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HORA SANTA “EL BAUTISMO DEL SEÑOR”

Canto y exposición del Santísimo Sacramento

Jesús obediente, humilde, generoso, ayuda a nuestro corazón a que te imite


para que podamos experimentar todo el amor que Dios nos tiene, que
agradezcamos desde los profundo de nuestro ser todo el amor, toda la
compasión, toda la misericordia que nos tienes. Amén.

Alabanza y Adoración

Lectura del Evangelio:

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 3, 13-17

En aquel tiempo, Jesús llego a Galilea al río Jordán y le pidió a Juan que lo
bautizara. Pero Juan se resistía, diciendo: “Yo soy quien debe
ser bautizado por ti ¿y Tú vienes a que yo te bautice?” Jesús le respondió:
“Haz ahora lo que te digo, porque es necesario que así cumplamos todo lo
que Dios quiere” Entonces Juan accedió a bautizarlo.

Al salir Jesús del agua, una vez bautizado, se le abrieron los cielos y vio al
Espíritu de Dios, que descendía sobre él en forma de paloma y oyó una voz
que decía desde el cielo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo mis
complacencias”.

Palabra del Señor.

Meditando el misterio del Bautismo de Jesús descubrimos el misterio de la oración de los


hijos de Dios por medio del sacramento del Bautismo.
La oración no es nada más que estar en la familia de los hijos de Dios, ser uno con el Padre
en el Hijo y en el Espíritu Santo. El amor del Padre por su Hijo el Espíritu Santo. Y el amor,
nuestro amor por el Padre, a través de Jesús, su Hijo inundado con el Espíritu Santo, es
nuestra unión con Dios, el fruto de esa oración lo que nosotros llamamos oración. Nosotros
le hemos dado ese nombre pero de hecho orar no es nada más que esa unidad con Cristo.

Como San Pablo ha dicho: “Yo ya no vivo más, sino Cristo vive en mi”. Cristo reza en mí,
Cristo trabaja en mí, Cristo piensa en mí, Cristo mira a través de mis ojos, Cristo habla a
través de mis palabras, Cristo trabaja con mis manos, Cristo camina con mis pies, Cristo
ama con mi corazón. Es como la oración de San Pablo que afirma: “Yo pertenezco a Cristo
y nada me separará del amor de Cristo.” Esta unidad: unidad con Dios, unidad con el
Maestro en el Espíritu Santo.

Y si realmente queremos aprender a orar debemos primero aprender a escuchar, debido a


que en el silencio del corazón el Padre habla.
Por lo tanto la oración no supone ser una tortura, no supone que nos haga estar inquietos,
no supone que nos taiga problemas. Es algo deseable el hablar con mi Padre, el hablar con
Jesús, a quien te pertenezco: cuerpo, alma, mente y corazón.

Y si estamos en el tiempo en que no podamos rezar, es muy simple: si Jesús esta en mi


corazón, dejémoslo rezar a él, que yo le permita a él rezar en mí, que hable con su Padre
en el silencio de mí corazón. Como yo ya no puedo hablar, él hablará. Es por esto que
debiéramos decir a menudo: “Jesús en mi corazón, creo en tu amor fiel hacía mi, te amo”

Y cuando no tengamos nada para dar démosle a él esa nada. Cuando no podamos rezar
démosle nuestra capacidad a él. Hay todavía una razón más para permitirle a él que rece
en nosotros al Padre: pidámosle a él que rece en nosotros, porque nadie conoce al Padre
mejor que él. Nadie puede rezar mejor que Jesús. Y si mi corazón es puro, si en mi corazón
Jesús esta vivo, si mi corazón es un tabernáculo del Dios vivo para santificarlo en la gracia:
Jesús y yo somos uno. Él reza en mí, el usa mi lengua para hablar, él usa mi cerebro para
pensar, él usa mis manos para tocarlo en su cuerpo quebrantado.

A medida que más lo amamos entramos, más y más en esa unidad con él y le permitimos
a él vivir Su vida en nosotros. Y este vivir de Cristo en nosotros es santidad.

Silencio

Canto de adoración

Seguimos meditando:

Los apóstoles no sabían como rezar y le pidieron a Jesús que les enseñará. Entonces, él
les enseño el Padre Nuestro. Por algo les enseño esta oración porque el hijo conoce muy
bien el corazón del Padre. Y sabe que cualquiera que la rece, el Padre se compadece. Es
la oración. Es Su oración.

“Creo que cada vez que rezamos el Padre Nuestro, “Dios se mira las manos donde fuimos
forjados.” Ven, Yo los he inscripto en las palmas de mis manos… que hermosa descripción
y también que expresiva del amor personal que él siente por cada uno de nosotros”

Madre Teresa

Te invito a que lo pronuncies y lo reces, es el Padre nuestro rezado por San Francisco de
Asis, puede ayudarte. Podes después escribir tu propio Padre nuestro, como lo hizo él.

Padre Nuestro: nuestro creador, redentor, consuelo y salvador.


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Que estás en el cielo: en los Ángeles y los santos, iluminándolos para que te conozcan,
pues Tú, oh Dios, eres la luz, encandilándolos de amor, pues Tu, oh Dios, eres el amor que
reside en ellos y los colma de felicidad: porque Tú, Señor, eres la más elevada Bondad, la
eterna Bondad de quien proviene todo lo bueno, sin quien la bondad no es posible.

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Santificado sea tu nombre: que nuestro conocimiento de Ti aumente siempre en claridad,
que conozcamos cuál es la grandeza de tus regalos, la extensión de tus promesas, la altura
de tu majestad y la profundidad de tus juicios.

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Venga a nosotros tu reino: que puedas reinar en notros a través de tu gracia y nos
permitas alcanzar tu reino donde hay una clara visión de Ti, perfecto amor a Ti, bendita
unión contigo y terno gozo de Ti.

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Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo: que te amemos con todo nuestro
corazón hasta el fin pensado siempre en ti; deseándote siempre en toda nuestra alma, en
toda nuestra mente, dirigiendo todas nuestras intenciones hacia Ti, buscando tu honor en
todas las cosas; que amemos a nuestro prójimo; regocijándonos en el bien ajeno así como
en el propio y brindar compasión en los problemas sin ofender a nadie.

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Danos hoy nuestro pan de cada día: tu bienamado Hijo, nuestro señor Jesucristo, que
tengamos en mente, comprendamos y honremos el amor que él nos tuvo, y todo lo que él
nos enseñó, hizo y sufrió por nosotros.

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Perdona nuestras ofensas: desde tu infinita misericordia, a través del poder e la pasión
de tu Hijo bienamado, y a través de los méritos de la bendita Virgen y de todos tus elegidos.

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Como perdonamos aquellos que nos ofenden: y aquello que nosotros no terminamos
de perdonar, hazlo Tú, oh Señor, haznos perdonar totalmente; que nosotros
verdaderamente amemos a nuestros enemigos por tu amor y devotamente intercedamos
por ellos ante Ti, sin devolver a nadie maldad por maldad; pero que en Ti nos esforcemos
en ayudar a todos.

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No nos dejes caer en la tentación: oculta o evidente, repentina o persistente.

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Líbranos del mal: pasado, presente y por venir.

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Silencio

Oremos a María Santísima


Madre del verdadero amor, intercede por nosotros para podamos recibir
generosamente el amor que Dios nos ofrece día a día en los pequeños
detalles de la vida cotidiana, que nuestro corazón se sensibilice para que
dejándonos llenar por Dios y nos demos a los demás. Amén.

Jesús es presentado como ungido el lleno del Espíritu Santo. Así como su
vida terrena había comenzado por obra del Espíritu Santo, así ahora su vida
apostólica comienza con una especial intervención del mismo Espíritu, de
él es poseído totalmente y de él es guiado al cumplimiento de su misión.
Pidamos que seamos poseídos y guiados por el Espíritu en nuestra
vida.

De modo análogo sucede con el cristiano, por el bautismo nace a la vida en


Cristo por la intervención del Espíritu santo que lo justifica y renueva en
todo su ser, formando en él a un hijo de Dios. Toda la vida del cristiano se
desenvuelve bajo el influjo del Espíritu Santo.
Oremos al Espíritu Santo nos forme como hijos de Dios que somos.

Naturalmente el Señor no tenía necesidad de ser bautizado, sin embargo se


dirige al Jordán uniéndose a los que iban a pedir el bautismo de penitencia
e incite ante Juan “Déjame obrar ahora, pues conviene, que cumplamos
toda justicia”
Oremos pidiéndole a nuestro Señor hagamos la Voluntad de Dios.

La justicia que Jesús quiere cumplir es el cumplimiento perfecto de la


voluntad del Padre y como respuesta a este gesto tan humilde de Jesús que
lo coloca a la par de los pecadores, el Padre revela al mundo su dignidad de
Mesías y el Espíritu Santo desciende sobre él en forma visible.
Pidamos la gracia de ser humildades en nuestra vidas.

Condición indispensable al cristiano para hacer fructificar la gracia


bautismal y para dejarse guiar por el espíritu Santo es la humildad que le
hace buscar en todo la voluntad de Dios, por encima de toda ganancia
personal.
Pidamos con insistencia la humildad para nuestras vidas.

Aclamaciones eucarísticas

Bendición con el Santísimo Sacramento

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