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La Escena

En Smoke hay varias escenas a destacar, la mayoría de las cuales coincide con alguna
de las muchas historias que se narran durante el film –desde la del peso del humo por
Sir Walter Raleigh en la Inglaterra de Isabel I, hasta el cuento de Navidad de Auggie
Wren que cierra la película– todas impregnadas de una cierta magia.
Pero sin duda la escena que para mí marca un antes y un después en la película, la que
a mí me hizo voltear la percepción inicial de estar viendo una película muy normal y
ordinaria a pensar “aquí hay algo, esto tiene magia, esto es bueno” es la escena en la
que Auggie Wren enseña a Paul Benjamin sus fotos.

Auggie (Harvey Keitel) le confiesa a Paul (William Hurt) que hace tiempo que lleva a cabo
un proyecto: toma la misma foto desde una misma perspectiva todas las mañanas a
la misma hora, desde hace ya 12 años. Nunca se va de vacaciones. Nunca falta a esa
cita matutina con la cámara.
La obra tiene ya más de 4000 fotos, todas iguales, archivadas en álbumes, y ordenadas
cronológicamente.
Paul, como cualquiera de nosotros, se lo toma con cierta indulgencia y comprensión. Casi
por respeto y por compromiso, comienza a pasar las páginas de uno de los álbumes,
aparentando un cierto interés.
“…es mi proyecto” —dice Auggie con una humildad abrumadora— “…podría decirse que
es la obra de mi vida…” —afirma sereno y orgulloso—
Paul, desde una cierta vanidad, trata de comprender el sacrificado y peculiar proyecto vital
de su amigo, creyendo quizás que tal vez aquello entretenga y ayude a dar sentido a la
vida de un humilde estanquero de barrio. Le pregunta que cómo se le ha ocurrido hacer
algo así…
—y Auggie sigue— “es sólo un rinconcito del mundo” —entendiendo que no es un sitio
relevante— “…pero también aquí ocurren las cosas, justo igual que en cualquier otra
parte…”
Paul, con cara de asombro, llega al final de ese primer álbum…y Auggie, sin dudarlo, le
pone el siguiente encima de la mesa, como si le faltara aún todo aquello por
ver. Paul, resignado, empieza a ojear con cierta ligereza el siguiente álbum.
“para entenderlo hay que ir más despacio amigo…” —afirma Auggie– “vas demasiado
deprisa… …apenas miras las fotos…” —le aconseja muy seguro de sí mismo—
“…qué quieres decir…” —se sorprende Paul, ya con cara de circunstancias, y una leve
sonrisa— “…son todas iguales…”
Y ahí es cuando Auggie empieza a ganarse a Paul y al público…
“…son todas iguales, pero cada una es distinta a las demás…” —música de piano de
fondo— “…hay mañanas luminosas y mañanas oscuras…luz de verano y luz de
otoño…tienes días laborables, y días de fin de semana…tienes gente con abrigo y
bufanda, y gente en camiseta y pantalón corto. A veces es la misma gente, y a veces
gente distinta…a veces esos que eran distintos, ahora se convierten en habituales…y los
que eran habituales desaparecen…la Tierra va girando, y cada día la luz del Sol cae
desde un ángulo distinto…”
La situación ya adquiere una intensidad dramática total cuando Paul, que ahora
examina con pausa y rigor cada una de las fotos, encuentra una foto en la que aparece su
mujer –que falleció de forma trágica– en primer plano, tranquila, paseando con un
paraguas por la calle, pensando…feliz.

(sin palabras)
Cine y Antropología: Smoke

“El arte moderno ha entrado por un camino errado, porque en nombre de la mera
autoafirmación ha renunciado a la búsqueda del sentido de la vida”
Andrei Tarkowski

Smoke es una película excelente para analizar la importancia del diálogo en las relaciones
interpersonales. Tenemos aquí un buen ejemplo para ilustrar la estructura
constitutivamente dialogante de la persona humana y su radical apertura a los demás,
dándonos así pistas muy importantes sobre el sentido de la vida.

Smoke.

Director: Wayne Wang. (USA, 1995), 110 min.

Intérpretes: Harvey Keitel, William Hurt, Forest Whitaker.

Sinopsis

Brooklyn, verano de 1987. Narra ñas desventuras de un grupo de personas que frecuenta
el estanco de un barrio de esa zona de Nueva York. Auggie Wren (Harvey Keitel), el
estanquero, es el gran confidente de todos ellos. La rocambolesca historia de cómo
consiguió su cámara fotográfica y de por qué se decidió a elaborar su singular colección
de fotografías -el mismo encuadre de la casa de enfrente a lo largo de 14 años- le dará
por fin un argumento a Paul Benjamin (William Hurt), prestigioso novelista en crisis
creativa. Paul, a su vez, ayudará a Rashid (Harold Perrineaud Jr.), un adolescente negro
algo perdido, en la búsqueda de su padre. Éste resulta ser Cyrus (Forest Whitaker), un
modesto mecánico que intenta recomponer su vida. El círculo vital se cierra cuando estos
contactos humanos implican de tal modo al propio Auggie que le obligan a asumir su
olvidada responsabilidad respecto a Ruby (Stockard Channing), una antigua novia con la
que tuvo una hija (Ashley Judd), que ahora, ya adolescente, pasa por un momento muy
difícil.
Todos estos personajes tienen algo en común: el sufrimiento no les endurece ni les hace
renunciar al deseo de vivir honestamente. En esta peculiar comedia el espectador siente
la grata sensación de ver cómo los personajes van mejorando a medida que pasa el
tiempo; hay una clara voluntad de redención y una extraña solidaridad que les lleva a
ayudarse mutuamente, culminando en ese “cuento de Navidad” que publicó Auster en The
New York Times y que constituye el magistral epílogo de la película.

El peso del humo

El guión, escrito por el novelista Paul Auster y la original puesta en escena de Wayne
Wang, así como las matizadísimas interpretaciones, hacen de esta película una de las
más interesantes de los años 90 y quizá una de las obras maestras de lo que algunos han
llamado el “nuevo cine americano”, un movimiento de algún modo emparentado con lo
que en literatura se ha denominado el “realismo sucio”, que entra a las grandes
cuestiones antropológicas sin apartarse un ápice de la vida cotidiana. Smoke es un film
que rebosa humanidad. En él la realidad -a menudo dolorosa-, las esperanzas, la tristeza,
el humor, el amor, la amistad, el trabajo, la solidaridad, la comprensión, el sentido de la
vida... tienen entidad real, se pueden tocar con las manos, y reflejan con autenticidad y
hondura las complejas y fascinantes entretelas del alma humana. Todo ello simbolizado
con algo tan intangible y a la vez visible como el humo. “SMOKE evoca una sustancia que
no se puede tocar. Es una metáfora con la que se intenta transmitir lo que puede pasar y
ocurrir entre la gente." (Paul Auster). La película comienza así, con el famoso experimento
de Sir Walter Raleigh:

¿Has oído hablar alguna vez de Sir Walter Raleigh? Fue la persona que introdujo el
tabaco en Inglaterra y, como era un favorito de la reina -la reina Bess, así la llamaba él-,
fumar se puso de moda en la corte. Estoy seguro de que la vieja Bess debió compartir
más de un cigarro. Apostaron una vez que podían medir el peso del humo. Es extraño.
Casi como pesar el alma de una persona. Pero Sir Walter era un tipo astuto. Tomó
primero un cigarro nuevo, lo puso en una balanza y lo pesó. Después lo encendió y se lo
fumó, echando cuidadosamente la ceniza en el platillo de la balanza. Cuando lo terminó
agregó la colilla a la ceniza, pesó el conjunto y restó esa cifra del peso original del cigarro
entero. La diferencia era el peso del humo.

A diferencia de la vertiginosidad propuesta por la "estética" dominante de la década del 90


Smoke contrapone a la tiranía de los efectos especiales, –verdaderas "prótesis" para
sostener tantas veces la ausencia de relato– la voluntad de la forma, y una sólida
construcción estética sostenida por las actuaciones y las historias que se cuentan. Vemos
cada una de esas narraciones se sustenta en personas más que en situaciones. En
Smoke se nos ofrece un cine construido a partir de la contundencia de los diálogos y de
las sutilezas del pensamiento. El binomio Paul Auster–Wayne Wang ha sabido utilizar la
ambigüedad y lo sutil del discurso literario, sin convertirlo en solemnidad y aburrimiento
cinematográfico. Su economía expresiva transforma, al final de la película, un largo plano
secuencia (técnicamente una sola toma aburrida) en una verdadera epifanía: el relato de
Auggie resulta extremadamente rico en una notable economía de medios, no es rico por
lo mucho que posee, sino por lo poco que necesita (técnicamente) para existir.
La necesidad de comunicación

Smoke es una película excelente para analizar las relaciones interpersonales. Lo primero
que en ella llama la atención es cómo se recrea en el placer de la conversación, cosa
poco frecuente en el cine actual. A raíz de esas conversaciones vemos cómo van
cambiando los personajes, cómo crecen, cómo sus vidas de pronto dan un giro
inesperado, como se entrecruzan misteriosamente creándose unas relaciones
enriquecedoras que nos ayudan a encontrar el sentido de la vida, porque como dicen sus
protagonistas:

– Si no puedes compartir tus secretos con los amigos, ¿Qué clase de amigo eres?
– Exactamente, No valdría la pena vivir ¿verdad?

La confianza y la confidencia que se generan en el diálogo nos dan la primera pista sobre
lo que realmente da sentido a la vida humana: poder compartir la intimidad con otra
persona, que es el primer paso para amar. La persona es la intimidad de un quien, y esto
es más de lo que se llama un yo. El yo es más bien la puerta de su intimidad. Toda
novedad que brota de dentro tiende a salir fuera. Por eso la persona tiene siempre una
necesidad de apertura al exterior, hacia los demás. La persona es un ser que se
manifiesta, en "ser capaz de hablar" y de expresar el mundo interior. Esto se manifiesta
en la capacidad de diálogo, el dominio sobre la propia intimidad está unido a la capacidad
de apertura a los demás, cosa que se realiza en primer lugar mediante el diálogo con otra
intimidad. Una persona sola no podría manifestarse, ni dialogar, ni darse, por lo que
quedaría por completo frustrada.

La amistad

A partir del diálogo, de esa disponibilidad que los personajes muestran para escuchar y
relatar historias y problemas personales, se ve que es posible tejer hondas relaciones
interpersonales. Va creciendo el terreno de lo común. El “nosotros” se va abriendo ante el
espectador, se establecen solidaridades, se comparten algunos proyectos o se retoman
otros que habían sido abandonados. En definitiva se va conociendo a las personas en
profundidad, no sólo por las apariencias. Es significativa en este sentido la relación entre
Paul Benjamin y Auggie:

– Así que no eres simplemente un tipo que empuja monedas sobre el mostrador.
– Eso es lo que la gente ve, pero no necesariamente lo que soy.

Y es que la persona es mucho más que lo que se ve: ser persona es tener capacidad de
realizar proyectos. Auggie tiene también su proyecto, nada menos que fotografiar el
tiempo, apresar en una instantánea el misterio del flujo implacable que arrastra a las
cosas y a las personas. Su cámara, siempre a la misma hora y en la misma esquina nos
va a decir mucho sobre la realidad. Quizá más que las arduas investigaciones de los
científicos.

Dice Aristóteles que para que haya amistad “es necesario que haya una benevolencia
recíproca”. Así, junto al conocimiento mutuo que produce la confidencia, tiene que darse
esa reciprocidad que es característica de la amistad. Un encuentro fortuito puede ser
origen de una amistad si es ocasión de procurar el bien para otro, y si este otro responde
con agradecimiento. Es lo que ocurre entre Rashid y Paul, el escritor camina abstraído por
la calle y es salvado por Rashid de ser arrollado por un camión. A partir de ahí el
agradecimiento hace que se sientan en deuda el uno con el otro:

Si te dejo marchar, la luna se saldrá de su órbita... la peste reinará sobre la ciudad


durante cien años. Tienes que dejarme hacer algo por ti para que la balanza se equilibre.

Con el agradecimiento se humanizan las relaciones y los personajes crecen, superando el


espejismo de una felicidad basada en la independencia y en la pura autonomía, en “no
deber nada a nadie”, planteamiento que manifestaría una importante crisis existencial,
como vemos en Felicity, que rechaza la ayuda que se le ofrece. Vemos que Felicity está
en el agujero porque todavía no sabe agradecer que otros intenten prestarle ayuda.
Quiere ser independiente, no deber nada a nadie y eso la está destruyendo. Su afán de
autonomía la está deshumanizando.

Paternidad y filiación

Pero hay otro tipo de relación interpersonal que es analizado cuidadosamente en Smoke:
la relación de paternidad – filiación. La comunicación produce una cierta familiaridad. En
esa relación las personas se ven amadas por sí mismas, de un modo nuevo y gratuito. La
familia, y la paternidad que la origina, es el ámbito fundamental de “personalización”,
donde una empieza a saberse valorado de un modo radical, donde uno aprende los
valores sobre los que construir su vida. Es desde donde uno, en definitiva, empieza a
poder responder a la pregunta ¿quién soy?

En la película la paternidad se muestra desde distintos puntos de vista: "dolorosamente


frustrada" en el caso de Paul (que perdió a su mujer embarazada). "Dudosa" en el caso
de Auggie. Costosamente "recuperada" en el caso de Cyrus y Rashid, etc. Pero, en
cualquier caso, no interesa tanto el hacho biológico de la paternidad como la relación
paterno-filial. En Smoke vemos como los personajes se “adoptan” unos a otros por
encima de diferencias de edad o raza como es el caso de Rashid y Paul. Y es que todos
somos hijos adoptivos, en el sentido de que todos tenemos necesidad de que alguien
escuche nuestras llamadas en petición de socorro, de que alguien nos quiera
incondicionalmente.

… “A su vez, la caída del modelo de familia nuclear burguesa, compuesta por dos generaciones de
integrantes -madre, padre y un número pequeño de hijos-, que se repetía en cada generación, ha
dado lugar a nuevas formas como las familias ensambladas, las familias monoparentales, las
familias sustitutas, las familias compuestas por más de dos generaciones, las familias separadas y
las familias homoparentales, entre otras opciones posibles.”

Todos necesitamos de una relación suficientemente profunda como para que sea en todo
momento fundamento de nuestra esperanza. Es la negación de la autonomía moral kantiana,
la manifestación máxima de solidaridad, de modo que cada personaje parece estar dispuesto
a expiar las culpas de los otros. Paul Benjamin asume la culpa de Rashid cuando le dan la
paliza. Auggie asume la culpa de Ruby. Lo maravilloso de esta película es que estos seres,
mitad rufianes y mitad ángeles, están dispuestos de redimirse y a redimir a los demás,
entrando al juego de una relación de filiación adoptiva. Todos acaban siendo redimidos por un
“tú” que los libera de un pasado indigno, de un dinero mal ganado, de un negocio
inconfesable, de una muerte accidental. Todos terminan por aceptar sus sufrimientos con un
fondo de agradecimiento ante la perspectiva de una posible redención, como manifiesta Cyrus
ante la pérdida de un brazo, pues incluso este castigo es visto como una advertencia divina:

“Cada vez que mires tu garfio, quiero que recuerdes que eres un hombre estúpido y egoísta.
Que te sirva de lección, Cyrus, que sea una advertencia para que te corrijas”.

Qué es amar

A lo largo de los 110 minutos que dura la película va desfilando ante nuestros ojos un rico
mosaico de relaciones personales que nos muestran las distintas formas que puede tener el
amor. Vemos con imágenes algo que ya dijo hace muchos siglos ARISTÓTELES cuando
afirma que “Amar es querer el bien para otro”. Vemos hecho vida de los personajes que el
amor es mucho más que un sentimiento pasajero: el amor es algo que implica hondamente a
nuestra voluntad y nuestras vidas, creando solidaridades, suscitando decisiones
comprometidas, cambiando proyectos, etc.

Amar, como hemos visto es dialogar. Para conocerse (y darse a conocer) ha de haber un
diálogo. Amar es abrir la intimidad a otro y saber escuchar, una relación de ida y vuelta en la
que se produce una donación recíproca, en la que uno al otro se manifiestan su intimidad.
Precisamente es con el diálogo como comienza a compartirse una intimidad. Estar abiertos al
diálogo y fomentarlo siempre es tarea obligada para el que quiere amar.

Otra de las enseñanzas de Smoke es que amar es compartir. Compartimos con los demás lo
que tenemos, pero sobre todo lo que somos, nuestros proyectos e ilusiones, nuestros temores
y fracasos. Que amar es perdonar errores pasados y tratar de ayudar en el presente, porque
el que ama está pendiente de las necesidades del amigo; que amar es agradecer y saber
corresponder a esa ayuda que recibimos en un momento dado, quizá sin esperarlo.

Amar, en definitiva es saber “perder el tiempo” con los demás. En Smoke la historia de la
memoria es la de la mirada, a través del lenguaje, el hombre existe en el universo, que puede
ser tanto una habitación, una casa, una ciudad, como un estanco de Brooklyn. Núcleo central
y emblemático del film. Un lugar ideal para fumar, contar historias o sencillamente perder el
tiempo. Y tiempo es todo lo que Smoke reclama al espectador, una pausa, un silencio. Tal que
podría decirse que "perdiendo tiempo", recuperamos nuestro verdadero tiempo.

El mismo Paul Auster en una entrevista, comenta a propósito del film afirma: "quería hacer
algo muy sencillo, sobre gente absolutamente corriente. Sin embargo, Smoke es una película
bastante optimista. Es verdad que aparece gente un tanto angustiada, perdida, abrumada de
problemas... Como en la vida... Pero se da la circunstancia de que cada uno de los personajes
trata de fomentar en el otro lo mejor que lleva dentro”.

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