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2. Esquilo.
Así presenta Esquilo, en Prometeo encadenado, la insolencia del ladrón del
fuego: “Roba a los dioses sus privilegios y entrégaselos a seres efímeros”.
Prometeo se explica así: “Pero oídme las penas que había entre los
hombres y cómo ellos, que anteriormente no estaban provistos de
entendimiento, los transformé en seres dotados de inteligencia y en señores
de sus afectos. (…) En un principio, aunque tenían visión, nada veían, y, a
pesar de que oían, no oían nada, sino que, igual que fantasmas de un
sueño, durante su vida dilatada, todo lo iban amasando al azar. No
conocían las casas de adobes cocidos al sol, ni tampoco el trabajo de la
madera, sino que habitaban bajo tierra, como las ágiles hormigas, en el
fondo de grutas sin sol. No tenían ninguna señal para saber qué era el
invierno, ni la florida primavera, ni para poner en seguro los frutos del
fértil estío. Todo lo hacían sin conocimiento, hasta que yo les enseñé las
salidas y ocasos de las estrellas, cosa difícil de conocer. También el
número, destacada invención, descubrí para ellos, y la unión de las letras
en la escritura, donde se encierra la memoria de todo, artesana que es la
madre de todas las Musas. (…) En resumen, apréndelo todo en breves
palabras: los mortales han recibido todas las artes de Prometeo”.
3. Goethe.
En una especie de autobiografía que se conoce con el nombre de Poesía y
Verdad, Goethe explica que escribió un poema que relata la fábula de
Prometeo a su medida y de acuerdo con sus deseos. En su texto, el ladrón
del fuego advierte a Zeus (padre de todos los dioses) que juegue como un
niño si quiere en las cúspides o detrás de la neblina que oculta el cielo, pero
que deje en paz a la tierra: ese hogar que tanto le envidia. Cuestiona la
grandeza y superioridad de los dioses que necesitan alimentarse de
sacrificios y súplicas de criaturas temerosas y sumisas. Reconoce que se
busca un dios porque se siente necesidad de protección, que la veneración
es un reflejo de la minoría de edad, que la devoción es una reacción infantil
que surge del sentimiento de desamparo. No hay ser superior que nos evite
la desdicha: el Tiempo y el Destino son los amos de todos. Así, para
Goethe, es hora de tomar el cielo por asalto. Prometeo moldea una
humanidad sin miedos ni servidumbres que ha de sufrir y gozar, llorar y
sentir alegría.
Prometheus
Johan Wolfgang Goethe (1774)
(Traducción de Ramón Alcalde)
5. Marx.
En sus Manuscritos económico filosóficos de 1844, Marx piensa la tragedia
de la enajenación humana en las sociedades capitalistas. La producción de
una especie de animalidad posthumana: cuerpos estampados por la
violencia y la ferocidad de una civilización injusta, hipócrita y brutal, un
salvajismo de criaturas escupidas por la domesticación y voraces de
consumos que se les niegan. Entonces, escribe Marx (cuando tenía
veintiséis años): “Incluso la necesidad del aire libre deja de ser en el
obrero una necesidad; el hombre retorna a la caverna, envenenada ahora
por la fétida pestilencia de la civilización y que habita sólo en precario,
como un poder ajeno que puede escapársele cualquier día, del que puede
ser arrojado cualquier día si no paga. Tiene que pagar por esta casa
mortuoria. La luminosa morada que Prometeo señala, según Esquilo,
como uno de los grandes regalos con los que convierte a las fieras en
hombres, deja de existir para el obrero. La luz, el aire, etcétera, la más
simple limpieza animal, deja de ser una necesidad para el hombre. La
basura, esta corrupción y podredumbre del hombre, la cloaca de la
civilización (esto hay que entenderlo literalmente) se convierte para él en
un elemento vital. La dejadez totalmente antinatural, la naturaleza
podrida, se convierten en su elemento vital. Ninguno de sus sentidos
continúa existiendo, no ya en su forma humana, pero ni siquiera en forma
inhumana, ni siquiera en forma animal”.
¿Conviene estar bien con un Dios, con un rey, con el poder? ¿Conviene la
confortabilidad del espectador de la televisión? ¿Conviene estar bien con el
sistema? ¿Conviene consumir las drogas legales y consumir las ilegales con
precaución? ¿Convine estar bien en el paraíso de consumo, a veces
aburrido y tedioso, pero siempre injusto y desigual que es el mundo tal
como se nos presenta hoy?
Conviene que el deseo no sea una intensidad que avanza más allá de todos
los objetos, sino el calco ya trazado de un recorrido que lleva hasta los
objetos que designa el poder.
Las técnicas son manuales que explican cómo hay que hacer para que
ocurra lo que tiene que ocurrir. La técnica es el cumplimiento de lo
previsto. “Siempre lo mismo” es la voz que indica la eficacia del recurso
técnico. La técnica es la aseguradora contemporánea del destino.
7. Kafka.
En su relato sobre Prometeo (1920), Kafka despliega cuatro leyendas con
alternativas diversas.