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EL ORGULLO Y EDIPO:

Todas las emociones humanas están representadas en Edipo, algunas con más
intensidad, como lo es el orgullo pues consideramos que es la emoción que
predomina en el rey de Tebas, manifestándose en todos los episodios trabajados.

El orgullo, no desde una concepción psicológica, se define como el amor excesivo a


uno mismo, ya sea por aspectos relacionados a su personalidad, o méritos
personales que consideremos de gran relevancia. Por otro lado, la psicología no
maneja definiciones absolutas a cerca de esta emoción, pero la define dividiéndola
en dos tipos: el orgullo positivo que se conoce como autoestima (valoración que
tenemos respecto a nosotros mismos) o autoconfianza (capacidad emocional en
donde nos sentimos capaces de superar obstáculos o cumplir objetivos), y el
negativo que refiere a la soberbia o el hibris, término literario que hace referencia el
exceso de orgullo, siendo éste una concepción utilizada por Aristóteles.

En el prólogo es donde se encuentra el orgullo positivo en Edipo debido a que el


conflicto no ha salido a la luz y él se encuentra en una posición de autocontrol y
autoconfianza, podemos notarlo en la actitud confiada que toma delante de su
pueblo. El prólogo es la introducción a la historia donde mejor se ejemplifica y
predomina el orgullo positivo de Edipo, ya sea a través de palabras dichas por el
rey, o aquellas dichas por su pueblo con respecto a él:

“Edipo, cuyo nombre es celebrado por todos los labios”, esto es un perfecto ejemplo
de Edipo seguro y orgulloso de ser considerado el salvador de Tebas.

Otro ejemplo son las palabras del sacerdote, pues consideramos que contribuyen a
aumentar el sentimiento de orgullo en Edipo, por ser amado y admirado por los
tebanos.

“Sacerdote. - Pues bien, ¡oh Edipo!, rey de nuestra patria, ya ves que somos
suplicantes de todas las edades, agrupados en torno de las aras de tu palacio. Unos
no tienen aún fuerza para volar lejos del nido; otros, sacerdotes como yo lo soy de
Zeus, abrumados por los años; estos se cuentan entre lo más florido de nuestra
juventud, mientras el resto del pueblo, coronado con las ramas de los suplicantes,
se apiñan en el Ágora, en torno de los dos templos consagrados a Palas y junto a
las cenizas proféticas del divino Ismeno.
»Tebas, como tú mismo estás viendo, se halla profundamente consternada por la
desgracia; no puede levantar la cabeza del abismo mortífero en que está sumida.
Los brotes fructíferos de la tierra se secan en los campos; perecen los rebaños que
pacen en los pastizales; despuéblase con la esterilidad de sus mujeres. Un dios que
trae el fuego abrasador de las fieras, la execrable Peste, se ha adueñado de la
ciudad, y va dejando exhausta de hombres la mansión de Cadmo, mientras las
sombras del Hades desbordan de llantos y gemidos. Ciertamente ni estos jóvenes ni
yo, apiñados en torno a tus lares, pretendemos igualarte con los dioses; pero te
reconocemos como el primero de los mortales para socorrernos en la desgracia que
se cierne sobre nuestras vidas y para obtener el auxilio de los dioses. Pues fuiste tú,
cuando viniste a esta ciudad de Cadmo, quien nos libraste del tributo que
pagábamos a la implacable Esfinge, y esto lo hiciste sin haber sido informado por
nosotros ni haber recibido ninguna instrucción. Tebas piensa y proclama que sólo
con la ayuda de alguna divinidad conseguiste enderezar el rumbo de nuestra vida.
Hoy, pues, poderoso Edipo, a ti vuelven sus ojos todos estos suplicantes que te
ruegan halles remedio a sus males, bien porque hayas oído la voz de algún dios,
bien porque te hayas aconsejado de algún mortal, pues sé que los consejos de los
hombres de experiencia ejercen una feliz influencia en los acontecimientos.

»¡Ea, oh tú, el mejor de los mortales, salva a esta ciudad! ¡Vamos!, recuerda que si
esta tierra hoy te proclama su salvador, es en atención a tu celo pasado. Que tu
reino no nos deje jamás el recuerdo de haber sido puestos a flote para para
después volver a caer en el abismo. Levanta, pues, esta ciudad con firme solidez.
Tiempo atrás, felices auspicios te hicieron hallar para nosotros una suerte favorable;
sé hoy semejante a lo que fuiste entonces. Sí, en efecto, has de continuar rigiendo
esta tierra, será más confortador reinar sobre hombres que regir un país sin
habitantes. De nada sirven navíos y fortalezas tan pronto como los hombres han
desertado de ellos.”

Durante toda esta cita, el sacerdote busca persuadir a Edipo mediante sus palabras,
generando además, un

En el prólogo y el episodio tres son aquellas partes del libro donde se muestra la
parte positiva del orgullo que caracteriza a Edipo. En el tercer episodio podemos
verlo en la siguiente cita:
“Pues yo me considero como hijo de la Fortuna, que me ha colmado de bienes y
nunca me sentiré deshonrado”, donde Edipo muestra que se siente orgulloso de
quién es y todo lo que tiene, sin importar cual sea su origen.

Por el contrario, en el primer episodio predomina la parte negativa del orgullo, donde
Edipo se muestra como alguien soberbio y arrogante, cerrándose a cualquier
comentario que pretenda rebajarlo al nivel de un parricida incestuoso,
deshonrándolo no sólo frente a su pueblo sino frente a sí mismo y los dioses. Esto
es lo que sucede en el diálogo con Tiresias, donde el adivino le dice la verdad y
Edipo, debido a su orgullo, de niega a creer que el no es ese rey amado y honrado,
y es, en cambio, el culpable de la desgracia que cae sobre Tebas. Durante el
transcurso del primer episodio, Edipo sufre de até (ceguera trágica), pero esta
ceguera no es únicamente provocada por el enojo del rey debido a las palabras de
Tiresias, sino por la concepción perfecta que él tenía sobre sí mismo; el rey amado,
adorado, el protector y salvador de Tebas no podría jamás ser una deshonra para
sus súbditos, considerando que durante toda la obra, Edipo se muestra como
alguien que disfruta y pretende el cariño de los tebanos.

Además, tomando en cuenta la concepción de verdad que Edipo tiene, podríamos


decir que él siente orgulloso de quien cree que es, y es su propio orgullo el que le
evita descubrir, mediante la reflexión, quien es realmente.

2. En nuestra opinión la maldición de Edipo se cumple debido al designio de los


dioses y no por desafiarlos, pues su destino se cumpliría de igual forma desafiase o
no la Esfinge. Es decir, inclusive si él no hubiera conocido nunca a la Esfinge, si se
hubier

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