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CRÍTICA DE LIBROS

la filosofía de Habermas resulta idónea prosa en que está escrita no menoscaba


para diseñar un completo y exhaustivo en absoluto la profundidad de su conteni-
cuadro de estos y otros aspectos, crucia- do filosófico, antes bien lo realza y le
les e insoslayables si queremos tener una confiere el carácter propio de una obra de
perspectiva amplía del panorama filosófi- imprescindible lectura.
co actual. La historia perdida goza ade-
más de la misma virtud que poseen las Iván Teimil García
buenas obras de filosofía: la belleza de la Universidad de Oviedo

APOLOGÍA DE LA MENTIRA, POR MIGUEL CATALÁN

MIGUEL CATALÁN: Antropología de la libro de Catalán y el de esta reseña) lo


mentira. Seudología II, Madrid, del autorizan y aun lo requieren. La tesis de
Taller de Mario Muchnik, 2005, 343 pp. Catalán es simplemente que la mentira
debe acogerse como parte de lo humano,
Tras volver la última página de este sin mala conciencia: el engaño es una
libro, la empastada tipografía del título «realidad no sólo inevitable, sino también
engaña de reojo al lector, quien juraría aceptable» (p. 291). Y por tanto, necesita-
haber leído el título de esta reseña: «Apo- mos un relato mítico que en vez de conde-
logía de la mentira.» nar la mentira, o proyectar nuestra natura-
Miguel Catalán entrega, con este leza falaz hacia lo otro –el extranjero, el
segundo volumen del tratado de seudolo- enemigo, la mujer– o descargar la culpa en
gía, un ensayo de calidad adictiva. Como una causa imaginaria –el embaucador, el
una buena novela. diablo, la serpiente–, acepte la insinceri-
El proyecto de Catalán es una pesqui- dad y el fingimiento como parte esencial y
sa, y sin duda una afición, iniciada hace valiosa de lo humano. Un relato que susti-
doce años. Su primera parte, El prestigio tuya la nostalgia de una inexistente edad
de la lejanía, era sobre todo un estudio de la inocencia, por una narración sobre el
psicológico, un ejercicio de introspec- origen animal y humano de la estratagema
ción y auto-análisis sobre las causas y la y la doblez. Catalán propone re-escribir la
necesidad del auto-engaño, la ensoña- historia de la especie no como el relato de
ción y la utopía. Sin querer se convertía una caída (una expulsión del paraíso, una
además en una crítica del utopismo y por condena de los dioses por la culpable
ello de buena parte de la tradición filosó- desobediencia y ocultamiento), sino como
fico-política. Esta segunda parte, Antro- una elevación natural desde la animalidad.
pología de la mentira, profundiza en el Teniendo en cuenta que esa elevación
auto-análisis, pero es también un peque- implica una conciencia inteligente que
ño tratado moral. Un tratado de naturale- permite la mentira tanto como la sinceri-
za subversiva, por cierto, y en conse- dad, la falsedad tanto como la franqueza,
cuencia reconfortante. la civil ocultación tanto como la transpa-
Repetir aquí la tesis fundamental del rencia infantil.
ensayo es turbador, como desvelar el La demolición de los mitos emprendida
desenlace de un melodrama al posible por Catalán contiene capítulos iluminado-
espectador. Pero estos géneros (el del res: el mito de Prometeo es reinterpretado a

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la luz de Esquilo y Goethe, y se convier- capítulos centrales se consagran a los dos


te en el paradigma de la captura humana mitos fundamentales de Occidente (el
de la autonomía negada por los dioses; la pecado original en sus versiones judaica y
expulsión del Paraíso se aprecia como griega: Adán y Prometeo) con su corres-
mito ambivalente: por un lado simboliza pondiente nostalgia de un origen transpa-
igualmente el ascenso hacia la autono- rente, que atraviesa nuestra historia colec-
mía a través de la desobediencia y la tiva y nuestras neurosis privadas.
ocultación, pero es un episodio paradig- La pregunta que se hace Catalán es
mático de proyección, pues el relato des- ¿por qué negamos y deploramos la men-
plaza en parte la culpa del varón a la tira cuando no sólo vivimos en ella sino
mujer y la serpiente. En todo caso, que en realidad ni podemos ni desearía-
ambos mitos son recusados como un fun- mos eliminarla completamente de nuestra
damental error en nuestra auto-concep- vida? Para Catalán detrás de esta pregun-
ción. En paralelo a la reinterpretación de ta se esconde un escándalo sobre todo
estos mitos, corre el desmontaje de cier- intelectual, una hipocresía cultural sonora.
ta mitología filosófica: el buen salvaje de Ahora bien, según progresamos en la apa-
Rousseau; la comunidad ideal de diálogo sionante lectura de sus recuentos y argu-
de Apel y Habermas. Catalán dedica mentos, el contenido de esa pregunta se
menos espacio a estos relatos filosóficos, rebela y expresa el mayor escollo para
pero su tesis se abre paso con la eficacia aceptar el argumento de la obra: en efecto,
de un bisturí. Nada humano, ni fáctico ni ¿no habrá una explicación antropológica
contra-fáctico, es imaginable en ausencia precisamente al hecho de que la cultura
total de velos, ocultaciones, hipocresía. niegue y condene una parte tan esencial de
Eliminado el factor mentira, se elimina sí misma? ¿No serán los mitos acaso nece-
de un plumazo la posibilidad de la huma- sarios para mantener a la mentira dentro
nidad misma: el inocente salvaje solita- de unos cauces y unas proporciones tole-
rio rousseauniano no es concebible; el rables? ¿Resiste acaso la civil mendacidad
participante de una comunidad ideal de –al margen de la ironía, el humor, la em-
diálogo sin engaño ni error, es un ángel briaguez o la irreflexión infantil– la verdad
buenazo, incapaz de hecho de implicarse pública sobre sí misma? ¿No requiere la
en nada humano, porque no responde al salud mental de la sociedad una dosis de
concepto esencial de un hombre, tal auto-engaño, como le pasa a los indivi-
como Kant mismo reconoce en su Antro- duos? ¿No es el terrible efecto de la men-
pología (p. 226-27). tira sobre el engañado, el «extravío de por
En su estructura, la obra es simétrica vida» que señaló Hartmann y el propio
y parentética: simplificando un tanto, se Catalán recuerda (p. 19), una causa sufi-
puede decir que el capítulo inicial «El ciente para condenarla siempre?
escándalo de la mentira» y el final «Alcan- Estas preguntas cuestionarían el pro-
ce de los mitos antiguos y petición de un yecto de Catalán y reivindicarían el senti-
nuevo relato» concentran el análisis antro- do tópico de los relatos míticos. Él, sin
pológico-filosófico-moral. El segundo embargo, pide un «nuevo relato.» Sus
«Configuración del engaño» y el penúlti- razones son en el fondo «naturalistas.» El
mo «La proyección del engaño» destilan engaño no es consecuencia de una «caí-
las explicaciones psicológicas y psicoa- da», ni un fruto envenenado de la cultura,
nalíticas de la mentira, aderezadas con sino que es tan animal y tan natural como
los relatos diversos que cada cultura ha el bipedismo, la inteligencia o el lenguaje.
elegido para su propio confort. Los dos Negarlo es inconsecuente en tiempos

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post-ilustrados, una culpable proyección doctrina cristiana recusa el impulso y la


fundada en el error de ver un mal radical primera intención, y exalta el obrar con
donde sólo hay una gradación infinita de «segunda intención», tras reflexionar y
posibles usos del engaño, unos benéficos meditar la acción y, en consecuencia,
y tolerados, otros maléficos y reproba- ahogando la sinceridad de la intención
bles, y otros en fin indiferentes. primera. Incluso el ámbito de la búsque-
La clave del argumento de Catalán da de la verdad por excelencia, como la
aparece muy clara en el siguiente pasaje: ciencia, ¿de qué se sirve sino de hipóte-
«Los peores mentirosos no son quienes sis, o sea, de ficciones y artificios, hasta
declaran sinceramente mentir de vez en el punto de que su avance sería imposi-
cuando, ni siquiera aquellos que declaran ble sin ellos?
insinceramente no mentir nunca, sino Un motivo clásico, agustiniano por
justo quienes declaran sinceramente no ejemplo, contra la mendacidad, es la
mentir nunca: pues se autoengañan siem- suposición de que el «uso natural del len-
pre respecto a sí mismos, anulan en guaje es la verdad». Aquí Catalán se ayu-
general las grandes diferencias morales da de la semiología de Eco y de la filoso-
entre unas mentiras y otras, tanto en los fía del lenguaje de Wittgenstein. Las
demás (para condenarlos) como en sí autoridades dotan de lustre unos argumen-
mismos (para absolverse)» (p. 292). Pero tos que se sostienen sin esos apoyos: nada
defender la naturalidad de la mentira es un símbolo si no pude emplearse para
requiere contradecir a una parte conside- simbolizar otra cosa, esto es, para enga-
rable de la tradición mítico-religiosa y ñar o confundir; la mentira no es sino
filosófica. «otro» juego del lenguaje, tiene sus
Catalán llama la atención sobre el reglas propias, en las que se puede y se
«escándalo» que supone la gigantesca debe ser competente para jugar con pro-
hipocresía que rodea el asunto. Juiciosa- vecho. La contradicción intrínseca en
mente comienza por hacernos reflexionar considerar que el uso natural del lengua-
sobre el hecho de que casi nadie llama a je prohíbe la mentira consiste en que si
otro «mentiroso». La propia palabra es fuera así, las palabras (el símbolo) se
tabú. Esto es, además, una constante histó- estarían confundiendo con la cosa mis-
rica y trans-cultural. Nada toleramos peor ma, como ocurre a los infantes y como,
que ser acusados de algo que, sin embar- residualmente, ocurre cuando asignamos
go, hacemos todo el tiempo, con mejor o poderes mágicos a ciertas palabras. Si
peor intención. Esta constante es escanda- queda alguna duda basta consultar al
losa porque el engaño, sostiene Catalán, es uso: en los lenguajes mínimamente com-
«intrínseco» a la inteligencia, el lenguaje y plejos existe la posibilidad de reforzar lo
la propia libertad. dicho con certificados de veracidad: «de
Los argumentos en este punto son irre- verdad», «sinceramente», «de corazón»,
futables; sólo se dispersan y deshilachan «te lo aseguro», e incluso existen institu-
al justificar el engaño como intrínseco a ciones sociales como el juramento. ¿Qué
la libertad. falta haría tanta enjundia si el lenguaje
Catalán recuerda que los infantes de fuera naturalmente veraz? Más bien
diecinueve meses son capaces de con- parece que tan natural es la transparencia
fundir a los adultos sólo por diversión, como el ocultamiento mediante las pala-
que los griegos solían elogiar más la vic- bras (p. 113).
toria cuando se debía a la astucia que Hasta aquí dos afirmaciones simples,
cuando a la fuerza bruta, que incluso la pero contundentes: la mentira es intrínse-

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ca a la inteligencia y al lenguaje. Admi- El carácter intrínseco del engaño se


tirlas, como sólo cabe hacer ante la evi- puede confirmar porque los mitos funda-
dencia y el peso de los mejores argumen- mentales de Occidente explican el segun-
tos, equivale a destruir el mito del buen do nacimiento de la humanidad como un
salvaje (en cualquiera de sus versiones) y acto de ocultación, o engaño a los dioses.
al menos parte de las bases de cierta ética En este punto los mitos nos dirigen a una
del discurso: «contra los valedores de cier- verdad profunda. En otro sentido se equi-
ta ética discursiva, la capacidad de afirmar vocan, pues han colocado a Occidente en
algo distinto de, o contrario a, lo que se la paradoja de anhelar una edad de trans-
piensa es también un presupuesto lingüís- parencia que nunca existió. En palabras de
tico, no sólo de las lenguas naturales, sino Catalán: «esta paradoja bajo la cual vivi-
de todo lenguaje que se oriente a producir mos los occidentales modernos, generada
alguna consecuencia práctica a partir de por un análisis de la condición humana tan
las cualidades esenciales del habla huma- errónea como pesimista en los dos mitos,
na» (p. 109). nos presenta en el origen bienaventurado
Pero Catalán va más allá y aventura una transparencia que nunca se dio en rea-
que la posibilidad de engañar es intrínse- lidad» (p. 214).
ca a la libertad moral. El argumento en Así, la solución parece sugerirse ella
esta parte es sutil, y largo, al incorporar misma, y la demanda de un «nuevo rela-
el tema de la omnividencia divina y su to» no requiere de mucha argumenta-
significado antropológico. Podría simpli- ción. Cabe preguntarse, no obstante,
ficarse en dos líneas argumentales: pri- cuánto haría ese relato por suprimir la
mera, si suponemos siquiera alguna paradoja de Occidente. Porque no es
capacidad divina de «ver el interior de obvio que un relato más «veraz» sobre el
los hombres», entonces la acción huma- origen vaya a eliminar la necesidad de
na se configura necesariamente como afirmar la sinceridad propia deplorando
un intento perpetuo de ocultarse a ese la mentira en otros. Pues el funciona-
escrutinio; segunda, supuesta una total miento del juego de la mentira, como
penetración divina y, por tanto, el casti- institución que es, requiere que una cier-
go inevitable de toda acción pecaminosa ta proporción al menos de sus destinata-
(así como el premio necesario de toda rios la tengan por verdad. Porque una
acción loable), el hombre no podría mentira no convencional –un «engaño
actuar jamás desinteresadamente como natural»– deja de ser engaño pues deja
la moralidad requiere. Ambas líneas con- de ser deliberado.
ducen a un mismo punto: si no podemos Las paradojas no parecen solucionar-
actuar con total secreto no puede decirse se con la demanda de un nuevo relato. Lo
que seamos, estrictamente hablando, cual no frustra el objetivo de esta Antro-
libres. Pero actuar en secreto total (ser pología de la mentira. La intención no
único y último responsable) no significa es, por supuesto, «solucionar» nada; úni-
otra cosa que poder ocultar y engañar, camente señalar las contradicciones,
poder tener un discurso público y otro invitar a la reflexión y contribuir a for-
privado. Catalán lo afirma tomando pala- mar una imagen más fiel de nosotros
bras de Kant en la Antropología, donde mismos. Y eso lo consigue desde la pri-
describe como inherente al concepto mera página hasta la última.
específico de criatura humana el publicar
los pensamientos ajenos, pero reservar los Pedro Francés Gómez
suyos (p. 227). Universidad de Granada

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