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El Brasil Monárquico

De la independencia a la República -
Capítulos de Historia e Historiografía

Jurandir Malerba

1
El Brasil Monárquico
De la independencia a la República -
Capítulos de Historia e Historiografía

Presentación………………………………………………………………………….3
1. El Rey en los trópicos: Pensando la Sociología Figuracional en el Contexto de la
América Portuguesa ………………………………………………………………...7

2. Instituciones de la monarquía portuguesa decisivas en la fundación Del Imperio


brasileño…………………………………………………………………………….31

3. Dramaturgia del poder: el teatro de la política en el Brasil a las vísperas de la


Independencia……………………………………………………………………....46

4. Sobre el Tamaño de la Comitiva…………………………………………………..63

5. D. João VI, Rey de Brasil: entre la historia y la memoria………………………79

6. Las Independencias del Brasil: ponderaciones teóricas en perspectiva


historiográfica………………………………………………………………………98

7. La Casa del rey: Reflexiones en torno del carácter patriarcal del Estado
imperial brasileño…………………………………………………………………119

8. Bailes de fantasía: las fiestas chilenas, la monarquía y el golpe militar de la


república en el Brasil (1889)………………………………………………….......128

9. Herencias Brasileñas: Construcción y desconstrucción del Brasil, siglos XIX y


XX………………………………………………………………………………….157

10. Historia, memoria, historiografía: Algunas consideraciones sobre historia


normativa y cognitiva en el Brasil……………………………………………….186

Bibliografía………………………………………………………………………..204

2
Presentación

Los capítulos que componen este libro se centran en la formación del Estado y la nación
en Brasil en el siglo XIX. En retrospectiva, sino que también se prestan a seguir los pasos de
nuestra carrera académica en los últimos quince años, todo ello dedicada por un lado, a la
investigación y la escritura de esos temas, y, por otro, a la reflexión teórica sobre el hacer
historiográfico. En algunos de los siguientes textos, ambas prácticas profesionales a menudo
coinciden.

En gran medida se trata de una producción dispersa en revistas especializadas y libros


académicos, la mayoría de los cuales nunca publicados en español. Al recopilar este material,
nuestro objetivo fue precisamente de proporcionar dicha producción al público
hispanoparlante, cada vez más interesados en el conocimiento de las cosas de Brasil,
incluyendo su historia. Es clásica la separación, el distanciamiento y, no pocas veces, el
extrañamiento entre estas dos regiones co-hermanas de América, colonizada una por españoles
y otra por portugueses. Quizás en la rivalidad misma de esos imperios coloniales y sus
respectivas herencias culturales se encuentra la explicación de dicho distanciamento, que
nosotros debemos trabajar para superar.

Esta historia de las aparentes diferencias irreconciliables tiene un punto de origen común
a las dos grandes porciones de América, español y portugués, y este punto común está en sus
distintos procesos de independencia de las antiguas metrópolis. Mucho se ha estudiado y ecrito
sobre el carácter del absolutismo ibérico, los matices entre las coronas ibéricas en la gestión
de sus colonias americanas durante el periodo del despotismo ilustrado y las reformas
burbónica e pombalina y la intensificación de las tensiones en las relaciones coloniales que
produjeron dichas reformas, el impacto de la revolución francés en la política y las ideas
circulantes en los reinos ibéricos y sus extensiones americanas; sobre el efecto catalizador de
las tensiones que tuvieron el bloqueo napoleónico continental. Tal vez las historias de lo que
hoy constituye la América de habla española y portuguesa empiezan a diferenciarse
precisamente aquí, en algún momento entre finales de 1807 y el año 1808.

En noviembre, con la inminente invasión del general Junot y sus tropas a la ciudad de
Lisboa, el Príncipe Regente portugués D. João finalmente decide aceptar la protección
británica y escapar con su familia, su corte y parte de su administración a Brasil. Su decisión
ha marcado profundamente la historia de los dos países. A la altura de las acciones de
Napoleón en la Península Ibérica, en abril de 1808, Fernando VII se vio obligado a abidcar en
3
Bayona y reconocer el hermano del emperador, José Bonaparte, como rey de España. Además
de Fernando VII, se metieron en la cárcel a su predecesor, Carlos IV, la reina y el poderoso
ministro Manuel de Godoy. Durante los meses de mayo y junio, estallan revueltas populares
contra las tropas francesas de ocupación en toda España y Portugal. Ante el temor de un destino
similar, en mayo de 1808 el Príncipe Regente de Portugal, ahora en el exilio tropical, en Río
de Janeiro, hizo nulos todos los tratados con Francia, Portugal, y declara la guerra a los
franceses y amistad a su antiguo aliado, Gran Bretaña.

Estos eventos son únicos en la historia de las monarquías europeas, la transferencia de


una corte y Estado hacia una de sus colonias y, después de la muerte de la reina loca D. María
I, la acalmación y coronación del príncipe como D. João VI, el único monarca europeo
coronado fuera de Europa. Prácticamente la mitad de este libro se centra en el análisis de este
acontecimiento singular y sus consecuencias en la historia de Brasil: la transferencia de la corte
Bragantina y sus relaciones con el proceso de emancipación política brasileña. El primer
capítulo ofrece un soporte teórico para la interpretación adecuada del significado de la
instalación de una tradicional sociedad corte del Antiguo Régimen, sociedad espectacular
regulada por etiqueta detallada en el que cada individuo tenía su lugar, de acuerdo a su
condición y valimento delante del rey. Aquí, la sociología figuracional de Norbert Elias, junto
con las aportaciones de otros autores que pensaron las relaciones sociales, las prácticas y las
representaciones de las sociedades de corte, se ha diseñado de acuerdo con el contexto
histórico en pantalla.

A continuación, se discuten temas centrales para la comprensión de la estructura y el


éxito en la construcción del Estado brasileño naciente, erigido del marco del Estado portugués
instalado en Río de Janeiro, tras el ascenso de Brasil al Reino Unido a Portugal y Algarves en
1815. Dos características marcan profundamente las bases del nuevo estado de Brasil, aspectos
que tienen linaje antigua en la fundación de Portugal: el origen divino del poder real y el
carácter patriarcal de su estado. Preposto de Dios en la tierra, el rey debe proveer a sus súbditos
como un padre para los niños, tratando de garantizar la felicidad, un verdadero ejercicio de la
tutela. D. Juan VI se asimiló perfectamente estas formas y el lenguaje político y las puso en
práctica en suelo brasileño.

Este aparato de poder habría garantizado su eficacia en otro aspecto notable de las
sociedades de corte que se reproduce en Río de Janeiro. Este es el aspecto lúdico espectacular
de las sociedades políticas de antíguo regimen, cuyo epicentro se situó en el espacio físico del

4
teatro São João , construido por el rey con la ayuda de los grandes potentados Fluminenses
que se convirtió en el lugar por excelencia de la vida política y social de Río de Janeiro, en el
tiempo de D. João Dicho sea de paso, el período de la presencia de la corte portuguesa en
Brasil (1808-1821) es quizás el más estudiado en la historia de Brasil, junto con la
independencia, que precede y que se une orgánicamente. En 2008 se celebró el bicentenario
del hecho histórico, apropiado con gran vigor por el gobierno y los medios de comunicación
en Brasil - y la academia, como debe ser. Una avalancha de histórica histórica ha inundado el
mercado, rescatando viejas controversias historiográficas (incluyendo un aportada aquí, sobre
el tamaño de la comitiva que acompañó al rey en su espectacular fuga. Bajo este telón de fondo
histórico, este capítulo presenta una reflexión metodológica) y inaugurando otras.

Entre los nuevos debates, uno de los más visibles en el contexto historiográfico reciente
se refiere a los usos que se han hecho no sólo de este período histórico en su conjunto ("el
aniversario de la llegada de la corte portuguesa a Brasil sería una razón para celebrar los
brasileños?"), como también los principales actores de aquellos acontecimientos. Por último,
los usos y abusos de la historia, la construcción y apropiación de la memoria. Tratamos estos
temas en el capítulo dedicado a las representaciones de D. João en las historiografías
portuguesa y brasileña. Cerrando este conjunto, se presenta una discusión teórica de la
independencia de Brasil desde el punto de vista historiográfico, se comparan dos obras sobre
el tema - una de 1972 y otra de 2006, intentando observar los caminos de la investigación
histórica en Brasil, los temas y procedimientos nuevos de Investigación

Un segundo conjunto de preguntas tiene una perscpetiva temática y cronológica más


dilatada, dejando atrás el período de la independencia y obsevando aspectos centrales de la
historia de Brasil en el siglo XIX, junto con reflexiones teóricas e historiográficas basadas en
estos temas. Un capítulo se dedica a la reflexión sobre el pensamiento jurídico en el Brasil del
siglo XIX y vigas ideologías patriarcales que sustentan el estado imperial. Otro capítulo
incluye preguntas clave sobre el golpe militar que derrocó a la monarquía y estableció una
república en Brasil en 1889. El 11 de octubre llegó de Chile el barco Almirante Cochrane con
300 tripulantes a bordo, al puerto de lo que hoy es Rio de Janeiro, una escala para promover
las buenas relaciones entre países vecinos. El desgastado gobierno de la monarquía ofreció a
los visitantes pomposas venias expresadas en visitas protocolares y maravillosas fiestas. Entre
ellas destaca el legendario “Baile de la Isla Fiscal”, que tuvo lugar seis días antes de la
proclamación de la república. Mientras cerca de cinco mil invitados se divertían en el baile,
los republicanos, presididos por el Teniente Coronel Benjamín Constant, se reunieron en el
5
Club Militar con el propósito de planificar la caída del Imperio. En este capítulo se discuten
algunas de las actuales teorías de la historiografía de este crucial episodio sobre la transición
de la monarquía a la república en el Brasil, a través de la investigación documental y la
reflexión teórica.

Entonces, desde una perspectiva de la continuidad, se analiza la formación de las bases


jurídica y política del gobierno monárquico en Brasil durante el siglo XIX y el proceso de la
deconstrucción, crítica, de dicha historia edificante llevada a termo por lo llamado el
"pensamiento social brasileño" a lo largo del siglo XX. Por último, se introducen dos
acontecimientos importantes de la historia de Brasil - "descubrimiento" y la independencia -
como pretexto para un análisis de las prácticas y funciones de la historiografía de Brasil.

Tal vez el experto en la historia de Brasil no logrará encontrar en el presente conjunto


toda magnitud de los actuales y ardientes debates historiográficos sobre los temas tratados. La
historiografía brasileña se ha disparado en los últimos 20 años, tanto en términos cuantitativos
como en términos cualitativos. A menudo, la calidad se pierde en la profusión. A lo largo de
nuestra carrera profesional, hemos tratado de seguir la evolución de esta historiografía,
mediante los debates teóricos, la sofisticación metodológica, el uso extendido de las fuentes
documentales. Nuestro campo de observación privilegiado ha sido el siglo XIX, cuando se
inventó Brasil cómo un país independiente, una isla monárquica, esclavista y lusoparlante,
rodeado repúblicas de habla española por todas partes.

6
1. El Rey en los trópicos: Pensando la Sociología Figuracional en el Contexto de la
América Portuguesa1

En las reflexiones que siguen, basadas en una investigación sobre Brasil en vísperas de la
Independencia (Malerba, 2000), procuraré hacer evidente cuánto se enriquece el conocimiento
histórico en la síntesis propuesta por la sociología figurativa, tal como la inició Norbert Elias;
y al contrario, a partir de la misma referencia, cuánto podrá enriquecerse el conocimiento
sociológico en general a partir del momento en que pase a atribuir su peso real al carácter
diacrónico de las relaciones sociales.

El ejercicio que haré aquí será el de desconstruir lo que tanto me costó edificar. Trataré
de presentar un making of de mi libro: después de presentar el contexto histórico de la llegada
de la Corte de la familia real al Brasil en 1808, paso a discutir un tema central de mi argumento
y bastante candente en las ciencias sociales en general, que es el de las representaciones. Tema
común para antropólogos, sociólogos, psicólogos, lingüistas, historiadores, ha obligado a todos
estos profesionales a dialogar cada vez más entre sí. A propósito del concepto polisémico de
las representaciones, procuraré trazar un paralelo entre las matrices teóricas de Elias y Pierre
Bourdieu, para poner de manifiesto las proximidades y las distancias entre ellas, una vez que
el concepto de representaciones se elucida en otro, más amplio, que es el de habitus. En las
secciones siguientes, trato de esbozar el plan general de la obra, como fueron construidos los
capítulos y la incidencia de la sociología de Elias en su estructuración.

II

La historia que yo pretendía contar al empezar a escribir mi tesis comenzaba con el fin
del viaje que hicieron el príncipe regente de Portugal, su familia y parte de su Corte a la ciudad

1
Traducción de Isabel Vericat. Originamente publicado en Revista Mexicana de Sociología, v. 61, n.2, p. 77-
105, 1999.
7
de Río de Janeiro a finales de 1807 y principios del año siguiente. En esa ocasión, fue razón
de Estado y sentido de la sobrevivencia el ultimátum dado por Napoleón Bonaparte, que para
entonces había hecho que se postraran ante él prácticamente todas las principales casas
dinásticas de Europa y que sentía en el pequeño Estado portugués una amenaza para nada
despreciable en función de su posición estratégica de emporio comercial y aliado histórico del
imperio británico.
Las memorias de estos acontecimientos son folklóricas. Se cuenta que la escuadra
portuguesa, salvaguardada por los ingleses, llegó a ser vista por las tropas invasoras
comandadas por Junot. Ese viaje único, y sin previsión de regreso, duró trece años y alteró
definitivamente la relación entre la metrópoli y la colonia, haciendo que se interrumpiera un
tipo de dominación que perduraba desde el siglo XVI. Portugal pasaba por primera vez a
recibir órdenes emanadas de Río de Janeiro.
En este breve e intenso lapso se inscriben cambios históricos, cuya importancia es
tenida en cuenta por todos. Es el momento de un reordenamiento de fuerzas políticas y
sociales, cuya resultante será la formación de las élites dominantes y dirigentes de la nación
que allí se fundaba y de su contrapartida institucional: la construcción del Estado brasileño,
que fue concebido monárquico y así se mantuvo durante casi todo el siglo XIX.
La estancia de D. Juan en Río de Janeiro desencadenó así dos órdenes de
transformaciones. La primera, el reordenamiento político-jurídico del país, y otra,
intrínsecamente ligada a la primera: los resultados del encuentro de dos configuraciones
sociales distintas: la ‘sociedad de la corte’ portuguesa, que migró junto con la familia real, y
la sociedad fulmínense que la recibió. Esta última tenía en la cúspide de su jerarquía social a
los comerciantes de “trato grueso”, que se dedicaban al comercio internacional de géneros
tropicales y al tráfico de esclavos, y que extendían sus redes a otras actividades, como el
abastecimiento interno y el sistema de crédito. El primer abanico de transformaciones fue el
foco de atención de la historiografía del “proceso de Independencia”, siempre dedicada a sus
aspectos más “oficiales”: la historia política tradicional, atenta a los pormenores de la
diplomacia internacional y a la instalación del aparato de gobierno. Dicha historiografía no
tuvo mucho en cuenta cuán estrechamente ese objeto que ella privilegia se entrelaza con el
segundo orden de transformaciones indicado, el que se operó en los habitus de ambas
formaciones sociales, la de los residentes de Río de Janeiro y la de los advenedizos.
Mi objetivo principal fue construir una narrativa histórica en la que se articulasen esos
dos aspectos de la historia de la fundación del Estado brasileño, lo cual implicó una serie de

8
opciones teóricas, presupuestos sobre el hacer histórico que dirigieran la investigación y la
explicación, con consecuencias en el plano de la interpretación y de la narrativa. Aunque
sucintamente, procuraré explicar aquí las líneas generales que ordenaron la investigación y la
elaboración del texto.
La tesis central que sustento es doble: primero, que el encuentro de la Corte migrada
con la élite económica de Río de Janeiro desencadenó una transformación sensible de las
prácticas sociales de ambas, en el sentido de una “europeización” de las maneras de los
residentes aquí, y una adaptación de los habitus de la Corte, tanto en lo que respecta a la
reglamentación de la vida palaciega –la etiqueta que se debía seguir— cuanto en las formas de
sociabilidad cotidiana de la población como un todo. Segundo, que este aspecto “civilizatorio”,
marcado por la expansión de las redes de interdependencia –que ligaba a los individuos en
situaciones de afinidad de intereses o de conflictos inconciliables—fue decisivo en la
redefinición de los cuadros de las élites dirigentes y, en consecuencia, en la formación del
Estado brasileño.

III

De acuerdo con la idea de que todo historiador debe contar una historia, y contarla
bien,2 construí un entramado bipartito, según aquellos dos órdenes de transformaciones que
conforman las dos partes del trabajo, a las cuales denominé “El estado del Ser” y “El ser del
Estado”.
La referencia primera, por así decirlo fundadora de toda la arquitectura teórica de mi
tesis, está en Norbert Elias. Su presencia es manifiesta no sólo en los índices más visibles, sino
en la propia división de la obra en dos partes, una que privilegia el análisis de transformaciones
y estados del ser social –una palabra cara a la sociología de los habitus—, y otra dedicada a la
recuperación de las redes de interdependencias que configuraban la sociedad juanina en el

2
Aquí me baso en el planteamiento filosófico del tema de la narrativa de Helio Rebello Cardoso Jr. en diferentes
trabajos. Para este autor, la tarea narrativa está iluminada por el trabajo concomitante de reflexión dirigido a la
elaboración de conceptos y generalizaciones histórico-causales, la tarea teórica; ambas deben coincidir en la
narrativa histórica. Desde este punto de vista, la narrativa debe ser considerada como un tema primordial en la
teoría del conocimiento histórico, manteniendo por lo tanto un lugar de “interioridad” en el trabajo del historiador.
Cf. Cardoso Jr., 1996: 179-188. Véase también Cardoso Jr., 1991: 125-147. También Ricoeur, 1998, tomo 1. Tal
vez el autor más importante en el pensamiento de la fundación fenomenológica de la narrativa histórica, que
recusa definitivamente la equiparación de la escritura histórica de textos de ficción y literarios, sea David Carr.
Cf. Carr, 1991.
9
momento de la fundación del Estado brasileño. El lector de Elias podrá notar su fuerte
incidencia a lo largo de toda la narrativa. Los capítulos sobre la etiqueta de la corte en el nuevo
escenario de Río de Janeiro, particularmente el primero y el tercero, tienen su filiación en el
análisis psicogenético creado por Elias en el primer volumen de su proceso civilizador; en
cuanto a la segunda parte, dedicada al “ser del Estado”, es tributaria de la investigación
sociogenética, a través de la cual el sociólogo interpretó el proceso de formación de los estados
occidentales. Así también, el entendimiento de corte y de sociedad que empleo, con todos sus
desdoblamientos conceptuales –redes de interdependencia, representaciones, equilibrio
inestable del poder, etiqueta, etc.--, tiene como referencia el estudio de Elias sobre el “tipo
ideal” de sociedad de corte que él privilegió, el de la Francia de Luis XIV.3

IV

Un aspecto esencial de las sociedades de corte exigió conocer el tratamiento a él dado


por algunos científicos sociales: aquello que Ervin Goffman llamó la “teatralidad” y
“dramaturgia de la vida” y Georges Balandier, “teatrocracia” es un elemento central sobre todo
en la primera parte. Goffman (1975:71) creó un modo de comprensión de cómo los individuos
actúan socialmente como actores, desempeñan un papel social a partir de las expectativas que
tienen en la construcción de la imagen social por la cual desean ser reconocidos. El segundo,
más preocupado por la dimensión del ejercicio de poder político a través de los elementos
dramáticos que lo legitiman, donde la fuerza y la razón serían insuficientes, afirma la capacidad
de la teatrocracia de regular la vida cotidiana de los hombres en colectividad (Balandier,
1982:71). Si ambos se valen de la metáfora teatral para la investigación de las relaciones
sociales en general, es unánime la opinión de que a las que mejor se aplica es a las sociedades
de corte, dramáticas por excelencia. La época moderna en Occidente puede ser tomada en este
sentido como un periodo sub specie ludens, según lo conceptualizó Huizinga (1990).

3
Cf. Elias, 1990, vol. 1, 1994, vol. 2. A quien le interese un tratamiento de las principales categorías creadas por
Elias, véase Elias, 1980. El estudio sistemático de la obra del sociólogo alemán me permite pensar históricamente
a partir de sus categorías de análisis, hasta el punto que puedo prescindir –sería incluso impracticable en la
narrativa— de situarlo textualmente cada vez que empleo su instrumental teórico. Hice una rápida reflexión sobre
las principales categorías y filiaciones teóricas de Elias en Malerba, 1996ª: 73-92. Muchos estudios sobre la
sociedad de corte posteriores a Elias 1987, realizados por antropólogos, sociólogos e historiadores, tienen sus
fundamentos en el análisis del sociólogo alemán. Una bibliografía exhaustiva sobre el tema se encuentra en Burke,
1994. También Apostolidés, 1993.
10
Tomar el mundo como palco de una gran representación puede ser un recurso analítico,
como en Goffman o en Clifford Geertz (1989), del cual me valgo en el análisis de la sociedad
de corte carioca del periodo juanino. Ésta es heredera, o mejor dicho, pertenecía al tiempo de
las monarquías absolutas europeas en sus momentos postreros. Como decía, en tal caso
particular no se trata la perspectiva dramatúrgica sólo como un procedimiento analítico. Es
propio de las sociedades del periodo que comprende los regímenes políticos absolutistas
concebir el mundo como un palco, en cualquiera de los diferentes “ropajes” que revestían al
mismo género de la Corte. Estilos variados de una misma percepción estética del mundo,
barroco o rococó, manierismo o neoclasicismo, en todos se repite la fórmula del Theatrum
mundi o del Theatrum orbi terrarum.4 Como dice Balandier, la presentación espectacular de
la vida social no se separa de una representación del mundo “de una cosmología traducida en
obras o en la práctica”.5
El doble planteamiento de la concepción del Theatrum mundi, del mundo como palco,
remite inevitablemente al tema movedizo de las representaciones mentales.6 Para la
inteligencia de las sociedades de corte, como la que se instaló en Río de Janeiro en 1808, no
se trata solamente de emplear la metáfora teatral como recurso analítico, sobre todo para los
años posteriores a 1815, cuando la monarquía encontraba un mayor equilibrio después de los
tiempos turbulentos de la fuga. Hombres y mujeres se comportaban efectivamente como
actores en un drama: la propia jerarquía social era producida y reproducida a partir del papel

4
Es imposible abordar este tema aquí porque otros autores ya lo hicieron antes. En Brasil, Alfonso Ávila (1971)
desarrolló ampliamente la relación barroco y juego, y sus formas de teatralidad. Huizinga identificó el periodo
del teatro laico del siglo XVI como el de una cultura sub specie ludens por excelencia, donde destacan figuras
como Shakespeare, Calderón y Racine. En estos autores, “...era costumbre comparar el mundo a un palco, en el
cual cada hombre desempeñaba su papel” (Huizinga, 1990:8). El ejemplo más emblemático de la representación
del mundo como palco son los autos sacramentales, cuyo máximo exponente sería Calderón (Calderón de la
Barca, 1988). Los críticos españoles también se cuentan entre los que más exploraron las conexiones entre barroco
y teatralidad. Cf. Orozco Dias, 1969; también Ortega y Gasset, 1958.
5
Cf. Balandier, 1982, p. 14; Burke, 1994, p. 19.
6
Siendo este un tema central para la sociología y la antropología, desde su institución como disciplinas
académicas, es un problema que “migró” últimamente al campo de la historia. No es que no existieran ya trabajos
importantes sobre representaciones –recuerdo solamente los clásicos textos de Marc Bloch sobre la creencia en
el poder mágico de curar escrófulas en los reyes de Francia e Inglaterra medievales (Bloch, 1993) y de Sérgio
Buarque de Holanda sobre la formación de los motivos edénicos y sus reflejos “en el descubrimiento, conquista
y exploración de los mundos nuevos” (Buarque de Holanda, 1982)—. Particularmente desde finales de los años
ochenta e inicios de la década siguiente, después de la toma de conciencia por –o del deseo latente de— gran
parte de la historiografía de la carencia del modelo “científico”, estructural-analítico de explicación histórica, lo
que se verifica es un guiño rumbo a esa tierra de nadie llamada “cultura”, y la necesidad de los historiadores de
tratar de teorizar ese territorio, en cuyo epicentro se localiza el tema de las representaciones. Dos tentativas
ilustres son las de Chartier, 1991 (la versión original es de 1989, publicada en los Anales ESC) y la réplica dada
por Carlo Ginzburg, que observó correctamente el tema que corre el riesgo de transformarse en un modismo:
“Esta fascinación resulta poco sorprendente pues la palabra ‘representación’ es una palabra venerable que forma
parte de nuestros recursos intelectuales desde hace siglos”. Cf. Ginzburg, 1991, p. 1219.
11
que cada uno debería ocupar y cumplir en la sociedad de corte, papeles que eran
minuciosamente reglamentados por la etiqueta; la jerarquía misma se reafirmaba a partir de
señales externas que iban desde los signos materiales que el “actor” social ostentaba en forma
de indumentaria (armas que portaba, encomiendas de órdenes militares, distintivos de títulos
nobiliarios) hasta una compleja economía de los gestos. Señales que aseguraban a los hombres
de alto coturno los “privilegios, libertades, exenciones, precedencias y franquías” que constan
en las mercedes de los títulos y justificaciones de nobleza. Como enseña Elias, “la sensibilidad
del hombre de esta época por las relaciones entre la posición social y la organización de todos
los aspectos visibles de su campo de actividad, incluyendo los propios movimientos del
cuerpo, es simultáneamente el producto y la expresión de su posición social”.7
La lógica de la corte, que se difundía por la sociedad como un todo, consistía en la
forma por excelencia de organización de la política que marca el surgimiento de los Estados
modernos. El antropólogo Balandier (1982:18) dice que esas “sociedades visuales” son una
herencia renacentista. Quien mejor caracterizó a las culturas sub specie ludens y el concepto
de representación fue Johan Huizinga. Representación, como uno de los dos aspectos
fundamentales del juego, al lado de la competición, significa darse a mostrar, exhibirse.8 Así
es que el niño, por ejemplo, representa ser algo diferente de lo que es: más bello, noble y
peligroso, como un pájaro, príncipe, bruja o animal feroz. Huizinga lo caracteriza como
literalmente “transportado” de placer, tal vez en el mismo sentido en que innumerables veces
los cronistas del periodo juanino describían el estado de espíritu de los fluminenses ante las
solemnidades reales a las que asistieron, como la coronación de D. Juan o el casamiento de D.
Pedro y Dña. Leopoldina. “El gran concurso del pueblo manifestó sus más altos transportes de
alegría” es un lenguaje que expresa el carácter esencialmente lúdico de la sociedad que lo
utiliza. Así como la expresión “el rey dignóse”, “consintió el rey” o “al rey le fue dado ordenar”
que se respetan en todos los pedidos de gracias remitidos por los súbditos a la secretaría de
Estado de los negocios del reino, a partir del cual el rey despachaba concediendo o no la
merced solicitada.

7
Sobre la representación teatral que resultaba de la economía de los gestos regulada por la etiqueta, dice Elias
(1987: 47; 75): “Su ser [el de los cortesanos], la manifestación de su prestigio, la distancia que los separaba de
los inferiores, el reconocimiento de esta distancia por los superiores, todo esto era para ellos un fin en sí. Era en
la etiqueta donde la distancia, en cuanto fin en sí, encontraba su expresión más perfecta. Era un argumento teatral
de la sociedad de corte donde se alineaban jerárquicamente las situaciones de prestigio. Los actores
desempeñaban el papel de soportes de esas situaciones de prestigio. [...] La etiqueta ‘en acción’ es, por lo tanto,
una autorrepresentación de la corte”.
8
Cf. las provocadoras sugerencias sobre el orientalismo y las exposiciones en Mitchell, 1989; y Huizinga, 1990.
12
Lo que me parece importante reforzar es la necesidad de oponerse a la concepción
platónica de las representaciones como una “proyección” o “reflejo” inmaterial, imaginario,
de una realidad material fundadora. Por el contrario, en la expresión de Pierre Bourdieu, son
“estructuras estructuradas y estructurantes” que hacen viable la propia vida social (Bourdieu,
1989: 139); particularmente en lo que respecta a los rituales desarrollados como un “drama”,
una acción representada en un “palco” –en un espacio sagrado. Como la representación mística
que envuelve la coronación del rey o el casamiento de su hijo —garantía de perennidad de la
estirpe y de la felicidad de los súbditos—, la acción reviste la forma del espectáculo. Aquí la
representación ya no se reduce a la “exhibición”, como la entrada triunfal del rey que
solamente refuerza la idea del poderío de su Imperio o lo consagra por una victoria militar:9 es
eso y más, presume la real identificación, la repetición mística o la representación del
acontecimiento. Según Huizinga, “el ritual produce un efecto que, más que lo figurativamente
mostrado, es realmente reproducido en la acción” (Huizinga, 1990: 18). El ejemplo límite de
esta representación ritual es la eucaristía cristiana, el “misterio de la fe”: la
“transubstanciación” del pan en carne y del vino en sangre. Este significado fuerte de
representación ilumina la comprensión de la reverencia de los inferiores ante signos materiales
de los superiores, como ocurre infinitas veces con los súbditos cariocas ante el retrato del rey.
La problemática de las representaciones tiene como principal consecuencia la de la
recepción de lo que es representado, cuestión de extrema complejidad que se traduce en la
“creencia”, por parte del público espectador, del mensaje ritualizado. Peter Burke trató de
interpretarla en su trabajo sobre la fabricación de la imagen pública de Luis XIV y dice, con
acierto, que la producción de imágenes del rey tenía un público específico: las élites (Burke,
1994). Pero en la Francia del rey sol no se omitía al pueblo como receptor de esas imágenes.
El paralelo con lo que ocurría en Brasil se vuelve más delicado dada la inexistencia de un
pueblo brasileño como había un pueblo francés. En este sentido, parece cierto que a D. Juan
VI le interesaba sobre todo presentarse a las élites que lo sustentarían y no buscar una
“legitimidad” abstracta ante un pueblo inexistente. En este aspecto tiendo a coincidir con
Bourdieu, que arrastra la legitimidad y el reconocimiento de los sistemas simbólicos al
concepto de habitus. La autoridad del rey, ejemplo que se utiliza, presupone una identidad
entre quien expresa y quien recibe la autoridad, la cual surge en el propio acto de la enunciación

9
Y reafirma en el ceremonial el lugar de cada uno en la jerarquía social, como mostró Jennifer Loach en un
brillante estudio sobre la función del ceremonial en la corte de Enrique VIII: “Toda esta procesión estaba
dominada por conceptos de jerarquía, y de jerarquía feudal sin más. Como sucede con motivo de la coronación,
cada quien ocupa un lugar particular, y dicho sitio dependía de su grado” (cf. Loach, 1994: 63 a 74).
13
(Bourdieu, 1989:9ss; 116). Huizinga se acerca a los antropólogos en esta cuestión de la
creencia en los rituales mágicos y sobrenaturales en general, en el sentido de que no se debe
considerar a los sistemas de creencias y prácticas que lo soportan como meras farsas inventadas
por un grupo de “incrédulos” con el objetivo racional de dominar a los ingenuos “crédulos”.
No es concebible pensar que, aunque reinando en la “fase final de la evolución” de las
monarquías absolutas,10 D. Juan creyera que el ejercicio de su autoridad se asentase en una
farsa, y menos aún que sus vasallos no reconociesen en alguna medida el origen divino del
poder que emana de la corona, aunque el empleo reiterado de esa idea en los sermones y en
los discursos de la época se pueda entender como más cercano a un recurso de retórica que a
una cuestión de “creencia” propiamente dicha. Pero desde el punto de su legitimación, era en
esa concepción medieval del origen divino que se asentaba el poder del rey y sus atributos,
como la liberalidad y la arquitectura patriarcal del Estado: imagen de Dios, el rey, como el
Padre creador, tiene el don de “dar”. Juzgo que D. Juan creía en las impresiones causadas por
su representación, era un “actor sincero” según el concepto de Goffman, así como cada carioca
que le rodeaba (Goffman, 1975:21).
La cuestión de la credulidad de las representaciones se funda para Bourdieu en el
concepto de habitus, elaborado contra el “jurisdiccionismo”, o la tendencia de los etnólogos,
constatada por el sociólogo francés, a describir el mundo social en el lenguaje de la regla, de
la norma. La creencia se sitúa fuera del “cálculo racional” de los individuos, dentro por tanto
del habitus y al lado de la norma expresa y de la acción racional, y se constituye en uno de los
“principes generateurs de las prácticas”, que al posibilitar a los individuos una conducta
regular, los provee de la capacidad de previsión (Bourdieu, 1986: 40-44). Esta previsibilidad
de las conductas no puede estar ligada a una regla o legislación: el hábito tiene que ver con lo
fluido, lo vago. Tal espontaneidad generadora que se afirma en la confrontación improvisada
de las situaciones que no cesan de renovarse, que definen “le rapport ordinaire au monde”,
conserva una afinidad conceptual estrecha con el concepto de hábito y de configuración social
(su matriz generadora) en Norbert Elias. El control de las pasiones que se impone en la
competición entre partidos y facciones en la vida de corte, cuya contrapartida es la observación

10
Me valgo de la concepción de José Antonio Maravall sobre las élites nobiliarias españolas en el siglo XVIII,
en la que se afirma el estudio de una larga duración en sus momentos postreros. También son particularmente
inspiradores los análisis de Maravall sobre la transformación estructural de la nobleza estamental en élite de
poder, y las implicaciones que derivan de sus relaciones con el poder centrado en el rey, conductor del aparato
de Estado; el abandono de la función guerrera y la migración a la Corte en la disputa por el privilegio; el aumento
de la resistencia del grupo contra elementos externos (burguesía) y los cambios en las formas de acceso a sus
cuadros, procesos análogos y prácticamente coetáneos de la experiencia portuguesa. Cf. Maravall, 1989,
particularmente la segunda parte, pp. 147 a 250.
14
meticulosa de los gestos, la regularidad de las conductas –y la capacidad de previsión—para
el sociólogo alemán, revela una racionalidad opuesta a la de la sociedad burguesa-industrial,
que se basa en las presiones de las interdependencias económicas. “La sociedad de corte tiene
su origen en las presiones de la interdependencia social y mundana de las élites. Sirve, en
primer lugar, para calcular las relaciones humanas y las oportunidades de prestigio,
consideradas como instrumentos de poder” (Elias, 1987: 85ss.).
Así como las representaciones no son “proyecciones”, reflejos de una realidad material,
el concepto de habitus en Bourdieu manifiesta sus capacidades “creadoras”, formadoras, pero
no en el sentido de una razón universal o espíritu absoluto. Al contrario, el hábito tal vez se
defina mejor como los límites de acción, de las soluciones al alcance del individuo en una
determinada situación social concreta. Es, por lo tanto, un producto de la historia que produce
prácticas individuales y colectivas y que establece los límites dentro de los cuales los
individuos son “libres” para optar entre diferentes estrategias de acción. Prácticas que,
intuitivas en cuanto tales, orientan más que determinan las conductas (Bourdieu, 1989: 91ss).
Límite de la acción práctica en el mismo sentido empleado por Lucien Goldmann para la
“conciencia posible” de una época (Goldmann, 1979: 20ss).
En el hábito se asienta un principio fundamental de la jerarquía social y, en
consecuencia, de las sociedades de corte. En cuanto principio generador y unificador que
configura las características intrínsecas de una posición social en un estilo de vida homogéneo,
él es el que instaura la distinción social. En el caso particular de las sociedades de corte,
muchos teóricos trataron de explicar la lógica de la economía del ocio y del “lujo”, de Max
Weber a T. Veblen. Éste, con su teoría del “conspicuous consumption”, o consumo
ostentatorio, formuló un concepto sólo en parte apropiado para designar lo que, en la lógica de
la sociedad de corte, era una necesidad vital de las clases superiores: estar en la corte –y por
lo tanto, no trabajar— y presentarse de acuerdo con su lugar y valimiento, lo cual exigía gasto
de tiempo y gastos para la representación, sin los cuales era imposible la manutención de su
lugar y de su papel social, aún más por la constante y férrea competencia por el prestigio en
que vivían los cortesanos. La crítica de Bourdieu a Veblen es que la distinción no implica una
búsqueda de distinción, ya que todo consumo sería conspicuo, visible, tanto si guarda como si
no guarda una intencionalidad de volverse visible.11

11
Según Weber, la necesidad de “ostentación” en el ser aristocrático, del brillo externo y de la pompa
impresionante, la necesidad de bienes sin valor de cambio, sin “utilidad”, ocupaban el primer lugar de las
exigencias de prestigio estamental, considerado como instrumento de poder para la afirmación de su dominio a
15
El concepto de habitus en Elias no se presenta explícitamente definido como en
Bourdieu, sino que se construye a partir de su teoría del proceso civilizador. La civilización es
un devenir en el que un conjunto de interacciones forma un sistema no planeado y se estructura
progresivamente: las relaciones entre unidades o grupos sociales son en realidad las relaciones
de fuerza que ligan, oponen y, de esta manera, inscriben a los individuos en una estructura
jerarquizada, que supone “campos de fuerzas”, “tensión”, “equilibrio”, “competencia”. En este
sentido, la “configuración” de Elias es muy próxima al concepto de “campo” de Bourdieu, lo
cual traduce la idea de un espacio estructurado de posiciones donde se desarrollan las
relaciones de lucha. La proximidad no se resume en la nomenclatura de los conceptos –Elias
emplea el concepto de campo en sus “Sugestiones para una teoría de los procesos
civilizadores”, cuando recomienda que, para un estudio sociológico, conviene “...esclarecer la
estructura del conjunto de un campo social determinado”. En ambos se encuentra una misma
concepción relacional y estructural de lo social. Pero al privilegiar la génesis del hábito y la
razón o las razones de su evolución, el planteamiento eliasiano se vuelve más apropiado a la
comprensión histórica. Para él, la transformación del habitus no resulta ineluctablemente de
una modificación en la jerarquía de las posiciones de los agentes en el campo: pueden tener un
“motor exógeno”. Por estar atento al proceso histórico, Elias concibe la posibilidad de
transformaciones del habitus a consecuencia de cambios históricos que inciden en la jerarquía
de las posiciones. Por ello su concepto de “campo” es más flexible que el de Bourdieu: se trata
de una red de relaciones estructuradas con posiciones en el espacio, pero abierta y
constantemente trabajada por las contingencias históricas que tienen ahora la función de
variables exógenas y que, por cierto, transforman la jerarquía de las posiciones.12

través de la sugestión sobre las masas. En este sentido, el lujo no sería algo “superfluo”, sino una de las estrategias
empleadas por la aristocracia para elevar su prestigio social.
Sobre la “distinción”, Bourdieu apunta: “así como las posiciones de las cuales son producto, los habitus son
diferenciados, pero también son diferenciadores. Distintos, distinguidos, son también operadores de distinciones;
ponen en práctica principios de diferenciación diferentes, o utilizan diferenciadamente los principios de
diferenciación comunes. Cf. Bourdieu, 1996: 22; también en otro texto anterior, Bourdieu, 1989: 144.
12
Cf. Chartier, 1991: 91-120; Malerba, 1996b. En su construcción de una teoría del espacio social, en la que se
distancia definitivamente del marxismo, Bourdieu se acerca más a Elias: “Los agentes y grupos de agentes son
así definidos por sus posiciones relativas en este espacio social [...] En la medida en que las propiedades tomadas
en consideración para construir este espacio son propiedades actuantes, dicho espacio se puede describir también
como campo de fuerzas, es decir, como un conjunto de relaciones de fuerza objetivas impuestas a todos los que
entren en tal campo e irreductibles a las intenciones de los agentes individuales o incluso a las interacciones
directas entre los agentes.” Cf. Bourdieu, 1989: 134. Las “Sugerencias para una teoría de los procesos
civilizadores” están en Elias, 1994, vol. 2: 193-262. Muchas de mis comparaciones entre los dos pensadores se
esclarecieron en el brillante estudio comparativo de estas matrices realizado por Jean-Huguess Déchaux (1993).
Para este autor, los dos sociólogos difieren sobre todo en la cuestión de la historicidad:
16
V

Si la teoría posee un elemento dramático, de representación de la realidad, puedo decir


que la escena histórica a la que pretendí dar nuevo sentido en mi narrativa se constituye en
cinco actos, que corresponden a los capítulos de la obra. Cinco actos cognitivos, cinco
estrategias y perspectivas diferentes para conocer el mismo multifacético “hecho social total”,
para emplear la expresión de Mauss reutilizada por Balandier (1982).
Tanto la investigación como la redacción comenzaron por el último capítulo, sobre las
élites en la corte carioca de D. Juan. No me bastaba trabajar con un concepto de “élite” o de
“élites” en abstracto, por lo que me impuse saber qué eran los hombres (y mujeres) que
componían efectivamente esos grupos sociales. Consultando la Gazeta do Rio de Janeiro, los
Almanaques de la ciudad, y las innumerables listas de suscripción voluntaria que recorrieron
la corte entre 1808 y 1821, llegué a los nombres de los individuos que desembolsaron grandes
cantidades con el fin de recabar fondos para los gastos de la casa del rey y para las urgencias
del Estado.13 Calculo el número total de suscriptores en torno a los mil o mil quinientos, por

--ambos reconocen la noción de habitus, pero no le atribuyen el mismo lugar en el análisis. Bourdieu desconsidera
la contingencia histórica, a diferencia de Elias, cuyo objeto es claramente histórico, genético;
--el habitus, por ser “estructura estructurante y estructurada” para Bourdieu, hace que no se le conceda un papel
sino ausente y meramente marginal a la historicidad. Norbert Elias trabaja una teoría de la civilización; una vez
establecido y descrito el proceso, la pregunta que plantea es: ¿por qué los habitus evolucionan y se transforman?
La orientación de su sociología es claramente genética: comprender y explicar la génesis del habitus humano.
Pero... “Al contrario de lo que postula Bourdieu, el habitus –una vez identificado— no es aquello que se trata de
explicar, sino más bien lo que sirve para explicar la inmutabilidad de las estructuras sociales y (con más precisión)
la lógica, el ‘sentido práctico’ de las acciones que convergen en esta inmutabilidad. Aquí el habitus tiene el
estatuto de variable explicativa”;
--así, los dos autores se refieren a marcos de análisis cercanos, pero para fines opuestos: Bourdieu privilegia las
estructuras sociales, haciendo hincapié en el campo y marginando las contingencia históricas. En cambio, Elias
se interesa por la génesis del habitus y las razones de su evolución.
13
En las cortes absolutistas, el Estado era un aspecto de la gloria del rey, ya que no había separación clara entre
sus acciones en el Estado y en su vida personal. Según Elias, “[...] Él era el señor, y por eso mismo, el ‘señor de
todo’, reinaba en el país como dueño de casa y en casa como dueño del país”. Cf. Elias, 1987: 111. Se presupone
el entendimiento de “corte” del antiguo régimen como la inmensa casa del rey. En el primer párrafo de su libro
clásico, Norbert Elias refrenda a Max Weber cuando expresa la esencia de la conceptualización que aplico: “La
‘corte’ del antiguo régimen es un derivado altamente especializado de una forma de gobierno patriarcal cuyo
germen ‘se sitúa en la autoridad de un señor en el seno de una comunidad doméstica’”. Elias, 1987: 19. Para
Portugal, el tema está ejemplarmente tratado en Xavier y España, 1993: 121-154, particularmente, p. 133. Las
fronteras entre lo “público” y lo “privado” en el Brasil monárquico siempre fueron muy confusas. La separación
entre los fondos de la casa de Braganca y los del Estado, con la creación de un erario público, en la acepción
precisa de la palabra, sólo acontecieron bajo D. Pedro I. Sobre los límites entre “público” y “privado” en el
Imperio, véase Malerba, 1994: 55-82. Traté este tema desde el punto de vista jurídico en Malerba, 1995. Se
publicó recientemente una historia de la vida privada en el Brasil del siglo XIX (Alencastro, 1997). Mi opinión
sobre esta obra está en Malerba, 1998.
17
lo que descarté de inmediato la posibilidad de operar con todos. Por eso seleccioné a aquellos
cuyas donaciones fueran iguales o superiores a ciento cincuenta mil reales, valor suficiente
para adquirir a un esclavo de diez a quince años de edad en el inicio del periodo. Este valor,
además de equivaler a una mercancía cara y emblemática en la sociedad brasileña, me permitió
llegar al número de ciento sesenta nombres de los suscriptores que aseguraran la bolsa del
Estado.
El tratamiento dado a esos nombres y números, en el sentido de identificar la
composición de las élites que gravitaban en torno al rey, se inspira mucho en el tratamiento
empleado por Lawrence Stone en el estudio de la composición de la aristocracia inglesa del
siglo XVIII, sin tener la pretensión de ser tan exhaustivo como el modelo. Porque además, no
se trataba en rigor de un sondeo “prosopográfico”, como Stone bautizó al método que inventó:
el estudio de las élites. Además de las listas de suscripción, busqué averiguar los hombres que
orbitaban en torno al trono por otros medios, como en la identificación de las personas que, en
momentos festivos, homenajeaban al rey, ordenando erigir arcos triunfales y otras cosas;
además a aquellos cortesanos que aparecían con D. Juan, especialmente los principales títulos.
Simultáneamente, procuré trazar el movimiento inverso: gracias que solicitaban, gracias con
las que fueron contemplados, beneficios diversos que obtenían (desde distinciones honoríficas
hasta cargos en el aparato burocrático), sin dejar de sondear eventuales sesmarias o
concesiones de tierras con que fueron agraciados. Para ello me valí de la abundancia de los
fondos “Graças e Ordens Honoríficas”, “Sesmarias e Inventários” y “Testamentos” que se
encuentran en el Archivo Nacional de Rio de Janeiro. El levantamiento se completó con la
averiguación de fondos semejantes, sobre todo el “Registro Geral das Mercês”, en los Archivos
Nacionales, Torre do Tombo en Lisboa, que permitieron cotejar, particularmente en el caso de
los cortesanos emigrados, lo que les rindió el acto de fidelidad al rey que fue la travesía
atlántica.14
En este capítulo, después de una rápida contextualización de las acomodaciones a la
llegada de la comitiva real –cerca de diez mil almas--, procuro indicar los altos gastos de
manutención de la corte. Gastos incalculables, sumas astronómicas que gastó D. Juan durante
su permanencia en Brasil: para instalar en Río de Janeiro la sede del imperio ultramarino

14
La fuente de inspiración de esta metodología la encontré en Stone, s/f; su depuración metodológica, en Stone,
1971. Se inspiró en esta metodología Burke, 1990. En Brasil, véase la meticulosa investigación sobre las élites
económicas de Río de Janeiro efectuada en Fragoso, 1992. Merece destacarse el empleo con éxito del método
prosopográfico en Portugal en el estudio sobre los negociantes en grande portugueses de finales del siglo XVIII
que consta en Pedreira, 1992.
18
portugués; para mantenerse en la pelea de las naciones, en ese momento de reordenación del
equilibrio de fuerzas mundial; para enfriar inflamados ánimos nativistas, para festejar el
casamiento de su heredero y su propia aclamación, entre otros momentos de júbilo. En este
capítulo se encuentran indicadores sustantivos de cómo era la gerencia de la casa real en el
escenario improvisado de Río de Janeiro, su administración corrompida, el cuadro de los
servidores de todos los grados de la jerarquía de la corte, etc., en fin, los grandes gastos del
erario real (como lo eran en especial la despensa y las caballerizas reales).
Como había llegado a Brasil en bancarrota, la pregunta que surge es la siguiente: ¿de
dónde provenían los fondos? Hallará un buen porcentaje de respuesta quien la busque en el
lugar correcto, por ejemplo, en las innumerables listas de socorros que circulaban en la corte
para salvar los gastos del Estado, o la casa real, lo cual sería lo mismo. Las llamadas
“suscripciones voluntarias” recolectarían, junto a los fieles vasallos cariocas y portugueses
aquí instalados, verdaderas fortunas ofrecidas generosamente a las arcas públicas. Tratándose
de una sociedad en la que los valores como la honra predominaban, tal vez hiciese bien al
espíritu de los suscriptores ver sus nombres publicados en folletos de la secretaría de los
negocios del reino o en la Gazeta, donde se repetía incesantemente la misma lista, que
continuaba a veces durante varias semanas. Además, es muy probable que tales listas fuesen
consultadas cuando se despachaban los pedidos de mercedes, que llegaban en abundancia a la
secretaría. Listas para socorrer a los coterráneos capturados en Argel, para edificar la fábrica
de pólvora, para las urgencias del Estado, para la construcción de una nueva sede para el
senado de la cámara entre otras, movilizaron las grandes y pequeñas fortunas de Río de Janeiro.
Al deslindar las fuentes de ingreso que cubrían aquellos gastos, surgen los comerciantes
cariocas de alto rango, como los mayores beneméritos de las arcas públicas. Faltaba entonces
verificar lo que tenían como retribución. Para no alargar la serie, doy un único ejemplo de los
intercambios, más que simbólicos, entre el soberano y los “hombres buenos” de la tierra, que
comenzaron ya en ocasión del desembarco de la familia real. Este ejemplo, emblemático, fue
minuciosamente registrado en un libelo anónimo publicado por la imprenta regia.
Después de la narración del “lúcido efecto” de la llegada de la familia real a Río de
Janeiro en 1808, se trata en el opúsculo algunas “particularidades notables y curiosas” que
marcaron el episodio. La primera de ellas es la donación que hizo Elias Antônio Lopes,
negociante de alta escala establecido en la plaza de Río de Janeiro, de la quinta de Boa Vista
en Sâo Cristóvâo, que pasó a ser residencia oficial de D. Juan y su retiro preferido. Se dice que
cuando estuvo en ella por primera vez, S.A.R. confió al negociante, que lo acompañaba: “He

19
aquí una terraza real. Yo no tenía en Portugal cosa semejante”. No se sabe si, de hecho, dijo
aquella frase el príncipe regente ni si, habiéndola dicho, era una expresión sincera. Pero consta
que “...S.A.R. queriendo gratificar a Elias Antônio tan generosa oferta, que los mismos
hidalgos evalúan en 400 cruzados, tuvo a bien nombrarlo Comendador de la Orden de Cristo,
Hidalgo de la casa real y administrador de la misma Quinta” (Relacâo das festas...: 10).
A través de la observación de los cortesanos que erigieron arcos triunfales y aparatos
laudatorios al soberano en los momentos festivos, particularmente el de su coronación, traté
de percibir el mismo movimiento de intercambios entre el rey y su entorno. La corte, los
hombres del servicio y la nobleza de D. Juan, simples acompañantes de su rey, fueron también
fuertemente gratificados. En medio de los escogidos y preteridos en la concesión de gracias,
surgen los descontentos y las riñas entre las configuraciones en disputa por los mejores lugares
en la corte, de lo que es ejemplo conocido el caso que indispuso a José Joaquim de Azevedo,
el influyente Vizconde de Río Seco, contra otro astro no menos luminoso de la corte, José
Rufino de Sousa Lobato, el Vizconde de Vila Nova de la Rainha.

VI

Toda esta discusión sobre las élites quedaría un poco dislocada sin una reflexión
anterior sobre los meandros de la formación del Estado brasileño. El capítulo cuarto inicia con
la historia de la fuga de la familia real a Brasil y la apreciación de las imágenes construidas
por la historiografía de la figura pivote de esos acontecimientos: el rey. Después, trato de
destacar aspectos fundamentales de la monarquía portuguesa que permitan comprender mejor
las actitudes de D. Juan, después de su instalación en la capital del virreinato. Así son
abordadas las cuestiones de carácter patriarcal de la gestión de la casa y del Estado, donde el
príncipe regente, preservando una característica ancestral de la monarquía lusitana, ejercía la
autoridad de un paterfamilias.
La configuración patriarcal de la sociedad y del Estado en el Portugal del Antiguo
Régimen acompaña al carácter sagrado de la realeza, que fundamenta al poder absoluto del
Rey, pero no se confunde con él.15 Uno de los principios de esa forma de gobierno –la
monarquía absoluta (en el caso portugués, monarquía absoluta senil)—, se asentaba en la
liberalidad del soberano, en su capacidad de conceder favores, lo cual se constituía en su

15
CF. Burgess, 1992: 837 y 841, respectivamente. Para Portugal, véase el brillante estudio de Rita Costa Gomes
(1995) sobre la corte de los reyes de Portugal al final de la Edad Media.
20
principal capital simbólico. El abuso en el empleo de esa propiedad fue la marca distintiva de
la monarquía portuguesa en Río de Janeiro.16 Son innumerables los ejemplos que ilustran como
D. Juan superó a sus antecesores en la prodigalidad con la que, según dice Oliveira Lima,
obedeciendo al corazón generoso y al imperativo de sus finanzas, gestionó la distribución de
mercedes (Lima, 1945: 82). Por las restricciones de espacio, usamos las cifras impresionantes
de Tobias Monteiro y de Sérgio Buarque de Holanda: si, de acuerdo con el primero, se
computaba para Portugal, desde su independencia hasta el final del tercer cuarto del siglo
XVIII, dieciséis marqueses, veintiséis condes, ocho vizcondes y cuatro barones, D. Juan creó
en ocho años veintiocho marqueses, ocho condes, dieciséis vizcondes y veintiún barones. La
lista de las condecoraciones de caballeros refuerza esos números. Según cálculos de Sérgio
Buarque de Holanda, en el Brasil de D. Juan se distribuyeron 4 048 insignias de caballeros,
comendadores y grandes cruces de la Ordem de Cristo, 1422 encomiendas de la Orden de Sâo
Bento de Avis y 590 encomiendas de la Ordem de Sâo Tiago.17 La oferta de títulos (barones,
vizcondes, marqueses, condes y duques) sería un poco posterior. Pero no eran sólo estos
últimos los que se nobilificaban; la nobleza brasileña fue fomentada con largueza por Don
Juan, cuya política era “astuta”, en la expresión mordaz de Raimundo Faoro.18
Ambas reflexiones sobre el carácter patriarcal del Estado y la liberalidad del rey
enmarcan la discusión sobre el carácter de la nobleza lusitana, que hacía evidente su
singularidad frente a las demás noblezas europeas en la tolerancia antigua a la presencia de

16
Para Bordieu, el Estado es para el rey el lugar privilegiado de ejercicio de ese capital simbólico, entendido
como “una propiedad cualquiera (de cualquier tipo de capital, físico, económico, cultural, social), percibido por
los agentes sociales cuyas categorías de percepción son tales que pueden entenderlas (percibirlas) y reconocerlas,
atribuyéndoles valor”. El ejemplo que proporciona es el del capital jurídico que reviste la circulación de los títulos
honoríficos: “La concentración del capital jurídico es un aspecto, además de central, de un proceso más amplio
de concentración del capital simbólico bajo sus diferentes formas, fundamento de la autoridad específica del que
detenta el poder estatal, particularmente de su poder misterioso de nombrar. Así, por ejemplo, el rey se esfuerza
en controlar el conjunto de la circulación de los títulos honoríficos a que los hidalgos podían aspirar: se empeña
en volverse señor de los grandes bienes eclesiásticos, de las órdenes de caballería, de la distribución de cargos
militares, de cargos en la corte y, por último y sobre todo, de los títulos de nobleza. Así, poco a poco, se constituye
en una instancia central de nominación”. Cf. Bourdieu, 1996: 110.
17
Cf. Buarque de Holanda, 1982: 32; Manchester, 1970 : 203.
18
Cf. Manchester, 1970: 203. Según Raimundo Faoro, el número de caballeros, grandes cruces y comendadores
de Cristo fue de 2 630; los otros son idénticos a los que presenta Manchester. Cf. Faoro, 1987, vol. 2: 259-262.
Sobre el estatuto de la nobleza, véase De Oliveira, 1806: 15-119. Las diferentes proveniencias de la nobleza
constituyen nueve capítulos de su obra (a continuación las páginas): cap. IV. De la nobleza civil proveniente de
las dignidades eclesiásticas, 33; cap. V. De la nobleza civil proveniente de los puestos de milicias, 41; cap. VI.
De la nobleza civil proveniente de los empleos en la Casa Real, 51; cap. VII. De la nobleza civil proveniente de
los oficios de la República, 57; cap. VIII. De la nobleza civil proveniente de las ciencias y grados académicos,
67; cap. IX. De la nobleza civil proveniente de la agricultura y su honrosa profesión, 82; cap. X. De la nobleza
civil proveniente del comercio y su útil profesión, 92; cap. XI. De la nobleza civil proveniente de la navegación,
107; cap. XII. De la nobleza civil proveniente de la riqueza, 113.
21
elementos oriundos de las clases mercantes en sus cuadros. Una hidalguía que componía la
corte emigrada guardaba sus especificidades en relación con otras noblezas europeas y con la
propia nobleza portuguesa de tiempos anteriores. No era la misma del período áureo de la
monarquía lusitana vivido bajo D. Juan V, cuando además se asiste a una sensible transición
en los cuadros aristocráticos, con la concesión de títulos de nobles a elementos oriundos de la
burguesía (Olival, 1988; Monteiro, 1987; 1992). Tampoco estaba la corte de D. Juan VI
absolutamente cohesionada. Recuérdese las transformaciones radicales ocurridas bajo D. José
I, cuando las directrices políticas del marqués de Pombal, reconociendo la importancia de la
iniciativa de los burgueses, los acogió generosamente en la corte, preparándolos en el Colegio
de los Nobles y haciéndolos ingresar en los puestos de la administración. A esa nobleza togada
se oponía mortalmente la otra, que se pretendía de “linaje”, y la “masacre de los Távoras” es
el episodio más emblemático de esas dimensiones. Nobleza de linaje en gran parte rehabilitada
en el “viraje” de Dña. María I, cuando, sin embargo, ya estaba bastante consolidada la
presencia de la nobleza togada en los circuitos de esa corte altamente escindida que D. Juan
llevó en parte a Brasil. Para reforzar aún más los antagonismos dentro de la corte (evoco aquí
el concepto de equilibrio inestable del poder en la sociedad de corte, de Elias), recuérdese que
una gran parte de la nobleza no quiso acompañar al rey, y muchos de sus elementos se
adhirieron al enemigo. Procuré no perder de vista esa historicidad de la corte portuguesa, más
presente en el capítulo cuarto.
La contrapartida inevitable del análisis de la élite emigrada tenía que ser el análisis de
las capas superiores cariocas, que los historiadores por mucho tiempo tuvieron dificultad en
establecer con precisión. Si desde la historiografía romántica se entendía que la clase
hegemónica de la colonia portuguesa era una “aristocracia rural”, representada por los
plantadores esclavistas de la gran agricultura, autores como Sérgio Buarque de Holanda (1982;
1983; 1996), J. F. De Almeida Prado (1968; 1989, 1995) y María Odilia da Silva Dias (1972)
se distinguieron por rescatar la ascendencia política y económica de los comerciantes en la
sociedad brasileña. De acuerdo con esos autores, nuevos historiadores como Riva Gorenstein
(1993) al final de los años setenta, y Joâo Fragoso (1992; 1993) y Manolo Florentino (1995) a
inicios de la década de 1990, ampliaron el campo de conocimiento sobre el proceso de “arraigo
de los intereses mercantiles portugueses” en el centro-sur de Brasil.
Por lo tanto, los dos capítulos que componen la segunda parte de la obra
constituyen un esfuerzo de comprensión de los principales vectores condicionantes de la
formación del Estado brasileño: la presencia del rey y el encuentro de aquellas élites.

22
VII

La primera parte de la narrativa fue construida en el sentido de demostrar las


transformaciones vividas por las dos configuraciones sociales que se encontraban en Río de
Janeiro, en una palabra, en el habitus, tal como lo propone Elias. Me valgo ahora de la reflexión
de Huizinga (1990) sobre el elemento lúdico de las sociedades para insertar un punto central
de todo mi análisis. Son las reglas que definen un juego: si se altera una, se altera todo el juego,
se crea otro. En este sentido, el análisis del ceremonial adquiere mayor relieve cuando se aplica
a una sociedad de corte en desagregación, como la que llegó con D. Juan a Brasil. (Aquí se
pone de manifiesto la propiedad de la concepción eliasiana de “motor exógeno” –que los
historiadores llamaríamos simplemente “incidente”--, en la definición del habitus: el “bloqueo
continental” napoleónico y la consiguiente fuga de la familia real a Brasil precipitaron una
alteración sensible en el hábito de residentes y reinos). Saqueada, exiliada, perseguida,
humillada estaba la corte al desembarcar, y el único elemento que le confería identidad en
cuanto grupo era la etiqueta. Por eso se trató de aplicarla tan escrupulosamente. Las
adaptaciones inevitables que se impusieron al nuevo medio son, de alguna forma, un indicio
de cómo se le persiguió con mayor o menor éxito. Por ese mismo motivo, se explica la
resistencia de las facciones tradicionales para abrirse a los nuevos potentados nativos. La
continuidad del juego, la existencia misma de la nobleza de corte, dependía de su celo por las
reglas prescritas en la etiqueta.
La otra cara de esa misma moneda consiste en el empeño con que la diligente élite
económica carioca pugnó por presentarse entre los que rodeaban al rey, instaurándose una
verdadera cruzada por el acceso a títulos nobiliarios. En los momentos culminantes de la
realeza, como lo fue el desembarco de Dña. Leopoldina, y en su espacio de representación
privilegiado que era el teatro, la vida se regulaba por el ceremonial. Allí se fueron
estableciendo los contactos más o menos amistosos, más o menos conflictivos, entre las
facciones, cuando unos se caracterizaban por saltar distancias honoríficas insuperables y otros
por ostentar el poderío económico que, pensaban, podría comprarles distinción.
La unidad de las partes de la obra reside en esto; en que la redefinición “prusiana” de
las élites políticas y económicas, en los momentos decisivos anteriores a la emancipación
política brasileña –en otras palabras, la constitución de la cúpula que definiría la construcción
del Estado naciente— estuvo regida por prácticas de sociabilidad y estructuras mentales

23
características de lo que se conceptualizó como una “sociedad de corte” del Antiguo Régimen
–con la especificidad ineludible de que aquella sociedad de corte se encontraba en un medio
absolutamente inusitado: la capital de una ex colonia tropical, donde dos tercios de los
habitantes eran negros y mestizos. Ésta es la materia de la primera parte (“El estado del Ser”).

VIII

El tercer capítulo privilegia los cambios en las maneras de la heterogénea población


fluminense, a partir de testimonios voluntarios, inventarios y registros policiales, básicamente.
Subrayo las diferencias de escenario entre la antigua sede de la corte y el nuevo lugar donde
se instaló. En Río de Janeiro, con 60 000 habitantes, dos tercios de la población era de negros
y mestizos, y de los 20 000 blancos, la mitad llegó con la familia real. Exploro las descripciones
sobre el medio físico, la infraestructura precaria de abastecimiento y colecta, y así
sucesivamente. Un gran distintivo era la firme presencia negra que llevó a numerosas
declaraciones sobre el “carácter luso-africano” de la ciudad. Los registros de la policía,
despachados por el intendente Paulo Fernández Viana, muestran los esfuerzos repetidos en los
años siguientes en el sentido de limpiar las calles de las jaurías de perros rabiosos, de los niños
de la calle, siempre recogidos para trabajos forzados en las fábricas del gobierno, o de los
vagabundos negros, jugadores de casquinha o ladrones. Los negros eran la marca distintiva,
en las casas y en las calles. En ese capítulo abordo las transformaciones en los habitus de las
casas habitación, sensibles desde la llegada de la corte. Uno de los primeros actos del príncipe
regente en Río de Janeiro fue precisamente abolir las celosías moriscas o rótulas, especie de
ventanas muy insalubres porque no permitían la ventilación ni la entrada del sol. A través del
análisis de inventarios y testamentos, fuentes riquísimas para el estudio de la civilización
material, pude explorar una alteración de los habitus de consumo de utensilios en general,
vestuario y mobiliario y, sumando éstos a testimonios voluntarios, recuperar un poco de las
maneras de mesa. También traté en este capítulo la introducción de nuevas demandas de
instrucción; los modales para presentarse en público; las “adaptaciones” de la familia real en
el nuevo ambiente.

IX

24
El capítulo segundo es al mismo tiempo una metáfora y una síntesis de la sociedad
juanina y del abordaje que hago de ella. Procuro rescatar la forma más depurada de lo que
Balandier (1982) llamó la “teatrocracia”, al tomar el teatro –en el sentido concreto del término,
la casa de ópera construida por los “hombres de bien” de la sociedad, bautizada Real Teatro
de San Juan– como centro de la vida social y política de Río de Janeiro.19 Y lo que Goffman
definió (1975) como dramaturgia de la vida, al destacar la contigüidad entre palco y calle,
como se ilustra en la reproducción de los elementos escénicos usados en los telones de fondo
de las piezas teatrales –y el propio entramado de ellas— en los artefactos erigidos en las calles
en ocasiones festivas.
De todo lo que se proclamó o escenificó para celebrar el momento áureo de la
monarquía lusa en los trópicos, cuando se sumaron a las funciones en torno al casamiento real
del príncipe heredero, la aclamación y corazón de D. Juan. El himeneo –drama en cuatro
escenas escrito y ofrecido a la joven pareja por el comendador de la Orden de Cristo, intendente
de las reales caballerizas e inspector de las obras, además de hidalgo de la casa de S. M.
Joaquim Antônio Neves Estrela (1818)— reúne la mayoría de los elementos formales;
temáticos y alegóricos característicos de las representaciones que circulaban por la corte en
aquellos tiempos, ya sea en piezas teatrales, bailes y entremeses, ya sea en los elogios
laudatorios, oraciones gratulatorias o panegíricos o en los artefactos de arquitectura efímera
que adornaban las calles de la capital. Por ello tomé el texto de esa pieza y los relatos sobre su
ejecución como eje de análisis. Además de los elementos formales neoclásicos (los personajes
son el Himeneo, Jove, Juno, Lisia, Gebio tutelar de los portugueses, Mercurio, Iris, Cupido,
Tiempo, etc.), se destacan elementos recurrentes en otras piezas del mismo periodo. Los más
determinantes son la identidad de la fuga de Joâo en la saga de Ulises; las vociferaciones contra
el “rayo flamígero” o “nefario vertuno” o “corso infame” que fue Napoleón; las virtudes de
los nubentes, etc. Además del texto, el cuadro “Bailado histórico”, pintado por Debret (1892)
y utilizado como telón de fondo de la escenografía de la pieza, proporciona elementos para
cotejar lo que acontecía dentro del círculo restringido de la corte con la “teatralidad” que
tomaba las calles. Los mismos motivos, versos y alegorías encontrados se repiten por las calles

19
El pasaje del palco a la vida es un rasgo central de la sociedad de corte, como lo definió Elias: “Obsérvese que
el teatro es un elemento integrante de la vida de corte y no una distracción. Los espectadores están instalados en
el propio palco, al fondo y a los lados. La pieza que se les presenta se caracteriza por la misma ponderación, el
mismo rigor de desarrollo que son propios de la vida de corte. Las pasiones pueden ser fuertes, pero las
explosiones pasionales son poco apreciadas. El contenido del drama es de inferior importancia: los temas son
conocidos y lo que se aprecia es el arte sutil con el que los protagonistas consiguen resolver sus dificultades y sus
conflictos. Es el espejo fiel de la vida: en ésta también se da más importancia a la manera en que el cortesano –
que sirve de modelo a todas las clases superiores— se vuelve señor de su destino”. Cf. Elias, 1987: 85.
25
adornadas de Río de Janeiro en función de los mismos júbilos. A través de un relato riquísimo,
la Relación de los festejos hecha por Bernardo Avelino de Sousa (1818), “En la noche del
indeleble y fastuosísimo 6 de febrero de 1818”, se percibe la contigüidad entre el palco y la
calle a través de los símbolos de circulación. Al describir los monumentos construidos para
homenajear al rey en su aclamación, surgen algunos nombres de negociantes de la plaza de
Río de Janeiro, cuyas relaciones estrechas con el Estado fueron investigadas en el último
capítulo.

Ante la imposibilidad de contemplar todos los momentos efusivos de la corte juanina


en que se manifiesta su aspecto espectacular, privilegié el acto del desembarco de Dña.
Leopoldina, por ser el más rico y diversamente documentado. Registros diferentes me
permitieron describir desde varios ángulos ese acontecimiento, que procuré comparar con las
ceremonias análogas acontecidas en momentos anteriores de la dinastía. Subrayo el carácter
espectacular de la sociedad, la singularidad de las adaptaciones y violencias a la etiqueta en
las nuevas condiciones, y el hecho de que no hubiera entonces una prescripción rigurosamente
definida, según lo registró el narrador anónimo de aquella ceremonia.20
La organización de todo el ceremonial del desembarco de Dña. Leopoldina estuvo a
cargo del secretario de Estado de los negocios del Reino, Tomás Antonio Vilanova Portugal.
En el códice 263, “Libro de casamientos y bautizos de miembros de la familia real e imperial”,
del ANRJ, constan todas las medidas tomadas por el secretario del rey en el sentido de que
todo ocurriese de la mejor manera, desde la limpieza de las playas próximas al Arsenal de la
Marina hasta el préstamo de carruajes para la nobleza; desde la pólvora que se iba a quemar
por los cañones de los fuertes hasta la determinación del lugar y el horario en el que cada uno
debería posicionarse en el acto del desembarco, que acabaría con una misa en la Capilla Real,
después del cortejo por la Calle Direita. Esto es lo que debía suceder, lo que yo llamé la llegada
“vista de la cima”.

20
Es riquísima la descripción anónima del desembarco de Dña. Leopoldina que encontré en el Archivo Nacional
de Río de Janeiro, cod. 807. “Narración histórica de la Entrada Pública de la Serenísima Princesa Real en la Corte
de Río de Janeiro el día 6 de noviembre del año 1817” (vol. 1, pp. 231-259). En ella se indica como fuente de
todas las fallas cometidas en esa ceremonia el término medio que los funcionarios de las secretarías pasaron a
adoptar en Río de Janeiro, consecuencia por otro lado de la inexistencia entre ellos de una etiqueta rigurosamente
definida para los diversos ceremoniales, como había en otras cortes. Es ejemplar en este sentido, el Liber Regalis
de los ingleses, que normativizaba las ceremonias de coronación de los reyes fundamentándolas en la tradición.
Cf. Loach, 1994: 48.
26
Otros relatos no oficiales, pero “comprometidos” con la versión oficial, como la
crónica del Padre Luís Gonçalvez dos Santos (1981) (vulgo Perereca) o de la Gazeta do Rio
de Janeiro, aunque haciendo la apología del fasto y del éxito de la realización de la ceremonia,
permiten entrever que no todo ocurrió exactamente como se había planeado. Es el desembarco
“visto por dentro”. Fue uno de esos incidentes felices en la vida de los historiadores lo que me
colocó ante un documento fundamental para mi análisis: una “narración anónima” del acto del
desembarco de Dña. Leopoldina en noviembre de 1817, lo que me permitió tener acceso a un
ángulo diferente de la ceremonia, “desde afuera”. Este narrador anónimo, probablemente un
cortesano preterido, destiló en su relato una crítica acérrima a la ejecución de la etiqueta,
tratando de mostrar que nadie mejor que él en la corte tenía conocimiento para prescribir los
ceremoniales. Va indicando punto a punto las fallas cometidas, como el tropel de última hora,
cuando no todo estaba efectivamente preparado y a la altura de los dignatarios. Por ejemplo,
los telones que tenían que llegar de Lisboa no habían llegado, por lo que las paredes del cuarto
de los novios permanecieron revestidas de un material ordinario, aún después del desembarco.
Hago una apreciación más detenida de sus informaciones sobre los arcos triunfales,
que se erigieron en el transcurso de la calle Direita, comparándolos con efectos análogos de
otros momentos, como los del casamiento de D. Pedro II con Dña. Maria Sofía Isabel en 1687
(Borges, 1986; Brazao, 1937a; 1937b; 1936). Comparados con los de los arcos “italianos”, de
los “alemanes” y de los “adornadores”, entonces levantados por las corporaciones de Lisboa y
por las diplomacias, los que se edificaron en Río, según el narrador anónimo, serían verdaderos
“abortos arquitectónicos”. Su descripción maledicente del arco levantado a la altura de la calle
del Ouvidor, hecho de capín y amarrado con alambre, se puede comprobar a través de un
grabado de Taunay. Lo peor de todo recae en los errores burdos en la ejecución de la etiqueta.
Para mencionar algunos, se intercaló entre la familia real y sus servidores directos un
regimiento entero de caballería; no se invitó al cuerpo diplomático; se insistió en hacer un
edicto de la oferta de los carruajes para el cortejo... Todo esto se explicaría, según este autor
anónimo, por la inexistencia en Río de Janeiro de un ceremonial aprobado y ordenado, como
lo había en todas las cortes.
En ningún momento me preocupé por hacer un análisis estético de las corrientes de
gusto que caracterizan la época moderna, ya sean en la arquitectura, en la poesía o en cualquier
otra forma de manifestación del espíritu. Más importante que analizar la reproducción de las
formas empleadas y repletas de citas a la antigüedad grecorromana, de eso que se llamó el
“neoclasicismo”, mi objetivo fue demostrar en las comparaciones entre los arcos romanos de

27
D. Juan V y los que se levantaron en Río de Janeiro, las diferencias materiales entre unos y
otros. Si en ambos abundan Neptunos, Hércules, Cupidos, Victorias en medio de emblemas de
la dinastía y de la cristiandad, me importaba percibir que unos estaban hechos de terciopelos,
telas, brocados, pedrerías y metales nobles, y sus réplicas tropicales de elementos mucho más
modestos.

XI

Habiendo llegado la sociedad de corte juanina, depauperada al país, le quedaban los


ritos palaciegos, regulados por la etiqueta, como elemento de identidad y distinción entre los
estratos sociales fluminenses. La vida en la corte obedecía a una lógica propia: los gestos, las
formas de tratamiento, de reverencia, las jerarquías claramente definidas de los estamentos.
Hasta el príncipe –y principalmente él, parámetro de las conductas— poseía su conjunto de
reglas para todo ceremonial. Cada partícipe sabía muy bien cuál era su lugar y su papel en el
palco de la corte y procuraba a su manera mantenerse o ascender en la escala social, puesto
que esa movilidad era incluso constitutiva del ser cortés.
Aquí, los superiores estaban metidos en el grueso y gran comercio donde sobresalía el
de almas. Dominando igualmente otras esferas de la circulación y del crédito, el hecho
importante es que los sectores hegemónicos fluminenses culminaban una sociedad muy ajena
a la lógica de una sociedad de corte, como la que acompañó a D. Juan a Brasil. Una se
sustentaba en las empresas mercantiles, metía las manos en el trabajo de los libros de
contabilidad, contaba las piezas humanas que desembarcaban de los negreros, tenía en el lucro
uno de sus horizontes. La otra se apoyaba en tradiciones heredadas, lugares preestablecidos,
privilegios, distinciones atribuidas que normativizaban los gestos y se regulaban por la
etiqueta. En el encuentro de esas aguas, los cortesanos emigrados comenzaron por vencer sus
diferencias y su única estrategia era la regulación rígida de las ceremonias a través de la
etiqueta. Pero las condiciones físicas y humanas eran nuevas y adversas. Las descripciones del
desembarco de Dña. Leopoldina, en los años culminantes de la familia real en Brasil,
demuestran los grandes empeños más o menos bien logrados de imponer una etiqueta de corte
en Río de Janeiro.
Además de la etiqueta, las dos élites se comunicaban y conformaban un ambiente
mental que se destacaba por su carácter eminentemente lúdico, como las sociedades del

28
Antiguo Régimen, sociedades sub specie ludens. Efecto –o función— de la propia etiqueta,
que establecía lugares y limitaba acciones, que, en fin, definía papeles, los hombres y las
mujeres eran actores de sí mismos en el gran palco del mundo. Mundo ordenado y cerrado, en
la sociedad de corte elevada por la monarquía absoluta se utilizaba hasta la saciedad el
expediente pedagógico de las representaciones públicas, en las maquinarias y textos de las
odas panegíricas, para reforzar las bases de sustentación ideológicas del régimen. La
autoapología del poder reiteraba así las propiedades innatas del soberano, su carácter paternal
para con su pueblo y su procedencia divina. Esta actitud lúdica ancestral en Occidente, y muy
revigorizada en los diversos ropajes estéticos de la época moderna desde el Renacimiento hasta
el Neoclasicismo, fue un punto que marcó al Brasil juanino. Fue sobre todo un mecanismo
fundamental en la confluencia de las dos élites. Ambas, y toda la compleja red social que debía
pleitesía al rey, experimentaron en cada momento, en cada contacto, los impactos de la
convivencia con las alteridades. Al considerarse la perspectiva de Elias, se contempla una
solución teórica a un problema histórico concreto: antes que un “proceso civilizador”, la
experiencia histórica brasileña llegó a una –sea cual sea— “civilización de las costumbres” a
través de un proceso colonizador. Lo que implica como mínimo dos cosas: primero, que en
Brasil “se quemaron etapas” de aquel proceso que comprendió mil años de historia europea;
segundo, dado el propio estatuto colonial, la llegada de la “civilización” implicó la gestión de
tipos diferenciados de violencia, física y simbólica. Por razones obvias, estos asuntos no
pudieron ser contemplados en mi reflexión, de manera que me restringí al momento inicial de
aceleración máxima vivida en el proceso civilizador de la colonia portuguesa de América, que
coincidió con el momento de superación de su estatuto político hacia el de un país
independiente. Lo que ocurrió antes y después de ese momento, en la línea que desarrollo,
queda por hacer.
En función del propio carácter incipiente de los estudios orientados por el pensamiento
de Elias en Brasil, una pregunta permanece abierta y se constituye al final en el gran desafío;
comprobar hasta qué punto la sociología figurativa puede ser válida y útil en el estudio de
civilizaciones no occidentales, como las diversas etnias amerindias y africanas que
experimentaron un proceso colonizador.
En el caso específico de la América portuguesa, persiste otra pregunta. Si se trataba de
dos configuraciones tan distintas, ¿por qué al final la que era económicamente superior no
consiguió imponerse a la otra adventicia? Como dije más arriba, la sociedad dedicada a las
lides mercantiles tenía en el lucro uno de sus horizontes. Un horizonte que se abrió en la

29
empresa colonial y medró, tal vez, en función de la propia ausencia física de la persona del rey
y de su corte en la colonia. Había, claro está, sus preferidos, pero estaban libres de las
imposiciones de la vida palaciega. Hombres de corte fuera de la corte se volcaron al trabajo y
a la acumulación de riqueza. Por eso los hombres de la colonia no configuraban una sociedad
de corte, porque estaban fuera de ella y distantes del rey. Pero poseían aún el ethos de la corte.
Si muchos portugueses nobles fueron a la colonia durante tres siglos, al mando del rey o por
iniciativa propia, estaban imbuidos del deseo de enriquecerse y regresar. Y otros, plebeyos, se
aventuraban con el fin de enriquecerse y, al regresar al reino, volverse nobles. Y es ese ideal
arcaizante, esa mentalidad precapitalista de la que hablaron algunos autores recientes, lo que
explica por qué los ricos de Río de Janeiro se sometieron a las adversidades de la vida
palaciega. Querían transformarse en nobles y frecuentar el trono y colocaron sus bolsas a
disposición del rey.
Éste es el gran distintivo del proceso de emancipación política en Brasil, inclusive en
relación a las demás excolonias hispánicas de América. Brasil surgió en el contexto americano
a partir de un acuerdo de las élites. Allí se inauguraba la tradición “prusiana” de nuestras
“revoluciones”, que se ha ido reafirmando sucesivamente en cada momento de nuestra historia.
Muchos autores ya señalaron la opción conciliatoria de nuestras élites, lo cual se traduce en el
cambio de regímenes, de formas de gobierno para perpetuar las mismas estructuras
económicas y sociales, con el mantenimiento de privilegios y puestos de mando de los mismos
segmentos en la cúpula, y con la exclusión deliberada de toda la población sobre las decisiones
de la vida nacional. Lo que se pretendió en el presente trabajo fue precisamente documentar el
momento inaugural de esta tradición e interpretar su lógica.

30
2. Instituciones de la monarquía portuguesa decisivas en la fundación del Imperio
brasileño21

Presentación

El objeto de esta reflexión es la transferencia de la corte de D. João, entonces príncipe


regente de Portugal, para el Rio de Janeiro a finales de 1807 y principios de 1808. Corrían los
tiempos conturbados de las guerras expansionistas movidas por Napoleón Bonaparte, que hizo
la mayoría de las casas dinásticas europeas se rindieren delante de su poderío bélico.
Amparada por la Inglaterra, la corona portuguesa ha sido una de las pocas que se mantuvo
sobre la cabeza del mismo monarca antes, durante y después de las aventuras imperialistas del
general francés. 22
Para tanto, fue preciso el príncipe regente emprender una retirada estratégica rumo a
su pródiga y segura colonia en la América, por donde permaneció con su corte por trece años
- y de donde, a lo que parece, no tendría se retirado por voluntad propia. Más de lo que
preservar su corona, su familia y su séquito, D. João acabó deflagrando el proceso que
resultaría en la Independencia del Brasil. Entre 1808 y 1821, ha administrado la implantación
de las bases de la nación que se fundaría años más tarde, a través de algunos actos decisivos.
Destáquense la abertura de los puertos, pronto al llegar, que, por lo menos jurídicamente,
rompía con la condición colonial la que el Brasil estuvo sometido por tres siglos; la
implantación de una maquinaria de gobierno, basada en la misma estructura del Estado
portugués, que ha sido la base del ordenamiento jurídico-político del Brasil independiente; el
estímulo a emprendimientos civilizatorios como la traída de la “misión francesa” y de sabios
naturalistas ávidos por desvendar las riquezas de la tierra o la creación de inúmeros institutos
“científicos”, como el Jardín Botánico y la Real Biblioteca.

21
Originalmente publicado cómo “Instituições da monarquia portuguesa decisivas na fundação do Império do
Brasil”. Luso-Brazilian Review, Madison, v. 36, n.1, p. 33-48, 1999.
22
. Es muy amplia la bibliografía del “bloqueo continental”. Armitage (1972, p. 7-8) habla de la venida de la
familia real como un “efecto” de la Revolución francesa. Ver, más, LIMA 1945, v. I, p. 17-52; MONTEIRO
1981, t. I, p. 15-32; SOUSA 1988, p. 27-53; NORTON 1979, p. 1-18; PANTALEÃO 1982, p. 64-90. La
historiografía romántica portuguesa exaltó a los jacobinos y Napoleón contra las noblezas europeas. Cf.
GARRET s/d, p. 46-56. Dos de las mejores obras de síntesis sobre el período napoleónico aún son las de
GODECHOT 1969 y HOBSBAWN, 1982.
Paralelamente a eso todo, la presencia de la corte ha propiciado el contacto entre los
dos grupos hegemónicos de Portugal y Brasil: la sociedad de corte migrada y los comerciantes
de grueso trato residentes en el Rio de Janeiro. De ese encuentro, muchas veces tenso y
explosivo, ha resultado la emergencia de lo que viniera a ser la nueva clase dirigente de la
nación naciente.
El objetivo de ese reportaje es bastante restricto. Pretendo aquí solamente examinar
algunos elementos decisivos de la monarquía portuguesa que me permitieron comprender
mejor las actitudes de D. João posteriormente su instalación en la capital del vice-reino,
iniciando por la concepción del rey como patriarca de la casa real y el carácter sagrado
atribuido a la realeza, que ayudarán a configurar conceptualmente la monarquía lusa que
desembarcó en el Rio de Janeiro, como una monarquía fuertemente fundada en bases
ancestrales, de los cuales destacaré el principio de la liberalidad del monarca. Ese será el más
explorado por el facto de constituirse en elemento central en la restructuración de los cuadros
de las élites dirigentes del Brasil a las vísperas de la emancipación política.
Queda desde ya presupuesto el entendimiento de “corte” de antiguo régimen como
inmensa casa del rey, tal como expresa Norbert Elias en el primer párrafo de su libro clásico,
refrendando la conceptuación de Max Weber: “La ‘corte’ del antiguo régimen es un derivado
altamente especializado de una forma de gobierno patriarcal cuyo germen ‘se sitúa en la
autoridad de un señor en el seno de una comunidad doméstica’”. 23
Para se comprender los “límites de acción” de los agentes sociales en el contexto de la
corte joanina en el Rio de Janeiro, es fundamental iluminar algunos trazos peculiares de la
monarquía lusa migrada, su condición de monarquía absoluta anodina, mismo anacrónica, de
las últimas que los vientos liberales barrerían tan brevemente. Veremos entonces la
concepción de los propios contemporáneos del rey como un pater familias; el carácter sagrado
de la monarquía como una de las bases teóricas de esa forma de gobierno; el carácter
absolutista de la monarquía lusa, no obstante el discurso liberalizante de muchos de sus
ideólogos en época de la permanencia de la corte en el Brasil; y, por fin, la lógica de la

23
. Cf. ELIAS 1987, p. 19. Para Portugal, el tema es ejemplarmente tratado en XAVIER, Ángelo Barreto,
HESPANHA, Antonio Manuel 1993, p. 121 a 154, particularmente p. 133. Una lectura de Elías se encuentra en
MALERBA 1996. p. 73 a 92. El magnífico estudio de Rita Costa Gomes (1995), sobre la corte de Portugal en el
final de la Edad Media, contribuye inmensamente para la comprensión de la corte de los Bragança que se instaló
en el Rio de Janeiro en 1808, además de la refinada discusión teórico-metodológica que ofrece.

32
“liberalidad” del monarca, que le garantió capital simbólico suficiente para mantenerse como
piedra angular en las relaciones de poder de la nueva corte tropical.

La casa del rey

La existencia patriarcal que ha levado D. João en el Rio de Janeiro, la que tantos


observadores de época e historiadores posteriores se reportaron, no se resumía a la manera
con que el soberano executaba la administración de su casa y de su Estado, dadivosamente a
hacer merced a los más humildes vasallos - que a su mano recorrían para todos tipos de auxilio;
ni por el poder a si atribuido de conceder el perdón a reos condenados a la muerte; en fin, de
premiar y punir sus súbditos con la incontestable autoridad de un pater familias24. La imagen
del rey como “padre” se conformaba en el imaginario, en el conjunto social de imágenes
criadas para representar la soberanía monárquica. Ya desde tierna, infante aún, se referían
los panegiristas a D. João como “... apoyo único del edad trono de Portugal, el Padre, y el más
empeñado, de la Patria” (ABOIM 1789).
Durante toda su residencia tropical se ha renovado la imagen paternal del rey, no
apenas en los libelos laudatorios que ganaban los auspicios de la Imprenta Regia. En la
Relación de los festejos... por la aclamación de D. João VI, de Bernardo Avelino de Sousa
(1818), se informa que en muchos puntos de la ciudad se dispusieron iluminaciones y
máquinas que utilizaban la misma imagen como leyenda. Se veía, por ejemplo, en las ventanas
de un primer andar en la Calle de la Quitanda, n. 64, el busto bien iluminado de Su Majestad,
a lo que sobresalía un genio con una corona real y otra de flores, y en abajo el emblema de la
Historia en acción de escribir los siguientes versos: “Gloria de la Patria, del Universo asombro,
Virtudes Paternales Le fueran dote”. El traficante de esclavos Joaquim José da Siqueira, de
las más fuertes fortunas de la plaza carioca, se ha levantado una arquitectura en cuyo arco más
alto había un globo diáfano, sustentado por tres Hércules, a simbolizar los reinos unidos,
ladeados por la Fama, y en el centro la inscripción: “Al Padre del Pueblo, lo mejor de los
Reyes”.

24
. Las marcas del patriarcalismo en la sociedad brasileña es incontestable, además haya puntos de vista opuestos
sobre su significado. Discuto detenidamente esa cuestión, del punto de vista jurídico en: MALERBA 1994 y
1995. El asunto es ejemplarmente tratado, en lo que respecta a las relaciones entre familismo y política, por
GRAHAM 1997, p. 34 y ss.

33
¿La idea - o el sentimiento? - paternal es tan fuerte para cariocas como para lisboetas,
que utilizaron profusamente la orfandad para definir su condición en función de la partida del
rey. José Daniel Rodrigues da Costa (1821, p. 6;9), uno de los más notables panegiristas, ardió
en versos para celebrar el retorno de la familia real,:

Sin embargo sueño no he, he realidad;


Porque un Dios a las promesas nunca falta,
Le apruebe acabar con nuestra Orfandad,
Que al Pueblo que lo respeta, así exalta;
Tenemos constitución, que las Leyes segura,
Tenemos un Rey, y Padre; que más ventura!
(...)
No lastimamos nosotros nuestra orfandad
¿Que en gemidos sufrimos tantos años?

Pero en ningún otro momento cuanto lo de la muerte del rey, se ha glorificado y llorado
tanto la pierda de la figura paterna. Las convulsiones de dolor y pierda son espectaculares:
“Si, extinto el Padre común, corazón triste, deshacerte no puedes todo en llanto...”, “Ó Rey
Padre del tu Pueblo, ó Gloria, ó Numen” (GOUVÊA 1826, p. 6); “Se Cerraron del Padre en
noche eterna/ los ojos! Ese día pavoroso”, “Aquí Jazz el Bueno Padre, el Rey Prudente,/ El
Rey Pio, Benéfico, Clemente” (PASSOS 1826, p. 12), “el gran soberano, el Solicito Padre de
la Patria” (BRANDÃO 1828, pasim). La concepción del rey como padre del pueblo, en el
ideario político del antiguo régimen, acompaña otro no menos central, lo del carácter sagrado
de la realeza.

Carácter sagrado de la realeza.

Al lado de la concepción patriarcal de la monarquía, el carácter sagrado de la realeza


constituye la base del pensamiento del absolutismo providencialista, que tiene origen remoto
en la edad Media y se ha vigorado en Portugal hasta el siglo XIX, coexistiendo con el
absolutismo de raíz contractualita propio de la política pombalina25. Desde los primeros pasos

25
. Los principales autores a arquitetar la concepción divina del rey en los siglos XVII y XVIII - como Manuel
Fernandes Vila Real, Francisco Manuel de Melo, Sebastian Pacheco Varela y Júlio de Melo de Castro -, son
discutidos en XAVIER, Ângelo Barreto, HESPANHA, Antônio Manuel 1993, p. 121-154, particularmente p.
135 e ss. Acuerda João Adolfo Hansen (1995, p. 40-54) que la doctrina del poder rey a la época de D. João V
era la del pactum subjectionis, que se enseñaba en los Cánones en Coimbra. En ella se define la noción contra-
reformista del “cuerpo mísitco” del reino como voluntad colectiva que se aliena en favor de la “persona mística”

34
en su educación, D. Juan ha sido familiarizado con esas ideas. El origen divino del poder real
está representado, por ejemplo, en primer emblema (E I) del Príncipe Perfecto, regalado al
príncipe en 1790 por Francisco Antonio de Novaes Campos26.
En el curso moral para nobles ofertado a D. José I por Damião de Lemos Faria y Castro
(1749 p. 298), la Política moral y civil, aula de la nobleza lusitana, se ha fundada la origen del
poder real de conceder gracias, la su liberalidad, en el mismo poder de Dios, de que los
príncipes son la imagen en la tierra. En el libro VI, “De la liberalidad y sus extremos”, consta:
Tan propia he dos Príncipes esta virtud, que da su etimología tomó el
nombre el supremo de todos los Reyes. Se da Dios a conocer, sólo
porque da: y así como he propiedad en Dios o ser liberal, los Príncipes,
que son imágenes sus, deben retratarse de los mismos colores...

La aclamación de D. João en tierras brasileñas ha sido momento propicio para


reforzarse algunas vigas maestras de la arquitectura del poder real, tarea llevada a cabo por
los principales oradores de la corte. En su “Breve discurso gratulatorio, o arenga para leerse
en Cámara de la Villa de Santo Antonio de Alcántara”, comarca de São Luís do Maranhão, y
impreso en la Tipografía Régia del Rio de Janeiro, donde también circuló, el autor João
Constantino Gomes de Castro empezaba desfollando sus más convictos sentimientos de
vasallaje. Evocaba la memoria de los grandes del reino desde los hechos gloriosos de Afonso
Henriques en el Campo de Ourique en 1139, y todas las demonstraciones de lealtad de los
portugueses a sus soberanos; y al estandarte del Cristianismo, llevado a los cuatro cantos del
globo por las hazañas de los monarcas, que por la honra y amor a la Patria derramaron su
sangre,

del rey, hecho “cabeza” del cuerpo político del Estado. “En el contrato, la soberanía real es sagrada porque
figura la voluntad colectiva que se aliena en ella, segundo el modelo jurídico de la esclavitud, recibiendo en
cambio los privilegios que la hierarquizan en ordenes y estamentos.” [JM]. La cuestión del carácter sagrado de
la realeza posee toda una línea de desarrollo en la historiografía Occidental por lo menos desde FIGGS (1922),
pasando por BLOCH (1993) y KANTOROWICZ (1998) hastya hoy. Para un análisis cuidadosa de esa
historiografía, ver BURGESS (1992) Sobre el “despotismo esclarecido” portugués del gobierno de D. José, ver,
por todos, FALCON 1982.
26
. El Príncipe Perfecto consiste en un manual pedagógico destinado a la educación del príncípe, compuesto
por los cien emblemas del español Don Juan de Solórzano Pereira, a los cuales Francisco de Novaes Campos
hizo acompañar de un soneto instrutivo relativo al emblema correspondiente. Es análogo a innúmeros otros que
existieron del género desde la Ciropedia de Xenofonte, la más conocida entre las antiguas; lo De Regimine
Principum, de Santo Tomás de Aquino; El príncipe, que Maquiavel ofertó a Lorenzo de Medice y el Breviário
de los políticos, con que el Cardeal Mazzarino inculcó en el Delfim, próximo Luís XIV, sus principios de
educación política. Cf. MAZARINO s/d; MAQU1AVEL 1994. Ver el estudio ejemplar de Maria Helena de
Teves C. U. Prieto, que acompaña la edición fac-similar del Príncipe Perfecto. Cf. CAMPOS 1985.

35
... sacrificando sus vidas en defensa de la Corona, como aún a poco se
lo vistes practicar, y siempre el nombre Portugués justamente mereció
de las otras naciones muchos loares por su distinto valor, Militar
Constancia, y Fidelidad a los suyos soberanos, reconociendo, que el
supremo Poder Real fuera emanado inmediatamente de Dios... 27

Frei João Baptista da Purificación (1818), por lo mismo memorable motivo de la


aclamación de D. João, exaltó del púlpito en el Recife, haciendo de objeto de su elogio la
demonstración de la monarquía como lo más “antiguo, útil, y respetable Gobierno”, para lo
que pedía la atención y la paciencia de sus oyentes. La determinada altura de su prédica,
relacionaba la aclamación de los príncipes al ritual sagrado inicial inscrito en el Viejo
Testamento:

La respetable Ceremonia de la Aclamación de los Príncipes,


haciéndonos acordar la debida sumisión, nos mueve a reconocer el
sagrado de la Soberanía, en que son legítimamente instalados los
Augustos Jefes de las Naciones. Cuando el Señor por la unción de
Samuel sacra los Príncipes de su pueblo, para los colocar sobre el
Trono de Judá, él quiere manifestar la Suprema elevación, que debe
caracterizar los Conductores de sus Electos. Esta subliminidad
majestosa es el medio más adecuado, de que se recuerda la Divinidad,
para enfistolar la harmonía en el centro del Mundo Moral.
(PURIFICACIÒN 1818, p. 9)

Tenía el orador buenos motivos para exaltar los principios monárquicos, tan seriamente
amenazados allí mismo, en el Recife, meses antes28. Para él, nada debía contestar ese tipo de
gobierno tan simple, porque natural, “... ese dominio de no electivo, esta soberanía hereditaria,
que dimana desde el tronco hasta el último de sus ramos”.

La Monarquía, Señores, es lo más antiguo, lo más sabio, lo más útil,


y lo más consecuente Gobierno; porque en ella se ve la ley, sufragando
siempre al súbdito, por eso que el Soberano es el Padre, el Protector
de su Pueblo. En ella la subordinación es más suave, el rigor más
temperado, la justicia más dirigida, el vicio más reprimido, y la virtud
más premiada; en ella el ciudadano es menos servil, porque el
despotismo es menos tolerado. (PURIFICACIÒN 1818, p . 17)

27
. Hay en seguida una nota de rolapé que remete a sus fuentes: “... al Eclesiastes cap. 17, libr 1 Reg. Cap. *;
Marquez de Penalv. Dissert. A favor de la Monarchia, impresa en Lisboa en el año de 1799, # 11.” Cf. CASTRO
1823, p. 28-34.
28
. Sobre las agitaciones en Pernambuco ver, entre otros, el libro clásico de MOTA 1972.

36
Carácter de la monarquía lusa

Lo que se no oculta en ese elogio de Purificación es la representación vigente de la


condición absoluta del poder monárquico, tan próximo de su superación, pero aún
predominante, aunque si no lo reconociesen ideólogos de la época y mismo ramos de la
historiografía posterior (CHEKE 1949, p. 61. De hecho, entre los que concibieron el Imperio
naciente, nadie del bulto de Cairu legitimó como el vizconde, el carácter absoluto y personal
del poder que emana del cetro real. No obstante el ampararse frecuentemente en los
principales epígonos del liberalismo clásico, que cita, deja trasparecer en su discurso un apego
al pasado solvente y su mentalidad propia del Antiguo Régimen:

La Gallomanía que intentó nivelar todas las clases e individuos,


desmintiendo la Providencia, que varió talentos, estados, y granos de
méritos de los hombres; dando tortura a la naturaleza, que brandó en
el aquello de la salvajería, pondo en moda jacobinica hasta la
inmundicia de alma y cuerpo, presentándose semidesnudos, sólo
distintos por la clava de Hércules, y furia de Caníbales, deliró hasta el
exceso de destruir, al hierro y fuego, las memorias de justa nobleza y
distinción, a que, por constantes instintos, aspirarán los que tiene
energía de pecho, y emulación de virtud, sabiduría, y excelencia en el
servicio del Estado y del género humano. Los renegados de la
montaña, apostatas de su Dios, y Rey, en la forjada Constitución de
chiméras, (...), establecerán la Ley prohibitiva del espíritu de verdad,
honra, y genuina coraje, pregonando falsa igualdad y libertad, para
usurparen el gobierno establecido, y deslucieren la justa Autoridad del
régimen patriarcal, origen de las Monarquías, y de las diferentes
Ordenes del Estado, que son sus columnas. ... La Ley de la humanidad
[dice en una nota] no excluye la nobleza hereditaria, que es un facto
consignado en el Evangelio, lo cual principia por la genealogía del
Fundador de la Religión. (LISBOA, 1818, p. 84) [JM]

Según Cairu, los príncipes son espíritus superiores e iluminados, predestinados a conducir sus
Estados a la bienaventuranza, preservando los pilares de la sociedad que son la religión, la
orden civil, la Corona; la independencia e integridad del Imperio y los sistemas del bien
público. El poder de ejecutar tales beneficios sería “... emanado del carácter personal de Su
Majestad” (LISBOA 1818, p. 7). A partir de tales presupuestos se eleva el pensamiento de
Cairu, un pensamiento liberal mitigado, contradictorio, que, si por un lado defiende el laissez
faire, el mercado como arena de la competición entre individuos iguales, por otro vocifera

37
con los que admiten el fin de la esclavitud en el Brasil y tan abiertamente admite las diferencias
“naturales” entre los hombres, como cuando alaba la política generosa de distribución de
merced que adoptó el príncipe:

También la Liberal Mano Honró a muchos naturales del país con las
Insignias de las más Ordenes establecidas, en premio de relevantes
servicios. La Nación cogió el fruto de tan benéfica Providencia,
exterminando de los entendimientos las ilusiones democráticas, y
dirigiendo el amor de la nobleza para los dignos objetos; manteniendo
todas las clases en la dorada cadena de la subordinación, para siempre
tener en vista la Pirámide Monárquica, contenidos los individuos en
sus competentes oficios, y en la debida distancia de la Suma Alteza de
la Soberanía. 29

De la liberalidad

El poder de que eran servidos los reyes, de hacer merced a los súbditos que a ellos
recurrían para solicitaciones las más diversas, era uno de los pilares en que se sustentaban las
monarquías en el Antiguo Régimen. Prepuesto de Dios en la Tierra, la capacitad del rey de
“dar” es condición de su majestad, nunca pudiendo desviarse peligrosamente para ningún de
los extremos, la prodigalidad o la avaricia.30
Las distinciones jerárquicas en la sociedad de corte portuguesa constituían, en la
segunda mitad del siglo XVIII, el principal capital de que disponía la monarquía. La concesión

29
. Cf. LISBOA 1818, p. 87. Cairu puede tener fundamentado su argumento en Luís da Silva Pereira Oliveira,
en el primer capítulo de Privilegios de la nobleza, “De la Origen, Etimología, definición, y antigüedad de la
Nobleza”, donde busca justificarse las diferencias entre los hombres, nobles y plebes, como un dado natural,
creado por Dios, que no se debe cuestionar, pero simplemente aceptar.: “...no nos he permitido perturbar esta
orden establecida, antes debemos conformarnos con ella en la firme certeza de que en cuanto hubiera Mundo,
siempre los hombres (como nos dijo el Apóstolos) han de ser superiores a otros hombres: los demonios a otros
demonios; y los Ángeles a otros Ángeles. El Author de la Naturaleza, cuando creó lo mismo Mundo no lo puso
a todos igual; n’humas partes situó los valles, en otras colocó los montes, ya grandes, ya pequeños; un mayores,
otros más elevados, y con esta desproporción hizo habitar la Tierra; de la misma suerte los hombres juntos en
sociedad establecieron Jerarquías de grandes, e de pequeños, de ricos, e de pobres, de nobles, e de plebes: huns
para mandaren, otros para obedecieren...”. Cf OLIVEIRA 1806, p. 3.
30
. Damião De Castro e Faria, en su Aula de Nobleza, enseña que es en el campo de batalla que se atesta la
fortuna, siendo la liberalidad la batalla donde se prueba la majestad: “La fueza que vence, no reina en los
corazones; la generosidad que obliga, domina en las voluntades. El Príncipe cuanto más da, más recibe; porque
para él tornan los beneficios, que hizo a los vasallos. Así como el ser Real le facilita los medios, el ejercicio lo
empeña a que autorice sus augustos blasones. (...) Dádivas, que quiebran penhas, mejor derriten pechos. Que
pocos amarían a Dios, se en el Cielo no diese gloria, y en la tierra las suavidades de la gracia! (...) Si los
Príncipes no quieren ver en la Liberalidad lo que tiene de plausible, atiendan al que encierra de útil. Las
riquezas, que distribuyen, se multiplican en el aumento. Son fecundas semillas, que desparramadas en el campo
de la República, dan ciento por un.”. Cf. CASTRO 1749 p. 304.

38
de gracias honoríficas, como los títulos y los lugares en las órdenes militares y religiosas, fue
hartamente utilizada por los monarcas como un capital simbólico31 fundamental para retribuir
la fidelidad de sus vasallos. Claro que en cinco o seis siglos de historia, la estructura y
funcionamiento de las órdenes de caballería - para destacarse un ejemplo emblemático de los
cuadros de la nobleza - y su relación con la corona no ha sido siempre la misma. De su función
esencialmente bélica y conquistadora de los primeros tiempos, las órdenes de caballería no
pasaban de instituciones honoríficas a la época de la Unión Ibérica. Incorporadas a la Corona
en 1551, el proceso de laicización de las insignias, de su progresivo alieno relativamente a la
actividad guerrera, les ha alterado esencialmente. Fortunato de Almeida habla mismo de una
mudanza de la misión histórica de las órdenes que, a la época de D. María I, sólo permitirían
mudanzas limitadas en sus estatutos32. Esa mudanza de naturaleza se explica en gran medida
por la situación de los monarcas peninsulares en la coyuntura de la crisis económica de los
Quinientos, que, atraillando a si la distribución de los hábitos, pasaron a utilizarlos como
capital para remuneración de los más variados servicios. Aún así, desde aproximadamente el
último cuartel del siglo XVI, impedimentos otros se colocaron para el acezo a las órdenes,
que pasaron a exigir calidades como la limpieza de sangre, lo no ejercicio de oficios mecánicos
e exención de bastardía.33
Pero mismo esos nuevos criterios de distinción que acompañaron el proceso de
curialización de la sociedad guerrera en Portugal no lograron mantener “puras” las órdenes,
que cayeron en relativo descrédito en función de su vulgarización distributiva. No obstante,
continuaron manteniendo enorme importancia social como arquetipo de status, por posibilitar
ventajas sociales más amplias que los retornos económicos inmediatos. 34

31
. Me apoyo aquí en el concepto de capital simbólico tal como formulado por P. Bourdieu en varios trabajos.
Cf. BOURDIEU 1986; 1989; 1996. Es preciso resaltar que ese concepto - tal como otros: hábitus, campo, código,
distinción - vino siendo reelaborado constantemente por el autor. Algunas óptimas lecturas son las de
DÉCHAUX 1993, p. 365 a 385; HARKER, 1993 p. 169 a 178.
. “Desde mucho se finalizara la misión histórica de las órdenes militares, por la mudanza de las circunstancias
32

políticas y sociales y por la consecuente extinción del espíritu que les insuflara la vida. A su existencia era mero
artificio; y solo por la conveniencia de explorar los ricos patrimonios de las tres órdenes el artificio se tornara
posible”. ALMEIDA 1928, t. 5, p. 74.
33
. Es sorprendente la poca atención que el tema de la nobleza portuguesa tiene recibido por parte de la
historiografía actual. Excepciones que confirman la regla son los excelentes estudios de Nuno Gonçalo Monteiro
(1987 y 1992), Francis Dutra (1995a y 1995b), William Donovan (1995) y de María Fernanda Olival (1988),
específicamente para los asuntos de las órdenes militares a cima tratados. Agradezco especialmente a los tres
últimos autores por las indicaciones precisas con que me orientaron en algunas lecturas.
34
. Cf. OLIVAL 1988, p. 83. Sobre la vulgarización distributiva de las órdenes en Portugal, ver también.
SERRÃO 1980, v. 5. p. 343. Jorge Miguel Pedreira, estudiando la banalización de los hábitos en la segunda
mitad del siglo XVIII en Portugal, la que concurrieron ávidamente los negociantes de la plaza de Lisboa, acuerda

39
Al franquear largamente merceds a sus vasallos, D. Juan no ha inaugurado en el Brasil
ninguna práctica que ya no fuese conocida en el reino. Ha pagado con honrarías y distinciones
a todos que lo asistieron. Para contemplar y remunerar la lealtad de los servicios relevantes de
los que con él se arriscaron en la fuga redentora, resucitó con un decreto a Orden de la Torre
y Espada, instituida por D. Juan V, con su gran-maestro - siempre el rey de Portugal -, sus
grano-cruces, comendadores-mores y menores; honorarios y efectivos; sus tratamientos
específicos, necesariamente personas de “merecimientos”, y empleados en el real servicio;
lógicamente, todos merecedores de sus tensas (MORAES 1872, p. 211). El sacrificio de los
de aquellos migrados desde el antiguo reino, vale acordar, les conferir, además de las
honrarías, moradas, comedores, conducción y serviciales para los más graduados, además de
formas de tratamiento diferenciadas, capital simbólico realmente de “valor” en una sociedad
donde el lugar de los individuos era establecido por criterios de honra y prestigio.
Registros contemporáneos permiten entender la lógica de esas dádivas reales - o al
menos el sentido que les atribuían los “ideólogos” de la corte -, como en ese Elogio, de José
Vicente Ferreira Cardoso da Costa (1811):
Era una costumbre de largo tiempo, religiosamente observado por
nuestros Soberanos, ejercitaren, más particularmente a su liberalidad,
y a su clemencia para con sus vasallos, cuando motivos de general
contentamiento desafiaban aquellas sus Reales virtudes. Sus
coronaciones, los nacimientos de sus augustos hijos, los casamientos
de la Real Familia, y otros igualmente faustos sucesos eran siempre
coronados con un gran número de despachos y de Merceds, que
llevaban al centro de las familias de los vasallos una parte de aquella
misma satisfacción que cercaba los jefes del estado. Bien lejos de que
sus prosperidades les hiciesen olvidar las precisiones de los otros,
como regularmente sucede entre los más hombres, era en el medio de
sus mayores transportes de alegría que ellos se acordaban de honrar
uno, de enriquecer a otro, y de felicitar a todos aquellos a que podían
llegar a sus gracias.

Las crónicas confirman la perpetuidad de esas prácticas en la corte carioca. Basta pasar
los ojos por la Gazeta del Río de Janeiro, por las Memorias del llamado “Padre Rana” (Padre
Perereca) (SANTOS 1981), por los almanaques de la ciudad del Rio de Janeiro o cualquiera
una de las inúmeras relaciones de despachos que se publicaron en la corte por ocasión de todos

que los distintivos se resumían a una notoriedad simbólica, dado el valor irrisorios de las tensas: el candidato al
hábito depositaba, en general, “... lo equivalente a cinco años de tensa para los gastos de la Mesa de Consciencia
y Órdenes con las indagaciones necesarias al proceso de habilitación”. Cf. el brillante ensayo sobre los
comerciantes de Lisboa de PEDREIRA 1992.

40
los aniversarios reales, nacimientos, desposorios o otro motivo que dispusiese al rey acostar
sobre algunos escogidos su manto generoso35, como lo fueron la victoria sobre los revoltosos
pernambucanos de 1817, el casamiento del príncipe D. Pedro y la aclamación de D. João VI.
Uno de los principales cerebros de la ambigua política económica joanina, la cual contenía
mucho de las doctrinas proteccionistas mercantilistas que ruñía y algo de la nueva pauta liberal
que se imponía desde las potencias europeas, el vizconde de Cairu expresaba en sus escritos
y en su práctica esa misma dubiedad36. En las Memorias de los beneficios políticos del
gobierno de El Rey Nuestro Señor D. João VI, que escribió para celebrar el adviento de la
aclamación del monarca, procura Lisboa explicar la lógica de la distribución de gracias
honoríficas, que asentaría antes de más nada en el amor la justicia, patentado en la singular
bondad con que efectuaba aquellas distribuciones. Teniendo como criterio los méritos
individuales, muchas veces habría ordenado el rey que se diese preferencia a la capacidad en
detrimento de la antigüedad, al mismo tiempo respetándose los provectos y envejecidos en el
servicio. Los conflictos serían algo natural en la inexistencia de empleos para todos:

Estableciendo la Tarifa para la Remuneración Competente, está


convencido, que las Merceds del Trono también se regulan por
Justicia Conmutativa. Reconoce, y experimenta, que los Servidores
egregios son Pilares del Estado. Extraordinarios ejemplos se podrían
enumerar de personas conspicuas, que fueron elevadas a las mayores
Dignidades, sin otros títulos que virtud, sabiduría, talento, y prestimo.
(LISBOA 1818, p. 11)

Unos exultando, otros execrando, facto que no se sublima es la prodigalidad con que
D. João ha acumulado de merced los habitantes del Brasil y particularmente del Río de
Janeiro37. Se requiera gracia para todo, desde una gallina para un súbdito pobre y enfermo

35
. Cf. Los números de la Gazeta posteriores a los días de los natalicios y de los nombres de las personas reales,
como 4 de noviembre (día del nombre de D. Carlota), 25 de Enero (cumpleaños de la Reina), 24 de junio (el
día del nombre de D. João), 13 de mayo (natalicio del rey), 4 de Julio (natalicio de la princesa D. Isabel Maria),
29 de septiembre (día del nombre de D. Miguel), 26 de octubre (cumpleaños de ese príncipe), etc. Ver también
las listas de despachos publicadas por la Secretaria de Estado de los Negocios del Reino, como: RELACCIÓN
De las personas s/d.; RELACCIÓN de los despachos 1809. Y aún los almanaques de la Ciudad del Río de Janeiro
para los años de 1811 R.I.H.G.B. 1969; 1816 R.I.H.G.B. 1965; 1817 R.I.H.G.B. 1966.
36
. Por lo menos desde Raíces del Brasil, donde Sergio Buarque expone las contradicciones en la aversión de
Cairu al trabajo mecánico y su opción por la “inteligencia”, no obstante la propagación que emprendió de las
nuevas ideas económicas. Cf. HOLANDA, 1984, especialmente p. 51 y ss. En ese clásico Sergio Buarque de
Holanda demostraba los límites del liberalismo de Silva Lisboa.
37
. Así justificase la “liberalidad honorífica” del príncipe en CUNHA 1968, p. 55: “Indispensable agregar a las
bases naturales del trono los homines novi y ratificar la ascensión social de la gente de la sede de la monarquía,
a través de los recursos tradicionales. La flexibilización de algunos canales, como lo pertinente a la nobleza
militar, las merceds progresivamente crecentes deferidas a los brasileños, o a los lusitanos aquí radicados desde

41
hasta un título de nobleza. El interesado encaminaba su pedido a una de las secretarias de
Estado, donde un alto funcionario la examinaba y encaminaba a cima con un análisis y un
parecer, muchas veces acompañado de una minuta, que ayudaban a esclarecer el rey en su
despacho. Ese se hacía casi siempre en la propia solicitación, lo que permite visualizar no sólo
las causas que llevaban los vasallos a los pies del trono, pero también, en los pareceres
favorables o desfavorables de los secretarios del rey, las prácticas de la costumbre que los
guiaban; y aún las redes de interdependencia entre los hombres de la corte, cuando, por
ejemplo, algún diferimiento contrariaba las normas consuetudinarias38. Muy probablemente
ni todas las solicitaciones salían de las secretarias teniendo pasado por las manos del monarca,
considerándose el volumen diario de ellas.
El hecho es que D. João ha superado sus antecesores en la prodigalidad con que, en el
decir de Oliveira Lima, obedeciendo al corazón generoso y al imperativo de sus finanzas, giró
la distribución de merceds.39 Alan Manchester compara dos estimativas, la de Tobias
Monteiro y la de Sergio Buarque de Holanda, para llegar a cifras impresionantes: se, de
acuerdo con el primero, se computaba para Portugal, desde su Independencia hasta el fin del
tercer cuartel del siglo XVIII, dieciséis marqueses, veinte y seis condes, ocho vizcondes y
cuatro varones, se ha creado D. João, en ocho años, veinte y ocho marqueses, ocho condes,
dieciséis vizcondes y veintiún barones. La lista de las condecoraciones de caballeros refuerza
esos números. Según cálculos de Sergio Buarque de Holanda, en el Brasil de D. João se
distribuyeron 4.048 insignias de caballeros, comendadores y gran-cruces de la Orden de
Cristo, 1422 comendas de la Orden de San Bento de Avis y 590 comendas de la Orden de San
Tiago (HOLANDA 1972, p. 32; MANCHESTER 1970, p. 203). Aunque D. João tenga
prácticamente dado origen, con el título de Baronesa de San Salvador concedido a la esposa

hace mucho - y tales gracias llegaron a la escala de títulos del Reino, todo eso evidencia el deseo de revitalizar
la nobleza, al incorporarle las élites dirigentes de facto. Orientación moral y sabia, estaba en la mejor línea de
la monarquía portuguesa, ni siendo preciso recordar el ejemplo clásico de D. João I, el Mestre de Avis”.
38
. Sería muy interesante que se hiciese un estudio más verticalizado en las cajas de la casa real e imperial del
A.N.R.J., y por el siglo XIX afuera, lo que permitiría, antes de más nada, la aproximación inédita al cotidiano
de la corte.
39
. Según Oliveira LIMA (1945, v. 1, p. 82), ha sido ese un motivo de graves conflictos entre encelados
cortesanos migrados y la gente de la tierra, todos buscando las sinecuras del Estado: “La distribución sin medidas
de honrarías fue alias precisamente uno de los modos más eficaces por los cuales Don João involuntariamente
democratizó o tal vez mejor desprestigió y enflaqueció la realeza, franqueando ese mananciable lo dejando
perderse, en una tierra en que el intercurso tenía por su principal base el favor de lo que mandaba y
patriarcalmente hacía girar la sociedad en rededor de su solio, arrastrando en su órbita un cortejo de
adherentes.”

42
del comerciante Brás Carneiro Leão, al linaje de una nobleza “genuinamente” brasileña, es
preciso acordar que, de facto, la oferta maciza de títulos, varones, vizcondes, marqueses,
condes y duques, sería un poco posterior en el Brasil. Peros no eran sólo esos últimos que
nobilitaban40, y la nobleza brasileña ha sido asemillada con largueza por D. João, cuya política
era “sardónica”, en la expresión mordaz de Raimundo Faoro.41
Los propios áulicos reconocieron la abundancia con que el príncipe hizo valer su
liberalidad, premiando los servicios de sus súbditos. Y la prestación de esos servicios, muchas
veces implicando sacrificios como lo de la travesía atlántica, ha sido el argumento justificante
y legitimador de la mano generosa del soberano. Distribución equitativa, justa, en la opinión
de Cairu. Importaba valorizar los favores al monarca. En un elogio necrológico se resaltó la
franqueza y generosidad de D. João, ningún de sus predecesores a él se igualando en la
profusión de las merceds, en la creación de títulos, en la distribución de distintivos... pero en
compensación ningún otro tendría sido tan amado y venerado por sus vasallos, como se exulta
en ese elogio necrológico de Mateus de la Asunción Brandão (1828, p. 26):

Que mucho pues que un Soberano, que como el Señor D. João VI se


ve así servido y defendido por los beneméritos hijos de su nación, sea
fácil, franco y generoso en premiarlos? Que restaure una antigua
Orden Militar, cual la de la Torre-Espada,., invente otra como la de la
Conceição, con cuyas insignias los condecore? Que distribuya con
profusión Títulos de nobleza y Mercês pecuniarias? Que dirija Cartas
Regias de agradecimientos y loadores a los Jueces del Pueblo de las
Ciudades del Puerto y de Lisboa, al Reitor de la Universidad de
Coímbra, a los Gobernadores del Reino, y a la Nación toda; y que
ufano repita como Homero portugués, y mande inscribir en las
Banderas de los Regimientos, que más se distinguirán en la
memoranda Batalla de la Victoria, aquel honroso concepto:
“Juzgareis cual he más excelente”

40
. Cf. OLIVEIRA 1806, p. 15 a 119. Las diferentes proveniencias de la nobleza constituyen 9 capítulos de su
obra (siéguenseles las páginas): Cap.IV. De la nobleza civil proveniente de las dignidades eclesiásticas, 33; Cap.
V. De la nobleza civil proveniente de los puestos de milicias, 41; Cap. VI. De la nobleza civil proveniente de los
empleos en la Casa Real, 51; Cap. VII. De la nobleza civil proveniente de los oficios de la República, 57; Cap.
VIII. De la nobleza civil proveniente de las ciencias, y grados académicos, 67; Cap. IX. De la nobleza civil
proveniente de la agricultura, y su honrosa profesión, 82; Cap. X. De la nobleza civil proveniente del Comercio,
y su útil profesión, 92; Cap. XI. De la nobleza civil proveniente de la navegación, 107; Cap. XII. De la nobleza
civil proveniente de la riqueza, 113.
41
. “... con papel, cinta y metal, conquistaba lealtades, emparejando en la misma dignidad brasileños y
portugueses, los terratenentes y los transmigrados.” En esos balances no se computan los números relativos a las
Órdenes de la Torre y Espada, de Nuestra Señora de la Concepción y los títulos del Consejo. Cf. MANCHESTER
1970 p. 203. Según Raimundo Faoro, el número de caballeros, gran-cruces y comendadores de Cristo ha sido de
2630; los otros son idénticos a los que presenta Manchester. Cf. FAORO 1987, v. 2, p. 259 a 262.

43
“Si ser del mundo Rey, si de tal Gente”

Tal profusión, además de devaluar el propio valor intrínseco de las distinciones, haría
sembrar la disputa y la vanidad entre los que se juzgaban o pretendían “beneméritos”, nativos
o migrantes (ARMITAGE 1972, p. 8). La expectativa a cada aniversario real, festividad
pública o victoria militar hacía los ánimos se exaltaren, en la esperanza de promociones, como
la que por tanto tiempo aguardó Joaquim dos Santos Marrocos, reclamando al padre en sus
cartas lo verse por mucho tiempo preterido en relación a contendores más bien apadrinados
(MARROCOS, 1939, pasin; LISBOA 1818, p. 13)42. El facto innegable ha sido que, usando
la imagen fuerte de Faoro (p. 250), el gobierno acogió los fugitivos desempleados
“colocándoseles en la boca una teta del Tesoro”, pero no ha dejado de reconocer las diligencias
con que los nativos, compulsoria o francamente, desinteresados o no, se movilizaron para
amparar la corte fugitiva y disponerse al príncipe sus préstimos. En ese proceso fueron se
redefiniendo nuevas configuraciones, tejiéndose nuevas relaciones de interdependencia entre
los individuos que se presentaron y fueron recibidos en la modelaje del Estado que se
implantaba; configuraciones donde el deje y los metales en el bolsillo pesaban tanto o más
que la naturalidad o los metales al pecho. A final, distinguir era un atributo del rey y, para
quien tuvo bolsa llena y mano generosa, no ha sido difícil hacer brillar en el pecho el metal
de las algiberas. Armitage (1972, p. 9) percibió este aspecto decisivo en la constitución del
Departamento brasileño:

A su llegada al Rio de Janeiro, los principales negociantes y


propietarios habían cedido sus respectivas casas para el alojamiento
de la real comitiva; habían aquellos rechazos y sacrificado sus
intereses particulares por un deseo de honraren sus distintos hospedes;
y, cuanto permitían sus limitados medios, habían ofertado grandes
somas de dinero. En recompensa de esta liberalidad, eran
condecorados con las diversas órdenes de la caballería. Individuos que
nunca usaron de esporas han sido crismados caballeros, mientras otros
que ignoraban las doctrinas más triviales del Evangelio han sido
transformados en Comendadores de la Orden de Cristo.

42
. Cf. MARROCOS 1939. Cairu (1818, p. 13) así justificó esa fatalidad: “No siendo posible al Soberano el
individual conocimiento de los méritos de todos los vasallos, en habiendo Empleos para todos los aspirantes a
las Honras Públicas, los rivales tienen conflictos, y pretextos de lastimar infortunio, siendo muchas veces los
más clamorosos los que tienen más egoísmo que patriotismo. (...) Pero es inicuo que se atribuya a la Fuente de
las Gracias las minguas que algunos sientan por injuria de la suerte, o por sorpresa de los precipitados, que la
fortuna auxilia.

44
Fue en ese cuadro institucional que se redefinieron las relaciones de fuerza en los
momentos decisivos anteriores al regreso del rey y de la proclamación de la Independencia.
Se pude decir que, a esa altura, la constitución de los grupos dirigentes de la nación ya estaba
definida y la suerte del Estado naciente lanzada.

Consideraciones finales

He procurado destacar en ese ensayo algunos aspectos constitutivos de la arquitectura


de poder de la monarquía portuguesa migrada para el Rio de Janeiro, aspectos que fueron
decisivos en la constitución de una élite brasileña que comenzaba a definirse por el encuentro,
muchas veces ficcioso, entre la corte migrada y las clases adineradas residentes en el Rio de
Janeiro. Fue obedeciendo a la lógica de la corte que se promovió el congraciamiento de
aquellas élites.
La monarquía que llegó al Rio de Janeiro perteneciendo a un tiempo que se
derrumbava en su lugar de origen, se ha transformado en algo nuevo, por lo menos en algo
diferente. Con todo, el lastro de ese tiempo moribundo estaba fuertemente arraigado en las
mentes de los hombres de élite y, particularmente, en la del heredero D. Pedro, a quien D.
João ha llegado a incumbencia de realizar el acto final de la emancipación política. Sin la
experiencia de la ruptura radical, el Brasil nació un Estado-Nación hijo de dos tiempos. Esa
dubiedad ha marcado todo el período imperial y algunos de sus trazos no se apagaron hasta
hoy.

45
3. Dramaturgia del poder: el teatro de la política en el Brasil
a las vísperas de la Independencia43

Este ensayo contempla escenarios de los últimos tiempos de la era colonial en la


América portuguesa. En él, se procura destacar la importancia del aspecto lúdico de la
monarquía lusa en los trópicos, en el ejercicio cotidiano de reproducción de su hegemonía. El
teatro y el uso prodigioso de artefactos alegóricos han sido desde siempre muy utilizados por
los soberanos europeos, particularmente los ibéricos, y D. João los ha explorado el agotamiento
durante su estada en el Rio de Janeiro (1808-1821).
Algunos parámetros teóricos que embasan este análisis serán brevemente esbozados en
el primer capítulo de este libro. Aquí, después de referirse a la importancia del teatro para la
vida política cotidiana en el Rio joanino, el foco se dirige para la cuestión de la contigüidad
entre el palco y la calle, en el análisis de algunos elementos presentes en una pieza específica,
entonces representada dentro del teatro para las camadas superiores por ocasión del
cumpleaños de D. João, y la recurrencia de esos mismos elementos en los artefactos de
arquitectura efémera construidos en las calles en la misma oportunidad, para deleite del pueblo.
Mi objetivo, en este capítulo, es lo de observar como el carácter lúdico de la política y
de la sociedad de corte ha sido altamente explorado por el príncipe regente y ardientemente
vivido por las configuraciones sociales en interacción en el Rio de Janeiro a la época de D.
João. Procuraré rescatar la forma más depurada de algunos investigadores sociales llamaron
de “teatrocracia”, al tomar el teatro - en el sentido concreto del termo, la casa de ópera
levantada por los “hombres de bien” de la sociedad, bautizada de Real Teatro de São João -
como centro de la vida social y política del Rio de Janeiro. Y lo que otros definieron como
“dramaturgia de la vida”, al destacar la contigüidad entre palco y calle, como se ilustra en la
reproducción de los elementos escénicos usados en los fondos y en el propio enredo de las
piezas teatrales, así como en los artefactos de arquitectura efémera erguidos en las calles en
ocasiones festivas. O aún en la reverencia en ambas situaciones que los súbditos hacían a los
retratos de los soberanos.

43
Originalmente publicado cómo “Dramaturgia do poder: o teatro da política do Brasil às vésperas da
independência”. In: SALLES-REESE, Verónica. (Org.). Repensando el pasado, recuperando el futuro: nuevos
aportes interdisciplinarios para el estudio de la America Latina. Bogotá: Editorial Pontificia Universidad
Javeriana, 2005, p. 348-371
***
Desde el desembarque de D. Leopoldina hasta el cumpleaños de D. João en el año
siguiente, la corte del Rio de Janeiro ha sido, por así decir, una fiesta solo. Son inúmeros los
testimonios sobre la secuencia de Te-deums, misas en acción de gracias, galas en la corte y en
el teatro, embajadas oficiales. El Rio se ha tornado en esos días grandiosos de la monarquía,
literalmente, el anfiteatro donde la familia real se hizo representar con esplendor los momentos
más elevados de su pasaje por el Brasil. La reciente derrota impuesta sin piedad a los revoltosos
de Pernambuco, el real consorcio del príncipe heredero, la aclamación del rey D. João, sexto
del nombre, contaban entre los motivos del júbilo nacional.
No han sido pocos los observadores contemporáneos, ni menos numerosos los
historiadores, a ser tentados a utilizar la metáfora teatral para representar el Rio y la vida en la
corte de entonces. Ha sido descrita la ciudad como palco, los habitantes como actores o
personajes de una grande pieza, esa de los hechos que marcaron los años de la permanencia de
los Bragança en el Brasil44. El carácter espectacular de las sociedades de antiguo régimen ha
encontrado, en las bajas latitudes, campo fértil para florecer. Tal vez por el efecto de la
novedad, los grandes y pequeños de la tierra incorporárosle directamente en el drama cotidiano
de la realeza migrada.45
Nada será más emblemático del vigor de esa dramaticidad de lo que el papel
desempeñado en la vida fluminense de aquellos tiempos por el teatro. El esmero del príncipe
en construir rápidamente una casa a altura de su majestad, que en nada debiese a los proscenios
lisboetas, es un índice diminuto de como el teatro se tornaría el centro de todas las
manifestaciones políticas y sociales, sobre todo a partir de 1813, cuando se ha inaugurado en
el Rocio el real teatro de São João, modelado por los figurines portugueses, en el decir preciso
de Oliveira Lima (1945, p. 1040 ss).
Antes de la llegada del príncipe regente, carecía absolutamente la gente de bien
fluminense de una casa de espectáculos digna del nombre. En meandros del siglo XVIII, suplía
sus deleites los esfuerzos del Padre Ventura, que fundara una casa de ópera para allá de

44
. Ebel se utiliza de la imagen teatral para representar el aspecto físico de la ciudad:
“En un semicírculo anfiteatral, la ciudad aparece distante, a la orilla-mar. Su casorio, iluminado por focos sin
cuenta, producía aplacible efecto. De cuando en vez, subían cohetes a la retaguarda, cuyas explosiones,
iluminando mágicamente el escenario un instante, no menos rápidamente se extinguía. Festivamente, repicaban
las campanas hasta nosotros - Las Aves Marías - para luego se callaren...” Ebel 1972, p. 11. En la historiografía
posterior, Markus Cheke (1949, p. 80) se utiliza del mismo recurso.
45
. Sobre el papel pedagógico de la fiesta cívica o política en las sociedades modernas, remeto, más una vez, al
Salinas Fortes (1997), particularmente parte III, “Del espectáculo”.

47
Valongo. Se desdoblaba el padre como su empresario, director de escena y regente de
orquestra, cuando no acontecía de subir personalmente al palco para dedilhar la guitarra. Ardió
la casa del padre y surgió después de ella la de Manuel Luís, que existía aún al tiempo de la
llegada de la corte (Edmundo 1932, p 431 a 438).
A partir de ese momento decisivo las exigencias se las tornaron otras y una ciudad
alzada a la condición de sede del Imperio, donde vino abrigarse su soberano, demandaba una
casa de espectáculos condigna. Mobilizaronse, entonces, los hombres del Rio de Janeiro. Por
vuelta de 1811, se noticiaba la creación de una lotería con el fin de recoger los fundos
necesarios, quedando el poderoso comerciante Fernando Carneiro Leão designado para
responder por las cuentas y pagamentos de los premios46.

Palco de la política

El teatro ha sido, en una redundancia inevitable, pero expresiva, el gran palco donde se
desarrollaron os momentos decisivos de la vida política joanina en el Brasil. Era él el
termómetro de la popularidad del gobierno, por lo menos entre las clases superiores. Las
efusivas saludaciones, saludos de pañuelos, apupos y vivas se sucedían en clamor al rey. Por
ocasión de la victoria sobre los revoltosos de Pernambuco, por ejemplo, consta que la
exhibición pública de amor al soberano, más que calurosa, ha sido delirante. En la Gazeta del
Rio de Janeiro se noticiaba la retomada de Recife y las fiestas espontaneas que se han repetido
por la capital, en regocijo y honra de S. A. R., fervorosamente saludado al sonido de artillarías,
repiques de campanas, iluminaciones, etc. Pero nada tenía se comparado al alborozo
presenciado en el teatro de São João:

Empezó el espectáculo, que súbitamente se flechó por el himno


nacional cantado por los músicos del mismo teatro y por los
espectadores así de los Camarotes como de la Platea; habiendo mismo
señoras, que de su camarote cantarán el referido himno. Mediaban
altos y concordes Vivas, y todas las demonstraciones, así con los
pañuelos, como con varios versos, que se recitarán. En la danza se
46
. Así se le en la Gazeta del Rio de Janeiro, edición de 27 de mayo de 1811, que los números comenzarían a
venderse a 15 de mayo en la casa del negociante, a la Calle Derecha “... y cuando estuvieren casi vendidos, se
participará el lugar de la extracción, y su comienzo. Los premios serán pagos de tarde en todos los días que andar
la rueda, después del tercero día de extracción, y en todo lo más se observan las formalidades con que se hacían
las loterías de la Santa Casa de Misericordia de Lisboa. He escusado ponderar al Público la seguranza, y exactitud,
y puntualidad de todas las transacciones a esto respectivas.”. Para se tener una idea de la adherencia de la sociedad
a esa importante causa, se acuerda que el bibliotecario de D. João, Luís Joaquim dos Santos Marrocos, hablaba a
su padre, en el final del mismo año, tener concurrido en esa primera lotería, comprando un billete (al precio de
8$000) y entrando en sociedad en otro. Cf. Marrocos 1939 p. 50. Pizarro y Araújo, en sus memorias, alude a la
creación del teatro. Cf. Araújo 1945, v. 7, p. 77 ss. Dados sobre Fernando Carneiro Leão en el último capítulo.

48
introduzco también el mismo himno con general aplauso. El Drama
representado ha sido La mujer enemiga de su sexo, excelentemente
desempeñado. 47
Confirman tales manifestaciones una carta, remetida por el juez Manuel da Costa Carvalho al
intendente general de la policía, Paulo Fernandes Viana, que relata ese exacto episodio con la
riqueza de detalles que exigía el jefe del servicio de seguranza de S. A. R. En aquella noche,
en el lírico, así que se abrió el paño, el pueblo quedó inmediatamente de pie, exclamando
acalorados vivas al rey, a la familia real y a la Casa de Bragança, salvándolos con palmas
repetidas. En la platea y en los camarotes, principiando la orquestra a ejecutar el himno, se
aquietó toda la audiencia en respeto, reiterándose las saludaciones y más demonstraciones al
fin de la música con tal fervor, que al correrse el paño por tres veces, se hizo necesaria nueva
ejecución. Siguieron secuencias de declamaciones de sonetos y más declaraciones de lealtad a
la corona, todas recibidas y respondidas fervorosamente.48

Servía el teatro para las más variadas formas de reverencia de los fluminenses de
extracción elevada y de la corte, no sólo en momentos críticos como las victorias militares. En
todos los aniversarios y días festivos, de los nombres, bautizados, casamientos de los
miembros de la familia real, era allí el lugar privilegiado donde se reiteraban los vínculos de
fidelidad dinástica. Pero era en las ocasiones más agudas de la vida política que el teatro se
tornaba el centro de la vida cortesana. En los momentos finales de la estada del rey en el Brasil,
al llegaren las noticias de la Revolución en la ciudad del Puerto (1820), hubo gran movimiento
de tropas y piezas de artillaría por las calles centrales del Rio de Janeiro. Maria Graham ha
testimoniado estos episodios y cuenta que la Cámara se reunió en el salón noble del teatro. El
príncipe, luego tener con sus miembros, surgió en el balcón del salón principal, de donde leyó
para el pueblo y tropa una proclamación, en la cual prometía aceptar la Constitución. El largo
día terminaría más una vez en la ópera, teniendo el pueblo se reunido para pujar el carro del
rey hasta allí. La amiga personal de la emperatriz Leopoldina divaga sobre temas que pueden
ser considerados centrales en la evaluación de esa teatrocracia:

47
. Cf. Gazeta de 16/06/1817. Oliveira Lima (1945, p. 918 ss) narra así ese episodio: “En el teatro, que ya
comenzaba a ser el lugar capital de las demonstraciones políticas fluminenses, como ocurría en Paris durante la
Revolución, se agitaban pañuelos con el perfil del Rey y motes de devoción a su persona y a las instituciones, de
los cuales se había fabricado diez mil; se cantaba el himno escrito y compuesto para la ocasión; se aclamaba
estrepitosamente el gobernante sagaz que todo alias pusiera en juego para encarecer su popularidad, apareciendo,
mostrándose, agitándose, haciendo gala d su actividad, él tan sedentario, y de su bonomia”.
48
. BNRJ - Mss. - Carta del Juez Manuel da Costa Carvalho, al Intendente General de la Policía, relatando las
manifestaciones de fidelidad prestadas a S. M., en el Teatro del Rio de Janeiro, en señal de desagravio por los
acontecimientos de la Revolución de Pernambuco de 1817. Rio, 15 de Junio de 1817. (I- 33, 26, 19)

49
Sería curioso investigar los sentimientos de los príncipes en ocasiones
tan graves para ellos y para el pueblo. Don João VI, apasionado cultor
de la música, ha sido pujado por un pueblo, grato por la gracia
concedida en aquel mismo día, para un teatro construido por él propio,
donde toda la parte vocal e instrumental ha sido elegida con gusto
eximio y donde se presentó una pieza que era sabiamente su predilecta.
(Graham 1990, p. 90)
En su Diario, cuenta que el día, “... como de costumbre en cualquier ocasión de interés
público”, acabara en el teatro, cuyo edificio estaba todo iluminado.

El príncipe y la princesa aparecieron en gran gala en el camarote real,


que es en el centro de la sala. Fueron recibidos con entusiasmo por el
pueblo, se lo cantaron el himno nacional y, en el intervalo de los actos,
el público llamó varios de sus oradores favoritos a fin de que hablasen
al Príncipe y a todos sobre los acontecimientos del día. (Graham 1990,
p. 218)
En su “Esbozo de la Historia del Brasil”, describe Graham (1940) la atmósfera de alegría que
en el día siguiente tomaba la ciudad. Más una vez concurrieron todos al teatro, cuyo grande
salón “...se lleno de nuevo de personas ansiosas por firmar el juramento de la constitución” ;
se sucedían luminarias, fuegos de artificio y disparos de artillaría. En la ópera se representó el
Henrique IV en homenaje al Rey, que, extenuado por los esfuerzos de víspera, no compareció
personalmente. Sin embargo, era como se allí estuviese, pues, al erguierse las cortinas del
camarote real aparecieron los retratos del rey y de la reina, recibidos con toda reverencia por
el público presente.49

La realeza en escena
De todo lo que se proclamó o se ha escenado para celebrarse el momento áureo de la
monarquía lusa en los trópicos, cuando se sumaron a las funciones en torno del casamiento
real del príncipe heredero, la aclamación y corazón de D. João, O himeneu - drama en cuatro
escenas escrito y ofertado al joven casal por el comendador de la Orden de Cristo, intendente
de las reales estribarías e inspector de las obras, además de hidalgo de la casa de S. M. Joaquim
Antônio Neves Estrela -, reúne la mayoría de los elementos formales, temáticos y alegóricos,
característicos de las representaciones que corrieron por la corte en esos tiempos, sea en piezas
teatrales, bailados y interludios, sea en los elogios laudatorios, oraciones gratulatorias o
panegíricos, o en los artefactos escenográficos que adornaron las calles de la capital. En el día

49
. Cf. Graham 1990, p. 90, 91, 218. La pieza predilecta del Rey era L Cenerentola, de Rossini. La autora
reproduce un de esos entusiasmados discursos hechos por el “pueblo”. Souza 1999, p. 95 ss muestra la
importancia del teatro como espacio de la realización política, destacando el episodio de la capitulación de D.
João VI a las cortes portuguesas.

50
del natalicio y en presencia del monarca, ha sido él escenado en el real teatro de São João,
entre un elogio alegórico, el drama Coriolano y el baile Triunfo del Brasil, en el fin de lo cual
se exhibió el cuadro histórico pintado por Debret para la ocasión. (Santos 1981, t. 2, p. 199)
Los personajes son el Himeneu, Jove (Júpiter), Juno, Lísia, Genio Tutelar, Mercurio,
Iris, Cupido, Mômo, Discordia, Tiempo, Neptuno, Anfitrite y un grande ayuntamiento de
ninfas y genios (BNRJ - Estrella 1818).
La escena primera del Himeneu se da a las márgenes de la “Ulyssea”, en la foz del
Tejo: “Mi débil bulto exangüe dubio vaga/ Inda en mis pulsos d‘aurifera Ulissêa”. La
comparación de la historia lusitana, tras el terror napoleónico, la del legendario héroe homérico
es recurrente en todas las representaciones, escenificadas o no. Aparece, por ejemplo, en las
piezas El triunfo de la América (1810) y La discordia ajustada (1819) - lo que es bastante
comprensible, venido de un pueblo con vocaciones náutica como el portugués, cercado por la
España y teniendo el Atlántico como horizonte abierto. Las aventuras marítimas, confirmadora
del ideal heroico, tiene n'Os lusíadas una especie de síntesis del ethos lusitano - la referencia
camonina acompaña la homérica en esas piezas teatrales50.
Son inúmeras las utilizaciones de la epopeya homérica como analogía a la travesía
oceánica de D. João y no se puede despreciar la fuerte identidad del pueblo portugués con la
saga uliseica, de cuyo radical adviene el nombre de la propia capital: Lisboa.
Volviendo al texto del drama, El himeneu se resume en un concierto de los dioses para
bendecir el casamiento de los príncipes D. Pedro y D. Leopoldina, anticipando un futuro
promisor para la real descendencia de los Bourbon y Bragança.
Inicia el Genio Tutelar de los portugueses lamentando los daños causados por el dragón
napoleónico:
Aún en mis pulsos veo las cicatrices
Mil roxas, negras pizaduras mostram
Das vis algemas, dos grilhões pesados;
Que da córsica el monstro furibundo
Me lanzara la traición... ¡Oh cielos!... ¡Exulto!

Y el Genio suplica por el fin de la tristeza del pueblo saudoso del lar. Las menciones a
Napoleón expresan un odio proporcional a los daños que él causó a los portugueses. 51

“Y ya en el puerto de la Inclita Uliffea/Cum alvorozo noble y con deseo/- Donde el licor mistura y blanca
50 .

area/Co falgado Neptuno el dulce Tejo -/Las naos preftes eftão; y no refrea/Temor ningún el juvenil
despejo,/Porque la gente marítima y la de marte/Eftão pera feguirme a toda parte”. Cf. Camões 1916/18, p. 258
(IV/84). Otras referencias al heroe homérico en Los lusíadas encuentranse en III/58/74; V/86; VIII/5; X/24.
51
Son semejantes a las que se refieren al pueblo francés como un todo, las cuales se arrefecem, todavía, después
de la queda del emperador y la reconciliación con los franceses, que nos enviarán una “misión civilizadora” en

51
El Genio, de vuelta a la pieza, ruega a Jove “paz perpetua al bragantino tronco”,
garantía de la perennidad de la estirpe. El valor dado al linaje como garantía de la estabilidad
del trono es constante. Bocage alude a que “magnánimos leones leones producen,/ frouxo
arbusto no he del cedro a prole/ Affonsos, Manueis, Dinizes, Sanchos,/ de Vos, igual a Vos,
João provino” (Bocage 1802, p. 2 ). Desde la crisis dinástica de 1580, cuando los reyes de
España aprovechaban exactamente de la vacancia en el trono portugués para imponer el jugo
de sesenta años de la “Unión Ibérica” a Portugal, la sucesión fue más que nunca asunto de
interés de Estado. 52
Nuevamente atento al texto de la pieza El himeneu, el Genio aprueba el pedido de Lísia:
“De la Alemana invicta se dé al príncipe luso regia esposa” - y a todo se entonan himnos. Jove,
el dios de los dioses, atiende al rogo de Lísia, hecho a través del Genio, se los dejando absortos
en júbilo. El decreto tiene la anuencia de Juno: “Altos troncos exuberante prole, y frutos
excelsos;/ Leopoldina, y luso Pedro los E'vos vejão imperante estirpe”.
Jove ordena entonces a Mercurio, el “alado cyleneo”, el mensajero de la “olímpica
morada”, que vuele por todo el orbe, anunciando la paz; y al imperante de la Alemana, su
decreto intima e implora la hija “para columna eterna al luso trono”. Si se tomase el “orbe”
por la “urbe”, por la ciudad del Rio de Janeiro, quedaría menos impropia a comparación entre
las funciones de Mercurio y a del arauto del Senado de la Cámara, incumbido en pompa de
anunciar las nuevas por los cuatro cantos de la ciudad. Las tramas urdidas en el ante pórtico
del templo de la Inmortalidad por el Mômo, la Discordia y el Tiempo, en la escena tercera,
Jove y Juno se incumbirán de anular.
Empieza la escena IVcon la siguiente descripción:

Mutación del mar pacífico: coches de Neptuno y Anfitrite, Nimphas,


tritones etc. coro: Jove conduciendo por la mano el Príncipe D. Pedro,

1816. Napoleón es, así, el “flameo corisco”, el “aviltado jefe de las córsicas hostes”, el “ciego inmortal propenso
a culpa”, el “nefario vertuno, el corso infame”, la “cerviz venenosa de la caterva vil”, “el godo indócil, inhóspito
Agareno”, “tigre carnicero sangresediento”, “feroz de la Galia el purpurado cabo”51. Todo que se escribió,
representó o declamó en esos años brasileños de D. João invocaba la imagen diabólica del general francés, siendo
la furia y poder napoleónicos potencializados siempre, de manera a exaltar la fibra heroica de la resistencia lusa.
52
En las odes por el nacimiento del primer rebento de Carlota y João ya se cantaba (BNRJ - Santos 1793, p. 4):
De Carlota y João, fausta alegría!
La suspirada sucesión ya tenemos,
Acabarán los tímidos receos,
Que lágrimas nos costaban.

52
y Juno del mismo modo la Princesa D. Leopoldina, precedidos de los
nuncios, cupidos, Hymeneo, Neptuno y Anfitrites.
Jove, el todo-poderoso, en el diálogo con Juno exalta la regia estirpe desde el primer Afonso.
Es él quien dirige el destino de los pueblos. Por su voluntad resurgió la aurora sobre la noche
funesta:
Sufrió a Elysia, a Iberia, a Itália, a Europa
Los furores del corsego flagelo;
Sin embargo repliega la mano, que los golpes diera;
Rôto el jugo, surgió la libertad,
Pacífica, ridente Paz amena.
Cuanto trastorno a los portugueses, particularmente a la corte migrada, causó Napoleón. Nada
más pueden hacer, sino se justificaren ante si propios, hechos víctimas de la historia. Valorizan
en la persecución su carácter intrépido, que los trajo al exilio en esas bajas latitudes a salvo del
algoz.
Juno ordena entonces que se ramifique el excelso tronco, pues el himeneu significa
poder a los reyes y prosperidad a las naciones:
Al Throno el Hymeneo augmenta las fuerças
Segura perennaes c'roas, y Septros.
Con alianzas, con reales consorcios,
Dominios, posesiones aumentan, crecen;
Se pulen los pueblos, florecen las artes...

Cupido es accionado para, con su farpão, “crear” el amor en los corazones nubentes. D. Pedro,
al brazo con Jove, acoge la orden de la deidad protectora de su pueblo. La princesa Anui,
devotando todo su amor, para allá de la muerte fiel. Por eso, como premio, recibe de Juno el
dote soberbio.
Eis que te doy, Leopoldina, el mimo, la joya,
Que Jove a los fados decretó guardasen,
De los lusos sucesor al Regio trono;
Príncipe iluminado, y virtuoso...

Himeneu promete a Jove que del enlace de los “puribundos” jóvenes se cogieron buenos frutos,
“guardando la fe en el vínculo perene”. En la aparición de Netuno, se refuerza la imagen del
portugués héroe de la Odisea, el viajante que duplicó océanos desconocidos hasta tierras
incógnitas: aquel que pos el sacro tridente a su servicio.
La pieza, como era de esperarse, termina en una gran exaltación a las dinastías en
consorcio y al rey D. João, cuando gradualmente van todos rindiendo homenaje a los Príncipes;
Amphitrite cede su coche a Leopoldina y Neptuno al Príncipe; mientras eso se hacen
genuflexiones y se entonan himnos.

53
Theatrum mundi

Esa pieza se distingue de las demás por una peculiaridad en su fecho. Si en ella D.
Pedro y D. Leopoldina participan efectivamente - ellos propios o actores que los representen -
, si ellos “hablan”, es directa la extensión de la vida al teatro. No existe una tal división. La
pieza es sobre el acontecimiento, sobre el vivido. El palco es contiguo al paso, a la capilla, al
trono. El pasaje del palco a la vida es trazo central de la sociedad de corte, como definió Elias
(1987, p. 85). El teatro es espacio de refuerzo, de continuación. La corte se representa en su
propio drama: fuga del rey, Napoleón, aclamación, la familia real con sus muertes,
casamientos, aniversarios son los temas escenados.
Inúmeros otros ejemplos hay de “representaciones” que aluden directamente al
cotidiano y a personajes de la corte. En 1810, cuando estaban aún más que abiertas las heridas
causadas por Napoleón, una oración gratulatoria por el cumpleaños del príncipe regente
hablaba de como en el principio era el caos, y en el caos ya estaba D. João predestinado a
desempeñar el papel de grande Rey: “De la antigua noche de ese caos horrendo / Surgiera de
repente / Un teatro de prodigios estupendo” (Vaz 1810, p. 7). En la misma noche ha sido
ofrecido al aniversariante un drama (BNL - Muniz 1810), que tenía por tema las peripecias de
la retirada de la corte para el Brasil. En medio a numes y musas, los personajes son reales, todo
es real, las personas son citadas. La gratitud a los ingleses surge en un habla de la Libertad
sobre el poder de la “unión” entre João y el “britano Jorge”:
Reflejos de JOAM, Varones sublimes,
Dignos de Lysia, y por la Fama Honrados.
En nombre del gran Príncipe a su Pueblo
Equilibrando el peso de la Justicia,
Con branda sujeción las leyes sustentan,
Zelón la Gloria, y firman la Ventura:
Wellesley, Beresford, Britannos Martes,
Las flores de la Esperanza en Lysia afagan. (p. 5)

El drama de la corte, en esa misma representación, es transpuesto de la historia para el palco,


donde se personifican dotes, actitudes, símbolos. En el fecho de esa pieza, durante la última
escena, después de vencido el Despotismo, surge un recurso lúdico recurrente en las
escenaciones teatrales:

Aparece el Templo de la Inmortalidad: entre la fachada del fondo el


Retrato de S. A. R. sobre su Trono: y en la garra del dosel los Escudos
Reales de Portugal, Inglaterra, y España ligados con este dístico =

54
ALIANZA = la escena adornada con las Estatuas d’El Rey Jorge III,
de Fernando VII, y algunos de los nuestros monarcas; y, transformada
que sea, el Despotismo, y sus esbirros cúrvense en tierra con todos los
gestos de desesperación.

Retratos

Ese recurso escénico, de presentarse al público el soberano, la Majestad, por


medio de su retrato, ampliamente difundido en las monarquías absolutistas (Burke 1994, p.
21), ah sido repetidamente utilizado en el Rio de Janeiro, dentro y fuera del teatro. La mayoría
de los bailados se encerraba se con ese efecto lúdico, que alcanzaba infaliblemente la
reverencia respetosa de la platea. En las Memorias del padre Perereca se encuentran en detalle
todas las descripciones de esos momentos efusivos de la corte. En el año de la gracia de 1818,
por ejemplo, noticiaban en la Gazeta del Rio de Janeiro las funciones en regocijo por el
aniversario del príncipe del Brasil, a 12 de octubre, y a sus reales bodas, por los cuales el
senado de la cámara mandó erguir una plaza de toros y caballadas en el Campo de Santana,
donde las festividades corrieron por seis días. De día salió el bando y a la noche se ah
representado una pieza alusiva a la fecha, donde había un genio portugués con las cuatro
estaciones, “... que haciendo sensibles las ventajas, que el cielo nos concedía con el felicísimo
navidad de Su Alteza Real, desafiaba la gratitud nacional.” (Santos 1981, p. 212)

En el fin del espectáculo, se viran en transparente los retractos de SS.


MM. y de SS. AA. RR., el Príncipe y la Princesa Real, y los
espectadores no pudieron contener los Vivas. Este Elogio era ornado
de varias notas de música, cantadas por el Coro. Comenzó después el
Drama intitulado Camilla, excelente música de la composición del
famoso Fernando Paer. En el fin del 2. El Acto se desempeñó una bella
Danza, que tiene por título Venus y Adonis con rico vestuario,
concluyendo el espectáculo con el 3. El Acto de la Piez. (Gazeta de
14/10/1818)53

Si en El Himeneu el espectáculo cuenta con la presencia de los nubentes, pero no se


encierra con los retratos de SS. AA. RR., otras piezas de corte se utilizan del artificio para
elevar en la platea la reverencia por la majestad. Ya en 1810, en El triunfo de la América,

53
. Otros ejemplos del uso reiterado de ese recurso escénico se verifican por ocasión de la celebración del
cumpleaños del rey en 1820 (cf. Gazeta de 1505/1820) o por ocasión de los festejos que se celebraban en el Rio
de Janeiro por el casamiento de D. Pedro I, que acontecía por procuración en Viena. Cf. Gazeta de 23/08/1817.
Também Santos 1981, p. 212; 255.

55
después de acertadas las cuentas con la historia, vengada la nación portuguesa por el Fado, en
fin, todo asentado como solía en los dominios del rey, un coro llama por el ungido príncipe,
cuando entonces se abre el fondo, “...aparecen los retratos de toda la real familia, y las
personajes de la pieza”. Y, como si el regente en persona estuviese en el palco, a él - a su
retrato – se dirige Fado, el personaje que representa el destino, otorgándole la misión de hacer
felices sus súbditos fieles, para su gloria. Inúmeros ejemplos de reverencia a los retratos de
SSMMAA pueden ser indicados.
En El Juramento de los Numes, pieza con que se inauguró el real teatro de São João
(1813), Vulcano, el vengador del pueblo portugués reclutado por su esposa Vênus, después de
entregar las armas hechas bajo medida para algunos brazos como Wellesley, los hermanos
Freire, Forjas, Trigoso, Rego, Sepulveda, entre otros nombres de la linaje lusa, conclama sus
ciclopes y rogo al Genio Tutelar de los portugueses para acompañarlo en la conducción de las
armas, en lo que es atendido. En la última escena se tiene una vista del Templo del Heroísmo,
“... con el retrato del Príncipe Regente al Fondo”, y juntos todos los personajes de la escena
entónale una aria. Todo termina con un juramento hecho por el Genio al retrato de D. João
(Coutinho 1813, p. 22 a 29):
Muy fuerte es la representación delante del retrato del rey en A discordia ajustada
(Souza 1819), elogio dramático escenado en la Villa Buena de Goiás en octubre de 1818, en
la presencia del gobernador, por el motivo de la aclamación de D. João e impreso en el Rio de
Janeiro bajo reales auspicios. En el enredo se colocan Portugal y Brasil a se las causar y
desafiaren recíprocamente delante de la puerta del templo de la Gloria. Mediará la Justicia,
“virgen con asas”, sustentando en la diestra la espada y en la siniestra la balanza; Portugal
presenta a través del guerrero, vestido de armas antiguas, en la izquierda las armas de Portugal
y en la otra la lanza; y Brasil representase como un indio ricamente vestido de plumas y
armiños, con arco y fleja en las manos y en la cabeza un cocar “...con las armas del Brasil”.
Un evoca la antigüedad y la gloria pasada; el otro a exuberancia natural y la presencia actual
del príncipe; ambos reclaman entrar primero en el tiemplo. En el final se busca la solución
conciliatoria, la acomodación del conflicto, que en la historia rompería ineluctablemente en
tan poco tiempo. Y la solución que impone la Justicia es exactamente que ambos sean
concordes y se curven unidos en el servicio al trono lusitano. La soberanía no está en los
pueblos y sí en el monarca, aún absoluto. En el final, al sonido de instrumentos se abren las
puertas del tiemplo, “... aparece iluminado el Retrato de Su Majestad...”. En la base en que se
firma el trono hay una pira ligada, donde arden dos corazones con la leyenda virtus unita.

56
Portugal y Brasil entonces, en un gesto muy emblemático, se arrodillan y deponen sus armas
e insignias. Lo repiten todo el acompañamiento, en coro:

A la Gloria del Augusto


Con las manos Unidas
Ofrecen las vidas
Brasil, y Portugal
En dulce concordia
Leones reverentes
Se inclinan contentos
Al Trono Real.

Cuadros históricos

Imágenes causan fuerte impacto, particularmente en una sociedad de corte. Y aquella


que se instaló en el Brasil no se ahorró en ese expediente. De la noche de 13 de mayo de 1818,
cuando ha sido dramatizado El himeneu, ha dejado importante registro el pintor de historia
Jean Baptiste Debret, que acompañara la misión artística francesa en 1816 (RIHGB – Taunay
1911; Prado 1989). El texto alusivo a la imagen 39, “Bailado Histórico”, se refiere a las
reverencias adulatorias de los elogios, como se practicaban en el Brasil. Para la ocasión ha
sido contratado el propio Debret, encargado de ejecutar el escenario del elogio de esa noche
solemne, habiendo para tanto que se entender con el poeta y el mestre de bailados del teatro.
Es preciso contemplar detenidamente la imagen 39 de su Viajen pitoresca e histórica
(Debret 1982, t. 3). Un paisaje etérea donde se disponen los dioses de la mitología clásica que
poblaban representaciones teatrales, elogios, panegíricos, odes y mismo las más cristianas
oraciones gratulatorias, además de personajes históricos corporificando los tres reinos unidos
o personificaciones de virtudes y del casamiento. La descripción siguiente es del propio pintor:

57
“Bailado Histórico”, por Jean-Baptiste Debret. Viage pitoresca e histórica al Brasil.

Al fin de no perder, en la medida del posible, mi carácter de pintor de


historia, me vale del antiguo ceremonial de los reyes de Portugal para
representar Don João VI en uniforme real, de pie sobre un escudo
soportado por las figuras características de las tres naciones que
compone el reino Unido de Portugal, Brasil y Algarves. Luego abajo
de ese grupo principal, He colocado las figuras arrodilladas del
Himeneu y del Amor, con los retratos del príncipe y de la princesa real.
Ambos entrelazaban las iníciales de los jóvenes esposos formando un
monograma por cima del ardiente Himeneu.
De acuerdo con el programa, la escena se pasaba bajo la abobada etérea
donde la reunión de los dioses otorgaba honras de apoteosis a ese
episodio histórico. El mar formaba el horizonte, justificando la llegada
de Neptuno con el pabellón del reino unido; de otro lado, Venus, en su
concha marina pujada por dos cisnes guiados por Cupido, conducía las
Gracias, sustentando los escudos unidos y coronados de las dos
naciones recién aliadas. Delfins coches circulaban entre los diversos
planos del mar, parando en el último cuadro para formar un camino
practicable a las danzarinas que debían llevar sus ofrendas al pie del
altar del Himeneu, pintado en el fondo del palco. Ese grupo inmenso
de la población de los tres reinos unidos, que se proyectaba
artísticamente hasta el proscenio para unirse a guerreros de todas las
armas, produzco lo mayor efecto. Concomitantemente, nubes aisladas
soportaban genios animados de esas mismas naciones y poblaban toda
la parte alta del cuadro aéreo, enteramente pintado en transparente,
hasta el primer plano del teatro. (Debret, 1989, t. 3, p. 233-234)

58
En esa descripción se representan elementos constantes en la teatrocracia de las
relaciones sociales en la corte joanina – me atrevo a afirmar que aquella servía de principio
ordenador de las actitudes cotidianas de los individuos. No es difícil deducirse que el mis-en-
scène en torno del palco y además dele, en el circuito de la corte, era el vehículo de las
expresiones y de refuerzo del poder. En esos espectáculos y en otros producidos en el cotidiano
de la familia real - a pretexto de casamientos, cumpleaños, fiestas religiosas, conquistas
militares, etc. - se ha efectuado la aproximación entre la “buena gente” fluminense y los
adventicios recién-llegados. Pero la dramatización iba mucho allá de los forros de torciopelo
rojo, decorados con doradas insignias reales portuguesas, que revestían las paredes del pazo
improvisado. La dramatización ganaba las calles, hacía de la ciudad un gran escenario y de las
personas comunes convictos figurantes.
Desde el desembarque hasta el regreso de D. João VI, el Rio de Janeiro vivió
diariamente las públicas demonstraciones de la realeza por la realeza. Tal vez fuese cargar en
las tintas decirse, con el Padre Perereca y tantos otros observadores de la época, que muchas
veces el día se adentró por la noche con las iluminaciones faustivas. Y que el ruido de las
artillarías y fuegos y campanas eran una constante - que ya ni más percibían los oídos. Pero
hubo periodos en que mucho se aproximó de eso. El día de la aclamación de D. João, en el
mismo año en que se representó El hymeneu, es uno de ellos. La “relación de los festejos”
hacha por Bernardo Avelino de Souza, “en la noche del indeleble y faustísimo 6 de febrero”
de 1818, da a percibir la contigüidad entre el palco y la calle, a través de los símbolos en
circulación.

Palco en las calles

Creativo ejercicio de imaginación histórica es intentar, a través de esos registros,


rehacer el itinerario, como un transeúnte, un hombre cualquiera por las calles del Río en fiesta,
para bien percibirse la reiteración de los motivos y alegorías de los textos y piezas, ahora
escenados en las calles, y cuáles eran los personajes por detrás de los efectos producidos para
exaltar al soberano. Cuenta Bernardo de Souza (BNL - Souza 1818, p. 3 ss) que el senado de
la Cámara señaló su regocijo con una iluminación que representaba un templo a la Minerva,
“.... en el centro del cual estaba la estatua de esta Diosa, abrigando a Egide de S. M., y en el

59
techo escrita con grandes caracteres esta cifra: J.VI”. Decía del templo una escalera con dos
pedestales sobre los cuales se mantenían las figuras de la Historia y de la Poesía. Sobre este
artefacto de grandes proporciones encimaba la leyenda: “A El Rey el Senado, y el Pueblo”.
La junta de comercio contrató el mismo pintor del fondo d'El himeneu, Debret, y más
su jefe, Grandjean de Montigny, para riscaren el gran arco triunfal de sesenta palmos de alto e
setenta de largo, ornado con guirnaldas y todo iluminado, de cuyos mástiles pendía la bandera
del Reino Unido, sobrepuesta en los capiteles de las columnas la cifra JVI.

Cada parte del arco contenía cuatro columnas de la Orden corintia, y


entre las estatuas de Minerva y Ceres. Al lado derecho la impuesta, y
la garra se representaba en bajo relevo SU MAJESTAD en la ocasión
de desembarcar; la ciudad del Rio de Janeiro entregándole las llaves,
y sustentada por la América, y más capitanías; y a la izquierda el
mismo Augusto Monarcha acogiendo las homenajes de las Artes, y del
Comercio. En la garra del medio se mostraban los Ríos Tejo, y Janeiro
con Armas del Reino Unido, sustentadas en una corona, y en él friso
esta inscripción:
Al libertador del comercio.
No se podría ser más emblemática la escena de la entrega de las llaves al monarca, verdadero
tributo pago a quien, hay poco, había abierto los puertos brasileños al comercio internacional.
Las figuras más preeminentes de la sociedad fluminense no economizaron en los
aderezos con que ornaron sus balcones y ventanas. En la calle derecha se veía una iluminación
compuesta de tres cuadros devotados a la “bracara augusta”, en uno de los cuales se
estampaban el blasón de las armas portuguesas, y bajo este Marte y la Fama. Los versos
encomiásticos destilan un licor diáfano de adulación, así como dejan trasparecer uno qué de
consciencia del facto de que la presencia del rey era el señal del surgimiento de un nuevo
tiempo, o mejor, del nuevo Imperio:

Predica en su clarín rotundo


JOÃO Primero Rey en el nuevo mundo,
En los astros fija la época dichosa,
Que en el suelo, que baña el grano Janeiro,
Las Santas leyes darán al mundo entero.
Extasiase la Europa mirando erguido
En la Plaga del Brasil el Reino Unido,
(...)
Debajo de un tal REY que inmenso Imperio
Se viniera florecer n'este Hemisferio!

En la puerta de la aduana otra iluminación, habiendo para el lado del Pazo un cuadro con tres
coronas en torno de las letras JVI. Las armas reaparecen nuevamente a la calle Derecha, en la
casa del comendador Luís de Sousa Días, que la adornó con los siguientes versos: “Herdaste

60
el Sceptro, y C'rôa, / Nosotros el valor, y lealtad”, y en el otro: “Reinar sobre los corazones /
He dos veces reinar”.

A cada calle, paseo, barrio, se pintaban entes mitológicos de la antigüedad greco-


romana y emblemas alusivos a virtudes humanas - Fidelidad, Justicia, Vasallaje, Verdad -, a
la historia – Tiempo, Memoria, Eternidad -, a la expansión y poder del imperio por los
continentes, referidos por paisajes y accidentes geográficos, a la manera instituida por el estilo
neo-clásico. Sobre todo, como en los hechos de las piezas escenadas en la corte, se iluminaron
las personas de la familia real - D. João y D. Carlota, D. Pedro y D. Miguel, D. Pedro Carlos
y D. Maria Isabel. El fausto era buscado en el límite de las poses de los ofertantes de las
iluminaciones. Los negociantes de grueso tracto no poparon encomios. Así se describe en
detalle el efecto que ha mandado erigir Amaro Velho da Silva, uno de los mayores argentarios
de la plaza mercantil del Rio de Janeiro, emblemático por todos hombres de su categoría:

Luego adelante brillaba la suntuosa iluminación del Consejero


AMARO VELHO DA SILVA, ordenada por esta manera:
representaba la frente de un gran Palacio Iluminado, en la cual habían
tres Cuadros desempeñados con apuro del Arte. En el centro, que
figuraba del templo de la Inmortalidad, se veían los tres Genios de los
Reinos-Unidos, que, teniendo por cima la inscripción - Fidelidad -
estaban jurando sobre una pira. En el cimo del templo al lado derecho
se veía la Figura de la JUSTICIA, al izquierdo la de la VERDAD, en
el centro se leía - J.VI. -, y debajo del cuadro esos versos:

El director del teatro de São João, que ofreció espectáculo gratuito al público, no hizo
menor figura. Levantó un soberbio peristilo de orden toscana, sustentado por dieciséis
columnas y copiosamente iluminado, sobre las cuales se disponían cuatro grandes cuadros:
dos con efigies de SS. MM., otro con la del príncipe real extasiado para el retrato de D.
Leopoldina, este entre dos genios, y un último con la del infante D. Miguel, que traía la
siguiente leyenda: “Tiene la Gloria, y virtudes de Braganza”. Cuadros menores aludían a los
cuatro continentes, todo del riesgo del maquinista del teatro Luís Xavier Pereira. La
intendencia de la Policía promovió otro verdadero espectáculo en el Campo de Santana, con
mucha música y refrescos gratuitos para la población. No faltaron los efectos pirotécnicos.
El mensaje vehiculado por las piezas dentro del teatro para ambos los segmentos
dominantes, la del ajuste de las discordias o el compromiso contemporizador, parecía que
querían inculcar en la mente y en los corazones de las personas de la calle. Delante de la casa
de Paulo Fernandes Viana, intendente general de policía, aparecía el busto de su majestad,
coronado con genios de los tres reinos unidos y los siguientes cuartetos decasílabos:

61
Lysia, Brasil, Algarve, al orbe inmenso
Van ser de día en día asombros nuevos;
Triplicado alicerce al Solio extenso:
Gracias al Semi-Deos Padre de tus Pueblos!
Dinastía, Saber, Valor, Clemencia
Contienden cual al Trono Te ha subido,
Exulta, que en la honrosa competencia
Ningún he vencedor, ningún vencido.

Último imagen

El duplo abordaje de la concepción del theatrum mundi, del mundo como palco,
remete inevitablemente al tema movedizo de las representaciones mentales. Para la
inteligencia de las sociedades de corte, como aquella que se instaló en el Rio de Janeiro en
1808, no se trata sólo de usar la metáfora teatral como recurso analítico - notoriamente para
los años posteriores a 1815, cuando la monarquía encontraba un mayor equilibrio después de
los tiempos conturbados de la fuga. Hombres y mujeres se comportaban efectivamente como
actores en un drama: la propia Jerarquía social era producida y reproducida a partir del papel
que cada un debería ocupar y cumplir en la sociedad de corte, papeles que eran
minuciosamente reglamentados por la etiqueta; la jerarquía misma se reafirmaba a partir de
señales externos que iban desde los signos materiales que el “actor” social ostentaba en forma
de indumentaria, armas que portaba, comendas de órdenes militares, distintivos de títulos de
nobleza hasta una compleja economía de los gestos. Señales que aseguraban a los hombres de
alto coturno los “privilegios, libertades, exenciones, precedencias y franquías” que constan en
las merceds de los títulos y justificaciones de nobleza. Como enseña Elias, “la sensibilidad del
hombre de esta época por las relaciones entre la posición social y la organización de todos los
aspectos visibles de su campo de actividad, incluyendo los propios movimientos del cuerpo,
es simultáneamente el producto y la expresión de su posición social.”
No parece lícito llamar a todo eso “ideología”, en el sentido restricto del termo. Si la
fiesta, el fausto, el imaginario – en la única acepción plausible de este termo, que debe remeter
al pictórico, al imagético - tenían algún significado de refuerzo, de ideología, eran eso y mucho
más. Eran la expresión cotidiana de una configuración impar - una sociedad de corte, por una
ironía “de los fados”, instalada en los trópicos. Ironía que deflagró una transformación sin
precedentes en el comportamiento de los diferentes extractos de la sociedad, más o menos
evidente conforme el lugar de cada uno: la corte y los extranjeros “europeizaron” los hábitos
nativos, al mismo tiempo en que pudieron “folgar” ciertos rigores del vivir civilizado,

62
adecuándose a los ritmos del nuevo escenario tropical. Sociedad que se reproducía y se
ampliaba a través del efecto lúdico, del brillo, del burburiño, que atraía al trono quien le
interesaba. Todo minuciosamente regulado por la etiqueta, por la ceremonia, por menos
coherentes que han sido las prescripciones improvisadas.

63
4. Sobre el Tamaño de la Comitiva54

Ya hace más de una década que he pesquisado sobre la permanencia de la familia real
en el Rio de Janeiro, con vistas a la confección de mi tesis de doctorado. Desde que ha sido
publicada, con el título La corte en el exilio, intelectuales de nombrada, pertenecientes o no al
medio académico, distinguieron esa obra al comentarla públicamente. Entre mis lectores, tuve
el privilegio de recibir la crítica abalizada de profesionales como Marco Morel, Gilberto
Vasconcelos, José Carlos Barreiro, Iara Lis Souza, Luiz Geraldo Silva, Manolo Florentino,
Antonio Lázaro de Almeida Prado y Neill Macaulay, entre otros.55
Un tópico levantado en la época, en una reseña, se me ha llamado la atención. Decía
respeto al número de personas que acompañaron la familia real de Lisboa para el Rio de Janeiro
en 1807-1808. En generosa reseña sobre mi libro, uno de los mayores conocedores de la
historia del Rio de Janeiro en el primero cuartel del siglo XIX, el historiador Marco Morel
(2000, p. 5), se refería a la buena oportunidad que él suscitaba para revírense aspectos
importantes del período joanino, entre los cuales la manera como se dio la instalación de la
corte en el Rio de Janeiro. Ha sido Morel quien primero me ha alertado para el consenso de la
historiografía cuanto al número de personas que tendrían hecho la travesía atlántica junto con
la familia real. Ese número, que sonaba exagerado al investigador de los primeros periódicos
y panfletos que circularon en la corte, gira en torno de los 15 mil embarcados. Contra ese
consenso, Morel evoca la tesis del arquitecto Nireu Cavalcanti, defendida en 1997 y hasta
aquél momento inédita, intitulada La ciudad de São Sebastião do Rio de Janeiro: sus murallas,
su gente, los constructores (1710-1810), en la cual,

[...] después de trabajar con habitual seriedad en documentación


diversificada y plantear sobre ella, se concluye que en la comitiva de
1808 llegaron sólo 211 personas, además de 14 miembros de la familia
real, sucedidos por 233 en 1809, lo que da un total de 458 personas.
¿Cómo imaginar que 15 mil hombres y mujeres (8% de la población
de Lisboa) huyeron en secreto y que el Rio de Janeiro tuvo su
población aumentada en 20% de un día para lo otro? Las
embarcaciones no comportaban tanta gente. (Morel, 2000, p. 5)

54
Originalmente publicado cómo “Sobre o tamanho da comitiva”, Acervo, Rio de Janeiro, v. 21, p. 47-62,
2008.
55
Cf. SOUZA, 2001. p. 32; BARREIRO, 2001. p. 31; SILVA, 2001. p. 1, p. 30; VASCONCELOS, 2000;
ALMEIDA PRADO, 2000; PIRES, 2000; SARAIVA, 2000; PISA, 2001; MACAULAY, 2005.
Otro lector de mi libro, luego después de su publicación, también cuestionó el número
de 15 mil tránsfugas, se apoyando en la misma obra del arquitecto e historiador Nireu
Cavalcanti. Adelto Gonçalves (2001, p. 20), en reseña intitulada “La buena vida de la corte en
el Rio de Janeiro”, después de sorprenderse que yo tenga aceptado sin crítica la tesis
consagrada de la historiografía – como la obra de José Luiz Soriano, segundo la cual 15 mil
personas tendrían aportado por aquí – afirma que yo seguía el ejemplo de otros historiadores
desavisados, como Lilia Schwarcz y Nestor Goulart. Nuestro gran pecado era justamente
desconocer la tesis de Nireu Oliveira Cavalcanti, en que “garante que no llegó a quinientos el
número de personas que acompañaron d. João, contando incluso los 14 miembros de la familia
real. Lo curioso es que buena parte de las fuentes primarias consultadas por Cavalcanti también
está citada en la bibliografía de Malerba”.
En seguida, Gonçalves construye su argumento presentando los manuscritos y las obras
impresas que corroborarían la tesis de los quinientos migrados. Después de relacionar todas
las fuentes en que se ampara Cavalcanti, oriundas de diversos archivos portugueses y
brasileños, defiende que aquél estaría más bien fundamentado de lo que toda la historiografía,
pues, además de las fuentes primarias que dan suporte a su libro, tiene a su favor la propia
lógica:

No da para admitir que fuese posible acomodar ocho, 12, 13, 15 o 20


mil personas en las naus que zarparon de Lisboa poco antes de la
llegada del arruinado ejército de Junot [...]. Además de eso, la decisión
ha sido tomada en sólo dos días, cuando el príncipe regente supo del
inminente avanzo de la tropa de Junot, lo que tornaría imposible
regimentar tanta gente. (Gonçalves, 2001, p. 20)

Y arremata:

Por lo tanto, se puede fácilmente concluir que todo lo que se escribió


sobre la influencia de la corte en el Rio de Janeiro está súper
dimensionado, lo que incluye la información de que millares de
cariocas fueron desalojados para ceder sus residencias a los que
llegaban. Ese tipo de situación hasta ocurrió, pero no en las
proporciones que se lee en la mayoría de los libros que tratan del
asunto. Como, infelizmente, Malerba no elucida esta cuestión, sin
embargo su trabajo merezca muchos elogios, la esperanza es que algún
editor más sagaz se disponga a publicar lo más rápido posible la tesis
de Nireu Cavalcanti. (Gonçalves, 2001, p. 20; grifos míos JM)

65
No puedo dejar de decir que consideré curiosa la defensa fiel e intransigente por
Gonçalves de la tesis de Cavalcanti. Más aún porque tuve la oportunidad de verlo reiterarla en
otros momentos, particularmente en reseñas que hicieron las obras de otros autores. El
cuestionamiento de la tesis consagrada en la historiografía de que 15 mil personas
acompañaron d. João es más contundente todavía, por ejemplo, en la reseña que él hace de la

obra de Carlos Eugênio Líbano Soares sobre “capoeirage” 53 esclava en el Rio de Janeiro.
Después de los elogios, apunta los dos momentos en que el reseñado pecara al mencionar el
número fatídico de 15 mil. Afirma que hiciera referencia al número sin citar las fuentes porque
no hubiera cualquier fuente a refrendarlo.

Es una mentira que viene siendo irresponsablemente repetida por


muchos historiadores, incluso en trabajos recientes. Si el erro es
aceptable en historiadores "alérgicos" al polvo de los archivos, que
prefieren casi siempre repetir lo que leen en obras impresas, es
inadmisible en Soares, decididamente un pesquisidor nato. Si tuviese
prestado menos reverencia a la brasilianista Mary C. Karasch y
consultado más su compañero de Archivo Nacional del Rio de Janeiro
(ANRJ), Nireu Cavalcanti, o leído su tesis de doctoramiento, La
ciudad de São Sebastião del Rio de Janeiro: las murallas, su gente, los
constructores, 1710-1810 (Universidad Federal Fluminense), no
tendría repetido lo disparate.56

En este momento de la lectura, me he sentido lo más logrado de los historiadores – de


aquellos que, por no tener experiencia de pesquisa en archivo, engrosan el número de los
irresponsables que viven a repetir balelas y disparates. Es posible que yo, como Líbano Soares,
tenga incurrido en el “viejo vicio académico que obliga mestrandos y doctorandos a sólo citar
autores consagrados por la cúpula ‘intelectual’”. Solo eso podría explicar nuestra falla.

Al final, Cavalcanti prueba, con base en documentos del ANRJ y de la


Biblioteca del Palacio de la Ayuda, de Lisboa, que no pasó de 250 el
número de personas que embarcaron con el príncipe regente a 29 de
noviembre de 1807, fugando de las tropas napoleónicas. Y que, en el
descorrer de 1808, llegaron, en el máximo, más 250. (Gonçalves,
2001b)

56
GONÇALVES, Adelto. Capoeirage: rebeldía y habilidad negra en el Rio. Reseña a SOARES, Carlos Eugenio
Líbano La capoera esclava y otras tradicciones rebeldes en el Rio de Janeiro (1808-1850). Campinas: Ed. De la
UNICAMP, 2001b. Disponible en: <http://www.unicamp.br/cecult/resenhas_vh/resenha_capoeira1.pdf>. Aceso
en: 9 fev. 2007.

66
Pero se engañan aquellos que piensan encerrarse ahí el círculo de los historiadores
desengañados que viven a reproducir las invenciones y los disparates propalados por la
historiografía. Otros tres historiadores ingenuos recibieron la crítica impiedosa de Adelto
Gonçalves, por reiterar la insana (termo de Gonçalves) tesis de los 15 mil. En su contribución
al libro Viaje incompleta: la experiencia brasileña, la gran transacción, organizado por Carlos
Guilherme Mota, Nestor Goulart Reis Filho

[...] pasa adelante la mentira de que 12 mil portugueses vinieron con


la familia real, concluyendo que, ‘con sus carruajes y otros modos de
vida y la intensificación de la vida política, contribuyeron ciertamente
para mudanzas en las formas de uso y vivencia de las calles y plazas’
(del Rio de Janeiro).57

En Después de las caravelas: las relaciones de Portugal y el Brasil (1808-2000), el


historiador Amado Luiz Cervo (2000) también incurrió en el pecado de afirmar que d. João,
en la fuga, “llevaba consigo 36 navíos de la escuadra portuguesa y una comitiva de
aproximadamente 15 mil personas”. No obstante, ameniza Gonçalves:

[...] Hasta que los dos historiadores han sido “comedidos” porque Lilia
Moritz Schwarcz, en Las barbas del imperador (Compañía das Letras,
São Paulo, 1998), pág. 35, aumentó el disparate para 20 mil. Ningún
de los tres historiadores cita las fuentes documentales en que tendrían
cogido la información. Probablemente, repitieron dados que leyeron
en libros impresos más antiguos. Y peor: no pararon ni para reflejar.58

El alivio para Gonçalves es que la verdad volvió a reinar, una vez que esa información
ha sido documentalmente desmentida en la tesis de doctoramiento de... Nireu de Oliveira
Cavalcanti! “Segundo el pesquisidor, no llegó a 250 el número de personas que acompañaron

57
REIS FILHO, Nestor Goulart. Urbanização e modernidade entre passado e futuro: (1808-1945). In: MOTA,
2000. p. 83-117. passim.
58
GONÇALVES, Adelto. Invencionices e disparates. Disponível em:
<http://blog.comunidades.net/adelto/index.php?op=arquivo&pagina=100&mmes=07&anon=2005>. Acesso em:
24 set. 2007. Grifo meu.

67
el príncipe regente y su madre, la reina d. Maria I, en las 19 naus que zarparon de Lisboa, a la
protección inglesa, a las vísperas de la llegada de la tropa invasora del general Junot”. (Ibidem)
Aún recientemente Gonçalves vuelve a la carga contra la desavisada historiografía que,
a ejemplo de Oliveira Lima, continúa repitiendo el número primeramente obtenido por O’Neill
de los 15 mil migrados en la fuga, sin preocuparse, sin embargo, en ir al Archivo:

Nireu Cavalcanti, autor de El Rio de Janeiro setecentista (Rio de


Janeiro, Jorge Zahar Editor, 2004) ha sido lo único historiador, hasta
ahora, que estuvo en el ANRJ para conferir esas listas. Hizo las cuentas
y concluyó que el número de personas que desembarcaron en el Rio
de Janeiro en 1808 y 1809 no pasó de 444, “entre las cuales 60
miembros de la familia real y de la alta nobleza portuguesa que
llegaron Rio de Janeiro en los dos años en cuestión”. Pero la mayor
parte de los historiadores aún prefiere se aferrar a los números de
O´Neill porque, al final, es más fácil repetir lo que ya está impreso. Y
nadie les gusta de admitir errores o corregir equívocos.59

Antes de contraponer, al cuestionamiento visceral de Adelto Gonçalves, los


procedimientos por medio de los cuales acabé concordando que el número de los migrados
con d. João rondaba los 15 mil, tal vez ayude a redimir mis errores mostrar de quien estoy
acompañado en ese desvarío. Por lo tanto, vamos a un pequeño paseo por la historiografía.
Luz Soriano (1856, p. 59) calcula que, para el Brasil, había migrado mitad del capital
portugués, junto con cerca de 15 mil personas. Rocha Martins (1910, p. 23) fornece detalles
minuciosos de la fuga y calcula en cerca de 13.800 el número de los fugitivos. Pandiá H.
Castello Branco (1914, p. 425), en texto presentado en el I Congreso de Historia Nacional
organizado por el IHGB, reitera el número clásico: “Era tan numeroso el séquito de d. João,
que fue preciso equipar una escuadra de ocho naus, 12 brigues, tres fragatas y dos charrúas,
saliendo al todo cerca de 15 mil personas, la mayor parte compuesta de nobles, ministros,
funcionarios, negociantes y creados [sic]”. Ya Luis Norton (1979, p. 14), en su libro cuya
primera edición es de 1938, afirma que “cerca de 15 mil personas procuraron alojamiento en
la escuadra (compuesta de ocho naus, tres fragatas, dos brigues, una escuna de guerra y una
charrua de mantenimientos)”.

59
GONÇALVES, Adelto. D. João revisitado. Disponível em:
<http://blog.comunidades.net/adelto/index.php?op=arquivo&idtopico=226711>. Acesso em: 1 abr. 2008. Texto
de 9 de fevereiro de 2008.

68
En su síntesis de la historia del Brasil, de 1947, haciendo coro con la mayoría de los
autores referidos, Pedro Calmon (1947, p. 25) destaca el grotesco del espectáculo del
embarque.

Jamás sucediera cosa semejante: la emigración de un gobierno, con sus


principales personas, sus archivos, sus libros, su mobiliario, todo lo
que puede ser removido, empaquetado, instalado en los bodegas de los
barcos, mientras el pueblo, conmovido y triste, sólo tenía cóleras e
injurias para los ‘afrancesados’, los sospechosos de colaboración con
el enemigo... Unas diez mil personas se acumularon en las ocho naus,
cuatro fragatas y cuatro brigues y corvetas. Donde trescientas eran
demás, se apretaron 1.600.

Calmon menciona dados fornecidos por un observador directo de esos acontecimientos,


José Teodoro Biancardi. En sus Cartas americanas, cuya primera edición es de 1809, dijo
Biancardi que el príncipe regidor quedara en la nau “Príncipe Real” con más 1.600 personas;
doña Carlota, en la “Afonso”, con otras 1.200; las infantas, en la “Reina”, con 1.500; en la
“Count Heinrich”, embarcaron 1.300; en la “Martim de Freitas”, otras mil; en la “Príncipe del
Brasil”, más 600, y así por delante.60
Con la verve irónica que caracteriza su clásica Historia del Imperio: la elaboración de
la Independencia, Tobias Monteiro fornece detalles pintorescos del embarque, a ejemplo de d.
Maria, que, después de un largo periodo de reclusión causado por la insania mental, tuvo
lampejos de lucidez durante el tumulto del embarque, al ordenar a los berros ¡“No corran tanto!
¡Creerán que estamos huyendo!” e indagándose ¿“por qué huir sin tener combatido?”.
Monteiro cita sus fuentes: “Rubio coge esa información en la obra de Bouchot, Historia de
Portugal y sus colonias. También de Monglave, insiere las mismas frases de la reina en la
Correspondance de d. Pèdre I, y Oliveira Martins, en su Historia de Portugal.” Cuanto al
tamaño de la comitiva, es ponderado:

Cerca de 15 mil personas se reunieron a bordo de la escuadra. Tal vez


este número, citado por más de un historiador, no sea exagerado; la
marquesa de Abrantes cuenta 13.800; Oliveira Lima recuerda el
cálculo de un oficial inglés, segundo lo cual, sólo a bordo del Príncipe

60
Calmon se refiere a las Cartas americanas, de José Theodoro. Biancardi, publicadas en Lisboa en 1820. En
obra anterior, la biografía de d. João VI, Calmon ya presentaba aquellos números, con una colorida descripción
del embarque: “[Napoleão] Calculara reunir en Bayona los reyes de la península en un destierro común – y eis
que uno de ellos, lo más astuto, se metía en sus barcos, con quince mil personas [...] ¡y abalaba para ultramar
mudando de nación!”. Cf. CALMON, 1943. p. 109.

69
Real, donde venía d. João, se acumulaban mil seiscientas personas.
Mucha gente dormía en el tumbadillo, o ni siempre hallaba donde
dormir.61

Alan Manchester, en texto escrito en 1967, intitulado justamente “La transferencia de


la corte portuguesa para el Rio de Janeiro”, detalla minuciosamente la operación, desde la
tomada de la decisión – que, en el auge de los conflictos decurrentes del bloqueo continental,
comenzó en la sección del Consejo de Estado en 12 de Agosto de 1807 –, el embarque, hasta
la instalación de la corte en el Rio de Janeiro. En lo tocante al embarque, afirma:

Con Junot en Abrantes el tiempo se tornó extremamente limitado.


Aunque casi todos ellos precisasen ser transportados de Mafra, el
embarque de los miembros de la familia real ocurrió bien. Varían
mucho las estimativas, pero aproximadamente unas 10 mil personas
tomaron los navíos entre la mañana de 25 y la noche de 27 de
noviembre. (Manchester, 1970, p. 183)

En nota, Manchester escrutina sus fuentes: Ângelo Pereira, Thiers, Tobias Monteiro,
Pereira da Silva, Boiteux y muchas fuentes primarias, evaluando incluso el tamaño de la frota.

Hay de convenirse que no se trata de historiadores imperitos. ¿En qué Soriano, Rocha
Martins, Pedro Calmon, Luis Norton, Oliveira Lima, Oliveira Martins, Tobias Monteiro,
Otávio Tarquínio de Sousa, Alan Manchester se embasaban para exponerse públicamente, al
emitir y reiterar la tesis de que la comitiva que acompañó la familia real giraba en torno de 15
mil almas? Y todos nosotros, posteriores — que no tuvimos en la sangre el don de la
perspicacia y somos alérgicos al polvo de los archivos y tomados por el viejo vicio académico
de citar sólo “autores consagrados por la cúpula ‘intelectual’” –, sólo hicimos repetir,
generación tras generación, tales “balelas y disparates”.
De mi parte, creo que vale la pena aceptar el desafío de la crítica y ofrecer la réplica.
El ejercicio es válido, sobretodo, en función de dos factores. Primero, porque esa cuestión, a

61
Tobias Monteiro se refiere a la obra de August BOUCHOT, 1854. Las Cortes mandaban imprimir las cartas
trocadas entre d. Pedro y d. João y las distribuía avulsamente para los diputados. Eugène de Monglave las traduzco
para El francés y se las publicó en Paris, en 1827. Cf. MARTINS, 1882. (La primera edición es de 1879.) Tobias
Monteiro se refiere a las memorias de Laure Permont, mujer del general Junot, primero duque de Abranches. Cf.
1831-1835. También LIMA, 1945. La citación es de MONTEIRO, 1981. p. 66-67. Otávio Tarquínio de Sousa
(1988. p. 54 ss.) no ofrece un montante, un total de personas que tendrían embarcado con la familia, mismo
aproximadamente, pero atenta a la calidad de la comitiva, después de referirse a la polémica historiográfica en
torno de la composición de la frota – lo que, de resto, hasta hoy no se resolvió categóricamente!

70
la excepción tal vez del interés de los especialistas en historia naval,62 no constituye en sí un
obyecto de reflexión.63 Pero al sentido común ella suena importante. Las efemérides del
bicentenario de la transferencia de la corte van dar lugar a ese tipo de discusión, incluso en
los grandes medios de comunicación. Se trata, por lo tanto, de obligación ética de los
historiadores la precisión de los factos. En segundo lugar, y más importante para mí, cabe
discutir esa cuestión por un imperativo metodológico: ¿cómo se produce conocimiento
histórico? Y más, ¿quién, cómo y dónde se valida ese conocimiento?
Gonçalves se impresiona con el facto de que “parte de las fuentes primarias consultadas
por Cavalcanti también está citada en la bibliografía de Malerba”. Se trata, es claro, del códice
730, Papeles relativos a la venida de la familia real para el Brasil (Relación de las personas
que vinieron y de las naus que hicieron el transporte),64 1808, perteneciente al Archivo
Nacional, y de la Relación de las personas que salieron de esta ciudad para el Brasil, en
compañía de S.A.R., en el día 29/11/1807, del acervo del Instituto Histórico y Geográfico
Brasileño. Como yo He dicho antes,65 el códice del Archivo Nacional es bien menos completo
de lo que el enumerado del IHGB. En todo el códice 730, hay sólo dos mapas más detallados.
A la página 12, se encuentra el “mapa del actual estado del Bergantim de S.A.R. el Volador,
cuya soma atinge 150 personas.66 A la página 16, tenemos el otro “mapa del estado actual de

62
Vale destacar el trabajo de Kenneth Light, que, en correspondencia con el autor, pondera que las ocho naus de
línea, cuatro fragatas, una corveta, dos brigues y una charrua trajeron poco más de seis mil personas al Brasil en
el viaje de la familia real en 1808. Cf. LIGHT, 1997, p. 1035-1044; LIGHT, Kenneth. Carta para Jurandir
Malerba. Rio de Janeiro, 15/01/2003.
63
La tesis que yo defiendo en La Corte en el exilio prescinde de ese dado. Importa más, para sustentarla, que la
población del Rio de Janeiro prácticamente dobló su población durante los 13 años en que la familia real
permaneció en el Brasil, sin embargo ese número también no sea consensual. No hay censos precisos para la
población del período. Louis de Freycinet estima la población fluminense en 60 mil almas en 1808;
aproximadamente 130 mil, diez años después (segundo el marquês del Lavradio); 150 mil en 1821 es la estimativa
de Henderson: “[...] two-thirds of which are negroes, mulatoes, and others, exhibiting every variety of
complexion”. Spix e Martius calcularon en 120 mil almas la población de la ciudad y 420 mil la provincia. SPIX
& MARTIUS, 1981; FREYCINET, 1827 (8 v), v. 1, p. 193; HENDERSON, 1821, p. 72; Mawe, en 1808,
arriscaba en 100 mil habitantes la población del Rio. Cf. MAWE, 1812, p. 97; Denis decía haber “en el inicio del
siglo” cerca 80 mil y a su tiempo 260 mil almas. Cf. DENIS, 1844, p. 175. Luccock, en mi opinión lo más riguroso
observador extranjero del Rio joanino, presenta la cifra de 60 mil, de los cuales un tercio compuesto de blancos
u mulatos claros. Cf. LUCCOCK, 1975, p. 28; Ernst Ebel, que estuvo en el Rio en 1824, habla en 180 mil a 200
mil almas, “de los cuales dos tercios son negros”. Cf. EBEL, 1972, p. 187. Cf. IHGB - Mss. Côrte y provincia del
Rio de Janeiro. Mapa de la población de la... 1821, 7 fls. (lata 77).
64
ANRJ. Papeles relativos a la venida de la familia real para el Brasil. (Relación de las personas que vinieron
de las naus que hicieron el transporte.) 1808. Códice 730.
65
MALERBA, J. La corte en el exilio. Civilización y poder en el Brasil a las vísperas de la Independencia. São
Paulo: Compañía de las Letras, 2000, capítulo 1, nota 1, p. 310.
66
En el listagen que gentilmente me forneció Kenneth Light, ese número es de 135 persoans. Cf. LIGHT,
Kenneth. Carta para Jurandir Malerba. Rio de Janeiro, 15/01/2003.

71
la guarnición de la fragata Minerva, que soma 326 personas”.67 Por lo tanto, un total de 476
personas, próximo de los 458 migrados levantados por Gonçalves y Cavalcanti.
En la Relación de las personas, existente en el IHGB, encontramos todos los nombres
que son familiares a los estudiosos del periodo, los grandes títulos, los serviciales. Vemos que
embarcaron grandes familias, como la del duque de Cadaval, los marqueses de Vagos, Torres
Novas, Anadia, Angeja, Bellas, los condes de Belmonte, Caparica, Redondo y Cavalleros, el
marqués del Lavradio. Y más los estadistas de la corona, como d. Rodrigo de Souza Coutinho,
Thomas Antonio Vilanova Portugal, d. Fernando José de Portugal. El círculo estrecho de la
corte ciertamente concurrió para servir al rey, como atesta la presencia de personas como
Francisco Rufino de Souza Lobato, Inácio da Costa Quintela, José de Oliveira Pinto Botelho
Mosqueira, el físico-mor del reino Manoel Vieira da Silva y José Correia Picanço, primero
cirujano de la Cámara – y más una batería de barredores, reposteros, damas y demás
serviciales. Y comerciantes famosos, como Joaquim José de Siqueira y Manoel Velho da Silva,
cuyos nombres son seguidos de la indicación “negociantes”.68 Ombreando esos hombres y
mujeres de alto coturno, había anónimos a servirlos, como Bernardo José, “hombre pardo,
creado de barrer”, que acompañó la familia del duque de Cadaval, o un tal Miguel José, “negro,
creado de Francisco de Paula Maggesi”.
Pero no es tanto la calidad de esos nombres lo que aquí nos interesa. Quien toma la
Relación de las personas existente en el IHGB y enumera los nombres allá constantes llega a
un total de 514 personas. Eis el desafío metodológico. Ocurre que, en historia, dos más dos ni
siempre – a rigor, casi nunca – suman cuatro. La lista, que aparece, a la primera vista, exacta,
fornece indicaciones valiosas, principalmente cuando es lacónica. Por ejemplo, junto al
nombre del marqués de Vagos, hijo, hay la indicación “y algunos creados”. Antônio Araújo
de Azevedo también vino escoltado por “algunos creados”. Lo mismo ocurre con el marqués
de Angeja. Consta que el conde de Belmonte, su mujer y el conde su hijo vinieron
acompañados por “creados y creadas”. ¿Quién visa saber el tamaño de la comitiva precisa
responder a esas cuestiones: cuántos eran esos creados? ¿Tendrían venido solo o traían sus
familias?

67
349 en las cuentas de Light. Dos embarcaciones que tienen referencias en el códice 730 – la fragata Andorinha,
página 19, y el navío Conceición, p. 21 – no constan en el listagen de Light, así compuesta: naus de línea –
Príncipe Real, Afonso Albuquerque, Rainha de Portugal, Conde D. Henrique, Martim de Freitas, D. João de
Castro, Medusa, Príncipe del Brasil; fragatas – Golfinho, Minerva, Urânia, Thetis; corveta – Voador; brigues –
Lebre, Vingança; escuna – Curiosa. Cf. Light, ibidem.
68
Para un tratamiento prosopográfico de esos nombres, ver Malerba, La corte en el exilio, capítulo 5.

72
Y por hablar en eso, son inúmeras las indicaciones de personas que vinieron con sus
“familias”. A rigor, de las 514 que componen la Relación, más de cincuenta vinieron
acompañadas por familiares, entre ellas:

El conde de Caparica, d. Francisco de Menezes da Silveira e Castro, con su mujer e


hijos;

El conde de Cavalheiros, su mujer, hermano y familia;

José Egídio Alves de Almeida, con su mujer y familia;

D. Josefa Joaquina Marianna Breco da Silveira, viúda del desembargador José


Maurício da Gama, con dos hijas y un hijo;

Francisco Inácio, capitán-de-fragata, con su familia;

Francisco José Beiras, piloto, con su familia;

João..., viviente de la calle del Paço dos Negros, con su familia;

José Alves Victória, sargento-mor reformado com a sua família;

João Correa, escriván de las naus, con su familia;

João Batista de Azevedo Coutinho e Montauri, con su familia;

Antonio Gomes, mestre da nau Príncipe do Brasil, con su familia;

El capitán-tenente ocupado en el Servicio de la Escuadra, con su familia;

Francisco Joaquim, capitán-de-fragata, con su familia;

João Manoel, oficial do contrato do Tabaco, con su familia;

Vasco José de Paiva, capitão-tenente, con su familia;

Francisco Ignácio Gerardo, capitán-de-fragata, con su familia;

Henrique da Fonseca Prego, capitán-de-mar-e-guerra, con su familia;

Francisco Bonifácio, sargento-del-mar-y-guerra con su familia;

Anna Joaquina, viúda e hijos, asistente en la calle de São Felix;

Joaquim Manoel de Paiva, escriván de la mesa de los Vinos, y su familia;

Francisco Gomes, segundo-tenente con su familia;

João..., contramestre de navíos, con su familia;

Manoel Francisco, tabernero, asistente en la travesía del Pastelero, con su familia;

73
Mônica Palmilhadeira, asistente en la dita travesía, con su familia;

Antonio do Rosário, mestre de las naus, con su familia;

Sebastião Pedro de Mello Povoas, guardia Marina, con sus tías;

Manoel da Silva Franco, y su familia, en la calle Bella de la Reina;

José Maria de Azevedo, Feitor do Pescado, con sus hermanos reposteros y sus tíos;

Luis Gomes, reposteiro da Casa Real, con su familia;

José de Almeida, mestre cartero, y su familia;

Thomas Antonio Carneiro, creado particular de S.A.R., con su familia;

Joaquim Bernardo, peluquero, y su familia, asistente en Queluz de Baixo;

João Brusco, barredor del cuarto del príncipe, con a su familia;

Pedro Fortuna, cocinero de la Casa Real, con su familia;

Antonio Pedro Fortuna, dicto, con su familia;

João Duarte, cocinero de la dicta [Casa Real], con su familia;

Vicente Paulino, mestre de la cocina real, y su familia;

José Alvarenga, contramaestre de la dicta [cocina], y su familia;

José Pedro, cocinero, con su familia;

José Leite, teniente del Regimiento de Infantería no 4, con su familia;

José Caetano, fiel de los Puertos, con su familia;

Luis Fernandes, cocinero con su familia;

Manoel Simões, cocinero con su familia;

Antonio Faustino Lamprea, con su familia;

Thomas Franco, capitán-de-fragata, con toda su familia;

Francisco Xavier de Noronha Torrezão, oficial da Secretaria de Estado con su familia;

El capitán-teniente João da Fonseca, con su familia;

João Inglés, portero de la Caña, con su familia;

Vicente José, contramestre de los navíos, con su mujer e hijos;

Francisco Pedro, Mestre da Ribeira, con su familia;

Felipe Antonio, Guardián da Ribeira, con su familia;

74
José Maria, capitán-de-mar-e-guerra, y su familia;

José Maria, capitão-tenente de Brigada da Marinha, con su mujer e hijos.69

Son los detalles que me llaman la atención. ¿Sería una mera cuestión de estilo del autor
de esa lista diferenciar que una persona tenga venido “con su familia” o, en el caso de “Thomas
Franco, capitán-de-fragata, con toda su familia”? No lo creo. Se nota que el autor de la lista
diferencia “familias”, reiteradamente mencionadas, de otras ocurrencias. Por ejemplo, Vicente
José, contramestre de los navíos, vino acompañado “con su mujer e hijos”, así como José
Maria, capitán-teniente de brigada de la Marina, “con su mujer e hijos”, lo mismo siendo válido
para el conde de Caparica. ¿Quiere eso decir que “mujer e hijos” no son sinónimos de
“familia”? Para además de esa distinción, en la lista se discrimina aún cuando los
acompañantes son sólo “hermanos”, “sus tías”, “su mujer” o “sus hermanos reposteros”. Por
lo tanto, considerando el conocimiento asentado sobre la familia patriarcal extendida presente
en Portugal y traída para el Brasil desde la época de la colonización, podremos suponer que
“familia” envuelve, para además del núcleo padre, mujer e hijos, más algunos círculos
concéntricos de agregados, incluso no-consanguíneos.70

Es, en lo mínimo, temeroso hacerse un recuento simple a partir de las listas onomásticas
ofrecidas por las fuentes disponibles, sin atentarse para esas otras informaciones escondidas
en sus entrelíneas.

Hay aún otros cuestionamientos a hacerse a esa documentación. Obviamente, cuando


consideramos todos los relatos sobre el tumulto del embarque, reiterado por simplemente todos
los autores citados en este ensayo, hay que se considerar que ni todas las personas embarcadas
fueron efectivamente cadastradas. Sobre este último punto, puedo indicar por lo menos cuatro
indicios, encontrados al acaso.
En primer lugar, el caso del segundo-teniente de la Armada Real Paulino Joaquim
Leitão, que ofreciera un de aquellos poemas encomiásticos, destilando todo el ardor de lo más
devoto vasallaje, al príncipe regente: “La Escuadra Portuguesa que ha transportado a los
Estados del Brasil los soberanos de Portugal, elogio ofrecido a Su Alteza Real el príncipe
regente nuestro Señor”. Leitão ha acompañado la familia real; en la dedicatoria a d. João,
después de todos los encomios, oferta y expone el motivo de ser de su obra:

69
IHGB. RELAÇÃO das pessoas que saíram desta cidade para o Brasil, em companhia de S.A.R., no dia
29/11/1807, lata 490, pasta 29.
70
Para citar apenas dois clássicos: FREYRE, 1952 e HOLANDA, 1984.

75
Es por tan plausible motivo, Real Señor, que yo confío en que V.A.R.
si no dignará aceptar, y defender debajo de sus regios auspicios (visto
que me es necesario un mecenas, y que nadie más lo puede ser en
asuntos de semejante naturaleza) este limitado tributo de mi gratitud,
este irrefragable testimonio de mis incansables esfuerzos para me
tornar útil por todos los modos. (Leitão, 1820)

El segundo caso consta en el fundo Casa Real e Imperial del Archivo Nacional del Rio
de Janeiro y dice repecho al pedido de aumento de vencimientos hecho por un profesor de
danza del Paço, de resto negado por el vizconde del Rio Seco. Pedro Colona reclamaba de su
diminuto ordenado, que venía recibiendo por el real bolsillo particular; las trece monedas y
media por mes que pasó a recibir en el Rio eran insuficientes para sus gastos, sobretodo el
alquilar de casas, “por ser muy caras en el presente”. Ruega que tenga su pago equiparado al
del maestro Marcos Antonio Portugal, que

[...] recibe más cincuenta monedas para casas, además de los más
creados, que Vuestro Majestad fue servido hacerle la misma gracia; y
porque el suplicante se halla empeñado para suplir las indispensables
gastos de su numerosa familia. Implora la piedad, y generosidad de
Vuestro Majestad, para que sea servido contemplar el suplicante en la
misma conformidad que se practica con Marcos Antonio; visto ser el
suplicante uno de los profesores más antiguos, y tener la honra de
servir a Vuestro Majestad hay cincuenta años.71

El tercer ejemplo remonta al segundo día de enero de 1818, cuando vimos llegar a las
secretarías de Estado otra contienda por causa del famoso sistema de aposentadurías. Un
propietario de casas reclamaba el recibimiento del alquilar por medio del sistema, ya que en
su casa se instalara, en el año anterior, el padre José de Carvalho Sousa. En minuta al rey, su
secretario le explicaba que:

Al lugar de confesor no es nato el pagamiento de las casas; y por


consiguiente mi parecer es que el suplicante lo debe haber del referido
padre, que quiere llamar a su lugar esa obligación, a ejemplo de los
padres Monje Antonio Abrantes, y Mazzoni, a quien Vuestro Majestad
por gracia especial hizo merced en atención a ter acompañado a
Vuestro Majestad para esta Corte. El pagamento que el suplicante

71
ANRJ. Casa Real e Imperial. Caixa 2, pacote 2, doc. 104. Mi Grifo.

76
ahora requiere, debía pretender cuando el referido padre le pidió la
aposentaduría, para él, o las pagar adelantadas por seis meses segundo
la ley, o presentar el título por lo cual se ha mostrado que la renda había
ser paga por la Real Hacienda.72

Ora, los nombres de Antonio Abrantes y João Mazzoni cuestan entre los ocho padres
y monjes listados en la Relación de las personas que salieron de esta ciudad para el Brasil,
pero el solicitante padre José de Sousa Carvalho, que también acompañó el príncipe regente
en la traviesa atlántica, no consta allí! 73
Por fin, en cuarto lugar y como más un ejemplo de las prácticas de solicitación de
gracias y de la generosidad del soberano, he encontrado en el fondo de la Casa Real e Imperial
del Archivo Nacional un pedido de gracia de un pintor, que explica su merecimiento en estos
termos:

Antonio José Nunes, pintor pensionado por S. A. R., y discípulo del


primer pintor de la Cámara y Corte, Domingos Antonio de Siqueira,
tuvo la honra de acompañar a S.A. para esta ciudad del Rio de janeiro,
venido en la nau Príncipe Real, y en compañía del ilustrísimo y
excelentísimo marqués de Angeja, y desde que ha llegado tiene estado
empleado con obras que S.A.R. le incumbió [...].74

Hay una minuta escrita por el vizconde de Rio Seco que resume todo eso, en ese tenor:
“Antonio Jose Nunes, pintor pensionado y empleado en el Real Servicio de V.A., tuvo la honra
de acompañar la V.A.R. E no tenido de que sustituir pide a V.A.R. a merced de le mandar
contribuir una pensión.”75
Ese documento data de 5 de setiembre de 1808, seis meses tras el desembarque de la
familia real. Sin embargo conste que el marquês de Angeja se hizo acompañar de creados, el
nombre de Antonio José Nunes también no consta de la Relación.

La cuestión que aquí se impone es: ¿cuántos más acompañaron la familia real en la
fuga de Lisboa para el Rio de Janeiro y no se encuentran contabilizados en los registros
oficiales?

72
ibidem.
73
ANRJ. Casa Real e Imperial. Caixa 2, pacote 3, doc 137.
74
ANRJ. Casa Real e Imperial. Caixa 1, pacote 2, n. 19. Mi Grifo.
75
ibidem.

77
Por fin, merecen atención las conjeturas de Kenneth Light, especialista en historia
naval. Light pondera que, en el número de 15 mil personas acepto por la historiografía, estarían
incluidas las guarniciones de la escuadra naval; mismo se estas estuviesen incompletas, creía
él, aquél número nunca sería inferior a seis mil personas. Cuanto al número de embarcaciones,
afirma que no se puede tener certeza. El libro de cuartos de la nau capitanía “Hibernia”
reportaba, a 29 de noviembre de 1807, que 56 navíos estaban a la vista: 16 de la escuadra
portuguesa, nueve del escuadrón británico y, por consiguiente, 31 navíos mercantes.76

En suma, la respuesta para la cuestión del tamaño de la comitiva de la familia real que
aportó en el Rio de Janeiro en 1808 no puede ser reducida a una mera discusión algébrica.
Tanto es así que los historiadores se deparan con ella hay casi doscientos años. Sin embrago,
la matemática de los historiadores, que no puede ser tan exacta cuanto la de los ingenieros,
arquitectos y periodistas, reclama de nosotros el repecho por los que nos precedieron y nos
autoriza a aceptar como plausibles las evaluaciones de que, con la familia real, vino una
comitiva cuya dimensión puede oscilar entre seis y 15 mil personas. Ese es un dado realmente
fundamental para quien entiende que los historiadores ansían contar la historia “tal como
aconteció”, a la moda de los preciosismos de los anticuarios, para quien la historia que nos
falta conocer yace perdida en el silencio de los archivos. Sin embargo, independientemente de
la precisión, la historia del periodo joanino vino escribiéndose siempre, y cada vez mejor,
desde el siglo XIX. Creo que así continuará, antes que algún iluminado encuentre el documento
perdido que resolvería, de una vez por todas, la cuestión del tamaño de la comitiva. Si es que
él existe. Mientras eso, la historia sigue.

76
LIGHT, Kenneth. Carta para Jurandir Malerba. Rio de Janeiro, 15/01/2003.

78
5. D. João VI, Rey de Brasil: entre la historia y la memoria77

1. Introducción
Comenzaré mi ponencia con una confesión: confieso que sentí algo irónico al ser
invitado a este congreso internacional sobre las guerras de independencia en América Latina,
para participar de una mesa que hablará sobre a “héroes y canallas”. Irónico porque este evento
sucede justamente en esta ciudad, Berlín, donde por consenso es la cuna de la historia
racionalista surgida a comienzos del siglo XIX. Fue a partir de aquí que los estudios históricos
modernos reivindicaron la racionalidad metodológica a través de un énfasis en los argumentos
anti-retóricos, postulando su caráter académico o científico y moldeando su status como una
disciplina autónoma dentro de las humanidades. Un ícono de esa transformación en los
estudios históricos es el primer libro de Ranke, La historia de los pueblos romanos y
germânicos de 1494 a 1514, publicado originalmente en 182478. Aquí, el autor escibe su
famosa declaración de que la historia no precisa juzgar el pasado para enseñar el presente por
el bien del futuro; su libro, nos dice Ranke, “quiere apenas mostrar como realmente fue el
caso”79. Esta reivindicación de objetividad refleja la nueva auto-comprensiõn de los estudios
históricos como una ciencia empírica con un conjunto especial de reglas metodológicas,
constituyendo el conocimiento histórico como un proceso de investigación (RÜSEN, 1990, p.
191).
Esta querella sobre la función del historiador atravesó dos siglos. En los años 1980, en
mi tiempo de formación aún debatía si correspondía o no al historiador juzgar: las épocas, los
acontecimientos o personajes del pasado. Confieso, además de la ironía, que no llegué a una
conclusión acabada sobre el asunto. Pero, si vamos a tratar de personajes de las guerras de
independencia – recordando que no todas las independencias en América Latina se lograron
por medio de la guerra – los juzgamientos de valor serán inevitables. De mi parte, voy a tomar
como premisa el postulado croceano de que toda historia es contemporánea, para asumir que
cada generación elige los héroes y los villanos que le conviene. Esto es muy claro en la
historiografía. Como no quiero juzgar y mucho menos condenar ningún personaje en este

77
Traducción de Ana Sosa Gonzales. Originalmente publicado cómo “D. João VI, rey del Brasil. Entre la historia
y la memoria”. In: Stefan Rinke; Hans-Martin Hinz; Fredrik Schulze. (Org.). Bicentenario: 200 Jahre
Unabhängigkeit in Lateinamerika. Geschichte zwischen Erinnerung und Zukunft. Stuttgart: Verlag Hans-Doiter
Heinz/ Akademischer Verlag, 2011, p. 203-227.
78
Leopold von Ranke, Geschichten der romanischen und germanischen Völker von 1494 bis 1514, 2nd ed.
(Sämtliche Werke, vol. 33/34) (Leipzig, 1874).
79
“zeigen, wie es eigentlich gewsen“, Ibid., p. vii.
simulacro de tribunal de la historia, hago explícitos mis objetivos: en un primer momento,
después de observaciones puntuales sobre memoria e historia, pretendo mostrar como las
imágenes que nos llagaron de Don João VI fueron construídas por la historiografía en dos
siglos (por lo tanto, exploraré aquí la construcción de una memoria historiográfica); enseguida,
buscaré traer la discusión hacia el campo del análisis histórico propriamente dicho, puntuando
algunas acciones de este controvertido personaje que lo distingue como una figura central
cuando se busca explicar cómo, cuando y porque sucedió la independencia brasilera,
singularizando el proceso brasilero en relación a lo que sucedía en todo el mundo hispano-
americano.

2. Breves comentarios sobre héroes, villanos, efemérides, conmemoraciones

2.1. Hace apenas dos años atrás, en 2008, se celebró ruidosamente, tanto en Portugal como en
Brasil, el bicentenario de la transferencia de la familia real portuguesa de Lisboa para Rio de
Janeiro. Un verdadero estallido cultural y mediático. Pero ya no era ninguna novedad, pues el
“Centenario” fue la misma catarsis conmemorativa. En la adolescente República brasilera (que
contaba apenas con 18 añitos en 1908), una serie de eventos marcaron la celebración de los
cien años de la llegada de la familia real al Brasil: congresos, exposiciones, paradas,
publicaciones – entre estas el célebre monumento historiográfico d. João VI no Brasil, de
Oliveira Lima80. Como en el comienzo del siglo XX, el furor memorial explota, tal vez hasta
más intensamente en estos comienzos del siglo XXI. Ahora, desde 2008, se cuentan en decenas
los diversos eventos en el marco de las “conmemoraciones” del bicentenario de la transferencia
de la corte y de la sede del imperio ultramarino portugués a Río de Janeiro en 1807-1808.
Cuadernos especiales, revistas, programas de radio y televisión, eventos académicos,
exposiciones, publicaciones – biografías, diccionarios, HQs – evocaron el “hecho
memorable”81.

80
La fiebre conmemorativa, que se extendió por casi dos décadas rescatando todos los “centenarios” relativos al
proceso de independencia, tuvo el Insitituto Histórico y Geográfico Brasilero como gran agente de aquel conjunto
de efemérides. En ese contexto el IHGB movió importantes iniciativas, como la organización de los congresos
de Historia nacional y de historia de América y la publicación de la Historia de la Independencia, de Varnhagen.
Cf. VARNHAGEN s/d.; también LIMA, 1908. 2 v..
81
Curiosamente, como sucedió en el 5º centenario del “descubrimiento”, nuestros patricios portugueses
invirtieron fuertemente en las “conmemoraciones” del bicentenario de la llegada de la corte al Brasil. LA
COMISIÓN NACIONAL PARA EL BIENTENARIO DE LA LLEGADA DE LA FAMILIA REAL
PORTUGUESA AL BRASIL elaboró una nutrida agenda de eventos en Portugal y en Brasil, que preveía la
realización de congresos, coloquios, seminarios, exposiciones, teatro, ediciones de libros, presentaciones
variadas.

80
En 2010 tenemos el estallido de las guerras de independencia en América Latina; pero
en 1992 ya tuvimos los quinientos años del “descubrimiento de América”; en 2000, el quinto
centenario del “descubrimiento de Brasil”. Hace dos años, los doscientos años de la llegada de
la corte bragantina al Brasil, efeméride sobre la cual voy a focalizar mi análisis. Pero,
finalmente, cuál es el sentido de esas conmemoraciones? Que es lo que conmemoramos hoy?
Dónde y quién conmemora? Dejo estas cuestiones centrales a los especialistas, para intentar
pensar una cuestión anterior, y de fondo: qué significó conmemorar 1808 en 2008 – o, en el
propósito que hoy nos reúne, cuál es el sentido de conmemorarse 1810 en 2010?
“Conmemorar”, memorar junto, ejercicio que apunta hacia las fronteras movedizas
entre La historia y la memoria y, en un movimiento frenético, funde pasado y futuro en el
tiempo presente. Hace ya mucho tiempo que el peligro de la conmemoración fue denunciado
y subyugado, porque se descubrió que conmemorar era inventar tradiciones para controlar
corazones y mentes82. Pero lo que siguió entonces: desde la dilución de la historia en memoria,
y el o apartamiento radical de esas esferas como originalmente propuso Halbwachs83, muchas
veces con la primacía de la última sobre la primera como en Nora84, no llevó exactamente a

82
El tópico de la memoria colectiva e identidad nacional suscitó gran interés en varios países. Probablemente el
estudio más influyente en este sentido fue el libro de Hobsbawn y Terence Ranger, the invention of tradition
(1983). Los autores colocaron gran énfasis en las estrategias de conmemoración por medio de las cuales los
hombres de Estado de Europa del final del siglo XIX “fabricaron” tradiciones artificiales para resaltar el prestigio
y la autoridad do Estado-nación; analizaron las maneras como el mito y el ritual fueron usados para crear una
memoria pública en la cual los ciudadanos deberían creer. Desde el siglo XIX, tradiciones inventadas moldearon
las imágenes del pasado según las necesidades del presente. El libro de Hobsbawn y Ranger inspiraron numerosos
estudios similares. Cf. el balance hecho por RANGER, T. The invention o Tradition Revisited: The Case of
colonial África. In: RANGER, T. & VAUGHAN, 1993. De varios modos, esa historiografía “derivada” del
soporte a la tesis de Hobsbawn y Ranger de que la memoria colectiva es construida y que la clave para su
influencia es el poder del Estado. Me parece exagerado tener que cargar esta nota con infinitos ejemplos
historiográficos, abundantes tanto en la literatura internacional como en la brasilera Para meros ejemplos, cf.
GILLES, 1994; BODNAR, 1992; ZERUBAVEL, 1995. En Brasil, ver SANDES, 2000, BITTENCOURT, 1992;
MOTTA, 1992; OLIVEIRA, 1989; FICO, 1997.
83
El modelo para este abordaje de la relación entre historia y memoria planteado por Maurice Halbwachs,
sociólogo francés que, a comienzos del siglo XX formuló una teoría comprensiva de la memoria colectiva.
Halbwachs, una figura opaca de la sociología durkheimiana de la década de 1920, fue descubierto por los
historiadores en la década de 1980. Halbwachs sostenía que la memoria colectiva evoca la presencia del pasado.
Como una imaginación viva, la memoria colectiva es continuamente rehecha por los contextos sociales en los
cuales es rescatada. Cuanto más poderoso es el contexto, más impositivas serán las memorias. Asimismo
mostraba la relatividad de la memoria para su milieu, y su teoría anticipaba nuestra necesidad cultural corriente
de entender el modo como las imágenes mnemónicas son manipuladas por la autoridad pública. La
conmemoración es una estrategia calculada para estabilizar las memorias colectivas. Halbwachs también creía
que memoria e historia son antitéticas: la memoria confirma semejanzas para con el pasado; la historia busca por
diferencias. Memoria evoca la presencia del pasado; la historia se mantiene distante de él. Y algo más importante:
la memoria distorsiona el pasado, en cuanto que la obligación del historiador es corregir las incorrecciones de la
memoria! Cf. HALBWACHS, 1925. (Reedición: Albin Michel, 1994); HALBWACHS, 1997; también
HUTTON, 1993; HUTTON, 2000, p. 537 ss.
84
Desde el punto de vista de la narrativa pensada entre memoria e historia, uno de los estudios teóricamente más
innovadores sobre conmemoración fue editado por Pierre Nora (Les lieux de mémoire. Paris: Gallimard, 1984-
1992, 7 v.). Se trata de un proyecto llevado a cabo durante los años ‘70, en el sentido de reconsiderar la propia

81
buenos términos. Cuando nos dispusimos a memorar juntos, vemos que eclosiona la historia
viva, en la pulsión de los debates apasionados que se revelan a partir da historiografía y se
explayan por todo el espectro social. El acontecimiento pasado revitaliza la historia, en la
medida en que afecta el presente, haciendo del distanciamiento temporal un instrumento
meticuloso para la revisión de las diversas estratificaciones de sentido que se le fueron
atribuyendo a lo largo de generaciones, transformando ese acontecimiento en evento
“supersignificado”85. Aquí alcanza toda su importancia de fuerza política – y cultural – en el
tiempo presente: en esta retomada reflexiva del acontecimiento supersignificado se transforma
en los cimientos para la construcción narrativa (histórica) de identidades fundadoras.
La celebración de acontecimientos históricos originales en el sentido de la construcción
(el uso, la manipulación, el abuso) de la memoria siempre existió; por lo tanto, la manera como
es hecho en nuestros días, comenzó a ser practicada y teorizada a partir de la década de 1980
por la historiografía francesa de la generación del bicentenario de la revolución. Para esa
historiografía fuertemente conservadora (muy incensada pelos historiadores brasileros hasta
hoy) importa menos la historia (que es cambio, transformación) que la conmemoración (que
es reiteración selectiva, preservación). De modo que esta perspectiva se hace conveniente tanto
para los police makers (vea el afán con que los agentes de Estado asumen entusiastamente la
celebración de las efemérides) como para los grande medios, que incorporó las efemérides en
su calendario86. Otro factor del estallido conmemorativo es el contexto histórico en que
vivimos, marcado por la mercantilización de todas las esferas y relaciones humanas,

naturaleza de la identidad nacional francesa. Es importante notar que el mismo apareció en los años del
bicentenario de la revolución, y puede haber dislocado aquel evento conmemorativo en importancia. Nora
propuso un abordaje innovador de la narrativa histórica. Al organizar su proyecto, procedió del presente para
atrás, como en un diseño de un árbol genealógico. En el esquema de Nora, la relación entre historia y memoria é
reversa. La gran narrativa de la historia de Francia moderna será fragmentada en narrativas particulares, cada una
de ellas reubicada en un diferente lugar de la memoria. Esos lugares de la memoria son conectados vagamente,
si es que se consigue conectarlos. Las memorias son desatadas de sus lugares fijos en una gran narrativa para
transformarse en puntos de referencia simultánea para que los historiadores reconstruyan su herencia cultural. La
estructura de la historia, de este modo, parte del elenco espacial de la memoria colectiva, tal como Halbwachs la
describía. Al abordar el pasado a partir del lugar privilegiado del presente, el historiador contempla los dominios
de la memoria, cada uno de ellos pudiendo ser rescatados al presente. La historia se transforma así en el arte de
situar esas memorias Cf. NORA, P. Comment écrire l’histoire de France? In Les Lieux de mémoire, v. 3, p. 11-
32. Ese método de situar la narrativa histórica en los lugares de la memoria fue empleado por muchos
historiadores desde entonces. Cf. SCHAMA, 1995.
85
Cf. RICŒR, 1986; también RICŒR, 2000. DOSSE 2003.
86
En el caso del bicentenario de la llegada de la familia real al Brasil, se realizó un gigantesco “Congreso
Internacional 1808: la corte en Brasil”, organizado por las universidades de São Paulo/UFMG/UFF en marzo de
2008. Este congreso fue abierto con un cócktel “temático” por el prefeito de la ciudad de Río de Janeiro César
Maia, en el Palacio de las Laranjeiras, donde todo fue ambientado, desde el menú hasta la indumentaria de las
personas de servicio, desde las servilletas a los servicios de mesa.

82
transformando la propia historia en una mercadería y exhibidas para el acceso de todo el
público. Las efemérides, y lo que se transmite en torno a ellas, constituyen consciencias.
3. La fabricación del personaje por la historiografía: a veces héroe otras veces villano.

No será el caso de hacer un rescate exhaustivo de toda obra de construcción de la


imagen de d. João como héroe o como canalla, a lo largo de los últimos dos siglos y de ambos
lados del Atlântico. Mi propuesta es más sencilla: apenas ilustrar algunas manifestaciones a
favor o en contra el legado de d. João que contribuyeron en la construcción de este personaje
histórico complejo a lo largo del tiempo.
Una de las primeras representaciones paradigmáticas de D. João fue de un hombre
bondadoso y desafortunado. Esa imagen fue primeramente legada por un embajador francés
en Lisboa en 1824, llamado Hyde de Neuville, en un opúsculo publicado en Paris en 1830 87.
Aquí se encuentran todos los estereotipos con que se diseñarían tanto su persona pública como
privada: heredero del trono sin que nunca hubiera querido serlo, obligado a huir de su reino
para una colonia africana enraizada en América, traído por la mujer D. Carlota y por el hijo
(D. Miguel, en la crisis de sucesión del trono portugués), forzado a regresar al viejo reino
contrariado, indeciso, tibio de carácter, enfermizo. Ese estereotipo popular marcó la invención
del personaje, no solo en la historiografía, sino también en otros medios como la literatura, el
teatro, la televisión y el cine, en Brasil y en Portugal.
Para fijarnos apenas en el campo historiográfico, esta figura de valor negativo, en que
muchas veces se confunde el carácter del príncipe con la política de su gobierno, aparece ya
en el Elogio necrológico que le fuera ofertado en la Academia Real de Ciencias de Lisboa el
10 de setiembre de 1826 por Frei Mateus Brandão, en el cual los vicios y flaquezas que le eran
atribuidos fueron compensados por el orador por su “bondad de corazón” y su constante “amor
por la paz” (BRANDÃO, 1828). En 1827, un año después de su muerte, aparecía una
“biografía no oficial”, la Histoire de Jean VI88, de carácter abiertamente francófilo, en la cual
se incluyen elementos de carácter que posteriormente se van a adherir a la persona histórica
construida por la historiografía e inscripta en la memoria popular. Surge el rey benevolente,
pero al mismo tiempo indeciso y tibio. Sólo que esta debilidad es retratada por el autor del
libreto anónimo como un elemento que d. João sabía usar a su favor, en los momentos en que
las circunstancias exigían disimulación. Con este estilo reticente, contemporizador, consiguió

87
NEUVILLE, 1830. Una excelente recenção historiográfica de las imágenes de d. João encontra-se en
PEDREIRA, 2008.
88
Histoire de Jean VI roi du Portugal depuis sa naissance jusqu’a ça mort wen 1826. Paris: Ponthieu, 1827.

83
esquivar la presión de franceses e ingleses, en uno de los momentos más convulsivos del
Antiguo Régimen, mantener su corona.
El libreto anónimo agrega esa aura de gran estratega a d. João, que se apoyaba en su
carácter frágil para burlar situaciones adversas. De hecho, d. João usó con maestría su posición
de piedra angular en el equilibrio de las tensiones entre los diferentes estratos que lo asediaban,
dando fuerza a los decaídos para detener a los poderosos. Para J. F. De Almeida Prado, d. João
era el nexo que agrupaba sobre la corona los súbditos provenientes de las diversas regiones,
llevando existencia patriarcal, recibiendo a todos con generosidad — como bien se confirma
en los numerosos testimonios sobre el besa-mano real. Según el historiador paulista, uno de
los primeros en relacionar la formación del Estado con la de la clase dirigente brasilera, el
palacio imperial estaba siempre de puertas abiertas en los días de audiencia pública, accesible
a la gente del reino, brasileros o extranjeros de todas las categorías, actitud deshecha apenas
por los rigores de la etiqueta palaciana, extrañaba a veces a los habitantes de Río de Janeiro,
que no siempre la apreciaban89.
Los historiadores, siempre en busca de la utópica neutralidad, parecemos favorables a
los juicios históricos. Relevar aspectos psicológicos — tan susceptibles a la valoración moral
— como “tibieza de espíritu” o “natural benevolencia” parece inevitablemente reproducir la
vieja práctica historiográfica que condena o absuelve los agentes históricos90. Es unánime, con
todo, la opinión de que el sentimiento de gratitud de d. João a los que lo acompañaron y a los
que lo socorrieron en Brasil fue el motivo de la prodigalidad en la distribución de gracias y
distintivos nobiliarios con que comenzó a constituirse la nueva nobleza “brasilera” — y, al
final, la principal fuente de conflictos y celos entre beneficiados y preteridos.
Pero el hecho también que el príncipe regente, a la cabeza del Estado desde el
reconocimiento de la demencia de la reina su madre, usó con mucha habilidad los pocos
recursos que disponía. Acusado por unos y otros de indeciso e indolente, reconocido por la

89
Cf. el besa mano peyorativamente retratado en los BNRJ - Scketches of Portuguese life and manners..., 1826,
particularmente capítulos IX e XVII. PRADO, 1968. p. 177.
90
Para un ejemplo emblemático de la historiografía redentora de la imagen de d. João, basta tomar el volumen
279 de la Revista del Instituto Histórico y Geográfico Brasilero, en el que hay un “dossié” sobre el rey de Brasil.
Marcos Carneiro de Mendonça busca apagar la imagen del príncipe gordo y sedentario, al analizar la obra Luz
liberal y noble arte de caballería, ofrecida a d. João en 1790, en la cual se estampan don José (hermano de d.
João), d. João, Marialva y don José I montando; el autor llega a hablar del príncipe como predestinado. Américo
Jacobina Lacombe también intenta probar que no era el soberano el idiota con muslos de pollo en los bolsillos.
Francisco de Paula y Azevedo Pondé se muestra como monarquista empedernido, laureando la figura del regente,
sin nada de nuevo para agregar a su biografía; Pedro Calmon no incorpora nada de lo que ya constaba en su El
rey del Brasil. Por fin, Mario Barata atenta más a los motivos greco-romanos de la pintura de Debret. Todos en
la RIHGB: Pondé, 1968, pp. 114-35; Mendonça, 1968, pp. 65-97; Lacombe, 1968, pp. 98-113; Calmon, 1968,
pp. 135-42; Barata, 1968, pp. 177-82.

84
mayoría, al mismo tiempo, como perspicaz delante de las turbulencias políticas y domésticas
— estas no menos graves y constantes que aquellas —, la verdad es que, a pesar del período
de convulsiones sin comparación en el que reinó, d. João vivió y murió como rey, mientras
que la mayoría de las cabezas coronadas de Europa sucumbieron ante Napoleón. Glorificado
como portador de “natural perspicacia y tacto adquirido en el manejo del gobierno” por
Silvestre Pinheiro, superaba su fama de enfermizo y tonto, al no permitir nunca el ascenso
absoluto de ninguna de las facciones que lo rodeaban. Recuerda con propiedad Pedro Calmon
que ni d. João II abatió la aristocracia, ni don José el clero, como él — “[...] que habría de
arrimarse a los negociantes contra los hidalgos, e interrumpir la tradición devota de la dinastía
[...]; humilló largamente la nobleza; más que eso, la confundió, distribuyendo, con una alegre
prodigalidad, las mercês outr’ora tan raras” (CALMON, 1943, p. 69).
Los elementos que componen ese personaje complejo, ambiguo, este hombre temeroso
e indeciso, pero al mismo tiempo un estadista hábil, celoso y perspicaz, se reiterarán a lo largo
del siglo XIX y particularmente del XX, com más énfasis en unos atributos que en otros,
conforme se tratase de una posición más monárquica o republicana, simpática o antipática al
rey y su legado. Pues es importante reforzar el hecho de que la construcción de la memoria de
este último rey absoluto europeo fue en gran parte escrita desde un punto de vista liberal
(constitucional), cuando no efectivamente republicano, en la virada de los siglos XIX para el
XX. Los ataques más o menos virulentos a d. João emanan en general de posiciones críticas o
a la dinastía de Bragança, o a la propia forma monárquica de gobierno, de modo que nuestro
personaje acaba transformándose en un ícono de todos los supuestos o reales vicios de su
dinastía o de la monarquía como un todo. El retrato bufón que de él pinta Oliveira Martins en
su Historia de Portugal, de 1887, es digno de registro, pues sintetiza todas as versiones
negativas posteriores. El célebre historiador comienza atacando a propia persona física,
describiéndolo como disforme, hinchado, glotón y enfermizo. Pintándolo como sucio, “vicio
de resto común a toda [la] familia”; avariento, portador de una astucia aldeana”, desconfiado
de todo e de todos; era débil, inepto, disimulado. Es de Oliveira Martins la clásica descripción
del rey glotón, que prefería “los ricos pollos asados con que abarrotaba los bolsillos del saco
grasiento, comiéndolos con la mano” (MARTINS, 1887, p. 252-255).
Esa imagen se propagará como arena al viento en el desierto. También en Portugal, ya
en pleno siglo XX, Raul Brandão lo pintará con los mismos colores, e incluso más violentos:
“En la soledad de esta inmensa noche de invierno evoco la figura grotesca y me río (...) es un
desgraciado también. Ridículo aún. Si Dios le dio en dote, junto con la materia, el hemorroidal,
la barriga, la fealdad, un átomo siquiera de sueño o un hilo de nervios – lo que puede muy bien

85
haber sucedido –[,] moría de desesperación. Sufría, sufrió.” (BRANDÃO, 1912, p. 69 ss ).
Pero impiedoso es el autor al referirse a la paternidad de los hijos de D. Carlota, de los cuales
d. João no tenía certeza de la legitimidad de tres, de los nueve paridos por la reina. Y nombra
los amantes (BRANDÃO, 1912, p. 76-77). También en Brasil, autores como Tobias Monteiro,
Otávio Tarquínio de Souza y José Honório Rodrigues, en diferentes momentos del siglo XX,
contribuirán en la difusión de los aspectos más negativos que los positivos de la figura y del
legado de d. João.91
Por otro lado, tan remotas como los juzgamientos negativos son las valoraciones
positivas del personaje. Para no explorar las obras laudatorias contemporáneas de D. João,
como las Memorias de los beneficios políticos del gobierno d’El-Rei d. João VI, del visconde
de Cairu, o las Memorias para servir a la historia del Brasil, del Padre Perereca92, el autor,
tenido como el fundador de la historiografía brasilera, Francisco Adolfo de Varnhagen resaltó
los calificativos del príncipe regente, atribuyéndole un papel central en la creación de las
condiciones que posibilitaron la independencia brasilera, como la apertura de los puertos, la
promoción de la educación y de la cultura y el establecimiento del aparato de Estado
(portugués) en Río de Janeiro, hechos “memorables” del distinguido Bragança (VARNHAGEN,
1917).
Pero el emprendedor de la gran rehabilitación histórica de d. João fue el brasilero
Manuel de Oliveira Lima, que publicó su clásico D. João VI en el Brasil en 1908, justamente
por ocasión de la efeméride del centenario de la llegada da familia real a Brasil. Son muy
conocidas las iniciativas de d. João en pro de la dinastía de Bragança. Un episodio que puede
ser emblemático de la lectura positiva de Oliveira Lima puede ser el de la transferencia de la
corte. Los detractores de d. João lo entienden como una fuga cobarde. Ya Oliveira Lima
prácticamente inició el linaje historiográfico que juzga positivamente la decisión de la
migración de la familia real para Brasil. Según el diplomático e historiador, entre pérdidas —
lo que quedaba de Portugal en Europa — y ganancias — el nuevo imperio que erguía para su
Casa en América —, don João, dando ejecución a ese que era una “propuesta madurada” de la

91
Tobias Monteiro pinta la figura monstruosa de d. João, llamándolo de “macrocéfalo”,”sólo comía gallinas todo
el día, sucio”. Otávio Tarquínio no es menos condescendiente: “D. João carecía de cualquiera de los atributos o
características que pueden hacer a un hombre preciado o admirado por mujeres, sobre todo del estilo de la que le
cupo. El Bragança, hijo de sobrina con tío, era desalineado, grotesco, gordo, barrigudo, perezoso, sin hábitos de
aseo para no decir sucio, descuidado en su vestuario, y miedoso, retraído, perplejo, tímido, lleno de manías lo
que le restaba autoridad, disfrazando en paciencia la congénita indecisión”. CF. SOUSA, 1988. V. 1, p. 29.;
MONTEIRO, 1981. 2 v. (elementos de detractación de d. João en las páginas p. 23-7 ; 55, 82, 95, 170). Também
RODRIGUES, 1975, 5 v.
92
LISBOA, 1818. Também sua História dos principais sucessos políticos do Império do Brasil (LISBOA, 1828);
SANTOS, 1981. 2 t.

86
corona portuguesa, se hizo en toda Europa una única amenaza concreta al desafío napoleônico,
motivo por el cual su acto debe ser considerado como “una inteligente y feliz maniobra política
que como una deserción cobarde” (Lima, 1945. V. 1., p. 5). Esa rehabilitación de d. João,
acentuando la contribución de d. João para la formación de Brasil como nación independiente,
es típicamente brasilera (la historiografía portuguesa siguió otro rumbo). Tal lectura positiva
del legado joanino encontró seguidores en autores como Helio Vianna, Pandiá Calógeras y
Pedro Calmon. El emérito historiador baiano, aún sin sublimar las flaquezas de carácter con
que la historiografía trata D. João, dio más énfasis a sus virtudes y, sobretodo, a su legado
político del Brasil independiente y autónomo.93
Se engaña quien piensa que esa imagen positiva es exclusivamente brasilera. Aunque,
sin duda, fue mayoritaria en la ex-colonia, también hubo en el viejo reino quien intentó ver las
virtudes del viejo rey. En Portugal, derribada la primera República, a fines de la década de
1920 Fortunato de Almeida se refirió al nuevo rey, que asumió la cabeza del Imperio lusitano
después de la muerte de la madre, D. Maria I, en 1816, en un momento de grandes convulsiones
en la historia europea, actuando con equilibrio y perspicacia. En cuanto al carácter del
soberano, reconocía ser exento de talentos excepcionales, aunque no fuese desprovisto de
argucia, prudencia, moderación y bondad; era también modesto, económico para consigo y
generoso para con sus súbditos. Es clemente. Portador de nobles cualidades morales y exento
de variedades y asperezas. Para Almeida, “si viviese en tempos menos revueltos y la fortuna
le deparase ministros de valía y consejos, d. João VI lograría por ventura un reinado próspero
y feliz. (ALMEIDA, 1929, T. VI, p. 7)
En la historiografía más reciente, podemos encontrar evaluaciones más equilibradas
del personaje y del gobierno de d. João VI, como en los trabajos de Jorge Pedreira, Valentim
Alexandre, Andrée Mansuy-Diniz Silva y João Paulo Garrido Pimenta, que se amparan en
análisis meticulosas de la historiografía y de vasta documentación para alcanzar un examen
ponderado de la vida y obra del último rey absoluto, primer rey constitucional de Portugal y
primer rey de Brasil.94
4. Elementos para un juzgamiento “exento”
En el paño de fondo de las celebraciones, la historia de Brasil de João. Pero cuál
historia? La historia fue, es hecho; pero toda ella es siempre interpretación. Con todo, nadie
en sana consciencia negará que un día hubo un gran movimiento dentro de Europa llamado

93
CALMON, 1943, p. 11; 62; 71; 180. CALÓGERAS, 1980; VIANNA, 1966; VIANNA, 1968.
94
Pedreira & Dores. 2008; ALEXANDRE, 1993; SILVA, 2006, 2 v; PIMENTA & SLEMIAN, 2008.

87
“bloqueo continental”, llevado a cabo por un general francés con arrobos imperiales e
imperialistas. Nadie cuestionará que de él, en su pelea contra la enemiga histórica Inglaterra,
partió la amenaza final de invasión del pequeño reino portugués, lo que motivó la transferencia
de la corte y el Estado lusitanos para su grande colonia tropical en América. A partir de ahí,
cualquier afirmación podrá ser flanco de interpelaciones apasionadas. Esa transferencia habrá
sido una “fuga” o una sabia decisión del regente? Fue atropellada o un “propuesta madurada”?
Cuál es el tamaño de la comitiva: 300, 500, 6 mil, 12 mil, 15 mil, 20 mil personas? Cuáles son
los impactos de ese evento único en las casas dinásticas europeas – d. João fue el único rey
europeo aclamado fuera del continente! – para el viejo reino y para su nueva sede tropical? d.
João fue un hábil estadista o un tonto manipulado por sus hombres de Estado? La venida de la
corte aceleró o prorrogó la independencia de Brasil en la era de las revoluciones? Fue benéfica
para Brasil al garantizar su integridad territorial – América hispánica se dividió en pequeñas
repúblicas – o fue prejudicial al inducir a una transición conservadora y centralizadora? Cuáles
son sus eventuales marcas en la sociedad y en el Estado que se construyeron en Brasil a lo
largo del siglo XIX y posteriormente, hasta nuestros días?
Por cierto que todas esas son cuestiones pertinentes para quien, como yo, comprenda
la historia como proceso, en una dialéctica compleja de continuidades y rupturas, de los
imperativos de la necesidad y la lucha por la libertad, y, antes de todo, en su materialidad
incontornable. Son pertinentes para quien no se satisface con la contestación de que existen
discursos en litigio y pronto, la historia no siendo capaz de trascender la textualidad discursiva
de los relatos que produjo sobre si. En particular para quien concibe la historia como esa
“dialéctica de las duraciones” que retoma y conjuga el pasado, impregna el presente y se
proyecta para el futuro, proponiendo esa discusión incrustada entre la escritura de la historia y
la lucha por la memoria, que pulsan en esta época de conmemoraciones y apropiaciones. Si
me recuso a negar la ontología de la historia en favor del constructivismo narrativo (Malerba,
2008, p.63 – 80.), la constatación de la co-existencia de respuestas diversas, cuando no
opuestas, aquellas cuestiones centrales de la historia de Brasil joanino desafía al historiador
realista. Como explicar las versiones de la historia? El concepto de memoria es la clave para
esa cuestión melindrosa. No me propongo siquiera evocar los debates historiográficos en torno
a cada una de ellas; mi propósito no es más que reflexionar sobre unos pocos tópicos de la
historia de Brasil joanino que evidencian los embates (políticos!) presentes por detrás de cada
esfuerzo de recuerdo o de activo silenciamiento de aquellos hechos memorables.95

95
Aquí me refiero a las patologías colectivas de la memoria, que pueden manifestarse por situaciones de pleno
rescate de la memoria, de repetición cuya “conmemoración” y tendencia a la patrimonialización del pasado, como

88
La re-apropiación del pasado por la historiografía, sus versiones y usos, están ahí para
indicar las complejas relaciones entre historia y memoria. Los embates historiográficos – la
guerra de interpretaciones sobre un hecho o los modos de narrarlo – evidencian la complejidad
de un campo de conocimiento sobre bases teóricas y metodológicas movedizas como la
observación indirecta o mediata del pasado, por medio de vestigios; las temporalidades
también móviles 1) de los acontecimientos relatados, 2) de los testigos u observadores directos,
3) de los narradores (historiadores) y 4) de los lectores; 5) o el sesgo político de los usos
presentes del pasado.96 Todos los conflictos de temporalidad ganan expresión cultural en la
historiografía. En las reflexiones a seguir, mi doble intención: después de pasear por la
historiografía para observar como fue que se construyó la memoria de un actor histórico,
buscaré traer la discusión de algunos tópicos importantes de la historia de Brasil joanino, con
el fin de percibir como es la cuestión (presente) de la construcción de la memoria (del pasado)
que permea cada uno de ellos.
4.1. Hay una disputa antigua en la historiografía brasilera en lo que se refiere al carácter de la
independencia brasilera (y, por consiguiente, a su periodización). El célebre historiador
brasilero José Honório Rodrigues designa como ortodoxos y conservadores los historiadores
que datan el inicio de la Independencia al momento de la llegada de la corte. Tal entendimiento
negaría el carácter revolucionario de la guerra de Independencia, concediendo relevancia al
papel desempeñado por d. João en el proceso de independencia y el consecuente carácter
elitista y conciliatorio del movimiento.97
Hoy podemos entender minoritaria esta perspectiva “revolucionaria” de José Honório
dentro de la historiografía brasilera. D. João jugó un papel central en el proceso y, por así
decirlo, el “príncipe de Brasil” aclamado rey en tierras brasileras también se transformó, con
justicia, en el protagonista de las efemérides. Tal vez muy a disgusto, él fue de hecho una

en el caso de Brasil joanino, son un bello ejemplo; o por situaciones contrarias, o “basta de memoria”, como es
el caso en todos los países totalitarios dominados por la memoria manipulada. Como enseña Paul Ricouer (La
memoire, l´histoire, l’oubli. Paris: Seuil, 2000), es así que la memoria se torna inseparable del trabajo del olvido.
Como recuerda también Tzvetan Todorov (Les Abus de la mémoire. Paris: Arléa, 1995. p. 14): “La memoria no
se opone al olvido. Los dos términos que contrastan son el apagar (u olvido) y el conservar; la memoria es
siempre y necesariamente una interacción de los dos”.
96
Cf. RICŒR, 1994-96. 3. t; RÜSEN, 2001.
97
Por entender la Independencia como revolución, José Honório Rodrigues encuadraba autores como Oliveira
Lima en esa categoría de los “ortodoxos”. La ortodoxia lo situaría entre aquellos “que no sólo reconocen los
beneficios del gobierno de d. João, como su influencia directa en el movimiento”. RODRIGUES, 1975, v. 3, p.
255. Esos linajes historiográficos, una que entiende la independencia como proceso revolucionario y otro que no,
perduran. En la línea de Honório Rodrigues, cf. DIÉGUES, 2004. En esta obra, la Independencia es analizada
por el viés de la estrategia y de la guerra y, en ella, la acción de Bonifacio, rechazando el “mito” de una
Independencia incruenta.

89
figura muy importante en la trayectoria de Brasil, pues era, en ese cuadrante fundamental de
la historia mundial (y no apenas europea u occidental), el mandatario del Imperio Portugués,
que se extendía por América, África y Extremo Oriente. Como en los textos políticos y
laudatorios de época98, d. João viene siendo evocado como el gran protagonista de los hechos
de la fuga para el Brasil – muchos no aceptan llamarla así, como “fuga”! – y de los
desdoblamientos políticos y civilizantes de su permanencia por trece años en Rio de Janeiro.
Con todo, debemos ser ponderados en un tal juicio. Para quedar en la estricta esfera del Estado
y de las relaciones diplomáticas, solo d. João no hubiera hecho lo que hizo. Había un aparato
de Estado y una cultura política en relación a que es dentro de la misma en la que él se movía99.
Pero si no fuese él, si no hubiese muerto su hermano D. José, no hubiese quedado incapacitada
la reina D. Maria su madre, cómo hubiera actuado d. João o cualquier otro mandatario? No se
puede despreciar la fuerza de las circunstancias.

Tenemos, en 2010, condiciones de afirmar rigurosamente si el “legado” joanino fue


positivo para el Brasil? Es una cuestión ardilosa. Mismo con una ventaja de doscientos años
de perspectiva en relación al episodio, tal vez sea forzar las cosas, hacer derivar el Brasil de
hoy de aquellos acontecimientos. Pero dos cosas son fundamentales para la evaluación de la
importancia histórica del Brasil joanino: primero que, quando d. João vino para Brasil, tal vez
más importante que la Corte, trajo consigo todo un aparato de Estado, del Estado portugués.
Aquí se instaló la máquina administrativa del imperio, con sus mesas, secretarías y
desembargos, con sus fuerzas militares etc.100 Igualmente, cuando se produjo el retorno
inmediato del rey (1821) y se hizo la independencia (1822)101, aquí ya había un Estado en
pleno funcionamiento, que sofrío pocos ajustes de inmediato. Segundo, y tan importante
cuanto, fue el modo como se dio la aproximación, durante el período joanino, del príncipe
regente y su Corte con las elites residentes en Rio de Janeiro, en un sistema simbiótico que
definió cual sería el proyecto victorioso después de la emancipación política: o de las elites del

98
FRANCO, 1808; HISTOIRE de Jean VI... 1827; LISBOA, 1828; LISBOA, 1818; SIERRA Y MARISCAL, 1931; SOARES,
1808.
99
Sobre el peso de los hombres de Estado, cf. SILVA, 2006, 2 v; e WILKEN, 2005. Sobre la cultura política del
imperio, cf. SCHULTZ, 2001; NEVES, 2003; SOUZA, 1999; KRAAY, Hendrik. 2002
100
Sobre administración colonial, cf. FRAGOSO, J.L; BICALHO, F.; GOUVÊA, M. F. 2001; BICALHO &
FERLINI, 2005; BOXER, 2002; MONTEIRO, N. G.; CARDIM, P.; CUNHA, M. S., 2005; FAORO, 1975;
GARCIA, 1956; GOUVÊA, 2002, p. 111-155; HESPANHA, 1988 (v. 4 Historia de Portugal, dir. José Mattoso);
LYRA, 1941; SCHWARZ, 1979; SOUZA, 2006; NEVES, 1997.
101
Dos obras recientes que indican el curso corriente de las discusiones en torno de la independencia son Jancsó,
2005; Malerba 2006.

90
Centro-Sur, que “bancaron” la independencia, asumieron las riendas del Estado naciente y se
adjudicaron la primacía de la construcción del Estado monárquico a lo largo del siglo XIX, a
su imagen y semejanza102. Muchos de los vicios de nuestra historia política hasta nuestros días
remonta a ese momento fundador del Estado y de la nación brasilera y de la forma como eso
se dio a lo largo del siglo XIX.
4.2. De acuerdo con cierta tradición historiográfica, la presencia de la corte fue decisiva para
los rumos de la independencia que siguieron. Es peculiar comparar nuestra independencia –
que llevó a la construcción de un Estado Imperial, centralizado, y a la preservación de la
esclavitud, interés mayor de las elites que sostenían aquel Estado – con el proceso análogo
ocurrido en América española, marcado, contrariamente, por la fragmentación republicana y
por la abolición precoz del trabajo esclavo en la mayoría de los nuevos países103. La cuestión
que entonces se impone es: en que medida la presencia de la Corte efectivamente contribuyó
para moldear el Brasil que se levantó de las cenizas del orden colonial a lo longo del siglo
XIX?
No tengo duda que la experiencia de la transferencia no apenas de la familia real, sino de
la sede del Imperio ultramarino portugués, fue decisiva para la solución monárquica,
centralizadora y esclavista adoptada por las elites de mando que tomaron las riendas de la
independencia y se dieron el trabajo de la construcción del Estado Imperial y esclavista
brasilero a lo largo del siglo XIX. A rigor, tal debate es permanente en la historiografía
brasilera y remonta a los tiempos inmediatos a la propia independencia. El mismo guarda un
ineludible sesgo político – y aquí se entrecruzan nuevamente de manera más clara “historia” y
“memoria”–, que matiza tanto las interpretaciones que atribuyen grande importancia a la
presencia y actuación del soberano en el proceso de la emancipación política brasilera, como
aquellas que desdeñan de esa importancia. En los dos extremos, podemos evocar, por ejemplo
desde Cairu versus Hipólito da Costa, Oliveira Lima versus Tobias Barreto, Josué Montello
versus José Honório Rodrigues, Lilian Schwarcz versus Evaldo Cabral de Mello104. La

102
Estudié los mecanismos de interacción entre las elites migradas y las clases superiores fluminenses en los
siguientes trabajos: MALERBA, 1999; MALERBA, J. De Homens e títulos: De hombres y títulos: a lógica das
interações sociais e a formação das elites en Brasil n Brasil às vésperas da independência. In: Malerba, 2006
e MALERBA, 2000, capítulo 5, “O novo nobre”.
103
Hay muy pocos estudios comparativos sobre el proceso de independencia en América española y portuguesa.
Dos excelentes excepciones son McFarlane, Independencias Americanas na era das revoluções: conexões,
contextos, comparações. In: MALERBA, 2006 y JANCSÓ, A construção dos Estados nacionais na América
Latina – apontamentos para o Estudio do Império como projeto. In: SZMRECSÁNYI, 2002
104
Hipólito, no Correio Braziliense. De los autores aún no referidos anteriormente, cf. RODRIGUES, , 1975-.
5v ; MONTELLO, 1972. 4 v. SCHWARCZ, 2002 e MELLO, 2004.

91
historiografía es construida a partir de esas rectificaciones que se dan de generación en
generación, pero el leitmotiv de la reconstrucción histórica es la lucha política entablada en el
presente.
De hecho, entre 1808 y 1825 cambios fundamentales se verificaron en Brasil, al
pavimentar el camino rumbo a la independencia de la metrópoli portuguesa. En el contexto de
la “era de revoluciones”, que se extiende del ultimo cuarto del siglo XVIII hasta 1825 (en
América Latina), la independencia brasilera represento la única alternativa conservadora bien
sucedida a la opción republicana, que caracterizó el proceso de emancipación política tanto en
América del Norte (que, como el Brasil, mantuvo la integridad territorial) cuanto en América
española, pulverizada en varias repúblicas. Los rumbos peculiares que tomó el proceso de
emancipación política en América portuguesa, vis-a-vis el proceso análogo en América
española, fueron en gran parte dictados por la transferencia de a familia real para el Brasil.

Pero en eso hay consenso en la historiografía. En su reciente biografía de João VI, Jorge
Miguel Pedreira e Fernando Torres Costa, privilegiando las cuestiones de Estado, las fuerzas
políticas y embates diplomáticos que marcan el período joanino en Brasil, llegan a la
conclusión de que “d. João y su gobierno no tuvieron papel relevante” en la construcción de la
independencia, pero que habría sido “las iniciativas de los liberales del ’20 que empujaron la
elite que había rodeado en Brasil al príncipe d. Pedro para un rompimiento completo con la
imagen aún persistente da una unidad política de Portugal y de Brasil sobre la misma
Autoridad”.105 De hecho, tal conclusión es plausible si miramos el proceso desde el ponto de
vista estricto de la historia política. Pero, si puede atribuirse la importancia decisiva a d. João
en el desenlace de la independencia, al verse como el soberano, queriendo o no, con su política
patriarcal y cooptativa, de captación de fondos por medio de la retribución de mercedes
honoríficas, contribuyó decisivamente para definir el perfil de la nueva elite que se formó en
Brasil en los trece años en que se detuvo en Rio de Janeiro la familia real. Los moldes en que
se forjaron las nuevas elites que asumieron la independencia es, después de ella, la tarea de
construcción del Estado monárquico a lo largo del siglo XIX, se produjo en gran medida a
partir de esa política distributiva de d. João.

Muchos autores no quieren mezclar una cosa (la venida de la Corte) con otra (la
independencia). Pero no hay como negar esa correlación. La presencia de la Corte en Rio de
Janeiro imanto las elites locales (especilamente las del Centro-Sul) en torno a um proyecto de

105
Cf. Pedreira, 2008, p. 376 ss.

92
poder que exigía el mantenimiento de la integridad territorial, y particularmente la
manutención del sistema productivo, basado en la concentración de la tierra, en la producción
monocultora destinada al abastecimiento externo, y el el trabajo esclavo. Ese fue el botín que
recibieron las elites locales en cambio de la preservación de un cuerpo político unitario,
monárquico, que mantuvo a la cabeza un heredero de la Casa de Bragança.

La presencia de la familia real tal vez haya sido el factor más importante en la preservación
de la integridad territorial, sobre un régimen autoritario o centralizador aún después de la
independencia; lo que, por su vez, fue un verdadero impedimento al desarrollo de las
potencialidades federalistas, esos posibles no verificados. La historiografía se esgrime también
en ese punto, sobre los enredos de la construcción del Estado y de la formación de la nación a
partir del proceso de independencia y a lo largo del siglo XIX106. Lo que no podemos saber es
si, en caso que el proyecto monárquico y conservador no fuese históricamente el proyecto
vencedor, que tipo de “federación” podría entonces tener surgido de los escombros del mundo
colonial? Y, lo que interesa, es en que medida esa hipotética federación habría logrado mayor
éxito en la construcción de un Estado y en la formación de una nación brasilera “mejor para la
mayoría”, o sea, más justa, democrática, inclusiva, etc107. Tanto la memoria como el olvido
traen a la reflexión la fuerza de los proyectos vencidos, los posibles no averiguados. El sesgo
político es patente: interpretaciones que lamentan el aborto de los proyectos federalistas
tienden a atribuir los problemas sociales de Brasil actual a nuestra “revolución conservadora”,
a la “vía prusiana” seguida por las elites brasileras. Pero en historia no tenemos el dispositivo
de la “contraprueba”. Una experiencia federalista hubiera llevado a un país mejor? Nuestra
experiencia republicana en el siglo XX no autoriza una respuesta tranquila.

En fin, lo que me parece decisivo en el análisis del período joanino, en cuanto a lo que de
él sucedió en la historia de Brasil a lo largo del siglo XIX (es esa la cuestión) fue la
aproximación, durante los años brasileros de d. João, de las elites del centro-sur con la Corona.
D. João VI, a cambio del apoyo político, no tuvo parsimonia en la distribución de títulos de
nobleza, cartas de sesmarias, cargos en la máquina burocrática y otras mercedes para los ricos
nativos, principalmente los poderosos comerciantes residentes en Rio de Janeiro, pero también

106
Algunas piezas importantes de ese debate son GRAHAM, 2001, p. 17-56; DIAS, A ingteriorização da
metrópole (1808-1853). In: MOTA, 1972; CARVALHO, 1981; CARVALHO, 1988. Un texto productivo, que
hizo el balance y dictó los rumbos de la discusión posterior es JANCSÓ, & PIMENTA, 2000. Ver también
BERBEL, 1999; SOUZA, 1999; BARMAN, 1988; SANTOS, 1992; OLIVEIRA, 1999; MELO, Frei Caneca ou
a outra Independencia. In: MELO, 2001; DOLHNIKOFF, 2005.
107
Cf. CARVALHO, 2001; CARVALHO, 2007.

93
de São Paulo y Minas Gerais. Ese entrelazamiento de intereses de las elites nativas con las
migradas marcó el compás del proceso de independencia, dentro de un ambiente cultural de
intensas transformaciones civilizatorias. Y aquí yo concuerdo integralmente con Evaldo
Cabral de Mello: ese proyecto vencedor, que cooptó el príncipe de Brasil después del retorno
del rey, pugnaba por la imposición de intereses tan regionales (o mismo provincianos) como
los de Rio Grande do Sul, de Pará o de Pernambuco. Lo que me hizo pensar en cuáles serían
las ventajas para Brasil si cualquier otro de esos proyectos regionales se hubiese impuesto
sobre los demás, como logró o centro-sur. O como hubiera sido si fuésemos hoy quince o
veinte países independientes hablando en portugués?

4.3. Tal vez el clima de las efemérides incite a una especie de ejercicio de “historia
contrafactual”, o lo que hubiera sido si fuese de otra manera? En ese ejercicio, las desgracias
del presente tienden a idealizar un “futuro del pasado” perdido, lo que podría haber sido y no
fue. O, aún, a romantizar un “pasado pasado”, con sus figuras e instituciones, y traerlo para el
presente como salidas posibles para nuestros impasses contemporáneos. En ese sentido, hay,
por todos lados, pero e particularmente fuerte en Brasil, un rescate de las eras de reyes y
emperadores, como se ellos fuesen un contrapunto a la corrupción democrático/republicana.
De este modo, hay en Brasil una ideología revestida de “imaginario colectivo” de que tenemos
un subconsciente monárquico, presente en la figura de nuestros innúmeros “reyes” y “reinas”
(del carnaval, del fútbol, de los bailes, de los “niños” etc.) y, más perversamente, en la herencia
de paternalismo propio a la concepción monárquica de mundo. En este sentido, una cuestión
que las efemérides del bicentenario han traído a tono es si la venida de la familia real pudo
habernos legado una consciencia monárquica paternal que dificulta, de alguna manera, la
mejor consolidación de nuestra democracia.
Los usos y abusos de la historia son siempre presentes. Entiendo ese discurso de que
seríamos hoy mejores y más felices sobre una monarquía como, en lo mínimo, un anacronismo.
Considero que el precio por la opción monárquica fue muy caro para nuestra historia. La
historia prevalece sobre la memoria. Los caminos fueron esos que conocemos. La cuestión
ahora, medio sartreana, es: qué podemos hacer de aquello que hicieron con nosotros? Como
hacer perfeccionar los mecanismos democráticos, para la construcción de una sociedad más
justa, inclusiva, etc? Ese desafío no se va a resolver apenas con un cambio de la forma de
gobierno. República o monarquía, presidencialismo o parlamentarismo? No me parece ser esa
la cuestión central.

94
También no es muy prudente establecer un paralelo entre nuestro presidencialismo actual
y una monarquía. Qué monarquía? La nuestra del siglo XIX? O la española del siglo XXI?
Eso no es nada muy productivo. Por fin, considero que la presencia del “imaginario” (en falta
de un término mejor) paternalista es asunto primordial, no solo al debate histórico académico,
sino para el análisis del Brasil contemporáneo. Pero pienso, en sintonía con Sérgio Buarque e
Gilberto Freyre, que el “paternalismo” siempre emanó de la propia sociedad, de ella
explayándose para la política – y no al contrario.

5. Consideraciones finales
Entonces, qué hacer con la efeméride? El historiador francés Charles Mozaré enseña que un
acontecimiento solo se torna memorable debido a una cierta cualidad de ser excepcional, de
suscitar, más allá de su desarrollo efímero, una realidad durable, que acaba inscripta en los
lugares da memoria colectiva, transformándose en una especie de experiencia ejemplar
(MOZARÉ, 1970). En este sentido, la celebración, la construcción de la memoria son
fundamentos para la constitución de un cuerpo político. Como esa entidad que llamamos de
“nación brasilera” comenzó? Lo que nos congrega em torno dessa comunidade imaginada?
(Anderson, 2006)
El rescate de acontecimientos históricos marcantes, como fue la permanencia de la
corte portuguesa en Brasil entre 1808 e 1821, y la reflexión sobre sus implicaciones para la
historia de Brasil que le siguió, cumplen una función de cohesión social, contribuyan para
mantener orgánica nuestra sociedad. Por eso, aquí “cohesión” no debe significar unanimidad
pasiva o sumisión, pero traer implícita la idea del conflicto incesante que marca la formación
de la nación. Este encuadre memorial en que estamos inmersos de forma casi asfixiante por lo
menos desde el bicentenario de la Revolución Francesa moldea el contexto de las
“celebraciones” de los doscientos años de la llegada de la Corte portuguesa a Brasil. El apelo
a una memoria nacional que pretende someter la crítica histórica y el apego intenso a revisiones
de proyectos pasados – bien o mal sucedidos – evidencian el régimen de historicidad108 ora
vigente, en que el pasado se diluye en categorías meta-históricas y en que el horizonte de
expectativa se dilata al infinito; todo eso podría decirse función de la ausencia de proyecto(s)
para nuestra sociedad y nuestra nación. Como enseña el teórico alemán R. Kosseleck, el rescate
del espacio de experiencia (pasado), sobre las coordenadas de un horizonte de expectativa

108
En el sentido en que François Artog emplea el concepto. Cf. HARTOG, F. A arte da narrativa histórica. In:
BOUTIER & JULIA1998; HARTOG, 2003; HARTOG, 2006..

95
(proyectos para el futuro), debe coordinar la acción de los hombre en el presente109. A falta de
proyectos futuros colectivos, perdimos la chance de acciones coordenadas no presente con
vistas a la construcción de un futuro que queremos; así perdimos la función y la oportunidad
de actuar, categoría que Ricouer define como “la deuda ética de la historia delante el pasado”.
En cuanto al “legado” de d. João – asunto de gran relevo en este contexto de efemérides
y conmemoración–, la cuestión, aún otra vez, remite inevitablemente a la cuestión de la
“memoria”. El sentido común, con apoyo de la midia, clamase por relacionar inmediatamente
el Brasil presente a los desdoblamientos (posibles) de hecho pasado. La cuestión de fondo,
aquí, es sobre cuál es el peso o influencia del período joanino para toda la historia brasilera
posterior. O sea, una vez más, clama por un juicio. Las respuestas oscilan conforme los puntos
de vista: hay una fuerte tradición historiográfica para quien d. João fue un prócer de la propia
independência, que detonó el proceso civilizador en Brasil a partir de Rio de Janeiro – o sea,
un héroe! En oposición, existen aquellos para quienes la presencia del soberano tuvo
desdoblamientos siniestros para nuestra história, como la implantación de un proyecto de
Estado autoritario y centralizado, cuyo combustible político es la corrupción. En fin, un
canalla. Cada uno es libre de hacer su elección, de acuerdo con sus interpretaciones, sus
preferencias, sus compromisos y, como dice el poeta Carlos Drummond de Andrade, de
acuerdo con su miopia.
Tales visiones opuestas sobre d. João, ora un tonto inseguro, glotón u un religioso
fanático, rehén de políticos hábiles e inescrupulosos, etc, ora perspicaz gobernante y estratega,
tiene que ver con la construcción de la memoria que de él se hizo a lo largo de dos siglos. Las
visiones positivas comenzaron a ser construidas en la época de su vida en Brasil, por áulicos
devotados, como el Visconde de Cairu, entre tantos – y continuaron después. Las negativas
comenzaron en la misma época, pero por la historiografía liberal y, después, en Portugal
republicano. En Brasil, el advenimiento de la República también dio voz a aquellos críticos
mordaces del imperio, para los cuales todos os problemas del país provenían del pasado
monárquico. D. João fue uno de los más atacados por esa historiografía republicana de aquí,
entre los cuales se destacan figuras de punta como Tobias Monteiro, Otávio Tarquíneo y José
Honorório Rodrigues, en tres momentos diferentes110. En mi opinión, ni tanto ni tampoco. De
hecho, d. João no fue tallado para ser rey, pero esa responsabilidad le cayó al morir su hermano

109
Cf. KOSELLECK, 1993. Para una esmerada lectura del instrumental teórico y metodológico de Koselleck, cf.
FERES JR., 2007. v. 1. 299 p. JASMIN, & FERES JR 2006.
110
MONTEIRO, 1981. 2 v.; SOUSA, 1988. 3 v; RODRIGUES, 1975-. 5v.

96
primogénito, preparado éste desde la infancia para recibir la Corona. D. João recibió muy joven
la incumbencia, debido al impedimento de su madre, D. Maria, con sus disturbios mentales.
En el contexto conturbado en que vivió y reinó, podemos decir que d. João hasta se
salió muy bien: se mantuvo al frente del imperio portugués y, cuando fue instado a retornar a
Portugal, dejó su primogénito al frente de Brasil, en una hábil maniobra que mantuvo dentro
de su casa el dominio del reino y de la más próspera de sus colonias. Pero hay que considerar
que, se la última palabra era del rey, él estaba cercado de un staff de grandes estadistas, como
el conde de Linhares, el conde da Barca, D. Fernando José de Portugal, Thomas Antonio
Vilanova Portugal, o visconde de Rio Seco. Todos ellos con gran desconcierto político y con
una fidelidad sin límites a su soberano.
Jo había comenzado este texto con una ironía explícita: para tratar de un personaje
importante de la independencia brasileña dentro de una mesa redonda sobre héroes y canallas
en Berlín, conocida como la cuna de la historia metódica y cognoscitiva moderna. Pero había
por lo menos una otra gran ironía en mi texto y mi conferencia, que pasó sin amueblar a mi
distinta audiencia en aquella tarde encantadora de invierno. ¡Refiero al hecho de que no habría
una ironía más grande, en un debate sobre guerras de Independencia en América latina, que
elegir como “héroe” - o, de cualquiere manera, como el personaje principal de esa historia - a
un rey portugués! Por supuesto, como lo deseava José Honorio Rodrigues y otros, tal personaje
tendría que ser un brasileño, ligado a cualquier supuesta lucha de resistencia. Pero éste no fué
el caso. En Brasil, quiso subrayar, seguiose una trayectoria conservadora para la
independencia, negociada entre la vieja corona y las capas dominantes de Centro-Sur del país.
En este sentido, no sería menos irónico si habíamos elegido al príncipe heredero D. Pedro, el
supuesto libertador que bradó “independencia o muerte” a las margenes del río Ipiranga en 07
de septiembre de 1822; o el “paulista” José Bonifácio de Andrada e Silva, dijo el “patriarca de
la independencia”, que vivió toda su vida en Portugal y volvió al Brasil solamente después de
la transferencia de la corte. Todo el esto he hecho para subrayar la peculiar trayectoria hasta la
independencia en Brasil en relación a los otros procesos análogos ocurridos en América
española.
Pero, en fin, que hacer con la efeméride? Definitivamente el olvido no es una
alternativa. Procurando superar la tendencia ultra-individualista y ególatra hoy vigente,
tenemos la obligación moral de hacer buen uso de las “conmemoraciones” (de ese “memorar
junto”). De modo que las “conmemoraciones” – en torno al bicentenario de la llegada de la
corte al Brasil, o de los 20 años de las guerras de independencia en América Latina – pueden
tener una doble utilidad. Podrán ser valiosas para la disciplina histórica, para história como

97
ciencia, al facultar una actualización de los recursos teóricos y metodológicos disponibles, por
medio de la investigación de la historia de la historiografía y de nuevas investigaciones
metódicamente reguladas sobre el tema de las independencias. También a las efemérides
pueden ser útiles en el debate de nuestra historia presente, al contribuir en generar un gran
debate sobre nuestras trayectorias, nuestras realidades actuales, con sus impasses y los
proyectos posibles de nación que tenemos a ofrecer a cada país de América Latina y a nosotros,
sus habitantes, guardando respeto a todas las diferencias que nos singularizan.

98
6. Las Independencias del Brasil:
ponderaciones teóricas en perspectiva historiográfica111

Introdución

En un seminario que tuve el privilegio de organizar en 2003, llamado “New


Approaches to Brazilian Historiography”, junto al Centre for Brazilian Studies da Universidad
de Oxford, comenzaron a dibujarse algunas de las cuestiones que pretendo desarrollar a seguir.
Para aquella ocasión, yo había preparado un paper de abertura, donde hacía un balance de la
historiografía de la Independencia en los últimos 25 años – desde 1980 para acá.112
He afirmado, en aquella oportunidad, que las cuestiones que hoy levantan los
historiadores de la Independencia del Brasil son virtualmente las mismas que se levantaron en
los últimos 180 años, cuestiones que las diversas generaciones de historiadores, con mayor o
menor suceso, respondieron a su modo. La reciente vaga revisionista de la historia de la
Independencia está ahí a demostrar que ni todo es consenso en lo que concierne a temas los
más visitados por la historiografía, relativos a la cuestión de porqué, a final de cuentas, se
sucedió la independencia del Brasil de Portugal. A la medida que se califica el debate, se
percibe la recurrencia de diferentes perspectivas del obyecto, índices de las preocupaciones,
intereses y habilidades de cada generaciones de historiadores. Entre esas cuestiones yo
destacaba:
- ¿Cuál o cuáles factores, fuerzas, procesos, actores condujeron al desfecho de la
emancipación política
- ¿Tendría habido algún proyecto “nacional” fundamentando el movimiento
- ¿Había algún tipo de unidad en la América de colonización portuguesa a la época de la
Independencia
- Cuáles las periodizaciones más consistentes producidas por la historiografía
- La venida de la corte para el Rio de Janeiro tendrá protelado o deflagrado la
Independencia
- ¿Qué tipo de relación la Independencia guarda con los movimientos insurreccionales
del final del siglo XVIII

111
Originalmente publicado cómo “As independências do Brasil”. História (UNESP), São Paulo, v. 24, n.1, p.
99-126, 2005.
112
Texto publicado originalmente em MALERBA 2005
- ¿Cuál el carácter de la Independencia: conservadora, reformista o revolucionaria
- ¿Cuáles fueron los efectos de la crisis del antiguo sistema colonial en el proceso de
independencia
- ¿Qué peso atribuir, igualmente, a las radicales transformaciones culturales – o
civilizacionales – generadas con la abertura de 1808 y el aflujo de levas de migrantes
de todos los puntos
- ¿Lo que hay de ruptura y lo que hay de continuidad en el proceso de independencia
- ¿Cuál el carácter de los movimientos insurreccionales que ocurrieron en los años de la
Independencia
- ¿Cuál el papel desempeñado por partidos e ideologías
- ¿Cuáles las relaciones del movimiento de restauración de 1820 en Portugal con la
independencia
- ¿Cuál el papel desempeñado por el rey y su casa dinástica
- ¿Qué peso atribuir a la acción de grupos organizados, como la mazonería, por ejemplo
- ¿Cómo se dio la participación popular en el movimiento de independencia
- ¿Cómo actuaron o reaccionaron los grupos sociales en las diferentes provincias

Esas cuestiones, muchas de ellas tan antiguas como el propio acontecimiento que ellas
procuran explicar, ocupan grande parte de los historiadores de la independencia hasta hoy.
“Independencia del Brasil”. No voy retomar aquí las calorosas discusiones que animaron
aquellas inolvidable tardes de mayo del ameno verano inglés. Mis problematizaciones
tentaban seguir el paso de la propia historiografía. Independencia del Brasil: termo compuesto,
partes ambiguas.
¿Lo qué, cuándo, “Independencia”?
¿Dónde, quién “del Brasil”?
Aquellos que buscan responder a esas cuestiones provocativas acaban desaguando
directamente en los impases y diferentes soluciones interpretativas puestas en la mesa por la
historiografía competente. La primera remete al problema central de la precedencia o no de
algo como una “nación”, aunque embrionaria, o “sentimiento nacional”, mismo que tímido,
que tuviese motivado los “brasileños” en la pelea por su autonomía frente a la metrópoli. Esta
primera inmediatamente reclama la segunda cuestión: ¿pero lo qué era el Brasil? ¿Quién los
“brasileños”? Ahí, el problema de la unidad (o no) de la América Portuguesa y de la identidad

100
(social, racial, cultural?) de sus habitantes. Pero voy mantener el juicio para no caer en la
tentación de querer rescatar aquí a esas cuestiones, mucho menos de osar responderlas.

Lo que me vino tilintando en la mente desde el seminario – y mucho en función de las


reflexiones teóricas que vengo avanzando en proyectos editoriales y en la práctica docente –
es el facto de que, sí, muchas de esas cuestiones, respondidas distintamente a cada generación
(y distintamente dentro de una misma generación) son antiguas, fueron levantadas hay mucho
tiempo y respondidas a su modo a cada momento. Pero, este es el punto, otras cuestiones no
estuvieron siempre en la mesa. Son nuevas, inéditas – lo que no implica, necesariamente, que
sean más o menos importantes de lo que las viejas cuestiones consagradas.

¿Y por que eso ocurre? En este ensayo, yo voy hacer un ejercicio despretensioso, un
pensar en voz alta esa propiedad de la historiografía, ese su carácter fundamental que es su
propia historicidad. Y voy hacer eso por medio de la comparación de dos obras muy similares
en su objetivo, pero ya bien diversas cuanto a sus contenidos. Voy comparar la clásica
antología organizada por el Prof. Carlos Guilherme Mota (1822: dimensiones), con la obra
colectiva que he editado a partir de las discusiones que comenzaron en Oxford, publicada en
el Brasil en 2006. 113

1972: dimensiones

Nada más oportuno de lo que una efeméride para promoverse uno o inserirse en un
debate. En el caso, las conmemoraciones del “Sesquicentenario de la Independencia” dieron
ensejo a la publicación de una verdadera avalancha de obras sobre la independencia, entre las
cuales una que logró alcanzar merecida fortuna crítica. Prof. Carlos Guilherme Mota reunió

113
MALERBA 2006a. Se podría obyectar que la metodología que utilizó en este abordage es impropia en función
del universo diminuto de las obras seleccionadas para comparación. La propia coletanea organizada por C. G.
Mota, segundo la impiedosa evaluación de José Honório Rodrigues, tendría valor desigual, por ser “sin unidad
orgánica, y muy desequilibrado en el valor de la pesquisa y de la contribución” (Cf. RODRIGUES, 1975-. 5v. Su
ensayo “Historiografía de la Independencia y selección de documentos” se encuentra en el volumen 3 de esa
obra). Es verdad que hubo una verdadera avalancha de publicaciones en funciones del “sesquicentenario” de la
Independencia, como los de Eduardo Canabrava Barreiros (Cf. BARREIROS, 1972) o la obra monumental
organizada por Josué Montello (CF. MONTELLO, J. 1972). El propio Prof. Mota ya había dado enorme
contribución al tema de la independencia en otras obras sus, particularmente en el Brasil en Perspectiva (Cf.
MOTA, 1968).Yo mismo hice un balanço de eses gran flujos historiográficos y su fortuna crítica (Cf.
MALERBA, 2004). Sin embargo, mi pretensión aquí hoy no es rigorosamente a de agotar toda esa bibliografía,
pero sólo la de hacer un ejercicio comparativo entre dos momentos historiográficos diversos. En ese sentido, las
obras comparadas se asemejan en puntos fundamentales: son compuestas de ensayos producidos por historiadores
profesionales, académicos, familiarizados con el arsenal teórico y crítico más actualizado de sus épocas. Esas
características garanten, quiero creer, la legitimidad de este ejercicio comparativo.

101
contribuciones de él y de otros diecisiete renombrados colaboradores para presentar el estado
del arte en lo que se refiere al debate histórico-historiográfico sobre la Independencia a aquella
altura.
Después de los “Preliminares a la discusión”, el organizador agrupó los ensayos en dos
niveles: “De las dependencias” y “De las Independencias”. El primer, de objetivo general,
donde, “... al lado de indagación más teórica, quedan indicados algunos mecanismos de pasaje
del Antiguo sistema colonial para el sistema mundial de dependencias, permitiendo discutir,
tanto del lado europeo como del brasileño, el significado de 1822”.
En ese primero grupo están los ensayos de Fernando Novais sobre “Las dimensiones
de la Independencia”, de J. Godechot (“Independencia del Brasil y Revolución del Occidente),
de F. Mauro sobre la coyuntura atlántica, de Joel Serrão sobre la inserción de Portugal en ella,
sobre europeos en el Brasil (Mota) y brasileños en las cortes constituyentes (Fernando
Thomaz) y, aún, los ensayos clásicos de Emilia Viotti da Costa sobre Bonifácio y de Maria
Odila Dias sobre la “interiorización de la metrópoli”.
El segundo “nivel”, siempre segundo con el organizador, sería “más localizado”,
perscrutando las nuances regionales de enfrentamiento de la Independencia en las varias partes
del Brasil. Aquí, casi que en un lamento, Prof. Mota dijo que el abordaje se torna
inevitablemente événementiele, sin embargo los autores no discurren de la consideración de
“procesos mayores en que se articulan las diversas regiones”, pues saben que, “en historia, los
eventos no pueden ser analizados desvinculados de sistemas, de estructuras, de procesos”.114
En este “segundo nivel” de análisis se incluyen ensayos sobre el proceso de independencia en
las diversas regiones o mismo provincias (Norte y Nordeste son abordados en el atacado;
Bahía, Goiás, Minas, Rio, São Paulo y Rio Grande del Sur, en el varejo).
Podemos quedar más algunos instantes en esas “preliminares a las dimensiones”, para
tentar rescatar el sentido intelectual de las problemáticas que aquellos historiadores elevaban
como prioridades. Citando Eduardo D’Oliveira França, Prof. Mota reclamaba la ausencia de
estudios “no tradicionales”, desde los de demografía histórica hasta “investigaciones en la
esfera de las formaciones ideológicas”. Citando Mota:

“Más de lo que eso, apuntaba el Profesor Oliveira França, la dificultad


en formular, con propósito, cuestiones verdaderamente sustantivas
para inspirar trabajos monográficos y para huir a la línea del ingenuo”
(p. 10)

114
Cf. MOTA, 1972, p. 11, 12.

102
Pero lo que serían, entonces, “cuestiones substantivas”? Queda claro que no aquellas
“tradicionales”, presas a los documentos oficiales y a las cuestiones de Estado, características
indelebles de la nefanda historia “positivista” o “historizante”, que sucesivas generaciones de
historiadores, guiados por la campaña implacable movida por Lucien Febvre en la primera
mitad del siglo XX, procuraron detractar. En aquel cuadrante, donde, en el Brasil, la
construcción de una historia estructural, explicativa, que buscaba responder a los porqués de
los eventos con base en fundamentación teórica rigorosa, aún era un horizonte a ser buscado,
Prof. Mota deja entender que el anhelo fundador del proyecto de su antología era responder al
desafío del viejo mestre. Reclamaba del atraso de los historiadores en aceptar acríticamente la
independencia, en un momento en que sociólogos, economistas y científicos sociales buscaban
construir las teorías de la dependencia. Aquel cuadrante, virada de la década de 1970,
corresponde al auge de la repercusión mundial de aquellas teorías, que constituyeron a más
genuina contribución de los pensadores latino-americanos al debate sobre la trayectoria y la
situación de la América Latina en el sistema económico mundial. Para el Prof. Mota, por lo
tanto, la marca de la historiografía de la independencia en aquella coyuntura era el atraso, el
poco avanzo científico de que hasta entonces padecía uno de los temas más importantes de la
historia del Brasil.
¿Y cuáles cuestiones merecerían ser respondidas para alterarse tal cuadro? Al
responder esa pregunta, Prof. Mota nos da a conocer, parafraseando Lucien Goldman, el nivel
de consciencia científica posible a la época:

En la verdad, el sentido de la historia del Brasil en ese periodo [de la


independencia] no puede ser disociado de procesos más acertados que
la historiografía contemporánea significa y ordena bajo el rótulo ‘del
feudalismo al capitalismo’. Parece cierto que la lenta transición del
feudalismo al capitalismo en la Europa tuvo como contrapartida, en
ciertas áreas del mundo colonial, el pasaje del Antiguo Sistema
Colonial para el sistema mundial de dependencias. (...) Por otro lado,
problemas complejos pueden presentarse, como lo de la definición de
la sociedad colonial, cuya estructuración explicará el predominio de
las persistencias, más que lo de las mudanzas en el periodo
subsecuente.”115

En otras palabras, la cuestión de la Independencia, de la ruptura, de la mudanza, en fin,


del devenir, le es menos importante, o se encuentra subordinada a los imperativos de las
permanencias, de las persistencias, de las continuidades, de las estructuras. Se trata de una

115
MOTA, p. 10-11.

103
concepción flagrantemente inspirada en el marxismo y en la mejor tradición braudeliana de
los Annales. De esa concepción eminentemente estructural derivaban las indagaciones que
Prof. Mota elegía como las prioridades a ser resueltas.
El primer ensayo de la primera sección (“De las dependencias”) y, por consiguiente,
de la antología, se intitula “Las dimensiones de la Independencia”, que, sintomáticamente,
bautiza el propio libro. En él, Prof. Fernando Novais va establecer la línea interpretativa
general del conjunto de la obra, aquello que Novais concibe como el “sentido de la
independencia”. La idea general es la de que la Independencia del Brasil sólo puede ser
entendida si y cuando inserida en el contexto mundial de la transición del feudalismo al
capitalismo, donde la “crisis del antiguo sistema colonial” es el punto culminante del proceso
de acumulación primitiva que permitió el surgimiento del capitalismo en la Europa, mercê de
la exploración colonial de la época moderna. La historia de la Independencia del Brasil tiene
que derivar de ese otro macro proceso. Y punto. Esta tesis es reiterada por ambos autores en
un libro que escribieron conjuntamente en 1985, llamado exactamente La independencia
política del Brasil. Voy dejar por un momento la antología y seguir su raciocinio a partir de
este libro, pues que allí su tesis se presenta más explícitamente y en mayor detalle.

El “Sentido” de la Independencia

No parece exagero afirmar que el encuadramiento teórico predominante y más


influente en la historiografía de la Independencia, por lo menos desde los años 1960, es aquél
derivado del abordaje de Caio Prado Jr. Partiendo de un punto de vista marxista, él há
procurado entender el “sentido” de la colonización, insiriendo la historia del Brasil en un
contexto sino planetario, a lo menos occidental: la historia del Brasil se explicaría como un
derivativo de la historia europea, en el contexto de la expansión del capitalismo comercial. Esa
tesis es la base de las teorías de la dependencia.116
Quien mejor definió la Independencia a partir de esa perspectiva han sido justamente
Fernando Novais y Carlos Guilherme Mota. Para los profesores de la USP, es la subordinación
del Brasil a un sistema económico mundial unificado bajo el capitalismo comercial que da
sentido al curso de la Independencia.

116
Hago una presentación sucinta de las tesis y de la influencia de las teorías de la dependencia en la historiografía
latinoamericana en MALERBA, [2006]. Sobre las teorías de la independencia y su influencia en la historiografía
latinoamericana, cf. HALPERIN DONGHI, 1982; LOVE, 1990; BERGQUIST, 1970.

104
... cualquier estudio que vise una síntesis comprensiva de la
emancipación política de la América portuguesa debe situar el
proceso político de la separación colonia-metrópoli en el contexto
global de que hace parte, y que le da sentido; y, sólo entonces
acompañar el encaminamiento de las fuerzas en juego, marcando su
peculiaridad.117 (JM)
Ese punto de vista es desarrollado tanto en el ensayo “Las dimensiones de la
Independencia”, escrito por Novais para 1822: Dimensiones, cuanto en el capítulo “Contexto”
de La Independencia política del Brasil (p. 22 e ss). En ese diapasón, la colonización es un
instrumento de “acumulación primitiva (esto es, acumulación previa necesaria a la formación
del capitalismo) de capital comercial en las áreas centrales del sistema)” y la Independencia
del Brasil sería no más que un efecto del desmantelamiento de la sociedad del Antiguo
Régimen, o, como dicen los propios autores, del pasaje del feudalismo para el capitalismo, en
la longuísima duración.
Por cierto que nadie negará la importancia de esa amplia contextualización histórica.
El desmantelamiento de la sociedad feudal, cuya falencia del absolutismo y la crisis del
Antiguo Régimen constituyen dos aspectos derraderos, son el fondo de la escena historia. Para
usar la metáfora teatral, el pano-de-fundo encuadra, establece los límites en que actúa los
personajes, pero absolutamente no les determina las hablas y acciones. Hoy podemos afirmar
tratarse de un derrapaje teórica procurar explicar un fenómeno eminentemente político con
explicaciones macro-estructurales de larga duración. Es usar la herramienta errada, como jugar
un misil Patriot para derrumbar un pardal. Además de eso, ese abordaje evidencia un carácter
teleológico indisfrazable, que repunta de una tradición marxista de la historia entendida como
sucesión linear de modos de producción118. La política, como enseñó Gramsci119, es el lugar
de la lucha de los grupos e individuos, donde proyectos y deseos individuales y colectivos se
digladían por establecer una hegemonía. Se fuésemos buscar las razones (el sentido, por qué
no) de la Independencia en movimientos estructurales de larga duración, podríamos entonces,
atribuirla a la caída del imperio romano, precursora de la formación de la sociedad feudal, de
la cual la crisis del Antiguo Régimen marca el ocaso.

117
Cf. NOVAIS & MOTA, 1985, reeditado 1996.
118
Tradição fundada na leitura de alguns textos de Marx, em particular o Prefácio à Crítica da Economia Política.
Outra tradição interpretativa, dentro do próprio marxismo, vai destacar da experiência de homens e mulheres e o
papel da luta de classes como “motor” da história humana. Esta última linhagem, apurada, entre outros textos
originais, do Manifesto comunista, é bem exemplificada na tradição do marxismo britânico. A literatura sobre
esses pontos é monumental.
119
Cf. GRAMSCI, 1975.

105
Se trata, aquella, de interpretación fundada en un cuadro teórico entablado, que retira
del proceso histórico todo color y todo brillo de las relaciones sociales vividas por los agentes.
Un proceso eminentemente social, ideológico y político, como ha sido la Independencia
brasileña, se torna derivación de un macro-proceso económico. El concepto de “sistema”, con
sus mecanismos, desagua en una estructura rígida, como el autómata de Walter Benjamin120 o
las maquinarias con que Thompson ironizó Althusser121:

Eis ahí las piezas del antiguo sistema colonial: dominación política,
comercio exclusivo y trabajo compulsorio. Así se promovía la
acumulación de capital en el centro del sistema. Pero, al promoverla,
se crían al mismo tiempo las condiciones para la emergencia final del
capitalismo, esto es, para la eclosión de la Revolución Industrial. Y, de
esa forma, el sistema colonial engendraba su propia crisis, pues el
desarrollo del industrialismo se torna poco a poco incompatible con el
comercio exclusivo, con la esclavitud y con la dominación política, en
fin, con el antiguo sistema colonial (...) La crisis del antiguo sistema
colonial parece, por lo tanto, ser el mecanismo de base que lastreia el
fenómeno de la separación de las colonias (...) Se trata, antes de todo,
de inserir el movimiento de Independencia en el cuadro de la crisis
general del colonialismo mercantilista.122 (JM)

Entendido el funcionamiento de la máquina, su “dialéctica”, está dada la historia... Así,


a partir de tal encuadramiento teórico, el carácter de la Independencia no pasa de un
epifenómeno. Los procesos de independencia en la América Latina serían meras “vertientes
del mismo proceso de reajustamento y ruptura en el pasaje para el capitalismo moderno, en la
segunda mitad del Setecientos y primera mitad del Ochocientos”. Contenida en esa definición
se encuentra veladamente el presupuesto de que la Independencia no ha sido sino un punto en
lo largo proceso de desmantelamiento del Antiguo Régimen europeo y del antiguo sistema
colonial. 123

Cf. BENJAMIN, 1992. p. 245-255. Una excelente interpretación de las ‘tesis’ de Benjamin en CARDOSO Jr.,
120

1996, p. 51-60.
121
Cf. THOMPSON, 1978.
122
Cf. NOVAIS & MOTA, 1996, p. 22-23.
123
Tal interpretación ha influenciado enormemente y continúa a influenciar la historiografía brasileña. Para Ana
Rosa C. Silva, por ejemplo, la independencia no ha sido sino un punto a lo largo proceso de desmantelamento del
antiguo régimen europeo y del antiguo sistema colonial. Una segunda cuestión, restrita al pensamiento de
Bonifácio, emerge de la afirmación de la autora de que no sólo la Independencia decurre de la crise del antiguo
sistema colonial, pero que, sobretodo, Bonifácio tenía consciencia de esa crisis, y su pensamiento y proyectos
para el Brasil eran guiados por esa consciencia. Cf. SILVA. 1996, p. 160, 167.

106
Se, por un lado, podemos aceptar sin mayores dificultades que el planeta formaba un
“sistema-mundo” desde la expansión europea de la era moderna, tal como propuesto por
Fernand Braudel y Immanuel Wallerstein,124 eso no debe necesariamente hacer derivar las
historias de diferentes pueblos del globo de ese proceso unilineal que es lo de la supuesta
victoria de la civilización occidental y su afirmación económica, política, militar y cultural
sobre las partes conquistadas. En el ámbito de la consciencia histórica y de la producción
historiográfica, la aceptación de tal proposición se fundamenta en la aceptación de una master-
narrative125, justamente la de aquella marcha victoriosa de un proyecto de humanidad, a la
cual todas las demás historias estarían subsumidas.
Por tanto, para sintetizar, la clásica obra colectiva organizada por el Prof. Carlos
Guilherme Mota, con el fin de escrutinar las dimensiones de la independencia, se divide en
dos grandes partes: una primera, donde son teóricamente establecidos los encuadramientos
dentro de los cuales aquél acontecimiento puede y debe ser percibido y explicado. Y una
segunda, cuyo abordaje necesariamente local o regional la impide de alzar cualquier voo
teórico para tornarse, irremediablemente, événementiele.

Ecos de Oxford

En el evento realizado en 2003, en Oxford, el tema del seminario era la misma


Independencia del Brasil. ¿Será qué la misma? Observándose el tenor de los textos, ni parece
tratarse del mismo asunto.
En primer lugar, porque la angular de todos allí era mucho menos potente. Nadie
precisó situar la independencia en el proceso de pasaje del feudalismo para el capitalismo para
analizarla de diferentes perspectivas. Cuanto a la supuesta “crisis del antiguo sistema
colonial”, ella ha sido tratada luego en la segunda sesión, con enfoque en las relaciones entre
Portugal y Brasil en la virada del 18 para el 19 (“The historical roots of Brazilian
independence”). En el primero paper de esa sesión, “The birth of two nations. The political
economy of the breakdown of the Portuguese-Brazilian Empire”, Dr Jorge M. Pedreira ha
cuestionado abiertamente la conocida tesis de la supuesta “crisis del Antiguo Sistema

124
Cf. BRAUDEL, 1985; WALLERSTEIN, 1979. WALLERSTEIN. 1984. WALLERSTEIN, 1989a.
125
La bibliografía sobre el problema de las master-narratives es inmensa. Una buena antología ha sido reunida
por ROBERTS, 2001. Ver también RÜSEN, Jörn. Historiografía comparativa intercultural. In: MALERBA,
2006. Las críticas de historiadores y filósofos pos-modernos y pos-colonialistas tratan directamente del asunto.
Ver CROWELL, 1998; KLEIN, 1995; NANDY, 1995.

107
Colonial”. Segundo el autor, la separación entre Portugal y Brasil ha sido incrementada por
una mudanza en la forma del gobierno en Portugal, que por su vez ha sido causada, en parte,
por la residencia de rey y su corte en el Rio de Janeiro desde 1808. Al fin y al cabo, la
naturaleza monárquica y la continuidad dinástica del régimen emergente en el Brasil han sido
preservadas, así como se ha preservado dentro del nuevo Estado la unidad de la enorme masa
territorial. En Portugal, del punto de vista del Prof. Pedreira, la secesión (que en termos
económicos se ha tornado aparente por vuelta de 1808) tuvo un impacto aún mucho mayor que
en el Brasil. La crisis resultante inaugurara una época de conmociones, en que el antiguo
imperio tuvo que dar lugar a la construcción de una nueva nación moderna, quedando ahora
reducido casi a sus fronteras europeas.
El argumento más innovador del Dr. Pedreira, y lo más controversia, ha sido el
cuestionamiento de la explicación de la independencia brasileña basada en la “supuesta crisis
del sistema colonial”. Pedreira sustenta que la explicación de la falencia del imperio portugués
en las Américas debe ser procurada en las circunstancias históricas específicas – en los
contextos nacionales e internacionales – en las cuales ocurrió. Los historiadores tienen tentado
a las veces interpretar esa falencia como el resultado inevitable de una crisis prolongada,
causada por grandes transformaciones económicas y políticas de ámbito mundial (la
revolución industrial y las revoluciones americanas y francesas). Pero, de acuerdo con las
pesquisas del Autor, no había siquiera señal de “crisis” en el sistema. Al contrario, él nunca
había funcionado tan bien. Pedreira sustenta que la evidencia para tal crisis sería mucho menos
convincente del que por veces se supone. El grande crecimiento económico y la prosperidad
comprobada del comercio marítimo bajo el antiguo sistema colonial ponen en duda la propia
existencia de una “crisis”. Fallas en el sistema y síntomas de disturbios han sido groseramente
superestimados. Pedreira argumenta que la explicación para la independencia de Brasil,
cuando y como ella se la ocurrió, debe ser encontrada en las circunstancias históricas precisas
en que ocurrió.
La rivalidad entre Francia e Inglaterra, las invasiones francesas y la ocupación de
Portugal, la fuga del rey y su corte para el Rio de Janeiro, la suspensión inevitable del sistema
colonial, la ascensión del Brasil al status de Reino Unido a Portugal, todo eso tendría preparado
el escenario para el desfecho de la independencia. Esta se tornara de inmediato inaceptable
para amplios sectores de las élites portuguesas, que estaban ansiosas para retomar el control
absoluto sobre el comercio del Brasil y se resentían por la injerencia británica en asuntos
nacionales. El gobierno surgido de la primera revolución liberal ha forzado el rey a retornar a
Portugal y no puede esconder sus intenciones de recuperar el poder sobre Brasil. De esta

108
manera, ella apresó el movimiento para la independencia política, que agravó la situación
económica después de la suspensión del sistema “colonial.
El debate que se siguió ha sido exacerbado en torno del concepto de “crisis”, una vez
que se levantaron argumentos favorables al núcleo del concepto “de antiguo sistema colonial”.
Algunos debatidores presentes en el workshop en Oxford sustentaron que la “crisis”, en este
contexto, debe ser relacionada al desarrollo y crecimiento y se debería antes discutir la
extensión, duración y naturaleza de la supuesta crisis del antiguo sistema colonial. No obstante,
hubo cierto consenso en torno de la necesidad de mudar el foco “de las estructuras para el
proceso”, en la análisis de un facto eminentemente político tal como la emancipación política
brasileña.
En la misma tarde, Dr João Pinto Furtado se ha presentado el paper “History makes a
nation. The Inconfidencia Minera, historical criticism and dialogue with historiography”, en
que el autor ha procurado ofrecer una aproximación crítica innovadora de interpretaciones
historiográficas consolidadas, a la luz de las nuevas perspectivas abiertas por estudios recientes
sobre la economía y la política de fines del siglo XVIII, bien como el supuesto carácter
insubordinado o revolucionario de Minas Gerais.
Su trabajo visa también contribuir para la crítica de algunas tesis corrientes,
nomeadamente aquellas que corroboran la existencia de un proyecto nacional listo y acabado
a lo cual los “inconfidentes” adhirieron. Atribuir un sentido intrínseca y exclusivamente
nacionalista a la Inconfidencia Minera, de acuerdo con Furtado, es resultado de la formación
de una cierta memoria nacional, por medio del reconocimiento simbólico que tal movimiento
adquirió. Situado en la transición entre el Antiguo Régimen y la edad moderna, el movimiento
ha sido marcado por ambigüedades y contradicciones. Sus actores, acciones y proyectos
pueden ser comprendidos mejor se considerados en el contexto de heterogeneidad social y
económica expresos en el contenido político y en el sentido general del movimiento. Así
percibida, la Inconfidencia Minera sería una síntesis de varias tendencias y tradiciones con sus
propios proyectos de futuro, la propuesta de una orden política nueva, bien como la
recuperación de algunos aspectos del pasado de Minas Gerais. En la opinión de Furtado, el
movimiento en Villa Rica en 1788-9 podría mejor ser caracterizado como un tipo de “motin
de acomodación” del antiguo régimen, antes de lo que una sedición propiamente dicta y menos
aún una revolución.
El segundo día del seminario ha sido abierto con sesión sobre “The Portuguese Court
in Brazil (1808-21) and Brazilian independence”. El foco ha sido dirigido aquí para la época
de D. João VI en el Rio de Janeiro. Kirsten Schultz (“The Age of Revolution and the Transfer

109
of the Portuguese Court to Brazil”) ha procurado situar el fenómeno de la independencia en el
contexto atlántico de la era de las revoluciones, donde la independencia brasileña se ha
caracterizado con una alternativa conservadora a los desafíos republicanos a la monarquía, que
definieron los procesos de independencia en los Estados Unidos y en la América española y la
revolución francesa.
Mucho de ese conservadorismo ha sido atribuido por los historiadores a la transferencia
de la corte portuguesa en 1807-8. Schultz pretendió relativizar esa tesis, examinando las
maneras por las cuales los hombres de Estado portugueses y los contemporáneos que vivían
en el Rio de Janeiro definieron la era de las revoluciones; como definieron el sentido de la
revolución francesa, específicamente, y como estos sentidos han sido transformados con
transferencia de la corte.
Cambiando en canijos, Schultz analizó la apropiación del ideario revolucionario por
los portugueses d’aquém y d’además mar, rescatando la cultura política de la época y su re-
significación en el ambiente de la América Portuguesa. En suma, analizando las implicaciones
de los nuevos lenguajes y prácticas políticas a la época de la transferencia de la corte y de
la independencia brasileña, la línea básica del argumento de Schultz es que transferencia de la
corte ha marcado un punto de inflexión en los modos por los cuales las élites portuguesas
comprendieron el contexto de la revolución francesa y sus desdoblamientos. Porque la propia
transferencia de la corte ha sido percibida en sí como “revolucionaria”, la posición
anteriormente defensiva asumida con relación a la mudanza y a los desafíos políticos al antiguo
régimen no más se sustentaban. En consecuencia, los dirigentes portugueses comenzaron a
forjar una comprensión de la transformación política que defendiese la monarquía y el imperio.

En el segundo paper de la misma sesión, “On men and titles: The logic of social
interactions and the shaping of elites in pre-independence Brazil”, he analizado la fuga de la
familia real portuguesa de Lisboa para el Rio de Janeiro en 1808. Mi hipótesis, no explicitada
en La corte en el exilio, es la de que tal fuga significó sí una etapa decisiva para la
emancipación política brasileña. La interacción entre la corte migrada y la clase superior
fluminense, la cual se ha financiado el asentamiento de los adventicios, ocurrió bajo la estricta
observancia de la etiqueta social, como prescrito por la lógica de la sociedad de corte
portuguesa. El príncipe Regente D. João ha desempeñado papel decisivo como el gerente del
encuentro entre la corte portuguesa y los capitalistas brasileños. En la presentación, ambos los
grupos han sido detalladamente analizados, así como lo fue la importancia de algunos pilares
ideológicos de la monarquía portuguesa, como la propiedad ancestral de la liberalidad del rey,

110
expediente decisivo para la constitución de los grupos principales en el comienzo de la lucha
por la independencia.

Lilia Moritz Schwarcz ha presentado un paper intitulado “Illuminating parallel


scenarios. The symbolic dimension of independence festivities and the payment for the Royal
Library”. De una perspectiva más antropológica, amparada en autores como Norbert Elias,
Clifford Geertz, Claude Levi-Strauss y Marc Bloch, que enfatizan la eficacia política del poder
simbólico, Schwarcz rescató el contexto de la independencia brasileña de dos ángulos
diferentes: las festividades públicas y el alto precio que los brasileños pagaron por la biblioteca
nacional durante las negociaciones de la independencia entre Brasil y Portugal. Schwarcz ha
explorado dimensiones simbólicas y culturales que, según su abordaje, han sido extremamente
importantes en los primeros momentos de la Independencia brasileña (y de sus
desdoblamientos inmediatos).
Schwarcz procuraba comprender como, junto con actos muy pragmáticos, hubo otras
acciones imbuidas de una dimensión simbólica más específica, para mucho además de la
estricta racionalidad política. Los festivales procuraban naturalizar una situación
absolutamente extraña en aquél contexto: una monarquía cercada por repúblicas de todos los
lados. Paralelamente, una verdadera batalla bibliográfica aconteció, exactamente en el
momento en que se calculaba el precio a ser pago por la autonomía. En el fin de ese proceso,
la biblioteca del rey permaneció en Rio de Janeiro: el Brasil era el país más nuevo, con la
mayor y más antigua biblioteca de la América. Ha sido una especie de premio usado para
mostrar quão viejo el Nuevo Mundo podría ser.

Tres ensayos constituyeron el núcleo temático del seminario, o la “independencia


propiamente dicta”, allí entre 1821 y 1825.
Iara Lis Schiavinatto (“Questions of Governability in the foundation of Brazil as an
autonomous political body (c. 1780-1830)”) se ha tratado de la fundación del Brasil como una
entidad política autónoma, analizando las re-significaciones del antiguo régimen portugués por
lo así llamado liberalismo constitucional en la transición de un imperio Luso-brasileño para
un imperio del Brasil. En vez de pensar la historia brasileña en una línea progresiva, de la
colonia a la nación, o como resultado de un discurso nacionalista, su habla se lo ha tratado de
la cuestión de la fundación del Brasil como una cultura política genuina.
Schiavinatto ha argumentado que algunos movimientos han sido decisivos para un
aumento considerable del debate político durante el proceso de la independencia brasileña. Las

111
cuestiones más directamente exploradas fueron la negociación política del pacto, las diversas
nociones de las identidades coloniales, la autonomía relativa y las dependencias entre el poder
central y periférico y nociones diversas de temporalidad.
En el segundo ensayo de esa sesión (“The national appeal by the Constitutional
Conventions in Lisbon, 1821-1822”), Márcia Berbel ha procurado retomar los discursos de los
deputados brasileños en las “Cortes” portuguesas entre 1821 y 1822 y avanzar su análisis en
tres aspectos principales: 1) la diversidad de los apelos a la unidad del imperio portugués-
brasileño hechos por los deputados presentes en las Cortes; 2) las principales acciones que
pasaron por el congreso, revaluándolos a la luz de la siguiente cuestión: propuestas para la
unidad nacional o para la re-colonización?; 3) descontentamientos pendientes en cada una de
las provincias brasileñas en relación a la política de las Cortes, identificando las razones que
condujeron para la reafirmación de las varias independencias regionales, a despecho de tal
apelo a la unidad.
La contribución más importante de Berbel dice respecto al problema de la existencia
de proyectos “re-colonizadores” dentro de las Cortes de Lisboa. Berbel ha demostrado que, en
su uso inicial, el termo se refiere a determinadas provisiones legales que fueron aprobadas
mismo en la presencia de los deputados de dos provincias brasileñas, Pernambuco y Rio de
Janeiro. Mostró como las referencias a la política de re-colonización de las Cortes fueron
incorporadas por los historiadores ya en el siglo XIX. El ensayo de Berbel corrobora estudios
recientes sobre reclamos por unidad nacional en las Cortes (portuguesas o españolas), que
condujeron a una reconsideración de esta explicación ampliamente acepta. Tales proyectos por
la unidad nacional, creados con el intuito de mantener la integridad del Imperio, incluían la
representación americana y no podían, de esa manera, visar rescatar el status colonial anterior.
El papel desempeñado por la prensa y la cultura impresa y las luchas entre las inúmeras
facciones políticas en el movimiento para la independencia brasileña fue el tema central del
ensayo “The birth of a Brazilian press and Brazil’s independence, 1821-1823”, presentado por
Isabel Lustosa. La autora afirmó que los primeros periódicos brasileños independientes,
fundados después de la revolución constitucionalista del Porto, tuvieron peso decisivo en los
acontecimientos que se siguieron a aquella revuelta, que levó a la independencia de Brasil.
Entre 1808 y 1820, todo que fue escrito en el Rio de Janeiro sólo podía ser impreso ante
rigurosa censura. En este contexto, el Correo Braziliense (1808 a 1822) se transformó en el
único vehículo usado para divulgar ideas liberales a los brasileños, y para criticar los erros los
más evidentes de la administración portuguesa – transferida para el Rio de Janeiro junto con
la corte. Al divulgar los eventos políticos más importantes y los analizar luz de las nuevas

112
ideas liberales, el Correo Braziliense se transformó en una referencia imperativa à aquellos
que soñaban con el progreso y la libertad en el Brasil. La libertad de prensa conquistada
durante la revolución portuguesa de 1820 permitió que los liberales brasileños encontrasen un
canal por medio de lo cual pudiesen expresar y divulgar sus ideas.

Todos los abordajes arriba referidas remiten a temáticas surgidas con el llamado
cultural turn, que incidió directamente en la historiografía con la eclosión de las llamadas
“nueva historia cultural” y “nueva historia política”, que, como de praxis, llegaron al Brasil
con más de una década de atraso.126 Todas esas cuestiones, que prácticamente constituyen el
núcleo problemático de la actual historiografía sobre la independencia – de que los papers
presentados en Oxford son un diáfano ejemplo – no estaban en el orden del día de los
historiadores en el inicio de la década de 1970 – así como la discusión sobre cuestiones
estructurales, tan caras a los historiadores del comienzo de los años 1970, ha sido
prácticamente riscada de la agenda contemporánea. Una otra cuestión que no se levantaba a la
época de 1822 dimensiones era la de una virtual participación popular en el proceso de
independencia, hasta entonces serenamente tenida como un proceso intraélites. ¿Cómo negros
y blancos pobres, esclavos y libertos participaron o no de ese acontecimiento?
Este asunto, en particular, es polémico y podemos decir que no se ha avanzado mucho
en las dos últimas décadas en el conocimiento del papel de las clases populares – esclavos,
libertos, hombres libres pobres – en el proceso de Independencia. Los estudiosos de la
esclavitud avanzaron un paso. En ensayo muy citado, publicado en 1989, João José Reis
analiza la participación de los negros en las luchas por la Independencia en la Bahía. Para Reis,
además de los tradicionales partidos políticos, otros agentes disputaban intereses en las luchas
de la Independencia. Es el caso de los esclavos, que la veían como una posibilidad de alzar su
libertad. La indeterminación posterior al contexto turbulento de la revolución del Porto, que
en la Bahía ha generado fuerte reacción militar al 7 de setiembre por parte de las tropas
portuguesas, ha posibilitado el surgimiento de un escenario tal que permitió a los esclavos
participaren de discusiones sobre cuestiones candentes como libertad política. Sin duda, en sus

126
En el inicio de los años 1990, comienza a llegar a la América Latina el influjo del movimiento de renovación
de ese campo encetado en la Europa (particularmente en la Francia) en la década anterior. Se hablaba ahora de
una “nueva historia política”, revigorada por el contacto intenso con la historia cultural, donde el concepto de
“representación” se torna un imperativo. Maria Helena Capelato y Eliane Dutra pudieron constatar que esa línea
de pesquisa sobre historia de las representaciones políticas articula temas que se expresan en ideas, ideologías,
imaginarios, símbolos, mitos, utopías, espectáculos del poder (fiestas y conmemoraciones cívicas, rituales,
liturgias, paradas, desfiles). Cf. CAPELATO & DUTRA. Representación Política. El Reconocimiento de un
concepto en la Historiografía Brasileña. In: CARDOSO & MALERBA, 2000.

113
pesquisas pioneras sobre los caminos de la libertad en el Brasil esclavista, João José Reis
contribuyó para la abertura a otras dimensiones del proceso de Independencia hasta entonces
negligencias por la historiografía.127
En el mismo sentido avanzan los resultados de pesquisa de Hendrik Kraay. 128 Voy
tomar su artigo sobre el reclutamiento de esclavos en la Bahía a la época de la Independencia129
como pretexto para demostrar mi punto de vista, de la dificultad de investigarse el papel
desempeñado por las camadas populares en el proceso de Independencia.
Kraay muestra que el reclutamiento de esclavos en la Bahía “fuera un esfuerzo
improvisado, que no ha sido ordenado ni regulado por decreto.” El problema estaba en
la alforria que los esclavos alistados esperaban y en la posición de sus señores frente al
Estado, en el sentido de la expectativa de indemnización. Kraay insiste en la necesidad
de la diferenciación entre “esclavo” y “liberto” en el análisis del reclutamiento. La
participación de los últimos no traía mayores problemas. En 1823, Pierre Labatut los
reclutara. Pero...

La cuestión de los esclavos era bien diversa. Hay indicios de que, ya


en setiembre de 1822 (antes de la llegada de Labatut), patriotas
pretendían usarlos. Maria Quitéria de Jesus contó después a Maria
Dundas Graham que patriotas entonces querían obligar su padre, un
portugués, a contribuir con un esclavo, pues no tenía hijos para dar al
ejército. La respuesta de él – ¿“qué interés tiene un esclavo para luchar
por la Independencia del Brasil“ – sin duda refletaba actitudes bien
difundidas...130
Ese es punto central para mí. El ensayo de Kraay trata con propiedad la cuestión de
cómo la Independencia, indirectamente, por la vía del reclutamiento (o por otras vías más
sutiles, como el rumor, el imaginario) movió con asuntos delicados como la condición de los
cautivos y los horizontes de libertad que la guerra suscitara. Pero la vía contraria no hace parte
de su obyecto, ni de otros estudios que yo conozca: ¿en qué medida la esclavitud, mientras
institución, y los esclavos, mientras el grupo o clase social, contribuyeron para el proceso de
Independencia del Brasil ante Portugal? Eso es muy diferente de analizarse los diferentes
grupos sociales o camadas populares a la época de la Independencia, o como la Independencia
incidió en sus vidas.

127
REIS, João José. El juego duro del Dos de Julio: el partido negro en la Independencia de la Bahia. In: SILVA,
& REIS, 1989. p. 79-98.
128
Cf. KRAAY, 2002a.
129
KRAAY, 2002b.
130
KRAAY, 2002b, p. 112.

114
Pero fue el propio Hendrik Kraay quien trajo una contribución seminal al debate en
Oxford, al discutir justamente sobre el papel desempeñado por los esclavos en la
independencia del Brasil. En su ensayo “Popular participation in Brazilian independence, with
special reference to Bahia”, texto de encerramiento del workshop, Kraay tocó en puntos
centrales del debate, llamando la atención para el facto de que la nueva historiografía sobre
aquello que los historiadores brasileños llaman de “el proceso de independencia” presta mucho
poca atención a la participación popular en lo dicto proceso. Aunque muchos patriotas
hablasen en nombre de las “tropas y del pueblo”, el pueblo (y también las tropas)
permanecieron por largo tiempo como figurantes para la producción académica sobre los
eventos políticos dramáticos de aquellos años. Finalmente, la lucha de los esclavos por la
libertad colidía con el deseo de los milicianos negros por un papel mayor en el nuevo imperio,
y durante la revuelta de los Periquitos de 1824, estos ayudaron a debelar a aquellos.

Esos estudios pioneros de Reis, Kraay y Luiz Geraldo Silva son representativos de
como nuevos temas de pesquisa se han instalando en la pauta de los historiadores de la
Independencia, bajo influencia del cultural turn, que, por su vez, tiene su propia dimensión
histórica a ser levada en cuenta. Ya hay veinte años, John Johnson argumentaba que el
desarrollo realmente significativo en la escrita de la historia moderna de la América Latina en
los Estados Unidos, desde los años 1960, fuera marcado por el envolvimiento de los
investigadores con un abanico más amplio de nuevas cuestiones que inciden directamente en
la vida cotidiana de hombres y mujeres131. Entre esas nuevas cuestiones estarían: el creciente
interés por la historia de los “desposeídos”, la “black experience” (y las cuestiones de raza) y
la esclavitud (en nuevos abordajes de tipo micro-análisis), la historia social del trabajo y,
particularmente, el crecimiento dramático de la historia de las mujeres (“un tema
prácticamente inexistente aunque tópico de pesquisa antes de los años 70”). Otros temas
vinieran conquistar relevante espacio académico posteriormente al análisis de Johnson, como,
por ejemplo, los estudios vueltos a la sexualidad (gays y lésbicas) y a cuestiones ambientales.
En estudio más reciente, Marshall Eakin (1998) pudo confirmar las predicciones
anteriores. La tendencia general verificada por este autor para la historiografía norteamericana
sobre América Latina puede, con alguna tolerancia, ser extrapolada para la evolución de la
historiografía latinoamericana – y as la cual pudimos también aliñar la historiografía brasileña.

131
Cf. JOHNSON, 1985, p. 757ss. También SKIDMORE, 1998, particularmente p. 113 ss; EAKIN, 1998,
particularmente p. 550-561.

115
Segundo Eakin, se puede decir que en los años 1980 imperó la historia social, así como los
años 1990 la “nueva” historia cultural, teniendo se renovado el estudio de grupos no-élites
como esclavos, mujeres, indios, trabajadores y camponeses. La influencia del posmodernismo,
lo llamado “linguistic turn” y los estudios poscoloniales con foco en los grupos subalternos
surgieron como abordajes preponderantes. Dentro de tales contextos historiográficos amplios
debemos procurar la explicación de porqué, por ejemplo, cuestiones como memoria, identidad,
rituales, juegos de poder, lenguajes y la participación de camadas subalternas fueron temas
ausentes de la historiografía brasileña sobre independencia en la virada de los años 1960 para
1970 y porque hoy prenjen la pauta de preocupaciones de los historiadores nuestros
contemporáneos.

Consideraciones finales
Más de tres décadas se pasaron desde la publicación del clásico libro 1822
dimensiones. Al compararnos esa obra fundamental con los temas que están hoy en la pauta
del día, diagnosticamos una guiñada de orientación teórica, de las análisis estructurales,
macroeconómicas y sociales, para otra cosa diferente, donde sobresalen temas afectos a la
agenda creada a partir del cultural turn deflagrado años 60, que culminó, en el plan
historiográfico, en el posterior surgimiento de las nuevas historias cultural y política. Ese
amplio movimiento intelectual se ha irradiado de los centros del capitalismo para el resto del
mundo, incluyendo la América Latina.
La gran ampliación de obyectos de investigación histórica verificable hoy entre
nosotros, historiadores latinoamericanos, si por un lado espeja la fragmentación general
peculiar a la fase de transición paradigmática iniciada en el final de la década de 1960, por otro
evidencia la dependencia (en la falta de mejor termo) cultural de la comunidad intelectual
latinoamericana (ahí incluidos los historiadores) de cánones producidos alhures.
No voy entrar en mayor detalle sobre tema tan vasto, pero sólo intentar esbozar
una explicación para aquella guiñada que he referido en las pesquisas sobre independencia en
los 30 y pocos años.
Es común la interpretación de que la década de 1960 ha sido marcada por una violenta
aceleración del tiempo histórico, que incidió en las formas del ser, pero también del hacer y
del pensar históricos. Esa “virada” es un síntoma de una guiñada cultural mayor vivida en el
mundo Occidental, que se ha revelado de forma dramática en la propia concepción del escopo
y de los límites de las ciencias humanas y sociales y envolvió un reexamen crítico de la

116
racionalidad científica entonces vigente132. En un contexto políticamente conturbado, marcado
por contestaciones viscerales al colonialismo europeo, a las diferentes expresiones del
imperialismo económico y cultural, por la propagación vertiginosa de los medios de
comunicación en masa y por un proceso crecente de encortamiento de las distancias y de los
espacios, las viejas certezas que caracterizaban la razón occidental han sido radicalmente
abaladas. 133
Como enseña Ciro Cardoso, la consecuencia lógica de la crítica visceral al viejo
humanismo levó, en termos epistemológicos, a la llamada “muerte del Hombre”, entendido
como sujeto y obyecto privilegiados del conocimiento, de la cual sucedieron todas otras
“muertes” importantes, que anillaron el supuesto fin de la razón, de la ciencia, de las certezas,
de la historia, de las grandes teorías y así por delante. Pero es importantísimo guardar que ese
gran movimiento se desarrollaba en los polos hegemónicos de la cultura Occidental, en los
países centrales de la economía capitalista. En la América Latina, en la misma época (años 60)
una otra vaga innovadora se propagaba aún bajo la égide de la racionalidad moderna, en las
diversas expresiones de la teoría de la dependencia, como acusaba el Prof. Mota en las
preliminares de su libro.
Las teorías de la dependencia, a despecho de todos los problemas justamente
levantados y criticados por una legión de intelectuales, han sido el punto culminante de la
formulación de un genuino pensamiento formulado en la América Latina para explicarla su
situación presente. Lo que aconteció fue que, con la eclosión del fenómeno posestructuralista,
su potencial crítico y creativo fue prácticamente evacuado por el impacto cultural bombástico
del mayo de 68, abortando las posibilidades de avanzo dentro de esa línea de evolución
intelectual y matando en la cuna el “nuevo paradigma” dependentista antes que él pudiese
influenciar decisivamente los estudios históricos – y mismo las ciencias sociales como un todo.
Tal fenómeno se explica por el facto de que las teorías de la dependencia surgieron en los años
1960, cuando se detona la implosión de los paradigmas en las ciencias sociales con el adviento
del posestructuralismo, que resultará en el “posmodernismo” de los años 80 y 90, lo cual, por
su vez, decretará la falencia de las macro teorías y macro narrativas. Así, en el contexto de la
fragmentación de la situación de transición paradigmática en que aún en los encontramos, la

132
Sobre la transición paradigmática en las ciencias sociales cf. WALLERSTEIN, 1996; SANTOS, 1995;
IGGERS, 1984. Para el análisis del impacto de 1968 en la cultura occidental, cf. AGUIRRE ROJAS, 1998;
WALLERSTEIN, 1989b; BRAUDEL, 1993.
133
Cf. CARDOSO, 1999; también DOSSE, 1991, FERRY & RENAUT, 1985.

117
utilidad y validad de una teoría “macro” social e histórica – como las teorías de la dependencia
– perdió el interés y el sentido para el establishment académico.
La persistencia de las tesis sobre la “crisis del antiguo sistema colonial” en las décadas
de 1980, 90 y mismo hasta hoy, en polos historiográficos como la USP, se debe al vigor de
algunas estructuras de poder institucional y de las redes de patronato y relaciones de endogenía
de ellas derivadas, presentes en esos polos, que indujeron a una situación sui generis en lo que
tange a la recepción de los nuevos paradigmas historiográficos oriundos del cultural turn, de
modo que estos fueron siendo paulatinamente recibidos, sin descartar el paradigma estructural
anterior, pero se moldando a él para preservarlo.
Ese movimiento más amplio que he tentado esbozar arriba es el vector explicativo de
la mudanza de perspectiva teórica en el tratamiento del problema “independencia” desde el
libro clásico del prof. Mota hasta hoy. En aquel cuadrante, las explicaciones eran buscadas
dentro de ese paradigma macro-teórico de percepción del fenómeno “independencia” dentro
del amplio contexto pluri-secular del pasaje del feudalismo al capitalismo y de desagregación
del antiguo sistema colonial – de tal modo que la Independencia es entendida como
desdoblamiento de un proceso macroeconómico que se desarrolla en el centro del sistema.
Hoy, bajo influencia de los presupuestos de la nueva historia cultural y política, nuevas
cuestiones, impensables en aquel otro contexto, son puestas en la mesa: participación popular
e inflexiones de color y raza; la difusión de la cultura impresa, las formas espectaculares del
poder (ideas, ideologías, imaginarios, símbolos, mitos, utopías, espectáculos del poder, fiestas
y conmemoraciones cívicas, rituales, liturgias, paradas, desfiles) y así por delante. No causará
especie se vinieren a surgir otros cuestionamientos, oriundos de la misma orientación
posestructuralista y posmoderna, tales como la importancia de las relaciones de género o el
papel de gays y lésbicas en el proceso de independencia.
Me cupe dejar muy bien enfatizado que mi objetivo, aquí, ha sido indicar esas
mudanzas historiográficas (en el ámbito de los estudios de la independencia) y esbozar una
explicación para ellas, por más generalista que esa explicación suene. No cumple
necesariamente al analista, al crítico de la historiografía, atribuir cualquier señal de valor en
esas mudanzas. De modo que no me parece apropiado juzgar cual sería “el mejor enfoque”, se
macroestrutural o microanalítico, se fundado en explicaciones económicas de larga duración
o en aspectos culturales. En ese sentido, creo que un abordaje no sustituye a otra, que todas
tienen su contribución y sus deficiencias específicas. Y que la historia de la historiografía
apunta para la constante superación de sí. En este sentido, todos tendremos dado nuestra

118
contribución, que será, saludar e inevitablemente, superada por las generaciones vindouras,
que nosotros mismos formaremos.
Sin embargo, volviendo a nuestro tema, creo que, hasta donde se ve mi consciencia
histórica, el fenómeno “independencia” no estará satisfactoriamente explicado mientras
persistieren abiertas algunas cuestiones:
- ¿cómo se explica el facto de que, en medio a tantas fuerzas sociales y políticas, a
tantos proyectos y anhelos, fue justamente la solución monárquica, con el heredero portugués
en el topo, a que se ha sagrado victoriosa
- O sea, en el contexto de la era de las revoluciones, de la crisis del Antiguo Régimen
y del sistema colonial, en el contexto de las revoluciones de independencia en la América
Latina, ¿por qué la independencia del Brasil ocurrió de la forma como ocurrió
En mi opinión, es preciso refinar aún más los instrumentos, observar aún más al
microscopio, utilizando la imagen de Hobsbawn. Parece, pues, faltar un abordaje más enfocada
en la acción de individuos concretos, inseridos en configuraciones específicas, pero
guiados por opciones racionales indeleblemente orientadas con respecto afines, como
enseña Weber y mismo las más recientes teorías de la acción. Estamos hablando de agentes
históricos, de personas que pertenecían a diferentes grupos, pero que tenían cambiantes
proyectos e intereses, individuales y de grupo.
Sino, como se explica la aceptación por las élites económicas del país del
proyecto político de las élites del centro-sur, que se unieron al proyecto imperial bragantino
lanzando el príncipe como “otorgante” de la emancipación Cuáles los intereses en juego La
respuesta a esta cuestión va apuntar para aquel extracto social que consiguió garantirse la
construcción del Estado imperial. Como enseña Richard Graham, de esa contienda, los
propietarios de tierras y los esclavoclatas brasileños emergieron triunfantes. De ellos era el
nuevo estado. 134

134
GRAHAM, 2001.

119
7. La Casa del rey:
Reflexiones en torno del carácter patriarcal
del Estado imperial brasileño135

Es formidable observar la longevidad y actualidad de los textos clásicos. Clásicos,


incluso, debido a esa dupla calidad de ser actuales en una duración considerable. Pienso ahora
particularmente en el famoso artigo de Braudel sobre "La larga duración", publicado en los
Annales, E.S.C., no. 4, out-dez/1958.
En aquel momento Braudel incitaba al debate las otras ciencias sociales - todas ellas
alargando sus horizontes teóricos, en conflicto unas con las otras y consigo mismas,
procurando identidades. Las matemáticas sociales, la sociología, la lingüística, la etnografía -
en grande proyección gracias a los trabajos innovadores de Levi-Strauss: todas disputando
territorios. Braudel proponía entonces que no es necesaria la exclusión en la
interdisciplinariedad, buscando asegurar el terreno que la historia iba perdiendo, en aquella
coyuntura de auge de la Guerra Fría, al estructuralismo (Dosse 1992, p. 101-111). Hoy eso ya
es un lugar común entre las humanidades. Basta acordar, por ejemplo, los entrecruzamientos
de la psicología social y de la Antropología - para no hablar de la Economía - con os estudios
históricos en los últimos veinte o treinta años.
La nuestra mayor contribución al conjunto de las ciencias sociales es, subrayaba el
estudioso del Mediterráneo, y continua siendo, la duración social, "... esos tiempos múltiplos
y contradictorios de la vida de los hombres que son no sólo substancia del pasado, pero también
la materia de la vida social actual" (Braudel 1986, p. 9). Braudel innovó al percibir que el hoy
es compuesto de muchos tiempos, cabiendo al historiador crear artefactos para descomponerlo:
"es indispensable una consciencia nítida de esta pluralidad del tiempo social para una
metodología común de las ciencias del hombre."
Aquellas preocupaciones de Braudel están hoy en la pauta del día. Desde las últimas
tres décadas la producción del conocimiento histórico, en las más variadas frentes, vienen se
abriendo al diálogo con las humanidades vecinas. Sobre todo los estudiosos de las culturas
procuran intensificar ese diálogo, creándose áreas contiguas entre esos saberes. En ese sentido,

135
Originalmente publicado cómo “A casa do rei: reflexões em torno do caráter patriarcal do Estado imperial
brasileiro”, Maringá (Pr), Cadernos de Metodologia e Técnica de Pesquisa, v. 5, Supl. Esp., p. 115-126, 1995.
tal vez se debiese atribuir a los alemanes – de la Escuela de Frankfurt - las mayores
contribuciones a la formulación de una teoría crítica de la sociedad.
Es también en el campo de la cultura, ese termo tan escurridizo, que se observan los
avanzos del conocimiento sobre la historia de los vencidos - la history from bellow, que
Thompsom, Hobsbawn y Hill, entre los ingleses, incluyeron en la pauta de preocupaciones
metodológica y política de la historiografía inglesa3. En ese sentido no han sido menores las
contribuciones llegadas de la América, como Roll, Jordan, Roll, de Genovese (1987) y más
recientemente los trabajos de Darnton (1986) sobre la Francia pre-revolucionaria.
En la escuela francesa, sobre todo entre aquel grupo pos Braudel - que Burke llamó
de la "3a. generación" -, se acentúa la preocupación con las cuestiones de la cultura, o de las
culturas y de las psicologías colectivas, cuya precisión conceptual ya generó inúmeros
debates5.
Los historiadores de las mentalidades parecen pelearse entre sí cuanto a la
temporalidad de los fenómenos mentales. Unos, como Le Roy Ladurie (1982) de Montaillou,
para un ejemplo expresivo, tienden a observar estructuras mentales casi estáticas, inmóviles,
de larga duración. Contra esa posibilidad, se vuelven otros como Vovelle en su Breve historia
de la Revolución Francesa (1986), que desea percibir la mentalidad en el calor del instante,
atento al "poder creador del átimo, de la mutación improvisada, la caliente" – en el momento
revolucionario6. Aquí retornan los problemas que Braudel diagnosticaba en 1958 - y para los
cuales apuntaba caminos, como la diferenciación entre los tiempos breves del acontecimiento,
la coyuntura de las progresiones demográficas y económicas, y, por fin, las estructuras
seculares, de larga duración. Y conceptuada:

Para nosotros, historiadores, una estructura es, indubitablemente, un agrupamiento,


una arquitectura; más aún, una realidad que el tiempo demora inmenso a desgastar y a
transportar.
En ese sentido, los encuadramientos mentales representarían "prisiones de larga
duración"7.

3
. Para un panorama del percurso de los marxistas ingleses ver KAYE 1984. Ejemplos de esos desdoblamientos
se verifican en discusiones como las incluidas en SAMUEL 1984 y ARACIL & GARCÍA BONAFÉ 1983.
5
. Por ejemplo LE GOFF 1986 y LE GOFF 1990.
6
. Para una síntesis de la trayectoria del grupo de los Annales ver BURKE 1992 y AGUIRRE ROJAS 2004b.
7
. BRAUDEL 1986, p. 14, ambas las citaciones.

121
La breve o la larga duración para un fenómeno mental - libre de la prisión - son
resultantes de definiciones metodológicas del historiador. Una no es cualitativamente superior
o más eficiente que la otra, ni tampoco esas opciones son necesariamente excluyentes. Las
"voces calladas del pasado", la cultura popular, la historia de la resistencia de los vencidos no
existen aisladas del pensamiento refinado, de la cultura erudita, de los meandros de la
dominación. Esas posibilidades que se abren en el campo de investigación no deben, no pueden
ser excluyentes - pero complementares. Unas no viven sin las otras.
La misma tendencia que impelió los historiadores de esas últimas generaciones - por
mayores que sean las divergencias que haya entre ellos - a documentar las estrategias de
sobrevivencia, la resistencia a la dominación que los grupos expropiados y vencidos fueron
tejando en su cotidiano - esa misma tendencia tiende a conducir al entendimiento de que sólo
en esos grupos se manifiestan las mentalidades. Hay algo de simplificador en ese raciocinio.
***
Pensemos en la permanencia de ciertas arquitecturas como las nociones de Derecho
greco-romanas, incrustadas en la longuísima duración. Norberto Bobbio ha mostrado con
refinamiento como las concepciones aristotélicas sobre el origen del Estado - fundadas en la
reconstrucción histórica de las etapas por las cuales tendría pasado la humanidad - perduraron
hasta los jusnaturalistas de los siglos XVI y XVII. Esas etapas se conducirían de las formas
más primitivas a las más evolucionadas, hasta llegar al Estado, y en su origen estarían la familia
y la aldea.
Semejante concepción patriarcalita, que vigoró hasta Hobbes, tiene en la familia la
explicación genética del Estado - este sólo una forma ampliada de aquella8. Como bien ha
observado Habermas (1984, p. 16), ese modelo de esfera pública helénica - y no la formación
social que le fue subyacente - mantuvo a lo largo de los siglos su continuidad, "... una
continuidad exactamente en los termos de la historia de las ideas".
Ese modelo atravesó los siglos y llegó hasta los jusnaturalistas. Hobbes colocó como
punto de partida para la explicación racional abstracta - y no más histórica, como Aristóteles -
el estado de naturaleza, en lo cual la ausencia de organización política configuraría el caos
de la lucha de todos contra todos. La diferencia fundamental entre los dos modelos, según
Bobbio, está en la relación individuo/sociedad. En el aristotélico viene en el inicio la familia,
núcleo de todas las formas posteriores. Para Hobbes, es el individuo el punto de partida.

8
. Cf. BOBBIO & BOVERO 1987. p. 40-48. Complementares para esa discusión son, de BOBBIO 1987 y
BOBBIO 1988.

122
En el primer caso, la sociedad es comprendida en el sentido amplio de la organización
de la casa, del óikos: "un estado en lo cual las relaciones fundamentales son relaciones entre
superior e inferior y, por tanto, son relaciones de desigualdad, como es el caso, precisamente,
de las relaciones entre padres e hijos y señor y esclavos" (BOBBIO & BOVERO, 1987 p. 44
e ss ).
El modelo hobbesiano rompe con esa configuración patriarcal, estableciendo el modo
de ser pre-político - el estado de naturaleza - como un agregado de individuos aislados, de
libertad e igualdad o de independencia recíproca, presupuesto para la hipótesis contractualita
- base del liberalismo burgués. No es por mero acaso ser ese modelo jusnaturalista el reflejo
teórico y, al mismo tiempo, el proyecto político de la sociedad burguesa. En él, por primera
vez, la esfera económica se aparta de la política, la privada de la pública.
Tal vez fuese interesante intentar caracterizar la relación entre esos mecanismos
mentales que vienen de Aristóteles, impregnan el derecho romano y atraviesan toda la Edad
Media, para ser revigorados en la Renascenza (Anderson 1987), con utensilage mental o las
herramientas mentales, que Febvre (1943) definió como un conjunto de concepciones creado
en un tiempo específico, pero que perdura, presidiendo el arte de pensar de los hombres.
Una manifestación particular y muy ilustrativa de esas "prisiones de larga duración",
de ese renovado apropiarse de instrumentos del pensamiento, está en la construcción del
Estado imperial brasileño. Estudiamos cuarenta y cuatro obras de comentarios al Código
Criminal Brasileño de 1830, publicadas entre su promulgación y la Abolición de la esclavatura,
y pudimos en ellas constatar la preponderancia de una concepción aristotélica de Estado - como
una familia ampliada. El curioso está en que esa retomada ocurre (200 años) después de los
jusnaturalistas y los economistas clásicos. Aún así, es notable el esfuerzo de los juristas
imperiales en sustentar los cánones liberales - que importaban de la Europa – a pesar de la y
sobre la realidad esclavista. (Lo que ya ha dado lugar a toda una polémica sobre el "lugar de
las ideas").
La esclavitud constituirse en la explicación fundamental de la retomada del derecho
romano en el momento de la construcción del Estado imperial. En tres siglos de dominación
colonial se instituirá un sistema productivo que se organizaba a la semejanza del óikos griego
o del dominium romano. La lógica de la gran hacienda doméstica, autoritariamente dirigida -
conforme enseñó Weber - es asegurar la satisfacción de las necesidades del señor (Weber 1987,
p. 311 ss). El ejercicio de la dominación en la célula doméstica asume la forma patriarcal - lo
que significa que en ella la sumisión personal al señor es la garantía de la legitimidad de su
jurisdicción. Tanto en el óikos griego como en la plantation moderna era necesario depositar

123
en el señor el poder de disponer de sus dependientes - entre los cuales se encontraba la
esclavaría, en estado de permanente menoridad. Esa configuración ha sido diagnosticada por
Sérgio Buarque de Holanda en Raíces del Brasil:

En los dominios rurales es el tipo de familia organizada según las


normas clásicas del viejo derecho romano-germánico, mantenidas en
la Península Ibérica a través de innúmeras generaciones, que prevalece
como base y centro de toda la organización. Los esclavos, como los
agregados, dilatan el círculo familiar y, con él, la autoridad inmensa
del pater-familias. Ese núcleo bien característico, en todo se comporta
como su modelo de la Antigüedad, en que la propia palabra "familia",
de famulus, se halla estrechamente vinculada a la idea de esclavitud, y
en qué mismo los hijos son sólo los miembros libres de un vasto
cuerpo, enteramente subordinado al patriarca, los liberi.14

La extensión del poder patriarcal se revela en la atribución al señor del derecho de


ejecución privada de la violencia legítima - que en el Estado moderno sería de su exclusividad.
Los juristas imperiales son unánimes en reconocer ese derecho, previsto en el Código Criminal
en el artigo 14, parágrafo 6o. Lo legitiman a través del Jus vitae, et necis, que, como definió
un renombrado jurisconsulto del Imperio,

... era la facultad que tenía el padre, como juez doméstico de los delitos
cometidos por los hijos, de imponerles - sin ser necesario recurrir a los
juicios públicos - la pena merecida, y hasta la capital, cuando de ella
se hicieren dignos, visto que nadie mejor de lo que los padres podría
escrupulosamente ejercitar este derecho. (Azevedo 1851, p. 325)

De esa doctrina derivaron otras igualmente veneradas por los nuestros juristas, como
el respeto a las jerarquías, a la obediencia pasiva frente a los superiores, a la familia, a la honra
de la mujer etc.
En esa configuración específica, propia del esclavismo colonial, se ha fundado un
Estado estructuralmente homólogo, organizado como una familia ampliada, gestionada por
una summa potestas con poderes similares al del señor en su dominio - el imperador. Por eso
se torna más comprensible la concepción aristotélica de Estado de los juristas imperiales,
disimulada por un verniz liberal.

14
. HOLANDA 1984. p. 49. Nuestro estudio sobre el pensamiento jurídico en el Imperio se encuentra en
MALERBA 1994.

124
El ejercicio del poder legítimo arrastra a la necesidad de hacer mal para
reprimir lo mal. El poder legítimo se divide en político y doméstico. El
magistrado, o padre, o aquél que lo representa, no podían hacer
respetar su autoridad, un en el Estado, otro en la familia, si no
estuviesen armados de medios coercitivos contra la desobediencia. Lo
malo que ellos infligen tienen el nombre de pena o castigo. Por estas
vías de facto solo procurarán obtener lo bien de la grande como de la
pequeña sociedad, y no es preciso decir que el ejercicio de su autoridad
legítima es un medio completo de justificación, pues que nadie querría
ser padre si no tuviese toda la seguridad en el empleo de su poder (...).
No se puede, pues, dudar del Derecho que existe en el padre, en el
señor y en el mestre de castigar el hijo, el esclavo y el discípulo.
(énfasis acrecentadas) (Alves Jr., 1864, p. 284)

Sería natural que las relaciones personalistas, informales, patriarcales - como enseñó
R. Schwarsz -, sublimando la esclavitud, instituyesen como el nexo de toda la vida ideológica
las prácticas del favor, que ligaban el hombre libre y pobre al gran terratenente. Cumplía así
el importante papel de mediador entre los polos de la sociedad y, más simpático que el nexo
esclavista, ha utilizado por los escritores que en él basaron su interpretación del Brasil, "...
involuntariamente disfrazando la violencia, que siempre reinó en la esfera de la producción"
(SCHWARSZ 1977, 14 ss).
La configuración del Estado Brasileño a la semejanza de un gran óikos le dotó de
características muy particulares, opuestas a las que definen el Estado racional moderno de
Weber, cuya teoría del poder ha sido expresa por los jusnaturalistas: laicización del Estado y
subordinación del príncipe a las leyes naturales - que son las leyes de la razón; primado de la
ley sobre el costumbre; relaciones impersonales entre el príncipe y el funcionario, de donde
nace el Estado como estructura burocrática, y entre el funcionario y el súbdito, donde el Estado
de Derecho; y finalmente, como enseña Bobbio, una concepción anti-paternalista de poder
estatal, harmónica con los principios del iluminismo, "... definido como la era en la cual el
hombre finalmente se ha tornado adulto, en el Estado que tiene como meta no hacer los
súbditos felices, pero tornarlos libres" (énfasis acrecentada).(BOBBIO & BOVERO, p. 97ss)
A la mentalidad esclavista del siglo XIX sólo podría adecuarse, al contrario de
aquellos principios, una concepción eudemonista de Estado - que busca no la igualdad entre
los ciudadanos, pero la otorga de la felicidad a los súbditos. Esas percepciones fueron
ampliamente difundidas por los nuestros juristas del siglo decinueve, incluso lo más notorio
especialista en derecho público brasileño, José Antônio Pimenta Bueno - Marquês de São
Vicente (Bueno 1978).

125
La noción paternalista de Estado sólo podría dotarlo de este carácter eudemonista; de
ahí la permisividad cuanto al arbitrio, tanto del padre en su casa como del monarca, que debería
dirigirse el país como a su familia, en un verdadero ejercicio tutelar. Tobias Barreto de
Menezes, en 1882, brandaba contra esa forma centralizada y autárquica de poder que, "... con
su jefe de Estado perpetuo y hereditario, es una tutela política que desagrada al pueblo; porque
nadie quiere ser dirigido por los otros, y el carácter de perpetua menoridad es ultrajante a la
nación" (MENEZES 1977, P. 129).
De Tobias Barreto a Sérgio Buarque de Holanda, en los clásicos capítulos sobre "El
poder personal" y "La democracia improvisada", se ha desmitificado la ficción creada por los
juristas imperiales de que el ordenamiento político brasileño fuese similar a la monarquía
parlamentar inglesa. Aquí el sistema representativo altamente viciado y el patronato
transferían para las manos del Imperador la tomada de las decisiones, las derrumbadas de los
gabinetes, las disoluciones sucesivas de la Cámara popular - la voluntad del pueblo quedaba
reducida, en última instancia, a la voluntad más o menos caprichosa del soberano (HOLANDA
1983, p. 73).
La misma lógica organizaba las bases políticas de la nación. En la sociedad
impregnada de patriarcalismo, las facciones políticas se constituían en todos indivisibles,
cuyos miembros hallaban asociados por sentimientos y obligaciones - no por intereses e ideas.
Esas concepciones, lanzadas por S. B. de Holanda en uno de los más bellos capítulos de la
historiografía brasileña (La herencia rural, in Raíces del Brasil), han sido trabajadas por
autores de diversas tendencias. La proposición de que la familia patriarcal fornecía el
parámetro de las relaciones entre monarca y súbditos ha sido elaborada, por ejemplo, por
Oliveira Viana (1982, p. 435 ss), que elevó la solidaridad familiar a una de las instituciones
fundamentales del derecho costumbrero brasileño, se lo dando el nombre de "clan parental".
No sólo en el campo de la política y de la ideología se diagnostican el carácter
patriarcal y el ejercicio tutelar de la monarquía brasileña. Las artes en general, y la literatura
en particular, estuvieron bajo el Imperio a la merced del patrocinio del soberano - que en la
ausencia de un verdadero público consumidor, se hacía un sucedáneo de este. Así no sólo
dictaba los padrones de gusto, bien como encuadraba la intelectualidad (SOUSA 1985, p. 73-
88).
Después de la constatación del carácter patriarcal del Estado - y de la sociedad -
brasileños, surgen naturalmente algunas indagaciones. En primer lugar, ¿cómo se dio la
adecuación tan perfecta del régimen monárquico al Brasil naciente, se lo dejando de lado
explicaciones circunstanciales como la venida de la Corte joanina en 1808? ¿Por qué la

126
retomada vigorosa de instituciones basilares del Derecho romano - como el patrio poder y la
propiedad privada - por juristas que sustentaban el discurso liberal adquirido a través de una
formación homogeneizada (CARVALHO 1981)?
El principal nexo entre esas cuestiones es la existencia del cautiverio. El sistema
productivo conseguido en los tres primeros siglos a la base del latifundio tocado con el brazo
esclavo - y organizado autoritariamente según el modelo clásico del óikos weberiano -
subsistió a la Independencia política del país. Cupo a los legisladores legitimar esas
instituciones, asegurando la reproducción del sistema de producción. El verniz liberal no
suprimió el patrio poder y la propiedad del hombre por el hombre - cuya fuente de Derecho
venía de la Antigüedad clásica - la que los nuestros juristas reverenciaban abiertamente.
Natural es que ha sido que las relaciones personalistas, de apadrinamiento, en fin,
patriarcales, forjadas en el óikos, vazasen para la esfera política de la sociedad, haciendo con
que el comportamiento arbitrario del Imperador, el constante por a la prueba de su voluntad,
no contrariase la tendencia general de la época, la "ideología que atraviesa la atmosfera".
Como una vez ha percibido Paulo Mercadante, en este "fenómeno culturalista", el lenguaje del
grupo dominante impregnaba la colectividad y el modo de pensar del individuo singular se
confundía con el ideario colectivo. En eso residía la autenticidad del Imperador y a su
representatividad:

El poder personal no se extravasaba, no se tornaba extraño a las fuerzas


sociales, ayustándose, al contrario, a la corriente de las élites del
dominio. El imperador-individuo, tomado pues concretamente, tenía
en sí mismo una estructura social y, para emplear una expresión de
Marcel Mauss, el hombre total poseía en sí la sociedad total.
Mercadante (1972, p. 192)

***
Toda una literatura, más reciente en el Brasil, viene se ocupando de aquellos sectores
que trababan la lucha por la sobrevivencia en los subterráneos de ese mundo ordenado de las
leyes y de las ideas de los vencedores. En su cotidiano, esclavos, hombres libres pobres de
toda especie, negros forros, pequeños labradores, agregados, pequeños comerciantes,
pugnaban contra cosas más sublimes, más concretas que el modelo aristotélico de Estado,
como el plato de comida del día o librarse del chicote del feitor. Y en ese hacerse y sobrevivir
diarios criaban cosmologías propias, valores, visiones de mundo particulares, impregnados de
diversos credos, más o menos contaminados con la visión de mundo de los dominantes - e
igualmente de ella condicionantes. La constatación de que en aquellos que reproducían la

127
norma culta estaban incutidos valores que remontan a los griegos, no se explica recurriéndose
al rótulo fácil de ideología. Quien se dé al trabajo de correr las obras de glosa al Código
Criminal con las cuales trabajamos - o cualquier otra donde se manifieste la visión de mundo
esclavista - verá que valores como el deber de obediencia pasiva, sobre la honra de la mujer,
sobre el lugar de los marginales en la (o fuera de la) sociedad, las concepciones de público y
privado, el entendimiento particular de violencia, todo eso no es mera ideología de los hombres
preocupados en ordenar el mundo. Querían sí hacerlo, pero a su imagen y semejanza.
Acreditaban en eses valores y los difundían. Veían el mundo a través de esas lentes.
Si toda una gama de oprimidos, de destituidos, de marginalizados creaba
necesariamente en el cotidiano, estrategias de resistencia, resistían contra algo: contra el poder
instituido, la violencia legítima privada o pública, en fin, contra el facto incontestable de la
dominación. Como desde hay algunas décadas hasta hoy ya no se puede pensar la historia de
una única clase social, sino en oposición a otra en la lucha entre ambas, no se debe pensar la
historia de la resistencia cotidiana de los dominados sino guardando la referencia constante de
que existen dominadores. Caso contrario, se curre el risco de no entenderse, por ejemplo, la
pluralidad de las temporalidades de que habló Braudel - como en el ejemplo utilizado, la
existencia, a par de la vida cotidiana, de estructuras del pensamiento forjadas en la Antigüedad
clásica - "esas arquitecturas que el tiempo demora inmenso a desgastar y la transportar".
Arquitecturas aquellas que imprecaban la mentalidad esclavista en el Brasil imperial - y que
más o menos directamente incidían en la vida de la sociedad como un todo.
No hay criterios intersubjetivos que posan demostrar que las opciones teórico-
metodológicas, definidoras de los recortes de objetos y abordajes, posean en sí mayor o menor
estatuto científico o relevancia. Ni que sean excludentes. Es preciso superar ese raciocinio
restrictivo si se pretende aún la construcción del análisis histórica inspirada por la búsqueda
de la totalidad.

128
8. Bailes de fantasía:
las fiestas chilenas, la monarquía y
el golpe militar de la república en el Brasil (1889)136

Aí vem os chilenos, e já ferve o miolo ao povinho, com a


perspectiva próxima dos fartões de luminárias, em que
se vai distribuir por mil copinhos, com as respectivas
mechas e a competente ração de sebo, todo o fogo de
simpatia internacional da alma brasileira.137
Raul Pompéia

Uno de los episodios más folklóricos de la historia brasilera es el “baile de la Isla


Fiscal” (Baile da Ilha Fiscal) que se sitúa en una encrucijada de la historia que desafía a los
observadores. Nadie podrá cuestionar que se trata de un acontecimiento fuera de lo común en
la historia brasileña. Un baile de gala, marcado por el exceso y el lujo desbordante, ofrecido
por el gobierno de la monarquía a los oficiales del acorazado chileno Lord Cochrane. En medio
de la agonía del segundo reinado, el gobierno de la monarquía se encontraba bajo el mando
del Vizconde de Ouro Preto. La crónica de los periódicos publicada en aquella época, describió
detalladamente las presencias, las ausencias, los toilettes de las damas y el aparato dionisíaco
de la fiesta; regado con champaña y exquisiteces para el refinado paladar de más de cuatro mil
invitados que asistieron a aquella noche de gala. Ese episodio fue de tal magnitud que llamó
la atención de grandes figuras de la literatura brasileña como Machado de Assis, y Coelho
Neto Josué Montello, mientras que en el campo de la historiografía continúa siendo un tema
de controversia. Un hecho brillante en la historia de Brasil. Sin embargo el mero registro no
logra explicar la complejidad de los hechos, los cuales son atravesados por ejes de diversa
temporalidad, para cuya comprensión se requiere ir más allá de las crónicas y testimonios
dejados por los testigos que presenciaron el evento. Era el 9 de noviembre de 1889, lo sabemos
desde los tiempos de la escuela, y en menos de una semana se derrumbaría el orden imperial,
construido sobre filigrana a lo largo 49 años, en el reinado de D. Pedro II. Los chilenos
homenajeados no podían imaginar que anclarían en una monarquía y, apenas semanas después,
zarparían de una república. Entonces, no es posible referirse a las “fiestas chilenas” sin
relacionarlas con D. Pedro II, su reinado, los militares y el golpe de la república. Nuestros

136
Originalmente publicado en Historia (Santiago. Impresa), v. 46, p. 395-419-419, 2013.
137
Publicado em 06/10/1889. IN: POMPÉIA, 1981-1983, v.7, p.167-8

129
invitados presenciarán esta ruptura. Sin embargo los antecedentes de esta transformación nos
remontan a años anteriores, por lo menos al periodo de la Guerra de la Triple Alianza (1864-
1870) a partir de los cuales el imperio entraría en aquel movimiento que Sérgio Buarque de
Holanda llamó "plan inclinado". La herencia de aquella guerra, se reflejaría en el surgimiento
de nuevas ideas y actores que ganarían protagonismo: los abolicionistas, los republicanos y
particularmente los militares. De ahí que juntar en una única narrativa todos estos ejes
temáticos de diversas temporalidades, acciones y agentes no es una tarea fácil. Sin embargo
no es posible renunciar a la búsqueda de su articulación, sin incurrir en el pecado de señalar
los hechos como bordeando/flotando la superficie de la historia.
Nuestra comprensión alcanzará mayor profundidad si se intenta una articulación de estas
temporalidades, las estructuras y los acontecimientos tejidos a través del proceso narrativo y
por medio del estudio de interrogantes pertinentes.138 ¿Qué hacía aquel buque de guerra de
bandera chilena ahí? ¿Por qué el imperio brasileño distinguió a sus visitantes con tantos
honores? ¿Cuál fue el papel del viejo emperador? ¿Cómo fue que la sociedad de Rio de Janeiro
vivió y percibió aquellos intensos días de fiestas, galas y sorpresas? ¿Cómo se articulan las
fiestas chilenas con el imperio, los militares, la proclamación de la república? De manera
intencionalmente narrativa este artículo propone más que buscar respuestas definitivas,
formular de manera más clara las interrogantes, dialogando con algunas tesis de la
historiografía brasileña sobre el golpe republicano.
El Brasil era una isla monárquica rodeada por repúblicas. En la segunda mitad del siglo
XIX la paz estaba lejos de reinar entre las naciones en proceso de formación en América
Latina, como lo evidencia la Guerra del Pacífico, que involucró a Chile, Bolivia y Perú entre
1879 y 1883. El Brasil se mostró del lado de Chile en varias contiendas diplomáticas buscando
así establecer un balance de fuerzas y aplacar al mismo tiempo el poderío y las tensiones
territoriales con Argentina -con la que se encontraban en disputa-. Hasta septiembre de 1889
el imperio brasileño tuvo problemas con la Argentina por la “cuestión de misiones”, hoy
provincia con el mismo nombre del noreste argentino. Este conflicto fue resuelto a través de
la mediación del presidente de Estados Unidos. Chile, por su parte, desde 1876 había estado
intentando encontrar una solución a una disputa de carácter similar con la República Argentina,
alcanzada en 1898 a través de un arbitrario pacto dictado por el rey de Inglaterra. En medio de
idas y venidas estratégicas de la diplomacia internacional, los chilenos recibieron en enero de

138
Sobre la articulación entre los acontecimientos y las estructuras de la narración histórica, Cf.: MALERBA,
2011.

130
1889 en Valparaíso al barco brasileño “Almirante Barroso” con efusivas manifestaciones de
amistad, pompa y reconocimiento. Éstas muestras fueron registradas en detalle por el
comandante José Custódio de Mello, debido a que estaban en juego mucho más que simples
muestras de “amor fraternal”139 Los excesos con los que el gobierno imperial retribuyó a los
chilenos meses más tarde, tenía por objetivo estratégico demostrar al gobierno Argentino en
Buenos Aires hacia qué lado se inclinaba el imperio brasileño, en el marco del nuevo diseño
de las relaciones internacionales del Cono Sur.

El gobierno imperial no escatimó costos en la recepción de los ilustres visitantes de la


república de Chile y estos se manifestaron en numerosos homenajes, desfiles, banquetes,
cenas, bailes, visitas, entre otras efusivas demostraciones de amistad. Las malas lenguas no
perdonaron el exceso de estas ceremonias. Hablaron sobre el error brasileño por el exceso de
ceremonias. Inmediatamente después del día de su llegada, los oficiales, junto al ministro de
Chile y sus secretarios fueron recibidos por el emperador, luego pasaron a visitar a la prensa y
en la noche al Club Naval y al teatro lírico para asistir a la ópera Schiavo, de Carlos Gomes.
Los homenajes oficiales en los siguientes días exigían la preparación física de un atleta:
almuerzo en el Hotel de los Extranjeros, concierto en la Escuela de Glórica, homenaje de la
Revista Marítima, visita a los Ministros de Hacienda y Marina y al laboratorio de Estado, visita
a la Princesa Isabel y al Príncipe consorte y asistencia al baile por sus bodas de plata, visita al
jardín zoológico y excursión por Santa Teresa, Jardín Botánico, Casa de la Moneda, Cámara
Municipal, Escuela Militar, Escuela Politécnica, Escuela Superior de Guerra, instituto para
sordo-mudos, Colegio D. Pedro II, Club de Gavía, Club Derby, conciertos populares, regatas
de Botafogo, paseo por Tijuca, Corcovado y la baía de Guanabara.

El día 4 de noviembre tuvieron lugar los eventos de mayor esplendor, el espectáculo


de gala organizado por la prensa en el Teatro São Pedro de Alcântara, que contó con la
presencia de la familia imperial. Seguidos por otros honores como el banquete en el Palacio
de Leopoldina140 ; la visita a la Academia de Bellas Artes, al Colegio Militar, al Asilo de Niños
Inválidos, a la Imprenta Nacional, al Arsenal de Guerra y a otros establecimientos.

139
Cf. MELLO, 1896; VALLADÃO, 1959. También las concisas e argutas analysis de GUIMARÃES, 2002.
p. 70.
140
Realizado el 5 de noviembre, este evento fue organizado por el nieto del emperador, el Príncipe D. Pedro. El
reducido número de invitos –apenas 50- indica lo exclusivo que fue este banquete. Cf.: VALLADÃO, 1959, p.
238. Pedro Calmon también menciona esta fiesta. Para este autor, a pesar que ese evento pudo haber significado
el ingreso del príncipe al círculo imperial, al mismo tiempo fue su despedida. Mary Del Priori toma demasiado
en serio la idea del tercer reinado, abortado por el nacimiento de la república, bajo el cetro del primogénito de la

131
Además de esas visitas protocolares, se tuvo una agenda "cultural y científica", como
las visitas a la Facultad de Medicina, realizada el 21 de octubre, al Instituto Pasteur, al Museo
Nacional y a la Sociedad de Geografía. De estas, la más comentada por los testimonios y la
historiografía fue la solemne sesión celebrada en honor a Chile en el Instituto Histórico y
Geográfico Brasileño.141 Donde, por cierto, la “cereza de la torta” fue el baile de la Isla Fiscal,
de la que hablaremos más adelante.
Echar un simple vistazo a la lista de festejos y actividades resulta exhaustivo. Tanto
republicanos, como críticos al régimen tuvieron infinidad de material para atacar a la
monarquía. Raúl Pompeya fue de los que dejó un relato sarcástico:

De hecho, es necesario que un hombre se haya aferrado a los afanes de


la vida marítima en señal de resignación estoica a la vida militar, para
cargar la responsabilidad de ser ilustre huésped tal como sucedió con los
marinos chilenos. Los homenajes, las demostraciones amables se
sublevan contra ellos con real hostilidad. El entusiasmo va hacia el mar,
cerca del Almirante Cochrane, lo aborda, lo atraca, lo incendia. En la
cubierta surge una verdadera batalla naval, en la que las agresiones son
abrazos, los proyectiles son manifestaciones de afecto. (...) Incluso los
disparos son himnos, como en otras batallas. Y es necesario que los
chilenos respondan, quiero decir, se defiendan. En tierra, ocurre lo
mismo (...) En el muelle, en las calles, en los jardines públicos, en las
oficinas que visitan, en las salas de espectáculos, en los lugares donde
almuerzan o cenan, los amigos brasileños están alerta como enemigos y
las ovaciones agreden como torpes ataques. (POMPÉIA, 1981-1983,
v.7, p.167-8)

Raúl Pompeya fue lo suficientemente sensible para darse cuenta del significado de los
acontecimientos que se desenvolvieron bajo la mirada absorta de la población de Río de
Janeiro. Cuando se imaginaba que entre las fiestas de los chilenos el baile de la “Isla fiscal”
sonaría como “la nota más alta del concierto de manifestaciones” para los distinguidos
visitantes que estaban de paso por la ciudad. Es ahí donde surge la casualidad que esa “gran
fiesta de llamativas sorpresas”, les proporcione el mejor de los espectáculos que los patriotas
de una nación republicana podrían esperar; la proclamación de la república.142 Los chilenos no

princesa Leopoldina. Ésta última, hermana menor de la princesa Isabel -quien tuvo problemas para traer al mundo
a un sucesor- y su esposo, Luis Augusto Eudes María de Sajonia -Coburgo- Gotha. (La frase que saque queda
fuera de contexto. Consultar con el autor si se queda o sale) Cf.: DEL PRIORI, 2007. E CALMON, 1975,
v.4.1975, p.1559.
141
Que generó un número espcial de la revista del IHGB, Brasil-Chile, Cf.: Revista do Instituto Histórico e
Geográfico Brasileiro. Tomo especial, Brasil-Chile. Rio de Janeiro, 1889,
142
Publicado en 24/11/1989. POMPÉIA, 1981-1983, v.7, p. 205.

132
fueron meros espectadores. Resulta que, después de haberse establecido el nuevo régimen, el
día 16, llevaron a la familia imperial a bordo del navío chileno. En la biografía de D. Pedro II,
Heitor Lyra afirma que el conde Carapebus propuso la idea de negociar con el ministro de
Chile para obtener la autorización del gobierno interino para transportar a la familia imperial
a bordo de la nave chilena -“lo mismo que los oficiales del Gobierno Imperial ofrecieran, días
antes de la famosa danza de la Isla fiscal." (LYRA, 1940, p. 203) Joaquim Nabuco también
informa que se llegó a considerar que el navío que llevaría a D. Pedro II a su exilio sería el
mismo Almirante Cochrane.

El mismo Balmaceda [presidente de Chile] telegrafió el 16 de


noviembre al ministro chileno en Brasil para que se pusiese a órdenes
de D. Pedro II para transportarlo al exilio, en ese entonces el barco
Almirante Cochrane estaba anclado en nuestra bahía. El Sr. Villamil
viendo la revolución consolidada, dudó en cumplir una orden que podría
despertar la susceptibilidad en la nueva república y acentuar la aversión
diplomática brasilera, sensible desde las primeras horas del gobierno
provisional. Posiblemente debido a este temor del representante de
Chile, digo posiblemente, porque el emperador quizá hubiera preferido
zarpar al exilio a bordo del mismo Alagoas, con la esperanza de
posponer su separación definitiva de Brasil. Debido a aquel temor fue
que la dinastía brasileña no tuvo la honra de ser transportada fuera del
continente americano bajo la generosa guardia de la bandera chilena.
Esta última cortesía honraba tanto al Brasil como a Chile. Los chilenos,
republicanos por instinto y educación, acogieron con simpatía el 15 de
Noviembre como la fecha final del ciclo republicano en América. Sin
embargo nunca dejaron de admirar la intuición práctica de su
temperamento positivo, la obra democrática y nacional de la monarquía,
obra singular de paciencia, constancia, desinterés y patriotismo, seguirá
siendo en la agitado y convulsionado ambiente, de este siglo en América
Latina, un fenómeno casi inexplicable. 143

No es sólo sorprendente, sino que también resulta fascinante este hecho importante de
nuestra historia, en todo sentido es espectacular y en gran medida fue protagonizado por ... los
chilenos. Sin embargo ellos no pudieron percibir que las conspiraciones se articulaban en el
cuartel, desde hacía un buen tiempo. Por cierto, la proclamación de la república había sido tan
inesperada, que otros homenajes que el gobierno imperial pretendía ofrecer a los visitantes,
tuvieron ser cancelados; incluyendo viajes a Juiz de Fora, Ouro Preto, São Paulo y Santos.144

143
NABUCO, 1895. Disponible en la red:
http://digitalizacao.fundaj.gov.br/fundaj2/modules/visualizador/i/ult_frame.php?cod=258
144
Gazeta de Noticias, 14/10/1889.

133
II

Las fiestas chilenas y el baile de la Isla fiscal, el baile y el golpe de la república, la


república y los militares, los militares y los chilenos. Cada uno de estos tiene sentido a través
de la relación con los otros. En realidad, muchos ya habían dicho -con mucha razón- que los
militares venían preparado el camino para la caída del gobierno imperial. Durante casi dos
décadas, desde el fin de la guerra contra el Paraguay, surgió el enfrentamiento con el gobierno,
que debe ser entendido como un choque con los ministerios constituidos y no con el régimen
monárquico. Los antecedentes del conflicto nos remontan al abandono de las fuerzas armadas
(en particular del ejército) por D. Pedro I, quien temiendo un golpe de Estado prefirió desgastar
las relaciones con los uniformados y armar a los ciudadanos de la guarda nacional145 .
Conflicto que posteriormente fue llamado la “cuestión militar”.
Lenta, pero inexorablemente desde el fin de la guerra con el Paraguay debido a que tal
vez nunca antes en la historia del Brasil la prensa había sido tan libre, se fue consolidando un
clima de aversión hacia el gobierno imperial, fomentado por la desleal, y a la vez libre fuerza
de la opinión pública. A medida que la salud del emperador empeoraba, aumentaba
proporcionalmente la agitación en los cuarteles. La llamada “cuestión militar” tenía
antecedentes muy antiguos, desde el incidente en el que un diputado acusó al coronel Cunha
Matos de traidor y cobarde delante del ministro de Guerra-civil, como era la tradición del
Imperio, para disgusto de los uniformados. Ante este hecho el ministro mostró oídos sordos, y
Cunha Matos se defendió, acudiendo a la prensa y mostrándose abiertamente molesto por la
indiferencia de sus superiores ante los ataques dirigidos a su persona. Sin haber sido suficiente
la ofensa, el coronel fue además reprendido, arrestado y acusado por indisciplina. En ese
momento todo el cuerpo militar levantó la voz en rechazo a los daños causados a su camarada.
Entre tanto, otro oficial, Sena Madureira, fue destituido de su cargo también por indisciplina.
El militar de mayor prestigio en ese entonces, el mariscal Deodoro da Fonseca, prestaba sus
servicios en Rio Grande do Sul, desde donde se solidarizó con los oficiales sancionados por el
gobierno. Esta acción fue seguida por el Vizconde de Pelotas, héroe de la guerra contra el
Paraguay. A través de la libertad de prensa las declaraciones de los líderes militares brillaron
en la corte, alimentando así la oposición abolicionista y republicana.

145
Acerca de la Guardia Nacional,Cf.: BANDEIRA, 2000; CASTRO, 1977; RODRIGUES, FALCON, &
NEVES, 1981.

134
Hasta aquél momento la crisis militar se reducía a un episodio corporativo, de clase y
de carácter reivindicativo, en el que los militares de alto rango se mantenían fieles a la
monarquía. Sin embargo, el cuadro se fue complicando a medida que otros problemas de
carácter similar emergían. La prohibición que tenían los militares de participar de la vida
política del país fue un foco particular de tensión. Al mismo tiempo les molestaba tener que
asumir un rol policial, delegado por los jefes civiles de los cargos militares, transformándose
así en cazadores de negros fugitivos.146
Fue en medio de este escenario de creciente tensión que el emperador, atinadamente
comenzó a percibir que las fuerzas políticas comenzaban a moverse en contra de su autoridad.
Por primera vez parecía que el poder se desplazaba más allá de la órbita del trono. Si el golpe
militar de la mayoría encontró en D. Pedro convergencia, ese triunfo ahora estaba desgastado
(SCHWARCZ, 1998). El mismo Rui Barbosa no se cansaba de insistir en la inutilidad que
representaba la presencia del emperador en el funcionamiento de la nación. Consideró que el
mismo emperador, de manera subconsciente no estaba en contra de esa afirmación. Fue tan así
que no se esforzó para derrotar al movimiento en su contra cuando tuvo la oportunidad;
habiendo habido varias oportunidades para ello.

III

El miércoles 23 de Octubre de 1889, Bernardina Botelho de Magalhães, hija de Benjamin


Constant –quien fue el gran ideólogo del golpe militar de la república junto con el ciudadano
carioca Quintino Bocaiúva- anotó en su diario:

Papá se fue antes del mediodía a la invitación de los oficiales de los


Escuela Militar, con el fin de asistir a una fiesta que había por la visita
de los chilenos a la escuela; papá no apareció para cenar y estábamos
preocupados sin saber dónde iría y dónde cenaría, ya que a él no le gusta
andar uniformado. Cuando llegó nos contó que hicieron un brindis en su
nombre, él agradeció y como estaba presente el ministro de guerra
Candido de Oliveira, criticó severamente al gobierno por cómo se había
portado con el Ejercito, provocando constantemente conflictos, mientras
[los mlitares] siempre habían mantenido una actitud digna y respetuosa.
Los alumnos y casi toda la Escuela lo vitorearon con aplausos y flores y

146
Acerca del Ejército y la cuestión militar, Cf.: CASTRO, 1995; SCHULTZ, 1997; COSTA, 1996;
DORATIOTO, 2008; LEMOS, 1999; BESOUCHET, p. 433-462.

135
hasta las señoras fueron a felicitarlo y a entregarle flores. Papá dice que
habló casi una hora.147

Resulta difícil imaginar a una adolescente registrando en su diario el momento del parto de la
república, sin embargo, el episodio es bastante conocido. En ese discurso improvisado,
Benjamin Constant desafío al gobierno, convirtiéndose en la referencia moral de los jóvenes
oficiales que articularían el golpe de la república. En este evento, que en su programa oficial
pretendía rendir homenaje a los chilenos, exalta a la “juventud” y confronta al gobierno:
“hablando con franqueza acerca de los conflictos desagradables del ejército y el poder, que
siempre fue provocador de esos conflictos”, dice el borrador del discurso en su expediente
personal. Diversas fuentes coinciden en que el Ejército brasileño no estaba compuesto por
mercenarios (“janízaros”) y que “bajo el uniforme de cada soldado, late el corazón de un
ciudadano y de un patriota” (MACHADO, 1980, p. 138). Avergonzado, el ministro de Guerra
se retiró antes del final del discurso.
En una declaración de Tobias Monteiro, Vizconde de Ouro Preto y jefe del último gabinete
del imperio, reportó de la siguiente manera el episodio:
Cuando Benjamin Constant pronunció delante de los oficiales chilenos
un discurso inadecuado, al contrario que el gobierno, yo pregunté al
Sr. Candido de Oliveira, que en ese entonces era ministro de guerra,
cómo había procedido. ‘Me retiré para no continuar escuchando’
respondió mi colega. ‘Debía haberlo apresado’, objeté, ‘sólo así podría
ser corregida la falta de un oficial que se pronuncia contra sus
superiores, delante de ellos y además de los oficiales extranjeros.
¿Cómo nos juzgarán?’ Sin estar conforme con lo ocurrido y respecto a
ello hablé con el emperador. (MONTEIRO, p. 227-8)

Si el señor Candido hubiera procedido de esta manera, quizá la república hubiera tardado un
poco más en llegar, esperando por lo menos hasta la muerte del emperador. Pero no fue así.
Emocionado al final de su discurso, Constant fue felicitado de forma “entusiasta y delirante”.
Según algunas fuentes, cuando el ministro se retiró los jóvenes gritaban “Viva la República...
de Chile”, forzando una pausa exagerada y provocadora entre las palabras. Después del
discurso los oficiales jóvenes improvisaron un baile que duró toda la noche.148

147
MAGALHÃES, 2009, p. 64. Sobre el famoso discurso de Constant, ver la analysis de CARVALHO, 2007,
p. 212.
148
Quintino Bocaiúva ha utilizado el mismo malicioso juego de palabras en su diario O País, el 11 de octubre,
“Viva a República... do Chile”. Cf. MAGALHÃES, 2009, p. 64; DEL PRIORI, 2003, p. 35; CARVALHO, 1987;
CALMON, 1975, v. 4, p. 1540. HOLANDA, Sérgio Buarque. O fim do regime. In: 1977, p. 359. (História geral
da civilização brasileira. Tomo 2, Vol. 5)

136
El 26 de octubre, 15 días después de que el Almirante Cochrane llegará a Guanabara,
una declaración firmada por los cadetes de la Escuela Militar postulaba a Benjamin Constant
como el guía de la juventud de “la pobre patria, de ese desgraciado país donde el trono se
asienta sobre el espectro de un rey”. En respuesta fueron tomadas medidas disciplinarias contra
algunos oficiales y soldados, sin embargo ya era demasiado tarde.
Los periódicos ya escribían sobre “la ola de anarquía que reina” y sobre el descontrol
policial, en solidaridad con Benjamin Constant donde los militares mencionados llenaban las
columnas de los periódicos “los signatarios acompañan las deliberaciones hasta el terreno de
la resistencia armada”. Se estaba desobedeciendo públicamente al gobierno imperial.
Benjamim Constant acabaría por asumir, tal vez sin realmente desearlo, el papel de mentor
ideológico del golpe de la república, transformándose en la inspiración principal para Deodoro
da Fonseca para unirse a la causa republicana. (LYRA, 1940, p. 167)
Al calor de los preparativos para baile, impulsados por los mismos medios de
comunicación y retroalimentados por la historiografía posterior, corrían los rumores de que el
baile fuese tramado por la cúpula “imperial” como reacción a los ataques republicanos
desatados desde los cuarteles: un tour de force del ala imperial que buscaba reivindicar en las
elites cariocas el poder de la monarquía que aun gozaba de prestigio en las clases populares,
debido a la abolición de la esclavitud (JESUS, 2009). También se dice que para excluir a los
militares, estos no habían sido invitados al baile.149 En una declaración clásica de Tobias
Monteiro, el Vizconde de Ouro Preto, niega tal acusación: “(...) Dijeron entonces que yo llegué
a excluir del baile de la isla fiscal a los oficiales del Ejército. Vea esta carta del barón Sampaio
Vianna, organizador de la fiesta, el oficial del gabinete y la lista de nombres en ella.” Tobias
Monteiro describe dicha carta:
La carta del 8 de noviembre se refiere a la relación, ‘copia que ayer
presentaron al Sr. General Peixoto’, dice el signatario. Esta se compone
de cuarenta y cinco nombres, el primero de los cuales es el marqués de
Gávea y el último el capitán José Eulálio da Silva Oliveira. Entre otros
figuran los generales Floriano, Deodoro, Niemeyer, José Clarindo, Rio
Apa, Simeão, los coroneles Leite de Castro, Teixeira Junior, Ribeiro
Guimarães, Benjamin Constant, João Neiva y el mayor Pires Ferreira.
La lista concluye con la siguiente nota: ‘y veinte invitaciones en blanco
enviadas al Sr. General Peixoto’. (MONTEIRO, 1913, p. 223-224)

De ese error infantil Ouro Preto no puede ser acusado. Su testimonio debe ser tomado con
cautela, el respaldo de Tobias Monteiro garantiza la autenticidad, confirmada por el diario de

149
Lilia Schwarcz asegura que “... circulaban rumores de que las Fuerzas Armadas habían sido intencionalmente
excluidas de la lista de invitados”. Cf.: SCHWARCZ, 1998, p. 455.

137
Bernardina, hija de Benjamin Constant, por lo cual sabemos que la familia del líder
republicano no fue al baile a causa de la enfermedad de una de sus hijas.
Indiferente al hecho de haber sido invitados o no, las fuerzas conspiradoras andaban
sueltas.

Días antes del baile, corrían los rumores sobre la noticia de la intención del emperador
de abdicar al trono en favor de D. Isabel, bajo la condición de que ella también abdicase a éste
en favor del príncipe Pedro Augusto. Si bien los chismes podían ser falsos y maliciosos, es un
hecho que a partir de los primeros días de noviembre la cronología de los acontecimientos
parecía haberse acelerado. Ese jueves 7 de noviembre, las fuerzas de la conspiración se
pusieron en marcha desde temprano. Benjamin Constant recibió en su casa la visita de
Quintino Bocaiúva y de los oficiales Solón, Mena Barreto y Joaquim Inácio, además de otros
suboficiales y cadetes. Según algunas fuentes, ya se discutían tanto los detalles del golpe de la
república, como del destino del emperador. (MAGALHÃES, 2009, p. 78) Bernadina reporta
que sobre las continuas reuniones en la Escuela de Guerra y en el Club Militar, los periódicos
registraban una creciente ola de manifestaciones de indisciplina en los cuarteles. Los
republicanos querían convencer a Deodoro que la monarquía era capítulo pasado de historia
brasilera. Sin embargo, él tenía un argumento irrevocable que planteaba que la causa de los
males que afectaban a los militares radicaba en el gabinete del gobierno de Ouro Preto. Si bien
muchos de los pobladores de Rio asistían de manera descontrolada –o simulando descontrol-
al desfile militar de la proclamación de la República, los chilenos no tendrían más que percibir
ese movimiento. El futuro socio, gran-benemérito y secretario vitalicio del Instituto Histórico
y Geográfico Brasileño, Max Fleiuss testifica haber observado estos acontecimientos y
comenta que el clima de desconcierto continuó -hasta temprano en la mañana- incluso después
que la familia imperial se retirara de los salones de baile de la isla.

Después que el emperador se retirara, alrededor de la media noche,


comenzaron los rumores que el Club Militar estaba reunido para decidir
sobre la prisión del ministerio, rumor que se difundió sin alterar el baile.
Sin embargo, a pesar de toda la suntuosidad, realmente se sentía cierta
vergüenza, inexplicablemente en ese instante, pero explicable seis días
más tarde. (FLEIUSS, 1941, p.112)

Todos sabemos que lo que ocurrió seis días después, no resulta fácil de explicar debido
a que escape de determinismos simplistas, de suposiciones “naive” sobre los chilenos, los
militares, las fiestas y la república. Sin embargo, la fuerza de la opinión pública, alimentada y

138
manipulada por los medios de comunicación de la época, proporciona una buena pista. De esta
manera, la extravagancia del aparato imperial, impactante por si sola, fue además pintada de
colores vivos por los líderes de opinión: el exotismo y el costo de la ostentación de una corte
caía sobre los hombros del pueblo, posiblemente tomarían un sentido renovado.
IV
Si el baile de la “Isla Fiscal”, presenciado por el comandante Bannen y sus oficiales,
quedó inscrito en la memoria popular de la capital de Rio, se debe en gran medida al esplendor
del espectáculo, único en la memoria del segundo reinado brasileño. Los capítulos que
componen este volumen destacan algunos ángulos de la memorable función. Acerca de éstos
abundan las fuentes, puesto que no se habló, ni escribió de otra cosa por una semana y el tema
no hubiera cambiado en los círculos sociales, los salones y los periódicos cariocas si no hubiera
sido por el nacimiento de la República. Rio de Janerio hervía en las horas previas al baile. Ya
por la mañana de aquél sábado caliente y húmedo del 9 de noviembre, las principales calles
del centro de la ciudad estaban congestionadas con carruajes; todas las personas compitiendo
por los diseñadores de modas de la calle de Ouvido, las más visitadas eran Wellimcamp,
Formosinho, Doll, Guimarães, Barbosa & Freitas, Mme. Roche, Palais Royal, Notre Dame,
Mercier, Schimidt y Chesneaux. También resultaba difícil para los caballeros hallar un salón
para afeitarse. La “alta sociedad” de la corte competía para presentarse de la mejor manera,
pues corría la noticia, en la víspera de las fiestas, de la extravagancia con la que se estaba
preparando el evento. Toda la ostentación propagada se confirmó el día del baile. Coelho Netto
transmitela energía de esa frenesí en su prosa que vibra junto con el bullicio de la ciudad. El
movimiento agita desde temprano las calles del centro, sastres, costureras, zapateros,
comercios, tiendas y perfumerías están abarrotados. Cada vez se observan más peluqueros,
empleados y negros corriendo con paquetes de un lado al otro.
[...] no se hablaba sino del baile, en las casas, en los tranvías, en las
calles, alrededor de los kioscos, en los lustrabotas, desde los más
remotos suburbios, hasta el muelle, donde se juntaban para el embarque
de los alimentos, montones de globos venecianos, pantallas alegóricas,
un conjunto de mástiles que confrontaban el viento revoltoso, entre los
gritos de los tripulantes, que se desplazaban y cargaban las lanchas ya
abarrotadas. Además de la fiesta que alborotaba la ciudad era un lindo
sábado de sol, día elegante. Los que no iban al baile querían por lo
menos sentir los afanes, ver la ciudad, oír los comentarios, enterarse de
qué sería esa fiesta. Jamás hubo nada igual después de la guerra, ni
siquiera después de la llegada de las tropas del Paraguay. (Coelho Netto.
1929, passim )

139
Fuentes acerca de las “Fiestas Chilenas” del Archivo Nacional se encuentran
principalmente en la hemeroteca referente a estos acontecimientos memorables. Sabemos por
las columnas de O País y de la Gazeta de Notícias que la publicación estuvo a cargo del Sr.
Leon Rodde, empleando el material perteneciente a la desaparecida empresa Empresa de
Força e Luz, que consiguió producir la energía necesaria para 700 lámparas eléctricas,
alimentadas por tres motores. Un cuarto motor producía energía para iluminar 60 mil candelas
adicionales. La intensa iluminación generaba un efecto de “cesta de luz en el océano” descrito
por Machado de Assis en Esaú e Jacó.
Una secuencia de lujosos escenarios. Francisco Marques dos Santos refiriéndose a uno
de los salones de la cena, destaca que “además de estas salas dignas de nombrar, en el toilette
de S. M. la emperatriz, los muebles eran tapizados en rojo y dorado, las jardineras japonesas
llenas de ramos violentas, las flores que cubrían la alfombra y hacían juego con las ocho mesas
para jugar cartas.” (SANTOS, 1941, p. 76) Además de la descripción de estos ambientes, el
día del baile la Gazeta de Notícias detallaba la creciente expectativa de la población, en
especial de los invitados:

La sala destinada a la familia imperial puede ser separada de otros


ambientes interiores por grandes cortinas, en ésta hay 50 lámparas con
capacidad de iluminar 1344 candelas, además de 40 candelabros, cada
uno con 14 lámparas. La mesa de esta sala está puesta para utilizarse
con sillas y todos los muebles son de gusto refinado. A la derecha y a la
izquierda están los salones de baile, tres de cada lado, el toilette de
damas a la izquierda y el de la familia imperial a la derecha. Dos
orquestas tocarán en las terrazas laterales, una en la sala del bufett y una
banda de música en la torre del Arsenal de Guerra. La decoración de
cada una de las salas es idéntica […] guirnaldas de flores ocultan las
lámparas, el espacio entre las ventanas es llenado por un espejo grande
con borde de terciopelo, la alfombra es de un rojo carmesí colocado de
forma artística para quebrar el efecto pálido de la luz eléctrica en los
toilettes. Sobre los espejos, coronas de flores sujetadas por anclas de oro
y plata […] todas las dependencias están iluminadas por luz eléctrica.
Hay abundante follaje en todos los ambientes.150

Resultan exuberantes las dimensiones del lujo del servicio de buffet, preparado por la
prestigiosa confitería Pascoal. Entre meseros, cocineros y ayudantes movilizaron a 300
empleados. Se registraron 12 mil botellas de vino, champagne y otras bebidas, 12 000 sorbetes,
la misma cantidad de tazas de ponche, 500 platos de variada repostería. Se servirán además 18
pavos, 300 gallinas, 350 pollos, 30 jamones, 10 mil sandwiches, 18 mil frituras, 10 mil piezas

150
Gazeta de Notícias, de 9/11/1889.

140
de caza (Ej: conejo, perdiz u otros),50 peces, 100 lenguas, 50 mayonesas y 25 cabezas de cerdo
rellenas. El menú, ostentosamente decorado, era en un cuaderno forrado en satín con los
colores de las banderas brasilera y chilena. En la parte superior de la primera hoja estaban
impresas las banderas de las dos naciones.151
En medio de la multitud, Bernardina y sus hermanas, deben haber quedado maravilladas
con el movimiento de las damas y los caballeros, ya que fueron “al puente de los barcos a ver
la iluminación y los invitados que se dirigían al baile.”152 Incontables autores describieron en
detalle el toilette de las damas, cubierto de brillantes, terciopelo (en el que calor carioca de
noviembre), coronas, tiaras, piedras preciosas, perlas, tules, bordados, encajes y cintas. Un lujo
ostentoso, agresivo, que incluso algún testimonio de la época lo acusó de ser un susto
sospechoso. El exceso daba gritos y como evidencia de ello el relato de la Tribuna Liberal:

Poco después del inicio del baile. Lo que éste realmente fue, resulta
difícil de definir. La riqueza oriental de los toilettes, el brillo y ruido de
las sedas que apenas cubrían los hombros y espaldas de las señoras, el
terciopelo y las sedas finas custodiaban las puertas como si fuese
santuario. Los cuellos blancos y palpitantes de las brasileñas, salpicados
con brillantes, zafiros, esmeraldas, los diademas resplandecían en los
peinados artísticos de las jóvenes, el rubor argentino resultante del
entusiasmo afloraba de los labios de coral de avecillas sin plumas que
apenas tenían 15 o 18 primaveras. La galantería noble de los caballeros,
unos traían vistosas cruces que colgaban de cuello, otros ostentaban
broches en la solapa, violentas, rarísimas camelias; uniformes de un
dorado seductor que cubría los pechos patrióticos –¿cómo describir todo
esto?153

En medio de tanta confusión, no faltaron los momentos embarazos y los desaciertos de la


etiqueta de nuestra aristocracia rústica. El columnista del Correio do Povo, al día siguiente del
baile, describía con ironía la conducta de los caballeros de la Guardia Nacional, que el gobierno
quiso mostrar con honor para demostrar la fuerza de los militares del Ejercito. Por todas partes
habían plumas ondulantes en blanco y rojo, agitadas por la brisa marina, sin la menor elegancia
con los modales que no obedecían las reglas más tribales de la cuadrilla. En un impulsivo acto,

151
CASTRO CORRÊA, 1943 p. 253-268, disponible en la red:
http://www.docvirt.com/WI/hotpages/hotpage.aspx?bib=MHN&pagfis=9797&pesq=ilha+fiscal+gast%C3%A3
o+penalva&url=http://docvirt.no-ip.com/docreader.net#
152
“[...] papai foi ao Clube Militar.” MAGALHÃES, 2009, p. 80.
153
Tribuna Liberal de 9/11/1889. Es probable que el diaro haya sido publicado los días siguientes con fecha 9,
considerando el relato en pasado.

141
los militares acabaron dándole una paliza a un pobre joven que tuvo la mala suerte de tener un
desencuentro con los ciudadanos armados.

Parecía que una bandada de aves fantásticas aterrizaron para dar a sus
plumas un glorioso baño de luz eléctrica. Los oficiales no se contenían.
Giraban empujándose entre la multitud, arrugando con sus espadas los
vestidos de las señoras y arañando los abrigos de los señores con sus
charreteras. Me dije a mi mismo -tenemos una batalla naval !A bailar,
dios mío a bailar! No hay como los oficiales de la guardia de ouro
pretoriana para tener una noción exacta de las reglas del gran baile-.
Bailar con casco y espada -es el colmo [...] un muchacho pensó que el
guardia era divertido y se rió. Todos los de la guardia caerían sobre él
con espadas afiladas, rasgándole el abrigo. Lo dejaron ensangrentado,
casi muerto [...]. Bravo! No puede haber mayor heroísmo. Todos contra
uno [...] con las proezas de la Guardia consentida y patrocinada por el
gobierno. Esto coincide con la dispersión del Ejército, destacándose los
regimientos y dividiéndose los batallones.154

El periodista continúa destilando su sarcasmo en un ataque despiadado sobre los preparativos


del baile; la presencia de muchos “bicho careta” (gente que sin estar invitada asistía al evento)
con comportamiento inadecuado representando a las grandes autoridades imperiales.
Se observó que no hubo vergüenza ni escrúpulo alguno para gastar el
dinero del Estado, siempre y cuando la obra quedé limpia, ordenada y
perfecta, en gran parte de esta maravillosa lluvia de oro que inunda y
fertiliza todo el país [...] si la fiesta estuvo suntuosa y espléndida fue por
su decoración, desde otros puntos de vista fue también criticada. [...] el
mal ejemplo partió de mismo presidente del consejo que, en nombre del
gobierno, ofrecía aquel baile [...] su Excelencia [D. Pedro II] aturdido
por el extraño movimiento no conservó la compostura de un hombre de
Estado [...] caminó por los salones con paso apresurado y desmedido
como quién anduviese escapando de la justicia. Con la cabeza levantada
de manera calculada como para mostrar que vive con la frente erguida,
visiblemente desalineado, envuelto en medio de la compacta multitud,
moviéndose de forma errónea, con gestos desordenados y petulantes,
con aire afectado de suficiencia, imponiéndose con estudiada
arrogancia, inculcando ser el único hombre en este país, después de que
el conde de Motta Maia -que es el primer estadista de América del Sur,
como está escrito en su biografía a punto de llegar de Europa-. Era tal
su agitación, que se lo vio en el salón del buffet, arrastrando
violentamente de la mano al barón Drummond como si lo llevara para
ver a algún animal raro en el Jardín Zoológico. Aquel estado de
perturbación, parecía derivado de la inquietud que le producía la
maravilla que lo rodeaba. 155

154
Correio do Povo, 10/11/1889.
155
Correio do Povo, 10/11/1889. Al comentar sobre las prácticas sociales que circularon en los bailes, Lilia
Schwarcz, citando a Martins Pena, destaca la clara diferencia que existía entre la empresa de corte brasileño y

142
Joven en aquella época, Max Fleiuss hace más ligera su pluma para describir aquello que
denominó un verdadero despropósito. Las cuatro mil personas ahí reunidas en aquel evento
social: “figuras nunca vistas en ese círculo y mal acomodadas con abrigos prestados.” Para
Fleiuss el retraso del baile en función del fallecimiento de Don Luis I, rey de Portugal, fue el
principal motivo para justificar el gran número de invitados. En los 20 días entre la fecha
inicialmente prevista (el 19 de octubre) y la nueva fecha, se incrementaron las solicitudes de
invitación, que la secretaría de Ouro Preto en búsqueda de obtener apoyo político, distribuyó
de manera abundante.
Además de la aglomeración de la gente, el comportamiento de los invitados fue el
blanco de las críticas de Fleiuss.
Fue quizá en el baile de la Isla Fiscal, que nació a la par que ser servían
los manjares, habiendo incluso quienes sobornaron al mesero para
obtener buena cantidad de platos. Yo en particular he tenido oportunidad
de observar escenas ridículas ... Una de ellos era un oficial de la briosa
alzando con las manos enguantadas diversos bocadillos.156

Rodrigo Otávio Langaard de Meneses, magistrado y escritor, escribió en su libro de memorias


los recuerdos que guardó del emperador D. Pedro II. En un determinado pasaje comenta, el
inmortal fundador de la silla número 35 de la Academia Brasilera de Letras, fue justamente el
baile de la Isla Fiscal, la última vez que vería al monarca. El autor, personaje importa en el
marco de la república naciente, describe de manera irónica, que entre los múltiples festejos en
honor a los oficiales chilenos hubo una celebración que no estuvo programada: la
proclamación de la república. Sobre el evento, recuerda los contratiempos de los invitados en
medio del movimiento para poder llegar a la Isla
Fue una maravillosa celebración de esplendor, luces, elegancia y debido
a las circunstancias se constituyó el último destello de la monarquía. (...)
pese a que la elección del lugar no fue del todo acertado debido a la falta
de medios de conexión, o mejor dicho por la dificultad del embarque y
desembarque en la isla. Quién dispone de una lancha recorre el trayecto
fácilmente; sin embargo, para la mayoría de los invitados, el transporte
se realizaba en barcos de Niterói, puestos a su servicio por el Gobierno.
Los barcos sólo transportaban a los invitados al puerto de Pharoux
cuando las lanchas estaban llenas, lo que tomaba una cansadora hora de

cualquier ambiente europeo que pretendía imitar: "Las reglas de los bailes, mal interiorizadas, llevaron a
confusiones y revelaron como el teatro a menudo apenas se acercaba a la vida cotidiana. En un sertanejo na corte,
Tobías saca a Inés a bailar y cuando ella se propone un "galope", el pobre hacendero responde:, "Oh, oh, oh ...!
Esto es bueno! Entonces mi caballo también sabe bailar” SCHWARCZ, 1998, p. 115-116.
156
Briosa era el apodo de la Guardia Nacional. FLEIUSS, 1941, p.109-112.

143
espera. De la Isla igualmente para el embarque y el desembarque el
barco partía en las mismas condiciones donde no había ningún
dispositivo adecuado para atracar los barcos en el muelle. Este era casi
un acto de gimnasia para los señores de abrigo e insignias y las damas
de toilettes, vestidas para el baile, en aquel tiempo, ponerse de cuclillas
y arrastrar las nalgas con vestidos era algo trágico. (OCTÁVIO, 1978,
p. 33)

Testigo del baile antológico, Rodrigo Octavio comentó su perspicaz observación de este
movimiento. Aquellos cortesanos caricaturescos, cargados de galones y los más diversos
distintivos, sosteniendo una nobleza falsa, comprada o conquistada para la sobrevivencia por
el servilismo, se adjudicaban mayor majestad que la del propio soberano. Las decoraciones
traídas por algunos caballeros despertaron la envidia de unos y la burla de otros, especialmente
de los republicanos que también se encontraban en medio de aquel mar de gente. Sin embargo,
desde su trono, D. Pedro II se presentó de forma sobria e incluso discreta.
Entonces vi al emperador, rodeado de su familia, ministros,
diplomáticos. Mantenía su tamaño imponente, sin embargo este era
menos llamativo que aquel círculo de uniformados y engalanados
pechos que llevaban grandes cruces, brillantes, la cabeza descubierta,
chaqueta negra, ancha, mientras D. Pedro ostentaba apenas en el pecho
una preciosa medalla, nobiliaria del cordero Tosão de Ouro.
Embellecido en la maravilla y el esplendor de aquella noche de baile, el
viejo monarca no tenía idea de que en ese mismo instante, en un pequeño
apartamento del Campo de Santana se estaba concertando la caída del
Imperio, por lo que los días de su reinado estaban contados ...157

El pueblo, como siempre, se mantuvo distante. Como consuelo, los organizadores contaban
con la banda de la policía en traje de gala, quienes entretuvieron a las masas reunidas en la
Plaza al frente de la Isla Fiscal (SCHWARCZ, 1998, p.455). Por las columnas de la Tribuna
Liberal nos enteramos que:

Las eminencias que están más cerca, se encontraban literalmente


cubiertas por la gente del pueblo y muchas familias llevaron gran parte
de la noche observando los efectos de las luces, los acordes de las bandas
marciales y el movimiento de la gente. No había ninguna casa cerca al
local del baile que estuviese desocupada, todas habían sido invadidas

157
OCTÁVIO, 1978 p.33-34. También: CASTRO CORRÊA, 1943, p. 258.

144
por familias; los hoteles, hospitales, los arboles del palacio, la fuente,
las escaleras que dan al mar, todo estaba repleto ... todo estaba repleto.
158

Todo este lujo desbordante, ese exceso, esa ostentación que el pueblo observaba desde lo alto
de los cerros o en las empalizadas del muelle Pharoux, resultan extraños para quien acompaña
más de cerca la historia del segundo reinado y conoce el carácter de D. Pedro II, quién fue un
personaje singular. Es muy bien sabido, por diversas fuentes de la vida relativamente modesta
que llevaba la familia imperial. Dejando de lado algunas excentricidades que tuvieron lugar al
inicio de ese largo reinado, cuando D. Pedro era muy joven, es comprensible que un joven de
18 o 20 años de edad, se complaciera con fiestas, bailes y muchachas. Sin embargo, superada
rápidamente esta etapa de euforia juvenil disminuyeron las fiestas y bailes, y se dedicó
exclusivamente a la ciencia de las mujeres. Durante años vivió el emperador y su familia en
una gran sencillez, incluso contrarios a los compromisos sociales –lo que resulta paradójico
tratándose de una sociedad cortesana- y así fue durante casi todo su reinado. Un diplomático
argentino, Vicente Quesada, noto esta modestia en el cotidiano de la familia imperial al ver
que prácticamente no realizaban fiestas en Petrópolis: “No ofrecía fiestas [el emperador]”,
observaba Quesada, “a quien su palacio en Petrópolis le parecía mas una residencia de un
hacendero acomodado que el castillo de un soberano.” (LYRA, 1940, v. 3, p. 92) El último
baile en el Palacio, antes de las fiestas chilenas, fue en el lejano año de 1852, celebrando la
clausura del trabajo de las Cámaras. Se dice que la fiesta fue concurrida y que D. Pedro paso
la noche bailando con las cuadrillas contradanzas, danzas escocesas y valses (SCHWARCZ,
1998, p. 114-5).
Es aún más extraño que en el epicentro de una sociedad cortesana, el emperador fuese
reacio a las fiestas y los compromisos sociales. Prácticamente no iba y cuando lo hacía, su
presencia no era prolongada. Los salones y las ceremonias eran espacios y circunstancias que
permitían la reafirmación del poder soberano, imprescindibles para la extensión del antiguo
régimen sub specie ludens.159 Este detalle no ha pasado desapercibido para la historiografía.

158
Relato en la Tribuna Liberal de 9/11/1889.
159
Arno Mayer demostró la fuerte persistencia de una visón de mundo arcaica entre las élites europeas, que se
extendió hasta la Primera Guerra Mundial, no como un elemento frágil y decadente, sino mas como “la propia
esencia de las sociedades civiles y políticas europeas”: “ Las clases gobernantes en las que el elemento feudal era
evidente, eran todas nobiliárquicas. Su concepción del mundo estaba en consonancia con una sociedad autoritaria
y jerárquica en vez de liberal y democrático". Y la corte Bragantina era y se veía a sí misma como una corte
europea en el trópico. Cf.: MAYER, 1987, p.15-24. También. ELIAS, 1987; HUIZINGA, 1990.; BALANDIER, 1982.
SOUZA, 1999; NEEDELL, 1993; SCHWARCZ, 1998; MALERBA, 2000

145
En su estudio clásico, Wanderley Pinho analiza la relación de la familia imperial con los
principales a través de los cuales se socializaba con la corte. A excepción de los primeros años
del segundo reinado, muy poco se comentaba sobre las fiestas que la realeza patrocinaba. "En
una monarquía el rey y la familia real debe establecer el tono de la vida social, pero podemos
decir que Pedro II olvidó ese deber y no le dio ni ton ni son".160
Entre el período de 1841 (cuando fue el baile en conmemoración de la coronación del
emperador) y 1852 (el último baile celebrado en el Palacio cuando O Magnânimo apenas tenía
27 años de edad) el monarca llamó varias veces a las salas del palacio a la sociedad cortesana.
"La triste fama de la corte brasileña, como podemos ver, no fue fundada en aquellos primeros
años, cuando el propio Pedro II era gran bohemio, siempre dispuesto a bailar o estar de viaje,
con la Emperatriz o sin ella", comenta Pinho, después de describir algunos de los principales
bailes que se llevaron a cabo en este periodo. De esta manera se registra la figura del monarca
dispuesta a organizar grandes fiestas en la hacienda del barón Muriaé.

La etiqueta, una restricción ceremoniosa, el temeroso respeto que


inspiran los monarcas incluso siendo jóvenes, todo cedía al ritmo de la
polca, y fue ahí donde Su Majestad fue a depósito de azúcar para bailar
con la futura vizcondesa de Santa Rita. No bastaba esta expansión ya
que después de almorzar, a las cuatro de la tarde dando un paseo por el
jardín y la huerta, S. M. no se niega a participar de todas las
Contradanzas ofrecidas en honor a las damas de la casa.
Era un rey que se hacía ver por el pueblos. Joven de poco más de veinte
años, se divertía dejando expandir su juventud.
Nada similar a aquel severo y taciturno Pedro II que después parecía
querer mantener a la corte en el dolor y el alivio. (PINHO, 1942, p. 116)

El último solemne baile tuvo lugar en el Palacio, como se mencionó, el 31 de agosto de 1852,
por motivo de la clausura de las cámaras. Una concurrida fiesta, que mereció diversos
comentarios en los principales periódicos de la época durante varias semanas después del
evento. "Fue el último destello de esplendor de una corte que de ahí en adelante optó por la
sombra al no ser partidaria de las grandes fiestas de exhibición “. (PINHO, 1942, p. 116)
Lo que siguió después, fue la alienación permanente de la familia imperial en relación
con la alta sociedad del imperio. Wanderley Pinho hace una relación de esta relación en el
tiempo. Se destaca la abdicación del material de lujo que debe asumir la monarquía en la
construcción de su imagen en la sociedad. Su sencillez era la materia prima para la ácida crítica

160
En un pasaje de la obra Wanderley en el realizan una serie de comentarios acerca el baile de la Isla Fiscal está
en el Capítulo VI,“Os paços imperiais – São Cristóvão e Petrópolis”., Cf.: PINHO, 1942, p. 109-123.

146
de la oposición y de los caricaturistas del imperio161, observada sin piedad incluso por algunos
extranjeros que frecuentaban el palacio. Prácticamente la única distracción de la familia
imperial fueron las obras de teatros amateur que actuaban con algunos invitados seleccionados.
En aras de la verdad éstos eventos pueden ser más adecuadamente situados dentro de la esfera
privada de la familia imperial, y no en el ámbito de los "eventos sociales".
El único acontecimiento de envergadura que se contrapuso a esta vida simple fue el
baile de la Isla fiscal.
El tono predominante de la corte fue el de una melancolía a medias. Y
para que no le faltase una paradoja del destino, aquella dinastía que
parecía haber roto sus propias relaciones con la danza, exhala de repente
la mas pomposa fiesta de su reinado a partir de la cual Pedro II detenta
la última semana de su poder. (PINHO, 1943, p. 122)

Es ahí que se encuentra el paradójico punto de reflexión. ¿Por qué el emperador, quien
pasó casi cuatro décadas alejado de la vida social, permitió a su jefe de gobierno promover una
fiesta gastronómica para la glotonería como fue el baile de la Isla Fiscal, sabiendo que un
evento así retumbaría de manera negativa en la opinión pública? Aquello no tenía nada que
ver con sus costumbres y su perfil. ¿Hubiera sido una maniobra equivocada hacia el viejo
monarca resaltar la casa de su dinastía y a partir de ella dar continuidad a su mandato través
de su heredera? Mi hipótesis va en un sentido opuesto. El emperador dejó dar el último aleteo
al ave, sabiendo todo lo que ocurría a su alrededor sin mostrar resistencia alguna. Apenas se
entregó, por así decir de manera indiferente, a la fuerza implacable de los nuevos tiempos.
Hizo del baile el grand finale de su reinado y su despedida.
Esto les puede sonar extraño a las mentes más racionales, para quien el poder se traduce
en un fin mismo. Sin embargo creo que para un hombre como D. Pedro, quien en ese momento
de su vida operaba bajo otra racionalidad, debería estar más preocupado por su legado a la
historia, con las glorias de ser recordado como soberano ilustre, arquitecto de la nación, el
amigo de las luces, apegado al hastío del mando. Él sabía ejercer el poder, sin embargo nadie
puede negar su preferencia por las sesiones dominicales en el Instituto Histórico -para debatir
"cómo se escribe la historia de Brasil" o "si el estudio y la imitación de los poetas románticos
promueven u obstaculizan el desarrollo de la poesía nacional"- que asumir las funciones que
le correspondían en la gestión política y administrativa de su imperio. Puede sonar extraño,
pero yo opino que a D. Pedro le era ya indiferente el permanecer en el poder. Sin embargo,

D. Pedro fue “víctima” de los mejores caricaturistas del imperio, Cf.: LIMA, 1963; TEIXEIRA, 2001;
161

SALIBA, 2002.

147
estrictamente hablando, no hay evidencias que prueben cualquier indicio de este deseo. Fue
tal vez por ello que no reaccionó, ni trató de disipar a los militares y civiles republicanos
afanosos, en su plan de derribar la estructura imperial. Al contrario, continuó y hasta
intensificó sus relaciones con amigos y sabios del exterior, sus colegas del Institut de France,
Lesseps, la condesa de Barral, Nioac, viejos amigos que le mantenían informado de los últimos
acontecimientos en Europa. (BESOUCHET, 1999, p. 466)
Por otro lado, debido a su delicada salud, el emperador estuvo cada vez más alejado de
los asuntos de Estado con noticias esperanzadoras, para la familia y un grupo de amigos
íntimos. A pesar de todo efectivamente hubo ese filtro y la alienación del emperador en
relación a la política tiene mucho de libre albedrío. D. Pedro tenía el poder y las herramientas
para controlar a los disidentes, pero parece haber optado por no hacerlo. La libertad de prensa
tan mencionada, garantiza la circulación de las más feroces críticas contra el régimen y los
personajes públicos, encabezando el emperador la lista. Sin embargo ante todos los intentos
de restringir esta libertad, D. Pedro se mostraba siempre intransigente, al considerarla esencial
para el régimen. Aunque las noticias hubieran llegado a ser censuradas por sus aliados,
intentando que el emperador se aleje de la política cotidiana, él jamás dejó de estar consiente
de todo lo que estaba ocurriendo. Político "hábil, habilísimo", dijo Vicente Licínio Cardoso,
siempre se mantuvo al tanto del proceso que llevó a la caída del régimen.162
¿Será que la omisión es la mejor actitud que caracteriza la relación de D. Pedro para
con la corona y su Estado en esos momentos cruciales de nuestra historia? Yo creo que no!
Wanderley Pinho describe con extraña felicidad y “cierta soberbia", que dominó el carácter
del emperador y justificó su enajenación. Oliveira Lima sostiene que en la última década de la
monarquía, por una evolución natural del Gobierno o por la decepción de conservar a su
sucesión o de una dinastía, el emperador acabó por adherirse al radicalismo constitucional. En
lugar de enfrentar las dificultades políticas o simplemente evitarlas, cedía; llegando apenas a
capitular., al respecto prosigue el historiador:
D. Pedro II parecía cada día más apegado a su poder imperial que a su
realeza científica. Su ejemplar tolerancia llegaba a tal extremo de no
maldecir -como monarca que él era- a las repúblicas, comportándose
con un objetivismo digno de un espíritu budista, para analizar
argumentos desde el punto de vista de los adversarios, porque de lo
contrario sería un subjetivismo despótico del pensamiento.
(BESOUCHET, 1999, p. 510)

162
Cf.: CARDOSO, 1924; CARVALHO, Introdução. en: VIANA, 2006, p. ix-xxii. BESOUCHET, 1999, p.
508.

148
El emperador era aficionado de la "ciencia" de ese entonces, sustentada en la
observación objetiva, desapasionada, esto no es una simple suposición, sino que es un hecho
que está documentado. Tomemos el caso de Benjamin Constant, el mentor intelectual y líder
activo del golpe de la república. Después de su ardiente discurso en la Escuela Militar el 23 de
octubre delante de los chilenos, arremetiendo contra el régimen, delante del ministro de
Guerra, bien podría D. Pedro haber controlado al movimiento en ese momento, simplemente
deteniendo a sus líderes. Incluso el Vizconde de Ouro Preto le propuso nombrar a otra persona
para la dirección de la Escuela Superior de Guerra, en lugar del Mariscal Miranda Reis, sin
embargo el emperador se negó. Ouro Preto comenta el hecho:
Imagine lo que dice el emperador, continuó el Vizconde: ‘Que, la cosa
no va por ahí”. Ud se imagina el resultado de ese consejo? Un lobo no
se come a otro lob. Mire, Benjamin es una excelente criatura, incapaz
de generar violencia.Además de eso es muy amigo mio; mande a
llamarlo, hable con franqueza y verá que él terminará retomando a su
cauce’. (MONTEIRO, 1913, p. 229)

Después de consumado el golpe el 17 de noviembre, ya detenido por el nuevo régimen, D.


Pedro manda a llamar a su amigo Constant que se despide de El. Bernardina Botelho en
elocuente registro escribió sobre el estado de ánimo de su padre:
El Emperador embarcó hoy para Italia con toda su familia, dijo que
reconocía en papá y en el general Deodoro a verdaderos amigos, el
partió voluntariamente, porque los militares le hicieron notar que su
permanencia podría provocar una guerra civil, por ser él muy estimado
por el pueblo. consta/.. que Él manifestó el deseo de hablar con papá,
sin embargo papá no fue, porque quedaría muy conmovido y no tenía el
coraje para hacerlo. (MAGALHÃES, 2009, p. 87)

No es de extrañarse que en ese contexto, muchos de los mismos defensores de la república no


vieran en D. Pedro II un obstáculo para el nuevo régimen, sobre todo por su sencillez y
personalidad ilustrada.

VI.

Si los salones, bailes, veladas (culturales), juegos de azar y otros entretenimientos


promovidos por gente bien” de Rio, eran excelentes pretextos para la articulación política, la
figura de mayor expresión de la nación se mantuvo al margen de ellos, como vimos, con la
excepción notable del baile a los chilenos. Lilia Schwarcz, basándose en Wanderley Pinho,

149
afirma acertadamente que en los tiempos de D. Pedro II los salones y los bailes servían de
espacios, no únicamente para las prácticas sociales, sino también posibilitaban el debate entre
los distintos frentes impulsando las conciliaciones. El barón Cotegipe solía decir "no se hace
política sin bocadillos". En todas las provincias y en especial en la corte, los eventos sociales
acostumbraban a reunir sin vergüenza a personas de distinta posición política; conservadores
y liberales. En esos eventos, las propuestas políticas buscaban el equilibrio, el centro, la
conciliación.163 Este puede haber sido el propósito del Vizconde de Ouro Preto, al utilizar el
baile con la intención de enfriar a la oposición.
La fiesta parecía más una gran confraternización. Congelados los
conflictos, se reunieron en el mismo salón liberales y conservadores; la
Corte y sus barones, e incluso el primer teniente de la Marina, José
Augusto Vinhaes, quien tendría un papel importante en el golpe que
sellaría el destino del Imperio, unos días después. (SCHWARCZ, 1998,
p. 455)

En la conclusión de su obra clásica O teatro de Sombras, José Murilo de Carvalho,


basado en las categorías de H. White, plantea la teatralidad de la monarquía brasileña y
sostiene que el baile de la Isla Fiscal fue el acto que simbolizó la comedia del fin del imperio.
El evento tuvo como objetivo precisamente el apaciguamiento de las relaciones conflictivas
en un clima festivo y de conciliación. Varios personajes, rivales en la escena política, en el
baile socializaban en un clima amistoso: "[...] los anfitriones liberales y los conservadores
invitados, el rey y su corte; los barones del café ya en parte con la abolición a favor de los
grandes préstamos recibidos (...) hasta el mismo primer teniente de la Marina José Augusto
Vinhaes, que días más tarde asumiría un rol importante en el golpe militar a cargo del servicio
de Correos y Telégrafos". (CARVALHO, 1996, p. 422)
Esta acto de confraternización, visto desde otro ángulo puede ser entendido como
expresión crónica de fluidez ideológica, evidente no sólo en la práctica del partido sino que se
extiende a todo el universo mental de los hombres y mujeres que atendieron los homenaje
organizados para los chilenos. La pluma afilada de Machado de Assis al respecto señala: "No
sólo fueran los liberales al baile, fueron también los conservadores, y aquí cabe el aforismo de
doña Claudia, no es necesario tener las mismas ideas para bailar en la misma cuadrilla". Tal
grado de naturalidad confundía a todos, incluso a los actores históricos que la historiografía

163
No por casualidad fue bautizado el período del mandato Honório Hermeto Carneiro Leão, marqués de Paraná,
entre 1853 y 1858.como la Conciliación, en ese contexto significó propiamente un acierto programático, de ideas.
Los partidos conservador y liberal continuaron existiendo. Sin un programa diseñado, la conciliación fue más un
acercamiento de los hombres que de sus principios. Cf.: MALERBA, 1999.

150
posteriormente dibujó con nítidos contornos, como los republicanos evidentes o monárquicos.
Hemos observado los estrechos vínculos de amistad que mantuvo el emperador con Deodoro
y Floriano. La casa de este último, recibía con las puertas abiertas y siempre con la misma
generosidad y cariño a Quintino Bocaiuva o a Carlos de Laet, su colega en la Escuela Normal
y gran amigo de la familia, a quién Constant también frecuentaba, aunque ardiente defensor
de la monarquía, que hizo campaña contra la república después de 1889. 164
Debió ser difícil para Benjamin Constant manejar tantos conflictos, su amistad con el
emperador, su lugar (en la familia y) en la corte. ¿Y si Alcida, su hija mayor, no estaría
enferma? Bernardina que anotó en su diario, que ella y sus hermanas no pudieron ir al baile
debido a un contratiempo con la enfermedad su hermana. El 5 de noviembre (víspera del baile)
Berdardina escribió en su diario: "… Alcida expresó hoy su deseo de ir al baile de la Isla Fiscal,
lo que nos sorprendió mucho y nos causó alegría al ver que está mejor, pero como falta poco
para el día del baile nosotros no iremos, porque no tenemos tiempo para hacernos los vestidos".
(MAGALHÃES, 2009, p. 77)

VII

¿Cómo articular en una sola narrativa con hechos que se entrelazan: las fiestas chilenas
y el baile de la Isla Fiscal, la república y los militares, los militares y los chilenos? Los hechos
están muy bien establecidos y documentados, difieren únicamente las interpretaciones. En un
golpe de especulación lanzamos una interrogante más con el objetivo de pensar en una tesis
muy fundamentada en la historiografía. ¿Fue uno de los factores determinantes del golpe de la
república el temor de algunos sectores de la sociedad en relación a un posible tercer reinado?
En su análisis del baile de la Isla Fiscal, Mary Del Priori apoya esta tesis:
Pasada la euforia frente del acto [el 13 de Mayo], el miedo se apoderó
de aquellos que no querían un reinado de Isabel I y su consorte, el Conde
d'Eu. Sin formar parte directa del gobierno, el cónyuge real cumplía con
los requisitos previsto en la Constitución para recibir el título de
emperador. Y ya estaba seguro que sería un reinado de camarillas y
beatos. (DEL PRIORI, 2003, p. 3)

164
Sobre Carlos de Laet, Cf.: CHEDIAK, 1942; CHEDIAK, 1943; No centenário de Carlos de Laet, número
especial da revista Verbvm, da Universidade Católica do Rio de Janeiro, tomo IV, fasc. 4, dezembro de 1947.
Sobre o amplo anedotário laetiano, ver “Introdução”. In: LOPES, 1964; e SANTOS, 2010, p.63-67.

151
No hay duda que los críticos del régimen pueden haber utilizado ese argumento como
artillería en el campo de la guerra de rumores. Pero no es fácil encontrar evidencia que
cualquiera de los actores principales de esta trama, desde Constant hasta el mismo D. Pedro,
creyeron realmente en la posibilidad de un tercer reinado teniendo al Conde d'Eu como la
eminencia gris del proceso. Esta suposición ganó evidencia empírica bajo la pluma de uno de
nuestros más grandes historiadores, José Murilo de Carvalho. En su libro O teatro de sombras,
(El teatro de las sombras) el Prof. José Murilo se basa en Machado de Assis al destacar un
aspecto que evidencia el carácter ficticio de la caída de la monarquía:
En la isla iluminada como un cuento de hadas se desenvolvía la fiesta
más grande del segundo reinado. Tal vez fue la intención de los
organizadores sugerir la inauguración del tercer reinado, fantasía
concebida por uno de los personajes de Machado de Assis en su ensayo
Esaú e Jacó y reproducido en el cuadro de Aurelio Figueiredo. Los
símbolos eran perfectos. Se reunía la corte y la élite en una isla
iluminada separada de la ciudad, desde donde durante 67 años se
gobernaba al país, y se planteaba el renacimiento imperial, al mismo
tiempo, los militares se reunían en su club para ultimar los detalles de la
preparación para el golpe del15 de noviembre. (CARVALHO, 1996, p.
23)

152
Aurélio de Figueiredo, O ultimo baile da Ilha Fiscal, 1905
(óleo sobre tela, 125 X 97 cm)

Carvalho retoma este argumento en su reciente biografía de D. Pedro II, el baile de la Isla
Fiscal es entendido como un golpe de publicidad incitado por Ouro Preto para promover el
tercer reinado. Uno de los capítulos de la biografía abarca el baile de la Isla Fiscal. Gran parte
de su análisis se basa en el romance Esaú e Jacó, el asistente de Cosme Velho, que narra el
evento en el famoso capítulo "Terpsícore". El presidente del Consejo había tramado una gran
fiesta en homenaje a los oficiales chilenos, de proporciones nunca antes vistas en la corte.
Finalmente, el baile se celebra el 9 de noviembre en la isla fiscal: "El palacio de la isla estaba
iluminado con 700 lámparas eléctricas y a la recepción asistieron unos 4.500 invitados. La Isla
brillaba con la luz de 10 mil faroles venecianos, motivando al consejero Ayres, narrador de la
novela Esaú e Jacó, Machado de Assis, al referirse a ella como un sueño veneciano".
(CARVALHO, 2007, p. 212-213)
Carvalho hace explícita la deuda de su análisis para con la obra de ficción de Machado,
retomando la relación de esta con el famoso cuadro pintado por Aurélio de Figueiredo.
Mientras la familia imperial, el gobierno y la alta sociedad cortesana
bailaban al ritmo del vals, en el Club Militar un puñado de
conspiradores ultimaban los detalles del asalto al poder. La ironía de
la situación inspiró al pintor Aurélio de Figueiredo, hermano de Pedro
Américo, a pintar en 1905 el cuadro O último baile da monarquia.
En primer plano, Figueiredo destaca a la familia imperial y de los
políticos. En la parte superior derecha el sueño del tercer reinado
representado por la coronación de Isabel I. A la izquierda, la marcha
de la historia figurada en el episodio de la proclamación de la
República. El pintor puede haberse inspirado también en el capítulo ya
citado de Esaú e Jacó, novela de 1904, en la que Natividade, madre
de los gemelos, Pedro y Paulo, pensando en el baile, sueña con el hijo
monarca. Pedro, inaugurando el siglo XX y el tercer reinado como
ministro. Para el sueño de Natividade, Figueiredo comparó otro sueño
de Paulo Republicano. (CARVALHO, 2007, p. 212-213)

La relación entre el cuadro de Figueiredo y la novela de Machado ya había sido


brillantemente analizada por Alexandre Eulálio. Acerca de “Terpsícore” - la diosa de la danza
en la mitología griega, representada con una lira en las manos, con lo que Machado bautizó el
capítulo referente al baile– observa Eulálio que la prosa de Machado está en las antípodas del
relato natural de Coelho Netto165. Para pintar el cuadro del acontecimiento en el escenario

165
Es bien conocida la crítica de Machado a la estética naturista: “Volteemos la mirada a la realidad, pero
excluyamos el Realismo...' Osea, la literatira busca la realidad, interpreta y enuncia verdades sobre la sociedad,

153
idílico de la Isla, Machado de Assis no "rememora", sin embargo, imagina cómo cada uno de
sus personajes lo había vivido. La crítica que Eulalio hace del cuadro de Aurélio de Figueiredo
se basa en que este crea un ambiente particular: "de su cuadro conocido como O último baile
do império, pero que el propio autor lo tituló: A ilusão do terceiro reinado.” (EULALIO, 1983:
p. 185 ss,) De acuerdo con Figueiredo, autores importantes de nuestra historia, como J. M. de
Carvalho, fundamentan sus interpretaciones del episodio en la suposición de una expectativa
popular de un tercer reinado, basados en la producción ficticia de Machado. Sin embargo con
Eulalio, es importante reforzar el carácter de narrativa de ficción de Machado.
El autor se satisface en esbozar el ambiente con cuatro o cinco
pinceladas: pinceladas de maestro, absolutamente cierto. Habla de las
“horas” suntuosas que serían recordadas por todos los presentes. Evoca,
en una línea, la sensación de irrealidad que provocaba “aquella cesta de
luces en medio de la tranquila oscuridad del mar”, y sintetiza, en otras
tres, el flotar de Flora en medio del remolino mágico. (EULALIO, 1983:
p. 185)

El suntuoso aparato es construido por Machado para acentuar el carácter idílico de irrealidad
de la representación del baile, tal como evocado sentido y esperado por sus personajes. No
existe ahí una presentación figurada, “ las extrañas líneas de la sugestión del ambiente”
presentes no son mas que “trazos concisos que apenas procuran inculcar el ambiente festivo
de esa isla encantada, que un instante se iluminó como un lugar falsamente mágico.”
(EULALIO, 1983: p. 187) El problema que Eulálio ve en Figueiredo es al pintar esa única
línea para crear el ambiente en su cuadro:

[…] Machado debe haber hablado con la profundidad de un artista


plástico, provocando en él una mezcla de contradictorias emociones.
Habiendo participado en el baile, deseó convertirlo en el tema central de
una composición ambiciosa que tuviese al mismo tiempo el carácter
documental del “evento presenciado” y la grandiosidad del género
histórico... (EULALIO, 1983: p. 187)

Para alcanzar su propósito, Aurélio de Figueiredo proyectó a partir de la ficción de Machado


sus propias intenciones en la figura de la princesa Isabel que aparece en la novela como uno
de los personajes que asistieron al baile como la futura emperatriz de Brasil. Buscando valorar
la enajenación de una élite que "bailaba en la cima del volcán" (CAMPOS, 1993), como se

sin que para ello deba ser la transparencia o el espejo de la 'materia' social que representa y sobre la cual interfiere”
Cf.: CHALHOUB, 2003, p. 91-93.

154
señaló en su época, el pintor alternó el carácter a veces paródico y a veces nostálgico de las
"visiones" que los actores de Esaú e Jacó albergaban, en la escena del baile de Machado,
transformándolas en la pantalla con enfoques alegóricos explícitos. Sin embargo se debe tener
en cuenta que Machado es el mayor maestro en el uso mismo de la “ironía”, basta con recordar
el argumento que colocó en los gemelos en el vientre de la Natividad; Pedro el monárquico y
Paulo el republicano, ambos peleando a puntapiés ya desde el vientre de la madre, en el
emblemático año de 1871, cuando tuvo lugar la edición de la Ley del Vientre Libre.

En el contenido idílico de la narración de Machado se reconoce la expresión de una


percepción interiorizada, casi introspectiva cómo sus personajes experimentan en el evento,
indiscutible cuando pensamos en la ambientación del escenario de la fiesta. "La novedad de
la fiesta, la cercanía al mar, los barcos perdidos en la sombra, la ciudad al frente con sus
lámparas de gas abajo y encima, en la playa y las colinas. Ahí están los aspectos nuevos que
encantaron a [Flora] durante aquellas fugaces horas." Lo mismo en relación el futuro reinado
de la princesa Isabel:

No le faltaban pares, ni conversación, ni alegría ajena y propia. Ella


compartía toda la felicidad de los otros. Veía, oía, sonreía y se olvidaba
del resto para adentrarse consigo misma. También envidiaba a la
Princesa imperial, que vendría a ser Emperatriz un día, con poder
absoluto para destituir a los ministros y damas, visitantes y
pretendientes y quedar sola en el más recóndito Palacio.166 (ideas
resaltadas propias)

Por lo tanto, no será vano recordar que ambas obras -tanto Esaú y Jacob, 1904, como
A ilusão do terceiro reinado de Aurelio de Figueiredo, estrenada en el Teatro de La Paz en
Belém do Pará en 1907– son proyecciones retrospectivas y rememoraciones creativas del
acontecimiento. Cuando Machado "describe" las escenas del baile, la intuición de sus
personajes y cuando Figueiredo representa la marcha de la república por sobre las cabezas de
los invitados a puertas del palacio, ambos ya sabían que el desenlace de esta historia se
traduciría en la República, proclamada seis días después del baile. Éstas son proyecciones
teleológicas del desenvolvimiento de los hechos producidos literalmente post festum. La
república entera ya sabía que el tercer reinado nunca sería más que una ilusión.

166
MACHADO DE ASSIS. Esaú e Jacó, passim.

155
9. Herencias Brasileñas:
Construcción y desconstrucción del Brasil, siglos XIX y XX167

1 Introducción
La compleja entidad política y social llamada Brasil, tal como la conocemos hoy,
resulta de cinco siglos de historia, marcados, como prescribió lord Von Martius en su
monografía sobre “Cómo se debe escribir la historia del Brasil”, por el encuentro de tres
grandes agrupamientos humanos: amerindios, centenas de naciones que originalmente
habitaban estas latitudes cuando de la llegada del colonizador europeo; europeos, inicialmente
los híbridos y aventureros portugueses; africanos, de diversas y ricas etnias, traídos para mover
la máquina colonial con su trabajo, en la condición de esclavos. 168 Esa entidad que viniera a
ser el Brasil, para todos los efectos, surge a partir de la expansión del capitalismo comercial
europeo por el globo y la anexación de longincuos territorios en la ruta de ese nuevo modo de
organización de la economía, que por vuelta del siglo XVI comenzaba a unificar el mundo
bajo su lógica. Durante los tres primeros siglos, el Brasil ha sido una especie de grande factoría
de la corona portuguesa, organizada con fin de generar la mayor riqueza con o menor cuesto
financiero posible. La tierra se concentró en las manos de pocas familias, así como el poder y
el prestigio. Se organizó el país en régimen de grandes propiedades fundiarias, básicamente
exploradoras de riquezas minerales o monocultoras de productos tropicales vueltos al
abastecimiento de mercados europeos. En un primero momento, se las vía el brazo de esclavos
buscados en los sertones del país – los “negros del gentil de la tierra del cabello corredizo”;
después, fue el elemento esclavo buscado en la África, iniciándose el tráfico intercontinental
que integró los tres continentes en la sórdida economía negrera. el país experimentó sus
primeros tres siglos de historia como una verdadera cornucopia, de la cual se extraían las
riquezas que mantenían la corona portuguesa libre en el concierto de las naciones europeas.
En la virada del siglo XVIII para el XIX, los vientos revolucionarios barrieron la
Europa y llegaron al continente americano. En los 50 años entre 1776 y 1825, prácticamente
todas las regiones de las Américas se independieron de sus patrias-madre: lo que hoy llamamos

167
Originalmente publicado cómo: “Heranças brasileiras: construção e descontrução do Brasil (século XIX e
XX)”. In: PASSADOR, Claudia Souza; PASSADOR, João Luiz. (Org.). Gestão Pública e Desenvolvimento no
Século XXI: Casos da Companhia de desenvolvimento dos Vales do São Francisco e Parnaíba (Codevasf). São
Paulo: Annablume/Fapesp, 2007, p. 79-106.
168
Karl Friedrich Phillp Von Martius ha ganado el concurso “Como se debe escribir la Historia del Brasil”,
promovido por el IGHB en 1844. La tesis del naturalista alemán se centraba en la especificidad de la trayectoria
histórica del país tropical, a partir de la tesis de las tres razas formadoras. Cf. WEHLING 1989; SCHWARCZ
1993.
de América Latina se ha pulverizado en inúmeros países libres, que adoptaron el régimen
republicano y abolieron lo que había de trabajo esclavo (con excepción de las Antillas del
Caribe). Estados Unidos y Brasil tuvieron destino diferente: allá se adoptó el régimen
republicano federalista y democrático y aquí la monarquía constitucional. A pesar de esa
diferencia de formato político, ambos países lograron mantener la integridad de su territorio y,
principalmente, la continuidad del trabajo esclavo.169 Esa riquísima página de la historia de las
independencias ha marcado definitivamente la trayectoria de las Américas independientes en
los últimos doscientos años.
En este breve ensayo, sin embargo, no pretendo recuperar la densa y controversia
historia de la formación del Brasil en los últimos 200 años, pero sólo manosear algunos
elementos rescatados a la historia con el fin de pensar la realidad brasileña, la trayectoria del
país y, en ella, el modo como algunos de nuestros principales pensadores interpretaron el
itinerario del Brasil y de su pueblo; que diagnósticos hicieron y cuales soluciones propusieron
en diferentes momentos de ese recurrido histórico del Brasil independiente.
lo que se sigue a partir del rompimiento con el viejo sistema colonial es la materia que
nos interesa aquí. Independiente el Brasil de Portugal, había que erguirse como nación-estado
libre y soberana. Las élites económicas, políticas y culturales, que vía de regla se convergían
en los mismos estratos sociales, pusieron manos a la obra para construir el Brasil a lo largo del
siglo XIX. La edificación del Estado se ha quedado a cargo de los hombres de ley, juristas
imperiales, hijos letrados de la élite endinerada del país; la formulación de una idea de nación,
la búsqueda de un concepto de lo que es “ser brasileño”, se debe en grande medida al trabajo
de los grandes literatos imperiales, artistas y escritores que, bajo el diapasón romántico,
buscaron trazar una identidad nacional, a partir de los escombros de la sociedad colonial.
Así, el siglo XIX puede ser definido como el siglo de la construcción del Brasil. En la
virada para el siglo XX, con todo, transformaciones estructurales asolaron la vida brasileña.
En 1888 fue abolida la esclavitud, la institución nefanda que por casi cuatro siglos garantió el
abastecimiento de la mano obrera y, más que eso, vincó definitivamente todas las doblas de
las relaciones sociales en el Brasil. Moto continuo, un año después se desmoronaba el edificio
imperial, el régimen de gobierno que hasta entonces aseguraba la estabilidad política del país
y los privilegios económicos de su élite agraria y mercantil, pero que ahora, en el nuevo dibujo
del planeta bajo la lógica del capitalismo industrial emergente y del liberalismo político y

169
Cf. el ensayo comparativo de MCFARLANE, Anthony. Independencias Americanas en la Era de las
Revoluciones: Conexiones, contextos, comparaciones. In: MALERBA 2006a.

157
económico que a él se vincula, se presentaba este gobierno monárquico como un gran entrabe
y no más como solución. En esa esquina de los tiempos, cuando la palabra de orden en la
Europa de la Belle Epoque y en los Estados Unidos del fordismo era crecimiento, prosperidad,
modernidad, el gigante permanecía acostado en bierzo espléndido. Preso a las vigas de un
pasado presente, el Brasil no conseguía arrancar. Ha sido cuando muchos intelectuales
brasileños comenzaron a preguntarse sobre el porqué de eso. Historiadores, pero también
sociólogos, economistas, escritores y libre-pensadores en general comenzaron a intentar
entender las amarras que no permitían hacer despegar el Brasil. Empezaba allí a constituirse
lo que después se convencionó llamar de “pensamiento social brasileño”. Este tiene sus raíces
en el inicio del siglo XX. Tal vez pudiésemos argumentar que hay los precursores, como Sílvio
Romero, allí en el final del siglo XIX, preocupados con elaborar sus teorías y/o
interpretaciones: del Brasil, del Estado brasileño, de nuestra nación y de nuestro pueblo. Pero
las grandes interpretaciones, la búsqueda exasperada de explicaciones de nuestro recurrido, de
nuestras raíces, de nuestra identidad, de las expectativas de futuro, optimistas o pesimistas,
que de ellas se podrían inferir, son fenómenos del siglo XX. Capistranos, Mários y Oswalds,
Bonfins, Barretos, Prados, Celsos, Euclides, Lobatos, Vianas, después Holandas, Freyres,
Sodrés, Faoros, Florestans, Furtados, Damattas son frutos de los impases del siglo XX.
Y debemos nos preguntar: ¿por qué? ¿Por qué la gana de perscrutar los extractos de la
sociedad y de devasar los anales de la historia brasileñas se datan así? No se trata de recorte
cronológico aleatorio. A rigor, se observarnos con cuidado, el fenómeno coincide con el
desmonte de lo que había sobrado de las ruinas de la sociedad imperial. Si la República databa
tan reciente, las estructuras sociales que la precedieron insistieron en arrastrarse siglo XX
adentro. Con la modernidad golpeando a la puerta, impases seculares comprometían el
despertar del gigante adormecido. Aquellos intelectuales que se dieron a la tarea del
diagnóstico, marcados por pertenecimientos sociales ineludibles, imbuidos cada cual con sus
proyectos de futuro, fueron conformando el tal “pensamiento social brasileño”, que podemos
considerar una obra abierta, haya vista que inúmeros impases perduran hasta hoy, como el
hambre, la miseria, el preconcepto, la mala distribución de la riqueza, los vicios de la vida
política y tantas otras máculas.
El siglo XIX no podría tener legado un tal pensamiento, que es analítico, que es
deconstructivista en esencia. Esa consciencia crítica de la formación de la sociedad y del
Estado en el Brasil inexistía entre nosotros, sobretodo, porque la ascendencia intelectual y el
poder institucional en el Brasil del siglo XIX estaban con los hombres versados en el Derecho.
El pensamiento jurídico ha sido el suporte de las élites en la construcción del Estado brasileño.

158
La tarea, entonces, era la de construir: construir las bases legales en que se asentaría el Estado
que, inmediatamente, después de la independencia, acababa de nacer de los escombros del
viejo régimen colonial. Apaziguados los ánimos regionales, que dilaceraron el país en la
primera mitad del siglo XIX, la élite imperial percibió la necesidad de buscar costurar la unidad
interna. Lo hizo no sólo por la vía de la política, pero sobretodo por medio de la empresa de
construcción de una identidad nacional. La pena de nuestros más célebres literatos sirvió,
consciente o no, a tal propósito: ¡construir nuestra identidad mientras un pueblo nuevo! 170
Todos los vicios y secuelas disecados por el pensamiento social brasileño a lo largo del
siglo XX provenían de esa historia que los juristas y literatos imperiales ayudaron a construir.
Ese es la ligación entre el siglo XIX al XX en el Brasil, los tiempos de su construcción y
desconstrucción. En las líneas siguientes, procuraré trazar en largas pinceladas, en un primer
momento, algunos importantes aspectos intelectuales, jurídicos, referentes a la construcción
del Estado en el Brasil del siglo XIX. No se tratará de sumariar la historia política y jurídica
de la construcción del Estado, pero sólo de rescatar algunos elementos doctrinarios que
nortearon su lógica. En seguida, de la misma manera panorámica, procuraré indicar algunos
momentos y personajes marcantes de la obra de desconstrucción del Brasil levada a cabo por
sucesivas generaciones de intelectuales – de los cuales, por razones de espacio, tomaré sólo
uno u otro, con el fin de puntuar las mudanzas generales de argumento sobre la trayectoria
histórica del Brasil.

2 El Siglo XIX y la construcción del edificio imperial


En el periodo entre la llegada de la Corte y la promulgación del Código Comercial, en
1850, fueron establecidas las líneas mestras del Estado brasileño - un cuerpo de leyes que
instituyó su estructura y funcionamiento político, jurídico y administrativo. Entre 1808 y 1822
se ha importado de la burocracia lusa no sólo una miríade de leyes, avisos y decretos, pero
también los propios cuadros. Se ha tratado primeramente de adecuar la vida cortesana a la
realidad colonial. En 1815, hubo que reformularla con la elevación del Brasil a Reino Unido a
Portugal y Algarves. Los moldes jurídicos de la nueva nación han sido dados por la

170
Una bibliografía selecta sobre la construcción del Estado y de la Nación en el Brasil en el siglo XIX puede ser
buscada en BARMAN 1988; BOSI 1980; CANDIDO 1985; CARVALHO 1988; CARVALHO 1981; COSTA
s/d.; GRAHAM 1997; JANCSÓ 2003.MALERBA 1999; MALERBA 2000; PENA 2001; RODRIGUES 1965;
SAES 1985; SANTOS 1978; SCHWARCZ 1998.

159
Constitución de 1824, por el Código Criminal de 1830, por el Código del Proceso Criminal de
1832 y, finalmente, por el Código Comercial de 1850. 171
En las reflexiones que siguen, no será redundante acordar, estaré trabajando con
cuestiones ligadas a la esfera del pensamiento jurídico, por lo tanto, el modo como los
segmentos dominantes de la sociedad esclavista del Brasil en el siglo XIX, por medio de sus
prepuestos competentes, ubicaran en el papel e instituyeron en ley una concepción ideal de
sociedad, un deber ser, a su imagen y semejanza. Estaremos, pues, trabajando no con los
esclavos del eito, pero con los conceptos jurídicos de esclavo; no con las relaciones efectivas
que vivieron señores y esclavos, pero con la concepción jurídica de cómo deberían darse esas
relaciones.
El Estado imperial en el Brasil ha sido construido sobre la base sólida de una
concepción patriarcal de poder, que tenía origen remoto en la propia tradición política
portuguesa. Cimento ideológico incontestable, esa ancestral concepción patriarcal adhirió
vigorosamente a la arquitectura mental propia de la sociedad esclavista de la época imperial.
No ha sido mera coincidencia el facto de los mentores ideológicos de la nación-estado en el
siglo XIX, señores en una sociedad esclavocrata moderna, tener buscado en el Derecho romano
las fundaciones jurídicas del Estado en construcción: este se erguió para resguardar
básicamente el derecho de propiedad privada y el patrio-poder.172
Jurídicamente, el predominio de la esfera privada sobre la pública en el Imperio del
Brasil se consiguió en la forma del oîkos griego. Para el sociólogo alemán Max Weber, su
función fundamental, mientras grande hacienda doméstica, autoritariamente dirigida, no sería
necesariamente la adquisición capitalista de valores monetarios, pero suplir organizadamente
las necesidades del señor. De modo que el fundamento jurídico del poder doméstico en las
sociedades basadas en la exploración de la grande propiedad monocultora vuelta al mercado
externo, como ha sido el caso del Brasil en el siglo XIX, reside en la convivencia personal,
permanente e íntima de la comunidad. Para la mujer, este fundamento del poder doméstico
significaría la superioridad normal de la energía física y espiritual del hombre. Para el hijo
joven, su necesidad natural de ayuda. Para el esclavo, su falta de protección fuera de la
jurisdicción del señor, a servicio de lo cual se encuentra desde la infancia por circunstancias
de la vida. (WEBER 1987, p. 311)

171
. Cf. PRADO Jr 1986. p. 47 y ss. Además del libro ya muy citado de ADORNO 1988, ver también SAES 1985;
MALERBA 1994; MALERBA 1999 y PENA 2001.
172
GUTIÉRREZ-ALVIS Y ARMARIO 1976; WIEACKER 1993.

160
El ejercicio de dominación en la célula doméstica asume, así, la forma patriarcal, el
que significa que en ella la sumisión personal al señor es lo que garante la legitimidad de su
jurisdicción. Los límites de su poder proceden de normas consagradas por la tradición. Esa
matriz - la omnipotencia del pater-familias - es determinante para el entendimiento del Brasil
oitocentista. Su fuerza atinge la propia configuración del Estado imperial.
Ha sido así, legitimando jurídicamente la violencia privada, que nuestros letrados
imperiales buscaron fundamentación jurídica para contener a los esclavos. La legitimidad de
la violencia privada en el esclavismo es ex natura, como en la relación entre padre e hijo. El
señor detiene el derecho legal de la aplicación del castigo moderado, como padre y protector
de sus famuli, responsable por la garantía de la orden en sus dominios. En la casa grande ese
precepto debería ser, y efectivamente fue, insofismable. En la apología de los jurisconsultos a
la obediencia pasiva, se resaltaba la veneración por el deber filial a la voz paterna. Muchos de
ellos afirmaban que “... el ejercicio del poder legítimo arrastra a la necesidad de hacer el mal,
para reprimir el mal (...) pues que nadie querría más ser magistrado, o padre, si no hubiese
seguridad de su poder”. (MONTENEGRO 1860, p. 148)
El propio régimen servil contribuía para legitimar el poder patriarcal. Segundo la
historiadora Emília Viotti de la Costa (1989, p. 303), cuando el trabajo se desmoraliza y es
resultado de una imposición, los dominantes se ven obligados a apelar a la violencia física.
Para los juristas imperiales, el malo causado por el castigo doméstico tendía a la conservación
de la tranquilidad doméstica: “lo malo que resulta del castigo infligido por el padre al hijo, por
el señor al esclavo, por el mestre al discípulo se redunda en beneficio de los que lo sufren – es
empleado para hacerlos entrar en el círculo de sus obligaciones”. (MONTENEGRO 1860, p.
181)
De esa doctrina derivaron otras igualmente veneradas por nuestros juristas, como el
respeto a las Jerarquías, a la obediencia pasiva frente a los superiores, a la familia, a la honra
de la mujer etc. De un tal ordenamiento jurídico, apoyado en una sociedad esclavocrata, se ha
fundado un Estado estructuralmente homólogo, organizado como una familia ampliada,
gestionada por uno summa potestas con poderes similares al del señor en su dominio - el
imperador. Por eso se torna más comprensible la concepción aristotélica de Estado de los
juristas imperiales, para los cuales no habría diferencia cualitativa en la constitución de la casa
y del Estado. Era como se nuestros juristas no conociesen los cortes hobbesiano y
rousseauniano:

El ejercicio del poder legítimo arrastra a la necesidad de hacer mal para


reprimir el mal. El poder legítimo se divide en político y doméstico. El

161
magistrado, o padre, o aquél que lo representa, no podrían hacer
respetar su autoridad, uno en el Estado, otro en la familia, se no
estuviesen armados de medios coercitivos contra la desobediencia. Lo
malo que ellos infligen tiene el nombre de pena o castigo. Por estas
vías de facto sólo procurarán obtener lo bien de la grande como de la
pequeña sociedad, y no es preciso decir que el ejercicio de su autoridad
legítima es un medio completo de justificación, pues que nadie querría
ser padre si no tuviese toda la seguridad en el empleo de su poder (...).
No se puede, pues, dudar del Derecho que existe en el padre, en el
señor y en el mestre de castigar el hijo, el esclavo y el discípulo.
(énfasis acrecentadas) (ALVES Jr. 1864, p. 284)

2.1 Concepción paternalista de sociedad y de Estado


En la sociedad patriarcal, las facciones políticas eran constituidas, a la semejanza de la
familia, en todos indivisibles, cuyos miembros se encontraban asociados por sentimientos y
obligaciones - no por intereses e ideas. Cupo a Sérgio Buarque de Holanda - al derrumbar las
pretensiones de los que defendían el “liberalismo” de José da Silva Lisboa, vizconde de Cairu
- explicar la esencia de la morfología política del Estado imperial. En la obra del vizconde se
saliente la noción bien característica de sociedad política, considerada una especie de
prolongamiento o ampliación de la sociedad doméstica173.
La concepción paternalista de sociedad y de Estado, propia a los valores esclavistas,
presenta un sólido argumento contra las tesis que sustentan el liberalismo como doctrina
vigente en el Brasil imperial. Las ideas revolucionarias inspiradas en la filosofía de la
ilustración, fundamentales en la derrumbada del absolutismo francés, cuya teoría del poder se
expresa en el jus-naturalismo, se asienta en los siguientes trazos principales: laicización del
Estado y subordinación del príncipe a las leyes naturales - que son las leyes de la razón;
primado de la ley sobre la costumbre; relaciones impersonales entre el príncipe y el
funcionario, de donde nace el Estado como estructura burocrática, y entre el funcionario y el
súbdito, donde el Estado de derecho; y, finalmente, como enseña Bobbio, una concepción anti-
paternalista del poder estatal, harmónica con los principios del iluminismo, “... definido como
la era en la cual el hombre finalmente se ha tornado adulto, en el Estado que tiene como meta
no hacer los súbditos felices, pero tornarlos libres.” 174

. “El primer principio de la economía política”, segundo Cairu, “es que el soberano de cada nación debe
173

considerarse como jefe o cabeza de una vasta familia, y consecuentemente amparar a todos que en ella están, con
sus hijos y cooperadores de la general felicidad”. Apud HOLANDA 1984, p. 52 e ss.
174
. BOBBIO, N. Sociedad y Estado en la filosofía política moderna, cit. p. 93 e ss. Ver también la obra clásica
de LASKI 1973.

162
Pimenta Bueno, futuro marqués de São Vicente, tal vez lo más conocido crítico del
derecho público brasileño, se muestra avieso a las tesis liberales esbozadas arriba. Defiende,
al contrario, el Estado eudemonista - que busca la felicidad para sus súbditos, como el padre
al hijo -, distante, por lo tanto, de la concepción formal-racional (segundo Weber) de la
filosofía política moderna175. Son expresivas las funciones que el renombrado hidalgo atribuye
al derecho civil, que determina el estado de las personas, “marca la mayor y la menoridad, los
derechos del patrio poder y de los hijos”, en fin, las relaciones personales de los particulares
entre sí.
La noción paternalista de Estado sólo podría dotarlo de un carácter eudemonista; de ahí
su permisividad cuanto al arbitrio, tanto al padre en su casa como al monarca, que debería
dirigir el país como una gran familia, en un verdadero ejercicio tutelar 176. El jurista
pernambucano Tobias Barreto, comparando Monarquía y República en 1882, simpatizante del
régimen republicano, miraba con malos ojos la otra forma centralizada y autoritaria de poder
que, “... con su jefe de Estado perpetuo y hereditario, es una tutela política, que desagrada al
pueblo; porque nadie quiere ser dirigido por los otros, y el carácter de perpetua minoridad es
ultrajante a la nación”.177 Para Barreto, la hereditariedad monárquica vigente en el Brasil era
lo que más acentuaba su carácter odioso de tutela perpetua. Diferentemente de una burocracia
racionalmente constituida a partir de relaciones informales, el Estado imperial ha sido
hipertrofiado e ineficiente, servidor de los intereses de aquellos aduladores áulicos fincados al
pie del trono a acechar de sus sinecuras. Un ejemplo de su omnipotencia está en la literatura y
en las artes. Hasta el final del Imperio, a la falta de un público de lectores y consumidores, el
Estado era hecho sus sucedáneos.178 Todos grandes artistas y literatos imperiales vivieron de

. “Estos dos derechos o intereses, estas dos sociedades política y civil, son ambos hijos de la razón esclarecida
175

y de la compleja naturaleza social, ambos ellos tienen un igual y mismo fin, la felicidad de todos y de cada uno.
La diferencia está sólo en procederse, segundo la refletada naturaleza de cada uno de ellos, del todo para los
individuos, o de los individuos para lo todo. Es, ciertamente, necesario que no sólo la comunidad, pero también
cada individuo sea feliz; es lo bien ser de estos que compone el bienestar general.” (énfasis acrescentada) BUENO
1978, p. 6. Son impagables las críticas de Tobias Barreto al marqués. Ver el texto de 1881 “Derecho público
brasileño” en MENESES 1977, p. 122-51.
176
. Oliveira Viana, en la obra comentada, va en la misma dirección, pero en sentido contrario: al hablar de la
génesis de los clanes y del espíritu de clan, afirma que la concentración de centenas de personas en torno de un
señor rural no es de naturaleza religiosa, militar o económica. Lo que los impele a la congregación es la “necesidad
de defensa contra la anarquía blanca”, originada por la corrupción y abuso de cabedal de los hombres de prestigio,
motivo de toda suerte de prevaricaciones y anarquía. Lo que colocaría en permanente estado de desprotección
“los ciudadanos sin fortuna (...), las camadas proletarias contra la violencia, el arbitrio y la ilegalidad”. Caberia
sólo al senior esta función tutelar. Toda la legislación colonial, incluso, tiende a hacerlo “centro histórico de la
gravitación colonial del pueblo rural”. Cf. VIANA1982, p. 148-56.
177
. MENESES, T. B. de. Preleciones de derecho constitucional. In: MENESES1977, p. 129.
178
. Ver SOUSA 1985. p. 73-88. También SCHWARCZ 1998.

163
las beneses del bolsillo del rey y/o retiraban su sobrevivencia de un cargo público, como
aconteció con Alencar, Pedro Américo y Machado, entre todos.

2.2 La sociedad política en el Imperio


Privado, en el concepto fundido y difundido por la clase superior, se refiere a
doméstico, la familiar, no al moderno concepto burgués relacionado a la intimidad, al
individual. El espacio privado por excelencia es definido en los límites del oîkos o dominus,
donde la familia tutelada y protegida por el pater es extensa: incluye toda suerte de
dependientes, agregados y trabajadores esclavos - todos, por padecieren de un estado
permanente de menoridad, desproveído de voluntad (jurídica-política, notoriamente) y a la
mercê del comando paterno.
En el espacio privado, en la unidad rural de producción se caracteriza el dominio del
detentor legítimo del emprego de la violencia sobre sus dependientes. La inclusión de los
esclavos en la familia, reforzada por la inserción de los esclavos domésticos en la casa-grande,
no disimula, con todo, el permanente conflicto entre el productor directo y el señor que lo
somete.
Esa arquitectura de poder, centrada en la figura poderosa del oikos despotes, tiene una
contrapartida simétrica en el gobierno del Estado imperial. Lo que garantió esa simetría ha
sido la figura del poder moderador, criada en la constitución “otorgada” por D. Pedro I en
1824, que garantía para sí la soberanía del país y se sobreponía a los otros tres poderes
pensados por Montesquieu. El moderador es el señal más flagrante de la fenda que se abría en
la Constitución de aquella que se pretendía monarquía parlamentar a la inglesa. Merced de sus
atributos, el rey estaba a cima de los demás poderes. Discutiendo se las atribuciones de ese
poder extrapolaban sus propios límites, se toda la política del Imperio no derivaba meramente
de la voluntad del soberano, se podría admitirse la influencia de la personalidad del imperador
en termos tan absolutos, el sociólogo Paulo Mercadante (MERCADANTE 1972, p. 192 ss)
percibió como el lenguaje del grupo dominante impregnaba la colectividad y el individuo
singular acababa participando de un pensamiento general, de tal manera que el modo de pensar
del individuo se confundía con el ideario colectivo. El ejercicio del arbitrio del imperador, el
poner a la prueba el absoluto de su voluntad, no contrariaba la tendencia general de la época, “la
ideología que atraviesa la atmosfera”. En eso residía la autenticidad del imperador o su
representatividad. El modo de ejercicio del poder por el monarca no era extraño a las estructuras
presentes en la sociedad. Era lo mismo modo autoritario e incontestable con que los señores
administraban sus casas.

164
Para además de legal, la omnipotencia del imperador era absolutamente legítima, en la exacta
medida en que, de facto, se trataba de un pater familias gestionado su casa. Ese valor estaba asentado
de tal manera en los corazones y mentes de los hombres del Imperio, que se transcribió en ley. 179
La lógica de tales ideas se resume en el siguiente enunciado: había una homología estructural entre
la casa y el Estado, entre el privado y el público. El señor de la casa era el soberano en su dominio;
o su duplo: el soberano de la nación la dirigía como su familia.180 En momento alguno a soberanía
estaría en el pueblo. En la casa, ella pertenece al señor; en el Estado, al imperador. Ambos son
inatingibles en sus dominios. El uso y abuso de la nación por el soberano181, como hace el
pater en su casa, no pasó desapercibido a los ojos atentos de los juristas. La crítica voraz de
algunos revela el descomedimiento del summa potestas imperial y lo aproxima del oîkos
despotes o pater familias.
En el Imperio en construcción, en la primera mitad del siglo XIX, se efectiva ese vicio.
El personalismo, el apadrinamiento, la protección y el arbitrio son la regla. Cuando no más
agradan las reglas, que se las muden, como está ilustrado en varios momentos de nuestra
historia, desde la disolución de la Asemblea Constituyente por D. Pedro I (ARMITAGE 1972,
p. 61-72). Inúmeros autores imperiales irán acusar la inmoralidad y la corrupción, desde los
escalones más bajos de la administración hasta los más superiores. Todos son unánimes en denunciar
el torpe desvío de los funcionarios y de los mandantes gubernamentales, comparando la falencia del
Brasil a la queda del Imperio Romano.182
De resto, toda la corrupción y arbitrio vienen definitivamente de cima para bajo: la
voluntad del soberano, sus idiosincrasias en la lida con la cosa pública son, en el límite, la ley
- así como en la casa del señor de engeño o de la hacienda de café o es la voz del pater. Estas
son, en líneas generales, las herencias coloniales preservadas a un alto cuesto por el Estado
imperial: la base social esclavagista y todo que de ella decurre; y una estructura social y de
poder patriarcales. Algunas de esas características de la sociedad imperial irían perseverar
República adentro, causando indignación en varios extractos políticos y sociales. Los militares
habían mudado el régimen político, pero sin lograr mudar las bases de la sociedad y del poder.

. “En virtud de la misma Constitución la persona del monarcha es inviolable y sagrada y ninguna de sus
179

acciones se reputan criminosas, ni es sometida al tribunal algún.” Cf.MONTENEGRO 1860, p. 22.


180
. MENESES, T. B. de. A questão do poder moderador (o governo parlamentar no Brasil), In: MENESES 1977,
p. 82 e ss.
181
. Que Sérgio Buarque de Holanda eleva a uno de los factores que terían conducido a la quieda del régimen
monárquico. Cf. HOLANDA 1982, t. 2, v. 5; COSTA. De la monarquía a la República, Ss/d., p. 59-78.
182
. Cf. PESSOA1885, p. 233. Otros juristas imperiales vociferaron cuentra las excentricidades del régimen
monárquico brasileño. Cf. PERDIGÃO 1882, p. VII; AZEVEDO 1851., p. 181. Ver también ALVES Jr., 1864,
p. 252.

165
De todos los lados comenzaron a oírse esas voces disonantes, que procuraban identificar los
motivos del letargo brasileño y apuntar soluciones. Ahí, en esta virada para el siglo XX,
comenzaba a formarse el pensamiento social brasileño.

2.3 Nación e identidad nacional en el Imperio


Por vuelta del final del siglo XIX, varios autores (como Machado de Assis, Sílvio
Romero o Tobias Barreto) levantaban el problema de la importación de modelos europeos, de
las ideas liberales a los cánones estéticos del romantismo, y su “aplicación” a la realidad
brasileña, marcada por el arcaísmo y por la crónica situación periférica y dependiente. Ese
dilema marcaría profundamente la cultura nacional durante el siglo XIX, culminando en la
solución radical del modernismo en la década de 1920.
A propósito, el propio termo “cultura nacional” en el Brasil oitocentista se constituye
en una expresión problemática, ya que la expresión compuerta los principales dilemas de
nuestra producción intelectual. Primero, porque “cultura”, en el sentido oficial de la palabra -
mientras “norma culta” distinta de otra cultura “popular” - era privilegio de una minoría ínfima
de personas ligadas al poder político y/o económico, en un Imperio formado por esclavos y
hombres libres pobres y analfabetos. Segundo, porque la cuestión “nacional” es el centro de
toda la preocupación intelectual del periodo, sea en la literatura, en la filosofía, en las artes
plásticas o en la música. Era mister criar, producir valores y sentimientos que dese unidad e
identidad a un país que se caracterizaba por la diversidad – diferencias regionales, raciales, de
clase, de credo. Luego desde la independencia, las élites brasileñas sintieron la necesidad
fundamental de vincar las particularidades que distinguían el Brasil de su antiguo colonizador.
Ya no éramos portugueses. Lo que éramos, entonces?
Enseña Antônio Cândido que tal empreitada comenzó a ganar cuerpo con los
románticos reunidos en torno de la revista Nicteróy (1836), uno de los primeros fanzines
literarios a circular en la corte. Se trataba de un grupo de jóvenes patriotas que deseaban
completar la Independencia en el plano estético. Para eso, esos brasileños residentes en Paris
fundaron la revista en 1836, inaugurando un movimiento que ha sido bautizado de “nativismo
romántico”. Su lema, “Todo por el Brasil y todo para el Brasil”, traía implícita la misión de
exaltación de la originalidad brasileña y de nuestras calidades locales.
El “nativismo” ya se exprime en el propio título, retirado de la narración de Thevet
(siglo XVI), que indicaba la fuente de inspiración de todo el movimiento: la cultura indígena.
Nombres como Gonçalves de Magalhães, Joaquim Norberto Sousa Silva, Gonçalves Dias,
Francisco Adolfo de Varnhagen compuñan un grupo muy próximo al imperador. Varios de

166
estos y de otros intelectuales gravitaron en torno Instituto Histórico y Geográfico Brasileño183.
La busca por la “cultura nacional” se integró, desde la Independencia, en la lucha de la clase
dominante en el sentido de mantener la integridad del Imperio, abalado internamente por
intereses regionales ineludibles y, externamente, un enclave en medio a las repúblicas
americanas.
Pero será más propiamente en el Segundo Reinado, inaugurado con la anticipación de
la mayoridad de D. Pedro en 1840, que el movimiento gana fuerza.184 Nuestro romantismo ha
buscado realzar la originalidad del país en relación a los modelos lusitanos, dando los
contornos de lo que viniera a ser el “nacionalismo” brasileño.
Desde la década de 1830 y el final del Segundo Reinado, a la procura de una verdadera
cultura e identidad nacionales, se fundaron en el Brasil varias asociaciones, como Instituto
Histórico y Geográfico Brasileño (1838) - que vino a ser un importante centro de pesquisas
históricas y literarias, activo aún hoy. De esos años son también La marmota fluminense y
Minerva brasiliense, periódicos que publicaron los principales intelectuales del país.
El IHGB, en particular, reunía la élite letrada del país, los “hombres buenos” del reino
que allí se reunían a los domingos para debatir temas previamente escogidos, ligados a la
lengua, a la historia y a la geografía de la nación. Los miembros del Instituto Histórico
pretendían fundar una historia del Brasil, teniendo por modelo la vida de grandes vueltos y
personajes, los “héroes nacionales”, como rezaba el modelo francés entonces en voga. Su
primero secretario vitalicio, el cónego Januario da Cunha Barbosa, en su primero editorial,
expresaba claramente la intención de criar una genuina historiografía para el país, “no dejar
más al genio especulador de los extranjeros la tarea de escribir nuestra historia”; establecer
una cronología única de la “fundación de la nacionalidad”.185
A la frente del Instituto, se destacaba la figura paternal de D. Pedro II, un verdadero
mecenas de la institución y frecuentador asiduo de las reuniones dominicales, de las cuales
presidió 506 sesiones entre 1849 y 7 de noviembre de 1889. Sus opositores lo acusaban de ser
más presente a las reuniones del Instituto de que en las reuniones de la Cámara de los
Deputados, donde, conforme exigía el Regimiento de la casa, sólo aparecía en el comienzo y

183
Francisco Sales Torres-Homem y Araújo Porto Alegre, Evaristo da Veiga (editor del Aurora Fluminense,
1827-37), Justiniano José da Rocha y Rodrigues Silva cuentan entre las figuras emblemáticas deste primero
momento del romantismo en el Brasil.
184
La literatura especializada reconoce que el romantismo nativista brasileño se inicia cuatro años después de la
publicación de Suspiros poéticos y saudades, primera obra de influencia romántica en el Brasil. Cf. SOUSA 1981.
v. 2.
185
Cf. Revista do Instituto Histórico y Geográfico Brasileño, 1939, apud. SCHWARCZ 1998.

167
en el final del año, para abrir y cerrar los trabajos. D. Pedro, conscientemente o no, ocupó el
papel de importante agente en el proyecto de fortalecimiento de la monarquía y del Estado, de
la unificación nacional, por medio del financiamiento directo y la concesión de auxilios a
poetas, músicos, pintores, científicos...
El temario por excelencia de los escritores románticos en el Brasil ha sido el
indianismo. En la pintura, ilustran la elección del indígena como modelo de representación
del país las pinturas de Victor Meireles y Rodolfo Amoedo. Nuestra literatura endosa aún más
esa opción, marcada que fue, en la época, por la difusión de romances épicos sobre grandes
jefes e indígenas heroicos y amores silvestres, teniendo por pano de fundo la floresta virgen.
El papel imprescindible que tuvieron etnógrafos y lingüistas es hasta hoy inconmensurable,
como en la recuperación por ellos llevada a cabo de los viejos diccionarios de lenguas nativas
hechos por los jesuitas siglos antes.
En la poesía, Gonçalves de Magalhães y Gonçalves Dias son los ejemplos mayores de
los poetas que llevaron a fondo el ideal indianista, con sus trabajos meticulosos de etnografía
y pesquisa lingüística. Un verdadero marco de la literatura romántica del Segundo Reinado
han sido los llamados romances regionalistas, indianistas y de “psicología social”, de que es
exponente mayor José de Alencar. Este puede ser tomado como un intelectual ideal-típico del
periodo: su obra se ocupa con la construcción de valores nacionales. La “empresa
nacionalista” de la obra de Alencar (y de otros escritores de la época) se manifiesta en la
búsqueda de la creación de una identidad “brasileña” desvinculada de su pasado colonial,
donde el negro es solemnemente excluido y el indio tomado como el genuino héroe nacional.
Nuestra producción literaria, sin embargo, aún continuaba presa a modelos formales europeos.
En El guaraní, de Alencar, por ejemplo, Peri es un “héroe europeo”, imbuido de dos valores
típicos de los hombres blancos, como honra, coraje y fidelidad; y Ceci, su coadyuvante, una
dama más próxima de los arquetipos medievales de lo que de la realidad brasileña. De ese
escenario, no tiene la distinción de participar el elemento negro. Esa exclusión persiste y se
acentúa después de la abolición y el adviento de la república.

3 El Siglo XX y la obra de desconstrucción de la herencia colonial brasileña


En la virada del siglo XIX para el XX, el Brasil vivía una época de incertezas. Bajo
presión de una gama de factores, desde los imperativos de una economía capitalista carente de
mano obrera libre y de un mercado consumidor interno hasta el cerco de la opinión pública
mundial contra el régimen esclavista, pasando por los movimientos de rebeldía negra y de
abolicionistas provenientes de todos los extractos sociales, se ha derrumbado la esclavitud. El

168
régimen servil había sido, desde el siglo XVII, el sustentáculo de la economía colonial,
impregnando de todos los vicios la vida social. Algunos autores, como Darci Ribeiro, afirman
que la mácula de la esclavitud contaminó a todos, blancos y negros. El gran acuerdo elitista
de la independencia se hizo, en el Brasil, para garantir a las clases propietarias, la manutención
del trabajo esclavo y la adopción del régimen monárquico ha sido el endoso del cumplimento
de ese acuerdo velado. El imperio brasileño significó el imperio de la esclavitud africana en
tierras brasileñas. En 1888, cayendo el régimen servil, la monarquía dejaba de tener sentido.
En 1889, una parada militar hay extinguido con el Imperio al imperio. Se siguió, entonces, una
época de turbulencias.
Movimientos sociales violentos han propagado por el país, vía de regla, marcados por
el apelo mesiánico y, no raro, cuestionadores de la nueva orden política.186 La nueva república
tenía dificultades para estabilizarse. Mientras eso, las regiones centrales del capitalismo
mundial florecían sin amarras. Europa y Estados Unidos eran el propio modelo de la
prosperidad, que se enunciaba en un simple radical: modernización, modernismo, modernidad.
Delante de tal escenario, de estagnación brasileña ante el deslanche de las potencias
internacionales, varios intelectuales brasileños comenzaron a denunciar tal estado de cosas,
haciendo diagnósticos de la realidad brasileña, buscando explicaciones las más diversas para
ella y presentando eventuales soluciones para los problemas que conseguían enjergar.
Empezaba a constituirse el “pensamiento social brasileño”. Inúmeros pensadores, egresos de
las más variadas áreas del saber y de todas las coloraciones políticas, se aventuraron en esa
empreitada, que continúa viva hasta hoy. No cupiera aquí mapear toda esa rica producción,
que incluye nombres como Conde Afonso Celso, Nina Rodrigues, João Batista de Lacerda,
Oliveira Viana, Paulo Prado, Capistrano de Abreu, Alberto Torres, Manuel Bonfim, Luís da
Câmara Cascudo, todos los modernistas de 1922, de Mário de Andrade a Villa Lobos,
Fernando de Azevedo, Florestan Fernandes y sus discípulos, Roberto Da Matta y tantos otros.
Una vastísima y competente literatura la que procuró entender esos interpretes del Brasil,
aisladamente o en conjunto.187 Mi propósito aquí es rescatar algunos de esos intérpretes del
Brasil, o, antes, sus obras seminales, para ilustrar como los diferentes análisis, las diversas
maneras de concebir la trayectoria del Brasil y de su pueblo, variaron a lo largo del siglo. Ese

186
Sobre diversos desses movimentos, cf. QUEIROZ 1976; SUASSUNA 2004; MACHADO 2004; AMADO
2002.
187
Una bibliografía selecta y competente vuelta al análisis del pensamiento social Brasileño se encuentra, entre
otros, en MOTA 1994; SILVA, Alberto da Costa e. Quién fomos en el siglo XX: las grandes interpretaciones del
Brasil. In: MOTA 2000, p. 19-41; MOTA 1999; REIS 1999; MICELI 2001. Antes de ellos MARTINS 1976;
LEITE 1969.

169
painel será compuesto con la presentación de la obra de los clásicos de la literatura nacional
que son Euclides da Cunha, Gilberto Freyre, Sérgio Buarque de Holanda, Caio Prado Jr., Celso
Furtado y Darci Ribeiro, poniendo en relevo las diversas énfasis interpretativas de esos autores,
centradas, respectivamente, en la raza, en la cultura, en los encuadramientos mentales, en la
estructura social, y, por fin, en la economía.

3.1 Raza
En el inicio del siglo XX, la intelectualidad brasileña vivía un enorme dilema, que, es
decir, no era ninguna novedad. Pueblo colonizado, nuestra cultura ha sido siempre y
profundamente marcada por los vínculos con la Europa, con la cual se identificaban nuestras
élites de mando, particularmente durante el siglo XIX. De allá vinieron las principales
corrientes de pensamiento con las cuales aquellas moldaron la construcción del Estado y de la
nación durante la época monárquica: las doctrinas liberales, esposadas por juristas y hombres
de Estado; los cánones románticos, a fundamentar las ideas de una nación autóctono heredera
del pasado indígena; más en el final del siglo el positivismo, fuente en que bebieron nuestros
primeros historiadores, además de militares y republicanos. Así como las ideas políticas y
económicas y los cánones estéticos, también los paradigmas científicos eran todos importados
de la Europa.
Allá vigían los arquetipos eugénicas de las teorías evolucionistas, de acuerdo con los
cuales las naciones dominantes europeas, constituidas por razas puras, eran dominantes
justamente porque eran puras. Esas tesis eugénicas, que nutrieron la formación de los estados
nacionales europeos a lo largo del siglo XIX, más tarde desaguarían en el nazismo; ellas
refletaban, de algún modo, el imperialismo europeo en el mundo. El dilema de la
intelectualidad brasileña, entonces, se manifestaba en el acto de avistar la realidad a su redor
e intentar, intentando entenderla a partir de las teorías racistas europeas. El problema es que,
segundo esas teorías importadas, la mescla de las razas condenaba el Brasil a la barbarie. Un
ejemplo singular de esa condición se expresa en la obra del médico y profesor de la Escuela
de Medicina de Bahía Nina Rodrigues, que reunió por las casas y calles de Salvador un
riquísimo material etnológico, con lo que vino a formarse el Museo Nina Rodrigues y a partir
de lo cual escribió su clásica obra póstuma Los africanos en el Brasil. Tal material anunciaba
una raza negra transbordante de riqueza. Sin embargo, hombre de ciencia que era, Nina

170
Rodrigues acabó reiterando los estereotipos racistas de su tiempo, que condenaban el negro y
el mestizo como seres degenerados.188
La ironía residía en que Nina era él mismo, ¡mestizo! Así como eran ‘mestizos
innúmeros otros pensadores de la época, como Euclides da Cunha189. De Euclides, tomaremos
su obra monumental, Os Sertões,190 de 1902, para en ella percibir como se manifestaba el
dilema mencionado.
Nacido en 1866, Euclides da Cunha es un marco de la literatura nacional en función de
Os Sertões, que escribió como correspondiente de guerra, al acompañar in loco el desfecho de
la gran tragedia de Canudos, en el limiar de la República brasileña. La obra se ha tornado un
clásico de la literatura nacional. Para entenderla, es preciso llevar en cuenta dos aspectos
fundamentales: la formación de su autor, que era un militar, ingeniero calificado con formación
científica y su función de correspondiente de guerra, envidado especial del periódico La
Provincia para cubrir la guerra de Canudos.
Los sertones se divide en tres partes: una primera en que, en una amplia perspectiva
física, el autor analiza el escenario de la guerra, el serton nordestino, con su historia y sus
características climáticas (la caatinga, la seca) y biológicas (plantas y animales); una segunda
parte, que trata del hombre nordestino; y una tercera sobre los desdoblamientos de la guerra
propiamente dita, que hizo la fama del periodista Euclides da Cunha.
Nos interesa, en particular, la segunda sección: “El Hombre”. Y aquí la cuestión
principal en el estudio del hombre brasileño es el mestizaje, verdadero nodo conceptual con
que se debatían a la época todos los pensadores del país. La dificultad decurría de evaluar las
respectivas contribuciones de indios, blancos y negros, acentuada por la miscigenación no
uniforme que generó varios tipos de combinación, presentados en el “mulato” (blanco con
negro), en el tipo “mameluco” (blanco con indio), y en el tipo “cafuzo” (negro con indio).
Todos esos tipos tenderían, por medio de sucesivos cruzamientos, para un tipo medio, el pardo,
que caracterizaría el brasileño. Euclides procuró entender la cuestión analizando la historia de
las varias corrientes de poblamiento.

188
Cf. RODRIGUES 2005. Sobre el problema del cientificismo y la cuestión racial en el comienzo del siglo XX
en el Brasil, Cf. CORRÊA 1982; SKIDMORE 1976; SCHWARCZ 1993.
189
La bibliografía sobre Euclides da Cunha tal vez sea la más extensa de nuestra literatura. Una excelente toma
de muestra de la Euclideana está en la página de la Academia Brasileña de Letras.
http://www.euclidesdacunha.org.br/ .
190
La primera edición es CUNHA, Euclides da. Os Sertões (Campanha de Canudos). Rio de Janeiro: Laemmert,
1902. Utilizei 39. ed. corrigida. Rio de Janeiro: Francisco Alves, 1999. La obra es de dominio público y se
encuentra disponible en diversos sites: http://www.culturabrasil.pro.br/ossertoes.htm;
http://www.cce.ufsc.br/~nupill/literatura/sertoes.html

171
Para Euclides no habría una “raza brasileña”, “un tipo antropológico brasileño", pero
sería posible admitir la existencia de una sub-raza, generada de innúmeros cruzamientos y
condicionamientos museológicos divergentes. Así, dos categorías de mestizaje tendrían se
delineado en el Nordeste, conforme se trate del litoral y del sertão. En el litoral, donde la
presencia del africano ha sido más masiva, el poblamiento se asentó luego y el mulato ha sido
el tipo predominante. Ya en el sertão, donde la vida más penosa no contribuía para la fijación
del hombre a la tierra, los banderantes paulistas y los indios acabaron por producir como tipo
predominante el mameluco.
Detrás de tres siglos de aislamiento, la ausencia de influencias exteriores sería la causa
de la letargía de la población del sertão. Dedicándose colectivamente al trabajo nómade del
régimen pastoril, esa población manifiesta los trazos psicológicos de la índole aventurera de
los banderantes y de la impulsividad indígena. Atento al tipo físico, Euclides ha percibido una
gran uniformidad entre los sertanejos, que sería "el tipo de una subcategoría étnica ya
constituida". Un hombre fuerte y corajoso, pero, igualmente atrasado y supersticioso.
En esta sección “El hombre”, Euclides insiere una reflexión que él propio llamó “Un
paréntesis irritante”. Irritaba a Euclides avistar en el sertanejo un ser valiente, un fuerte, que
luchaba con bravura contra el medio hostil y los invasores del Rio de Janeiro; pero acababa
clasificándolo como un degenerado. Las teorías científicas en que se apoyaba, desarrolladas
en esa misma parte, aseveraban que toda mescla entre razas provoca la degenerescencia del
componente superior. Su argumento acaba conduciendo a un verdadero ataque contra el
mestizo, que pasa a ser definido como desequilibrado y comparado al histérico, acusado de
hibridez moral, llamado de dispersivo y disolvente. El pernicioso mestizaje había constituido
esa sub-raza, pues el indio sería considerado un verdadero idiota y el negro “incapaz de alzarse
al nivel intelectual medio del indo-europeo”.
El problema está en que, en el front, el sertanejo no ha mostrado cualquier señal,
inferioridad o degeneración. La Guerra de Canudos ha causado una revolución en las
convicciones de Euclides, que después acabaría se vuelto contra el Ejército y los rumos de la
República. Pero cuando se lo dio al trabajo de redacción de Los sertones, y movilizando todo
el conocimiento disponible, Euclides acaba permaneciendo fiel a lo que aprendió en los libros
y no a lo que asistió en el palco de la guerra.
Euclides vive la tensión pendular entre su conciencia y las teorías racistas, y acaba
llegando a una acomodación. Su conclusión, inesperada y en contradicción con las teorías
expuestas allí mismo en su libro, reapareciendo a todo instante en el texto, es la de que el

172
brasileño del sertón sería el primer producto de la miscigenación de los “bandeirantes” 166
blancos con los indios durante tres siglos de aislamiento. Esa mescla, donde sólo entrarían las
mejores calidades de las dos razas, y que, en la mejor tradición nacional, secuestra el negro,
había producido el sertanejo, la raza brasileña propiamente dita, o por lo menos esa nueva
“subcategoría étnica”. Ese ha sido el “paréntesis irritante” que asoló Euclides y tantos otros
intelectuales de la época: la percepción de la rica experiencia de la constitución identitaria del
brasileño, ser híbrido por excelencia, y las teorías importadas en las cuales se formaron, que
condenaban todo tipo de mestizaje.
En las tres primeras décadas del siglo pasado, las interpretaciones del Brasil se pautaban
fuertemente en criterios biológicos, ¡lo que significa “raciales”! Las visiones variaban
conforme una mayor o menor simpatía en relación a la contribución de indígenas y mestizos
en la construcción del Brasil, pero concordaban en general, siguiendo la tradición del
romantismo del siglo XIX, con sustraer el negro del cuadro. Si fuerte era la aceptación, como
en Nina y Euclides, de que la miscigenación había maculado la formación brasileña, una
solución defendida por innúmeros e importantes intelectuales ha sido la tesis de la necesidad
del “blanqueamiento” del pueblo brasileño. La redención del pasado esclavista y mestizo sólo
se podría reverter con nueva olla de mestizaje, pero ahora a partir del influjo de sangre blanco,
que haría “mejorar” la raza. Autores importantes como Sílvio Romero y Oliveira Viana

se pronunciaron francamente a favor de esa idea. 167 El Director del Museo Nacional del
Rio de Janeiro, en el I Congreso Internacional de las Razas, que aconteció en Paris en 1911,
defendió la tesis de que “El Brasil mestizo de hoy tiene en el blanqueamiento en un siglo su
perspectiva, salida y solución”. La apología del blanqueamiento tuvo gran difusión con

Oliveira Viana 168, para quien, en la estera de Varnhagen, el Brasil se hiciera la despecho de

indios, negros y mestizos, todo se debiendo exclusivamente al blanco. 169

3.2 Cultura
Ese carácter biológico en la determinación de la formación del pueblo brasileño
comenzó a ser consistentemente superado sólo a partir del clásico Casa Grande & Senzala, de
Gilberto Freyre, publicado en 1933. 191 Esa obra contribuyó enormemente para la mudanza
radical en el auto-imagen del pueblo brasileño. Por la primera vez en nuestra literatura

191
Sobre Gilberto Freyre, Cf.: ARAÚJO 1994; ARAÚJO & FALCÃO 2001; BASTOS 1986; DAMATTA 1987;
Gilberto Freyre en la UnB 1981

173
sociológica, se sustentaba que el Brasil no es una nación blanca, donde, por acaso, negros
habitaban. Freyre supera definitivamente la visión positiva anterior, como defendida por Rui
Barbosa, de que el negro ha sido el gran operario, “los brazos” que construyeron el Brasil. Al
contrario, Freyre coloca el negro como protagonista mismo del drama histórico brasileño, que
deja en fin de ser el mero figurante, presente en la obra de Capistrano o Manuel Bonfin. Para
el sociólogo pernambucano, el mestizaje no ha sido sólo biológico, pero, más importante, ha
sido cultural, de modo que todos los brasileños son mestizos, culturalmente hablando. La
cultura, y no más la raza, pasa a ser el viés explicativo de la realidad brasileña.
Según Freyre, el mestizaje en el Brasil colonial ha sido tan distintivo que sería
imposible destilar la contribución de indios, africanos y europeos, particularmente en el
universo cotidiano doméstico. Los esclavos venidos de las áreas de cultura negra más
adelantada, en particular los negros islamizados que sabían leer en árabe el Alcorán, “fueron
un elemento activo, creador, y casi que se puede acrecentar noble en la colonización del Brasil;
degradados sólo por su condición de esclavos. Lejos de tener sido sólo animales de tracción y
operarios de la azada (...) desempeñaron una función civilizadora.” (FREYRE 1951, p. 525)
Casa-grande y senzala desempeñó el papel de una verdadera revolución intelectual a
la época en que ha sido publicado. Con una difusión editorial sin precedentes en nuestra
literatura, sus tesis se incorporaron en el cotidiano de los brasileños y abrieron camino para
una torrente de creaciones que colocaban el negro como protagonista, tanto en las ciencias
humanas como en el arte y la literatura
Su tesis principal y su proyecto para Brasil era la de aquí surgiera una genuina
“democracia racial”: era el entendimiento y la propuesta de Freyre, contra las tesis racistas
anteriores. Con Freyre, el mestizaje deja de ser una mácula y pasa a ser un ventaja en la
constitución del brasileño, superándose los arquetipos negativos del negro y del mestizo
desviante, patológico, creados a partir de la importación de modelos extranjeros.
Con Freyre, el negro pierde los característicos salvajes y gana un rostro; al llegar al
Brasil, las diversas etnias africanas ya dominaban técnicas de pecuaria, metalurgia, minería,
irrigación y manejo del suelo tropical, de fortificaciones y organización militares. Esos negros
traídos a la fuerza al Brasil tenían historia e identidad. De su encuentro con los otros dos
troncos étnicos, el blanco y el indio, acabó formándose un pueblo y un país poderosos, y no
un pueblo triste y fracasado (como en Paulo Prado). Para Freyre, el Brasil es un caldo de
cultura y lugar de encuentros únicos. El Portugués, ya en sí un mestizo histórico, un ser
culturalmente variado, venía encontrarse consigo mismo en los trópicos. Aquí, gentes oriundas
de la región del Minho, Trás-os-montes, Beira, Alentejo, Algarve o Extremadura, de los

174
Azores o de la Madera promovían ese encuentro único, que era prácticamente imposible en el
reino. Del mismo modo, cuando hablamos “africanos”, hacemos tabla-rasa de la infinita
variedad de pueblos que fueron traídos como esclavos al Brasil. Hombres y mujeres de las más
diversas procedencias e identidades culturales, secuestrados por el tráfico internacional en la
África, no llegaban aquí como “africanos”, pero como jalofos, mandigas, fantes, achantis, gãs,
guns, baribas, ibadãs, benins, hauçás, , congos, songos, macuas, mangajas..., cada uno de ellos
inmensamente ricos en sus valores y costumbres, lenguas y culturas. Lo mismo vale para el
elemento amerindio. Había aquí más de 900 etnias a la época del descubrimiento, de las cuales
restan hoy poco más de doscientas...
Somos herederos de ese inmenso caldo de cultura. A partir de Casa-grande y senzala,
el brasileño no es más el ser triste e inferior pintado por Bilac o Paulo Prado. Esa guiñada en
el mirar, de la raza para la cultura, ha sido la gran contribución de Gilberto Freyre para nuestro
auto-conocimiento y la formación de la identidad del pueblo brasileño.

3.3 Encuadramientos mentales


Tres años después de la publicación de Casa grande y senzala viene la lume una obra
nacida, un clásico de la literatura brasileña. Menos optimista que Freyre, el historiador Sergio
Buarque de Holanda ha levantado una cuestión singela en Raíces del Brasil (1936), la cual se
ha procurado responder en una perspectiva eminentemente histórica: ¿lo qué había dado errado
con este país? ¿Por qué aquí no se consiguió construir una sociedad de mercado y un
ordenamiento político modernos, modelados como un auténtico estado de derecho? Para el
célebre historiador paulista, nuestras máculas se explicaban a partir de nuestras propias raíces
históricas. 192
En esta obra seminal, Sergio Buarque pretendió entender los impases que la sociedad
brasileira vivía en la conturbada década de 1930, visando identificar ciertas estructuras de
origen remota que atrabancaban el desarrollo del país. Sergio pretendió percibir estas
estructuras, ciertas formas de sociabilidad, instituciones y encuadramientos mentales que
tenían origen en un pasado remoto y que aún se hacían presentes en la constitución de una
identidad nacional brasileña. El libro no pretende rescatar toda la historia brasileña o algún de

192
Sobre Sergio Buarque, cf. CANDIDO, Antonio. “El significado de Raices del Brasil” in HOLANDA 1967;
CANDIDO 1998; DIAS, Maria Odila Leite da Silva. “Sérgio Buarque de Holanda, historiador” in Sérgio Buarque
de Holanda 1985; Revista del Brasil, n. 6, 1987. Número especial dedicado a Sérgio Buarque de Holanda;
MONTEIRO 1999; Sergio Buarque de Holanda. Tercer coloquio Universidade Estadual del Rio de Janeiro,
1992; Sérgio Buarque de Holanda: vida y obra, 1988.

175
sus momentos marcantes, pero usar la materia llegada por la historia para identificar esas
amarras que bloqueaban, en el presente, la posibilidad de un futuro mejor.
Para tanto, el Autor empieza su análisis con un margullo en el tiempo y en el espacio,
situando en la Península ibérica el lugar donde comenzaron a reunirse los elementos de esa
identidad brasileña, en particular la concepción de naturaleza humana que portugueses y
españoles compartían desde antes de la colonización de la América y que ha marcado después
esa aventura. Según Sergio Buarque, que caracteriza la cultura ibérica un fuerte predominio
de cierta “cultura de la personalidad”, la valorización extremada de la persona, del individuo,
en el sentido de su autonomía en relación a su entorno. Eso no en el sentido del individualismo
típico de la era del liberalismo, de la visión de mundo (y de mercado) libre que ha sido la
propia bandera de la burguesía revolucionaria en el final del siglo XVIII. Al contrario de eso,
caracterizó la sociedad portuguesa una cierta flojedad de las estructuras sociales, la
permeabilidad de las Jierarquías, la permisibilidad en relación a la ascensión social de
elementos extraños al ethos aristocrático – se adinerados y generosos para con las necesidades
del rey – desde los tiempos de la unificación, en el siglo XIII. Esas características explican por
qué la burguesía mercantil portuguesa, diferentemente de la francesa (que decapitó el rey e
instituyó una nueva orden!) no precisó adoptar una nueva agenda y un nuevo estilo de vida
para afirmar su hegemonía. Al contrario, esa clase se asoció a las viejas hosts aristocráticas, a
la nobleza de linaje y procuró asimilar su modo de vida. Esa herencia ibérica aportó en el
Brasil y marcó los tres primeros siglos de la colonización portuguesa en los trópicos brasileños.
Sergio Buarque se pregunta sobre los motivos del suceso de la firma portuguesa de
colonización y civilización, y percibe que ellos están ligados a ciertas inclinaciones de
conducta, a las "determinantes psicológicas" de su movimiento de expansión colonial. Para
reconstruir esos trazos típicos del colonizador portugués, Sergio Buarque apela para la
metodología weberiana de la construcción de tipos sociales (ideales) diversos, el aventurero y
el trabajador, tipos en todo divergentes. El aventurero valorizaría de tal manera sus objetivos
finales que los medios se lo son de menor importancia, superfluos, por así decir; él ignora
fronteras, vive de espacios ilimitados, suprime el tiempo y busca resultados inmediatos. Ya el
trabajador, a lo contrario, releva principalmente los medios, las dificultades a vencer, más de
lo que los resultados; es perseverante en su lucha mismo cuando las metas no son atingidas o
son sólo la costa de gran sacrificio; tiene una percepción restricta de espacio, se concentra en
la parte y procura no desperdiciar los medios. Es parcimonioso y persistente.
Acontece que, siempre según Holanda, tales inclinaciones dispares de conducta se
nortean por dos éticas diversas. Para el aventurero, cualquier esfuerzo que no objetive un lucro

176
material inmediato es absolutamente despreciable. Ya el trabajador visa atingir estados como
la paz, la estabilidad y la seguridad a lo largo plazo. Para la ética de la aventura, nada hay más
reprobable que esa ética del trabajador. Ya para este, que ora y trabaja, que ahora y se priva,
las concepciones de mundo del aventurero, basadas en elementos como el riesgo, la audacia,
la imprevisión, la inestabilidad, el inmediatismo, son totalmente reprobables, porque
inmorales. En la época de la conquista y colonización de los nuevos mundos, el trabajador
tendría tenido un papel muy pequeño. Para Sergio Buarque, el tipo del aventurero tendría
predominado en la conquista y colonización del Nuevo Mundo.
Además de la disposición para la aventura, otras condiciones culturales y materiales
contribuyeron para el éxito de la colonización portuguesa. El portugués se constituyó él mismo
como un tipo híbrido, encuentro de innúmeros pueblos que poblaron la península ibérica
durante siglos. Esa característica ha desproveído el portugués de cualquier de orgullo de raza,
lo que tendría facilitado, en todos los lugares la que ha llegado, la asimilación de los
dominados, "actuando como disolvente de cualquier idea de separación de castas o razas, de
cualquier disciplina fundada en tal separación". Esa tesis es muy semejante a la del “luso-
tropicalismo”, desarrollada después por Gilberto Freyre.
Uno de los capítulos seminales de la historiografía brasileña de todos los tiempos
escribió Sergio Buarque cuando se dio al examen del legado del pasado colonial brasileño y
sus desdoblamientos hasta la abolición. Este adviento ha sido un marco divisor de épocas.
Antes de la abolición, la sociedad tendría sido dominada por una civilización arraigada en el
medio rural, de lo cual las ciudades no eran sino apéndices. La preeminencia rural singularizó
la colonización portuguesa. Fue sólo después de la abolición de la esclavitud que el mundo
urbano ascendió sobre el agrario. El elemento central de su análisis, aquí, es la familia
patriarcal. En ella, el patrio poder era casi ilimitado, manteniéndose prácticamente inmune a
las presiones o restricciones de fuera. La propiedad rural como un todo estaba sujeta a la
voluntad del pater familias. Sergio Buarque atribuye mucho de ese poder de los señores a la
organización de la gran propiedad de la tierra, que era prácticamente autárquica, necesitando
de muy poco del exterior: ella era proveído de escuela, capilla, producía su alimentación
cotidiana, los móviles y apetrechos del ingenio salían de sus serrarías.
Esa característica de la sociedad patriarcal de los tiempos coloniales acabó generando
una confusión entre las esferas pública y privada. Esa es una tesis central en Raíces del Brasil:
la familia patriarcal ha sido el eslabón social a través de lo cual la tradición personalista y
aventurera heredada de los colonizadores portugueses se aclimató entre nosotros y acabó por
imprimir su marca en la sociedad como un todo. A propósito, la cuestión de las consecuencias

177
del ruralismo y del patriarcalismo para la sociedad permea la obra y resurge cada capítulo,
como en aquél clásico sobre “El hombre cordial”, donde el enfoque incide en las tensiones
entre las formas tradicionales de sociabilidad, centradas en la familia patriarcal, y los padrones
de sociabilidad inherentes al mundo moderno que comenzaron a dar señales en la segunda
mitad del siglo XIX.
Los atributos del hombre cordial, oriundos de la herencia rural de la vida familiar,
estarían, para Sergio, con los días contados, merced del acelerado proceso de industrialización
y urbanización, deflagrada esta, alias, desde los tiempos de la independencia. Pero la verdadera
revolución, que rompería definitivamente con esos cuadros mentales, tendría comenzado
efectivamente a partir de la abolición de la esclavatura y estaba plenamente en marcha en la
década de 1930. ¿Y qué revolución sería esa? Aquella que trata del desplazamiento del centro
de gravitad de la vida social brasileña de los dominios rurales para los centros urbanos. En ese
sentido, la abolición sólo demarca el momento final de existencia de las bases materiales de la
vieja civilización agraria y patriarcal. Pero sería aún preciso superar los trazos remanecientes
de la civilización tradicional. Era aún urgente cambiar radicalmente la propia sustancia de la
política brasileña tradicional, lo que sólo sería alcanzado incluyéndose en el Estado las
camadas sociales hasta entonces excluidas, rompiéndose con el modelo de mando oligárquico,
que precisaría ser efectivamente democratizado.

3.4 Estructura social


Un enfoque completamente diverso de la trayectoria histórica del Brasil se presenta
con la visión marxista de Caio Prado Jr. En sus dos principales libros, Evolución Política del
Brasil, de 1933 y Formación del Brasil contemporáneo, de 1942, Caio Prado ofrece a más
sofisticada lectura materialista dialéctica de la historia brasileña hasta entonces concebida. La
producción, el consumo, y la (mala) distribución de la riqueza son sus obyectos de
investigación. En la concepción de Caio Prado, que anticipa en alguna medida lecturas
posteriores como el pensamiento cepalino, el Brasil surge como un vector de la expansión
mercantil del sistema económico capitalista moderno. Los influjos de la economía
internacional son lo qué atribuye “sentido” a la historia del Brasil. 193
En una perspectiva inédita en la historiografía brasileña, su enfoque recae en las “clases
en lucha”. No son más las élites y su obra lo qué interesa al historiador paulista, que coloca en
el centro del palco del drama histórico brasileño el “pueblo” anónimo, las masas esclavas,

193
Sobre Caio Prado Jr., ver D’INCAO 1989; IGLÉSIAS 1982; NOVAIS 1983; RÊGO 2000; RICUPERO 2000.

178
semi-esclavas, pobres, explorados y excluidos en general. Son estos ahora los personajes
principales – y no más las élites. Se para Varnhagen movimientos insurreccionales y rebeliones
no eran acontecimientos dignos de constar en su Historia general del Brasil, a punto de ella
excluir la Inconfidencia minera, fueron justamente esos acontecimientos rechazados por la
historiografía tradicional que Caio Prado quiso traer a la luz. En el rescate de las rebeliones de
la gente pobre, de la plebe (como en los movimientos de cabanos, balayos, playeros), en las
rebeliones de las ciudades y de las senzalas, con Caio Prado Jr. el “pueblo” comienza a adquirir
una fisionomía propia.
Abogado de formación, autodidacta, Caio Prado Jr atinge con Formación del Brasil
contemporáneo el ápice de su obra. Inspirado por el pensamiento dialéctico marxista, sin
embargo, sin conceder a La dictadura de la ortodoxia, ese libro supera las demás
interpretaciones marxistas de la historia brasileña hasta su época de publicación, y mismo se
equipara a las mejores interpretaciones no necesariamente marxistas del Brasil. Se divide en
tres grandes partes dedicadas al análisis del “Poblamiento”, “Vida material” y “Vida social”,
las cuales son antecedidas por una “Introducción” y un breve exordio que cadencia toda la
obra, intitulado “Sentido de la colonización”. Fundamentado en amplia base documental y en
el conocimiento inmediato de la realidad brasileña, propiciado por innúmeros viajes hechas
por el Autor, Brasil afuera, Caio Prado allí fundamentó su interpretación eminentemente
histórica de la realidad brasileña.
El proyecto original de Formación del Brasil contemporáneo era ser una grande
historia del Brasil desde los descubrimientos hasta a la época en que ha sido escrita, la cual
debería contar tres volúmenes. Este que se lo publicó es dedicado al periodo colonial hasta la
Independencia – y el proyecto integral original nunca ha sido concluido. Sin embargo, aunque
centre el enfoque en el periodo colonial, ya en la primera página de la obra se opone un corte
cronológico. Para Caio Prado, el primer cuartel del siglo XIX es aquél que contiene la “llave
preciosa e insustituible” para poderse comprender e interpretar el proceso histórico que
culminó en la actual configuración que conocemos como Brasil.
En esas dos primeras décadas del siglo XIX se encuentran presentes las estructuras
básicas de la máquina colonial que comenzaba a desmoronarse, así como las señales de los
rumos de las transformaciones que se anunciaban. En el afán de cruzar el colonial con el
contemporáneo en un continuum, Caio Prado buscaba, con apoyo en la teoría marxista – que
es eminentemente una teoría de la praxis, de la intervención – contribuir para la superación de
las contradicciones, desafíos e injusticias originadas en el pasado y que aún se hacían
presentes. Ese cuadro se lo ha definido a partir de una realidad histórica forjada en los

179
meandros colonización portuguesa en la América, cuyo sentido fuera dictado por el capital,
por medio de la división internacional del trabajo y de la riqueza.
La contrapartida de ese modo subordinado de inserción del Brasil como apéndice de la
historia europea de la época mercantilista fue la posibilidad de que aquí se esbozase una chispa
de nacionalidad, contrapuesta al dominador europeo, una especie de sentimiento de
nacionalidad cuya definición sólo empieza a acelerarse en la virada del siglo XIX y que
culminaría en la Independencia. Sin embargo, el adviento independencia no tendría llevado de
inmediato a una autonomía, pues algunas estructuras generadas en la época colonial precedente
– básicamente el sistema de producción basado en el latifundio monocultor vuelto a la
exportación de productos tropicales para el mercado externo y sustentado por el brazo esclavo
– persistieron, limitando el alcance real de la independencia y marcando la dependencia
crónica que nos ligaba a los centros del poder económico mundial. El sistema impuesto del
exterior hay condicionado los agentes, grupos y clases a una subalternidad que comprometió
todo el proceso.
La permanencia y la continuidad fueron las marcas de ese proceso de transición, y no
la ruptura y la inauguración de una nueva era. En otras palabras, no obstante la independencia
política, continuaba a vigorar entonces un orden social colonial, en la cual cupiera al Brasil la
condición de ser prácticamente una factoría de la Europa, destinada a proveerla de los bienes
y riquezas de que necesita. Ese sería, visto en la larga duración, el sentido de nuestra
colonización.

3.5 Economía
Entre los grandes intérpretes del Brasil, el economista Celso Furtado ha sido el primero
a afirmar con todas las letras que las máculas estructurales del país, manifiestas en la
desigualdad social, en la exclusión, en el hambre y en la miseria, son derivadas de factores
eminentemente económicos. Furtado hizo su propia y densa análisis del proceso de formación
económica en el Brasil, diagnosticó sus principales problemas y, más importante, propuso
soluciones, en los períodos en que participó activamente de la vida pública brasileña como
ministro de Estado. 194
La base intelectual del trabajo de Celso Furtado ha sido edificada dentro de la Cepal
(Comisión Económica para la América Latina), agencia de la Organización de las Naciones

194
Sobre Celso Furtado, ver Ricupero 2005; Szmrecsányi 2004; Szmrecsányi 2002; Bielschowsky 1989; Mantega
1989; DANTAS 1999.

180
Unidas (ONU) que, desde la década de 1950, procura identificar las orígenes y proponer
soluciones para el problema del desarrollo en la región. La Cepal fue siempre un polo creador
de conceptos innovadores, como centro-periferia, subdesarrollo, cambios desiguales entre
producción de materias-primas versus manufacturas en el comercio internacional y la
formación de una estructura dual en la periferia.
La influencia intelectual de los debates de la CEPAL es sobresaliente en la obra de
Celso Furtado, que, se puede afirmar, ha sido uno de sus mentes más activas y creadoras. En
general, la tesis de los cepalinos afirma que los termos del comercio internacional durante el
siglo XX eran prejudiciales a las naciones exportadoras de productos primarios de la
“periferia” del sistema económico mundial. Por lo tanto, la solución para el problema del
desarrollo de la región yacía en el empeño activo de los gobiernos en el sentido de aquello que
la Cepal llamó de “industrialización para sustitución de las importaciones”.
Eso significa, prácticamente hablando, la necesidad del compromiso de los gobiernos
latinoamericanos de encetaren políticas públicas con el objetivo expreso de buscar la
superación del atraso, en fin, de buscar el “desarrollo”. Segundo con esa tesis del “desarrollo”,
todas las naciones se situarían en momentos diferentes de una ineluctable línea evolutiva como
sub-desarrollo, en desarrollo o desarrollados. Esa idea era el puntal de los economistas
liberales en la época y se asentaba en tres presupuestos fundamentales : primero, que el mundo
era dividido entre naciones centrales desarrolladas y naciones periféricas subdesarrolladas;
Segundo, que ambas categorías de naciones eran indeleblemente ligadas dentro de un sistema
económico mundial de tal modo que desarrollo y subdesarrollo eran fenómenos indisociables;
por último, que, al menos en un pasado reciente, las relaciones de comercio en el sistema
mundial operaron en detrimento de las naciones subdesarrolladas.195
La novedad de la obra de Celso Furtado, en medio a una miríade de trabajos surgidos
del fórum cepalino, asentaba en la construcción de una compleja relación entre teoría y
historia. No hay, en Furtado, una teoría que se aplique a la historia; ni lo contrario, una historia
que sea explicada por la teoría: la teoría remete a la historia y esta aquélla en el propio proceso
de construcción de su objeto, un tipo de construcción intelectual que estructura a sí misma,
donde la historia y teoría se alimentan recíprocamente. Furtado evita la tradición bacharelesca
brasileña, a cual buscaba encuadrar la realidad, la historia, en preconceptos, modelos
abstractos, buscando adecuar la realidad a la teoría. Tal procedimiento llevó a las conocidas
dicotomías del “país real contra el país legal”, o de la “orden contra la barbarie”.

195
Textos seminales del pensamiento cepalino se encuentran reunidos en BIELSCHOWSKY 2000.

181
La tesis de Furtado, densa en su aparente simplicidad, es la de que el alta
especialización de la unidad productora en la época colonial, de vida casi autárquica, conducía
a la fragilidad o hasta prácticamente la ausencia de un mercado interno, factor fundamental
para el desarrollamiento. No había circulación de bienes, servicios, mercadorías y,
principalmente, de numerario. Ese cuadro perduró hasta el inicio del siglo XVII, con la
descubierta de las minas en el sertón. Ese fenómeno generó allí – y en otros polos a él
vinculados - una insipiente urbanización, con el aflujo de mercadorías y personas para las áreas
de minería, necesariamente provenidas de otras regiones. Allí se daba inicio una insipiente
“economía nacional” brasileña. El problema estaba en que, nuestra época, las minas y toda la
economía colonial eran controladas “de fuera”, lo que acababa inevitablemente dificultando a
las actividades manufactureras y el despliegue da economía. Más que eso, los surtos de
crecimiento, estagnación y declino del país fueron también administrados “de fuera”. Todo el
proceso económico brasileño dependía de decisiones tomadas en los mercados europeos. El
ejemplo que ofrece Furtado es lo de la economía azucarera, que era una actividad financiada,
refinada y comercializada por los flamencos.
Tal escenario puede empezar a mudar sólo con el adviento de la economía del café, ya
en la segunda mitad del siglo XIX. Su comercialización ya estaba en las manos de los
productores, que promovieron la sustitución de la mano obrera esclava por la asalariada,
garantido la constitución de un mercado consumidor interno que alimentase toda cadena
productiva. Por primera vez en nuestra historia, las decisiones económicas pasaban eran
tomadas de dentro del país.
Celso Furtado propone una radical mudanza de percepción sobre el origen de los
problemas del Brasil, que no se deben a vicios de origen o à índole de su pueblo, como
sustentaron sectores de la intelectualidad brasileña en la primera mitad del siglo XIX. ¡Es en
la historia económica del país que se debe buscar la explicación para el atraso y las
disparidades de desarrollamiento regional! De modo que las soluciones para esos problemas
tendrían que ser necesariamente de orden económica, principalmente, el fortalecimiento y
ampliación del mercado interno, para disminuir la diferencia entre las regiones más pobres
(Nordeste) y más ricas (Sur). Toda acción práctica del hombre público Celso Furtado, visando
a la superación de las desigualdades regionales internas del Brasil y el papel de este dentro de
la economía mundial, como la creación de la Sudan y de la Sudene y la orientación de políticas
públicas visando a la industrialización para sustitución de las importaciones, se ha orientado
en su profunda e innovadora análisis de la historia económica brasileña.
4. Consideraciones finales

182
En este ejercicio de presentación tanto de la construcción del ordenamiento jurídico del
Estado brasileño y de la formación de la idea de nación brasileña en el siglo XIX, como de la
desconstrucción crítica de esa lógica por el pensamiento social brasileño en el siglo XX,
cualquier intelectual encuentra el límite de su capacidad de síntesis. A final, mi desafío no ha
sido menos de lo que sobrevolar doscientos años de historia del Brasil, saqueando, aquí y allí,
elementos de ese vasto material histórico para, con ellos, procurar construir la lógica de un
argumento.
El objetivo de todo mi argumento es dar a ver, en primer lugar, que innúmeros
problemas estructurales que maculan la sociedad brasileña tiene origen histórico. El régimen
de apropiación y exploración de la tierra, desde la época colonial basado en el latifundio; el
apego a la exploración de la mono cultura (un día ha sido la caña de azúcar, después el café,
el tabaco, el ganado, ahora la caña nuevamente...), extensamente cultivada para suplir las
necesidades de mercados extranjeros; las formas violentas de exploración del trabajo (ayer la
esclavitud, que hoy aún persiste en algunos puntos del Brasil); las formas no menos violentas
de veto a la inmensa mayoría de la populación a derechos básicos de ciudadanía, como salud,
educación, habitación, empleo; la persistencia de prácticas condenables en la vida pública, en
la esfera política, como la corrupción crónica y la impunidad... Todas esas máculas tienen
origen remoto en la constitución histórica del Brasil.
El siglo XIX ha sido marcado por la opción de las élites de mando, agrarias y
mercantiles, por mantener la forma subordinada de inserción del Brasil en el mercado y en el
concierto de las naciones, lo que hizo reproducir en el país independiente todos los vicios de
origen generados en el mundo colonial. En el inicio del siglo XX algunos brasileños
empezaron a procurar entender esta nuestra tierra rica y compleja, las razones de su atraso, de
sus injusticias sociales. Innúmeros han sido los diagnósticos y las receptas para la superación
de los problemas brasileños. He procurado sólo ilustrar, con algunos rápidos y ilustres
ejemplos, como esas análisis y propuestas de transformaciones variaron a lo largo del siglo,
desde las visiones contaminadas por el cientificismo académico europeo del inicio del siglo
XX (que veía en la mestizaje el grande mal del Brasil y receptaba el “blanqueamiento” como
su solución) hasta análisis eminentemente económica vuelta a la superación del subdesarrollo
del país por medio de políticas públicas determinadas (propuso Celso Furtado), pasando por
las bellísimas tesis sustentadas en los vieses cultural, mental y de la lucha de clases, de Freyre,
Holanda y Caio Prado Jr, respectivamente.
Ese ejercicio de la búsqueda de la comprensión de la realidad brasileña no ha parado
en la década de 1960. Después de Furtado, muchos intelectuales continuarán y aún persisten

183
en esa obra, cívica y patriótica, de entendimiento del Brasil y de la búsqueda de alternativas
para la superación de sus problemas. Nuestra generación aún precisa presentar sus propios
diagnóstico y proyecto para el Brasil. Un óptimo primero paso es comenzar por conocer el
legado de los que nos precedieron.

184
10. Historia, memoria, historiografía:
Algunas consideraciones sobre
historia normativa y cognitiva en el Brasil196

1.

De inicio, cabe una palabra para situar el contexto de la producción del ensayo y de la
reflexión desarrollados a seguir. En Marzo de 2003, el historiador y teórico de la historia Prof.
Masayuki Sato promovió un seminario para discutir la naturaleza de las formas de narrativa
histórica practicadas en el Occidente y en el Oriente. El seminario Cognitive Historiography
and Normative Historiography: Searching for the role of history in the 21 st century” se
ha realizado en la Yamanashi University, en la ciudad Kofu, provincia de Yamanashi, Japón,
de 26 a 29 Marzo 2003. Teóricos de Alemana, China, Corea, Francia, Grecia, Italia, África del
Sur, Romania, Rusia, Japón y Brasil alimentaron el debate a partir de un texto previamente
encaminado a los conferencistas, cuyo propósito era precisamente demarcar los enfoques del
debate y salpicar algunas provocaciones. Profesor Sato enunciaba sus premisas en el primer
párrafo del referido texto, para entonces desarrollarlas. La premisa mayor era la siguiente:

É característico de la historiografía no estar determinada por la


combinación de sus elementos. Por lo contrario, la naturaleza de cada
parte y hasta la naturaleza de la combinación de esas partes están
determinadas por la posición y por el papel de la historiografía en el
ámbito del todo de una cultura. Mismo se ocurrir mudanza en alguna
de sus partes, el carácter del todo puede ser preservado. Como ejemplo
de ese principio, la historiografía europea mantuvo su naturaleza
fundamentalmente cognitiva a lo largo de los cuatro últimos siglos,
mientras la historiografía del Extremo Oriente preservó, a lo largo del
último siglo y medio, su carácter normativo, oficialmente sustentado,
a pesar de tener adoptado los métodos cognitivos de la historiografía
moderna occidental.197

La reacción generada por tales afirmaciones enfáticas me llevó a una reflexión sobre
los presupuestos básicos del Prof. Sato, asentados, por su vez, en dos oposiciones fundadoras
de su argumento. Primero, me pareció fundamental reflejar sobre el modo como “cognitivo”

196
Originalmente publicado cómo “História, memória, historiografia: algumas considerações sobre história
normativa e cognitiva no Brasil”. In: MALERBA, J.; AGUIRE R., C. A.. (Org.). Historiografia contemporânea
em perspectiva crítica. Bauru, SP:: EDUSC, 2007, p. 351-370.
197
Sato, Masayuki. Cognitive Historiography and Normative Historiography, paper presentado en el referido
evento. [posteriormente publicado en el Brasil en MALERBA 2006.La traducción es de Estevão Rezende
Martins.
y “normativo” surgen en su texto casi que como termos antitéticos, excluyentes. Según, cada
uno de esos termos adhiere a otro binomio de conceptos antitéticos: la historiografía
Occidental sería, digamos, más “cognitiva”, mientras que la Oriental tendría una vocación más
normativa.
El texto que sigue, presentado en el referido simposio, procura, sino cuestionar, al
menos relativizar las categorizaciones cabales del Prof. Sato. Como el texto del teórico japonés
tuvo el abierto intento de, en sus definiciones casi caricaturales, provocar el debate, mi réplica
avanzó en el mismo sentido – y ambos atingimos nuestra meta, pues las discusiones fueron
acaloradas. Para construir mi argumento, partí deliberada y provocativamente de dos
“acontecimientos” históricos, dos mitos fundadores, dos pilares de la memoria nacional, que
son la Independencia y el Descubrimiento del Brasil. Mi intención era contraponer a las
divisiones binarias rígidas del Prof. Sato (cognitivo/normativo; Occidente/Oriente) las
relativizaciones casi que naturales que nos facultan nuestras experiencia y perspectiva de
historiadores brasileños, “casi” occidentales, creados en una tradición cultural marcada por la
experiencia de la colonización. Abiertos a las más diversas tradiciones historiográficas, somos
todavía marcados por el peso de nuestra propia trayectoria histórica, en el ámbito del
pensamiento y en el plano institucional. Nuestra memoria es el mejor testimonio de eso. Mi
intensión, al deliberadamente acatar las definiciones dualistas de los Prof. Sato, es mostrar
como ellas son poco operacionales para tratar de realidades historiográficas como la brasileña,
que escapan a rígidas divisiones como aquellas arriba enunciadas.

2.

En el año 2000, ese número casi escatológico, los brasileños celebramos los “500
quinientos años” o el “V Centenario” del Descubrimiento. Según la historiografía oficial, en
1500 Pedro Álvares Cabral, un intrépido navegador portugués, desembarcaba en la costa
salvaje de aquello que hoy llamamos Brasil.
Por cierto, la efeméride ha sido pretexto para la producción de una verdadera avalancha
de obras de historia, la mayoría de carácter apologético, las cuales primaban por rescatar los
grandes acontecimientos de esa nación tan joven y peculiar que es el Brasil. Pero al mismo
tiempo, aquella ha sido una oportunidad igualmente muy singular, de la cual es posible tirarnos
algunos elementos de reflexión eventualmente interesantes para el eje del debate en pauta.
La cuestión de la diversidad cultural y el respeto a tal diversidad pertenece al universo
inagotable de las disciplinas o ciencias sociales. Por prudencia, no voy entrar en ese

186
labirinto.198 Esa cuestión pertenece igualmente a la agenda urgente de los gobernantes, que
infelizmente está muy lejos de la nuestra. Por otro lado, imagino que no podría acrecentar
mucha cosa al debate simplemente ofreciendo el resumen de las reflexiones profundas llevadas
a cabo por importantes pensadores, como los que se encuentran hoy aquí reunidos. Así, mi
objetivo, muy limitado, es lo de intentar establecer un contrapunto argumentativo,
anteponiendo a la discusión eminentemente teórica sobre el carácter normativo o cognitivo de
las diferentes tradiciones historiográficas un “estudio de caso”, específicamente el caso de la
historiografía brasileña, en la expectativa de que ambos se iluminen recíprocamente.
Creo ser posible afirmar que la mayoría de los historiadores aquí presentes comparte
de algunas premisas básicas, o por lo menos de algunas intenciones comunes. Salvo engaño,
estamos aquí en este seminario a la procura de criterios y metodologías para análisis
historiográficas comparadas, que para ocurrir deben superar barreras culturales. 199 La
diferencia debe ser tomada no como límite, barrera, obstáculo, pero como lo que se quiere
aprender – el punto de partida y no lo de llegada.

En ese sentido, mi estrategia argumentativa partirá de mi experiencia de historiador


brasileño para reflejar sobre las premisas del nuestro debate, tal como enunciadas por el Prof.
Sato. No es el caso intentar hacer un esbozo de la historia de la historiografía brasileña, pero
problematizar sus matrices fundadoras y las dificultades que estas siempre tuvieron para
pensar la diversidad, la diferencia. Al exponer algunos aspectos característicos de la
historiografía brasileña, pretendo también abrir a la discusión el problema de cómo los
historiadores brasileños están aún lejos de un padrón orgánico y universalmente inteligible de
la práctica historiográfica multicultural.200

3.

El Brasil es un país peculiar. Al afirmarlo, me ocurre el doloroso proceso de


emancipación política de las regiones del continente americano. El Brasil ha sido el único país

198
Contribuciones sugestivas pueden ser encontradas en JOHNSON 2000, p 405-418; también BADER 1997, p.
771-813.
199
Las premisas generales del debate fueron establecidas por RÜSEN 1996, p. 5-22. Ver también BOWLIN 1997,
p. 123-134; FEATHERSTONE, Mike. Global culture: an introduction. In: FEATHERSTONE 1990;
BRAEMBUSSCHE1989, p. 1-24; LLOYD 1991, p. 180-219.
200
Las premisas para la fundación de una tal historiografía bien podrían iniciarse a partir de las penetrantes
sugestiones del Prof. Boaventura de Sousa Santos. Cf. SANTOS 1995.

187
que de él emergió como una monarquía – mientras todos los demás países hispanoamericanos
se tornaron repúblicas.201 También es el único caso de un monarca de típica casa dinástica
europea a ser coronado bajo los trópicos.202 Por lo tanto, el Brasil tiene una herencia colonial
y monárquica que marca definitivamente su pueblo y su historia.
A respetar las periodizaciones tradicionales, forjadas en el oficialismo monárquico del
Instituto Histórico y Geográfico Brasileño (1838) y acatadas por la crítica especializada
posterior, la historiografía brasileña tendría tenido un acto fundador con la edición del primer
volumen de la Revista del Instituto Histórico y Geográfico Brasileño, en 1839.203 La
historiografía oficial surgió, en el Brasil, como un órgano de acción dentro del proyecto de
construcción del Estado y de formaciones de la nación a lo largo del siglo XIX. También allá
ella participó de la universalización de modelos hegemónicos de prácticas historiográficas, con
la amplia difusión de las vertientes teórico-metodológicas alemana y francesa desde el inicio,
predominando la matriz francesa a lo largo del siglo XX. 204
Desde el inicio de sus actividades, el IHGB, así como toda la historiografía
ochocentista, han buscado construir las raíces identitarias de la nación en formación en dos
mitos fundadores: el “descubrimiento” del Brasil (1500) y su “Independencia” política (1822).
Las diversas generaciones de historiadores brasileños, inmersos en sus propias
temporalidades históricas, narraron el descubrimiento y la historia de la Independencia cada
cual a su modo: reiterando tesis fundadoras, rectificando detalles equivocados, rechazado in
limini aquellas tesis y presentando otras nuevas. A cada época, ha sido ampliado el aceso a
diversos acervos, al paso que la propia práctica historiadora se perfeccionaba, perfeccionando
sus instrumentos. La renovación de la disciplina histórica acompañó mucho próxima la
construcción de la memoria histórica de esos dos “hechos”. Descubrimiento e Independencia

201
Para un brillante análisis comparativo del proceso de independencia en la América latina, ver McFarlane,
Anthony. Independencias Americanas en la Era de las Revoluciones: Conexiones, contextos, comparaciones. In:
MALERBA 2006.
202
Sobre la coronación y permanencia de la corte de D. João en el Brasil, ver MALERBA 2000.
203
Otros reconocen tal acto con la monografía escrita por Karl Friedrich Phillp Von Martius, que gañó el concurso
“Como se debe escribir la Historia del Brasil”, promovido por IGHB en 1844. La tesis del naturalista alemán se
centraba en la especificidad de la trayectoria histórica del país tropical, a partir de la tesis de las tres razas
formadoras. Cf. DIEHL 1998; SCHWARCZ 1993.
204
Sobre las ligaciones entre Estado e historiografía en el Brasil en el siglo XIX, Cf. GUIMARÃES 1988, p. 5-
27; WEHLING 1999 y WEHLING 1994; SCHWARCZ 1993 y SCHWARCZ 1998. La vigencia de los cánones
franceses no sólo en laHistoria, pero en todas las Ciencias Humanas en el Brasil se explican en virtud de que la
implantación de la moderna universidad Brasileña en los años de 1930, con fundación de la Universidad de São
Paulo, fue sustentada por una “misión francesa” de intelectuales como Claude Levi-Strauss, Roger Bastid Pierre
Monbeig y Fernand Braudel. Para una visión general de la fundación de la USP, ver la edición conmemorativa
de los 60 años de la Universidad, Revista de Estudios Avanzados, n. 22, particularmente el ensayo de Fernando
Novais: Braudel y la “Misión francesa”. (http://www.usp.br/iea/revista/online/revista22/novais.html)

188
fueron incorporados por la historiografía oficial como marcos de la construcción de la
nacionalidad brasileña. Aquél enfatiza el primer contacto del hombre blanco con la
“naturaleza” del país. El segundo centrase en la conquista de la “mayoridad política” alcanzada
por el “pueblo brasileño” en 1822. Sin embargo, mirándose esa historiografía bien cerca, se
puede notar que algunos problemas estructurales, ligados a la limitación de horizontes teóricos,
persisten hasta hoy. A seguir, voy intentar usar esos dos “hechos” o “eventos” como pretexto
para pensar algunos problemas concernientes a la práctica historiográfica en el Brasil.

4.

La “Independencia del Brasil”

Ningún otro asunto de la historia brasileña ha sido tan exhaustivamente estudiado e


investigado cuanto el proceso de emancipación política del Brasil frente al Portugal. Desde el
propio evento (lo cual, según la historiografía oficial, ocurrió entre 1808 y 1825), ese episodio
viene generando enorme interés y resultó en incontables obras historiográficas.205
Fue aún bajo el imperio de los Bragança que se produjo la opus magna de la
Independencia del Brasil, de la pena de uno de los mayores historiadores brasileños de todos
los tiempos, Francisco Adolfo de Varhagen.206 Se Instauró la República e, ironía del destino,
luego vinieron las conmemoraciones del Centenario, pretexto perfecto para la apropiación de
la memoria del gran acontecimiento por las más diferentes facciones. A ellas adhirieron los
monarquitas imbuidos en “restaurar” un orden que se perdiera y detraer el status quo, así como
sus opositores republicanos, firmes en el propósito de enlodar la memoria de la vieja orden
ya ida tarde, pero que sabían bien rescatar, a su modo, el simbolismo de la emancipación en
prol de la causa republicana.207 Se Siguieron dictaduras, aberturas, renovaciones políticas,
historiográficas, pero el tema se mantuvo allá, íconos intocable de la brasilidad.
Ningún otro autor ha ofrecido contribución mayor a la historia de la Independencia en
el siglo XIX de lo que Francisco Adolfo de Varnhagem, pues su modelo interpretativo del
proceso de emancipación política del Brasil se hay mantenido por casi dos siglos. Por eso, voy

205
Sobre la historiografía de la independencia, ver nuestros estudios prospectivos: MALERBA, J. Esbozo crítico
de la reciente historiografía sobre la independencia del Brasil (c.1980-2002). In Malerba 2006; MALERBA 2005,
p. 99-126; MALERBA 2004, p. 59-86.
206
VARNHAGEN s/d. Dos excelentes estudios sobre Varnhagen son: WEHELING 1999 y ODÁLIA 1997.
207
Cf. SANDES 2000; CARVALHO 1990.

189
tomarlo como referencia para verificar cómo las funciones “cognitiva” y “normativa”
combinan en esta matriz fundadora de la historiografía brasileña.
Muchos historiógrafos importantes se dedicaron al estudio de la obra y d la vida del
Vizconde de Puerto Seguro, con mayor o menor profundidad. Un problema casi universal de
su crítica, sin embargo, reside en el facto de que la mayor parte de sus exegetas, mismo entre
los más sagaces, como José Honório Rodrigues, Nilo Odália y José Carlos Reis, fundamentan
sus análisis sobre Varnhagen casi exclusivamente en la Historia General del Brasil, donde se
tendrían lanzado, más que un paradigma, verdaderos “cuadros de hierro” de la historiografía
nacional, conforme lo ha sentenciado Capistrano de Abreu, que anotó la obra magna de nuestro
autor.208
La Historia de la Independencia, lista desde 1877 (un año antes de la muerte de
Varnhagen), pero publicada póstumamente sólo en 1916, sería el último capítulo a completar
la Historia General. Compuesta de diez capítulos dispuestos en orden rigurosamente
cronológica, desde la revolución del Puerto y el retorno de Don João a Portugal (1820) hasta
el tratado de reconocimiento de la Independencia en 1825. Sigue sólo una sección
“Provincias”, de extensión y profundidad desiguales, donde aborda la independencia en sus
sucesos locales. Sintomáticamente no incluye la de São Paulo, bierzo de los Andradas, a quien
él procura disminuir en su obra por desafectos de familia. La Historia de la Independencia
documenta el cisma que el vizconde nutría por Andrada. A respecto, sentencia con propiedad
José Honório Rodrigues, la Historia de la Independencia es

Obra en defensa del papel de D. Pedro, en detrimento de José


Bonifácio, en la elaboración de la Independencia, de desvalorización
de la guerra de la Independencia, para que esta surja como un
desentendimiento momentáneo y no como una ruptura con el régimen
colonial la que tendría sido llevado el Brasil, caso José Bonifácio no
tuviese sido expulso del proceso histórico.209

La animosidad de Varnhagen contra Bonifácio es indisfrasable. Ha procurado


abiertamente atribuirle papel menor en la Independencia, por ejemplo, subestimando el valor

208
Las anotaciones de Capistrano a la HGB pasaron a ser reproducidas a partir de la 3ª edición de la gran obra de
Varnhagen. Las impresiones del comentador sobre el comentado están bien caracterizadas en ABREU,
Capistrano. Sobre el Vizconde de Porto Seguro. In: Ensayos y estudios, 1ª série. Rio de Janeiro: Civilización
brasileña, 1976. Autores importantes se dedicaron al estudio de la obra y de la vida del Vizconde de Porto Seguro.
Cf. WEHLING, Arno. Los “cuadros de hierro”: el paradigma Varnhagen. In: WEHLING 1999, p. 195-220.;
RODRIGUES, José Honório. Varnhagen: el primer mestre de la historiografía brasileña. In: RODRIGUES 1982,
p. 191-225; REIS, José Carlos. Anos 1850: Varnhagen; el elogio de la colonización portuguesa. In: REIS 1999,
p. 23-50; IGLÉSIAS 2000; ODÁLIA 199.
209
RODRIGUES 1982, p. 191-225, citación p. 210.

190
de las intervenciones de Bonifácio en el proceso, al evaluar como secundarios o mal elaborados
sus textos, tales como la representación de São Paulo de 1821 y el Manifiesto de 6 de Agosto
de 1822. Ha retirado de la primera edición el retrato del “patriarca”, mención honrosa que ha
procurado atribuir a otros personajes, como Cairu, Hipólito de la Costa y Azeredo Coutinho.
Si la obra es un manifiesto antiandradino, la figura de D. Pedro es sacralizada, un
verdadero culto a su personalidad, además de la apología de otras figuras como los ultras
conservadores Cairu y Azeredo y el combatiente Hipólito. Básicamente, todo empeño
argumentativo de Varnhagen se va en el sentido de negar a la independencia el carácter de
revolución, menospreciar su aspecto de lucha, de ruptura, de participación popular, que le
causa escalofríos. La independencia, no pasara de un desentendimiento episódico entre la
incontestable dinastía reinante y los hombres buenos de la tierra.
Por su trabajo sistemático de investigación y crítica de fuentes, por su verdadera
obsesión por fundamentar cada afirmación con evidencias documentales, por su búsqueda
exasperada de escribir una historia rigurosa, fundada en la observación y en la aplicación de
un método científico (que para él se restringía a la crítica de las fuentes), por su gana en buscar
la verdad histórica, lo qué “realmente aconteció”, por todo eso ese verdadero modelo fundador
de la historiografía brasileña que es Varnhagen puede ser fácilmente encuadrado en una
tipología de los historiadores metódicos que le son contemporáneos, o sea, aquéllos que eran
portadores de lo que se podría llamar, parafraseando Goldmann, de lo máximo de consciencia
histórica científica a su época. Lo máximo que entonces atingía la reflexión histórica cognitiva.
No es tarea difícil situar Varnhagen en el modelo occidental dominante de
reconstrucción histórica del pasado. No cabe aquí rescatar la fortuna crítica de la obra del
Vizconde de Porto Seguro210, pero sólo iluminar algunos puntos de su trayectoria que nos
permitan hacer comprender mejor la Historia de la Independencia del Brasil. De un modo
general, los críticos son unánimes en reconocer que el estilo narrativo de Varnhagen era pobre,
a pesar de su pretensión de literato e interesado en la historia de la nuestra literatura, a punto
de producir la más importante antología poética brasileña del siglo XIX. (VARNHAGEN
1850-1853). Iglesias evalúa que Vizconde “no era particularmente dotado para el arte de
escribir: juzga su texto destituido de cualquier garra de escritor; Manuel Bonfim, en El Brasil
en la Historia, lo considera “pesadón, desilegante, sin arte”211. Es antológica la descripción

210
Trabajo realizado con todo mérito en WEHLING, Arno. Los “cuadros de hierro”: el paradigma Varnhagen.
In: WEHLING 1999, p. 195-220.
211
Cf. Iglesias 2000, p. 73 ss; MARTINS 1977-78, v. 2, p. 512.

191
hecha por Capistrano de Abreu del genio de Varnhagen, poseedor de innúmeros puntos
vulnerables.

Era de los hombres enterizos, que no se apoyan sin quebrar, no tocan


sin ferir, y matan moscas a pedradas, como el oso del fabulista. En
muchos puntos en que su opinión no era necesaria, él la expuso
complacientemente, con tanta mayor complacencia cuanto más se
apartaba de la opinión común. Sus reflexiones a las veces provocan un
movimiento de impaciencia que obliga a volver la página o a cerrar el
volumen. Muchos asuntos sin importancia, o de importancia
secundaria, solo ocupan por hubieren sido descubiertas suyas (...)
Sensible al vituperio como al elogio, se respiraba con delicias la
atmósfera en que le era quemado, retribuía aquél con expresiones nada
menos que moderadas. (ABREU 1976, p. 203-4)

No obstante, no le faltaban otras virtudes. Además de “trabajador posante” y


“explorador infatigable”, como lo caracterizó Capistrano, tal vez tenga sido lo mayor erudito
brasileño de todos los tiempos. Demostrar el aparato crítico presentado en su obra de estrena,
escrita a los 23 años, las Reflexiones críticas, en las cuales el autor, inaugurando el uso
sistemático del método crítico al documento histórico, tal como propuesto por la escuela
histórica alemana, restituye la autoría y el texto integral del Tratado descriptivo del Brasil, de
Gabriel Soares de Sousa.212 Podemos tranquilamente conceptualizar la actitud metódica que
animaba Varnhagen como típica de la historiografía cognitiva de su época, o sea, la búsqueda
sistemática de la verdad histórica con base en la aplicación de metodologías rigurosas
aplicadas sobre fuentes documentales buscadas al exhausto.
Si a Varnhagen sobraba erudición, le faltaba, además de estilo perfecto, el
encuadramiento teórico. Iglesias le reconoce la capacidad hercúlea de trabajo y la visión de
conjunto, pero le acusa la carencia de la teoría, que le autorizaría mejor interpretación de la
historia brasileña, proveyéndolo de los instrumentos necesarios para la organización del
inmenso volumen de material que manipulaba.
Ni es preciso recurrir a los mejores analistas de su obra para reconocer otro trazo
distintivo de Varnhagen: era un aguerrido conservador, que hizo la apología de la colonización
portuguesa en América, aunque teniendo el mérito de saber reconocer los excesos y abusos de
la minoría dominante. Prof. José Honório indica como nuestro autor relató las persecuciones
políticas y religiosas, las discriminaciones raciales, la censura, los castigos, la corrupción de

212
Cf. VARNHAGEN 1839. Um dos textos mais densos sobre a obra de Vanrhagen ainda é o de RODRIGUES
1982, p. 191-225.

192
gobernadores y magistrados en su HGB. Iglesias acuerda la exaltación de la monarquía, el
culto a la orden, que lo hizo expresar su abominación a cualquier movimiento libertario. Era
él propio, sin embargo, cargado de preconceptos políticos, sociales y religiosos. Juzgaba ─ y
condenaba ─, como hizo en la Historia de la Independencia del Brasil, sin lo menor pudor.
Condenó la Inconfidencia Minera, la figura de Tiradentes, así como la Revolución de 1817,
sobre la cual expresó con toda franqueza que, por él, pasaría sobre ella un velo, no la
incluyendo en el cuadro histórico que se propusiera hacer.213

Socialmente, era un cortesano a la cata de favores reales, teniendo particular caída por
títulos honoríficos, de los cuales lastimó tenerlos recibido ya en edad tan avanzada. La disputa
por favores y mejores lugares en la corte, como la que se envolvió con José da Silva Paranhos
(futuro Marqués de Paraná), que Honório Hermeto prefirió a Varnhagen para acompañarlo
como secretario a una misión al Río de la Plata en 1851, es sólo un ejemplo de habitus214
cortesano del Vizconde. Como consta en su correspondencia activa, organizada por Clado
Ribeiro Lesa, Varnhagen escribía con frecuencia para D. Pedro II, su protector, siempre
solicitando algún favor o lastimando pretericiones: “ha sido siempre un constante áulico del
Imperador y sus ministros, aunque en los momentos de crisis agradeciese a D. Pedro tenerse
acordado ‘del pobre Varnhagen’”.215

Ese perfil social ayuda a comprender mucho de sus posturas ideológicas, manifiestas
por toda su obra y, especialmente, también en la Historia de la Independencia. Aunque
postulase la neutralidad, la búsqueda de la verdad en los parámetros de la escuela crítica
cientificista, su ideología marcó de manera indeleble sus reconstituciones históricas, como se
percibe en la selección que opera de los fatos y en los juicios que emite sobre los agentes. Ese
es un aparente paradojo de nuestro historiador. Pretende buscar la “verdad histórica”, imparcial
y objetivamente, pero es un historiador totalmente engajado, como somos todos, según la feliz
sentencia de José Honório. No se trata de procurar justificarlo, ponderando que Varnhagen
“era un hombre de su tiempo”, como hacen Iglesias y José Carlos Reis. Aquél reclama que
nuestro autor debe ser juzgado por su efectiva contribución, la de tener introducido el método

213
VARNHAGEN s/d. Cf. REIS 1999, p. 23-50; Iglesias 2000, p. 75 ss; RODRIGUES 1982, p. 206 ss.
214
Para una discusión sobre el concepto de habitus, cf. MALERBA, Jurandir. Para una teoría simbólica:
conexiones entre Norbert Elias y Pierre Bourdieu. In: CARDOSO & MALERBA 2000.
215
. Cf. RODRIGUES 1982, p. 223. También las 242 cartas reunidas en su Correspondencia activa (org. Clado
Ribeiro Lessa). Rio de Janeiro: INL, 1961.

193
y el rigor críticos, la valorización del documento, que sería su gran contribución, suficiente
para garantirle destaque en nuestro escenario historiográfico.

Considerarlo devaluado por no atentar para el mal de la esclavitud, por


su conservadorismo o reacionarismo, por no apreciar cuestiones hoy
tan vitales, para nosotros, no sólo es procedimiento dudoso como
denunciador de falta de sentimiento histórico. Varnhagen fue hombre
de su época, pensó y actuó como la mayoría de sus contemporáneos.
Lo más es crítica de reparos. (Iglesias 2000, p. 85)

El historiador de las identidades del Brasil, por su vez, irá en el rastro del mestre,
apuntando que Varnhagen justificó la dominación colonial y la esclavitud etc. Pero, al acordar
que la HGB fuera escrita en los años 1850, siendo representativa del pensamiento internacional
dominante en la época, indaga:

Se él la escribió en aquellas circunstancias históricas, políticas,


culturales y otras, en aquél tiempo, en aquella historicidad, ¿se podría
esperar algo diferente? ¿Sería posible esperar un Varnhagen socialista?
¿Democrático? ¿Anti-esclavista? (...) Varnhagen representa el
pensamiento brasileño dominante durante el siglo XIX, y él se lo
expone con rara clareza, con hartura de dados y fechas, nombres y
factos. Se debe ser leído como un gran depósito de informaciones
sobre el Brasil, un archivo portátil, y como la interpretación del Brasil
más elaborada e históricamente eficaz del siglo XIX. (REIS 1999, p.
33)

Pediría yo permiso a los dos Mestres mineros para introducir un otra visión sobre
nuestro asunto. Decir que un autor es “hombre de su tiempo” no nos permitiría comprender la
escrita histórica de Varnhagen en su integridad. La cuestión metodológica a ser levantada, a
partir dese punto de partida inalienable, sería la siguiente: ¿lo qué un autor y su obra pueden
nos revelar sobre su tiempo, que aún no ha sido dicho? Ese es el sentido de la historia de la
historiografía. Y aquí se podrá revelar la importancia y la explicación de la longevidad de
Varnhagen. Este autor percibió la importancia de la historia para la efectuación de un proyecto
político, a lo cual él se puso a servicio de modo incondicional a lo largo de toda su vida: el
historiador metódico e idólatra de la verdad se ha presentado como un verdadero
artífice/mentor voluntario del proyecto de construcción de la nación que se iniciaba. Claro está
que eso resulta en una serie de desdoblamientos, que no cabe explorar aquí: que el proyecto
de construcción de la nación implicaba, para él, la delimitación de una nación que fuese blanca
y europea, y que todo el proceso debería ser, medio hegelianamente, conducido por un Estado

194
fuerte y centralizado.
Es ese compromiso político-ideológico, esa adhesión de Varnhagen al proyecto del
Estado-nación imperial, que explican sus juicios y posicionamientos intempestivos, proyecto
que nuestro autor abrazó como verdadera misión de vida: “pensar la tarea de dar forma
narrativa y contenido histórico al proyecto”. (DIEHL 1998, p. 46 ss ) Como acuerda Nilo
Odália en su profunda análisis del pensamiento de Varnhagen, el historiador engajado en el
proyecto nacional debe buscar en su cotidiano que se evite cualquier separatismo, desunión,
fragmentación; él debe buscar superar con la fuerza del argumento histórico, que ofrece del
pasado, los elementos necesarios a la orientación para acción práctica en el presente:

Se, en un primer momento, a él cabe la creación de un pasado uno, que


da sentido a la nación; en un segundo momento, a su participación es
mucho más vigorosa porque a él cabe también la tarea de modelar el
futuro. Una nación no es sólo lo que ella fue en su pasado colonial,
esta es la materia-prima, el punto de partida para una proyección en
dirección al futuro en que se debe realizar su ideal de Nación.216

Aquí reside la explicación para el vigor y la vigencia de la obra de Varnhagen: ella


respondió mejor que cualquier otra a los deseos de un proyecto victorioso, que la propia
proclamación de la República sólo re-significó, sin refutar in limine. Como ha dicho Wilson
Martins en el tercer volumen de su Historia de la Inteligencia brasileña, Varnhagen
“configuraba nuestra consciencia histórica brasileña: se puede decir, por eso, que, además
escribir una historia del Brasil, él hizo, en larga medida, la Historia del Brasil, pues la suya ha
quedado siendo, al final de cuentas, desde entonces, la nuestra propia visión de la historia
patria”. Modelo de hierro que subsiste y sólo muy recientemente comienza a ser superado, en
la opinión de Iglesias, no sólo por el mérito de Varnhagen tener captado y traducido en su obra
el espíritu de una búsqueda de identidad nacional, como también por la fragilidad de nuestra
historiografía, debido al oficialismo de la cátedra y de instituciones refractarias a la
transformación.217
He utilizado el caso de Varnhagen y su abordaje de la independencia del Brasil en el
sentido de cuestionar las fronteras eventualmente rígidas entre una historiografía “cognitiva”
y otra “normativa”. La historia escrita por Varnhagen, que ha influenciado a varias
generaciones de historiadores, se pretendía totalmente “cognitiva”, metódica, rigurosa,
científica; sin embargo, su compromiso en el proyecto de construcción del Estado nacional

216
ODÁLIA1997, p. 38. Também Reis, p. 31 ss.
217
. Iglesias 2000, p.76. Citação de Wilson Martins, p. 91.

195
brasileño en la segunda mitad del siglo XIX establecía el límite del aspecto cognitivo de su
historia, a partir del cual el hombre Varnhagen dibujaba el pasado que mejor convenía a sus
expectativas de futuro. (KOSELLECK1993) Como una hipótesis de trabajo, yo afirmaría que
tal dualidad excluyiente no existió jamás, o sea, que no hay historiografía predominantemente
cognitiva que no sea en alguna medida normativa. Y, vice-versa, que no hay historiografía
predominantemente normativa que no sea construida sin respeto a cualquier mínimo de
racionalidad metódica, que no sea, en esos termos, cognitiva.

4.
El “descubrimiento del Brasil” es un marco de la memoria brasileña tan importante
cuanto la Independencia para la construcción de la identidad nacional. Voy a utilizar este caso
para relativizar divisiones estanques entre Oriente y Occidente, procurando mostrar que ni
todas las realidades del planeta y ni todas las formas de escribir y contar la historia caben en
esos conceptos.
Las celebraciones del 5º centenario de la Independencia, en el año 2000, me han
proporcionado la chance de examinar mis propias concepciones sobre el discurso
historiográfico en perspectiva. Historiadores con inclinaciones “progresistas” – para no decir
de “izquierda” - deseaban utilizar las “conmemoraciones” del quinto centenario para
manifestar sus críticas de carácter social y político, para mostrar como los cinco siglos de
historia del Brasil generaron una sociedad con uno de los peores índices de distribución de la
riqueza del planeta, con uno de los peores índices de desenvolvimiento humano, con un Estado
viciado en corrupción etc. Era una oportunidad impar para utilizar los reflectores de los medios
y “denunciar”, entre otras cosas, que esa historia de desigualdades, constantemente maqueada
por la historiografía oficial, había condenado una mayoría negra y mesticia a los peores
indicadores sociales y al casi exterminio de naciones indígenas enteras. Con todo, tanto la
visión apologética de la colonización cuanto su opuesto, el denuncismo de la expropiación o
hasta la exaltación de la resistencia contra él, vía de regla, se sustentan en la historiografía a
partir de la perspectiva del blanco colonizador – quien, como vimos en el ejemplo anterior de
Varnhagen, atribuyéndose la idea de construir la memoria y escribir la historia del país. La
historia de los opresores y la historia de los oprimidos, y mismo la historia de la resistencia
contra la opresión, han sido escritas con las fuentes, las técnicas y métodos y a partir de la
perspectiva del blanco colonizador. O sea, toda esa historia se cuenta, se narra, del modo
triunfante del discurso del colonizador.

196
Sin embargo, en una palestra sobre los “500 años del encuentro del hombre blanco con
el indio”, el líder indígena Ailton Krenak, evidenciando un problema de comunicación, que ya
dura más de cinco siglos, acusaría aquél vicio básico de la historia del “descubrimiento”. Se
para nosotros, blancos occidentales, era tranquilo que el “descubrimiento” del Brasil tuviese
acontecido en el día 21 de Abril de 1500, por obra de navegadores portugueses, los indígenas
cuentan ese “encuentro” de manera muy distinta. Alias, de otras maneras muy distintas, en el
plural, ya que se supone que había más de 900 naciones, 900 grupos étnicos y lingüísticos
cuando de la llegada de los europeos al territorio hoy llamado Brasil – de las cuales hoy restan,
todavía, poco más de 200. 218 Y esos pueblos contaron y cuentan aún hoy la llegada de los
blancos a su modo, en narrativas basadas en mitos de fundación, conforme nos cuenta el líder
indígena Ailton Krenak:

Los datos y la historia reciente de los últimos quinientos años tienen


indicado que el tiempo de ese encuentro entre nuestras culturas es el
tiempo que acontece y se repite todo día. No hubo un encuentro entre
las culturas de los pueblos del Occidente y la cultura del continente
americano en una fecha y en un tiempo demarcado que pudiésemos
llamar de 1500 o de 1800. Estamos conviviendo con ese contacto
desde siempre. Se pensarnos que hay quinientos años algunas canoas
aportaron aquí en nuestra playa, llegando con los primeros viajantes,
ellos están llegando hoy a las cabeceras de los altos ríos allá en la
Amazonia. De vez en cuando la televisión o El periódico muestran una
frente de expedición entrando en contacto con un pueblo que nadie
conoce, como recientemente hicieron sobrevolando de helicóptero la
aldea de los Jamináwa, un pueblo que vive en la cabecera del río
Jordano, allá en la frontera con el Perú, en el departamento del Acre.
Los Jamináwa no fueron aún abordados, continúan vagando por las
florestas del alto río Juruá, en los lugares adonde los blancos están
llegando ahora!
Podríamos afirmar, entonces, que para los Jamináwa 1500 aún no
aconteció... (...) En la historia del pueblo Tikuna, que vive en el río
Solimones, en la frontera con la Colombia, tenemos dos hermanos
gemelos, que son los héroes fundadores de esta tradición, que estaban
allá en la Antigüedad, en la fundación del mundo, cuando aún estaban
siendo creadas las montañas, los ríos, la floresta, que nosotros
aprovechamos hoy... Cuando esos dos hermanos de la tradición del
pueblo Tikuna, que se llaman Hi-pí – el más viejo o lo que salió
primero – y Jo-í – su compañero de aventuras en la creación del mundo
tikuna –, cuando ellos aún estaban andando en la tierra y creando los
lugares, ellos iban andando juntos, y cuando el Jo-í tenía una idea y
expresaba esa idea, las cosas se iban haciendo, surgiendo de su

218
Cf. RIBEIRO 1997; OLIVEIRA 1978; CUNHA 1992; MOTA 1994. MONTEIRO 1994;

197
voluntad. El hermano más grande de él vigiaba, para él no tener ideas
mucho peligrosas, y cuando percibía que él estaba teniendo alguna idea
extraña, hablaba con él para ele no pronunciarse, no contar lo que
estaba pensando, porque él tenía el poder de hacer acontecer las cosas
que pensaba y pronunciaba. Entonces, Jo-í ha subido en un árbol del
fruto del açaí y ha quedado allá en riba de la palmera, bien en el alto,
y ha mirado lejos, cuanto más lejos él podría mirar, y el hermano de él
ha visto que él podría decir alguna cosa peligrosa, entonces Hi-pí
habló: “Mira, allá muy lejos está viniendo un pueblo, son los blancos,
ellos están viniendo para acá y están viniendo para acabar con la
gente”. El hermano de él ha quedado aterrorizado porque él has dijo
eso y les dijo: “Mira, usted no podría tener hablado eso, ahora que
usted habló eso acabó de crear los blancos, ellos van existir, puede
demorar mucho tiempo, pero ellos van llegar aquí en nuestra playa”.
Y, después que él ya tenía anunciado, no tenía como deshacer esa
profecía. Así las narrativas antiguas, de más de quinientas hablas o
idiomas diferentes, sólo aquí en esa región de la América del Sur,
donde está el Brasil, Peru, Bolívia, Ecuador, Venezuela, nos recuerdan
que los nuestros antiguos ya sabían de ese contacto anunciado. (...)
Pero ha sido un movimiento inmenso. Imagine que movimiento
fantástico que ha acontecido en los últimos tres, cuatro siglos trayendo
millares y millares de personas de otras culturas para acá. Entonces mi
pueblo Krenak, así como nuestros otros parientes de las otras naciones,
nosotros tenemos recibido a cada año eses pueblos que han venido para
acá, viendo ellos llegaren en nuestro terrero. Nosotros hemos visto
llegar los negros, los blancos, los árabes, los italianos, los japoneses.
Nosotros hemos vistos llegar todos esos pueblos y todas esas culturas.
Somos testimonias de la llegada de los otros aquí, los que ven con
antigüedad, y mismo los científicos e investigadores blancos admiten
que sean de 6 mil, 8 mil años. Nosotros no podemos quedar mirando
esa historia del contacto como se fuese un evento portugués. El
encuentro con las nuestras culturas, él transciende a esa cronología del
descubrimiento de la América, o de las circunnavegaciones, es mucho
más antiguo. Reconocer eso nos enriquece mucho más y nos da a
oportunidad de ir afinando, apurando el reconocimiento entre esas
diferentes culturas y “formas de ver y estar en el mundo” que dieron
fundación a esta nación brasileña, que no puede ser un acampamiento,
debe ser una nación que reconoce a diversidad cultural, que reconoce
206 lenguas que todavía son habladas aquí, además del portugués. (...).
Cuando la fecha de 1500 es vista como marco, las personas pueden
hallar que debían demarcar ese tiempo y conmemorar o debatieren de
una manera demarcada de tiempo el evento de nuestros encuentros.
Los nuestros encuentros, ellos ocurren todos los días y van continuar
aconteciendo, yo tengo certeza, hasta el tercer milenio, y quien sabe
además de ese horizonte. Nosotros estamos teniendo la oportunidad de
reconocer eso, de reconocer que existe un rotero de un encuentro que
se da siempre, nos da siempre la oportunidad de reconocer el Otro, de
reconocer en la diversidad y en la riqueza de la cultura de cada uno de
nuestros pueblos el verdadero patrimonio que nosotros tenemos,
después vienen los otros recursos, el territorio, las florestas, los ríos,

198
las riquezas naturales, las nuestras tecnologías y la nuestra capacidad
de articular desenvolvimiento, respeto por la naturaleza y
principalmente educación para la libertad... 219

6.

Lo que tenemos aquí no es definitivamente una cuestión de fácil resolución, pues que
inevitablemente dispone en la misma ecuación vectores diversos, histórico/culturales y
epistemológicos. El punto central del argumento es lo de que la base de legitimación del
conocimiento en general, y del conocimiento histórico, en particular, continua siendo lo de la
hegemonía cultural de los pueblos que concentran poder sobre los que a él son, de alguna
manera, sometidos.
En el caso en análisis, podríamos decir con el teórico pos-colonialista indiano Ashis
Nandy (1995, p. 44-66) que la consciencia histórica domina hoy el mundo - pero yo no tendría
mucha convicción de que la victoriosa historiografía brasileña, institucionalmente forjada en
la mejor tradición cognitiva europea (particularmente francesa), estaría inclinada a abrirse en
el sentido de admitir una nueva “sensibilidad ante a imperativos culturales, capacidades
psicológicas y tal vez hasta para preocupaciones éticas oriundas de sociedades o comunidades
que, de distintas maneras, obstinadamente optaron por continuar a vivir fuera de la historia”
(NANDY 1995, p. 46). Ni tampoco tengo yo una respuesta definitiva para ese desafío ético,
étnico y epistemológico.
Puedo decir apenas que creo que la historiografía brasileña raras veces hay demostrado
capacitad para percibir que, dentro de ese inmenso continente cultural llamado Brasil, hay
otras maneras de se contar historia que no la del blanco dominante. Junto a los indios, es común
colocarse el “negro”, traído a la fuerza para la América desde los comienzos de la colonización
para soportar el trabajo brazal en los campos y en las ciudades. Cuando se habla en “el negro”
se omite otra grande diversidad cultural. Hasta hoy existen centenas, sino millares de
comunidades negras que viven aisladas de la “civilización”. Esas comunidades son oriundas
de los “quilombos”, formados con negros de diversas etnias que huían de las haciendas y

219
Ailton Krenak. El eterno retorno del encuentro. In: NOVAES 1999, p. 23-31. Hay una extensa bibliografía
sobre ese mito del encuentro del punto de vista de las naciones indígenas americanas. Cf. GIACCARIA 1991;
LOPEZ BREARD 1994; LUKESCH 1982. MINDLIN 2001; Conselho Indígenista Misionário (CIMI). Otros
500: Construyendo una Nueva Historia. São Paulo: Editora Salesiana, 2001.

199
formaban esas comunidades220. Hay algunas que mal hablan portugués hasta hoy. Tantos
negros como indios poseen, como el excerto arriba quince indicar, bagajes culturales
riquísimas, constituidas por relatos transmitidos por la tradición oral. La historiografía oficial
del Brasil tiene dificultad para trabajar con esa riqueza, aunque es preciso reconocer que lo
mismo no ocurre en las otras ciencias sociales brasileñas. 221

Mismo cuando se habla del elemento “blanco”, se curre el riesgo de omitirse una enorme
diversidad. El termo “blanco” se refiere al elemento colonizador portugués, pero como
caracterizar étnicamente las centenas de grupos germánicos, de eslavos y judíos de la Europa
central y oriental, japoneses, coreanos, sirios y libaneses (tanto cristianos como musulmanes),
que llegaron y continúan a llegar a los millares todos los días a los Brasil Nuestra
historiografía oficial tiene dificultad de enfrentar ese desafío teórico.

La historiografía brasileña, rigorosamente, ve con mucha dificultad otras diversas y


riquísimas formas de narrar la historia, las cuales se encuentran fuertemente arraigadas dentro
de su propio horizonte de observación. Una posible explicación para eso puede estar en la
propia historia de esa historiografía, que, consonante a la historia del Brasil en la cual se
insiere, también ha sido ella “colonizada”. La fábrica de tesis que se ha tornado el posgrado
en historia en el Brasil es un ejemplo evidente del tipo de “encuadramiento” y de los
mecanismos de exclusión, hoy reinantes. Claro que existe todo un linaje de pensadores del
social en el Brasil, historiadores incluidos, que, a lo largo de su historia, procuraron entenderlo
y explicarlo a partir de su propia trayectoria y sus vicisitudes. Una configuración compleja
como el Brasil requiere sus propios cuadros teóricos. Con todo, basta pegar cualquier tesis
académica de historia, sobre cualquier tema que sea, y los mismos y recurrentes autores “de la
moda” allá estarán presentes. 222

220
Cf. REIS & GOMES 1996, especialmente el capítulo de Eurípedes A. Funes, “Naci en las matas, nunca tive
señor”- historia e memoria de los mocambos del bajo Amazonas, p. 467-498.
221
Para quedarmos entre los clásicos, sobre la formación del pueblo brasileño y su diversidad, ver Darcy Ribeiro
1997, p. 204-207. Sobre los negros, en particular, Gilberto Freyre. Casa-grande y senzala y Sobrados y
mocambos, ambas con varias ediciones. Aunque antiguas, ya clásicas, esas obras ofrecen algunas de las más
importantes interpretaciones de la formación del pueblo brasileño. Se dice de pasage, por sociólogos y no
historiadores.
222
Ver, a propósito, el artículo irónico del profesor José Murilo de Carvalho publicado por El periódico O Globo
en 16/12/99, pág. 7, e intitulado – Cómo escribir la tesis cierta y vencer.

200
6.

Parece rigorosamente correcta la tesis de Kerwin Lee Klein de que, como un reflejo o
un reflujo de la meta-narrativa, la situación global y las interacciones crecentes entre los
diversos pueblos y culturas están a exigir un nuevo parámetro universal de lenguaje:
“Cualquier que sea la profundidad de nuestra ‘incredibilidad’ pos-moderna a respecto de las
meta-narrativas, la historia universal no desapareció”, afirma Klein. Yo concordaría en parte
con tal afirmación. Quiero decir, en un mundo globalizado223 – por lo menos desde el siglo
XVI, según Fernand Braudel -, queda muy difícil evitar tal terminología, mismo para designar
el nefasto encuentro civilizacional entre culturas diversas. Se puede mismo decir que
resguardar esa búsqueda de un parámetro universal de la historia es hoy algo fundamental,
como contrapunto a las llamadas “narrativas locales” de “mientes o espíritus salvajes” propias
de “sociedades frías” – o la historia de los pueblos sin historia, como una vez las designó el
propio Hegel.224 Con todo, quererme parecer que cualquier tentativa en sentido de la
“inclusión” de tales “historias locales” en cualquier “master narrative” puede llevar a formas
insondables de violencia simbólica.

En ese sentido, me parece que precisamos todavía mucho refinar nuestros instrumentos
teóricos para percibir las diversas formas existentes de se narrar la historia, mismo dentro de
una misma unidad geopolítica, como el caso del Brasil es ejemplar. Eso implica en qué el
desafío epistemológico de análisis y juzgamiento (¡pues es de eso que se trata!) de las formas
de narrativa historia, en una perspectiva necesariamente comparada, tiene que admitir y saber
aquilatar la dimensión cultural (en el sentido más amplio de la palabra) en el proceso de
producción historiográfica. Aquí, puedo apenas afirmar que tal preocupación pasa al largo de
la agenda de la occidentalizada/ colonizada historiografía brasileña.

223
Cf. Las agudas reflexiones sobre la naturaleza del pensamiento histórico en esa tal era globalizada, GEYER
& BRIGHT 1995, p. 1034-1060. También, SOGNER 2001. (Volúmen conmemorativo del 19 o Congreso
Internacional de Ciencias Históricas, Oslo 2000), particularmente los textos de O’BRIEN, Patrick Karl. The
Status and Future of Universal History e SHERRAT, Andrew. World History: an Archeological Perspective. Una
crítica al concepto de globalización en AGUIRRE ROJAS 2004.
224
Cf. KLEIN 1995, p. 275-298. Cf. HEGEL 1995. Para uma crítica da filosofia da História de Hegel, Cf.
CALLINICOS 1995. GADAMER 1976; WALSH 1965, p. 67-82

201
Por fin, como un convite a la discusión, quiero decir que estoy plenamente convencido
de que esa esquizofrenia teórica y esa incapacidad de dialogar con la diversidad no son
exclusivas del Brasil o mismo de los países llamados periféricos o colonizados. A mí me parece
que mismo una división para fines heurísticos entre “Occidente” y “Oriente” – así como
aquella otra separación inconciliable entre una historiografía “normativa” y otra “cognitiva” -
encuadra y solapa infinitas e inmensas diversidades y modos de concebirse y contar la historia,
de los cuales tal vez aún no seamos capaces siquiera de percibirnos. Lo que me hace entender
que estamos dando los primeros pasos rumo a una historiografía comparada y que todos los
esfuerzos en este sentido, como este propio seminario representa, son y serán siempre muy
bienvenidos.

202
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Jurandir Malerba (USP, 1007) es un escritor y ensayista. Profesor de la Pontificia Universidad
Católica de Rio Grande do Sul, fue profesor visitante en las universidades de Oxford
(Inglaterra), Georgetown (EE.UU.) y Freie Univesitat, donde inauguró la Cátedra Sergio
Buarque de Holanda de Estudios Brasileños (Institut Lateinamerika / DAAD). Investiga
en las áreas de la historia de Brasil, la teoría de la historia y de la historia de la
historiografía, con varios trabajos publicados en Brasil y en el extranjero. Entre sus más
recientes libros publicados destacan A história escrita: teoria e história da historiografia
(2006); A independência brasileira: novas dimensões (2006), Lições de História: a
construção da ciência no longo século XIX (2010); Lições de História: da história
científica à crítica da razão metódica (2013) y (con Carlos Aguirre Rojas) HIstoriografia
contemporânea em perspectiva crítica (2007). Él es el autor de A corte no exílio:
civilização e poder na América Latina (2000), La historia de América Latina; ensayo de
crítica historiográfica (Prohistoria Ediciones, 2010 y ruso, Canon Plus, 2011) y Teoría,
historia y ciencias sociales: Lições ensayos críticos (Prohistoria Ediciones, 2013).

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