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Rayo de luz

22 de enero de 2018
La fama de Jesús se ha ido extendiendo a todo el territorio de Israel. En Jerusalén, la
capital, tienen noticias de que hay un predicador que va curando enfermos y habla de
un Reino muy especial en el que tienen sitio los que nadie quiere. Las autoridades
religiosas judías envían letrados (especialistas en la Ley de Moisés) para tomar nota
de lo que hace Jesús y averiguar los detalles de su actividad sanadora. Los letrados no
se andan con paños tibios y sueltan la sentencia: ¨Tiene dentro a Belzebú y expulsa a
los demonios con el poder del jefe de los demonios¨. Los maestros reconocen de forma
abierta que es cierto que Jesús expulsa demonios, pero lo acusan de realizar esta tarea
con poder satánico. Grave acusación.
Jesús no podía quedarse callado; podría haberse defendido haciendo una lista de
todas las obras que hace con las que lleva salud y auxilio a las personas enfermas.
Podía responderles como lo hizo el día que vinieron los discípulos de Juan el Bautista
a preguntarle si era o no era él a quien estaban esperando. Y en esa ocasión le mandó
a decir a Juan: “Los ciegos ven, los sordos oyen… “ etc. Pero no. Jesús demuestra a los
letrados que su acusación no tiene sentido, que no hay mucha lógica en lo que dicen.
De ser cierta la acusación, significaría que Satanás se está haciendo la guerra a sí
mismo. Pero Satanás es suficientemente astuto como para meter la pata en su
autodestrucción. No cabe acusar a Jesús de actuar con el poder de Satanás, pues todo
el mundo sabe lo que le ocurre a una familia, a una república cuando se encuentran
divididas: viene la ruina y el hundimiento.
Hay varias enseñanzas para nosotros en este evangelio de hoy. Nos quedamos con
dos. En primer lugar, Jesús ha entrado en la casa de Satanás, que según la concepción
apocalíptica es este mundo, y lo ha atado, de modo que ahora puede saquear la casa de
Satanás, es decir, liberar a los hombres y mujeres a quienes Satanás tenía dominados.
Jesús los libera del mal. El Reino de Dios ha llegado con Jesús, y su presencia significa
el final del gobierno de Satanás y sus secuaces. Nos toca vivir vigilantes y en oración
para no dejarnos seducir por su engaño. “Líbranos del mal”, reiteramos en la petición
del Padrenuestro.
En segundo lugar, los adversarios de Jesús, al atribuir a Satanás el poder que actúa en
Jesús, que no es otro que el Espíritu Santo recibido en su bautismo, blasfeman contra
el Espíritu Santo. Cometieron un tremendo fallo al no reconocer el poder divino de
Jesús. Esos no tendrán perdón jamás, pues no puede recibir perdón quien rechaza al
autor del perdón y de la salvación mientras persevere en ese rechazo. No caigamos en
el pecado de descalificar al que obra el bien porque no es de los “nuestros” (nuestra
comunidad religiosa, nuestro partido, país, familia, raza, etc). No llamemos obra mala
a la que es una obra buena. Hay muchísima gente buena alrededor de nosotros que no
la vemos en la iglesia, pero van detrás de la verdad y el Espíritu Santo actúa en ellos.
Oración: Señor, tú conoces mis limitaciones y mis miserias y sabes cuánta falta me
hace tu gracia para crecer en el amor y ser factor de unidad en todas mis relaciones
familiares y sociales. Concédeme tu luz para que sea la caridad la que me mueva
siempre a buscar la unión contigo y con los demás. Amén.
Propósito del día: Orar por la unidad de todos los cristianos del mundo. Que todas
mis palabras y acciones hoy sean para construir la caridad.

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