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Miami.
12 de septiembre de 2017
Printed in U. S. A.
Printed by Amazon
Website: <carmelodifaziofacebook>
ISBN-13: 978-1974695744
ISBN-10: 1974695743
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Carmelo Di Fazio
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Un orgasmo, dos lágrimas y una sonrisa
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Si el amor no deja huellas en el alma, nunca existió.
Un orgasmo
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No soy perfecto, pero tu amor me recuerda que puedo ser mejor.
Los hijos son la bendición más grande del universo.
Sus sonrisas nos llenan de fe y sus lágrimas nos advierten
de nuestros errores.
Primera lágrima
La hora pautada para el magno festín social era las 7:30 p. m.,
previendo el retraso típico en la puntualidad venezolana, ya que se
esperaba el baile de los novios a las 8:45 p. m., luego de que los 647
invitados estuviesen instalados con suma comodidad en la faraónica
sala de eventos, decorada con lujo exagerado y con una
ambientación amazónica: aquella franja geográfica era la predilecta
de la novia, pues la mayor parte de su nueva colección de joyería y
tocados, realizados con piedras preciosas, procedían de dicha
exuberante tierra silvestre del sur del país.
El lujo, el boato, el exceso y la grandiosidad de la ceremonia
estaban más que justificados, ya que se casaba la única hija del
acaudalado don Adalberto Manrique, y escatimar en felicidad,
extravagancias o exquisiteces para su hija no era una opción. Muy al
contrario: el novio no calzaba en las exigencias de la familia por
tratarse de un personaje humilde, sin nobleza familiar o estirpe
reconocida desde el siglo anterior. Aquel recelo jamás cuadró en el
perspicaz cerebro del futuro suegro, que nunca se conformó con el
guion cliché, según el cual su yerno era hijo de un marino mercante
libio que abandonó a su madre, y ella, con sacrificios, logró darle
una privilegiada educación al pequeño Nassín, hasta el día de su
muerte, acontecimiento que le tocó sufrir tres meses antes de la
graduación. Muchas cosas no encajaban en el enigma familiar. No
existían hermanos, primos, tíos ni perro que ladrase cerca: se trataba
de un auténtico desconocido social, bien que bendecido con un
talento innato, pero, a fin de cuentas, los caprichos del corazón de su
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—El hecho es que ocurrió durante la boda, una fiesta con muchos
invitados. La mayoría abandonó el lugar antes de que llegáramos, lo
cual… —La recia tonada del investigador cortó cualquier tipo de
exceso esclarecedor.
—¡¡¡Al grano, detective!!! ¿Qué coño pasó en la fiesta? No me
importa un carajo la novela, limítese a los hechos —replicó el
capitán mientras oteaba el amplio salón y fotografiaba en su
memoria observaciones peculiares como la ubicación de posibles
testigos, el desorden en la zona del bar, las actitudes en los rostros de
invitados temblorosos, el desconsolado llanto de cuatro mujeres al
costado izquierdo, los nervios del personal de servicio y, en
particular, un inmenso charco de sangre que desbordaba los manteles
blancos que cubrían la silueta del finado. Un efluvio le sobresaltó:
era el penetrante hedor que se respiraba en la sala, una mezcla
pestilente de heces abundantes con sangre fresca.
—¡Sí, mi capitán! Los hechos son claros. Asesinaron al novio en
plena fiesta. Le rajaron los intestinos al momento de acercarse al bar.
Ya el forense examinó el cuerpo. Murió en el acto.
Apartando la impaciencia por figurar o el nerviosismo, el novel
investigador cumplió a la perfección con las exigencias del jefe a
cargo del caso.
—¿Tienen alguna aproximación del móvil? ¿Sospechosos,
testigos claves, arma utilizada? Quiero todos los ingredientes de esta
obra —replico Áñez, que se alineaba a escasos metros del cadáver.
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El mundo está mal: la moral se prostituye al mejor postor.
La honradez suele ser pecado. La justicia se amolda
y el amor se adapta.
Si confías en tus verdugos, no pidas milagros.
Segunda lágrima
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Dios nos envía los milagros cuando más los necesitamos
y cuando menos pensamos merecerlos.
Una sonrisa
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ubicó con los suegros en un lugar estratégico para esperar las buenas
nuevas. Al poco rato, llegó el ginecólogo de la familia, listo para
recibir al nuevo miembro de la familia. La cirugía resultó bastante
rápida, sobraba experiencia en todo el personal a cargo. Luna vino a
esta locura llamada mundo con una sonrisa plena, hermoseada por
rayos de luz, divina, libre, espontanea, mágica, angelical. Meléndez
se sorprendió tanto que soltó varias lágrimas y le concedió el
privilegio a la madre de poder sentir en su regazo a aquel ángel de
luz que acababa de nacer. El científico se persignó, se encomendó a
Dios. Era muy raro ver a un médico de su templanza tan enternecido
ante el poder del Creador, en especial teniendo en cuenta que en la
universidad le enseñaron a contradecir la obra del Señor. El doctor
en medicina estaba conmovido en su máxima expresión: en toda su
carrera nunca observó acontecimiento similar.
Luego del beso entre madre e hija, Luna debía someterse a las
pruebas médicas tradicionales, medir sus reflejos, latidos del
corazón, estímulos a los sonidos, pulmones, etcétera. La enfermera
de guardia se la llevó a una recámara apartada, la bañaron con
delicadeza para que cada especialista diera su certificación. Todo
aconteció a la perfección, sus órganos vitales funcionaban, se habían
desarrollado según los niveles necesarios, las reacciones del
organismo eran las óptimas. Tocaba una breve pasada por el retén y
luego, a la habitación, para que todos chocaran copas en honor de la
princesita. Antes de despedirse, una de las auxiliares de parto le dijo
a la madre:
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FIN
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