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García Arriola Kenya María Historia de la filosofía I

Introducción

El presente trabajo se enfocará en identificar y exponer las diferencias y similitudes entre el


modo de enseñanza sofística que profesaba Protágoras y la enseñanza de tipo filosófica
impartida por Sócrates.

Con el fin de obtener una perspectiva amplia del tema, se recurrirá, principalmente, a
textos de autores como Eduard Zeller, Werner Jaeger y Rodolfo Mondolfo.

Se expondrán claramente las características principales del pensamiento sofístico y


filosófico respectivamente, con el fin de entender cómo se fundamentan ambos tipos de
enseñanzas y los métodos que se utilizan en la impartición de las mismas. Posteriormente,
se dará paso a la comparación de ambas tesis, para, así, identificar las principales
diferencias y similitudes entre ambas.

Las principales diferencias y similitudes de la forma de educación sofística y la


filosófica desde la propuesta de Protágoras y Sócrates

Para hablar de la educación sofística, es necesario, antes que nada, señalar que el
surgimiento de los sofistas obedece a un importante florecimiento cultural e intelectual que
experimentaba la Atenas del siglo V, gracias las consecutivas victorias logradas en esa
época que desembocaron en el crecimiento de la polis. Esto es relevante debido a que estas
nuevas circunstancias requerían un cambio en la mentalidad de los ciudadanos, quienes
ahora buscaban un crecimiento intelectual importante, con el fin de sobresalir y aspirar a
participar de forma activa en los asuntos políticos que ahora les concernían también a ellos.
Esto se reflejó notablemente en la orientación de la filosofía de la época, pues

“A diferencia de antes, cuando la grandeza de la naturaleza arrebataba al hombre haciéndole olvidarse de sí


mismo, ahora descubra en sí mismo una fuerza que, distinta de todo lo corpóreo, ordena y rige al mundo de
los cuerpos; el espíritu le parece lo más elevado comparado con la naturaleza, y se aparta de la investigación
de ésta para ocuparse de sí mismo.”1

Es de esta forma que se prepara el terreno para el nacimiento de la sofística.

1 Eduard Zeller, Sócrates y los sofistas, p. 43.

1
El sofista más importante, sin duda, fue Protágoras de Abdera. Sus ideas acerca del
conocimiento, se dejan ver a través de su conocida sentencia: “El hombre es medida de
todas las cosas, de las que son, puesto que son, de las que no son, puesto que no son.”2 De
esto se deja ver que, aunque concibe la realidad como externa al hombre, todo lo que “es”
sólo está constituido por aquello que el hombre percibe, es decir, no es posible concebir un
objeto si se le considera a éste por sí mismo, sino que dicho objeto sólo puede “ser” en
tanto esté relacionado con otro ente, en este caso, con el hombre. Dicho de otra forma, nada
tiene significado por sí mismo; éste sólo se adquiere a través de una interrelación entre
entes. Es por esto que todas las interpretaciones acerca de la realidad, pueden ser
verdaderas.

Visto de esta forma, es posible admitir una postura relativista en Protágoras. Sin
embargo, si se examina más a fondo, para una postura puramente relativista no tendría
ningún sentido la educación, pues si todos los hombres pueden emitir juicios verdaderos
acerca de la realidad ¿Para qué educar? Es por esto que resulta absurdo decir que la postura
de un sofista, quien afirma educar a las personas, como lo es Protágoras, se reduzca al
relativismo. Es más acertado decir que Protágoras toma como base ese relativismo y lo une
a la retórica para conformar su método de enseñanza. Para entender mejor esto, es
importante tener en cuenta el concepto de kairós (oportunidad), pues es en este punto donde
convergen el lógos de la retórica y el relativismo de la tesis del hombre medida. O como lo
explica Cassin:

“Los discursos “marchan al mismo paso que el tiempo”: este último los bonifica, como a un vino, y destaca a
la vez los mejores, los autentifica en cuanto tales frente a la posteridad. Pero ser contemporáneo del tiempo
también es estar, momento tras momento, inmediatamente ahí, ser siempre en presente: el discurso, ligado al
kairós, la “oportunidad”, la “ocasión”, siempre propicia y aprovechada por el orador “da en el blanco al
instante” […] La retórica se beneficia así con la doble temporalidad del propio tiempo.”3

De esto se sigue que para Protágoras, entonces, la educación y la adquisición de


conocimientos consistían en una adecuación entre el discurso y el contexto. Por lo cual, la
educación sofística que Protágoras profesaba era de tipo utilitaria, con miras al correcto
comportamiento del individuo en sociedad. Es por esto que el sofista no podía partir de la
ignorancia, sino que, necesariamente, tenía que poseer conocimiento acerca de diversos

2 D.K. 80, B 1.
3 Barbara Cassin, El efecto sofístico, p. 144.

2
temas, lo cual se relaciona, también, con la retribución monetaria que los sofistas pedían a
cambio de sus enseñanzas:

“La implantación de una remuneración por la enseñanza científica en esa época, cualquiera que sea el juicio
moral que merezca, constituye en todo caso la prueba del cambio de opinión […] sobre el valor e importancia
del conocimiento científico, un indicio de que en vez de la investigación pura que se satisface en el
conocimiento de lo real, ya sólo se busca, se aprecia y se considera asequible un saber que pueda utilizarse
como medio auxiliar para otros fines y que consiste menos en la formación general del espíritu que en la
adquisición de aptitudes prácticas especiales.”4

Sin embargo, aunque la educación sofística se dirigía más a lo social y práctico, no


parece correcto afirmar que dicha educación no fuera también de tipo espiritual, pues ésta sí
buscaba una formación interior del individuo y es por esto que no resulta una formación
puramente utilitaria:
“Al lado de la formación puramente formal del entendimiento se dio también en los sofistas una educación
formal en el más alto sentido de la palabra, que no consistía ya en una estructuración del entendimiento y del
lenguaje, sino que partía de la totalidad de las fuerzas espirituales […] Se distingue de la formal y la
enciclopédica porque no considera ya al hombre abstractamente sino como miembro de la sociedad […] sólo
que el espíritu no es considerado desde el punto de vista puramente intelectual, formal o de contenido, sino
en relación con sus condiciones sociales.”5

Esta formación espiritual, cabe aclarar, no tiene que ver con ningún tipo de ideas
religiosas, pues hay que recordar el escepticismo que caracterizaba a Protágoras, el cual se
deja ver en su afirmación: “Sobre los dioses no puedo tener la certeza de que existen ni de
que no existen ni tampoco de cómo son en su forma externa. Ya que son muchos los
factores que me lo impiden: la imprecisión del asunto así como la brevedad de la vida
humana.”6 Con esto se puede entender mejor la razón por la cual Protágoras enfoca su
enseñanza solamente en todo lo que concierne a la polis, pues creía que aquello que es
inaccesible para el hombre, carecía de importancia y resultaba irrelevante para el
conocimiento humano.

La educación sofística gozó de gran éxito por cierto tiempo. Sin embargo, la naturaleza
de la misma, hacía que resultara insuficiente para los requerimientos del contexto social del
momento, pues no cumplía con las exigencias requeridas para las condiciones sociales y
políticas:

“La nueva educación, precisamente porque sobrepasaba lo puramente formal y material y atacaba los
problemas más profundos de la moralidad y del estado, se exponía a caer en las mayores parcialidades, si no

4 Eduard Zeller, op. cit., p. 58.


5 Werner Jaeger, Paideia: los ideales de la cultura griega, p. 47.
6 D.K. 80, B 4.

3
se fundaba en una seria investigación y en un pensamiento filosófico riguroso, que buscaran la verdad por sí
misma.” 7

Esta es una de las principales razones por las cuales la enseñanza filosófica,
representada por Sócrates, se contrapone en gran medida con la enseñanza sofística.

Para entender mejor la educación filosófica socrática, es necesario tener en cuenta el


carácter religioso de la misma. Sócrates alude al oráculo de Delfos en varias ocasiones8,
pues para él, una forma de vida filosófica y, a su vez, la enseñanza de la misma, obedece a
una intención de purificación que debe realizar un individuo, con miras a una posibilidad de
subsistencia después de la vida, y de esto mismo deviene la intención de enseñanza
filosófica:

7 Werner Jaeger, op. cit., pp. 47-48.


8 Cfr. Platón, Apología de Sócrates, 20e – 21b.

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