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“Jesús, el primogénito de los difuntos” (aportes para la comprensión de la resurrección de Jesús).

Por: Jairo A. Muñoz Henao-Padres Camilos.


Introducción.
A través de tres argumentos, el autor quiere replantear nuestro modo de relacionarnos con Jesús en la
manera como vivimos y celebramos la liturgia eucarística cuyo trasfondo es celebrar la vida de los que han
partido al encuentro con Cristo, dándole verdadero sentido para una transformación y comprensión del
misterio de la resurrección. Propone una revisión al rito de exequias (plegarias, peticiones e invocaciones a
Dios), para llevar a cabo la vivencia a plenitud del misterio inagotable de la eucaristía, que posibilita la
comprensión de la relación interpersonal y la comunión entre Jesús, los difuntos y nosotros.
Tesis.
Nuestra relación con Jesús se basa hoy en la reducción a un mero recuerdo de una figura histórica dividida
entre la historia particular y subjetiva de Jesús de Nazaret (narrada en los Evangelios) y la idea abstracta
que tenemos del Cristo de la fe. Hay que unirlas para tener con él una relación inmediata, directa y actual.
El autor plantea tres argumentos desde los cuales intenta corregir nuestra interpretación de la resurrección
de Jesús y de la liturgia funeraria, estrechamente ligadas a la liturgia eucarística, en cuánto a comprender
el concepto de “celebrar con el difunto, y no por el difunto”, que al igual que, vivos y muertos, no lo
hacemos por Jesús sino con Jesús: dialogamos con él, comulgamos con él y vivimos en la fe su misma
vida en Dios.
a) El concepto de la resurrección como vida ya actual en Dios: Los discípulos tuvieron una
relación real con Jesús pues narraron en sus evangelios lo que de él habían visto y oído, y
resucitado se hizo para ellos presencia personal reavivando su fe y transformando sus vidas. Así,
la relación en función del recuerdo se convierte en experiencia actual, cuyo carácter trascendente
no ve afectada su estructura e identidad esencial: su amor, su entrega total, su apoyo y sus
características personales, pero potenciadas al máximo.
b) Oración cristiana dirigida a un Dios que es amor y solo amor: A los santos, tenidos como
“intercesores” por nosotros ante Dios, hay que mirarlos como espejos de la inagotable riqueza de
Dios y de su amor por nosotros y no como aquellos que “aplacan” o “convencen” a Dios con sus
plegarias. Esta es la verdadera “comunión con los santos”, una llamada a continuar su obra como
muestra de amor, agradecimiento y unión con ellos. Es necesario cambiar esa imagen de un Dios
cruel, justiciero y terrible del que se tiene la idea que hay que “propiciar” por todos los medios, idea
que al parecer solo pone en duda el amor gratuito e incondicional del Señor.
c) Implementar una lectura no fundamentalista tanto de los textos bíblicos como de los
litúrgicos: “El rito de las exequias debe ser manifestación de la fe pascual y del verdadero espíritu
evangélico y de llevar a la comprensión de los que celebran la eucaristía, que morir no significa
dejar de vivir, sino entrar en la salvación, en la vida eterna de Dios; es decir, morir es resucitar y
que la comunidad entrega su vida como Jesús para recobrarla.

Conclusión.
Un adecuada relación entre la triada Jesús-difuntos-comunidad, es la que equilibra pasado y presente
atribuyendo a cada una su función real y ayudando a descubrir y discernir la presencia de Cristo que habita
entre nosotros y posibilita la comunión entre las tres realidades, y que aunque no vemos físicamente a
aquellos hermanos que nos han precedido en la muerte, tratamos de hacernos conscientes de su
presencia viva y actuante que transforma nuestras vidas por la proclamación de la fe conjunta reforzada
con la oración común, la solidaridad y la celebración (eucarística) de la misma esperanza en la
resurrección.

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