Sei sulla pagina 1di 29

La vida política

RoyHora

La formación del Estado central

La llegada de Julio A. Roca a la presidencia de la nación en


1880 puso fin a una prolongada etapa de conflictos que ha-
bían tornado lenta y dificultosa la afirmación del Estado
central. Tras la caída de la larga dictadura de Juan Manuel
de Rosas, en febrero de 1852, las ideas constitucionalistas
y liberales se habían vuelto hegemónicas entre las élites po-
líticas del país. Durante la década de 1840, la movilización
popular desatada por la crisis de independencia comenzó
a perder gran parte de su virulencia, reafirmando a las élites
como amplias dominadoras del escenario político. Atenua-
das las disputas ideológicas en la cumbre de la sociedad,
y desplazadas las clases populares del lugar central en el tea-
tro del poder que habían ganado tras la independencia, en
1853 la Argentina se dio una Constitución que la consagró
como una república federal, y que enfatizaba la necesidad
de abrir plenamente el país a las fuerzas modernizadoras del
capitalismo nordatlántico. En esos años comenzaron a cobrar
forma un conjunto de instituciones que sentaron los rudi-
mentos del Estado federal: la burocracia y la administración

37

Página 23
de justicia, el sistema educativo, las fuerzas armadas Y el la Confederación en la batalla de Pavón y ocupó militarmen-
te el interior. La imposición del liderazgo porteño no logró
sistema rentístico.
Sin embargo, los consensos alcanzados en torno a los fun- concitar apoyos significativos en muchas provincias, y su
damentos constitucionalistas y liberales del orden político no fracaso se hizo evidente aun antes de que Bartolomé Mitre
podían dar respuesta a conflictos de gran hondura que siguie- culminara su mandato presidencial (1862-1868). Pero la gra-
ron dividiendo a las élites gobernantes durante todo el periodo dual interpenetración de la política provincial y la nacional
de la Organización Nacional, y que repetidamente se zanjaron que el experimento mitrista dejó como su legado más perdu-
en el campo de batalla. La más importante de estas disputas rable instó a sectores cada vez más amplios de las oligarquías
oponía la provincia de Buenos Aires, que ella sola reunía la del interior a impulsar, más que a oponerse, a la construc-
mitad de la riqueza total del país, un presupuesto que supera- ción de un orden político más integrado y centralizado, en el
ba al de todos los demás P,istritos juntos, y que hasta enton- que las provincias pudieran hacer valer el peso institucio-
ces había desempeñado un papel preponderante como ciudad nal que la Constitución federal les otorgaba en razón de
capital y cabeza política de la Argentina independiente, a las su número y de su primacía demográfica. Para las provin-
restantes trece provincias que componían el cuerpo de la cias, un proyecto que incrementase su influencia sobre el
nación. Por largas décadas, la enorme desigualdad de recur- Estado central poseía un claro atractivo económico, en tan-
sos económicos y de poder entre la gran provincia y los «rn to les permitía apropiarse de los recursos fiscales que la na-
ranchos», junto a la heterogeneidad de las élites y la precarie- cionalización de la aduana -concedida por Buenos Aires en
dad de las estructuras de autoridad, parecieron desafiar toda 1860- había puesto bajo jurisdicción del Estado central.
posibilidad de hallar una formula política capaz de alojar los En la década de 1870, Nicolás Avellaneda, un avezado
intereses y las realidades de una federación tan desigual. dirigente oriundo de la provincia norteña de Tucumán, des-
A lo largo de ese cuarto de siglo, los sectores dirigentes tinó ingentes esfuerzos a darle forma política a este progra-
porteños y los grupos gobernantes de las provincias se en- ma. Durante su paso por la presidencia (1874-1880 ), Avella-
frentaron abiertamente, pugnando por construir un orden neda se convirtió en un activo promotor de una serie de
capaz de reemplazar el sistema de poder que se había de- compromisos con los grupos de poder del interior que sir-
rrumbado junto con Rosas. Durante la década de 1850, el es- vieron para establecer una comunicación más estrecha entre
tado de Buenos Aires y la Confederación que congregó a las las élites políticas, para incrementar la articulación entre la
restantes trece provincias bajo el liderazgo de Entre Ríos cons- esfera local y la política nacional, y en definitiva para afirmar
tituyeron, cada uno de ellos, entidades políticas separadas la presencia del poder central en la vasta y despoblada geo-
y rivales. La década de 1860 asistió a un intento de unificación grafía del país. Al mismo tiempo que crecían los incentivos
bajo el signo del porteñismo, que comenzó en 1861, cuando para ceder autonomía y para integrarse en redes políticas
la Guardia Nacional de Buenos Aires derrotó a las tropas de

La vida política RoyHora 39


38

Página 24
más amplias, también se incrementaban los costos para caracterizado la elección presidencial de 1874, cuando Avella-.
quienes tomaban el camino de la disidencia. neda había derrotado a Bartolomé Mitre.
Los actores que en esos años se opusieron abiertamente De alguna manera, el contraste entre las trayectorias pre-
al avance de la autoridad nacional se debieron enfrentar al vias de Roca y Tejedor condensa el choque entre dos universos
cada vez más poderoso ejército federal. Durante la guerra políticos. Hijo de un guerrero de la independencia, Roca
del Paraguay (1865-1870 ), el mayor conflicto internacional abrazó desde muy joven la carrera de las armas, ganando to-
que la Argentina libró en toda su historia, el ejército experi- dos sus ascensos en el campo de batalla, como servidor prime-
mentó importantes transformaciones tanto en lo que se re- ro de la Confederación y más tarde del ejército federal. Sus
fiere a su poder de fuego como al profesionalismo y espíritu talentos militares -puestos de relieve en la Guerra del Para-
de cuerpo de sus integrantes; de allí surgió una organización guay, en la represión de los alzamientos de la década de 1870,
militar más poderosa, pTero también menos permeable al y en la campaña contra los indígenas pampeanos que coman-
influjo de las facciones políticas y los intereses locales que dó en 1878-1879- le ganaron un amplio prestigio profesio-
hasta entonces habían dividido las lealtades del cuerpo de nal, gi:acias al cual alcanzó el cenit de su trayectoria profe-
oficiales. En las décadas de 1860y1870, todos los alzamien- sional (el generalato y el Ministerio de Guerra) cuando aún no
tos que tuvieron lugar en la franja andina que corre entre había alcanzado los 35 años. La vida militar le ofreció algo
Salta y San Juan, pero también en las provincias de Entre más que ascensos y laureles: los frecuentes cambios de desti-
Ríos y Buenos Aires, se vieron doblegados por la mayor dis- no a los que lo sometió el veloz progreso de su carrera le per-
ciplina y poder de fuego de las tropas nacionales. De esta mitieron alcanzar un profundo conocimiento de la comple-
manera, incentivos positivos y negativos apuraron el proce- ja política provincial y, a la vez, lo dotaron de una vasta red
so de centralización del poder. de relaciones entre los grupos de poder del interior que desde
La afirmación de la autoridad central debió enfrentar su muy temprano colocó al servicio de una ambición política que
último gran desafío a fines de la década de 1870. Al igual excedía los estrictos intereses profesionales de su promoción
que en ocasiones anteriores, el conflicto se suscitó a propósi- dentro de las filas del ejército. En muchos aspectos, la figura de
to de la sucesión presidencial. En 1879, la Liga de Goberna- Tejedor se recorta como el opuesto de Roca. Destacado juris-
dores, que había surgido de una serie de acuerdos entre las ta y experto en derecho penal, Tejedor contaba con una exten-
oligarquías gobernantes del interior tejidos durante la pre- sa trayectoria política signada por una firme adhesión a los
sidencia de Avellaneda, proclamó la candidatura del tucu- principios republicanos y liberales que este hombre formado
mano Julio A. Roca a la presidencia. Roca se enfrentó al en el periodo de despertar liberal de mediados del siglo iden-
gobernador de Buenos Aires, Carlos Tejedor, que encarnaba tificaba con la causa de Buenos Aires. En esta ciudad que lo
una fórmula eminentemente porteña. Se reproducía así, aun- había visto nacer, Tejedor había residido toda su vida, salvo
que con mayor dramatismo, la línea de clivaje que había en los años de exilio que le había impuesto su oposición al

La vida política RoyHora 41


40

Página 25
rosismo. Y mientras que su experiencia formativa había ha- so la conquista de la capital y, de modo aún más crucial, por·
bituado a Roca a concebir a la actividad política como un la amplitud y la solidez de las alianzas políticas que logró
ejercicio de negociación que tenía lugar dentro de los res- articular en su carrera hacia la presidencia. Estas alianzas
tringidos marcos oligárquicos que primaban en muchas pro- sentaron las bases del Partido Autonomista Nacional (PAN),
vincias del interior, Tejedor se hallaba más familiarizado con la agrupación política que gobernaría la Argentina por más
las formas deliberativas y la participación popular que ocu- de treinta años. Es significativo que en ese momento parti-
paban un lugar preponderante en la escena pública porteña. cularmente difícil para la causa porteña, Roca lograse pre-
El resultado de los comicios presidenciales llevados a ca- servar sus apoyos en el Partido Autonomista bonaerense
bo el n de abril de 1880 favoreció ampliamente a Roca, que -una de las dos fuerzas políticas que competían por la pri-
triunfó prácticamente sin oposición en todas las provin~ macía provincial-, que desde entonces se integró sólida-
cías menos en Buenos Aires y Corrientes, con lo que logro mente en el PAN. Más en general, la figura y el programa de
' .,. , ft
una amplia mayoría en el colegio electoral. En una atmos e- Roca interpelaban a una corriente de opinión de creciente
ra cargada, agitada por denuncias sobre el carácter fraudu- importancia que reconocía la necesidad de cerrar una larga
lento del proceso electoral, la dirigencia porteña descono- historia de conflicto y violencia para dar paso a un nuevo
ció el resultado de las elecciones y se alzó en armas contra las periodo en el que la concentración de poder en el Estado,
autoridades federales. La Guardia Nacional, la poderosa aun si implicaba un recorte de la libertad política, sirviese
milicia bonaerense, puso en pie de guerra unos 20.000 com- para asegurar una paz duradera. Para muchos, la principal
batientes. El desafío, que contó con vastos apoyos entre la tarea de la hora consistía en volver la página sobre las lu-
población porteña, y que incluyó amenazas de secesión, lle- chas del pasado para sentar las bases de un orden político
varon al presidente Avellaneda y al Congreso a abandonar la capaz de orientar los recursos del poder público hacia el de-
capital. En la segunda quincena de junio, los veteranos ba- sarrollo económico y el progreso social. La élite de negocios,
tallones federales avanzaron sobre la ciudad rebelde. Pese dentro de la cual ocupaban un lugar prominente los grandes
a la enconada resistencia que opusieron las tropas porteñas, estancieros, veía con especial atractivo este programa que
unos días más tarde caía vencido el último gran desafío po- Roca presentaba bajo el lema de «paz y administración»,
lítico a la supremacía del poder central. que también concitaba adhesiones muy extendidas en sec-
La derrota de Buenos Aires sorprendió a muchos obser- tores menos encumbrados. Y si bien estos apoyos eran en su
vadores, que la consideraban improbable dada la magnitud mayor parte pasivos, no por ello resultaban menos necesa-
de los recursos económicos, culturales y políticos que la gran rios o menos eficaces para consolidar la autoridad pública.
provincia argentina se hallaba en condiciones de movilizar. La derrota que la élite política porteña experimentó tras la
La victoria de Roca se explica por su capacidad para man- revolución del Ochenta abrió el camino para la sanción de un
tener la lealtad del ejército en la prueba decisiva que supu- conjunto de leyes que fortalecieron al poder central. La ciudad

La vida política RoyHora 43


42

Página 26
de Buenos Aires fue declarada territorio federal y colocada La constitución de un nuevo orden: la década de 1880 <

bajo el imperio del poder nacional. Como resultado de la pér-


dida de su histórica capital, Buenos Aires vio menguada su Tras la victoria del PAN, la vida pública perdió algo de la
importancia económica, su peso político y su importancia efervescencia que la había caracterizado en las décadas pre-
electoral. En 1881, la Guardia Nacional porteña fue obligada a vias. El reflujo político que siguió a los sucesos del Ochenta
disolverse, y el ejército federal emergió como la única organi- revela la aceptación de que gozaba el nuevo orden. En algu-
zación autorizada para reunir tropas en todo el territorio na- na medida, también, fue resultado de la construcción de un
cional. En esos años, el poder central también expandió su sólido polo de poder que cerró muchos canales de participa-
imperio tanto en la economía como en la sociedad. Por prime- ción, en primer lugar en la propia capital. Pues si ámbitos
ra vez desde la independencia, reu- nió la autoridad y los re- tales como la prensa, la universidad, las asociaciones civiles,
cursos suficientes como para imponer una moneda nacional o las logias masónicas continuaron desempeñando un papel
de curso obligatorio, y -no menos importante- le inyectó relevante como instancias a través de las cuales la sociedad
recursos al Banco Nacional para competir con el Banco de la se comunicaba con el Estado, luego de 1880 el momento
Provincia de Buenos Aires, hasta entonces el único banco es- dorado de la vida política porteña quedó definitivamente
tatal de envergadura. Asimismo, quitó a la Iglesia católic3: el atrás. De hecho, en esos años la competencia electoral ten-
control de la educación primaria y el registro civil, dando im- dió a incorporar a una porción cada vez más reducida de la
pulso a un programa secularizador que sólo comenzó a perder población adulta masculina que, de acuerdo a un régimen
fuerza hacia 1910. Estos avances de la autoridad federal se electoral en el que no existía el sufragio censitario o califica-
vieron subtendidos y a la vez impulsados por el veloz desplie- do, estaba formalmente habilitada para hacer valer sus dere-
gue, tanto material como simbólico, que la burocracia experi- chos políticos en los comicios nacionales.
mentó en la década de 1880: creció el número de empleados y Estos cambios no supusieron un giro drástico en el uni-
funcionarios (pasó de 13.000 a 33.000 entre 1876y1890), las verso de ideas de las élites gobernantes, aunque sí ayudaron
prácticas administrativas ganaron en consistencia y uniformi- a acentuar el progresismo autoritario que desde entonces se
dad, y los edificios que simbolizaban la autoridad del Estado convirtió en un aspecto medular del sustrato de creencias
cobraron mayor importancia. La burocracia no sólo creció si- de este grupo. A diferencia de otros países latinoamericanos,
no que, gracias a la integración política del territorio nacional en los que la oposición entre liberales y conservadores divi-
que el desarrollo del sistema de comunicaciones -el ferroca- dió a los sectores gobernantes en ese periodo, un liberalismo de
rril, el correo y el telégrafo- contribuyó a acelerar, también acusados tonos progresistas constituyó el núcleo central del
comenzó a trabajar de manera más articulada. De este modo, mundo de ideas de las élites que gobernaron la Argentina
el Estado se volvió una presencia más visible y más relevante hasta 1916 (momento a partir del cual los motivos democrá-
en la vida cotidiana de los habitantes de la República. ticos comenzaron a cobrar mayor relevancia). Surgida en

44 La vida política RoyHora


45

Página 27
una región marginal del imperio español, la Argentina ca- Respecto de periodos previos, pues, la etapa iniciada en,
recía de un pasado colonial lo suficientemente glorioso a 1880 supuso un cambio cualitativo, en lo que se refiere a los
partir del cual articular un discurso social y políticamente recursos de poder y a la legitimidad de las autoridades federa-
conservador, por lo que todos los sectores de la élite gober- les, que se acompañó de una declinación igualmente marcada
nante abrazaron el cambio y, con mayor o menor énfasis, del margen de autonomía de los gobernadores provinciales
fundaron su legitimidad en la idea de que eran protagonis- y los líderes locales. Desde entonces, el presidente contó con
tas de la construcción de una nación cuya grandeza no resi- un ejército y una burocracia más competentes y disciplina-
día en el pasado, sino en el futuro. No todas las facetas del dos, y dotados de mayor autoridad y más recursos, gracias
cambio les despertaron igual entusiasmo, sin embargo. a los cuales incrementó su control capilar sobre el vasto terri-
Hasta comienzos del nuevo siglo, los grupos gobernantes se torio nacional. Merced al respaldo de estas agencias, cobra-
mostraron más atraídos por la libertad civil que por la liber- ron mayor importancia ciertos instrumentos de gobierno
tad política. El hecho de que entre los dirigentes del PAN que la Constitución Nacional colocaba en manos del titular
predominasen los hombres del interior, donde la sociedad del poder ejecutivo. La intervención federal, o la amenaza de
siempre había sido más jerárquica y la vida pública más res- utilizarla, se volvieron armas políticas decisivas para discipli-
tringida, favoreció esta perspectiva. Pero los recelos que s~s­ nar a los gobiernos provinciales desafectos, o para consolidar
citaba la participación ciudadana eran generales, y se las posiciones de los aliados locales de la autoridad central.
vinculan con la extendida convicción de que en una cultura El arsenal de instrumentos de seducción también creció: quie-
política que a lo largo de siete décadas había dado sobra- nes se subordinaban a las propuestas del poder federal po-
das pruebas de su escaso apego a la ley y a la autoridad, las dían ser recompensados con promociones en una carrera
pasiones desatadas en la puja por el poder podían fácilmen- política que cada vez más integraba la dimensión provincial
te abrir paso a la anarquía y a la degradación de la autoridad. y la nacional, pero también con subsidios, créditos y obras
En consecuencia, la élite dirigente hizo suya la premisa de de infraestructura para sus distritos financiados por el teso-
que el avance material y el progreso social y cultural (que veían ro nacional. El hecho de que la principal fuente de recursos
como el resultado del despliegue de la libertad civil en un con- fiscales rentas aduaneras, que sumaban más de dos ter-
texto de orden) constituían un requisito imprescindible para cios de la recaudación total- estuviese en manos del Estado
el ingreso pleno en la era de la libertad política. En su mo- federal le otorgaba a la autoridad central una importante
mento formulada por Juan Bautista Alberdi, la idea de que capacidad de iniciativa en este terreno.
la «república posible» era la condición necesaria para alcan- El poder que confería la primera magistratura, sin em-
zar la «república verdadera>> gozaba de un amplio predica- bargo, no eran tan grande como en México u otras expe-
mento entre las élites gobernantes, particularmente entre riencias latinoamericanas. El mundo político de la repúbli-
las que formaban parte del PAN. ca oligárquica, aunque restringido, suponía una compleja

46 La vida política RoyHora


47

Página 28
interacción entre distintos actores. El poder judicial, que y económica del país. La capacidad del partido de proce- .
poseía gran independencia en las instancias superiores del sar esta heterogeneidad era variable. El PAN constituía una
fuero federal, imponía límites al primer mandatario. A pesar organización muy laxamente articulada, cuyos liderazgos
de que la Constitución Nacional había sido diseñada para y orientaciones programáticas se conformaban al margen
concentrar poder en el ejecutivo, el Parlamento también con- de todo proceso de deliberación formal y, en gran medida,
taba con importantes márgenes de autonomía: por ejemplo, por fuera de sus raquíticas estructuras institucionales. En
tenía gran injerencia en la elaboración del presupuesto o la rigor, el PAN era una suerte de vasta pero inestable federa-
designación de magistrados. Como en muchas experien- ción de grupos de poder provinciales que se congregaban en
cias decimonónicas, el Congreso Nacional también consti- torno del presidente, pero cuyas fuentes de autoridad local
tuía un ámbito de debate político de enorme relevancia, en eran en gran medida independientes del centro. El poder de
el que incluso los represeptantes oficialistas solían mostrar- las oligarquías políticas provinciales dependía de su capaci-
se independientes de las orientaciones que provenían de la dad para movilizar un séquito popular en tiempos de eleccio-
cumbre, y que además servía, junto con la prensa, como un nes --; más considerable en los estados litorales, más redu-
articulador de la opinión pública. Estaba también la Consti- cido en las jerárquicas provincias del norte y del de
tución, que entre otras cosas sancionaba la prohibición de su dominio sobre la administración pública local y del in-
reelección, y de este modo dificultaba la concentración áel flujo de los representantes provinciales sobre el Parlamento
poder en el presidente, sobre todo cuando, al acercarse la fi- y las altas esferas de la administración nacional. Un escena-
nalización del mandato, la disputa por la sucesión cobraba rio de esas características invitaba al poder central y a las
fuerza. Finalmente, si no existió un régimen capaz de contro- élites políticas locales a entablar una negociación perma-
lar el poder desde la cumbre fue también porque los grupos nente, en gran medida porque ambas partes se necesitaban
gobernantes locales contaban con importantes márgenes de mutuamente para consolidar o ampliar su poder. En estas
autonomía y porque el personalismo ocupaba un lugar muy negociaciones, los grandes líderes del PAN desempeña-
relevante en la cultura política argentina, que mantuvo toda ban un papel crucial. De hecho, parte considerable del as-
su vigencia en esta etapa, y que favorecía la construcción de cendiente que figuras como Roca o Carlos Pellegrini (princi-
jerarquías de autoridad paralelas a (y no siempre coinciden- pal dirigente del autonomismo porteño) lograron mantener
tes con) las consagradas por las instituciones. hasta el final de su prolongada vida pública, tanto sobre
Estos fenómenos ayudan a comprender algunos rasgos el partido como sobre las instancias superiores del go-
salientes de la estructura organizativa del partido gobernante bierno, provenía de su capacidad para funcionar como ar-
y de su relación con el poder ejecutivo. En el seno del PAN con- ticuladores entre esos dos mundos. En rigor, la autoridad
vivían representantes de intereses tan diversos -y por mo- de la figura presidencial se afirmaba cuando el individuo que
mentos contrapuestos- como la propia realidad geográfica la encarnaba incorporaba en su persona (o en su defecto

48 La vida política RoyHora 49

Página 29
neutralizaba) estas otras fuentes de poder extrainstitucio- zaran, cediendo su lugar a una vida política dominada por
nal. Aun en estos casos, sin embargo, su poder estaba lejos banquetes y otras modalidades de la política elitista, que
de ser irrecusable, y más bien debía ponerse al servicio de parecían hacer verdad la promesa oficialista de reemplazar
un arte de la negociación en el que el presidente podía sos- la política por la administración. De hecho, los principales
tener o vetar un candidato o una propuesta, pero no siem- conflictos del periodo se suscitaron al calor de disputas de
pre imponerlos o rechazarlos de plano. El propio Roca -sin notables dentro del PAN, y todos ellos giraron en torno a la
duda el personaje central del orden oligárquico- debió sucesión presidencial o el control del partido. Cuando pro-
resignarse, tanto en su primera como en su segunda pre- mediaba el mandato de Roca, el gobernador de Buenos Aires,
sidencia, a entregar el bastón presidencial a dos figuras cu- Dardo Rocha, desafió al primer magistrado lanzando su
yo ascenso a la primera magistratura no había promovido. propia candidatura presidencial. Los vastos recursos de la
Con una sola excepción significativa, los demás mandata- provincia no fueron suficientes para impulsar su carrera ha-
rios del periodo que est~mos considerando no corrieron cia la Casa Rosada, y finalmente el PAN se alineó tras la figu-
mejor suerte. ra de Miguel Juárez Celman, gobernador y luego senador na-
Estas limitaciones al poder presidencial, más que bene- cional por Córdoba. En las elecciones presidenciales de 1886,
ficiar a la oposición, tendieron a convertir al PAN en la prin- Juárez Celman venció sin dificultades a una coalición de
cipal arena política de la república oligárquica. De heclío, agrupaciones opositoras que sólo poseía cierto predicamen-
a lo largo de la década de 1880 las fronteras del sistema po- to en Buenos Aires, integrada por mitristas, católicos y algu-
lítico por momentos se confundieron con las del propio par- nos autonomistas disidentes. Derrotados y sin incentivos
tido gobernante. Derrotadas y desarticuladas, las agrupacio- para proseguir su actividad, los Partidos U nidos se disolvie-
nes opositoras se retiraron de la puja electoral, dejando a la ron inmediatamente después de las elecciones.
prensa política como testigo de su existencia. Dentro de las A poco de su arribo a la presidencia, Juárez Celman to-
fuerzas opositoras se destacaba el Partido Mitrista -que to- mó distancia de Roca y comenzó a rivalizar por el lideraz-
maba el nombre de su líder el ex presidente Mitre-, que por go dentro del PAN. Juárez puso en marcha una política de
largos años sólo pudo dar testimonio de su presencia a través expansión del gasto público aún más ambiciosa que la de su
de su vocero, el diario La Nación. El sistema electoral en vi- antecesor, con la que confiaba en volcar en su favor a los
gencia, denominado de lista completa (que no asignaba re- dirigentes provinciales que hasta ese momento reconocían
presentación a las minorías electorales), contribuyó a este el liderazgo del mandatario saliente. Durante su presiden-
resultado, pues desalentaba la participación de la oposición cia, Roca había intentado mantener un equilibrio regional
en los comicios si ésta no contaba con buenas oportunida- en sus prioridades presupuestarias, de modo de atender si-
des de obtener el triunfo. La retirada de la oposición hizo multáneamente los principales requerimientos de infraes-
que las maquinarias electorales del oficialismo se desmovili- tructura de la región pampeana (puertos y ferrocarriles),

50 La vida política RoyHora 51

Página 30
de la nueva capital (modernización de la infraestructura de Revolución y elecciones: la vida política en la década·
servicios) y de las pobres provincias del norte y del oeste de1890
(ferrocarriles, crédito subsidiado y proteccionismo adua-
nero). Convencido de la necesidad de profundizar un pro- Los estudiantes fueron los primeros en desafiar al gobierno.
grama destinado a atenuar las desigualdades económicas En la segunda mitad de 1889, la juventud universitaria por-
y sociales del federalismo argentino y de acelerar el progre- teña salió de su mutismo, denunciando muchos de los males
so de las regiones más atrasadas, Juárez acentuó el sesgo que la opinión pública asociaba con el dominio del PAN: la
prointerior del gasto y la inversión públicas. Al mismo tiem- degradación de la vida cívica, la ausencia de libertad electo-
po, su administración llevó la marca de un estilo a la vez ral, la corrupción de la élite gobernante. Este movimiento
inflexible y autoritario, puesto de manifiesto en la agresiva juvenil ofreció el impulso inicial para la formación de la
promoción de nuevos liQ.erazgos, muchas veces nacidos de Unión Cívica, que terminó reuniendo a los mismos sectores
levantamientos armados o de intervenciones federales. Al que algunos años antes los Partidos Unidos habían coaligado
igual que su generosidad con el presupuesto, su temeri- contra Juárez (mitristas, católicos y autonomistas disidentes)
dad política estaba dirigida a opacar la influencia de Roca. bajo un programa de reparación institucional que, en con-
Juárez logró considerables éxitos en esta aventura, pero s~lo sonancia con los ideales liberal-republicanos que animaban
hasta 1889. A partir de ese momento, una sostenida baja a parte importante de las élites porteñas, miraba más hacia
de las cotizaciones de las exportaciones rurales y una brus- el pasado que hacia el futuro. Su norte era la restauración
ca interrupción del flujo de préstamos al sector público pro- de la libertad electoral tal como ésta era practicada antes de
venientes de los mercados europeos pusieron fin a una que la consolidación del PAN desplazara a Buenos Aires del
década de febril crecimiento económico y expansión mo- centro del sistema de poder e inaugurara un orden basado
netaria, sumiendo al país en una etapa de grandes dificul- en la imposición gubernamental. Aunque tradicional tan-
tades. El cambio en el humor social que acompañó a la ma- to por su propuesta como por el perfil social de los grupos
yor crisis económica de la segunda mitad del siglo xrx hizo que aspiraba a movilizar, el vuelco del humor colectivo le
que el cemento que por casi una década había soldado la dio a la Unión Cívica un eco en la opinión que había estado
alianza entre la sociedad y el partido gobernante comenza- ausente en 1886. En un escenario dominado por las ansieda-
ra a resquebrajarse. En ese contexto, las fuerzas de oposi- des que suscitaba la crisis económica y financiera, el gobier-
ción, que el régimen de «paz y administración» creía haber no se vio sometido a impugnaciones que giraban en torno al
enterrado definitivamente en 1880, por primera vez se en- argumento de que el divorcio entre política y sociedad, que
contraron en condiciones de concitar la adhesión de muchos el PAN presentaba como el costo a pagar por el progreso,
descontentos. era, en rigor, la causa última de la crisis, en tanto y en cuan-
to había dado origen a una élite gobernante que, librada de

52 La vida política RoyHora 53

Página 31
todo control ciudadano, se había revelado corrupta e irres- el ascenso de Juárez había suscitado, los principales líderes
ponsable. Muchos grandes estancieros se hicieron eco de del PAN cerraron filas en torno a la necesidad de doblegar
este clima, contribuyendo a erosionar los apoyos que el desa- a los insurrectos. Incapaces de una victoria militar, y faltos
rrollismo autoritario del PAN había concitado en el pasado de apoyos civiles en otros puntos del país, los rebeldes depu-
en la élite propietaria. Sin embargo, sólo en la capital federal sieron las armas tras cuatro días de combate.
un franco movimiento de oposición logró ganar la calle y eri- Aunque derrotada, la revolución de 1890 puso en crisis
girse como la corriente dominante en la opinión pública. En al partido gobernante. Erosionado su prestigio por el levan-
otros distritos -donde a la anemia de la prensa independien- tamiento armado, el presidente Juárez se vio obligado a re-
te se sumaba la debilidad de las fuerzas políticas opositoras nunciar, retirándose definitivamente de la vida pública. Lo
y de la cultura de la movilización-, el malestar contra el jua- reemplazó el vicepresidente Carlos Pellegrini, quien, ya dis-
rismo no salió a la superfic;,ie. Con un radio de acción tan aco- tanciado del núcleo juarista, encontró sus principales apo-
tado, que volvía estéril todo esfuerzo destinado a desafiar yos en las filas roquistas. Para 1890, sin embargo, Roca ca-
electoralmente al gobierno, los promotores de la Unión Cívi- recía d.el ascendiente sobre el PAN con el que había dejado
ca se decidieron a hacer avanzar su programa de restauración la primera magistratura. Luego de cuatro años de una in-
de la libertad del sufragio por un camino que contaba con tensa renovación política impulsada desde la cumbre, tanto
una larga y honrosa historia en la tradición política argenti- el Parlamento como los gobiernos provinciales acusaban el
na: el del levantamiento armado. Frente a un gobierno con- impacto del avance de los aliados y seguidores de Juárez. En
siderado despótico, el uso de la fuerza era concebido no sólo consecuencia, Pellegrini debió gobernar con una base polí-
como un derecho, sino también como un deber cívico. tica estrecha, insuficiente para asegurarle tranquilidad en
En la madrugada del 26 de julio de 1890 unos 1.300 in- un periodo de ascenso del conflicto político y crecientes difi-
surrectos se acantonaron en el centro de la ciudad, a poca cultades económicas.
distancia del Congreso y la Casa de Gobierno, dispuestos Estimulados por las divisiones en el seno del oficialismo
'
a derrocar a las autoridades. La sublevación reunió a diri- y por una ola de politización que comprendió a vastos secto-
gentes opositores, jóvenes de los sectores acomodados de res de clase alta y media, los hombres que se habían congre-
Buenos Aires y algunos batallones del ejército; pese a los gado en la Unión Cívica comenzaron a organizarse con vis-
refuerzos que recibieron en los dos días posteriores a su pro- tas a las elecciones de renovación presidencial de 1892. Una
nunciamiento, los revolucionarios siempre se encontraron vez fragmentado y debilitado el partido gobernante, la opo-
ampliamente superados en número y poder de fuego por las sición también perdió su unidad. En 1891, una fractura simi-
tropas federales. Si bien una apreciable cantidad de oficia- lar a la que dividía al PAN comenzó a delinearse en el hetero-
les se sumó al levantamiento, la lealtad del sector mayorita- géneo arco opositor. Por una parte, cobró forma un programa
rio del ejército nunca estuvo en duda. Pese a las disputas que que aspiraba a ampliar las bases de sustentación del gobierno

Roy Hora 55
54 La vida, política

Página 32
mediante la incorporación de parte de la oposición. Mitre europea fueron banderas enarboladas indistintamente por .
y Roca, líderes de dos fuerzas que se habían enfrentado por todos los bandos. Las principales diferencias se referían,
más de una década, fueron los artífices de este acercamien- amén de cuestiones vinculadas al liderazgo personal, a dife-
to, denominado Acuerdo, que unió ala Unión Cívica Nacio- rencias propiamente políticas. La oposición, y particular-
nal y a importantes núcleos autonomistas. Reaccionando mente el radicalismo, valoraban más positivamente las tra-
contra esta confluencia, surgió una Unión Cívica que se de- diciones políticas porteñas del tercer cuarto del siglo x1x
finió como radical, esto es, enemiga declarada de todo trato que, más próximas a los ideales del liberalismo clásico, enfa-
con el partido de gobierno, cuya figura más emblemática fue tizaban la importancia del sufragio libre y de la defensa de
el dirigente porteño Leandro Alem. El arco de posiciones los derechos del individuo frente al Estado y de los munici-
terminó de completarse cuando los antirroquistas del PAN, pios y las provincias frente al poder central. A esta defensa
hasta la víspera reunidos en torno a Juárez, dieron vida al de la virtud cívica se oponían los argumentos que, sin desco-
Partido Modernista. ~ nocer la relevancia de los derechos individuales, asignaban
Destruida la unidad del PAN, y renacida la oposición, la una n;tayor importancia al orden como pilar sobre el cual
vida política cobró una nueva dinámica, caracterizada por erigir la comunidad política. En lo que a la política econó-
una abierta competencia entre cívicos, radicales, modernis- mica se refiere, las diferencias de perspectiva sobre el papel
tas y roquistas. Durante las presidencias de Carlos Pellegrihi del Estado se reflejaron en un debate sobre el grado de pro-
(1890-1892) y Luis Sáenz Peña (1892-1895), las disputas tección que debía concederse a la industria y, más en gene-
ganaron la calle y la prensa, y se dirimieron en las elecciones ral, al interior atrasado, que encontró a los hombres del PAN
y también mediante levantamientos armados. La lucha más próximos a los argumentos proteccionistas, y a los cívi-
electoral favoreció un mayor grado de participación en los cos y radicales más identificados con los puntos de vista li-
comicios y en el espacio público, sobre todo entre los gru- berales (aunque hay que señalar que esta división no era
pos medios y altos. Si bien el centro de la actividad opositora siempre clara, y los dirigentes políticos se dividían según lí-
se ubicó en las grandes ciudades del litoral, Buenos Aires neas de clivaje regional). Así pues, cobró forma una agenda
y Rosario, la agitación también se extendió a otras ciudades de debate relativamente acotada, a partir de la cual gran
del interior, y a los distritos rurales de Buenos Aires y Santa parte de la discusión giró en torno a cuál era el mejor cami-
Fe. Este proceso de politización tuvo límites precisos. Duran - no para alcanzar un equilibrio entre libertad y orden capaz
te esos años, las renacidas fuerzas opositoras no realizaron de promover objetivos ampliamente compartidos por todos
ningún esfuerzo destinado a ampliar o redefinir el universo de los actores del juego político. La oposición centró sus críti-
participantes en la vida política. Las líneas maestras del orden cas en la concentración del poder desde el Estado, y recla-
socioeconómico vigente tampoco fueron objeto de discusión: mó elecciones honestas y el fin de un estilo de acción políti-
la libertad civil, el progreso económico y social, la inmigTación ca receloso de la participación ciudadana y orientado a la

56 La vida política RoyHora 57

Página 33
exclusión de los adversarios. Más que reclamos para incorpo- comunales o proveer empleos, la influencia sobre la admi-
rar a grupos sociales subalternos marginados de la vida pú- nistración y la justicia, el talento organizativo, etcétera.
blica, tanto desde las fuerzas oficialistas como desde las opo- Las expectativas positivas que concitó la apertura del
sitoras se insistió en la necesidad de que las clases ilustradas sistema político tras una década de imposición oficial de-
y los grupos propietarios desempeñaran un papel más rele- crecieron con el paso de los años. Por una parte, el progra-
vante en la vida cívica y, particularmente, en la elección de ma de regeneración de la vida pública que cautivó a muchos
autoridades. ciudadanos a comienzos de la década de 1890 perdió parte
En efecto, aun en esa etapa de renacimiento cívico los co- de su atractivo desde que la competencia partidaria adop-
micios sólo lograron atraer a una porción minoritaria de la tó formas más rutinarias. Cuando creció la disputa entre
población, que a grandes rasgos coincidía con la que se ha- los partidos, también aumentó la importancia de los hom-
llaba encuadrada en redes,,_ políticas. Las máquinas electo- bres que tenían votos a su disposición o que dominaban el
rales, tanto de las fuerzas oficialistas como de las opositoras, difícil arte de movilizar electores, y con ello la vida política
se componían de un grupo de dirigentes de élite y de una base se tornó más dependiente del funcionamiento de maqui-
popular, que se vinculaban gracias a la acción de caudillos narias electorales. Este fenómeno resultó muy perceptible
y dirigentes menores, aunque de gran influencia local. En en la capital federal y la provincia de Buenos Aires, los dis-
un país socialmente complejo, existía una gran variedad de tritos donde la disputa electoral resultó más activa y más
situaciones que incidían sobre el tipo de liderazgos y más en inclusiva. Al mismo tiempo, el renacimiento de la violencia
general de relaciones que primaban en las organizaciones política, particularmente intenso durante los levantamien-
partidarias. En muchos distritos del interior tradicional, el tos armados que los radicales y (en menor medida) los cívi-
ascendiente social y económico constituía parte importante cos protagonizaron en varias provincias en el invierno de
del cemento que articulaba a las fuerzas partidarias. En las 1893, convenció a muchos actores de que la derrota del PAN
regiones más modernas del país, en cambio, la riqueza y el podía abrir las puertas, más que a la libertad, a la anarquía
prestigio social no constituían elementos decisivos por sí y a la degradación de la autoridad estatal. Para mediados de
mismos, a tal punto que muchos grandes terratenientes, que la década, sentimientos generalizados de cansancio, insatis-
contaban con estos recursos en cantidades muy apreciables, facción y desconfianza en las potencialidades regenerado-
repetidamente expresaron su alineación respecto de un orden ras de la participación política se tornaron habituales, crean-
político que no los reconocía como actores de peso. Una ca- do de este modo un clima propicio para la reafirmación del
rrera política se edificaba, más que sobre la riqueza o la figu- PAN. Todo esto sucedió cuando un sostenido incremento
ración en la alta sociedad, a partir del dominio de destrezas de los precios de las exportaciones permitía dejar atrás el
más propiamente políticas: en primer lugar el ascendiente clima de ansiedad que se había suscitado durante lo peor de
personal, pero también la capacidad para resolver problemas la crisis económica.

58 La vida política RoyHora 59

Página 34
Primero retrocedió la disidencia modernista, golpeada En respuesta, Mitre abjuró del Acuerdo, e impulsó a sus se-
por la renuncia de su candidato a competir en las eleccio- guidores a acercarse al radicalismo. La reunificación de las
nes presidenciales de 1892 y, poco más tarde, por un levan- dos ramas de la Unión Cívica terminó en un fracaso clamo-
tamiento que la desalojó de su principal bastión, la pro- roso, que dejó en evidencia la extrema debilidad en la que
vincia de Buenos Aires. A partir de ese momento, gran parte había caído la oposición. Luego de unas elecciones que no
de los modernistas regresaron, lenta y calladamente, al se- concitaron mayor interés popular, en octubre de 1898 Roca
no del autonomismo. La Unión Cívica Radical, que había se convirtió en el primer argentino en alcanzar dos veces la
concitado grandes expectativas entre las clases medias y al- presidencia.
tas de Buenos Aires, comenzó su retroceso dos o tres años
más tarde, cuando muchos de los seguidores que había lo-
grado convocar en esos años de entusiasmo cívico tomaron Maduración y crisis del orden oligárquico
distancia, a veces incluso ~ondenando la vocación revolu-
cionaria del partido. En 1896, el suicido de su líder Alem Roca parecía comenzar su segundo mandato en un esce-
produjo una gran conmoción y una profunda desazón en nario más favorable que el que había conocido en 1880: la
las filas radicales. Hacia 1898, la golpeada y menguada UCR autoridad del Estado había salido reforzada luego de un
se dividió: mientras parte del radicalismo se fundía con el quinquenio de intensas disputas, y la oposición, antes que
autonomismo, un pequeño núcleo intransigente, derrota- afirmarse, había perdido terreno frente a un autonomismo
do pero no doblegado, abandonaba las urnas y se recluía reconstituido en torno a su liderazgo. El tiempo de la polí-
bajo la bandera de la impugnación moral al régimen. Frus- tica oligárquica, sin embargo, comenzaba a agotarse. En
tradas las promesas regeneradoras que había despertado la esos años, los intensos cambios económicos y sociales que
UCR, y erosionado su capital político, cuando el siglo se ce- la Argentina venía experimentando en el cuarto de siglo pre-
rraba sólo los seguidores de Mitre parecían haber sobrevi- vio comenzaron a plantear nuevos desafíos a las élites gober-
vido al reflujo generalizado de la oposición. nantes. El éxito mismo del proyecto liberal había dado vida
La política del Acuerdo mantuvo su vigencia durante a una sociedad dinámica y compleja, hondamente marca-
gran parte de la presidencia de José E. Uriburu (1895-1898 ), da por el fenómeno inmigratorio y la formación de vastos
pero el progresivo debilitamiento del mitrismo la puso en sectores de clase media, y en la que comenzaban a cobrar
cuestión. La disputa por la renovación presidencial de 1898 relieve los grupos organizados y la política de los intereses
acabó con ella. A mediados de 1897, Roca, que había recupe- corporativos y de clase. Estas transformaciones afectaron con
rado su lugar como principal dirigente del PAN, se sintió lo mayor profundidad a la región pampeana, donde el creci-
suficientemente fuerte como para lanzarse a la conquista de miento demográfico y el cambio social habían sido más velo-
la primera magistratura sin el auxilio de sus aliados mitristas. ces y más profundos, y donde, además, para entonces residían

60 La vida política RoyHora 61

Página 35
cerca de dos tercios de la población total del país. Cuando las nuevos actores (trabajadores y empresarios, pero también
nuevas realidades demográficas puestas de relieve por el estudiantes y profesionales), el estrecho marco de la política
censo nacional de 1895 fueron finalmente reconocidas por oligárquica se hallaba bajo presión.
los parlamentarios de un interior renuente a perder su pri- La manifestación más estridente de estos cambios se re-
macía en la Cámara de Diputados y en el colegio electoral fiere a la emergencia de la cuestión social y de los reclamos
que designaba al presidente, el centro de gravedad político clasistas. Desplazando a las sociedades mutuales que tan
del país se desplazó irremediablemente hacia la región pam- comunes habían sido en etapas anteriores, en este periodo
peana, volviendo más anacrónico y menos representativo al surgió un movimiento obrero dotado de un considerable po-
sistema de poder sobre el cual se erigía el dominio del PAN. der de convocatoria. Las primeras formas de asociación cla-
Cuando el PAN surgió a la vida política en 1880, Buenos Aires sista de los trabajadores urbanos de alguna envergadura,
contaba con 54 electores sopre un total de 228. Sumados a los casi todas ellas erigidas sobre bases de afinidad étnica, ha-
de Entre Ríos y Santa Fe, las provincias pampeanas reunían bían surgido en la década de 1880, junto con las primeras
88 electores. Desde 1898, la capital federal y Buenos Aires grand~s empresas que nacieron en el país al calor del desa-
contaron con 104 sobre un total de 300 electores. Sumados rrollo exportador y la expansión del mercado interno. La
a los 50 que reunían Santa Fe y Entre Ríos, la región pam- crisis del noventa, que trajo consigo una caída de los salarios
peana se había vuelto mayoritaria en el colegio electoral. · junto a elevados niveles de desocupación, ralentizó el desa-
Así, en esta región que cada vez cobraba mayor impor- rrollo del asociacionismo obrero, que sólo comenzó a recu-
tancia, la política oligárquica comenzaba a girar en el vacío, perarse pasada la mitad de la década. En el nuevo siglo, al
en la medida en que un sistema de poder centrado en las impulso de un ciclo de expansión industrial, la protesta obre-
disputas entre un reducido círculo de notables y fundado ra creció en ambición y osadía. A fines de 1902 tuvo lugar la
sobre elecciones fraudulentas y con escasa participación primera huelga de importancia de la historia argentina,
ciudadana ya no podía servir para articular al mundo polí- y desde entonces y a lo largo de toda la primera década del
tico con una sociedad civil que crecía tanto en densidad co- novecientos, Buenos Aires, Rosario y Córdoba, y en menor
mo en complejidad, o para fundar la legitimidad del Estado medida otras ciudades, fueron escenario de intensas dispu-
y del elenco gobernante. Las limitaciones del orden oligár- tas que anunciaban la llegada de la era del conflicto de clase.
quico eran particularmente visibles en las grandes ciudades Con todo, la importancia del movimiento obrero argenti-
litorales, ya convertidas en las mayores y más modernas me- no, por lejos el más poderoso de toda América Latina, no de-
trópolis de América Latina. Tanto porque la existencia de vas- be exagerarse. Las características del medio en el que debió
tos contingentes de la población que se mantenían al margen desarrollarse dificultaron la organización de las fuerzas del
de la vida pública planteaban desafíos vinculados a la inte- trabajo y fijaron límites al poder obrero. Los obstáculos ra-
gración social, como porque en esos años cobraban forma dicaban, más que en la incidencia de tradiciones gremiales

62 La 'Oída política RoyHora 63

Página 36
o lazos sociales que lo ataban al pasado, en rasgos que eran el panorama que presenta la organización obrera sugiere
propios de una sociedad de inmigración en rápida expan- que, más que una clase obrera madura, dotada de sólida
sión y muchas oportunidades de mejora individual. Los in- conciencia de clase, en ese periodo alcanzaron protagonis-
migrantes, que constituían el sector mayoritario entre los mo unas minorías militantes que sólo en ocasiones se halla-
asalariados urbanos, provenían de universos culturales muy ban en condiciones de ejercer una difusa influencia sobre
diversos entre sí, y en muchos casos ni siquiera compartían círculos más amplios de trabajadores. Aun si con el correr
la misma lengua. Los problemas que planteaba organizar de los años la importancia de la organización gremial fue
una fuerza sindical sobre bases tan heterogéneas se acentua- en aumento, siguieron existiendo grandes contingentes de
ban puesto que, en muchos casos, estos extranjeros habían trabajadores virtualmente al margen de toda organización
cruzado el Atlántico para lanzarse a la aventura del progreso sindical, para los que la ideología del ascenso social, de la so-
individual y el ascenso soc~al. La constitución de formas de lidaridad étnica, e incluso a veces el mismo paternalismo,
solidaridad propiamente clasistas también se veía contra- fueron más significativos que el clasismo.
rrestada por la inclusión de los trabajadores extranjeros en Los. militantes socialistas y anarquistas desempeñaron
las redes asociativas de las comunidades inmigrantes, por la un papel crucial para articular políticamente los reclamos de
costumbre de muchos empresarios extranjeros de contratar este heterogéneo universo. En la década de 1870 nacieron
a trabajadores de su misma nacionalidad y, en alguna medi:. los primeros círculos socialistas, casi todos ellos integrados
da, también por las iniciativas católicas que insistían sobre por emigrados europeos más interesados en el debate de
ideas tales como la de complementariedad de intereses en- ideas que en la construcción de una fuerza capaz de incidir
tre patrones y obreros y armonía de clase. La organización en la escena política. Con la fundación del Partido Socialista
obrera debía, pues, batallar para convencer a los inmigran- a mediados de la década de 1890 bajo el liderazgo de Juan B.
tes, que constituían la amplia mayoría de los trabajadores, Justo y un grupo de profesionales nativos, casi todos ellos de
de las ventajas de identificarse con reclamos clasistas o asu- clase media, el socialismo comenzó a argentinizarse y a en-
mir una identidad que evocaba una condición -la de po- raizarse mejor en el mundo del trabajo. Al igual que otros
bres y explotados- que, en gran medida, los propios inmi- partidos de la era de la Segunda Internacional, el socialismo
grantes aspiraban a dejar atrás. Para complicar aún más las argentino dirigió parte importante de sus esfuerzos a po-
cosas, el papel todavía secundario de la industria en el con- ner en marcha un ambicioso programa de reforma cultural
junto de las actividades económicas impuso límites estructu- y moral de las clases populares, fundado sobre la creencia
rales al poder de negociación del mundo del trabajo, que mu- en el poder emancipador de la ciencia y el progreso. Los so-
chas veces sólo lograron vencer aquellos asalariados cialistas insistieron en la necesidad de construir una clase
vinculados a sectores estratégicos de la economía de expor- trabajadora educada, capaz de distinguir con claridad sus in-
tación, como los puertos y los ferrocarriles. Visto en general, tereses de clase. El partido lentamente conquistó algunos

64 La vida política RoyHora 65

Página 37
apoyos dentro del mundo del trabajo, particularmente entre El anarquismo fue ,más exitoso que el socialismo a la hora
los obreros más calificados. Sin embargo, la ausencia de sin- de movilizar el potencial contestatario del mundo popular. El
dicatos poderosos y de una cultura de clase como la que nu- mensaje ácrata comenzó a difundirse de modo simultáneo al
trió a los partidos socialdemócratas europeos instó al socia- socialista, en la década de 1870, pero sólo a fines de siglo co-
lismo argentino a promover la construcción de una vasta menzó a extenderse fuera de un modesto núcleo de simpati-
coalición reformista que aspiraba a reunir tanto a los secto- zantes. Aun cuando su anticlericalismo militante y su fe en la
res populares como a las clases medias, con lo que inevita- razón y el conocimiento científico le abrieron las puertas de
blemente su programa terminó concediendo tanta impor- algunos cenáculos intelectuales, el impacto del anarquismo
tancia a los problemas de la producción como a los del fue más decididamente obrero y popular que el del socialis-
consumo. La moderación de su propuesta fue, en definitiva, mo. Al igual que en San Pablo, la existencia de una pobla-
el precio que debió pagar po¡ una interpelación tan amplia. ción obrera mayoritariamente extranjera contribuyó a darle
Junto a un programa de reformas económicas moderadas a su prédica de guerra frontal contra el orden establecido un
(jornada de ocho horas, descanso hebdomadario, reglamen- eco y una intensidad que difícilmente hubiese alcanzado si
tación del trabajo femenino e infantil, rebaja de aranceles los trabajadores se hubiesen encontrado mejor enraizados
aduaneros a los bienes de consumo popular, impuestos pro- en la comunidad nacional. Eximidos de todo compromiso
gresivos, etcétera), el socialismo otorgó particular impor- con el reformismo parlamentario, a la vez que partidarios en-
tancia a la reforma del sistema político, sintonizando de esta tusiastas de la huelga y la acción directa, los anarquistas die-
manera con un clima de época que veía en la política «crio- ron voz a demandas obreras que muchas veces surgían, más
lla» uno de los mayores defectos de la república oligárquica. que de la maduración de la conciencia de clase de los traba-
Aunque el partido logró conquistar una banca en la Cáma- jadores, de la percepción de que existían grandes oportu-
ra de Diputados en 1904, convirtiendo a Alfredo Palacios en nidades para la acción sindical en una etapa de expansión
el primer diputado socialista de América, la estrategia par- económica y estancamiento de los ingresos populares (causa-
lamentaria del socialismo debió esperar a la reforma electo- da tanto porque la prosperidad exportadora empujaba hacia
ral de 1912 para cosechar sus primeros triunfos significati- arriba el precio de los alimentos, como porque el veloz creci-
vos. Con todo, su énfasis en la necesidad de arraigar una miento de la inmigración en la primera década del siglo con-
nueva conciencia en las clases populares, sumado a su parla- tribuyó a desencadenar una fuerte suba de alquileres).
mentarismo consecuente hicieron que entre el programa del Desde 1902, y hasta 1910, los militantes libertarios se pu-
socialismo y el proyecto liberal-progresista que animaba a la sieron al frente de infinidad de conflictos puntuales, y tam-
élite gobernante se establecieran amplias zonas de coinci- bién impulsaron un ciclo de huelgas generales que pusieron
dencia, que le dieron al socialismo un prestigio y una in- en vilo a las principales ciudades del país. A pesar de algunos
fluencia que excedía su peso político y electoral. triunfos parciales, el anarquismo emergió muy dañado de

La vida política RoyHora 67


66

Página 38
esa ola de conflicto social. Los militantes ácratas experimen- sociabilidad étnicas, a través de las cuales parte importan-
taron importantes fracasos no sólo en sus ambiciosas aspi- te de los extranjeros que poblaban la región pampeana rea-
raciones de reforma moral de las clases populares, sino firmaban su condición de «huéspedes» en tránsito que se
también en el terreno más acotado de la acción huelguísti- ubicaban, deliberada o implícitamente, al margen del gran
ca, donde siempre desempeñaron un papel más significa- proyecto de construcción de una nación moderna que movía
tivo como agitadores y organizadores de la protesta que co- a la élite gobernante.
mo mentores intelectuales o culturales del mundo popular. Además, en el nuevo siglo cobraron creciente importan-
Estas derrotas, sumadas a la dura represión estatal de que cia instituciones que, a diferencia de las nacidas en periodos
fueron víctimas (la Ley de Residencia sancionada en 1902 anteriores bajo el imperio de una cultura asociacionista
autorizó al poder ejecutivo a expulsar extranjeros sin juicio que hablaba el lenguaje del universalismo y el bien común,
previo, en abierta violaciói¡ a los derechos constitucionales), se identificaban con intereses sectoriales o espacios pro-
diezmaron a la dirigencia ácrata, desmoralizando a algunos fesionales específicos. Distintos sectores del empresariado
y lanzando a otros por el camino sin retorno de la acción te- comenzaron a organizarse, y muy frecuentemente a compe-
rrorista. Esta estrategia alcanzó su punto culminante duran- tir entre sí. Las primeras iniciativas asociativas habían teni-
te los festejos del Centenario de la revolución de mayo de do por protagonistas a los empresarios agrarios: en 1866 se
1810; la violencia con que el Estado respondió a la amenaz·a había creado la Sociedad Rural Argentina, pero sólo en la
anarquista aceleró la decadencia de la influencia libertaria. década de 1880 esta asociación logró atraer al grueso de los
A partir de ese momento cobrarían mayor peso corrientes grandes estancieros. Para el cambio de siglo, la Unión In-
sindicalistas que, si bien renuentes a participar en la vida dustrial (fundada en 1887) finalmente comenzó a concitar
parlamentaria, se mostrarían dispuestas a aceptar los rasgos adhesiones entre los fabricantes, en gran medida por los te-
básicos del orden establecido, y a aceptar el papel mediador mores que en ellos provocaba el ascenso de la militancia
del Estado en el conflicto social. obrera. En 1899, la capital federal fue escenario de una mar-
La creciente visibilidad política del mundo del trabajo fue cha industrial que movilizó a más de 60.000 manifestantes,
parte de un proceso más general de desarrollo y compleji- en gran medida lanzada como respuesta a un encuentro de
zación de la sociedad, que se expresó también a través de la los gremios comerciales al que concurrieron más de 30.000
emergencia de nuevos actores y nuevas demandas. Amén de personas. Un par de años más tarde los estudiantes univer-
los fenómenos típicos de movilidad social de este periodo, sitarios ganaron la calle para impugnar la política financie-
en la etapa de veloz expansión que sucedió a la crisis de 1890 ra del gobierno, forzando al poder ejecutivo a decretar el es-
la sociedad civil adquirió mayor densidad y articulación. tado de sitio. Los universitarios volvieron a colocarse en el
Al calor de la presencia extranjera, en ese periodo termi- centro de la atención en 1903 y 1905, ahora como protago-
nó de madurar una vasta red de asociaciones y formas de nistas de huelgas estudiantiles suscitadas por cuestiones

La vidn política RoyHora 69


68

Página 39
específicamente gremiales. Para esos momentos, la universi- nacional, tanto el carácter extranjero del segmento mayo-
dad de Buenos Aires ya constituía una institución de impor- ritario de la población de la región pampeana -especial-
tantes dimensiones: contaba con unos 4.000 alumnos, y en mente en la decisiva categoría de los hombres adultos, en la
cada una de sus cuatro facultades habían surgido centros de que los extranjeros superaban ampliamente a los nativos-
estudiantes. En los años del cambio de siglo también nacie- como la prosperidad de las cuentas públicas le dieron par-
ron las principales asociaciones profesionales, entre ellas las ticular relieve a una serie de iniciativas destinadas a argenti-
de ingenieros, abogados, agrónomos y arquitectos, desti- nizar a los hijos de los inmigrantes y, en alguna medida,
nadas a organizar y regular el ejercicio profesional. también a retemplar y recrear el patriotismo de los nativos
Así pues, una vez que el ciclo abierto por la Revolución (para quienes la existencia de la Argentina era, también, un
del Parque fue quedando atrás, perdieron relevancia los an- fenómeno reciente y sólo parcialmente incorporado en su
tiguos conflictos vinculados a la afirmación del orden, la universo mental). En un país recientemente constituido,
disputa regional o las luchas entre las agrupaciones políti- nacido bajo el signo de la presencia extranjera y de la movi-
cas del orden oligárquico. Y ello sucedía cuando comenzaba lidad social, el programa de nacionalización de las masas
a advertirse mejor la importancia de un nuevo escenario de resultó más ambicioso (y también más exitoso) que las mo-
disputas sociales vinculado con la consolidación de una so- destas iniciativas reformistas en el campo laboral o social
ciedad más compleja, a la vez que intensamente marcada que algunos sectores minoritarios de la élite dirigente im-
por la presencia inmigratoria. El notable éxito que la econo- pulsaron en esos mismos años, que encontraron una recep-
mía de exportación experimentó en esas décadas sirvió para ción más indiferente que hostil tanto en la sociedad como en
acallar las impugnaciones frontales al orden establecido, vastos sectores del propio Estado.
y confirmó a las élites gobernantes que el principal proble- Durante los primeros años del nuevo siglo, cobraron for-
ma que debían abordar se refería a la integración cultural ma dos grandes proyectos nacionalizadores. En 1901 fue
y política de la población extranjera y, en alguna medida, aprobada una ley de servicio militar obligatorio para todos
también de la nativa. Así, junto a la represión de que fue los varones nacidos en el país. Más allá de las tensiones con
objeto el anarquismo, y a algunas modestas propuestas de Chile y Brasil que contribuyeron a su sanción, el nuevo régi-
reforma de la legislación laboral, la élite gobernante respon- men de conscripción tenía por objetivo no sólo instruir mi-
dió a los desafíos que planteaba esa sociedad cosmopolita litarmente, sino también inculcar un fuerte sentimiento
y compleja poniendo en marcha una serie de políticas na- nacional entre los reclutas. Al servicio militar se sumó la
cionalizadoras, con las que aspiraban a reforzar la autori- «educación patriótica», que se proponía convertir a la es-
dad del Estado sobre el conjunto social. Aunque similares a cuela pública en un espacio destinado a promover el culto a
las que por entonces promovían otros estados preocupados la nación desde la primera infancia. Este programa, que ha-
por la integración de sus clases populares a la comunidad bía comenzado a caminar sus primeros pasos ya a fines de la

70 La vida política Roy Hora 71

Página 40
década de 1880, adquirió mayor consistencia y envergadu- república oligárquica. A comienzos del siglo, Carlos Pellegri-
ra en la primera parte de la década de 1900. Desde enton- ni fue la primera figura de relieve dentro de la constelación
ces, la escuela sirvió para la escenificación de una elaborada dirigente en señalar la necesidad de ampliar las bases de sus-
liturgia centrada en el culto a los héroes y los símbolos pa- tentación de un sistema de poder que, a su juicio, ya no po-
trios, que corrió paralela a modificaciones curriculares que día seguir apoyándose sobre un régimen de elecciones fal-
incrementaron la cantidad de horas destinadas a la ense- seadas, en las que sólo participaban grupos muy reducidos
ñanza del idioma, la geografía y la historia argentinas. Dota- de la población. Con el paso de los años, la crítica a la falsifi-
da por primera vez de generosos recursos, la escuela pública cación del régimen representativo fue en aumento, y se tor-
extendió su misión, a la vez civilizadora y nacionalizadora, nó un motivo dominante en la opinión pública. Sin embar-
por todo el territorio argentino. Todo ello vino acompañado go, la reforma sólo se abrió camino cuando la influencia de
de una creciente hostilidad'T hacia proyectos educativos riva- Roca comenzó a declinar. Al igual que todos los grandes
les que, como las escuelas de las comunidades extranjeras, proyectos del periodo, sus impulsores no fueron las fuerzas
aspiraban a mantener vivos los vínculos culturales con lapa- de oposición sino algunos sectores del partido gobernante
tria de origen. De este modo cobraba forma un nuevo pro- que, tras la muerte de Pellegrini (1906), recogieron la ban-
grama estatal que, si bien no recusaba frontalmente las ideas dera de la reforma electoral. Su gran promotor fue Roque
liberales e inclusivas sobre las que se había fundado la cons- Sáenz Peña, un antirroquista de toda la vida que hizo del
trucción de la nación en la segunda mitad del siglo XIX, sí programa de sufragio efectivo el principal objetivo de su
comenzaba a imaginar a la nación argentina como un pro- gestión presidencial (1910-1914).
yecto de futuro que se enraizaba cada vez más firmemente Tras alcanzar la presidencia, Sáenz Peña y su grupo utili-
en un pasado previo a la gran ola inmigratoria. Hay que seña- zaron el programa de reforma para hostilizar a los roquistas
lar que el éxito alcanzado por la política de argentinización que aún conservaban posiciones de poder. Sin embargo, los
se explica, en primer lugar, por la receptividad que encontró motivos que impulsaron al presidente a proponer la reforma
en una población que abrazó con entusiasmo la causa nacio- exceden a las disputas dentro del partido gobernante. Sáenz
nal. De hecho, las iniciativas estatales fueron acompañadas Peña accedió a la primera magistratura en momentos en
y se apoyaron en nuevas formas de patriotismo popular, so- que la formidable expansión económica que había comen-
bre todo espontáneo, que se extendieron velozmente entre zado con el nuevo siglo, luego de una década de ascenso,
las clases medias nativas, y de las que también participaron parecía destinada a prolongarse ilimitadamente. Su ingreso
muy activamente los hijos de inmigrantes. a la Casa Rosada tuvo lugar pocos meses después de que el
Conforme avanzaba la primera década del siglo, el éxito auge patriótico despertado por celebraciones del Cente-
alcanzado por la política de nacionalización no hizo sino re- nario de 1810 pusiese de relieve el amplio consenso social
saltar el anquilosamiento de las fuerzas que gobernaban la sobre el que se apoyaban las vastas trasformaciones que la

La vida política RoyHora 73


72

Página 41
Argentina había experimentado bajo el imperio del régi-
apoyos de masas y de un explícito programa de gobierno, y
men oligárquico. Este escenario de crecimiento y prospe-
por tanto a estar mejor preparados para forjar relaciones
ridad no hizo sino afirmar la convicción de que los progresos
más estrechas y más transparentes entre Estado y sociedad.
civilizatorios alcanzados por el país en los treinta años pre-
Aun cuando la numerosa población extranjera -un grupo
vios invitaban a la élite gobernante a avanzar por el camino
presente en todo el espectro social, aunque probablemente
que debía rematar en la construcción de una repúbli~a
más importante entre las clases medias- fue excluida del
auténticamente democrática y representativa. A estos moti-
derecho al sufragio, el carácter objetivamente democratiza-
vos, mayormente de signo optimista, se sumaban tambié~
dor de la nueva legislación resulta evidente.
los temores que concitaba la actitud de los actores margi-
nados de la vida política, y en particular del radicalismo, que
se negaba a participar en losw-comicios y proclamaba ab~erta­
La era radical
mente su derecho a derrocar por las armas a un gobierno
ilegítimo.
Una vez sancionada la Ley Sáenz Peña, muchos dirigentes
Este conjunto de circunstancias sentó los parámetros del
oficialistas se manifestaron convencidos de que el partido
proyecto de reforma. A comienzos de 1912, Sáenz Peña im-.
gobernante alcanzaría la victoria y que, en todo caso, las
pulsó al Parlamento a aprobar una nueva ley electoral ~ue
agrupaciones que lo desafiaran en las urnas (radicales, socia-
introdujo el sufragio secreto y obligatorio para todos los cm-
listas, católicos) deberían competir por la representación
dadanos de sexo masculino mayores de 18 años, y que adop-
minoritaria reservada a la oposición. Sin embargo, las cre-
taba el registro de enrolamiento militar como base para ~l
denciales del PAN como el gran partido de gobierno que
padrón electoral. La Ley 8871 también introdujo, por pri-
había hecho posible el progreso argentino no fueron sufi-
mera vez, la representación de las minorías, al asegurarle a la
cientes para asegurarle ese lugar de privilegio una vez que el
segunda fuerza un tercio de las bancas de diputados en
sufragio obligatorio y secreto comenzó a regir los comicios.
disputa (la lista incompleta).
Las fuerzas oficialistas lograron retener su primacía por al-
En líneas generales, la reforma apuntaba a purificar el su-
gunos años en el interior tradicional; en las regiones más
fragio y a promover la participación electoral incluso entre las
modernas del país, en cambio, experimentaron una rápida
clases «respetables», que permanecían al margen de los co-
erosión. Entre 1912 y 1915, los radicales ganaron las goberna-
micios. Al mismo tiempo, la iniciativa aspiraba a impulsar
ciones de Santa Fe, Entre Ríos y Córdoba, y disputaron con
una honda transformación de las agrupaciones partidarias.
los socialistas por la supremacía en la capital federal. En los
Los reformistas confiaban en que la sanción de un régimen
comicios de abril de 1916, las primeras elecciones presidencia-
de sufragio amplio y honesto forzara a los partidos a transfor-
les verdaderamente libres de la historia del país, el partido
marse en auténticas fuerzas populares, dotados de vastos
fundado por Alem obtuvo cerca del 46 por ciento de los su-

74 La vida poHtica
RoyHora
75

Página 42
fragios; seis meses más tarde, su máxima figura, Hipólito habían imperado las formas más groseras y mercantilizadas
Yrigoyen, asumía la presidencia. El radicalismo recogió adhe- del fraude,
. la falsificación de la voluntad popular concitaba
siones tanto en medios rurales como urbanos, y a través de un ampl io rechazo en la prensa y en la opinión pública, que
todo el espectro social, aunque su base de sustentación más puso en entredicho la legitimidad del dominio autonomista
firme se encontraba entre las clases medias y populares de la Finalmente, la derrota del PAN también fue consecuen ~
región pampeana. En el lapso de unos pocos años, pues, la re- cia de las dificultades que enfrentó una organización ya
forma echó por tierra una hegemonía de más de treinta años. madura, caracterizada por una· cultura en la que tenían un
Sobre sus cenizas se erigió una nueva fuerza dominante, el peso dominante los notables de la política elitista, para
radicalismo, que rigió los destinos del país hasta que fue derro- adaptarse a un escenario que tras la reforma se tornó más
cado por un levantamiento armado en septiembre de 1930. popula.r y más plebeyo. Más que la emergencia de parti-
La derrota del PAN recmmce distintos motivos. El PAN dos de ideas -como el Partido Demócrata Progresista con
debió encarar el supremo desafío del sufragio honesto sin el el que ~is.andro de la Torre aspiraba a recuperar lo ~ejor
auxilio de sus grandes figuras: para 1916 Roca, Pellegrini del oficiahsmo para dar vida a un partido liberal y p rogresis-
y Sáenz Peña habían fallecido. Faltas de orientación desde ta~, el nuevo contexto favorecía a las agrupaciones capaces
la cumbre, las fuerzas autonomistas concurrieron a la con- . de mterpelar y seducir a las masas. Con la sanción del sufra-
tienda presidencial con dos candidaturas rivales entre sí, las gio compulsivo, la participación rápidamente saltó de me-
de Lisandro de la Torre y Marcelino Ugarte, que se hostiliza- nos del 15 por ciento a más del 50 por ciento del padrón,
ron mutuamente a lo largo de la campaña electoral. De to- para superar el 70 por ciento hacia el final de la década de
dos modos, el hecho de que experimentaran importantes 1920. Tras la reforma, el éxito dependió menos del atractivo
fracasos en el nivel provincial y municipal sugiere que sus de un programa o una ideología que de la capacidad de los
problemas no radicaban solamente en sus dificultades para partidos para trascender el universo de las formas de socia-
coincidir en una fórmula presidencial. Por una parte, la legi- bilid~d. política conocidas -los clubes de notables, las logias
timidad del PAN se había visto hondamente afectada por masomcas, la prensa, las clientelas electorales- para inter-
la falsificación electoral. Este fenómeno no era quizás decisi- pelar a vastos contingentes de votantes, hasta entonces es-
vo en muchos distritos del interior, pues allí la dirigencia casamente politizados. Dado que la práctica efectiva del su-
autonomista gozaba de influjos y prestigios que, aunque no fragio había desempeñado un papel secundario en la cultura
siempre vinculados a las prerrogativas de los grupos social política del país, las fuerzas partidarias debieron ir al en-
y económicamente más poderosos, de todas maneras se ha- cuentro de una población que permanecía mayoritariamente
llaban fuertemente imbricados en la sociedad local. Pero al margen de la competencia electoral (y en muchos casos
en las grandes ciudades del litoral, donde la independencia también de la vida política como un todo), pero que ahora
del electorado era mayor, y donde desde comienzos de siglo resultaba imperioso interpelar.

76 La vida política RoyHora


77

Página 43
Para encarar la laboriosa tarea de movilizar este electora- intentos fructíferos para adecuar su estructura y su progra-
do para el que el voto aparecía como una concesión antes ma al escenario democrático, como los que protagonizaron
que como una conquista, las fuerzas partidarias debieron los dirigentes de Avellaneda, el principal suburbio obrero
transformarse profundamente. En esos años, todos los par- de Buenos Aires. Sin embargo, el peso de la tradición y la
tidos se vieron impulsados a crear redes de comités locales incidencia de liderazgos forjados en el periodo anterior aco-
a partir de los cuales encarar una vasta y exigente tarea pro- taron estas transformaciones. La Unión Cívica Radical fue
selitista, que debía ir más allá de sus tradicionales clientelas más exitosa, y de hecho se adaptó mejor que cualquier otra
electorales (que, por cierto, también crecieron en este perio- agrupación a un nuevo contexto impuesto por una súbi-
do). Como parte de este proceso, se incrementó la importan- ta expansión del electorado y, bajo el liderazgo de Hipólito
cia de los agentes políticos capaces de interpelar públicos Yrigoyen, se convirtió en el primer partido de masas de la his-
más extensos y, en particulfr, de sintonizar con las preocu- toria argentina. Desde el cambio de siglo, el radicalismo se
paciones y aspiraciones de los sectores populares que, ahora, había mantenido al margen de la competencia partidaria,
se habían movido hacia el centro de gravedad de la escena reducido a poco más que una secta política unida en torno
política. En el pasado, los dirigentes populares y las estruc- al reclamo de elecciones honestas. Resulta difícil evaluar su
turas partidarias habían desempeñado un papel relevante influjo durante el periodo en el que permaneció en las som-
en el reclutamiento de votantes, pero su importancia siem~ bras, pero el anémico levantamiento armado que protago-
pre se había visto acotada por el carácter limitado, y muchas nizó en 1905 sugiere que todavía entonces estaba lejos de
veces fraudulento, de la competencia en los comicios. Aun- constituir una organización poderosa. Para entonces, sin
que el cambio no se produjo de la noche a la mañana, luego embargo, ya estaba en camino de constituirse en el gran im-
de 1912, cuando el éxito político pasó a depender más direc- pugnador moral del régimen oligárquico. La aprobación de
tamente de la capacidad de reclutar seguidores y atraer vo- la Ley Electoral de 1912 lo obligó a salir del encierro volun-
tos, la importancia de los políticos populares y de las estruc- tario en el que se había mantenido por más de una década,
turas partidarias se reveló cada vez mayor. Así pues, en el y desde entonces no cesó de sumar adeptos agitando la ban-
nuevo escenario democrático creció la importancia del clien- dera del sufragio honesto y denunciando la corrupción y la
telismo político, pero más aún de la capacidad de atraer pú- ilegitimidad del régimen gobernante. Su crecimiento debió
blicos poco politizados. Al ritmo impuesto por los resultados mucho al extraordinario talento político de su líder Yrigo-
en las urnas, también se produjo un importante recambio yen, una figura que poseía un enorme magnetismo personal
generacional -y hasta cierto punto social- de la dirigencia, a la vez que grandes destrezas organizativas y una gran avi-
visible tanto en el radicalismo como en la oposición. dez por sumar nuevos reclutas a su causa.
Dentro de las fuerzas autonomistas -que entonces co- Yrigoyen representó un tipo de liderazgo popular muy
menzaban a llamarse conservadoras- se produjeron algunos peculiar, que marcó hondamente a la organización sobre la

78 La trida política RoyHora 79

Página 44
que ejerció hasta su muerte un ascendiente sin rival. Nacido opositoras buscando sobreponerse a la declinación que ésas
a la vida política en la etapa de luchas facciosas previas a experimentaron en la era democrática. De hecho, en las elec-
1880, el líder radical demostró una rara habilidad para ciones nacionales de 1916 la migración de los conservadores
adaptarse a la era de la política de masas, y para convertir lo hacia el radicalismo resultó crucial para asegurar el triunfo
que hasta entonces había sido una modesta fuerza de oposi- de Yrigoyen en muchas provincias del interior.
ción en una gran maquinaria electoral primero y en un par- El impacto de la participación popular ya en el comien-
tido de gobierno después. Yrigoyen forjó su prestigio como zo de la era democrática se puso de manifiesto en el mismo
un dirigente enigmático y huidizo, que prefería el contac- momento en el que Yrigoyen arribó a la Casa Rosada, acom-
to cara a cara y rehuía la palabra y la exposición públicas pañado por una multitud nunca vista en un acto de asunción
(lo que le valió el sobrenombre de «El Peludo»). El jefe radi- presidencial; algunos de los presentes soltaron los caballos
cal construyó su figura de líder como la de un hombre que y arrastraron personalmente el carruaje que transportaba al
vivía humildemente, consagrado sin descanso a asegurar el primer mandatario. Este espectáculo puso de relieve la emer-
triunfo de un partido que identificaba con las fuerzas positi- gencia de una nueva cultura política, decididamente más ple-
vas de la nación. Su visión de la política argentina como es- beya, que causó disgusto y preocupación en las élites políti-
cindida en dos universos irreconciliables -por una parte, la. cas e intelectuales tradicionales y en las clases propietarias.
«causa» encarnada por la UCR; por la otra, el «régimen» Este fenómeno se vio acentuado, pues con la democratiza-
que conformaban las fraudulentas fuerzas que habían go- ción las élites intelectuales perdieron gran parte del influjo
bernado el país desde 1880- contribuyó a reafirmar la idea sobre la cumbre del Estado del que habían gozado durante
de la nación política como unidad, y de la UCR como úni- la república oligárquica, cuando los déficits de legitimidad
co representante verdadero del interés colectivo. De acuer- democrática de la clase dirigente la volvían más propensa
do con esta lógica, en el largo periodo en el que constituyó la a reconocer la autoridad de los hombres de ideas. Con el
principal figura del partido gobernante se acentuaron dos triunfo del sufragio universal, pues, la política se tornó más
rasgos ya antiguos en la cultura política nacional: por una popular y más hostil hacia las formas de prestigio y autoridad
parte, la tendencia a la división y la polarización; por la otra, consagradas por el antiguo régimen. Hay que señalar, sin
el rechazo a toda forma de acuerdo o negociación entre embargo, que pese a estos cambios los gobernantes surgi-
agrupaciones que se negaban legitimidad mutuamente. Por dos de las urnas no mostraron interés en alterar los acuerdos
cierto, el imperio de esta visión moralista y binaria del con- sociales que habían hecho posible el formidable crecimiento
flicto político, que veía en las fuerzas conservadoras pura que la economía de exportación había experimentado du-
negatividad, no fue obstáculo para que Yrigoyen acogiese rante las cuatro o cinco décadas de vida que acumulaba el
en el seno del radicalismo a un importante número de diri- proyecto liberal, cuyos progresos en el terreno social y cultu-
gentes de segunda fila, que desertaron de las agrupaciones ral apreciaban tanto los líderes radicales como sus rivales.

80 La vida política RoyHora 81

Página 45
Por otra parte, el hecho de que las nuevas autoridades insis- talleres metalúrgicos Vasena convirtió un conflicto puntual
tiesen en que la causa de la reparación política constituía su en una huelga general, en la que pronto la espontaneidad
principal objetivo, muchas veces los instó a comportarse co- y la emotividad desempeñaron un papel más relevante que
mo administradores aún más austeros y más ortodoxos que la organización sindical. La huelga fue seguida por una dura
sus antecesores oligárquicos. Durante el primer gobierno represión estatal, en la que colaboraron activamente grupos
de Yrigoyen, además, la moderación en el gasto constituyó civiles. El hecho de que estos últimos concentrasen su furia
también una necesidad impuesta por las serias restricciones sobre la comunidad ruso-judía, a la que se acusó de impulsar
que experimentaron las finanzas públicas como consecuen- un complot comunista, resulta indicativa tanto de los desme-
cia de los desajustes provocados por la I Guerra Mundial. didos temores que ganaron a amplios sectores de clase media
Amén de afectar al comercio internacional y al flujo de y alta como de la modestia relativa del desafío obrero.
inversiones, la Gran Guerra provocó un deterioro muy marca- Y es que a pesar de sus progresos, en la posguerra el sin-
""
do de los salarios, así como elevadas tasas de desocupación. dicalismo todavía constituía un actor secundario en el esce-
Estas privaciones dieron origen a un largo ciclo de huelgas nario político. Al igual que a comienzos de siglo, la organiza-
que comenzó en 1917y se prolongó hasta 1921, que por su ción sindical tenía sus puntales en los grandes gremios de
intensidad y envergadura no tendría igual en la Argentina servicios estructurados nacionalmente y vinculados a la eco-
preperonista. Un contexto ideológico inédito, marcado por nomía exportadora, particularmente en los portuarios y los
el triunfo de la Revolución Rusa y el ascenso de fuerzas in- ferroviarios. Desde allí extendía su ascendiente hacia otros
surreccionales en todo el oeste y centro de Europa, le otorgó sectores de actividad, donde sólo existían grupos de activis-
a los reclamos obreros un dramatismo excepcional, que con- tas cuya influencia rara vez abarcaba al conjunto de la pobla-
citó grandes temores entre las clases medias y altas. El nivel ción trabajadora. Tras la Gran Guerra, el poder de convocato-
de organización de los conflictos desatados en esos años ria de la dirigencia gremial de signo clasista, aunque mayor
puso de relieve que el mundo del trabajo había alcanzado un que en cualquier otro país latinoamericano, seguía siendo
nivel de articulación desconocido durante el periodo de apo- modesto para los estándares de los industrializados de
geo anarquista de la primera década del siglo. Con todo, su la Europa Occidental. Muchos asalariados veían con entusias-
punto culminante, la Semana Trágica de enero de 1919 en mo el camino del ascenso social individual o se sentían inter-
Buenos Aires, mostró los límites de una organización sindi- pelados por identidades como la étnica y, cada vez más, la
cal que, a lo sumo, estaba en condiciones de encuadrar a uno nacional (que ganaba terreno en una población obrera en
de cada cuatro o cinco trabajadores. La Semana Trágica -el la que el predominio de los extranjeros lentamente comenza-
peor episodio de violencia social de la primera mitad del si- ba a retroceder). En parte como resultado de la creciente im-
glo xx - comenzó cuando la indignación ante el asesinato, portancia de los trabajadores nativos, y una vez que el polvo
a manos de las fuerzas del orden, de algunos obreros de los de esos años de violencia social y esperanzas revolucionarias

82 La vida política RoyHora 83

J
Página 46
comenzó a asentarse, se advirtió que el movimiento obre- electoral. La gradual nacionalización de los trabajadores y el
ro tomaba distancia del ideal insurreccional y comenzaba importante incremento en el bienestar popular que tuvo
a abrazar posiciones que lo reconciliaban con el orden existen- lugar tras la crisis de la posguerra, y que se prolongó durante
te. De hecho, en pocos años se hizo claro que el sindicalismo casi toda la década de 1920, operó en el mismo sentido, pues
comunista, nacido en 1920 y pronto afiliado a la Tercera In- poco a poco le restaron atractivo a las posiciones anarquis-
ternacional, quedaba como el único portaestandarte de la tas que tanta importancia habían tenido entre los traba-
bandera revolucionaria en el mundo del trabajo argentino. jadores inmigrantes del cambio de siglo, favoreciendo su
La fuerza que mejor simbolizaba la toma de distancia res- reemplazo por posturas más respetuosas del orden social
pecto del ideal revolucionario fue el pragmático «sindica- que podían ser mejor atendidas por las autoridades.
lismo revolucionario», la más exitosa de cuantas pugnaron El gobierno radical se convirtió en un promotor de este
por orientar al movimiento obrero en el periodo de entregue- sindicalismo apolítico y de negociación, cuyo ascenso es-
rras. Contra lo que indica sJnombre, esta corriente desarro- timuló no sólo porque le permitía dotarse de aliados en el
lló su actividad cada vez más despojada de una perspectiva munde del trabajo, sino también porque de este modo es-
insurreccional (y más en general política), y concentrando sus trechaba el margen de maniobra de las declinantes organi-
energías en la construcción de estructuras sindicales a partir zaciones anarquistas y de los algo más dinámicos gremios
de las cuales incrementar el poder de negociación de los asa-· orientados por el Partido Socialista. Para la izquierda parla-
lariados. Las organizaciones sindicalistas no mostraron re- mentaria, la democratización trajo tanto beneficios como
paros en dialogar y negociar con el empresariado. Fueron, problemas. Con el sufragio obligatorio, el socialismo incre-
sin embargo, celosos defensores del principio de autonomía mentó su caudal electoral en las grandes ciudades del litoral
obrera, y por ello nunca demostraron interés en impulsar un y particularmente en la capital federal, cuyo dominio dispu-
programa de reformas laborales supervisado por el Estado, tó con el radicalismo. La influencia socialista también creció
que inevitablemente habría recortado la independencia entre los trabajadores organizados del mundo urbano, aun-
de sus organizaciones. Sin embargo, esta corriente buscó que más modestamente, y sin amenazar el predominio de
el apoyo de las autoridades toda vez que la intercesión oficial las organizaciones sindicalistas. En el interior del país Yen la
podía volcarse en su favor. Para los representantes de los campaña pampeana, empero, el socialismo nunca logró
trabajadores, el creciente atractivo de esta estrategia que echar raíces. Este escenario dejó en una posición minoritaria
estrechaba lazos con el Estado era en parte resultado del a los principales promotores de un programa comprensivo de
nuevo escenario que se abrió con la reforma electoral de 1912 reformas laborales y sociales a desarrollarse por la vía legisla-
que, al incluir más centralmente a las clases populares nati- tiva. Privado de sustento, tanto en un gobierno que apren-
vas en la vida electoral, permitía intercambiar concesiones dió a sacar ventajas de su capacidad de arbitrar informal-
laborales o respaldo en los conflictos gremiales por apoyo mente en los conflictos laborales, como entre organizaciones

84 La vida política 85
RoyHora

Página 47
sindicales celosas de su autonomía, los éxitos del reformis- gobierno, Yrigoyen decretó intervenciones federales en ocho
mo en el terreno social y laboral fueron particularmente mo- provincias gobernadas por administraciones conservadoras,
destos a lo largo de los catorce años que duró la primera expe- entre las que se contaba Buenos Aires. La posición electoral
riencia democrática argentina. del radicalismo se afirmó gracias al desplazamiento de estos
Pese al tono moderadamente progresista que imperó en rivales, y ya para 1918, el oficialismo se convirtió en la ban-
el debate parlamentario y en la discusión pública, este perio- cada mayoritaria en la Cámara de Diputados. En la Cámara
do no supuso un avance sustancial en la sanción de legisla- de Senadores, donde los escaños se renovaban cada nueve
ción destinada a regular la vida económica y social. Así pues, años, el asedio a las posiciones conservadoras fue más lento
una vez superada la etapa de agudos conflictos sociales que y dificultoso, pero la dirección del cambio resultó igualmen-
acompañó al fin de la Gran Guerra, y pese a la creciente com- te inequívoca. La universidad, otro bastión opositor, tam-
plejidad alcanzada por la sociedad argentina, la vida política bién sufrió el embate de los nuevos tiempos. Gracias al apo-
continuó girando en torno+a dilemas específicamente polí- yo presidencial, en 1918 triunfó un movimiento reformador
ticos, entre los cuales el de mayor relevancia se refiere al promovido por el estudiantado que reclamaba una renova-
impacto de la democratización sobre la competencia parti- ción del cuerpo de profesores -un estamento de signo pre-
daria y el control del Estado. De hecho, a lo largo de todo el dominantemente conservador-, así como mayor participa-
periodo que corre hasta el derrocamiento de Yrigoyen en. ción estudiantil en el gobierno de las casas de estudios.
1930, las divisiones partidarias y el debate público tomaron Sometidas a un hostigamiento continuo, y a la vez afec-
cada vez más la forma de una confrontación entre oficialis- tadas por su progresiva declinación electoral, las fuerzas con-
mo y oposición que, poco a poco, fue subsumida por la opo- servadoras acusaron al gobierno de atentar contra las insti-
sición entre yrigoyenistas y anti-yrigoyenistas. La vigencia tuciones de la República y de traicionar el programa de Sáenz
de estas denominaciones indica que el personalismo, ese Peña. También denunciaron el «obrerismo» y las prácticas
rasgo ya presente en la etapa oligárquica, mantuvo su vigen- clientelistas con que el partido gobernante reclutaba segui-
cia en la era democrática, otorgándole un matiz peculiar a la dores y -a su juicio- falsificaba la voluntad popular, y cre-
competencia política. cientemente, también la falta de madurez del electorado.
Al asumir la presidencia, Yrigoyen dejó claro que no re- Sin embargo, nunca le volvieron la espalda a la idea de que
conocía legitimidad alguna a los herederos políticos del an- el vasto proceso de cambio político y social que la Argentina
tiguo régimen, y desde entonces empleó todos los instrumen- había recorrido en el medio siglo previo debía culminar en
tos que la primera magistratura colocaba a su disposición la construcción de una democracia auténtica. En alguna
para desplazar a los conservadores de las posiciones que medida, empero, los conservadores reaccionaron contra fe-
ocupaban, a su juicio indebidamente, en los gobiernos pro- nómenos que, aunque no se ajustaban a sus ideales y expecta-
vinciales y en el Parlamento. En sus primeros dos años de tivas, eran resultado del propio proceso de democratización.

86 La vida política RoyHora 87

Página 48
Pues al incorporar a las mayorías de modo más pleno a la miento, por parte del presidente y su núcleo de seguidores,
vida pública, la democratización obligó a los gobernantes de los ideales de pureza cívica que formaban parte central de
a contemplar más directamente las demandas de una ciuda- la tradición radical. Estas críticas provenían, en muchos ca-
danía que, aun si movilizada a través de estructuras partida- sos, de notables de larga trayectoria en el partido. Cuando
rias que canalizaban de modo selectivo las demandas que Yrigoyen dejó la presidencia y en su lugar fue ungido su dis-
recibían desde el llano, se tornaba más activa y más partici- cípulo Marcelo T. de Alvear, estas disputas encontraron
pativa de lo que estos grupos se hallaban tradicionalmente mayor espacio para expresarse. Durante su paso por la pre-
acostumbrados a tolerar. sidencia (1922-1928), Alveartomó distancia de su antecesor
El irrefrenable ascenso radical resultó aún más difícil y procuró desempeñar un papel de equilibrio entre el ex pre-
de aceptar para los partidos modernizadores (también sidente y sus detractores, pero fracasó en sus esfuerzos y la
llamados de ideas), como el Partido Demócrata Progresis- división del radicalismo terminó dando lugar a dos nuclea-
ta y, particularmente, para el socialismo. En su momento, mientos rivales, los personalistas y los antipersonalistas, ya
la fuerza conducida por Juan B. Justo había visto a la refor- claram~nte definidos para 1924. Los seguidores de Yrigoyen
ma electoral como una gran oportunidad para acelerar la retuvieron la mayoría del partido y el control del Parlamento,
formación de un electorado educado en la política de los in- por lo que importantes sectores del antipersonalismo aban-
tereses de clases a partir de la cual reemplazar a las agrupa- · donaron el radicalismo y se acercaron a la oposición conser-
ciones personalistas por auténticos partidos de ideas. Sin vadora. En la elección de renovación presidencial, la princi-
embargo, luego de un comienzo auspicioso, el caudal elec- pal fórmula opositora, denominada Confederación de las
toral socialista se estancó, mientras el radicalismo crecía en Derechas, fue encabezada por Leopoldo Melo y Vicente Ga-
el favor popular y, lo que era aún peor, lo hacía recurriendo llo, dos antipersonalistas de nota.
a los instrumentos de la política criolla que los socialistas Pese a estas defecciones, en 1928 Yrigoyen retornó algo-
tanto denigraban. Así pues, los socialistas, que se habían bierno luego de un aplastante triunfo electoral. En la elección
preparado para conducir a las masas argentinas en la era de más concurrida desde la sanción de la Ley Sáenz Peña, el
la verdad electoral, descubrieron que ese papel le estaba re- radicalismo arrolló a todas las fuerzas de la oposición y cose-
servado a un partido sin programa explícito y sin principios chó el 57 por ciento de los sufragios. Comenzó de este modo
claros, y al que en consecuencia consideraban muy similar el tercer mandato consecutivo de un partido al que la oposi-
a las fuerzas oligárquicas. ción condenaba rabiosamente, pero al que con impotente re-
Las tensiones que introdujo el ascenso de Yrigoyen ter- sentimiento percibía como imbatible en las urnas. Si bien el
minaron por desgarrar al propio Partido Radical. Durante yrigoyenismo siguió recibiendo apoyos en un amplio espec-
su mandato, algunos sectores del partido comenzaron amos- tro social, tras el éxodo de los antipersonalistas el parti-
trar su insatisfacción con lo que describían como el avasalla- do cobró un cariz aún más popular que en el pasado, que se

88 La vida política Roy Hora 89

Página 49
vio reflejado tanto en el perfil de sus dirigentes como en el rrida derecha antidemocrática que había nacido junto a la
estilo y los temas de la campaña electoral. No sorprende, democracia, y sobre la que pesaba también la influencia del
pues, que la denuncia del yrigoyenismo, extendida entre los catolicismo antimoderno, experimentó un breve pero signi-
integrantes de las élites económicas y sociales, también ga- ficativo momento de gloria. Durante los años de intensa
nase terreno en importantes franjas de las clases medias, conmoción social que acompañaron el fin del conflicto bé-
que entonces se revelaron muy sensibles al discurso que lico, la más importante de estas agrupaciones, la Liga Pa-
condenaba los aspectos populistas y plebeyos del gobierno triótica, había cosechado importantes apoyos en las clases
radical. Este último fenómeno reconocía motivos específi- altas y medias, tanto en el campo como en la ciudad, y tam-
cos vinculados a los sucesos de esos años, pero también otros bién entre el cuerpo de oficiales del ejército. El retorno de la
más generales que remiten a la posición secundaria que paz social durante la presidencia de Alvear le restó urgen-
las clases medias terminaron ocupando en el escenario po- cia a los llamados a defender la patria y el orden contra el
lítico de la república democÍ-ática. Para estos sectores, en su peligro revolucionario, y desde entonces la nueva derecha
momento marginados por el régimen oligárquico, la refor- vio contraerse su séquito. Críticos con la reforma de Sáenz
ma sólo supuso una mejora muy relativa de su posición en la Peña, sus militantes reivindicaban el uso de la violencia co-
esfera política, pues la abrupta ampliación que tuvo lugar mo arma política, pero tenían en mente más un retorno al
como consecuencia de la sanción del sufragio obligatorio· pasado que una apertura a movimientos autoritarios de tipo
desplazó el centro de gravedad del sistema político hacia fascista (que podía significar, más que un desplazamien-
las clases populares. Cuando la gran crisis financiera de to, una victoria aún más completa de la política de masas).
1929 se abatió sobre la Argentina, un creciente malestar rá- De hecho, la corriente más influyente dentro de este movi-
pidamente ganó a importantes franjas de las clases medias, miento terminó abrazando un proyecto que apuntaba a la
que culparon al gobierno de concentrar todas sus energías en restauración de una república expurgada de los vicios popu-
la política menuda, mientras permanecía indiferente ante las listas que la democratización había traído consigo. En el
consecuencias de la depresión económica. Ese mismo año, el cargado clima que caracterizó a la segunda presidencia de
gobierno sufrió algunos retrocesos electorales y, en marzo de Yrigoyen, los militantes del nacionalismo antidemocrático
1930, una humillante derrota en la capital federal a manos finalmente encontraron un contexto propicio para desple-
del Partido Socialista Independiente, una escisión de la dere- gar su acción de propaganda. Aunque sus posiciones eran
cha del socialismo que montó una furiosa campaña llaman- bastante más extremas, y en el largo plazo incompatibles
do a derrocar al gobierno. Sensible al signo de los tiempos, la con las que voceaba la oposición conservadora y las que nu-
prensa popular también se volcó contra el gobierno. trían los sentimientos de importantes franjas de las clases
En este contexto marcado por el impacto de la crisis y el medias y altas, en esas especiales circunstancias terminaron
ascenso de la agitación opositora, una pequeña pero ague- unidos por el deseo de poner fin al gobierno radical.

90 La vida política RoyHora 91

Página 50
Estos actores confluyeron en el alzamiento cívico-militar forjado su ideario en el siglo previo, seguía imaginando el
de 1930. El 6 de septiembre de ese año, José F. Uriburu, un futuro en el marco de una república democrática y liberal.
oficial retirado de abiertas simpatías por el régimen corpo- Pero la restauración del imperio del sufragio sólo se volvía
rativo que poseía cierto ascendiente sobre los grupos de la plenamente aceptable para estos grupos si permitía la cons-
nueva derecha, se puso al frente de un modesto levanta- trucción de un orden político que, expurgado de los vicios
miento militar. En las primeras horas de ese día, luego de populistas que le achacaban al gobierno radical, los reco-
sublevar la escuela de cadetes que se hallaba ubicada a algu- nociese como sus conductores. Para ello, sin embargo, era
nos kilómetros de la capital, el general Uriburu marchó hacia necesaria la marginación del radicalismo, que seguía consti-
la Casa Rosada. A la pequeña columna rebelde se sumaron tuyendo la principal fuerza electoral del país. En un escena-
unos pocos oficiales en actividad y algunos dirigentes conser- rio en el que tanto la dictadura como la restauración demo-
vadores y nacionalistas. El ~ército, en cuyo cuerpo de oficia- crática se mostraban inviables, la Argentina comenzaría un
les las simpatías por el radicalismo eran mayoritarias, per- nuevo drama signado por el fraude electoral.
maneció al margen del alzamiento. En su marcha hacia la
sede del gobierno, los sublevados recibieron el respaldo de un
considerable número de habitantes. Quienes salieron a vivar
a los insurrectos eran, en su mayoría, integrantes de los estra-·
tos medios. Pocas horas más tarde, el gobierno se derrumbó
sin resistencia, quebrado más que por la envergadura del
desafío armado, por el eco que el levantamiento concitó en-
tre la población urbana.
Caído Yrigoyen, Uriburu inauguró una dictadura mili-
tar de futuro incierto. Las tensiones políticas que suscitó el
experimento democrático acabaron con medio siglo de esta-
bilidad constitucional, y colocaron a la clase dirigente argen-
tina ante dilemas para los que no tenía respuestas. En efecto,
en pocos meses se advirtió que el proyecto autoritario que
animaba a Uriburu y a sus aliados de la nueva derecha no
contaba con los apoyos necesarios para ponerse en marcha.
A partir de ese momento, la iniciativa política recayó en la
dirigencia conservadora que se había sumado al golpe con-
tra Yrigoyen pero que, fiel a las convicciones con que se había

92 La vida política RoyHora 93

Página 51

Potrebbero piacerti anche