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LAS VARILLAS

A aquellas personas a las que el péndulo y las escalas les resulten complicados de usar e interpretar, les aconsejo que
empiecen las prácticas radiestésicas con unas simples varillas en forma de L, fáciles de conseguir y manejar.

LAS VARILLAS EN L
¡Más simple imposible! Se trata de dos varillas de cobre, latón u otro material. Recomiendo el cobre y sus aleaciones por
tratarse de un metal con una vibración muy armónica para el ser humano. Desaconsejo el aluminio y el plomo: el uno
por demasiado ligero y el otro por pesado y por su poder de absorción de las radiaciones.
La longitud es variable; la más frecuente suele ser de 40 a 45 cm. en la extremidad larga, por unos 15 cm. en la corta, ver
gráfico arriba (adjunto). El grosor, de 3 a 5 mm., según dimensiones. Será importante que el peso y la longitud estén
proporcionados para que no creen desequilibrios en su manejo.
Doblándolas en ángulo recto, obtendremos el instrumento más simple y fácil de usar en radiestesia y geobiología, al que
podemos incorporar unos mangos de plástico o madera que eviten roces con la mano y les permitan pivotar con mayor
facilidad (no es imprescindible).

COMO MANEJAR LAS VARILLAS EN L


Empezaremos las prácticas intentando reconocer los micromovimientos que permiten a las varillas oscilar. Cogeremos
cada varilla con una mano, sujetándola por la extremidad más corta. Mantendremos los brazos junto al cuerpo con las
manos y antebrazos extendidos, formando un ángulo de unos 90 grados y una separación entre las manos de unos 30 a
40 cm.
Moveremos ligeramente las muñecas y manos, hasta observar que las varillas oscilan, acercándose o cruzándose en
forma de X, o alejándose hasta oponerse una a otra.
Este ejercicio será interesante practicarlo el suficiente número de veces, hasta que nos familiaricemos con los
movimientos. Podemos acompañar la experiencia con una orden mental:” ¡Que se cierren!”, y veremos que las varillas se
juntan; “¡Que se abran!”, y observaremos que se separan.
Todo esto quizá sea inútil para las personas que posean ya cierta sensibilidad, como ocurre con la mayoría de los niños,
pues tan sólo con coger las varillas con las manos, se cierran o abren, según pasan por zonas alteradas o favorables.
Pero serán ejercicios imprescindibles para quienes tienen mayor dificultad, o para aquellos cuyos esquemas mentales
bloquean las reacciones automáticas.

DETECTAR LA INFLUENCIA DE LOS LUGARES


El código es de los más sencillos; cuando estamos en un lugar de energía favorable, nos encontramos relajados y a gusto,
por lo que las varillas no sufren reacción alguna, permaneciendo paralelas o ligeramente abiertas (véase gráfico adjunto).
Cuando nos situamos en una zona o lugar cuya energía nos resulte agresiva, nos produce una contracción neuro-
muscular y observamos que las varillas empiezan a cerrarse hasta cruzarse una con otra. Cuanto más negativo sea el
lugar, más se cerrarán. En ocasiones, y sobre lugares muy perjudiciales, veremos como llegan a golpearnos el percho (ver
gráfico b).
En los lugares cuyas energías resulten altamente positivas, las varillas tenderán a abrirse. Pero si esta separación es muy
acusada, ¡cuidado! No nos conviene por ser demasiado elevadas.

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