Un conocido en apuros económicos acudió en busca de
consejo a John D. Rockefeller sénior. Su problema era que un
individuo que le debía cincuenta mil dólares se había ido a Constantinopla, y él no tenía ningún comprobante o reconocimiento de deuda que le permitiera exigir su pago. Rockefeller le aconsejó:
—Escríbale una carta reclamándole los cien mil dólares que le
debe. Seguro que él le contestará diciéndole que está en un error, que no son cien mil, que sólo son cincuenta mil. Y así ya tendrá usted su reconocimiento de deuda.