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1. Prometeo.

Muchas interpretaciones existen sobre Prometeo, pero en todas es un ladrón


que roba a los dioses el fuego que entregará a los hombres.

Un héroe solitario que realiza un acto que beneficia a la humanidad,


conciente de que se será castigado. El dador del fuego será encadenado a
una roca, un buitre le devora día tras día el hígado que de noche se
reconstruye.1

2. Esquilo.
Así presenta Esquilo, en Prometeo encadenado, la insolencia del ladrón del
fuego: “Roba a los dioses sus privilegios y entrégaselos a seres efímeros”.

Prometeo, por amor a la humanidad (esos seres pasajeros y despreciados


condenados a morir) desafía y ofende a Zeus (dios todopoderoso). Admite
así su falta: “Sí. Dentro de una caña robé la recóndita fuente del fuego que
se ha revelado como maestro de todas las artes y una gran recurso para
los mortales”.

La de Prometeo es la historia de un héroe que se rebela contra un Tirano


insensible y caprichoso, es la historia de la audacia y del empuje de un
lenguaje libre, es la historia de una conciencia que se compadece con el
destino de los infelices mortales condenados a ser aniquilados. La de
Prometeo es la historia de la astucia. Astucia que es uno de los nombres del
deseo: esa destreza de la potencia que no se deja capturar en las redes de
ningún objeto.

La historia de Prometeo es, también, la del infortunio del héroe justo y


generoso (un personaje elevado que desea ayudar a los más desvalidos y
necesitados) que es castigado con absoluta crueldad por un dios arbitrario y
celoso de su poder.

Por esa trasgresión, encadenado (“atado con nudos de acero”) en la cima


rocosa de un precipicio, se explica Prometeo en este diálogo: “Si. Hice que
los mortales dejaran de andar pensando en la muerte antes de tiempo.
¿Qué medicina hallaste para esa enfermedad? Puse en ellos ciegas
esperanzas. ¡Gran beneficio regalaste con ello a los mortales! Y además
de esto les concedí el fuego. ¿Y tienen, ahora, la roja llama del fuego los
seres efímeros? Gracias a él aprenderán numerosas artes…”.
1
Freud no atiende (1931) en el mito tanto la rebeldía contra el poder de los dioses que oprimen la vida de
los hombres, sino que se interesa por lo que la historia puede condensar, igual que un sueño, de la novela
pulsional de los hombres.
Condenado al peor de los tormentos por ayudar a los seres de vidas
fugaces, Prometeo no depone su actitud desafiante ni se somete a Zeus,
acepta con dignidad padecer un tormento eterno.

Prometeo se explica así: “Pero oídme las penas que había entre los
hombres y cómo ellos, que anteriormente no estaban provistos de
entendimiento, los transformé en seres dotados de inteligencia y en señores
de sus afectos. (…) En un principio, aunque tenían visión, nada veían, y, a
pesar de que oían, no oían nada, sino que, igual que fantasmas de un
sueño, durante su vida dilatada, todo lo iban amasando al azar. No
conocían las casas de adobes cocidos al sol, ni tampoco el trabajo de la
madera, sino que habitaban bajo tierra, como las ágiles hormigas, en el
fondo de grutas sin sol. No tenían ninguna señal para saber qué era el
invierno, ni la florida primavera, ni para poner en seguro los frutos del
fértil estío. Todo lo hacían sin conocimiento, hasta que yo les enseñé las
salidas y ocasos de las estrellas, cosa difícil de conocer. También el
número, destacada invención, descubrí para ellos, y la unión de las letras
en la escritura, donde se encierra la memoria de todo, artesana que es la
madre de todas las Musas. (…) En resumen, apréndelo todo en breves
palabras: los mortales han recibido todas las artes de Prometeo”.

La de Prometeo es la historia de la donación de los remedios curativos para


ahuyentar todas las dolencias del cuerpo y del alma, la donación de las
claves para leer sueños, descifrar los destinos y avanzar liberados hacia el
porvenir. La de la donación también de los caminos que conducen a los
metales ocultos: el cobre, el hierro, la plata y el oro.

La de Prometeo es la historia de la persistencia y la obstinación. Prometeo


es el que no desiste en su deseo o, mejor dicho, la historia del que se
abandona a la potencia deseante que lo hace obrar. Es la historia del deseo
como potencia que arrastra, empuja, suspende la inhibición y el miedo de
actuar. La historia del deseo como potencia que enseña la vida.

3. Goethe.
En una especie de autobiografía que se conoce con el nombre de Poesía y
Verdad, Goethe explica que escribió un poema que relata la fábula de
Prometeo a su medida y de acuerdo con sus deseos. En su texto, el ladrón
del fuego advierte a Zeus (padre de todos los dioses) que juegue como un
niño si quiere en las cúspides o detrás de la neblina que oculta el cielo, pero
que deje en paz a la tierra: ese hogar que tanto le envidia. Cuestiona la
grandeza y superioridad de los dioses que necesitan alimentarse de
sacrificios y súplicas de criaturas temerosas y sumisas. Reconoce que se
busca un dios porque se siente necesidad de protección, que la veneración
es un reflejo de la minoría de edad, que la devoción es una reacción infantil
que surge del sentimiento de desamparo. No hay ser superior que nos evite
la desdicha: el Tiempo y el Destino son los amos de todos. Así, para
Goethe, es hora de tomar el cielo por asalto. Prometeo moldea una
humanidad sin miedos ni servidumbres que ha de sufrir y gozar, llorar y
sentir alegría.

Prometheus
Johan Wolfgang Goethe (1774)
(Traducción de Ramón Alcalde)

Encubre tu cielo, Zeus,


con bruma de nubes
y ejercítate, como el niño
que descabeza cardos,
con las encinas y las cúspides de los montes ;
pero déja en paz mi Tierra ,
y mi cabaña, que tú no construiste,
y mi lar ,
por cuyo ardor me envidias .

No conozco nadie más indigente


bajo la luz del sol, que vosotros, ¡dioses!
Alimentáis mezquinamente
con holocaustos tributarios
y aliento de plegarias
Vuestra Majestad ,
y seríais menesterosos
si los niños y mendigos
no fueran unos necios .

Cuando yo era niño,


no sabía a dónde recurrir;
volví mi ojo perplejo
hacia el Sol, como si allí arriba hubiera
un oído para escuchar mis quejas ,
un corazón -como el mío -
que se apiadara del oprimido .

¿Quién me auxilió entonces


contra la arrogancia de los Titanes?
¿Quién me salvó de la muerte,
quién de la esclavitud ?
Tú, ¿no lo hiciste todo solo,
corazón mío, ardiendo en santidad?
En tu engaño, ¿no ardiste,
juvenil y candoroso,
de gratitud, porque te había salvado
el que dormita allá en lo alto ?

¿Venerarte yo? ¿Por qué?


¿Aliviaste los dolores
jamás del abrumado?
¿Enjugaste las lágrimas
jamás del afligido ?
¿Quién herró mis cadenas,
sino el Tiempo omnipotente
y el Destino sempiterno,
mis amos y los tuyos?

¿Te ilusionaste quizás


que yo odiaría la vida ,
que me escaparía al yermo ,
porque no todos los sueños florales maduraron?

Aquí estoy sentado, plasmo hombres


a mi imagen .
una raza que me sea semejante,
para que sufra, para que llore,
para que goce y se alegre,
para que no te respete…
¡como yo!

4. El fuego que se comparte.


Tras el poema de Goethe, el fuego que roba Prometeo no es la llama que
incendia los bosques, sino el ardor que apasiona y abriga a las criaturas
humanas. El fuego humanizado por Prometeo es el de la calidez del hogar
que ampara y protege, el que puede servir para cocinar y dar sabor a los
alimentos, el que ilumina la noche y agrupa a mujeres y hombres a su
alrededor, el fuego que nos acerca y nos hace hablar, el fuego que se
comparte con el próximo y el extraño, el que invita a arrimarse a los recién
llegados. El fuego también del corazón, el fuego del amor, del erotismo y
de la amistad, el que arde ante la injusticia y nos une junto a todos los
oprimidos.

5. Marx.
En sus Manuscritos económico filosóficos de 1844, Marx piensa la tragedia
de la enajenación humana en las sociedades capitalistas. La producción de
una especie de animalidad posthumana: cuerpos estampados por la
violencia y la ferocidad de una civilización injusta, hipócrita y brutal, un
salvajismo de criaturas escupidas por la domesticación y voraces de
consumos que se les niegan. Entonces, escribe Marx (cuando tenía
veintiséis años): “Incluso la necesidad del aire libre deja de ser en el
obrero una necesidad; el hombre retorna a la caverna, envenenada ahora
por la fétida pestilencia de la civilización y que habita sólo en precario,
como un poder ajeno que puede escapársele cualquier día, del que puede
ser arrojado cualquier día si no paga. Tiene que pagar por esta casa
mortuoria. La luminosa morada que Prometeo señala, según Esquilo,
como uno de los grandes regalos con los que convierte a las fieras en
hombres, deja de existir para el obrero. La luz, el aire, etcétera, la más
simple limpieza animal, deja de ser una necesidad para el hombre. La
basura, esta corrupción y podredumbre del hombre, la cloaca de la
civilización (esto hay que entenderlo literalmente) se convierte para él en
un elemento vital. La dejadez totalmente antinatural, la naturaleza
podrida, se convierten en su elemento vital. Ninguno de sus sentidos
continúa existiendo, no ya en su forma humana, pero ni siquiera en forma
inhumana, ni siquiera en forma animal”.

6. El deseo de Prometeo en los jóvenes de las izquierdas revolucionarias de


los años setenta entre nosotros.
La identidad profética de los jóvenes de los setenta era, a su manera,
también, heredera del ladrón del fuego. No sólo porque toda identidad que
desea la emancipación social, al cabo, lo es, sino porque padecía la captura
de un narcisismo fascinado por la imagen heroica de un combatiente
redentor. Muchos de los jóvenes desaparecidos por el terror de estado en la
Argentina, estaban dispuestos a morir por la libertad de la humanidad toda.
Ese mesianismo colectivo podría pensarse, también, como deseo de
prometeo. En ese delirio fraterno y solidario, late (quizás) la vanidad de un
yo crítico superior. Vanidad generacional que (tal vez) haya sido la
contracara negada de la inseguridad histórica de su misión. Aquella
identidad prometeica era, como cualquier identidad, una locura. Toda
identidad es un resto de envolturas imaginarias que nos defienden del
desamparo absoluto.
7.Grupo.
Grupo: personas reunidas alrededor de un mismo fuego.

Grupo: espacio en el que diferentes personas en estado de proximidad se


encienden y se mezclan (por momentos) siendo una misma llama.

La historia de Prometeo narra el deseo de rebelión humana y las


consecuencias de alzarse contra el poder de un amo. La desobediencia a la
autoridad caprichosa y arbitraria y el castigo por esa falta.

¿Conviene estar bien con un Dios, con un rey, con el poder? ¿Conviene la
confortabilidad del espectador de la televisión? ¿Conviene estar bien con el
sistema? ¿Conviene consumir las drogas legales y consumir las ilegales con
precaución? ¿Convine estar bien en el paraíso de consumo, a veces
aburrido y tedioso, pero siempre injusto y desigual que es el mundo tal
como se nos presenta hoy?

La conveniencia es el consumo de la comodidad. La ideología de la


conveniencia es conformidad.

Conviene que el deseo no sea una intensidad que avanza más allá de todos
los objetos, sino el calco ya trazado de un recorrido que lleva hasta los
objetos que designa el poder.

La de Prometeo es una historia que narra el confort de la sumisión y las


desventajas de la revuelta.

Los estados de grupo reunidos alrededor del deseo son peligrosos.


Convienen las experiencias disciplinadas y dosificadas de conjuntos que se
someten a una técnica o a un ejercicio o a un juego reglado.

Paradoja de lo grupal: los grupos pueden ser espacios de conveniencia y


confort que no objetan el mundo o pueden ser brotes de un incendio. Los
grupos pueden ser pensados como espacios de control o pueden ser
pensados como vehemencias impetuosas, como son el amor o la ira.

¿Qué grupos nos interesan? ¿Grupos prolijos: trazados cuidadosos de roles


que interaccionan y se alternan con armonía para que cada uno haga con
esmero lo que tiene que hacer? ¿O grupos que sean una gran hoguera, un
gran problema, una gran inquietud, una gran invitación a pensar?
Esta es una de las paradojas de lo grupal: si los grupos son un gran incendio
emancipador nos podemos quemar, lastimar, angustiar; pero si los grupos
son ese lugar confortable y controlado por el poder, son sitios del
sometimiento y el tedio, un nuevo paraíso disciplinado, ahora, por la moral
técnica.

Las técnicas son manuales que explican cómo hay que hacer para que
ocurra lo que tiene que ocurrir. La técnica es el cumplimiento de lo
previsto. “Siempre lo mismo” es la voz que indica la eficacia del recurso
técnico. La técnica es la aseguradora contemporánea del destino.

La de Prometeo es la historia de una revuelta contra el poder, contra la


técnica y contra todas las formas de destino ya trazado.

7. Kafka.
En su relato sobre Prometeo (1920), Kafka despliega cuatro leyendas con
alternativas diversas.

En la primera cuenta el suplicio eterno al que es sometido como castigo sin


fin.

En la segunda narra la posibilidad de volverse él mismo piedra como fuga


desesperada ante un dolor insoportable. Fundirse en la roca, volverse
sustancia mineral sin sentidos y sin memoria. La insensibilidad como
defensa cotidiana.

En la tercera intuye el olvido como otra defensa contra el dolor. El olvido


como la igualación final que el tiempo hace de todas la sensaciones. El
olvido de sí como fuga perfecta.

En la cuarta relata el triunfo del tedio como desgaste de la pasión o


agotamiento del deseo. O el escepticismo como desconfianza del deseo y
huída de la crueldad del mundo.

Al final, el inexplicable peñasco se presenta como resto indescifrable de


una historia abolida.

Trascribo el relato de Kafka: “De Prometeo nos hablan cuatro leyendas.


Según la primera, lo amarraron al Caucazo por haber dado a conocer a
los hombres los secretos divinos, y los dioses enviaron numerosas águilas a
devorar su hígado, en continua renovación. De acuerdo con la segunda,
Prometeo, deshecho por el dolor que le producían los picos desgarradores,
se fue empotrando en la roca hasta llegar a fundirse con ella. Conforme a
la tercera, su traición paso al olvido con el correr de los siglos. Los dioses
lo olvidaron, las águilas, lo olvidaron, él mismo se olvidó. Con arreglo a la
cuarta, todos se aburrieron de esa historia absurda. Se aburrieron los
dioses, se aburrieron las águilas y la herida se cerró de tedio. Solo
permaneció el inexplicable peñasco. La leyenda pretende descifrar lo
indescifrable. Como surgida de una verdad, tiene que remontarse a lo
indescifrable.”.

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