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ISFD N° 21 DR”RICARDO ROJAS”

MATERIA: EPISTEMOLOGÍA
ALUMNO: GALVAN, JAVIER
PROFESORA: MOHORADE, ELENA
CARRERA: HISTORIA
AÑO: 3° AÑO
TURNO: VESPERTINO
CICLO LECTIVO: 2015

1- Como se construye la noción de la historiografía erudita?

2- como incide en la construcción de la historiografía - el exilio, cronista (ojeada


retrospectiva) como se transforma la biografía en la historia de mitre

3- cuáles son los propósitos. Objetivos de Mitre según devoto (Belgrano)


Cuáles fueron las recepciones de la obra de Mitre-Vélez Sarsfield
El contenido de Alberti- Mitre

4- como influyen algunos fenómenos del ámbito editorial (en la proliferación de la


erudición Casavalie, Navarro viola

5- cuales sin los mitos fundantes y como se construyen en el Belgrano de mitre

1- Existe cierto consenso en datar el surgimiento y consolidación de la


historiográfica erudita Argentina en la segunda mitad del siglo XIX. La
erudición presenta particularidades específicas en cada contexto en el que
tuvo lugar. En Argentina aparece a mediados de la década de 1920 en la
Historia de la historiografía Argentina de Rómulo Carbia (1925). El autor
distinguía dos tradiciones historiográficas centrales: la filosofante y la
erudita. Este carácter bifronte que atribuía a la historiográfica nacional lo
fundamente en el debate Mitre – López entre 1881-1882; viéndolo como un
“acontecimiento fundador”, como así también varios autores como Rojas,
Romero, Halperin Dongui. Ni el tiempo ni la disparidad de analistas
alteraron los términos genéricos del problema de la conformación de la
historiografía erudita, esta encontraba en las obras de Mitre su más
meridiana expresión. La robustez de la construcción heurística y
hermenéutica se asentaba en cada reedición y dominarían el espacio
historiográfico de 1857 a 1890. Estas obras fueron confrontadas con las de
López viéndolas como “filosofante” contra el otro formato el “erudito”,
además se justificaban con la consumación de una conciencia histórica que
le permitía hilvanar pasado-presente y futuro de una Nación que fraguaba
en el relato y en la gestión política.
Este modo de configurar el problema dificulta la posibilidad de concebir la
construcción historiográfica como producto colectivo y de carácter no lineal.
La construcción de una historiografía erudita fue el producto de un
desarrollo gestado en medio de las condiciones cambiantes del siglo XIX.
La razón política constituye un elemento necesario pero no suficiente para
explicar el fenómeno, se necesita también analizar la producción de textos.
Tales itinerarios podrían sintetizarse en la gradual y relativa diferenciación
que la narración histórica fue adoptando respecto del relato literario, del
género biográfico, autobiográfico, memoralistico, la tradición oral y del
discurso periodístico.
2-
Desde una perspectiva estrictamente historiográfica, la implantación de un
canon erudito puso el conocimiento y recepción de modelos, referentes y
tradiciones intelectuales externos como lo fueron Guizot y Taine. La
consolidación del formato erudito supuso un conjunto de operaciones
técnicas, comenzando por lo que comprometía la narración histórica con su
base heurística, luego la crítica de fuentes y la confrontación entre ellas; así
se acotaban las versiones del pasado de tradiciones y la Historia esculpía
su identidad a hartar de la diferenciación con la oralidad, la literatura y la
filosofía, estableciendo una codificación en la que el carácter histórico de
los hechos no reposaba en ellos mismos sino en la forma de conocerlos. La
referencia a los documentos se fundaba, ahora, en el carácter probatorio
adquirido por la fuente. El formato erudito se diferenciaba de la trama
primaria e instituía una narración secundaria. El género historiográfico
emergía como un producto colectivo, no lineal sino vinculado con un cambio
en las formas de percepción de las relaciones entre presente y pasado, la
historia se instituía como un acto reflexivo sobre el presente al tiempo que
testimoniaba la diferencia entre éste y aquél. Además de su aspecto técnico
y conceptual, la historia erudita es un fenómeno relacionado con el proceso
de consolidación del Estado nacional y la emergencia de su burocracia
especializada. Desde allí surgirán nuevas demandas al conocimiento
histórico, en el marco de transformaciones sociales estructurales, y desde
allí se brindaba sentido y legitimidad a tales saberes al tiempo que los
dotaba con sus recursos de nuevas condiciones materiales de posibilidad.

3- Bartolomé Mitre en su texto afirma la preexistencia de elementos que


prefiguraban a la nación argentina aun antes de la revolución de
1810,debido a la tradición igualitaria y republicana que caracterizaba al
actual territorio nacional, es decir, Mitre hace constantes referencias a la
nacionalidad argentina, pero expresadas como antecedentes de una futura
nacionalidad, no como una nacionalidad existente sino en formación, para
Mitre, “el “ punto de partida” o “determinación de origen” podía hallarse en
la sociabilidad desplegada en el pasado colonial local, definida a partir de
un medio natural, un estilo particular de colonización, un modo de
relaciones sociales y un conjunto de rasgos culturales y económicos que
dieron por resultante el suelo igualitario en el que podrá germinar la libertad
política conquistada en 1810”Para explicar esto, se analizara el primer
capítulo de la Historia de Belgrano, que fue agregado en la tercera edición
con el nombre de “La sociabilidad argentina”. En el mismo se encuentran
conceptos que hacen a la “filosofía” del pensamiento de Mitre, en el cual
postulaba la “preexistencia de la nación”, cuales son los elementos son el
germen de la argentinidad, es decir aquellos elementos que estaban
prefigurados en la sociedad antes dé revolución de mayo.
En el mencionado capitulo, Mitre realiza una comparación entre los
virreinatos de México y Perú; y el virreinato del Río de la Plata y señala
algunos elementos como las características del paisaje, determinadas
relaciones sociales, un estilo particular de colonización y ciertos rasgos
económicos, que distinguen a la población de este último. Con respecto a
las características del paisaje, Mitre menciona que, “la pampa inmensa y
continua daba unidad al territorio. El estuario del plata centralizaba todas
las comunicaciones. Los prados naturales convidaban a sus habitantes a la
industria pastoril. Su vasto litoral lo ponía en contacto con el resto del
mundo por medio de la navegación fluvial y marítima clima salubre y
templado hacia más grata la vida y más reproductivo el trabajo. Era pues,
un territorio preparado para la ganadería, constituido para prosperar por el
comercio y predestinado e poblarse por la aclimatación de todas las razas
de la tierra”. Buenos Aires tenía que surgir y ser dominado porque su misma
geografía se lo está marcando.
En cuanto al estilo de colonización que se llevó a cabo en el rio de la plata,
Mitre sostiene que, era diferente en relación al mismo proceso llevado a
cabo en otros territorios americanos, es decir, “la colonización peruana y
argentina de los primeros tiempos, aunque impulsada por los mismos
móviles, difería esencialmente una de otra, así en su organismo, como en
sus medios y fines inmediatos. La peruana, lo mismo que la de México,
implantada en un imperio conquistado y explotando el trabajo de una raza
dominada, se imponía como el feudalismo europeo, distribuía entre los
conquistadores el territorio y sus habitantes, teniendo exclusivamente en la
mira la explotación de los metales preciosos”., mientras esto ocurría allí,
“los conquistadores, o más bien los colonos del rio de la plata, ocupaban un
país poblado por tribus nómades sin cohesión social, sin metales preciosos
y sin recursos para proveer a las exigencias de la vida civilizada… así nació
y creció la colonización argentina en medio del hambre y la miseria,
pidiéndole a la madre tierra su sustento y se fortaleció en medio de
dolorosos sufrimientos, ofreciendo en sud américa el único ejemplo de una
sociabilidad hija del trabajo reproductor”. Es decir, este tipo especial de
colonización rioplatense se relaciona directamente con el tipo de relaciones
que se desarrollaron entre los miembros de esta sociedad ya que, “los
indígenas sometidos, se amoldaban a la vida civil de conquistadores,
formaban la masa de sus poblaciones, se asimilaban a ellos, sus mujeres
constituían los nacientes hogares, y los hijos de este consorcio formaban
una nueva y hermosa raza, en que prevalecía el tipo de raza europea, con
todos sus instintos y con toda su energía, bien que llevara en su seno los
malos gérmenes de su doble origen . de este modo,

4- Durante la década de 1880 se inició, concentrado en la ciudad de Buenos


Aires, el proceso de formación de un mercado editorial moderno. Los
detalles de este desarrollo quedaron registrados en el Anuario Bibliográfico
de la República Argentina (1880-1888). El artículo, a partir de los datos
proporcionados por ese excepcional registro de la cultura letrada de la
época, analiza la composición y los cambios del incipiente campo editorial y
de su producción. Al mismo tiempo, ensaya algunas hipótesis de carácter
más general orientadas a examinar cómo se reconfiguraron las
dimensiones simbólica y material de la cultura de la letra en esa etapa de
cambios críticos derivados de la ampliación del público lector
“Aquí no hay –con excepción de rarísimos ejemplos– editores que puedan
llamarse propiamente así”. La observación de Ernesto Quesada (1893:
122), escrita a fines de 1882, invita a más de una consideración. Parece
paradójico, pero en los inicios del proceso de modernización literaria, cada
vez que las voces contemporáneas se agudizaron para lamentar los signos
ausentes de una literatura moderna (escritores profesionales, un “teatro
nacional”, una crítica parecida a los modelos europeos, editores), las
ausencias lamentadas estaban dejando de serlo. Es que la maduración
misma de las condiciones de posibilidad de los cambios preparaba a esos
contemporáneos para percibir como ausencias, con exacerbada
sensibilidad, realidades nacientes que no siempre adoptaban las maneras
soñadas. Una historia de las editoriales argentinas, además, no debería
subestimar la aclaración de Quesada (“con excepción de rarísimos
ejemplos”) si tiene interés en captar el momento de emergencia de un
campo editorial. Lo que se espera encontrar, en tal caso, no es un mercado
editorial consolidado, sino los indicios débiles y dispersos propios de una
emergencia. Quesada postulaba, finalmente, una dudosa entidad (“editores
que puedan llamarse propiamente así”) cuya definición permitiría establecer
con cierta puntualidad el momento de su aparición. Definida esa figura en
base a una serie de requisitos1, no sería difícil identificar el segmento
histórico en que surgieron los primeros sujetos que cumplían las
condiciones previstas por la definición. Pero quizá el método no sea el más
apropiado. Si buscamos definiciones, parece tan forzoso incurrir en
peticiones de principio como improbable ponerse de acuerdo. ¿La
independencia entre editor y librero, por ejemplo, será un signo más o
menos relevante que la separación entre editor e imprenta? Por otra parte,
el procedimiento otorga demasiada importancia al rol de sujetos
individuales, y el análisis de la emergencia de un mercado editorial debe
hacer foco, también, en signos de otra índole, tan numerosos como
heterogéneos.

5- Mitre escribió Historia de Belgrano y de la independencia argentina en


1857, bajo la influencia del romanticismo, en una época en la cual habría de
configurarse el mito fundante de la nacionalidad. En la segunda mitad del
siglo XIX se consolidó la proliferación de las liturgias patrióticas destinadas
a apuntalar las identidades nacionales. Fueron presentados héroes
inmaculados y magníficos que habrían tenido una existencia alejada de las
miserias de los hombres comunes. Cerca de esas vidas ejemplares se
exhibieron símbolos minuciosamente elegidos (banderas, himnos, escudos,
etc.) para que las singularidades nacionales resultaran claramente
distinguibles”.
Mitre ciñó los lineamientos generales de la obra al paradigma establecido
en Civilización y barbarie. Partió de la investigación de los orígenes de la
nación y, al mismo tiempo, se embarcó en el estudio de las raíces históricas
de la ideología liberal. Su propósito fue establecer una vinculación
necesaria entre la idea de nación de antigua procedencia, con las formas
institucionales vigentes en el presente, de modo legitimar la preeminencia
de determinados círculos dirigentes. El autor del libro ubica en esta
asociación la estrecha relación existente entre el Mitre político y el Mitre
historiador. Esta relación cobra especial relieve al precisar el autor de
Belgrano el contenido político-social de su idea de nación: un reducido y
selecto grupo integrado por la elite porteña, identificado con las ideas del
liberalismo y opuesto al localismo provincial, responsable de la anarquía
reinante luego de la primera década de existencia independiente. El
contenido, supuestamente nacional de ese liberalismo, tenía como
condición la hegemonía de la ciudad-puerto, y toda la construcción de su
edificio historiográfico giraba en torno a la idealización de la ideología
dominante y la demonización de las ideas que la desafiaban. Esto se vio
claro cuando tras la batalla de Caseros el impulso hacia la organización
nacional partió del interior, y Mitre se convirtió en agente segregacionista
por excelencia. Partiendo de esta perspectiva, Mitre construyó un relato
histórico en el cual las minorías ilustradas urbanas, la democracia comunal
y los cabildos abiertos eran la fuerza motriz de la revolución de mayo de
1810, y constituían, a la vez, la corriente histórica sobre la que se asentó el
partido criollo, liberal y progresista, del cual surgió el núcleo dirigente del
proceso en marcha, en lucha primero contra fuerzas tradicionales,
defensoras del monopolio español, y luego contra los caudillos provinciales,
expresiones del atraso y la barbarie. Las ideas liberales emergentes que
esa tendencia progresiva portaba, impregnaron simultáneamente el campo
de la política y el de la economía, y encontraron en Belgrano “el reflejo de la
conciencia pública en aquella época”, y en Rivadavia, más tarde, “el más
grande hombre civil de los argentinos”, al decir de Mitre.
En síntesis Fue Bartolomé Mitre quien definió los valores y principios que
identificarían la nacionalidad desde su origen, presidiendo y explicando su
evolución y otorgó a la Revolución de 1810 un sitio privilegiado en ese
proceso. Articuló una narrativa genealógica auto celebratoria y creó una
mitología nacional que justificara la Argentina futura. Su confianza en el
destino nacional le permitió organizar "la historia de la Nación argentina,
como historia de un pasado no concluso, abierto al presente y al porvenir”.
Estos usos que hizo del pasado, consolidados en el centenario y
prolongados con una eficiente pedagogía patriótica estatal, han sido
ampliamente estudiados al igual que la importancia historiográfica de su
obra y su incidencia en otros autores.
La visión de Mitre, que definía a la nación por la emancipación, tuvo
opositores. La polémica mayor fue con Vicente Fidel López que relativizó
las implicancias del momento fundador al proponer una interpretación
general del proceso histórico menos centrado en la Revolución de Mayo
como ruptura. El triunfo de Mitre con un dominio más seguro de los hechos
no impidió que López, quien además fue autor de textos escolares y de
manuales para maestros y profesores, ejerciera una gran seducción sobre
sus lectores.

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