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El maltrato en la infancia y sus secuelas

negativas en el cerebro
La historia de maltrato infantil es una constante en millones de familias en el mundo,
no sólo de los países en vía de desarrollo, sino también de países desarrollados de
Europa o América; y es una de las problemáticas que más consecuencias negativas
conllevan para la sociedad. Muchas investigaciones han concluido hasta ahora, que
las dificultades emocionales y sociales eran de origen psicológico. Sin embargo,
recientemente el Dr. Martin Teicher* y sus colegas del Hospital McLean de Belmont,
Massachusetts y de la Facultad de Medicina de Harvard, concluyen con sus
investigaciones, que el maltrato contra el niño durante el crítico tiempo de formación
en que su cerebro se está esculpiendo, puede producir una cascada de efectos
moleculares y neurobiológicos que alteran de forma irreversible el desarrollo neural.

La hipótesis plantea obviamente, que el maltrato infantil generaría una serie de


problemas en el desarrollo del sistema límbico, sobre todo en lo que toca a dos
importantísimas regiones, como lo son el hipocampo y la amígdala, implicados en
la memoria verbal y emocional, respectivamente. Teicher piensa, que el maltrato
provocaría un desorden molecular que haría que zonas límbicas presentaran
estados de excesiva irritabilidad eléctrica, que permitirían entender por qué muchas
de los adultos que han sido maltratados, tienden a una excesiva respuesta
emocional y agresiva para resolver diversas situaciones de la vida diaria.

Los estudios de numerosos grupos de investigación han demostrado, que parece


existir una correlación entre la historia de maltrato infantil y la disminución del
volumen de las regiones límbicas ya nombradas; pero lo más interesante es, que
en varios estudios se demuestra una asimetría en la disminución de volumen,
siendo vista esencialmente en el hemisferio izquierdo y no en el derecho.

Pacientes con personalidad múltiple -mujeres que habían vivido historias de abuso
sexual- mostraban también disminución en el volumen de su hipocampo izquierdo,
más no en el derecho, y un porcentaje menor de reducción en la amígdala izquierda
de pacientes con trastorno de personalidad esquizoide (perturbación psiquiátrica
muy asociada al maltrato infantil).

Experimentos con ratas han demostrado, que el estrés a corta edad reconfigura la
organización molecular de esas regiones. Una de las consecuencias más graves es
la alteración en la amígdala de la estructura proteínica de las subunidades de los
receptores GABA, o ácido gammaminobutírico, el neurotransmisor inhibidor
primario del cerebro que atenúa la excitabilidad eléctrica de las neuronas. Su mal
funcionamiento produce una actividad eléctrica excesiva y puede desencadenar
ataques epilépticos, lo cual correlaciona con la irritabilidad límbica de los pacientes
maltratados.
Como vemos, existen diversas investigaciones que arrojan evidencia explicativa de
las consecuencias moleculares que el maltrato infantil acarrea para el cerebro. Sin
embargo, un interesante descubrimiento tiene que ver con el efecto asimétrico sobre
el desarrollo del tamaño de las estructuras límbicas.

Los resultados apuntan a implicar un problema de integración interhemisférica de la


información en personas con clara historia de maltrato infantil. Cuando un sujeto
rememora un recuerdo neutro y otro de maltrato de la infancia, los sujetos
maltratados suelen activar su hemisferio izquierdo cuando evocan recuerdos
neutros y el hemisferio derecho cuando evocan recuerdos dolorosos de la niñez.
Los sujetos del grupo control activan ambos hemisferios en cualquiera de las dos
tareas, presentando una mayor integración interhemisférica.

Por otro lado, en el estudio del trastorno de personalidad esquizoide (que como ya
dijimos correlaciona con el maltrato infantil) se ha encontrado una reducida
integración entre los hemisferios derecho e izquierdo y un menor tamaño en el
cuerpo calloso (estructura que une a los dos hemisferios), que pueden explicar por
qué estos pacientes pasan bruscamente de un estado dominado por un hemisferio,
a otro dominado por el otro (el derecho almacena lo emocional y el izquierdo percibe
y expresa el lenguaje), con percepciones emocionales y recuerdos muy diferentes,
explicando sus cambios emocionales, a lo que debe sumarse la mayor irritabilidad
eléctrica del sistema límbico que subyace a la agresividad, exasperación y ansiedad
en que viven.

Por lo tanto, el cerebro del niño maltratado no es un cerebro desadaptado, por el


contrario, es un cerebro perfectamente adaptado a la excesiva y temprana
imposición de estrés que le permite estar alerta emocionalmente para huir o atacar,
de forma que quede preparado para sobrevivir y reproducirse en un mundo lleno de
riesgos.

La sociedad cosecha lo que siembra en la crianza de sus hijos. El estrés esculpe el


cerebro de manera que exhiba una diversidad de comportamientos antisociales,
aunque adaptativos. Por medio, de esa cadena de eventos, la violencia y el maltrato
van pasando de generación en generación, así como, de una sociedad a la
siguiente. La responsabilidad es muy grande y, está en nuestras manos, que la
sociedad deje de manifestar en su núcleo: la familia, la constante formativa del
maltrato; de lo contrario, podremos producir secuelas en el cerebro que alteren tan
gravemente la vida de ese ser humano, que quizá ya no haya marcha atrás.

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*Teicher, M.H. (2002). Neurobiología del maltrato en la infancia. En Investigación y
Ciencia. Mayo, pp: 59-67.

Autor
Jairo A. Rozo C., Ph.D.
Coordinador del Laboratorio de Psicología Ivan Pavlov
Fundación Universitaria Los Libertadores, Colombia

Rozo, J. A. . Psicología Contemporánea. Tendencias y aplicaciones en la Psicología del


siglo XXI. Bogotá: Biblomedia Editores, 2019. Edición Kindle

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