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Universidad Santo Tomás

Facultad de Sociología
Lectoescritura SOA
Joan Camilo Ochoa Bejarano
Édgar Arturo Ramírez Barreto

Falsa libertad en una falsa sociedad

La “globalización”, al ser un fenómeno de expansión del modelo capitalista, necesita


consumidores que mantengan la producción. La sociedad se está viendo afectada por la
imposición de un estilo de vida consumista que crea falsas necesidades. El sistema de mercado
estudia a la sociedad para usar técnicas publicitarias, usa elementos culturales propios de los
consumidores a su favor, impone productos como tendencia para generar más ventas, y todo
con el fin de que el sistema se pueda seguir expandiendo sin límites. La globalización hace de
cada individuo de la sociedad una simple cifra, modificando su estilo de vida con la desaparición
de la diversidad cultural. Mediante el análisis de los medios de propagación del modelo y sus
técnicas mercantiles, buscaré dejar en evidencia que el fin de la diversidad es la mejor estrategia
de la globalización.

La imposición cultural que hace la globalización usa a los medios de comunicación como su
medio de propagación principal. Mediante la publicidad se busca aumentar el proceso de
consumo en masas y la imposición intencional de modas que buscan generalizar el
pensamiento de la población en materia de gustos, necesidades físicas, ocio, creencias o
entretenimiento. Expandiéndose a través de periódicos, noticieros, series televisivas o internet,
la globalización busca implantar en las personas un único modelo de vida: el occidental. La
forma de imponer este estilo de vida no funciona de igual manera en todo el mundo. Ya lo
menciona el autor en el texto:

“Se advertirán, por cierto, claras diferencias nacionales referidas al ingreso al consumo
de masas: por ejemplo en Francia, nos dice, la importancia de exposiciones universales
y otros fenómenos de entretención y de espectáculo precedieron la invasión publicitaria,
mientras que en India la publicidad se hizo presente cuarenta años antes de la creación
de grandes tiendas, y en Japón, tras el término de la II Guerra Mundial, el consumo de
masas se debió en mucho a la presencia de la televisión (que recogía las influencias de
los Estados Unidos), con lo cual el rol de la publicidad es menos relevante.” (Baeza,
2006, pág. 21)

Una construcción de falsas libertades, de las cuales no se salva ni siquiera el arte que se
transmite a través de los años, pero se modifica en su esencia, se moldea según el gusto del
consumidor. Ya lo decía el escritor William Ospina cuando pensaba en soñar “[…] un país donde
tantos talentosos artistas, músicos y danzantes, actores y poetas, pintores y contadores de
historias, dejen de ser figuras pintorescas y marginales, y se conviertan en voceros orgullosos
de una nación, en los creadores de sus tradiciones”. (Ospina, 1997, pág. 48)

La globalización se apropia de elementos culturales para expandirse sin mayor dificultad. Es


evidente que las estrategias de ventas y mercadeos modelan un consumidor promedio a largo
plazo. Estrategias como temporadas de textiles, sabores especiales en franquicias de comida
rápida, útiles escolares con logotipos de series televisivas. Todo esto sumado a esa falta de
identidad que se evidencia en países colonizados, una necesidad y un último propósito de ser
como alguien más.

La globalización no para de expandirse sacando provecho de la evolución tecnológica. Un


sistema que ha volcado a las personas a la mediocridad, llevándonos al mismo sistema de
consumo. Aquel mercado que nos genera problemas para vendernos la solución, a la que no
todos pueden acceder por la inequidad social que el mismo sistema produce. Un sistema que
se ve favorecido con las modas y artículos que se vuelven tendencia, haciendo tratados de
exportación y lucrándose de la cultura que se le está imponiendo a todo el mundo.

Bibliografía
Baeza, M. A. (2006). Globalización y homogeneización cultural. Sociedad hoy, 9-24.
Ospina, W. (1997). ¿Dónde está la franja amarilla? España: El país.

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