GRANADOS, J. , Una sola carne en un solo Espíritu.
En la introducción, titulada La teología del matrimonio en servicio a la
sociedad y a la Iglesia,
nos ofrece dos capítulos que enmarcan la reflexión.
En el primero presenta el matrimonio como lugar teológico a partir del dicho de Jesús "Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre" (Mt 19, 6). El modo de unir de Dios es el propio del amor. Es decir, Dios no une de modo violento o forzado, sino que respeta la diferencia y solicita una acogida libre. No se trata de una unión estática, sino de la unión dinámica del mutuo don, que abre un camino con el horizonte de una plenitud. Dios une revelando, en la experiencia humana del amor, la presencia y acción divinas;
en el segundo sitúa el estudio desde las perspectivas abiertas por el Concilio
Vaticano LI en Io referente al matrimonio y a la familia desde la renovación de una visión personalista de la naturaleza del amor humano. La reflexión conciliar, recogida principalmente en la constitución Gaudium et spes (nn. 47-52) buscó explorar vías que, sin negar el valor sagrado del matrimonio, sin perder su proyección social y su vinculación al cosmos, consintiesen presentarlo desde dentro de la experiencia, adoptando el punto de vista del sujeto, propio de la Modernidad. Para ello se retomó la cuestión del amor como clave para comprender al hombre. Hubo de hacerlo con cuidado y equilibrio, para no caer en penosas confusiones ni malentendidos, la teología del matrimonio precisa de una teología del amor que Io permita comprender en toda su entereza, en toda su verdad. El manual se estructura en dos partes principales. Ambas se van a articular a partir del amor pleno de Jesús, de su misterio pascual. Como clave de lectura se encuentra el cruce entre las uniones del hombre y la mujer, y la de Jesús y su Iglesia.
La primera parte se titula
El matrimonio, sacramento de la creación y de la historia, y tiene un carácter más histórico. En ella, tomando como punto de partida la plenitud del matrimonio en Cristo, se recorre el camino de este sacramento desde el misterio del Principio a Io largo del Antiguo Testamento, por el camino de la teología en la época patrística, en la Edad Media, y el recorrido posterior para culminar en una síntesis sobre el matrimonio creatural. En esta primera parte, se pone de relieve cómo la luz que procede de la Pascua no se proyecta sobre el matrimonio desde fuera, sino que consiente profundizar en su radical bondad originaria. El matrimonio y la familia aparecen en la Escritura según un camino que se despliega en la historia, y en el que Dios se hace presente. El cuerpo humano esconde un misterio y, de este modo, pone en marcha a los amantes hacia una meta siempre más allá. Al ser sacramento radical, apertura del hombre al mundo y a los otros, lugar donde su vida se abre a la relación con Dios, la gracia pasa siempre a través de él. Es importante profundizar en el cuerpo como constitutiva capacidad de relación para superar una visión reductiva del mismo que lo contempla exclusivamente como auto-expresión y auto-comunicación del sujeto. La estructura sacramental de la vida humana pasa a través del tiempo. Este posee un carácter simbólico, como se refleja en la memoria, la promesa y la fecundidad, coordenadas clave del tiempo humano. En el fondo del recuerdo se contiene un origen inmemorial cuyo secreto último no poseemos; en la promesa se enhebra la continuidad de los momentos de la vida, cuyo todo acabado siempre escapa a nuestro control; en la fecundidad se nos anticipa un futuro nuevo que no somos capaces de producir solos. La Escritura confirma este vínculo del matrimonio Recens i on es 175
con el tiempo, el cuerpo y el arnor. la experiencia creatural del amor está abierta, por sí misma, a algo más grande que los esposos, que apunta a la fecundidad del amor.
La segunda parte titulada
El matrimonio, sacramento de la redención y de la consumación en Cristo, sin desatender nunca la historia, tiene un carácter más sistemático. En esta parte se estudian sucesivamente en siete hermosos capítulos cuestiones esenciales para comprender la naturaleza del matrimonio. En primer lugar, la institución del matrimonio por Cristo el Esposo de la Iglesia en el misterio pascual. La institución del matrimonio tiene relación con el triple cuerpo de Cristo del que hablaban los medievales: el cuerpo que asumió en su vida terrena, muerto y resucitado; el cuerpo de la Iglesia, y el cuerpo de la Eucaristía que se ofrece sobre el altar. En segundo lugar, la cuestión del signo y la gracia. Si el signo apunta siempre más allá de sí mismo, hacia el misterio de Dios, por su parte la gracia hace presente y activa la presencia y compañía de Cristo en el camino de la vida matrimonial. En los dos siguientes capítulos se estudia el desarrollo en el üempo del matrimonio. De este modo, en tercer lugar se profundiza en la celebración del sacramento, los elementos centrales del rito, los ministros, y el papel de la fe en el mismo. En cuarto lugar se profundiza en la indisolubilidad del matrimonio como un verdadero evangelio, exponiendo con claridad y lucidez los debates contemporáneos recientes sobre esta cuestión y los problemas pastorales que se plantean. En este sentido, la primera cuestión para los divorciados que viven en nueva unión no debe ser tanto su relación con la Eucaristía, sino su acercamiento a la Penitencia. En quinto lugar se aborda la relación del maüimonio y la Iglesia como misterio de comunión en un camino de ida y vuelta: de la Iglesia al matrimonio y desde este a la Iglesia. La autoridad de la Iglesia sobre el matrimonio es un servicio a la verdad del amor conyugal. En sexto lugar se ilumina la relación entre el matrimonio y la virginidad inaugurada por Jesús. Si no han faltado quienes han presentado la virginidad cual si fuera lo contrario del matrimonio, la Iglesia nunca exaltó la misma a costa de las nupcias. En el séptimo capítulo de la segunda parte se estudia la presencia y obra del Espíritu en el matrimonio. A través de su amor mutuo se abre para los esposos un camino de santidad hacia la unión con Dios. La ruta que pasa por la relación concreta de los cónyuges en el cuerpo y en el tiempo. El Espíritu, donándose en la unión de los esposos; genera un amor nuevo: la caridad conyugal; de este modo el amor humano es conducido hacia el Padre por el Espíritu Santo, vínculo de unión entre Cristo y la Iglesia. El manual, bebiendo de la mejor tradición de la Iglesia, y alimentándose de la fecundidad de la teología del cuerpo de san Juan Pablo II y de la teología del amor esbozada por Benedicto XVI, logra una singular síntesis con un lenguaje claro y profundo. Es necesario agradecer a la editorial Palabra la publicación de esta luminosa obra, y desear que sea muy leída y estudiada en el camino de los próximos sínodos sobre la familia.
Jaen de Dios Lorrá
176 Bibl iografía
GRANADOS, J., Eucaristía y divorcio: ¿Hacia un cambio de doctrina? Ensayo
sobre la fecundidad de la enseñanza cristiana (BAC, Madrid 2014). 406 pp. ISBN: 97884-220-1777-6
El sínodo extraordinario sobre la familia ha suscitado un recio debate en torno
a la posibilidad de modificar la disciplina sobre la admisión a la comunión de los divorciados vueltos a casar, sin que ello afecte a la doctrina sobre el sacramento del matrimonio. Este breve volumen del profesor José Granados afronta una cuestión decisiva en la vida actual de la Iglesia: ¿qué significa "doctrina" en cristiano? ¿de qué modo entender la doctrina para que sea fecunda en la vida de la Iglesia? Hace ya algunos años un autor norteamericano, George Lindbeck, escribió un libro titulado 7be Nature 01Doctrine. En él consideraba tres estilos de teología: la propositivo-cognitiva, la experiencial-expresiva y la cultural-lingüística. Cada uno de ellos tiene su propia visión acerca de la naturaleza de la doctrina. Para el primero, la doctrina es un conjunto de proposiciones acerca de realidades objetivas; para el segundo, es un conjunto de símbolos que expresan sentimientos interiores de los creyentes; para el tercero, la doctrina consiste en reglas autoritativas comunitarias de lenguaje y comportamiento. La respuesta del autor de este opúsculo es diferente. Para él la doctrina es un relato. El relato de la salvación de Dios obrada por amor al hombre. El relato de Jesucristo se entrelaza con el relato de la vida de cada hombre ofreciéndole un espacio, un modo de trabar relaciones y un ritmo del tiempo, concretado en un modo de narrar la historia. Si la doctrina cristina tiene la forma de un relato es un modo de recordar el origen, un modo de descubrir a Cristo presente en la historia concreta, y una mirada profética al futuro. La confesión de la fe cristiana se liga sobre todo al Bautismo y a la Eucaristía. El primero nos ofrece las coordenadas de la vida de Cristo. En él, el relato de Jesús se apodera del relato del cristiano. Al bautizado se le ofrece un tejido de nuevas relaciones. La Eucaristía es la acción de gracias filial de Jesús al Padre por el don de una vida gloriosa. La estrecha relación entre doctrina y sacramentos la recoge san Pablo bajo el término "misterio". Este término paulino se aplica al sacramento del matrimonio de un modo totalmente singular, al hablar de la relación Adán-Eva, y Cristo-lglesia. El espacio y el ritmo temporal se contienen en semilla en las relaciones familiares fundadas en la relación conyugal. Los sacramentos y la liturgia son inseparables de la vida concreta donde el creyente lleva a cabo su "culto racional". El autor muestra de la manos de san Ireneo de Lyon, san Agustín de Hipona y santo Tomás de Aquino esta conexión entre doctrina y vida. Para el primero el "cuerpo de la verdad" es animado por el Espíritu Santo que dinamiza toda la historia de la salvación hacia su rneta. La doctrina es, de este modo, simultáneamente encamada pneumática. Para san Agustín, la doctrina cristiana se