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Vista
de Fraciscio
San Luis Guanella 7
Sor Rosa tenía razón. Sólo ella parecía ser
consciente de este aire de catástrofe. Multipli-
caba sus esfuerzos, pero “cuando teníamos pan
para todos, faltaban platos y, cuando ya tenía-
mos platos, faltaba el pan”. ¡Y eso sí que era lo
peor!
- Esto es el caos -gritó sor Rosa, encolerizada.
- Sí -dijo Luis, haciendo chiste-, esto parece
el arca de Noé.
La ocurrencia pareció graciosa a todo el
mundo. La casa de Como sería conocida a fi-
nales del siglo XIX con el nombre del “Arca de
Noé”.
Al principio era el caos. Y ahora, gracias a
Dios, un siglo después, las múltiples casas de
don Guanella, presentes en 21 naciones y 4
continentes, siguen siendo un maravilloso caos
y un armonioso desorden.
Pero ¿quién fue el iniciador de este estilo
“arca-de-Noé”? ¿Quién era este cura medio
loco, medio cuerdo? Vayamos a sus raíces
porque el torrente Rabbiosa sabe mucho de su
infancia.
Valle Rabbiosa.
Al fondo,
el pico Stella
Papá Lorenzo
Guanella e
Mamá María
Bianchi
Campodolcino.
Iglesia
parroquial y
monumento a
Luis Guanella.
Autor:
A. Vismara
Campodolcino.
“Luisito
llevaba
en las manos
un cucurucho
de caramelos”
Gualdera.
Grupo
escultórico
realizado por
U. Malinverno
16 San Luis Guanella
Iv. El torrente Rabbiosa: amigo y cómplice
Fraciscio.
El torrente
Rabbiosa
San Luis Guanella 17
E l muchacho se las traía. A travieso y a
trasto, pocos le ganaban en Fraciscio.
Más de una aventura estuvo a punto de ser
malaventura definitiva.
Y Lorenzo y María tuvieron que atarlo corto
en más de una ocasión.
Lo que pasa es que nadie sabía conjugar, tan
bien como él, la bondad y las travesuras.
Luisito se hacía querer porque siempre esta-
ba dispuesto a cargar con el haz de heno de la
viejecita o a cuidar a un mocoso mientras la
madre lavaba la ropa en el arroyo.
Pero de travesuras, ¡uf!, ni se sabe.
Conocía todos los juegos arriesgados del
valle. Le encantaba saltar el torrente Rabbiosa
desde una roca a otra (algo de esta energía im-
petuosa se le pegaría).
Y más de una vez, la corriente le arrastró hasta
dar de cabeza contra el molino. “¡Qué duende!”.
Un diablillo tal que, para leer más cómoda-
mente en su cuarto, no se le ocurrió otra cosa
que descolgar el candil de la pared y acercarlo
a la cabecera de la cama.
Y tan absorto estaba en la historieta de bue-
nos y malos, que no se percató que la habita-
ción estaba ardiendo.
Menos mal que papá Lorenzo vio las llamas,
y todo el pueblo, a una, apagó el fuego en me-
dio de ayes y lamentaciones: “Es que no deja
títere con cabeza”, “no sale de una y ya está en
otra”, “y luego parece que no rompe un plato
cuando está en la iglesia”.
Otra vez, tuvo la genial idea de encerrar a su
hermano pequeño en un pajar polvoriento del
18 San Luis Guanella
que lo sacaron medio asfixiado. ¡Qué barbari-
dad!
Sin embargo, la reina de las travesuras estaba
por suceder. Al pueblo llegaba el correo en una
diligencia que hacía las delicias de toda la chi-
quillería.
Entre la chavalería se había puesto de moda
subirse a los caballos cuando éstos iban a trote.
Luis, que no se acobardaba, saltaba al caballo,
y de uno pasaba al otro que era un gusto verlo.
“Aquí estoy yo”, parecía decir, triunfante sobre
el caballo.
Hasta que un día, Luisito pierde el equilibrio
y termina entre las patas de los animales, rebo-
zado de polvo y con más cardenales que un
cónclave.
Los muchachos se acercan atemorizados y
curiosos; las madres, lanzando gritos de dolor.
El pequeño Luis parece como muerto, pero sólo
parece, porque enseguida se levanta, se sacude
el polvo y se aleja. ¿Pensando en otra correría
más arriesgada? Sin duda.
Como.
Colegio Gallio
U na tarde, cuando
Luisito bajaba
del prado con su haz
de heno, vio aparecer
a su padre con una
sonrisa desacostum-
brada: la de los días
de auténtica dicha.
- Prepárate, Luisito,
que vas al seminario de
Como. Hemos conseguido una beca en el colegio
Gallio. ¿Te alegras?
A los pocos días, Luisito deja sus queridos
valles por primera vez. Tiene doce años. Y su
sueño infantil de ir al seminario para hacerse
cura está a punto de cumplirse.
A Luisito, la ciudad de Como debió parecerle
la reunión de las siete maravillas de la antigüe-
dad clásica. Se quedaba boquiabierto ante una
iglesia, una calle, una fuente o un comercio. Y
los alumnos de la capital se daban con el codo
ante los múltiples “oh” del típico pardillo.
Sin embargo, Luisito echaba de menos el fuego
del atardecer, los abetos, el torrente Rabbiosa, las
nieves, las correrías con los amigos, los achuchones
de los hermanos... Y además, qué diferencia entre
el calor de la familia y la helada disciplina del
colegio. Nos lo cuenta Luis: “Cuando al acostarme
la primera noche, no oí la dulce voz de mi madre,
20 San Luis Guanella
se me encogió el corazón. Comprendí que al
pajarillo del valle lo habían metido en una jaula.
Qué duro me resultó habituarme a una disciplina
severa y, a veces, amenazante”.
La nostalgia, no obstante, no pudo nunca con
esa voluntad férrea que lo había caracterizado
desde muchacho. Se puso a estudiar con una
aplicación increíble. Se le daban muy bien las
lenguas, pero las matemáticas se le negaban.
Quizás era un presentimiento. Años más tarde,
cuando fundara casas y más casas, tampoco le
cuadrarían las cuentas. Y es que Luis, muy pro-
bablemente, había intuido que lo que se parte y
comparte no necesariamente disminuye.
El profesor de latín le sugería al de matemáti-
cas: “Anda, aprueba al Guanella con un cinco;
total, va a ser cura”.
Permaneció en este colegio hasta 1859. En ese
año, Garibaldi intentaba la unificación de Italia, y,
a la sazón, estaba librando batallas en Como contra
los austriacos. El colegio compartía la animación y
el entusiasmo por las campañas garibaldinas. Un
buen día, el prestigioso colegio Gallio transformó
sus aulas en salas de hospital para los soldados.
Luis tuvo que volver a su pueblo con el co-
razón decepcionado.
Fue por poco tiempo. Quizás por aquello de que
Dios escribe derecho sobre renglones torcidos.
Volvió a liar el hato y a desandar el camino hasta
Como. El seminario San Abundio le esperaba.
Eran años calientes en el Norte de Italia. Los
ánimos de los septentrionales, nada dados a la
exaltación o al acaloramiento, se encendieron
por entonces, y hasta el seminario participaba
San Luis Guanella 21
de este ardor colectivo. Muchos seminaristas
cambiaron la sotana por el uniforme militar y,
abandonando el rosario y los textos latinos, em-
puñaron las armas contra los austriacos.
Por otra parte, una ola de anticlericalismo crecía
lenta, pero inexorablemente. Un laicismo radical,
parte negativa, sin duda, de los movimientos
Como. revolucionarios del momento, iba haciendo
San Abundio,
el seminario mella en políticos y en gente de a pie.
donde Luis En estos años calientes, marcados por las
realizó
sus estudios guerrillas de los italianos y por un anticlericalis-
de filosofía mo emergente, se iba formando el carácter del
seminarista Luis Guanella que, ahora, estudiaba
con ahínco Filosofía y Teología. Y él, curioso por
naturaleza, todo lo quería saber, todo conocer.
Su lema era “estudiar, estudiar, estudiar”.
Tampoco era una rata de biblioteca, enfrascado
en su torre de marfil. El sufrimiento también estaba
en el seminario. Un compañero suyo contrajo una
enfermedad contagiosa que le llevaría a la muerte.
Luis, desoyendo recomendaciones de prudencia,
hizo de enfermero, prodigándole mil cuidados.
Como.
Seminario (No está de más decir que en las primeras Cons-
Mayor, tituciones que don Guanella presentó ante la
donde Luis
cursó teología Santa Sede, añadió -a los consabidos votos de
pobreza, castidad y
obediencia- un cuarto
voto de asistencia
a los enfermos
contagiosos).
De momento, los en-
sayos para la repre-
sentación real acaba-
ban de empezar.
22 San Luis Guanella
Vi. “Espada de fuego. Sal de la tierra”
Como.
Capilla
de San Miguel
en el palacio
episcopal,
en la que Luis
se ordenó
sacerdote
Turín.
Alumnos
del Oratorio
de Valdocco
30 San Luis Guanella
una de firmeza. Esta hora 24 le tocó a un joven
impertinente que se entretenía en tirar bolas de
nieve a los catequistas en la iglesia. Don Gua-
nella no se anduvo con contemplaciones y lo
puso de patitas en la calle.
Don Bosco invitaba e insinuaba, urgía y pre-
sionaba a don Luis para que se hiciese cargo de
un colegio en Venezuela.
Don Guanella se encontraba entre la espada y
la pared. Su cariño hacia don Bosco era mucho;
pero una llamada interior le invitaba a seguir su
propio camino.
-Mire, don Bosco, usted me ofrece el sol y la
luna; pero yo nunca me perdonaría a mí mismo
si no intentase construir una ‘choza’ en mi tierra
para los necesitados.
A poner fin a este tira y afloja entre don Guanella
y don Bosco, llegó una carta del obispo: “Don
Luis, le ruego se dirija a Traona como coadjutor.
Ayudará al arcipreste, gravemente enfermo”.
Don Guanella tuvo que decidirse:
- Lo siento, don Bosco, pero he de obedecer a
mi obispo.
Ha pasado tres años aprendiendo en la escue-
la magistral de don Bosco, de este hombre que
“era imán que atraía y palabra que iluminaba la
mente”.
Sintió que se le rompía el alma al dejar a don
Bosco: “No creo haber sufrido tanto el día de
la muerte de mis padres”, y también escribirá:
“Cuando a mis espaldas se cerró la puerta de la
casa de los salesianos, me sentí como un perro
sin amo. ¿Qué iba a ser de un perro miserable,
solo y sin camino?”.
San Luis Guanella 31
Ix. Mejor es quitar las piedras del camino
Vista
de Traona
Traona.
La iglesia de
San Alejandro
San Luis Guanella 33
- ¿Qué editorial es ésa,
don Luis?
- Es la editorial de la
caridad.
- Se explique mejor, que
nos tiene aturdidos.
- ¿Qué método de éstos
os parece mejor: el de
la madre que, zapatilla
en mano, pone a su
hijo el trasero como un
Traona. tomate porque se tropezó y rompió el cántaro en
La habitación
de Luis el camino, o el método de esa madre que quita los
cantos del camino para que el pequeño no tropiece
y llegue con el cántaro y con el agua a casa?
- Hombre, ¡qué cosas tiene! Mejor es qui-
tar las piedras del camino.
- Pues ése es el método preventivo. Consiste en
arropar y envolver a las personas con amor para
alejar cualquier peligro de caída o de tropiezo,
y así conducirlas por el camino del bien.
Don Guanella quería que su método
preventivo fuese la cartilla y la enciclopedia
de su sistema educativo: “El arte de educar es,
sobre todo, obra del corazón”. “Mejor es pecar
por exceso de misericordia que por exceso
de rigor y justicia. Y además este método
preventivo se ha de dar hacia los iguales, hacia
los superiores y hacia los inferiores”.
- O sea, que ahora van a ser los alumnos los
que enseñan a los maestros.
- No, tampoco es eso. Los inferiores también
tienen que amar a sus superiores para que éstos
se curen en salud.
34 San Luis Guanella
Traona.
El viacrucis
que lleva
hasta el antiguo
convento de san
Francisco
Vistas de
Pianello
del Lario
40 San Luis Guanella
Xi. La culpa fue de la ensalada
Pianello
del Lario.
El hospicio
de Camlago,
fundado
por don Carlos
Coppini
San Luis Guanella 43
Xii. Una barquichuela cruza el lago
Como.
La barquichuela
arribó a Como
desde Pianello
del Lario
un 6 de abril
de 1866.
Bajorrelieve de
A. Vismara.
Como.
Casa
de la Divina
Providencia,
la primera
fundación
46 San Luis Guanella
Xiii. érase una vez un reino de buonifigli
Como.
Iglesia
del Sagrado
Corazón,
a primeros
del siglo XX
Casa Divina
Providencia.
Sección
de ancianos,
en los primeros
años del s. XX
Casa Divina
Providencia.
Sección
de Artesanos,
a primeros
del s. XX
San Luis Guanella 51
Cuarto Mundo para buscar a los pobres e invi-
tarles a las bodas. Profeta y apóstol de un Cuar-
to Mundo que está rozando con el Primero,
pero al que no llega ni una migaja de pan ni una
brizna de ternura.
¿Y qué ofrecía este buen cura a los pobres? ¿Las
cuatro “efes” (frío, hambre, humo y disgustos)
como a sus seguidores? ¡Ni pensarlo! Recuerda
que en el Palacio Guanella, los pobres son
invitados regios, y los guanelianos y guanelianas
son los criados que sirven el banquete.
¿Y en qué consiste el menú de este fabuloso
y cuasicelestial banquete?
Don Guanella lo resumió admirablemente y
lo puso en práctica durante toda su vida: Dad
PAN Y SEÑOR en abundancia.
Y en estas dos palabras están comprendidas
todas las necesidades del hombre: las materiales
y las espirituales; el pan, pero también el cariño;
el alfabeto, pero también el padrenuestro; toda
la promoción humana y toda la promoción
espiritual.
Para don Guanella, todo hombre es hijo de
Dios (aunque hijo de la calle y desecho huma-
no) y, por lo tanto, todo hombre debe ser trata-
do como tal, ayudándole a alcanzar la estatura
humana a la que ha sido llamado y la dignidad
verdadera de Dios, su semejante.
Como ves, un menú completo, de cinco te-
nedores: el pan del horno y el pan del sagrario;
el paraíso de los ángeles al que llegaremos y
el edén recreado que hay que ofrecer a los que
provienen de los sótanos de la humanidad.
Pan y paraíso. Pan y Señor. ¡Ahí es nada!
52 San Luis Guanella
Xv. Una levadura llamada Providencia
Q ue la levadura
hace crecer la
masa, lo sabe todo el
mundo. Que la levadu-
ra “Providencia” hace
crecer la masa más y
mejor, lo sabía bien, y
por experiencia, don
Guanella. Parece un
anuncio publicitario.
“Dios ha creado el mundo y, con su Provi- Como.
dencia, lo mantiene. La Providencia significa Bernardo y
Sofía Calvi,
que Dios prevé las necesidades del hombre y instrumentos
de la
provee para resolver esas necesidades.” Providencia
Confiaba totalmente en la Providencia divina: para
la adquisición
“No, no soy yo quien actúa: es Dios quien lo de la casa
hace todo. Estas son obras suyas; por lo tanto, Él Biffi de Como.
Bajorrelieve
proveerá para que no nos falte lo necesario”. de A. Vismara
Claro que esta Providencia no es un arte de
magia. Para que se cumpla necesita que el hom-
bre ponga todo de su parte y que tenga una con-
fianza ilimitada en Dios: “Vosotros id a buscar
a los pobres, que Dios se encargará de llenar los
platos de la mesa”. Si cada hijo nace con un pan
bajo el brazo, cada pobre que se acoge en Casa
Guanella, llega con una hogaza.
En una audiencia papal:
- Dígame, don Luis, ¿cómo puede dormir con
tantas preocupaciones? -le preguntaba Pío X.
San Luis Guanella 53
- Mire, Santidad, duermo a pierna suelta.
Hasta medianoche me preocupo yo de todo;
después, dejo que se preocupe Dios.
Bien dicho, Luis, que Dios también arrime el
hombro... El que algo quiere, algo le cuesta.
Don Guanella con buen humor decía: “A ve-
ces me da la impresión de tener la Providencia
en el bolsillo”. Pero, a renglón seguido y seria-
mente: “La Providencia de Dios falla por dos
causas: la falta de oración y la falta de confian-
za”. Y con ironía exhortaba: “El administrador
de una casa no debe ser hombre de ciencias,
sino hombre de fe”. ¡Mamma mia!
En las primeras fundaciones, faltaba de todo
o de casi todo. Y, sin embargo, la vida de estas
casas está llena de ejemplos de intervenciones
-algunas bastantes inexplicables- de la Divina
Providencia.
Sábado. Día de paga para los albañiles que
levantan una nueva casa. El encargado se acer-
ca a don Guanella:
- Dentro de tres horas, los obreros vendrán a
cobrar y me huele que otra vez anda a verlas
venir.
- En efecto -contesta
Luis-, en este instante
no me queda nada.
Dios es un papá
Pero hay que tener fe.
que cuida - Lo que hay que te-
de sus hijos,
especialmente
ner es dinero para pagar.
de los más Así estaban, cuando
débiles.
Presencia se abre la puerta. Un
guaneliana bienhechor se acerca
en Asia
(Filipinas) y le entrega un sobre:
54 San Luis Guanella
“Tenga, por si lo necesita”.
- ¿Cuánto es su paga? -le pregunta Luis al en-
cargado.
- En total, 590 liras -contesta el encargado,
incrédulo.
- Tenga, que aún sobran diez.
Otro ejemplo:
La superiora se acerca hecha una fiera:
- No tenemos nada de comida para las huérfa-
nas. Ni un grano de arroz, y ya es casi medio-
día.
- Pero ¿tenéis agua? -pregunta don Guanella,
ingenuo.
- Agua sí, padre. Lo que no tenemos es arroz.
- Pues ya tenéis la mitad de la comida. Tenga
confianza.
Ni que decir tiene que la monja se alejó hecha
un basilisco. A los cinco minutos, se acerca un
carro y un mozo descarga un saco de arroz.
¿Entendéis, ahora, lo de la levadura “Provi-
dencia”? Don Guanella sólo contaba con Pro-
videncia y ésta era la levadura que hacía crecer
la masa de sus seguidores, de sus casas, y el pan
de sus asistidos.
El no inventó esta levadura, pero podemos
decir que la patentó o, por lo menos, que la co-
mercializó en sus casas: “Nuestra institución
tomó el nombre de Providencia, porque sin ella
no habría podido progresar y difundirse”.
Si Dios que, como sastre, confecciona los
trajes a los lirios, como cocinero prepara los
platos a los pajarillos, como arquitecto hace las
madrigueras de los zorros, ¿qué no hará por no-
sotros, sus predilectos?
San Luis Guanella 55
Xvi. Dios es un Padre más bueno que el pan
A Luis Guanella
no le fue difícil
hacerse una idea
personal de Dios.
Razonaba así: “Si mi
padre, el buen señor
Lorenzo, trabajaba
sin descanso para
que no nos faltase
la polenta cada
noche; si perdonaba
todas mis travesuras
-y algunas fueron
graves-; si me subía
sobre sus hombros
para llevarme a la
fiesta del pueblo
Dios, vecino; si el castigo más gordo que me daba
Padre bueno,
nunca te era un pescozón cuando me distraía durante
abandona. el rosario; si todo esto era capaz de hacer mi
Centro Villa
San José padre de esta tierra, ¿Qué no hará por mí,
de Palencia y por todos nosotros, nuestro Dios que es
(España)
clemente y misericordioso?
“Dios es Padre, Dios es Padre”, repetía una y
mil veces a quien quisiera oírle. “Dios, definiti-
vamente, es un padre más bueno que el pan; un
papá que se ocupa y preocupa por sus hijos y,
especialmente, por los más desvalidos, por los
menos fuertes, por los enfermos”.
56 San Luis Guanella
Este tema de Dios como Padre es de bastante
actualidad; pero no olvidemos que don Guanella
repetía estas ideas a finales del XIX y principios
del XX.
Por entonces, la noción que la gente tenía de
Dios no era precisamente la de un papá cariño-
so, es más...
Equivocadamente, se habían cargado las tin-
tas en ese Dios de los ejércitos que lo mismo
ahoga egipcios que mata filisteos. Un juez im-
placable que dicta sentencia aquí y ahora. El
Dioscastigasinvara.
Por otra parte, se había eclipsado bastante la
faz de un Dios que se rompe la cabeza para dar
a Adán y Eva una casa en la que no falte detalle;
un Dios que es carne de nuestra carne y hueso
de nuestros huesos en Belén; un Dios que todas
las tardes sube al altozano para ver si el hijo
díscolo vuelve a casa y, es más, lo espera, no
con la vara entre las manos, sino con regalos y
campanas al vuelo.
Por eso, hace un siglo, resultaba verdadera-
mente innovadora la idea de ver a Dios como
un padre y como una madre: “Dios es como el
pelícano que, no soportando ver sedientos a sus
polluelos, se rasga las venas del pecho para que
sacien su sed. Y él muere feliz, al dar la vida
por sus crías”.
Dios es un padrazo y una madraza que cuida,
acaricia, conduce, vigila..., y también, alguna
vez, se le escapa un cachete, alguna vez aprie-
ta, pero nunca ahoga.
Don Guanella escribirá: “Recuerdas que,
de pequeño, al ver llegar a tu padre, gritabas
San Luis Guanella 57
“papá, papá”, y le decías: ¿qué me has traído?
Entonces, tu padre te cubría de besos y te llena-
ba las manos de caramelos”. Y añadía: “Esta es
la imagen de Dios-Padre, y tú, ¿no querrás ser
un niño confiado y cariñoso?”.
Don Guanella quería que sus hijos e hijas tu-
viesen la espiritualidad de Marta y María. Al
cincuenta por ciento. “Hay que rezar y hay que
hacer. Contemplar a Dios, sin embobarse. Ayu-
dar al necesitado, sabiendo que es él quien lo
hace todo”.
Cariñosamente, solía llamar a sus seguidores
“asinelli” (borriquillos) de la caridad. Y a sus
monjas “martorelle” (sencillas y sacrificadas) y
les decía que tenían que ser “sacos de padre-
nuestros”.
Lora.
Luis en
conversación
con los
telegrafistas
llegados
a Como para
el centenario
de la invención
de la pila
por parte de
Alejandro Volta
Nuova Olonio,
Casa Nuestra
Señora
del Trabajo
San Luis Guanella 61
Xviii. Vuestra patria es el mundo entero
Roma
Capital espiritual del orbe. En 1903, le re-
Roma.
Basílica galan unos terrenos en los alrededores de la
de San José Ciudad Eterna para construir una granja donde
en el barrio
Trionfale rehabilitar buonifigli. Don Guanella no se lo
piensa dos veces y, poco después, con un
grupo de sacerdotes y monjas lle-
ga a Roma.
A los pocos días, Pío X le re-
cibía en audiencia, con una
palmadita en la espalda:
- ¿No querrás, Luis, le-
vantar una iglesia en algún
barrio pobre de Roma?
- Santidad, cuando salga
del Vaticano, me echo
a la calle a buscar
un solar.
Pasó el tiempo y,
de nuevo, audien-
cia papal:
- ¿Qué tal las
obras, don Luis?
64 San Luis Guanella
He oído que una señora romana te ha regalado Roma.
Colonia
50.000 liras. Monte Mario
- Eso venía a decir a su Santidad. Creo que el
Vicario de Cristo no será menos que una señora
romana.
Pío X se encontró sin escapatorias y tuvo que
ser más generoso que de costumbre.
América
Luis era un mocoso aún, pero no olvidaría
nunca la mañana en que sus tíos y primos deja-
ron el valle, los campos y, con un hato de ropa
a la espalda y la llave de la casa en el pecho,
se alejaron, entre lágrimas, para embarcarse ha-
cia América. Era el hambre y la miseria la que
hacía emigrantes, no la sed de aventura.
A finales de 1912, viejo y cansado, pero con el
entusiasmo juvenil que da el aguijón misione-
ro, Luis Guanella se embarcó para América. A
San Luis Guanella 65
San Luis, cuantos le despedían,
en los
Estados Unidos les dijo: “Voy porque
(1912-1913)
siento la llamada”.
Conoció de cerca el
mundo de la emigra-
ción, especialmente,
en Boston y Chicago.
Un grupo de emigran-
tes le recibió: “Mán-
denos un sacerdote.
Aquí vivimos y morimos como bestias”.
Luis defendió con energía las tradiciones de
los emigrantes: “No abandonéis vuestras tradi-
ciones italianas, ni vuestra lengua, ni la fe de
vuestros padres”.
Como, Milán, Roma, América..., los grandes
saltos estaban dados. El charco había sido cru-
Las primeras zado.
monjas La hora de ensanchar las fronteras guanelia-
guanelianas
que en 1913 nas había llegado: “Los pobres son pobres en
llegaron
a Chicago
cualquier nación. El mundo entero es vuestra
(USA) patria”.
Presencia
guaneliana
en África.
Centro
de Nnebukwu
(Nigeria)
Como.
La gloria
de san Luis.
C incuenta años después de su muerte, la
Santa Sede decide beatificar a Luis Gua-
nella.
Pintura
de M. Bogani, En la tarde, tarde de lluvia torrencial, del 25 de
en el Santuario octubre de 1964, tiene lugar la ceremonia de
del Sagrado
Corazón beatificación.
74 San Luis Guanella
Pablo VI, entre conmovido y rejuveneci-
do, mira con un ojo hacia la Gloria de Berni-
ni, donde ya campea el tapiz con el rostro del
nuevo beato, y, con el otro ojo, a los buonifigli
que ocupan las primeras filas de San Pedro. El
Papa pronuncia la célebre frase: “La obra de
don Guanella es obra de Dios. Obra santa, por
tanto”.
Ya el Papa se dirige a la sacristía. ¿Qué pasa?
Cambia de rumbo. Se acerca a los buonifigli.
Los abraza, los besa. Ellos lo zarandean de un
sitio para otro, le tiran de la sotana, lo llaman
con sus voces guturales. El Papa se siente fe-
liz; los monseñores, asombrados. Alguien grita:
“El Papa está llorando”. De nuevo el caos.
Sigue lloviendo to-rrencialmente; pero cuando
los buonifigli, con sus torpes movimientos de
sillas de ruedas y de muletas, se asoman a la
plaza de San Pedro, la lluvia se inmoviliza
como una imagen parada y, cuando éstos suben
a los autocares, la lluvia continúa con terquedad
inmisericorde. ¿Reverencia cortesana hacia los
príncipes del Reino? Qué más da.
- ¿Y la canonización, cuándo, don Luis?
- Las cosas de palacio van despacio. No tiene
importancia.
- Además, en cierto modo, me siento canoni-
zado.
- ¿De veras? Cuenta, cuenta.
- Fue el 8 de diciembre de 1965...
- Sí. Ya sé lo que quieres decir. Lo recuerdo...
Ceremonia de clausura del Concilio Vaticano
II. Nunca la columnata berniniana abrazó a tan-
tos hombres y mujeres.
San Luis Guanella 75
Obispos de toda la tierra, jefes espirituales de
otras religiones, reyes, príncipes, jefes de esta-
do y gente de toda condición, patria, altitud,
credo, color, raza, lengua.
Mensaje de paz a todo el mundo.
El Concilio llega a su fin. Y los padres con-
ciliares quieren enviar mensajes especiales a
los artistas, a los pensadores, a los gobernantes,
a las mujeres, a los jóvenes, a los que sufren,
especialmente a los que sufren: “Porque con
vuestro sufrimiento, vosotros redimís al mun-
do”; Pablo VI entrega este mensaje a un buon-
figlio de don Guanella.
Y Felice sube, hasta la sede papal, con su ce-
guera, con su torpeza, con su discapacidad, con
su sufrimiento a cuestas.
El Papa lo abraza y le susurra: “Os llevo en
el corazón”. Una salva de aplausos rubrica el
momento.
Felice se siente el hombre más dichoso de la
tierra. Su dolor tiene un sentido, su sufrimiento
es fecundo. La Iglesia universal lo reconoce.
Alguien, querido Luis, me contó que en ese
instante dejaste de mirar a Dios (que en eso
consiste la vida eterna) para mirar a Felice, y
que le hiciste un guiño cómplice. “Sí, valió la
pena”
ETAPAS DE MONTAÑA:
- Actividad pastoral en Prosto y Savogno (1866-
1875).
- Con Don Bosco en Turín (1875-1878).
- Coadjutor en Traona (1878-1881).
- Confinamiento en Olmo (1881).
- Continuador en Pianello Lario de la obra de don
Coppini (1881-1885).
ETAPAS DE CONTRARRELOJ:
- Primera Fundación en Como (1886).
- Inicio de la obra en Milán (1890).
- Apertura de la primera iglesia católica en Val Brega-
glia (Suiza), desde la Reforma Luterana (1900).
- Peregrinación a Tierra Santa (1902).
- Inicio de su obra en Roma (1903).
- Entre los emigrantes italianos en los EE.UU.
(1912).
- Constituye la Pía Unión del Tránsito de San José
(1913).
- Entre los damnificados del terremoto en Mársica
(1915).
SUBIDA AL PóDIUM:
- Muere en Como (24 de octubre de 1915).
- Beatificación en pleno Concilio (1964).
- Inicio de la obra en España (1965).
- Canonización (2011).
Se acabó de imprimir
en el mes de septiembre de 2011
Arti Grafiche Frattini
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