
caudillos y que controlaban la vida política en la Capital Federal y en gran parte de la provincia de Bs As.
Algunas de estas facciones también se habían enfrentado a Roca, pero su prestigio derivaba de su oposición a
Juárez Celman. Entre estos dos subgrupos: uno conducido por Mitre, representaba a los principales
exportadores y comerciantes de Bs As; el otro liderado por Alem y contaba con el apoyo de hacendados.

En tercer lugar, había algunos grupos clericales enfrentados con Juárez Celman a causa de ciertas disposiciones
anticlericales que se habían adoptado, como la de Matrimonio Civil.

La UC contaba con algunos adherentes entre los “sectores populares” de la Capital, sobre todo pequeños
comerciantes y dueños de talleres artesanales. Pero la presencia de este último grupo no impedía que el
movimiento estuviese controlado por los elementos patricios a quienes los católicos y los grupos de clase
media les estaban subordinados.

Esto reflejó también en la posición de la UC en materia económica. Aunque intentó capitalizar los efectos de la
depresión y la crisis financiera de los sectores urbanos, lo que más la inquietaba era la forma en que la
depresión había puesto de manifiesto las prácticas monopólicas de Juárez Celman en la distribución de los
créditos agropecuarios.

Lo novedoso de la UC radicaba en su tentativa de movilizar en su favor a la población urbana. Acusó al


gobierno de emitir papel moneda en forma clandestina y comenzó a bregar por la adopción del gobierno
representativo contra la “dictadura” de Juárez Celman. El apoyo popular con que contaba la UC era incierto y
no logró establecer una base institucional. La decepción con respecto al gobierno parecía más expresión
efímera de la crisis económica más que una demanda autónoma en pro de los cambios institucionales que la
UC prometía.

Alem trató de conquistar apoyo para la coalición fuera de Buenos Aires, pero lo que pudieron organizar fueron
pequeñas manifestaciones callejeras. Su plan era apoderarse del gobierno central primero y luego de las
provincias.

Siendo débil el desafío planteado por la UC, la revuelta de julio fracasó. Luego de la caída de Juárez Celman,
Pellegrini se agenció la buena voluntad de los grupos más influyentes de la UC. Mitre quedó satisfecha con una
solución así. Pellegrini adoptó medidas en el frente económico, que eliminaron en forma efectiva el
descontento popular. Estos éxitos eran reflejo de la permanencia del estilo elitista y negociador de la política
tradicional.

En 1891 el proceso de reorganización interna de la élite estaba concluido. Todas las facciones habían sido
atraídas por el gobierno. Fue en ese momento cuando vio la luz la UCR: Alem y sus partidarios se vieron
excluidos del plan de Pellegrini y forzados a continuar su búsqueda de sustento popular y de una base de
masas. Alem denunció los acuerdos entre Pellegrini y Mitre, re retiró de la UC y se proclamó defensor de la
democracia “radical”.

El nuevo partido se hallaba integrado por grupos escindidos del patriciado y que estaban descalificados para
unirse a Mitre, Pellegrini o Roca.

En los cinco años siguientes Alem se afanó en vano por conquistar el apoyo popular y obtener los medios de
organizar una rebelión que pudiera triunfar; pero el descontento del pueblo continuó diluyéndose, y sus
intentos de ganarse a los grupos de hacendados terminaron en fracaso.

De manera que pese a los esfuerzos de Alem, los remanentes de adhesión popular que los radicales habían
heredado de la UC se diluyeron y hacia 1896 no eran más que un grupo minúsculo en el extremo espectro
político. En resumen, las falencias del período fueron:

1) A la sazón, los grupos de clase media sólo eran motivados políticamente durante épocas de crisis económica
extrema. El apoyo urbano obtenido por Alem provino de los antiguos grupos criollos más que de la nueva clase
media formada por los inmigrantes y sus descendientes.

2) La imagen nacional y revolucionaria que los radicales trataron de presentar se vio afectada por su
participación en disputas en torno a subsidios, concepciones y prebendas entre las distintas facciones
terratenientes provinciales. Los radicales, querían eludir el estigma del “personalismo”, pero nunca lo lograron.
A despecho de su pronunciamiento en favor de la democracia representativa, el radicalismo siguió siendo en
muchos aspectos un partido tradicional que procuraba apoderarse del Estado para recompensar a sus adictos.

3) La pérdida de apoyo entre los grupos terratenientes no terminó con la división del a UC en 1891; algunos
sectores del propio Partido Radical fueron ganados para su causa por los sucesivos gobiernos nacionales
mediante limosnas planeadas dentro de su sistema de patronazgo.

4) El partido perdió poderío a causa de las disputas intestinas entre Alem y otros dirigentes. Alem debió hacer
frente a su propio sobrino, Irigoyen, cuyas intrigas para imponer su voluntad fueron las responsables de que
Alem se suicidara en 1896.

1896-1905
El radicalismo fue perdiendo posiciones. Hasta 1900, los sucesos más destacados fueron, en primer lugar, el
surgimiento de Yrigoyen como sucesor de Alem y, en segundo lugar, el hecho de que el eje central del partido
volviera a situarse en la provincia de Buenos Aires. Cuando el partido comenzó a expandirse, el grupo
conducido por Yrigoyen lo mantuvo bajo su control incorporando filiales provinciales en una organización
nacional.

En 1901 la oligarquía sufrió una escisión. Junto con esta inquietud despertada por el proyecto de Pellegrini de
ofrecer las recaudaciones aduaneras como garantía subsidiaria a los bancos europeos, aparecieron nuevos
signos de turbulencia en las universidades (huelgas estudiantiles). La lucha giraba en torno al acceso a las
profesiones urbanas.

Las huelgas se declararon después de que los consejos directivos universitarios, que estaban constituidos por
criollos, resolvieron restringir el ingreso de los descendientes de inmigrantes. El resultado fue una serie de
campañas por la democratización de la estructura universitaria y de los planes de estudios. En los años
siguientes los estudiantes pasaron a constituir un importante grupo de presión urbano en favor del sistema de
gobierno representativo.

Yrigoyen comenzó, alrededor de 1903, a planear otra revuelta. Revitalizó sus contactos con las provincias y
retomó la fundación de clubes partidarios. El disconformismo se limitaba a ciertos grupos restringidos; amén de
los estudiantes, el único ámbito importante de inquietudes antes de 1905 se hallaba entre los jóvenes oficiales
del ejército, quienes también estaban empeñados en una lucha contra la élite criolla para acceder a posiciones
de mayor rango. Yrigoyen se dio a la tarea de organizar un golpe militar.

El golpe falló, pero tuvo efectos a largo plazo. Sirvió para recordarle a la oligarquía que el radicalismo no estaba
muerto ni mucho menos: de ahí en adelante todos los gobiernos que se sucedieron se vieron asaltados
constantemente por el temor de que los radicales entraran para derrocarlos. El otro efecto positivo es que
permitió que el radicalismo se diera a conocer a una nueva generación.

Desarrollo de la organización y la ideología partidarias

Entre el golpe abortado de 1905 y la Ley Sáenz Peña de 1912 los radicales avanzaron en el reclutamiento del
favor popular. Sus organismos provinciales y locales no desaparecieron y comenzaron a expandirse. Quedó
constituido un conjunto de dirigentes locales intermedios, en su mayoría hijos de inmigrantes. La mayor parte
de ellos eran profesionales urbanos con título universitario. Hacia 1908 las organizaciones locales dejaron de
llamarse “clubes” y pasaron a ser conocidas como “comités”. Se convirtieron en organismos de conducción.

El crecimiento del radicalismo de comienzos del siglo XX estuvo ligado al proceso de estratificación social que
concentró los grupos dirigentes de alta jerarquía en las clases medias urbanas dedicadas a las actividades
terciarias. Además de universitarios, se contaban entre los dirigentes intermedios algunos hombres de negocios
que no habían tenido éxito en su actividad. El problema educativo había alcanzado proporciones críticas, en
tanto y en cuanto las limitaciones al desarrollo industrial engendran refuerzos culturales para que las
aspiraciones de movilidad social se centraran en la función pública y las profesiones liberales.

La diferencia entre la posición de Yrigoyen luego de 1905 y la de Alem unos quince años atrás: el pedido de
apoyo de Alem estuvo dirigido a los grupos criollos; mientras que Irigoyen se dirigió a los argentinos hijos de
inmigrantes, empleados en su mayoría en el sector terciario.

Los radicales ignoraron a los inmigrantes, pero los hijos de estos desempeñaron un papel fundamental. El 46%
de los funcionarios que se presentaron a las elecciones internas de la ciudad de Bs As llevaban apellidos no
hispánicos.
Luego de 1905 los radicales comenzaron a incrementar el volumen de su propaganda. El contenido efectivo de
la doctrina y la ideología radicales era limitado: no pasaba de ser un ataque eclético y moralista a la oligarquía,
al cual se le añadía la demanda de que se instaurase un gobierno representativo. El partido operaba sobre la
base de ciertos eslóganes: la “abstención” o negativa a participar en elecciones fraudulentas, y la
“intransigencia revolucionaria” o determinación de repudiar el sistema político vigente y establecer una
democracia representativa por vía de una revolución.

Uno de los rasgos más destacados del radicalismo a partir de esta época fue su evitación de todo programa
político explícito. Había sólidas razones estratégicas para proceder así. El objetivo era evitar las diferencias
sectoriales y poner de relieve el carácter coaligante y agregativo del partido.

Los “males de todo orden” nunca se definieron claramente: sólo se afirmaba que la corrupción de la oligarquía
había limitado el desarrollo del país. La libertad y expansión de las fuerzas productivas del país únicamente se
alcanzarían mediante la “democracia”, presentada por los radicales casi como una panacea para resolver los
problemas nacionales. Su interpretación del papel del Estado era negativa, veían en él un agente destinado a
apartar los obstáculos que se oponían al destino de autorrealización de la nación.

El objetivo de los radicales con respecto a la economía era fortalecer la estructura primario-exportador
promoviendo un espíritu de cooperación entre la élite y los sectores urbanos que estaban poniendo en tela de
juicio su monopolio del poder político. Este pasó a ser quizás el factor que más alentó a los reformadores de
1912 a interpretar que la política radical no representaba un peligro para los intereses de la élite y que el
peligro podía disiparse haciendo concesiones en lo que se refiere al gobierno representativo.

Hipólito Yrigoyen

La novedad que puso más de relieve el carácter populista que el partido había adquirido hacia 1912 fue el
surgimiento de Yrigoyen como líder. La oposición de Yrigoyen a la oligarquía derivaba de las frustraciones
personales que había experimentado a causa de Roca. Su carrera política se inició en 1873, cuando Alem,
consiguió para él un puesto de inspector de policía. Reapareció en escena en 1879 como candidato a diputado.

Para la época en que se sumó a la UC, en 1890, y que comenzó a maniobrar con vistas a controlar la UCR, ya
tenía bastante práctica en las técnicas usuales de manipulación de las elecciones. Era un representante
bastante típico de los primeros radicales, que aspiraban a crear una coalición popular para restaurar su
suerte política.

Su estilo político consistía en el contacto personal y la negociación cara a cara, que le permitieron extender su
dominio sobre la organización partidaria y crear una cadena muy eficaz de lealtades personales. Hacia 1912,
Yrigoyen se había transformado en un estratega político. Poco a poco obligó a la oligarquía a conceder la
reforma mediante la amenaza de la rebelión, al par que ampliaba su control del partido gracias a su capacidad
de persuasión personal y a sus condiciones para organizar a las masas.

El radicalismo se desarrolló menos como un partido, en el sentido estricto de la palabra, que como un
movimiento de masas que fundaba su fuerza en una serie de actitudes emocionales.

Estrategia de la movilización de masas, 1912-1916

En 1912, cuando los radicales abandonaron su política de abstención y comenzaron a postular candidatos para
las elecciones, la organización del partido no había terminado. El partido seguía falto de una coordinación
central. Aunque se habían establecido comités partidarios permanentes, fuera de las grandes ciudades no
contaban con una organización amplia a nivel local.
El enfoque moral y heroico que tenían de los problemas políticos les permitió presentarse ante el electorado
como un partido nacional, por encima de las distinciones regionales y de clase. Yrigoyen demostró su
sagacidad política: luego de 1912 se las ingenió para convertir una confederación de grupos provinciales en una
organización nacional coordinada.

La fuerza del radicalismo estribaba en su organización en el plano local y los amplios contactos con la jerarquía
partidaria que le ofrecía el electorado. Si bien la Ley Sáenz Peña terminó con la compra lisa y llana de los votos,
los radicales no tardaron en establecer un sistema de patronazgo que no era menos útil a los fines de
conquistar sufragios. A cambio del voto cada dos años, los caudillos de barrio cumplía gran cantidad de
pequeños servicios para sus respectivos vecindarios en la ciudad o la campaña. Junto con el cura de la
parroquia, el caudillo de barrio se convirtió en la figura más poderosa del vecindario y el eje en torno del cual
giraba la fuerza política y popularidad del radicalismo.

En esta tarea colaboraron los comités, organizados según líneas geográficas y jerárquicas en diferentes lugares
del país. Había un comité nacional, comités provinciales, comités de distrito y comités de barrio ; en períodos
de elecciones se añadían una serie de subcomités que atendían zonas menores dentro de cada distrito. Una de
las cosas de las que más se jactaban los radicales era que sus representantes oficiales habían sido elegidos
mediante el libre sufragio de los afiliados al partido, con lo cual se evitaban las tradicionales políticas
“personalistas” de reclutamiento por cooptación o por estatus adscripto.

Los caudillos de barrio explotaban la gran popularidad de los comités para retribuir a sus adictos con cargos
fundamentalmente simbólicos, que podían ser utilizados para ampliar el número de adherentes.

La actividad del comité alcazaba su punto culminante en época de elecciones. Amén de las tradicionales
reuniones callejeras, la fijación de carteles en las paredes y la distribución de panfletos, el comité se convertía
en centro de distribución de dádivas para los electores.

Los elementos notorios de manejo y manipulación desde arriba eran evidentes en el carácter amorfo de la
ideología radical, la cual estaba modulada de modo de inspirar en los grupos urbanos la adhesión a una
redistribución mínima de la riqueza, en vez de inspirarles el anhelo de un cambio novedoso y constructivo:
exigía una diferente estructura institucional, la canalización de los favores oficiales en dirección a las clases
medias urbanas, mayor sensibilidad por las inquietudes de los consumidores, pero preservando el sistema
social que había surgido de la economía primario-exportadora. Su concepción de la sociedad era una
amalgama ecléctica de ideas liberales y pluralistas. Atacaba a la oligarquía con argumentos liberales. Pero
también veía en la comunidad un organismo casi biológico, conformado por partes funcionales interactuantes y
obligaciones recíprocas.

Los radicales se apoyaban mucho en medidas paternalista. Reflejaban también el tenue vinculo existente entre
los grupos más politizados y las oportunidades de empleo productivo en las ciudades. El paternalismo era el
medio de hacer extensivas a las masas las técnicas tradicionales de patronazgo.

La UCR ganó las elecciones presidenciales en 1916.

Relaciones entre los propietarios de tierras y la clase media

Algunos problemas asediaban al radicalismo, el principal de los cuales era la rivalidad entre las distintas
facciones que procuraban alcanzar cargos gracias a él. Cuando se sancionó la Ley Sáenz Peña, el propio
Yrigoyen se opuso al comienzo a que se abandonara la política abstencionista, y durante un tiempo siguió
adhiriendo a la rebelión y a la libertad de acción que esta le conferiría en caso de lograr éxito.
La presión para participar en las elecciones provino de los grupos urbanos de clase media. Esto planteó la
cuestión de si la autoridad dentro del partido le correspondía a los “viejos” radicales o a los nuevos grupos de
clase media, y también el interrogante de si Yrigoyen se alineaba con los estancieros que habían apoyado al
partido en la década del ochenta o con los dirigentes medios “advenedizos”. Cuanto más crecía la clase media,
más previsible era que desarrollaría intereses propios y estaría dispuesta a aceptar posiciones secundarias. En
1912 algunos profetizaron que esto originaría la quiebra del radicalismo como coalición.

Este problema cobró relevancia en 1916, durante la convención realizada por el partido para designar su
candidato presidencial. A la candidatura de Yrigoyen se opusieron muchos de los antiguos adeptos de Alem,
pero Yrigoyen logro el triunfo gracias a la popularidad de que gozaba en la clase media.

Aspectos regionales

Existían signos de conflicto de tipo regional dentro del partido.

La “invasión” del distrito electoral, al paso que suministra un vívido ejemplo de los métodos que se empleaban
para el sufragio, refleja el permanente intento de Yrigoyen y sus adictos porteños por controlar las filiales
provinciales. Donde las elecciones eran decididas en gran parte agenciándose el favor del hacendado del lugar,
quien intimidaría a sus peones para que votasen como él quisiera; pero no ocurría lo mismo en las provincias
pampeanas, en las que las filiales contaban con fuertes núcleos propios e independientes.

Al quedar constituido el colegio electoral, se comprobó que los partidarios de Yrigoyen no alcanzaban la
mayoría necesaria. Fue preciso negociar los votos de un grupo de disidentes radicales de Santa Fe, quienes
antes se habían negado a apoyar la fórmula presidencial del partido. De este modo, en 1916 se comprobó que,
si bien el radicalismo era un partido nacional, aún no había logrado superar por completo los antagonismos
regionales del pasado.

El radicalismo en la sociedad argentina: la inmigración y el capital extranjero

En 1916 el radicalismo era una especie de partido democrático conservador, que combinaba la adhesión a los
intereses económicos de la élite con un sentido de identificación con la comunidad en general. Esto hizo que en
el plano ideológico estuviese impregnado de ideas paternalistas y comunitarias, que le confirieron la
posibilidad de proyectarse como una alianza entre distintos sectores.

La UCR se aproximaba bastante a la alianza que los conservadores habían estado buscando entre los magnates
de la élite y los profesionales de clase media, provenientes de familias urbanas de inmigrantes. Estos dos
sectores eran coaligados por un tácito acuerdo quid pro quo: los terratenientes querían medidas conservadoras
y estabilidad política, a cambio de lo cual se mostraban dispuestos a ampliar el acceso de la clase media a las
profesiones liberales y a la burocracia.

Los radicales habían establecido vínculos con la clase media “dependiente”, compuesta en su mayoría de
hijos de inmigrantes, pero no con los inmigrantes mismos, ya se tratase de los pequeños industriales y
comerciantes o de los obreros. Los problemas se planteaban con los grupos de más alto estatus , y fue sobre
estos que se lanzaron los radicales. La posibilidad de establecer lazos efectivos con los inmigrantes estaba
desalentada por la Ley Sáenz Peña, que había excluido a estos del derecho al sufragio, dejándolos fuera del
sistema político.

Las relaciones entre los radicales y los inmigrantes fueron buenas a causa de que gravitaban en la situación y en
las lealtades políticas de los hijos de aquellos; pero cuando pensaban que ello podía beneficiarlos, los radicales
no se abstenían de explotar los sentimientos xenófobos latentes en la sociedad nativa.
El radicalismo surgió como el principal movimiento político del país en un momento en que la economía
primario-exportadora ya había alcanzado la madurez. Los lazos institucionales y políticos entre el capital
extranjero y la élite se habían establecido mientras los radicales se hallaban en la oposición; carecían de un
contacto organizado con los representantes del capital extranjero, pero no hay razones que permitan inferir que
sus actitudes hacia este debían diferir de las de la oligarquía. Los radicales no eran nacionalistas en lo
económico; aceptaban y reconocían la dependencia del país con sus conexiones en ultramar para contar con
mercados y fuentes de inversión.

Los radicales tuvieron un papel destacado en la campaña subsiguiente contra las empresas ferroviarias, y lo
justificaron como una variante dentro de su ataque más general a la oligarquía. No es que el capital extranjero
fuera en sí mismo malo, sino que la oligarquía había permitido que se estableciera un sistema corrupto de
intereses creados, el cual conspiraba contra los grupos nacionales.

Los ingleses adoptaban las mismas actitudes que tenían hacia los radicales los grupos de la élite nacional. El
radicalismo era visto como una innovación, no porque pusiera en peligro el orden establecido, sino porque sus
características organizativas y su estilo político estaban en agudo contraste con todo lo que se conocía hasta
entonces.

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