Sei sulla pagina 1di 14

MAMPUJÁN Y LAS BRISAS: HISTORIAS DE DESPOJO, RESISTENCIA Y SANACIÓN

ENTRE LOS MONTES DE MARÍA

AUTORA

Diana Aguilar-Castro

Pontificia Universidad Javeriana


Facultad de Ciencias Políticas
Maestría en Estudios de Paz y Resolución de Conflictos
Presentado a: Pedro Valenzuela, PhD y Manuel Salamanca, PhD

1
Introducción

Mampuján y las Brisas son dos comunidades que hacen parte de la región de los Montes de María,
Colombia. Esta zona del caribe colombiano que se reparte entre los departamentos de Sucre y Bolívar
ha sido escenario de diferentes tipos de violencia a lo largo de los años, principalmente en torno a las
disputas por la tierra. El siguiente ensayo se divide en dos partes: la primera versará acerca de los
hechos violentos ocurridos entre el 10 y el 11 de marzo del 2000 en las comunidades de Mampuján y
las Brisas en la conocida “Masacre de Mampuján”. Propongo analizar estas acciones bajo las guías
propuestas por Johan Galtung para entender los conflictos, es decir, no sólo enfocándome en los niveles
manifiestos de éste (los comportamientos), sino también intentando comprender los niveles latentes;
que implican comprender las actitudes y motivaciones de los actores (aspectos motivacionales) así
como las contradicciones de intereses que se generaron para que estos hechos violentos se llevaran a
cabo (Calderón, 2009).

En la segunda parte me remitiré a los procesos de sanación y reparación colectiva que las mujeres de
Mampuján han liderado con su comunidad a través de una técnica llamada quilting. Explicaré el
potencial transformador que ha tenido para los mampujanos esta técnica que hace parte del mundo de
la terapia a través del arte, convirtiéndose en paradigma de los procesos de paz y reconciliación en el
país.

2
1. LA MASACRE DE MAMPUJÁN Y LAS BRISAS

El drama de la geoestrategia

Mampuján y Las Brisas hacen parte de los municipios de María la Baja y San Juan Nepomuceno,
respectivamente. Pertenecen al departamento de Bolívar, pero más allá de esta figura territorial, hacen
parte de una misma zona de características propias y de gran relevancia geográfica desde distintos
puntos de vista: los Montes de María.

Los Montes de María poseen características físicas importantes debido a su ubicación geográfica: sus
montañas, aunque no muy altas, sobresalen en medio de una región caracterizada por sus extensas
planicies, y de esta manera es a su vez el lugar donde se originan un gran número de cuerpos de agua
que recorren las zonas aledañas y desde los que se han construido distritos de riego para abastecer a
las comunidades. Posee importantes bosques y una gran biodiversidad, y así, abarca dentro de su
territorio zonas como el Santuario de Flora y Fauna “Los Colorados” o la” Reserva Forestal Protectora
Serranía de Coraza”. La gran capacidad agrícola de sus suelos ha hecho a esta zona acreedora del
apodo de la “despensa del Caribe”, y los testimonios de las víctimas de esta región dan cuenta de esta
abundancia como parte de las características de un “paraíso” perdido arrebatado por la violencia.

Adicional a estas condiciones de riqueza natural, los Montes de María han representado una zona
estratégica para diferentes grupos: sus bosques y montañas lo convierten en un lugar propicio para
esconderse de los ojos del Estado y, más importante aún, posee corredores con salida al mar para el
tráfico de animales exóticos, drogas o armas.

Los hechos violentos

Si bien la que es conocida como la “Masacre de Mampuján” lleva un título que hace pensar que dicha
comunidad fue escenario de una de las masacres más conocidas del país perpetradas por paramilitares,
en realidad el asesinato de 12 personas ocurrido en la madrugada del 11 de marzo del 2000 se dio
específicamente en la vereda de las Brisas, parte del Municipio de San Juan Nepomuceno. A pesar de
ello, Mampuján está íntimamente ligada a estos hechos ya que fue allí donde empezaron las amenazas
y el terror álgidos que llevó al desplazamiento masivo de cerca de 300 familias.

3
El 10 de marzo del 2000, en horas de la tarde, irrumpieron en el corregimiento de Mampuján cerca de
150 paramilitares, quienes tras horas en las que aterrorizaron a la población amenazándola de muerte
y buscando en una lista nombres que no encontraron; dieron el ultimátum de que masacrarían a todo
el pueblo si al día siguiente a las diez de la mañana no se habían ido de sus tierras. Finalmente, los
paramilitares obligaron a siete hombres de la comunidad a que los guiaran hasta la relativamente
cercana población de la Brisas.

Fue en la vereda de Las Brisas donde sucedió la tragedia de la masacre. El 11 de marzo en la


madrugada, los paramilitares sacaron a los hombres forzosamente de sus casas. Con técnicas dantescas
de tortura, tanto físicas como psicológicas, dejaron un saldo de doce muertos y una herida comunitaria
honda que las víctimas de Mampuján y las Brisas intentan aún sanar.

1081 personas terminaron desplazadas después de estos hechos. La tragedia humana de la masacre y
el desplazamiento sigue siendo una realidad presente en la cotidianidad de muchos colombianos: sus
consecuencias se materializan en los cuerpos y la psique de los sobrevivientes, en su realidad
económica, sus oportunidades. Entender qué sucedió e intentar esbozar un porqué, es un primer paso
para el clamor de justicia de muchos de las víctimas de la guerra en Colombia.

Territorio en disputa: la soberanía por las armas

Teniendo en cuenta el panorama presentado anteriormente acerca de la conveniencia para diferentes


grupos de ser poseedores y/o controlar los territorios de los Montes de María, puede comprenderse
mejor el contexto en el que diferentes grupos armados han sembrado terror, zozobra y el
desplazamiento masivo de comunidades de la zona. Mampuján y las Brisas han sido epicentro de una
zona que, desde al menos los inicios de la década de 1980, ha tenido que presenciar el vaivén de grupos
armados y, de alguna u otra manera, aprender a convivir con ellos. El portal ¡Pacifista! (2015) lo relata
de esta manera:

Mampuján, así como era un corredor para comercializar el ñame, el maíz y el plátano, se volvió
estratégico para los ejércitos. Primero para la extinta guerrilla de izquierda Partido Revolucionario del
Trabajo (PRT), luego para el frente Jaime Batemán del Ejército de Liberación Nacional (ELN), más
tarde para los frentes 35 y 37 de las FARC y, por último, para el bloque Montes de María de las
Autodefensas Unidas de Colombia (AUC)

4
Además de los grupos previamente mencionados, es necesario recordar que la década de los 80 también
carga con el peso de la influencia del narcotráfico en todo el país. Es para estas fechas en las que se
registran compras de grandes territorios en estas zonas caribeñas por parte de narcotraficantes, quienes
a su vez introdujeron a la cotidianidad de las personas hombres armados como fichas comunes dentro
de los negocios y las técnicas de “persuasión” para el logro de objetivos.

Los autores materiales de la masacre de Mampuján fueron paramilitares. Víctimas, académicos,


investigadores y los mismos paramilitares concuerdan en que no podría afirmarse lo mismo de los
autores intelectuales: los paramilitares no fueron los únicos actores involucrados en la desgracia de
Mampuján y Las Brisas. A pesar de esto, la justicia sólo los ha condenado a ellos como actores
violentos involucrados en la masacre. Creo necesario hacer una breve caracterización de estos grupos
paramilitares y las relaciones que se forjaron entre ellos y otros actores de la zona. Esto con el fin de
poder analizar de una mejor manera cómo pudo fraguarse el éxodo de cientos de familias de un
territorio.

Las alianzas del terror

Según un informe del ASDI titulado “Los Montes de María, análisis de la conflictividad” (2010), los
paramilitares han hecho a través de los años alianzas estratégicas con poderes locales con el fin de
lograr objetivos comunes. Es así como se han relacionado con narcotraficantes, la clase política,
grandes propietarios y fuerzas militares para diversos fines que implican lucro económico, soberanía
de los territorios o votos políticos, entre otros.

Si bien los orígenes del paramilitarismo no es algo que competa a este ensayo, creo necesario
mencionar que esto no se trata únicamente de grupos armados ilegales que buscan recursos y combaten
a muerte con guerrilleros; también es necesario comprender el papel de la gestión de los poderes que
están en “la sombra” y que fueron catalizadores del aprovechamiento de la necesidad de ciertos grupos
para inculcarles unas nociones específicas sobre sus enemigos (credo), y así finalmente volver esta una
guerra que se mueve con el motor de la codicia (Arnson, Zartman; 2006)

5
La masacre de Mampuján: una estrategia de vaciamiento de territorio

Mampuján y las Brisas fueron escenarios de una lógica de vaciamiento de territorio que, según varios
informes del CNMH, fue usada ampliamente por los paramilitares. Los modus operandi pueden variar,
pero en el fondo lo que se intenta lograr – y se hace con mucha eficacia – es sembrar un terror tan
grande en la población que se consiga convertir sus territorios en inhabitables, para así forzar a que
sus habitantes se desplacen masivamente, incluso con la incertidumbre de los lugares y futuros que
esto acarrea para ellos.

Como lo he mencionado anteriormente, los paramilitares hicieron alianzas estratégicas con diferentes
grupos para fines variados. El intento de entender las razones puntuales por las que los paramilitares
decidieron cometer estos crímenes en Mampuján y las Brisas resulta un poco difuso ya que, aunque es
de conocimiento público que no actuaron solos, ellos han sido los únicos victimarios condenados por
estos hechos. Úber Bánquez y Edward Cobos, ambos cabecillas de los frentes paramilitares que
perpetraron la masacre, han declarado que, además de querer tener control sobre una vía importante
en el territorio, así como cortar el flujo de víveres para las Farc desplazando a la comunidad; recibieron
órdenes de atacar estas dos poblaciones con una lista de varios nombres de supuestos colaboradores
de las Farc por parte de los militares de la Oficina de Inteligencia de la Base de Malagana. Hasta ahora
no hay procesos judiciales contra ellos.

A partir de aquí, el espectro de posibles actores victimarios detrás de esas prácticas de control y
vaciamiento de territorio se abre. Tal y como lo expresan diferentes medios e informes, existe una
oscura relación entre estos desplazamientos masivos en los Montes de María con la compra masiva de
tierras. La justicia ya ha obligado a algunas empresas, incluso con nombres tan reconocidos como
Argos, a devolver tierras en esta zona que no probaron haber sido compradas con buena fe. Según el
Informe sobre el estado actual e impactos del proceso de restitución de tierras en Montes de María
(2015), se ha identificado la compra masiva de 27.248 hectáreas hecha por quince compradores
masivos mediante estrategias no transparentes.

Hoy en día amplios terrenos de los Montes de María, entre ellos Mampuján, son escenario de una
marea de cultivos agroindustriales como la palma de aceite, sin duda un cultivo muy lucrativo para
aquellos que se dedican a comercializar con los biocombustibles- que no son los campesinos de esas
tierras –. Además de los conflictos ambientales que producen estos monocultivos en los terrenos, queda

6
el tufillo de la desconfianza que genera la oportuna “casualidad” que se les presentó a estos empresarios
para poder poner a producir terrenos aptos para los cultivos en boga del comercio mundial. El informe
del CNMH “La tierra en disputa” (2010) lo expresa de esta manera:

Finalmente, las prácticas de despojo se inscriben en las políticas de desarrollo y modernización de la


región, que fomentan los cultivos agroindustriales y las exploraciones del subsuelo. El ejemplo
documentado es el de los Montes de María donde las compras masivas se realizan aprovechando el
abandono de predios por la violencia y la informalidad de la tenencia, que han constituido una «ventana
de oportunidades» para los compradores en un final de la cadena de despojo en el cual la distinción
entre acción legal o ilegal no es fácil de establecer

Podría decirse que es este un paradigma de lo que Mary Kaldor (2001) llama las “Nuevas guerras”,
especialmente por la multiplicidad de actores que podemos nombrar y que se relacionan entre ellos, el
papel protagónico de las economías ilícitas y las líneas difusas entre los objetivos públicos y privados
en el conflicto.

Conclusiones

En esta primera parte he querido demostrar cómo el evento de la Masacre de Mampuján está
enmarcado en una etapa de intensa violencia por el control de territorios en los Montes de María por
parte de diferentes actores. Estos hechos violentos no fueron el triste desenlace aislado de una simple
riña entre paramilitares y guerrilleros, fue el resultado de unas lógicas generalizadas del conflicto
armado en Colombia que embadurnan tanto a estos actores visibles como a otros menos sobresalientes
– al menos para los que no hemos vivido este tipo de conflictos en primera persona ni tenemos
información de primera mano – como militares, terratenientes y empresarios.

En los habitantes de Mampuján y las Brisas convergen, siguiendo las proposiciones de Galtung, los
tres tipos principales de violencia: directa, cultural y estructural. Los hechos de violencia directa son
los más fáciles de identificar, representan aquellos que segaron la vida de campesinos y obligaron a
las personas a desplazarse. Para los otros tipos de violencia debemos mirar con más detalle el contexto:
el estigma de los campesinos de los Montes de María como guerrilleros seguramente se relaciona, no
sólo con la fuerte presencia de estos en una época, sino también con el señalamiento de líderes sociales
campesinos de organizaciones como la ANUC en estas tierras. Este tipo de estereotipos que se forman,
enmarcados dentro de la violencia cultural, forjaron de alguna manera las acciones violentas de grupos
como militares y paramilitares. Por último, la violencia estructural puede rastrearse de forma tácita a

7
lo largo de toda esta primera sección del ensayo. La profunda vulnerabilidad de los campesinos de
estos hechos violentos, que sólo ejemplifican una realidad nacional, muestra cómo en este país parece
que hubiera vidas fácilmente descartables. La precariedad de la vida de los habitantes rurales se da en
medio de un sistema que los considera ciudadanos de segunda clase, personas fácilmente desechables
si interfieren con los intereses de otros más poderosos. Las desgracias de los grupos subalternos de
Colombia nos siguen interpelando a aquellos que trabajamos con las personas, ¿cómo desbaratar una
estructura ciega ante la dignidad de la vida?

2. EL PROCESO DE SANAR

Hasta este punto he intentado esbozar los componentes del conflicto que desembocaron en la tragedia
de los habitantes de Mampuján y las Brisas. En esta segunda parte los protagonistas no serán ya los
perpetradores de la violencia, sino que intentaré describir de manera amplia el proceso de sanación,
perdón y construcción de paz que las víctimas, especialmente las mujeres de Mampuján, han ido
hilando como una necesidad de reconstruirse a ellos mismos y a su pueblo.

Las consecuencias de la violencia

En el momento en que los 1081 desplazados de la Masacre de Mampuján abandonaron sus territorios,
no pensaron que la espera para volver a sus tierras se extendería por años indefinidos. Llegaron a su
cabecera municipal, María la Baja, y allí fueron acogidos y organizados entre la Casa de la Cultura, el
colegio San Luis y un prostíbulo.

Juana Ruiz Hernández, víctima, docente, y activista; cuenta que pocos años después del
desplazamiento la comunidad empezó a sumirse en las consecuencias de estos procesos violentos de
desarraigo. Hicieron presencia dentro de la comunidad exacerbaciones de violencias como la
intrafamiliar; imperaron sentimientos de baja autoestima, rencor y odio. Esto se daba como una de las
consecuencias de la precariedad en las necesidades básicas de los desplazados, quienes subsistían de
manera improvisada y a la espera de que el gobierno les diera una salida digna ante las injusticias de
una guerra ajena. Lebis López, víctima de estos hechos, cuenta que “No era una vida digna, no había
intimidad, no había higiene, no había ganas de levantarse y sí había mucha sed, demasiada sed y poca
agua. (…) todos con diferentes formas de pensar, diferentes modos de actuar, todos con niños. Era

8
bastante incomodo vivir. Súmele el choque de los unos con los otros. Eso fue tremendo" (¡Pacifista!,
2015)

Un llamado de auxilio

Ante este panorama en donde la espiral de desintegración comunitaria parecía no acabar, las víctimas
buscaron ayuda. La comunidad mampujana se define a sí misma como bastante cristiana, y es así como
vieron en la organización sin ánimo de lucro Sembrando Paz una mano amiga y confiable no sólo por
su trayectoria en el trabajo con víctimas, sino también por ser afín con la iglesia menonita. Su director,
Ricardo Esquivia, contactó con la psicóloga Teresa Geiser, también perteneciente y predicadora de
esta iglesia. En el 2006, tres años después de su reubicación y seis del desplazamiento, Teresa llegó
con su esposo Carlos y sus ideas de sanación del estrés y el trauma a enseñarles a un grupo de mujeres
a compartir los dolores de sus experiencias traumáticas mientras se reunían a hacer quilting, el arte de
tejer con retazos. Los espacios de encuentro de la comunidad, que abundaban en el Viejo Mampuján,
no existían ahora y era necesario retomarlos.

Reconstruir espacios y lazos sociales

El rompimiento de los lazos sociales comunitarios a raíz de la violencia es de las consecuencias más
devastadoras para una comunidad y un gran impedimento para los intentos de reconstrucción de ella.
Antes de enfocarse en una reconciliación amplia de víctimas con victimarios, es necesario centrarse
en hacer reparaciones internas al tejido social comunitario e incluso de las víctimas con ellas mismas.
Los testimonios de los desplazados de Mampuján, como sucede en muchas partes del mundo, dan
cuenta de una nostalgia profunda que ubica su vida antes de la tragedia de la guerra como un punto
ideal al que difícilmente podrán retornar. ¡Pacifista! (2015) lo relata en su crónica sobre el éxodo de
este pueblo de la siguiente manera:

“Era una comunidad independiente hacia lo externo, unida y con orientación a lo colectivo”, en la que
cada quien tenía su rol: el músico, el poeta, la partera, los curanderos. Un caserío no por decir feliz,
porque de esos no hay, pero sí alegre. Celebraban las fiestas del 20 de julio, festejaban en la caseta de
la esquina a su patrona, la Virgen del Carmen. Todo eso se fue rompiendo. Los rumores de la llegada
de los “paras” tuvieron el efecto de una grieta que crece en medio de la humedad.

Tal como lo menciona Lederach en su libro The Moral Imagination (2005), en los procesos de
construcción de paz es necesario prestar especial atención a las redes de la comunidad para cuidar y

9
promover la trascendencia de un conflicto. Lederach pone el ejemplo de la habilidad de las arañas para
tejer redes, y en este caso son las mujeres mampujanas, también tejedoras, las que empezaron a cuidar
de la telaraña social de su comunidad.

El quilting se volvió una excusa para que las mujeres de Mampuján volvieran a encontrarse en espacios
comunes que propiciaran las palabras, especialmente el desahogo de las penas vividas. Aunque
pudieron verse algo reticentes al principio, pronto las mujeres mampujanas se apropiaron de esta
técnica. Quisieron ir un paso más allá de tejer calladas figuras geométricas en una tela rosada y pidieron
más capacitación para empezar a darle voz a los tapices.

De esta manera, los retazos, la aguja y el hilo se convirtieron en herramientas poderosas para la
narración de la experiencia conjunta de violencia de este pueblo. No sólo la de los hechos ocurridos
en la masacre del 2000; las mujeres también plasmaron en sus tapices la dolorosa memoria ancestral
de la diáspora africana, la esclavitud y el abandono estatal.

Es así como el tejido encarna una fuerza cohesiva, estimulando la capacidad creativa de las personas
que participan de él y que trasciende más allá de la sola manualidad. Esto construye espacios
relacionales que facilitan la unión de la comunidad, algo indispensable a la hora de pensar procesos de
construcción de paz. El ingenio de las tejedoras para potencializar la fuerza sanadora del quilting es
justamente lo que Lederach (2005) entiende como el ingenio de las arañas para tejer sus redes:

La lección que se extrae de los tejedores de telarañas es sencillamente esta: las plataformas que
comprenden y sostienen los espacios relacionales deben adaptarse y ser ingeniosamente flexibles en
relación con un entorno cambiante y en el que continuamente surgen temas, obstáculos y dificultades.

La lideresa Juana Ruiz narra que con mucha insistencia lograron integrar a los hombres en estos
procesos de sanación, no necesariamente a través del bordado. La reticencia de estos a comenzar
procesos que implicaran perdonar a sus victimarios se convirtió en un obstáculo en donde las mujeres
tuvieron que, una vez más, hacer uso de su ingenio. “Creo que las mujeres nos hicimos resilientes
primero que los hombres porque después del desplazamiento los conflictos familiares nos estaban
agobiando. No podíamos seguir así. Emocionalmente los hogares dependían de nosotras” Así, poco a
poco, lograron ampliar su red. Un hombre fue el que finalmente perdonó públicamente a los
victimarios de la masacre.

10
Cosiendo la sanación

Para muchas víctimas de la guerra expresar el dolor desde la oralidad puede ser increíblemente difícil.
El arte ha sido un gran aliado para ayudar a expresar lo inenarrable, o para dar empujones de confianza
a aquellas personas que no se sienten aún más poderosas que sus demonios. La terapia del arte para
procesar el trauma se considera una forma eficaz de liberar el dolor, muchas veces de manera poco
intrusiva. También es una forma de estimular la creatividad de las personas, y por lo tanto una manera
de darles aliento en panoramas que en muchos casos pueden sentirse como desoladores (Williams,
2016).

Verbalizar y coser la violencia incluye procesos fuertes de interpelación propia y conjunta. Mientras
las mujeres narraban sus historias uniendo con hilos el pasado y el presente, comenzó un proceso de
conciencia acerca de la forma diferencial en la que la violencia las afectaba a ellas como mujeres, no
sólo en el conflicto armado, también en sus hogares y en sus lugares cotidianos. Se descubrieron como
lideresas de un proceso de paz, reconociendo que el papel de mujer líder había estado ausente hasta
ese momento en su comunidad. Si en un comienzo hacían sus tapices llorando sus pérdidas, estos
espacios se fueron transformando en lugares de agencia frente a la defensa de sus derechos como
comunidad víctima del conflicto interno armado.

Este primer proceso de comunicar el duelo, sacar la rabia y el dolor de las mujeres, fue la antesala para
una segunda etapa que, aquellos que conocemos la historia desde afuera, muchas veces nos cuesta
comprender: el perdón. Varios de los testimonios que se encuentran de las tejedoras de Mampuján
hablan sobre la fuerza que este proceso de sanación les dio para iniciar un proceso de perdón hacia sus
victimarios. Consideraron que el rencor, la rabia y la necesidad de venganza en sus espíritus no valían
la pena, no significaban una ganancia para sus hijos y su comunidad. De manera fuertemente simbólica,
la comunidad le hizo entrega a alias Juancho Dique, uno de los comandantes paramilitares que
perpetraron la masacre, una biblia.

Poco a poco este movimiento de mujeres empezó a tomar fuerza, y sus tapices llamaron la atención
del país. Comenzaron a ser invitadas en diferentes lugares para hablar sobre su experiencia e incluso
para enseñarles a otras mujeres cómo sanar a través de su técnica. Esto último, cuenta una de las
tejedoras, fue especialmente duro ya que contener a otras mujeres en sus duelos es un trabajo intenso
tanto para ellas como para las aprendices. Sin embargo, es aquí en donde puede observarse un hermoso
y diciente ejemplo de sororidad: mujeres identificándose en el dolor y las experiencias de otras, así no
sean de su misma comunidad, y poniendo sus energías en acompañarlas para superar los traumas que

11
terminan vaciando a las personas si pasan mucho tiempo sin procesarlos. El dolor de sentir las raíces
arrancadas de manera brusca ya sea por el desplazamiento o el asesinato de seres queridos, es una
realidad que las mujeres colombianas han sufrido de manera especialmente intensa, ya que
normalmente son ellas las que tienen que cargar con estos pesos. El precio que la guerra les ha cobrado
a los hombres ha sido, de manera desproporcional, su vida.

Las esperanzas que se tejen

Es por medio de la terapia a través del arte, como lo mencionaba anteriormente, que se estimulan
capacidades creativas inherentes en los seres humanos. Esto genera un sentimiento de satisfacción
propia que promueve la proyección no sólo de conflictos internos, sino también de las posibilidades
para resolverlos y de los horizontes a los que se quiere llegar. Es precisamente en este entorno creativo
en donde reside la sanación del arte, ya que esto permite dotar a la vida de un sentido que muchas
víctimas pueden haber perdido. El estancamiento, tanto de las personas como de una comunidad, es
en la mayoría de los casos un reflejo de enfermedad (López)

El tapiz que las tejedoras de Mampuján donaron al Museo Nacional en Bogotá, es un reflejo de estos
profundos procesos creativos que se plasman ahora con un sentido fuertemente político. Lo bautizaron
en lengua palenquera bajo el título Majende Prieto, que significa “mi gente negra”, y narra la travesía
intercontinental de sus ancestros negros, su ubicación en los Montes de María formando palenques, la
masacre, su desplazamiento y las consecuencias de éste – hacinamiento, violencia sexual e
intrafamiliar, etc. –; el reasentamiento y sus logros obtenidos en el Nuevo Mampuján; y finalmente,
los horizontes a los que quieren llegar, como el retorno a su antiguo territorio.

Este tapiz me recuerda la última clase de este curso de Teoría Política del Conflicto y la Construcción
de Paz, dictada por el profesor Iván Torres. En ella nos enseñaba la metodología para la EIPCR
(Evaluación de Impacto en Paz, Conflicto y Reconciliación) en donde una parte central de esta era el
diagnóstico de riesgos y oportunidades, el cual nos daba el consejo de realizar con recursos artísticos
como el dibujo de un río. La idea es que aquí se plasme una idea de un principio para tener presente lo
perdido, un momento en donde haya obstáculos (como troncos de un río), pero también la idea de que
esto ha cambiado mas no frenado el cauce de la trayectoria social de las personas. Por último, también
se busca que las personas hablen sobre sus metas. Me atrevería a decir que la comunidad mampujana,
a través de símbolos como su poderoso Majende Prieto, ha reafirmado el éxito del impacto sobre la
construcción de paz y reconciliación que tuvo su proyecto; y si bien la semilla fue sembrada desde una

12
persona externa, fueron y han sido las mujeres de Mampuján las que han convertido a su comunidad
en un símbolo nacional de paz.

A pesar de que la justicia colombiana le ha dado sinsabores a las víctimas de la masacre y el


desplazamiento de Mampuján y las Brisas, la comunidad continúa trabajando firmemente por sus
derechos y sanación. Fundaron una asociación llamada “Asociación Para la Vida Digna y Solidaria”
(ASVIDAS), donde el quilting es una de sus iniciativas bajo el nombre de “Mujeres Tejiendo Sueños
y Sabores de Paz de Mampuján”. En 2015, con lágrimas en los ojos, la lideresa Juana Ruiz recibió el
Premio Nacional de Paz en nombre de ASVIDAS por su trabajo “enfocado en mecanismos pacíficos
que buscan la resiliencia, el perdón y la reconciliación, transmitiendo sus experiencias a otras mujeres
víctimas del conflicto armado” (Pacifista, 2015).

BIBLIOGRAFÍA

- Arnson, Cynthia y William Zartman. 2006. “Economías de guerra: la intersección entre


necesidad, credo y codicia”. En: Mesa, Manuela y Mabel González (coords.), Poder y
democracia. Los retos del multilateralismo: Anuario CIP 2006, Barcelona: Icaria; Centro de
Investigación para la Paz, 2006, pp. 121-144.
- ASDI. 2010. “Los Montes de María: análisis de la conflictividad”. PNUD.

- Calderón, Percy. 2009. “Teoría de Conflictos de Johan Galtung”. Revista Paz y Conflictos. No.
2

- Castrillón, Gloria. 2015. “Las tejedoras de Mampuján: la fuerza femenina del perdón”. Semana.

Noviembre 19 de 2015. Recuperado de https://www.elespectador.com/cromos/hoy-historias-

cronicas/las-tejedoras-de-mampujan-la-fuerza-femenina-del-perdon-16675

- CNMH. 2010. La tierra en disputa: memorias del despojo y resistencias campesinas en la


costa caribe 1960-2010. Bogotá: Centro Nacional de Memoria Histórica

- González, David. 2015. “Historia de un éxodo: Mampuján”. ¡Pacifista!. Enero 21 de 2015.


Recuperado de http://pacifista.co/historia-exodo-mampujan/

13
- Guerrero, Isaías. 2016. Mampuján Historias de Dolor Tejidas por la Esperanza y el Perdón.

Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=kTsgFkVz0FI

- Kaldor, Mary. 2001. Nuevas guerras: violencia organizada en la era global. Barcelona:
Tusquets

- Lederach, John. 2005. The Moral Imagination: the art and soul of bulding peace. Oxford
University Press.

- López, Beatriz. 2004. “Arte terapia. Otra forma de curar”. Educación y futuro: revista de

investigación aplicada y experiencias educativas. No. 10

- Observatorio de Restitución y Regulación de Derechos de Propiedad Agraria. 2015. “Informe


sobre el estado actual e impactos del proceso de restitución de tierras en Montes de María”.
Bogotá: Colciencias

- ¡Pacifista!. 2015. “Estas son las mujeres que ganaron el Premio Nacional de Paz”. ¡Pacifista!.

Noviembre 19 de 2015. Tomado de https://pacifista.tv/notas/estas-son-las-mujeres-que-

ganaron-el-premio-nacional-de-paz/

- ¡Pacifista!. 2016. “Las tejedoras de Mampuján”. Recuperado de:

https://www.youtube.com/watch?v=QmWE7GIebug

- Verdad Abierta. 2010. “Mi verdad sobre Mampuján”. Verdad Abierta. Julio 22 de 2010.

Tomado de https://verdadabierta.com/mi-verdad-sobre-mampujan/

- Williams, Bethany. 2016. “The Art (Therapy) of War: The Power of Art to Heal Trauma”. The
Table. Agosto 29 de 2016. Recuperado de https://cct.biola.edu/art-therapy-war-trauma/

14

Potrebbero piacerti anche