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A VUELTAS CON LOS ÁRABES

El precio de los garbanzos

Juan Manuel Uruburu

Hubo una temporada, en los albores de nuestra democracia, en la que el fundador y entonces
líder de Alianza Popular, Manuel Fraga, centraba su discurso político en lanzar al gobierno
encendidas arengas sobre el precio de los garbanzos en la España de finales de los setenta.
Este discurso en realidad tenía amplias connotaciones que iban más allá de esta emblemática
legumbre de secano. El mensaje que aparejaba venía a decir que a los españoles de entonces
no les importaban las cuestiones macroeconómicas ni el debato político sobre la nueva
democracia, sino el precio de la cesta de la compra. Un mensaje un tanto simplista, pero
efectivo. ¿Acaso la sociedad contemporánea se conforma con mantener la barriga llena?

En los países árabes la cuestión de la cesta de la compra tiene y ha tenido una particular
importancia a la hora de interpretar los movimientos sociales contemporáneos. De hecho la
cuestión alimentaria en combinación con otros factores forma en muchos países árabes un
coctel con efectos potencialmente explosivos cuando no han sido gestionados con acierto por
sus gobiernos.

Para comprender esta cuestión debemos tener en cuenta, en primer lugar, que la mayoría de
los países árabes padece lo que es conocido como insuficiencia alimentaria, es decir, que la
producción agropecuaria es inferior a las necesidades de su población. Esto se debe en su
mayor parte a una cuestión climatológica. Como es sabido, la mayoría de países árabes tienen
una parte importante de su territorio cubierto por un desierto escasamente productivo en
términos de producción agropecuaria. En otros casos, esta insuficiencia también es debida a
orientaciones estratégicas de la economía, como en el caso de Argelia, que desdeñó la
producción agrícola heredada de la época colonial para centrar sus esfuerzos en el desarrollo
de un tejido industrial moderno y competitivo.

A esta realidad podemos añadir otra circunstancia que puede dificultar aún más la labor de un
gobernante árabe, como es la de la creciente superpoblación. En algunos países como Egipto,
el crecimiento demográfico se encuentra en una fase bastante descontrolada, lo que ha
llevado al país del Nilo a alcanzar recientemente la cifra de cien millones de almas sobre su
superficie.

Para finalizar esta combinación hemos de recordar que el nivel de renta per cápita en los
países árabes, exceptuando los del Golfo Pérsico, es considerablemente reducido. En este
sentido, en los países del Norte de África el porcentaje medio de renta destinado a la
alimentación oscila entre el 60 y el 80 por ciento del total, mientras que en Europa fluctúa
entre el 10 y el 20 por ciento.
Ante esta perspectiva, los gobiernos de estos países cuentan apenas con el margen de acción
que le ofrece la venta de sus recursos naturales, fundamentalmente gas y petróleo, para la
adquisición de alimentos en los mercados internacionales. Dichos alimentos son
posteriormente vendidos al sector privado a precios bonificados como medio de compensar
los costes de importación y la escasa renta del consumidor final.

Sin embargo, este esquema cuenta con un elemento de incerteza que impide una planificación
económica y presupuestaria estable, como es el hecho de la volatilidad de precios en los
mercados internacionales de los hidrocarburos y de los alimentos. Ambos productos están
sujetos a fenómenos imprevisibles que, en muchos casos, se originan muy lejos de los países
árabes y pueden desbaratar cualquier previsión económica. En el caso de los hidrocarburos
por las complejas dinámicas de la oferta y la demanda que pueden provocar contracciones
brutales de precios en tiempo record. En el de los alimentos podemos citar la creciente
extensión de la producción destinada a la generación de bio-etanol, las malas cosechas en los
grandes productores de cereales o la especulación en los mercados de futuros.

Estas enormes oscilaciones solo han podido ser mitigadas con el clásico y peligroso recurso de
la deuda externa. Clásico porque es consustancial al desarrollo de cualquier estado moderno y
peligroso porque puede acabar estrangulando la capacidad operativa de los gobiernos en una
cuestión vital, como es el abastecimiento de alimentos a las clases más desfavorecidas.

De este punto de vista podemos entender mejor la permanente inestabilidad social que ha
acompañado a los países árabes desde su joven independencia. Las promesas y esperanzas
que dirigentes idealistas como Boumedian, Nasser o Bourghiba, colocaron en sus pueblos

De toda esta deriva de periodos de calma y turbulencia solo escaparon los Estados del Golfo
Pérsico.

Marx: el aguijón del hambre, la desesperación y la miseria constituyen el único motor posible
de una transformación social

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