MATERIA: EPISTEMOLOGÍA ALUMNO: GALVAN, JAVIER PROFESORA: MOHORADE, ELENA CARRERA: HISTORIA AÑO: 3° AÑO TURNO: VESPERTINO CICLO LECTIVO: 2015
1- Como se construye la noción de la historiografía erudita?
2- como incide en la construcción de la historiografía - el exilio, cronista (ojeada
retrospectiva) como se transforma la biografía en la historia de mitre
3- cuáles son los propósitos. Objetivos de Mitre según devoto (Belgrano)
Cuáles fueron las recepciones de la obra de Mitre-Vélez Sarsfield El contenido de Alberti- Mitre
4- como influyen algunos fenómenos del ámbito editorial (en la proliferación de la
erudición Casavalie, Navarro viola
5- cuales sin los mitos fundantes y como se construyen en el Belgrano de mitre
1- Existe cierto consenso en datar el surgimiento y consolidación de la
historiográfica erudita Argentina en la segunda mitad del siglo XIX. La erudición presenta particularidades específicas en cada contexto en el que tuvo lugar. En Argentina aparece a mediados de la década de 1920 en la Historia de la historiografía Argentina de Rómulo Carbia (1925). El autor distinguía dos tradiciones historiográficas centrales: la filosofante y la erudita. Este carácter bifronte que atribuía a la historiográfica nacional lo fundamente en el debate Mitre – López entre 1881-1882; viéndolo como un “acontecimiento fundador”, como así también varios autores como Rojas, Romero, Halperin Dongui. Ni el tiempo ni la disparidad de analistas alteraron los términos genéricos del problema de la conformación de la historiografía erudita, esta encontraba en las obras de Mitre su más meridiana expresión. La robustez de la construcción heurística y hermenéutica se asentaba en cada reedición y dominarían el espacio historiográfico de 1857 a 1890. Estas obras fueron confrontadas con las de López viéndolas como “filosofante” contra el otro formato el “erudito”, además se justificaban con la consumación de una conciencia histórica que le permitía hilvanar pasado-presente y futuro de una Nación que fraguaba en el relato y en la gestión política. Este modo de configurar el problema dificulta la posibilidad de concebir la construcción historiográfica como producto colectivo y de carácter no lineal. La construcción de una historiografía erudita fue el producto de un desarrollo gestado en medio de las condiciones cambiantes del siglo XIX. La razón política constituye un elemento necesario pero no suficiente para explicar el fenómeno, se necesita también analizar la producción de textos. Tales itinerarios podrían sintetizarse en la gradual y relativa diferenciación que la narración histórica fue adoptando respecto del relato literario, del género biográfico, autobiográfico, memoralistico, la tradición oral y del discurso periodístico. 2- Desde una perspectiva estrictamente historiográfica, la implantación de un canon erudito puso el conocimiento y recepción de modelos, referentes y tradiciones intelectuales externos como lo fueron Guizot y Taine. La consolidación del formato erudito supuso un conjunto de operaciones técnicas, comenzando por lo que comprometía la narración histórica con su base heurística, luego la crítica de fuentes y la confrontación entre ellas; así se acotaban las versiones del pasado de tradiciones y la Historia esculpía su identidad a hartar de la diferenciación con la oralidad, la literatura y la filosofía, estableciendo una codificación en la que el carácter histórico de los hechos no reposaba en ellos mismos sino en la forma de conocerlos. La referencia a los documentos se fundaba, ahora, en el carácter probatorio adquirido por la fuente. El formato erudito se diferenciaba de la trama primaria e instituía una narración secundaria. El género historiográfico emergía como un producto colectivo, no lineal sino vinculado con un cambio en las formas de percepción de las relaciones entre presente y pasado, la historia se instituía como un acto reflexivo sobre el presente al tiempo que testimoniaba la diferencia entre éste y aquél. Además de su aspecto técnico y conceptual, la historia erudita es un fenómeno relacionado con el proceso de consolidación del Estado nacional y la emergencia de su burocracia especializada. Desde allí surgirán nuevas demandas al conocimiento histórico, en el marco de transformaciones sociales estructurales, y desde allí se brindaba sentido y legitimidad a tales saberes al tiempo que los dotaba con sus recursos de nuevas condiciones materiales de posibilidad.
3- Bartolomé Mitre en su texto afirma la preexistencia de elementos que
prefiguraban a la nación argentina aun antes de la revolución de 1810,debido a la tradición igualitaria y republicana que caracterizaba al actual territorio nacional, es decir, Mitre hace constantes referencias a la nacionalidad argentina, pero expresadas como antecedentes de una futura nacionalidad, no como una nacionalidad existente sino en formación, para Mitre, “el “ punto de partida” o “determinación de origen” podía hallarse en la sociabilidad desplegada en el pasado colonial local, definida a partir de un medio natural, un estilo particular de colonización, un modo de relaciones sociales y un conjunto de rasgos culturales y económicos que dieron por resultante el suelo igualitario en el que podrá germinar la libertad política conquistada en 1810”Para explicar esto, se analizara el primer capítulo de la Historia de Belgrano, que fue agregado en la tercera edición con el nombre de “La sociabilidad argentina”. En el mismo se encuentran conceptos que hacen a la “filosofía” del pensamiento de Mitre, en el cual postulaba la “preexistencia de la nación”, cuales son los elementos son el germen de la argentinidad, es decir aquellos elementos que estaban prefigurados en la sociedad antes dé revolución de mayo. En el mencionado capitulo, Mitre realiza una comparación entre los virreinatos de México y Perú; y el virreinato del Río de la Plata y señala algunos elementos como las características del paisaje, determinadas relaciones sociales, un estilo particular de colonización y ciertos rasgos económicos, que distinguen a la población de este último. Con respecto a las características del paisaje, Mitre menciona que, “la pampa inmensa y continua daba unidad al territorio. El estuario del plata centralizaba todas las comunicaciones. Los prados naturales convidaban a sus habitantes a la industria pastoril. Su vasto litoral lo ponía en contacto con el resto del mundo por medio de la navegación fluvial y marítima clima salubre y templado hacia más grata la vida y más reproductivo el trabajo. Era pues, un territorio preparado para la ganadería, constituido para prosperar por el comercio y predestinado e poblarse por la aclimatación de todas las razas de la tierra”. Buenos Aires tenía que surgir y ser dominado porque su misma geografía se lo está marcando. En cuanto al estilo de colonización que se llevó a cabo en el rio de la plata, Mitre sostiene que, era diferente en relación al mismo proceso llevado a cabo en otros territorios americanos, es decir, “la colonización peruana y argentina de los primeros tiempos, aunque impulsada por los mismos móviles, difería esencialmente una de otra, así en su organismo, como en sus medios y fines inmediatos. La peruana, lo mismo que la de México, implantada en un imperio conquistado y explotando el trabajo de una raza dominada, se imponía como el feudalismo europeo, distribuía entre los conquistadores el territorio y sus habitantes, teniendo exclusivamente en la mira la explotación de los metales preciosos”., mientras esto ocurría allí, “los conquistadores, o más bien los colonos del rio de la plata, ocupaban un país poblado por tribus nómades sin cohesión social, sin metales preciosos y sin recursos para proveer a las exigencias de la vida civilizada… así nació y creció la colonización argentina en medio del hambre y la miseria, pidiéndole a la madre tierra su sustento y se fortaleció en medio de dolorosos sufrimientos, ofreciendo en sud américa el único ejemplo de una sociabilidad hija del trabajo reproductor”. Es decir, este tipo especial de colonización rioplatense se relaciona directamente con el tipo de relaciones que se desarrollaron entre los miembros de esta sociedad ya que, “los indígenas sometidos, se amoldaban a la vida civil de conquistadores, formaban la masa de sus poblaciones, se asimilaban a ellos, sus mujeres constituían los nacientes hogares, y los hijos de este consorcio formaban una nueva y hermosa raza, en que prevalecía el tipo de raza europea, con todos sus instintos y con toda su energía, bien que llevara en su seno los malos gérmenes de su doble origen . de este modo,
4- Durante la década de 1880 se inició, concentrado en la ciudad de Buenos
Aires, el proceso de formación de un mercado editorial moderno. Los detalles de este desarrollo quedaron registrados en el Anuario Bibliográfico de la República Argentina (1880-1888). El artículo, a partir de los datos proporcionados por ese excepcional registro de la cultura letrada de la época, analiza la composición y los cambios del incipiente campo editorial y de su producción. Al mismo tiempo, ensaya algunas hipótesis de carácter más general orientadas a examinar cómo se reconfiguraron las dimensiones simbólica y material de la cultura de la letra en esa etapa de cambios críticos derivados de la ampliación del público lector “Aquí no hay –con excepción de rarísimos ejemplos– editores que puedan llamarse propiamente así”. La observación de Ernesto Quesada (1893: 122), escrita a fines de 1882, invita a más de una consideración. Parece paradójico, pero en los inicios del proceso de modernización literaria, cada vez que las voces contemporáneas se agudizaron para lamentar los signos ausentes de una literatura moderna (escritores profesionales, un “teatro nacional”, una crítica parecida a los modelos europeos, editores), las ausencias lamentadas estaban dejando de serlo. Es que la maduración misma de las condiciones de posibilidad de los cambios preparaba a esos contemporáneos para percibir como ausencias, con exacerbada sensibilidad, realidades nacientes que no siempre adoptaban las maneras soñadas. Una historia de las editoriales argentinas, además, no debería subestimar la aclaración de Quesada (“con excepción de rarísimos ejemplos”) si tiene interés en captar el momento de emergencia de un campo editorial. Lo que se espera encontrar, en tal caso, no es un mercado editorial consolidado, sino los indicios débiles y dispersos propios de una emergencia. Quesada postulaba, finalmente, una dudosa entidad (“editores que puedan llamarse propiamente así”) cuya definición permitiría establecer con cierta puntualidad el momento de su aparición. Definida esa figura en base a una serie de requisitos1, no sería difícil identificar el segmento histórico en que surgieron los primeros sujetos que cumplían las condiciones previstas por la definición. Pero quizá el método no sea el más apropiado. Si buscamos definiciones, parece tan forzoso incurrir en peticiones de principio como improbable ponerse de acuerdo. ¿La independencia entre editor y librero, por ejemplo, será un signo más o menos relevante que la separación entre editor e imprenta? Por otra parte, el procedimiento otorga demasiada importancia al rol de sujetos individuales, y el análisis de la emergencia de un mercado editorial debe hacer foco, también, en signos de otra índole, tan numerosos como heterogéneos.
5- Mitre escribió Historia de Belgrano y de la independencia argentina en
1857, bajo la influencia del romanticismo, en una época en la cual habría de configurarse el mito fundante de la nacionalidad. En la segunda mitad del siglo XIX se consolidó la proliferación de las liturgias patrióticas destinadas a apuntalar las identidades nacionales. Fueron presentados héroes inmaculados y magníficos que habrían tenido una existencia alejada de las miserias de los hombres comunes. Cerca de esas vidas ejemplares se exhibieron símbolos minuciosamente elegidos (banderas, himnos, escudos, etc.) para que las singularidades nacionales resultaran claramente distinguibles”. Mitre ciñó los lineamientos generales de la obra al paradigma establecido en Civilización y barbarie. Partió de la investigación de los orígenes de la nación y, al mismo tiempo, se embarcó en el estudio de las raíces históricas de la ideología liberal. Su propósito fue establecer una vinculación necesaria entre la idea de nación de antigua procedencia, con las formas institucionales vigentes en el presente, de modo legitimar la preeminencia de determinados círculos dirigentes. El autor del libro ubica en esta asociación la estrecha relación existente entre el Mitre político y el Mitre historiador. Esta relación cobra especial relieve al precisar el autor de Belgrano el contenido político-social de su idea de nación: un reducido y selecto grupo integrado por la elite porteña, identificado con las ideas del liberalismo y opuesto al localismo provincial, responsable de la anarquía reinante luego de la primera década de existencia independiente. El contenido, supuestamente nacional de ese liberalismo, tenía como condición la hegemonía de la ciudad-puerto, y toda la construcción de su edificio historiográfico giraba en torno a la idealización de la ideología dominante y la demonización de las ideas que la desafiaban. Esto se vio claro cuando tras la batalla de Caseros el impulso hacia la organización nacional partió del interior, y Mitre se convirtió en agente segregacionista por excelencia. Partiendo de esta perspectiva, Mitre construyó un relato histórico en el cual las minorías ilustradas urbanas, la democracia comunal y los cabildos abiertos eran la fuerza motriz de la revolución de mayo de 1810, y constituían, a la vez, la corriente histórica sobre la que se asentó el partido criollo, liberal y progresista, del cual surgió el núcleo dirigente del proceso en marcha, en lucha primero contra fuerzas tradicionales, defensoras del monopolio español, y luego contra los caudillos provinciales, expresiones del atraso y la barbarie. Las ideas liberales emergentes que esa tendencia progresiva portaba, impregnaron simultáneamente el campo de la política y el de la economía, y encontraron en Belgrano “el reflejo de la conciencia pública en aquella época”, y en Rivadavia, más tarde, “el más grande hombre civil de los argentinos”, al decir de Mitre. En síntesis Fue Bartolomé Mitre quien definió los valores y principios que identificarían la nacionalidad desde su origen, presidiendo y explicando su evolución y otorgó a la Revolución de 1810 un sitio privilegiado en ese proceso. Articuló una narrativa genealógica auto celebratoria y creó una mitología nacional que justificara la Argentina futura. Su confianza en el destino nacional le permitió organizar "la historia de la Nación argentina, como historia de un pasado no concluso, abierto al presente y al porvenir”. Estos usos que hizo del pasado, consolidados en el centenario y prolongados con una eficiente pedagogía patriótica estatal, han sido ampliamente estudiados al igual que la importancia historiográfica de su obra y su incidencia en otros autores. La visión de Mitre, que definía a la nación por la emancipación, tuvo opositores. La polémica mayor fue con Vicente Fidel López que relativizó las implicancias del momento fundador al proponer una interpretación general del proceso histórico menos centrado en la Revolución de Mayo como ruptura. El triunfo de Mitre con un dominio más seguro de los hechos no impidió que López, quien además fue autor de textos escolares y de manuales para maestros y profesores, ejerciera una gran seducción sobre sus lectores.