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Los teóricos, puestos de acuerdo en las señas sui generis o en el advenimiento de los partidos
ligado al sufragio masivo, no lo estarán, sin embargo, en la relación de éstos con la
democracia. ¿Los partidos la potencian o la lastiman? Como lo muestra la literatura más
peregrina, esta cuestión merece opiniones ambivalentes. Para los primeros (Ostrogorski,
Michels), los partidos menoscaban la democracia. Para otros, la democracia será viable
justamente por ellos (Duverger). A medio camino entre el desafecto y la apología, otros dirán
asépticamente que los partidos habrían sido sólo "un mecanismo efectivo para movilizar y
representar al conjunto masivo de las personas" (Crotty, 2006: 26). Desde los inicios de la
literatura, el nexo partidos–democracia discurre así por sendas contradictorias sin arreglos
definitivos.
¿Qué teorías explican la aparición de los partidos? La mejor respuesta académica a esto es la
de LaPalombara y Weiner (1966: 3–42), quienes aportan un esquema donde se pueden ubicar
las propuestas de Weber, Duverger, Neumann (1965), Sartori, Beyme o Lipset y Rokkan (1967).
Esta película conceptual consiste en tres teorías rotuladas como la teoría institucional, las
teorías de crisis, y la teoría de la modernización.