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DE DIOS
Colonización en La Macarena
RíosDuda y Guayabera
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ej. 1.
Claudia Leal
ALABUENA
DE DIOS
Colonización en La Macarena
Ríos Duda y Guayabera
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cerec
FESCfi.
TABLA DE CONTENIDO
Prefacio 11
PRIMERA PARTE
A manera de introducción 21
SEGUNDA PARTE
Los colonizadores 33
Los inicios 35
El Guayabero 48
El Duda 51
El Alto Guayabero 68
La veredas y sus habitantes 73
TERCERA PARTE
Presencia institucional: ¿zona roja o zona verde? 77
Prefacio 11
PRIMERA PARTE
A manera de introducción 21
SEGUNDA PARTE
Los colonizadores 33
Los inicios 35
El Guayabero 48
El Duda 51
El Alto Guayabero 68
La veredas y sus habitantes 73
TERCERA PARTE
Presencia institucional: ¿zona roja o zona verde? 77
La Manigua 107
El pan de cada día 112
El Dorado 125
QUINTA PARTE
Las mujeres 145
Bibliografía 180
Lista de mapas
19. En los mapas del Instituto Geográfico Agustín Codazzi todavía llaman al
pueblo El Refugio en lugar de La Macarena.
14 A LA BUENA DE DIOS
PRESENCIA
INSTITUCIONAL:
¿ZONA ROJA
O ZONA VERDE?
PREFACIO 17
animales. Esto tiene mucho que ver con el aislamiento en que están
estas veredas y con las dificultades de transporte de las que ya bas-
tante se ha hablado. Es muy importante anotar que el esquema típico
de la colonización en el que los colonos tumban, queman, siembran
y cuando la tierra está agotada la venden a los ganaderos que van
conformando latifundios, aquí no se presenta. Que la región sea apar-
tada y de difícil acceso, y sobre todo el hecho que sea-parque natural
y no esté permitido titular tierras, desmotiva a los posibles compra-
dores, que prefieren invertir en un territorio donde su dinero sí fruc-
tifique. La falta de esta presión, tan fuerte en otras áreas de coloniza-
ción, ha sido un factor que ha contribuido a que el proceso de reduc-
ción del bosque sea más lento de lo que habría podido ser.
Rigoberto, como todos los demás colonos, coincide con que an-
teriormente había carne de monte y pescado en abundancia, y ade-
más nos habla de los legendarios manaos, cerdos salvajes que anda-
ban en grupos inmensos, y que ahora están desterrados de la zona:
Eso antes se cogía mucha cachama, eso era tire y saque. También
había mucho manao: mirábamos manadas de doscientos, trescientos
marranos. Ese era uno de los animales con que a mí me metían te-
rror. Una vez nos fuimos a cacería, como unos seis, a buscar manaos.
Llevaron unos perros. Cuando ruedan los perros y por allá escucha-
mos los manaos. 'Bueno -dijimos- vamos a matar uno cada uno'.
y comienzan esos animales a bujar y a chasquiar ese muelaje. Yo iba
de cabeza, cuando se viene ese perro y pasa por un lado y se viene
esa manada... Yo del susto tan berraco saqué la base y no totió -¡qué
bruto! -yo miré que no totió esa escopeta y no hay otra más sino
tirarla y de una vez le mando la mano a la palmita, una palmita de
lágrima de San Pedro, yo no brinqué ni nada sino que la abracé y
Primera Parte
AMANERA
DE INTRODUCCION
ATRACCIÓN FATAL
Como decía al comienzo de este aparte, las niñas no son las úni-
cas perseguidas, sino también cualquier mujer que se asome sin cara
de compromiso. Dos mujeres solas llegaron recientemente a la vere-
daí\Solas significa necesitadas de afecto y del apoyo económico de
un compañero. La falta de un hombre implica también falta de iden-
tidad: es él quien le da un lugar social a la mujer, y esto trae seguri-
dad. En la vereda, la idea de una mujer sola es difícil de concebir.
Todas son, o al menos fueron, 'la mujer' o 'la señora' de alguno, esté
él presente o no". Estos dos casos son bastante ilustrativos sobre las
posibilidades que tienen las mujeres en esta zona.
Después de años de ausencia, Marlén Rosas fue a pasar vacacio-
nes a la finca de sus papás; en El Tapir su destino le deparaba un
marido, fue y lo encontró. Es hija de don Miguel, habitante antiguo
de la vereda.Vivió algunos años en el pueblo, donde conoció a Fermín
y se ennovió con él durante un año y medio. Viendo a las demás, le
entró la gana de tener un niño, pero uno propio, y desoyendo conse-
jos quedó embarazada. Así terminó su historia de amor. Aunque de-
jaron de verse, Fermín le hacía llegar todo lo que necesitaba. Al final
del embarazo sí estuvo a su lado, a pesar de que los lazos entre ellos
ya se habían roto. A la semana de nacida Judith, una nenita preciosa,
el padre se fue de Macarena y Marlén no volvió a saber nada de él. A
la semana de tener la niña, Marlén ya estaba trabajando en lo que
puede hacerlo una mujer allá: en casas de familia, en restaurantes o
de guisa.
Trabajó duro por más de un año y en diciembre decidió subir a la
finca a pasar las vacaciones con sus papás. Tan pronto lo supieron,
aspirantes y curiosos se pusieron al acecho: la casa se llenó de hom-
bres que iban a verla, entre ellos estaban don Alberto, un señor ya
entrado en años que vive errante por la vereda; Chucho, un costeño
venido hace pocos años de Cimitarra, quien ya hizo el intento de
vivir con una mujer de la vereda sin buen resultado; el Siete Mujeres,
que se ganó ese apodo por convivir con dos hermanas a la vez, una
de las cuales es su actual mujer; Pablo, joven sobrino de una de las
colonas de la vereda; y otros. Todos intentaban palabriarla, Chucho y
el Siete Mujeres incluso apostaron cuál se la cuadraba primero ... y
ganó Chucho. Marlén estaba por devolverse, aburrida de tanta
molestadera, pero Chucho le truncó el retorno. El es un hombre ya
44. En el pueblo es factible que una mujer sea alguien por sí sola, pero en el
campo, normalmente,tienencomo referencia el hecho de ser 'la mujer' de un hombre.
A MANERA DE INTRODUCCION 25
MAPA No. 1
UBICACIÓN DE LA MACARENA EN EL DEPARTAMENTO DEL META
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DEPAf'--rAI'\ENtD
pp-L- MI"TA
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LARf4:,n;C2.,A DE A({.~~o
""'"TAPADA -
28 A LA BUENA DE DIOS
3. Trocha.
4. Canoa con motor.
A MANERA DE INTRODUCCION 31
MAPA No. 2
LAs VEREDAS EL TAPIR y EL ALTO RAUDAL
Su..IZJd'-lI~
DE. Llt
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~~c.M-'" 1\ wo-rxx>
32 A LA BUENA DE DIOS
ESTE ESCRITO
LOS COLONIZADORES
Los INICIOS
LOSTINIGUA
7. Raudal Angostura 11,cerca de San José del Guaviare. Sobre este momento en
la vida de Palma dice el mismo Molano en su libro Selva Adentro: "Hacia 1951 San
José, que no tendría a la fecha más de diez o veinte casas, un hato y muy poca
agricultura, fue invadido -por decirlo de alguna manera- por las guerrillas co-
mandadas por Palma y Morales, lugartenientes de Alvaro Parra. Hernando Palma y
el comandante Héctor Morales se habían hecho relativamente fuertes en las cerca-
nías de San Martín y en 1951, precisamente, se habían tomado a Boca de Monte
[Granada]. Es muy posible que en el repliegue de esta acción Palma haya llegado
hasta San José. Morales, por la misma fecha huía hacia el Duda. Sea como fuere,
Palma y sus veinte hombres, mal armados, se establecieron en cercanías de San José
y sus pocos habitantes -la mayoría liberales y tolimenses- lo acogieron y los
respaldaron económicamente. No se demoró en el pequeño puerto pero mantuvo la
región como una retaguardia fiel y una zona de abastecimiento logístico, y los con-
tados dueños de hatos se vieron obligados a pagar impuestos, como solía hacerse en
todo el Llano, tanto a la guerrilla como al ejército nacional", MOLANo, A., 1987: 32.
8. La amnistía de 1953-54 del general Gustavo Rojas Pinilla.
9. A ello se refiere el mismo autor en Yo le digo una de las cosas...: "Palma no
se estableció con carácter permanente en el Guaviare sino que remontó el Guayabero
con 5 o 6 hombres armados. En El Raudal hizo un campamento, y desde allí se dio
a la tarea de imponerse a sangre y fuego sobre la débil población indígena. Palma
vivía de las contribuciones de los nativos en trabajo y en especie: lo que equivalía,
en la práctica a la esclavitud. Asesinaba sin reticencias a quien desconociera sus
leyes y a bala limpia redujo los contados asentamientos indígenas del Guayabero.
En un sitio llamado La Sombra, en la margen izquierda del río, vivía una india que
gustó a Palma. Amarrada la condujo al campamento y allí trató de hacerla su mujer.
38 A LA BUENA DE DIOS
Pero la india, fiel a su gente, quiso envenenar a Palma y así vengar sus crímenes y
abusos. No obstante, su raptor descubrió el plan y asesinó a la india y a todos los
indígenas que quedaban en la región", MOLANO, A., FAJARDO, CARRlZOSA, s.f.: 147.
10. "En esta región existían grupos armados que finalmente invadieron a
Guacamayas, comandados por el Gavilán, el Dragón Rojo, el Capitán Veneno y
Hernando Palma. Estas eran típicas bandadas de violencia' irracional', sin partido,
que se dedicaban a matar y a robar". Esta invasion sucedió en 1950, cuando
Guacamayas, puesto intermedio entre San Vicente y Algeciras, contaba con 200
casas. Fueron desalojados por el ejército y el pueblo quedó reducido a cenizas.
ARTUNDUAGA, 1990: 129.
LOS COLONIZADORES 39
11. Tablones que son la forma en que se comercia la madera después de salir de
los aserríos.
LOS COLONIZADORES 41
EL REFUGIO
12. No coincide con Artunduaga, pues según este autor la muerte de Palma fue
en 1954, y según don Abundio González, padre de quien relata, dicha muerte suce-
dió después de su llegada. Este desfase no tiene mayor importancia para esta histo-
ria, pero demuestra las dificultades de reconstruir con exactitud una historia a partir
de fuentes orales.
LOS COLONIZADORES 43
llegó, como a las dos de la tarde. Nos traía de todo ese señor: panela
por bultos y sal por bultos, una caja llena de ropa para mujer y para
hombre, y cositas así de comer. A él le gustó mucho la hechura de la
pista y nos preguntó cuánto era, yo no me acuerdo cuánto quedamos.
Se quedó esa tarde en la casa con la señora, ella era girardoceña, sólo
vinieron los dos. Esa noche se pusieron a conversar con mi papá y le
dijo que estaba muy interesado en hacer unos trabajos aquí en La
Macarena, que a él le gustaba era trabajar con turismo, con puros
gringos, que necesitaba 12 casas grandes, que si él se las podía ha-
cer. Mi papá le dijo que sí, que estábamos para ganar plata, muy
pobres. El dijo que ya la pista no la quería de 150 metros, sino de
500, para entrar un avión grande. Nosotros le dijimos que sí. El hom-
bre quedó en avisarnos en qué mes podíamos hacer las casas, según
lo que hablara afuera. El hombre siguió viajando y nos siguió tra-
yendo lo que nosotros necesitábamos y así se mejoró algo la situa-
ción que teníamos.
Llegó el punto en que hicimos las casas: una casa grande y como
ocho casas pequeñas y comenzó a echar turismo: eso se llenaba de
gringos.AAldo lo reemplazó Thompson, él traía un lote de 20, hom-
bres y mujeres, duraban ocho días y en seguida venía el avión y los
alzaba 16. Conforme venían a levantar, llegaban otros a quedarse. Co-
menzaban a llegar en diciembre y seguían viniendo hasta por ahí
gente que venía perseguida en la cordillera, sobre todo de las regiones del Pato y de
Balsillas. Eran liberales que los conservadores expulsaron de sus tierras y que se
agregaron a otro movimiento migratorio que tuvo su centro en Algeciras, Pero en
San Vicente no encontraron la paz. Un día el ejército, que a la sazón cumplía misio-
nes partidistas, encerró a los liberales en el matadero del pueblo y los amenazó con
ejecutarlos si no desocupaban la localidad. Fue así que algunos liberales se dirigie-
ron con sus familias hacia el Yarí y otros llegaron a las vegas del Guayabero. Este
grupo, compuesto por dos o tres familias, encontró construída una pista que había
pertenecido a la compañía Shell y antes a la Tropical Oil Company, y en sus cerca-
nías se fundó. Vivieron durante unos años de la caza y la pesca, del cultivo de la
yuca y del plátano, y establecieron relaciones con la comunidad indígena guayabera
que por aquellos años tenía asiento cerca del Alto Raudal", MOLANo,A. en CUBIDES
el al., 1989: 294.
16. Con respecto a la llegada del turismo Molano tiene una versión que también
se aleja un poco de este relato: "Una tarde los colonos vieron como una avioneta se
destrozaba contra una peña de La Macarena. A los pocos días vieron sobrevolar otra
buscando a la primera, que aterrizó en la pista abandonada por la Shell. La piloteaba
un italiano llamado Aldo Leonardo, a quien le gustó el sitio y analizando la disposi-
ción tributaria de los colonos comenzó a cambiarles pescado seco y cueros de tigrillo,
perro de agua y caimán por sal, cigarrillos y aguardiente. El negocio debió ser muy
lucrativo porque a los pocos días llegó con otro extranjero, Tomy Thompson.
Thompson era un piloto norteamericano que había luchado en la segunda guerra
LOS COLONIZADORES 45
19. En los mapas del Instituto Geográfico Agustín Codazzi todavía llaman al
pueblo El Refugio en lugar de La Macarena.
LOS COLONIZADORES 47
EL GUAYABERO
MAPA No. 3
EsTADO DE LA COLONIZACIÓN EN 1979
LOS COLONIZADORES 51
EL DUDA
20. Cuentan que el cura párroco de La Macarena le regaló una biblia y que
Ornar la interiorizó: después de leer cada página las usaba para armar sus cigarrillos
de hierba béndita.
52 A LA BUENA DE DIOS
Por esos días también llegó otro personaje muy especial, a quien
tuve la fortuna de conocer mientras viví en El Tapir. Ramiro es un
'desadaptado' , como se lo dijo alguien cuando ya se había decidido a
vivir en La Macarena, y como me lo dijo él a mí, recordando a quien
supo definirlo. Tiene una cara bonita, pero cuando habla o se ríe se
nota que le falta un diente. Todo su aspecto: su barba larga, su som-
brero y sus ropas rotas le dan un aire de otra época, como de campe-
LOS COLONIZADORES 53
PUERTO CHAMUSA
21. Entrevista a Kosei Izawa, septiembre 7 de 1993, Hotel del Due, Bogotá.
LOS COLONIZADORES 57
22. Estos son los nombres científicos de algunos de los primates que hay en la
zona del campamento: Maiceros: Cebus apella, churucos: Lagothrix lagorincha,
marimbas (marimonda o mono araña en otras regiones):Ateles betzcbuth, aulladores:
AI/ouatta senilicus, titis: Saimiri scirceus, y monos nocturnos: Aotus trivirgatus.
23. Dice Jacobo Arenas: "A Richard Starr lo tomaron los guerrilleros cuando
realizaron la acción de La Macarena en los Llanos Orientales. Ahí había un grupo de
norteamericanos y las gentes de la población así se lo informaron a los guerrilleros.
Entonces nuestros compañeros detuvieron sólo a Starr porque los otros norteameri-
canos no estaban ahí en ese momento. Lo condujeron por entre la selva y entre
nosotros estuvo tres años. Los pobladores de La Macarena decían que los norteame-
ricanos que estaban allí posiblemente eran de la Agencia Central de Inteligencia de
los Estados Unidos, pero yo estoy convencido de que por lo menos Starr no lo era.
Era de verdad un científico. Yo tuve la oporunidad de hablar con él unas dos veces".
ARANGO, 1984 citado por CUBIDES et al., 1989.
LOS COLONIZADORES 59
LOS MOCHACABEZAS24
todo estaba así. Mi hermano dijo: sí, eso fue que al muchacho lo
mataron aquí. Y nos fuimos.
Como a los 15 días volvimos a ver el cocal. Llegamos a la casa y no
había rastros de nadie, pero sí había candela. Fuimos, miramos la
hoja y volvimos. Nos pusimos a buscar rastros a ver si había gente.
Yome fui para la chorrera, donde lavaban, y miré un viaje de rastros,
subí y le dije a mi hermano: allí hay rastros que no estaban cuando
llegamos. Entonces dijo: ustedes quédense aquí -habíamos ido con
Nelson- y yo me voy por el caminito a ver si miro algo. Yo había
ido con la escopeta que el viejo Jorge me había dejado; pero mi her-
mano se fue sin nada, con un saco rojo puesto y ya, se fue a pata y le
dio la vuelta a la morreta, como eso era una lomita... Y encontró al
viejo Isidoro con dos escopetas, arrodillado y apuntando hacia don-
de estaba yo, y el hijo estaba al lado con el parque. Mi hermano le
salió por detrás y le dijo: don Isidoro, ¿qué hace ahí? El viejo pegó
el grito y tiró las escopetas al suelo, y dijo: ¡ay! yo no lo maté, yo no
lo maté, don Orlando, fue el compadre. Mi hermano le dijo: no don
Isidoro, no se ponga con esas vainas que eso ya pasó, yo vengo es a
mirar la hoja. Pero mentiras, nosotros íbamos era tras de eso. y cuan-
do le vio la escopeta le dijo: esta es la escopeta del José, ¿cierto? El
compadre respondió: yo no sé, mi compadre tiene hartas allá en
Guamal, esa me la dejó aquí. Cuando me encontró a mí lo saludé y
le salí con la misma: esta escopeta es la del muchacho, ¿cierto?
=No, no, no, esta es de mi compadre. Pero yo la conocía bien por-
que el día que desapareció el muchacho yo tuve esa escopeta en las
manos mías, y se lo hice saber, además con esa escopeta estuvimos
de cacería allá en la laguna frente a la casa. Nos quedamos un ratico
con el viejo, nos despedimos y nos vinimos.
Al otro día bajamos para Santo Domingo, allá había harta gallada por-
que Los Tatucos estaban trabajando una coca. Fuimos y pasamos par-
te. Ahí estaba el Mono Colorado, muy allegado al finado, él dijo:
vamos a ir a rescatar la escopeta porque ese es el cuerpo del delito,
si aparece se sabe que lo mataron fue allá arriba. Entonces organizó
un poco de gente y subimos a rescatar la escopeta y el Mono pasó por
primo del finado. Unos nos fuimos por tierra y otros se fueron en mo-
tor. El viejo estaba cortando leña, cuando llegamos no se pudo escapar
por ningún lado. De una vez el Mono le dijo: esa es la escopeta de mi
primo, la conozco,me hace elfavor y me la entrega. Dijo: no, yo no se
la entregoporque esa me la dejó donJorge. Tanto insistióel Mono que
la entregó y ahí fue cuando le miramos el machetazo en el lado de
arriba del calibre. Y con eso descansé yo. La Guerra se dio cuenta y
cogió la escopeta, entonces para qué iban a volver a molestarme.
Al poco tiempo llegaron los García a coger la hoja, ya habían pasado
como cuatro meses desde el día aquel. El viejo no se fue para arriba
66 A LA BUENA DE DIOS
había gatiado unos cuatro metros para coger la montaña, los guerre-
ros lo vieron y dijeron quieto ahí. Yel viejo: ¡ay! por Dios, no me
maten. Ahí si lo amarraron bien, con un cedal largo, con las manos
atrás y del pescuezo.
Al finado José, después de matarlo lo arrastraron para afuera, de las
patas, como a un animal, y después lo amarraron de los brazos y de
las patas y le metieron un palo y lo llevaron a enterrarlo. Lo iban a
tirar al río, pero Jorge dijo que era mejor que lo enterraran. Orlando
fue a ayudar a enterrarlo, lo mandó el taita. A mi hermano lo llevaron
de perito para el levantamiento del cadáver. Por esos días el río había
crecido y estaba desbordado, eso era puro lodo por todos lados, no se
encontraban huellas de nada. El viejo no encontró la tumba, enton-
ces dijo: que traigan a Orlando que él también sabe dónde se ente-
rró. Era que el viejo no había dicho que el hijo había ayudado.
Entonces fueron al cocal y lo trajieron y de una vez fue y le dijo al
compadre: ¿es que usted se hace el pendejo? Es ahí donde está ese
palo clavado. Era el palo en que lo habían llevado colgado. Al mu-
chacho lo enterraron por donde yo le había dicho a mi hermano que
olía a feo la primera vez que subimos. De una vez comenzó ese viejo
a escarbar con las puras manos la tierra blandita, puro barro, hasta
que al fin fue encontrando. Lo habían enterrado a unos 30 centíme-
tros. Encontraba los huesos y los limpiaba tranquilamente y los iba
echando a una maleta. No quedaba carne, puros pedazos de cuero
ahí pegados yeso olía muy a feo, lo único que tenía carne era una
cotiza. Ya no tenía casi ropa, estaba todo podrido. Eso era media
bolsadita de huesitos, de esos de fibra en que viene la sal, como el
muchacho no era grande... El mismo asesino se lo echó al hombro y
eso le traquiaba en el espinazo.
Llegó la hora del almuerzo. Al viejo lo dejaron con los huesos a la
orilla del río y no lo dejaron ir a almorzar: que ese hijue... sólo se
merecía que lo mataran, porque no tenía compasión de nada, confor-
me sacaba esos huesos, no se le daba nada. A mí ya me habían dado
el almuerzo arriba y me dijeron: compañero, vaya usted ayude a
cuidar, a prestar guardia. Era que yo había llevado una escopeta.
Cuando ya almorzaron todos nos despedimos y nos vinimos. Todos
se montaron y el asesino iba en la mitad y al muerto lo iban a dejar.
Le tocó al asesino ir y traer la bolsa de aliado de un palo y lo echaron
detrás de mí. A juntos compadres los echaron para abajo.
Aquí llegaron, se les dio comida y a lo último dejaron que se le diera
comida y agüita al asesino. Se lo llevaron y de ahí para acá yo no
supe sino por oídas qué más pasó. Esa noche se quedaron arriba de
Víctor Castro. A los ocho días soltaron a don Jorge, que subió por
aquí. Con los días yo supe lo que le había pasado al otro compadre.
Eso que disque le hicieron hacer el roto, la sepultura para él mismo,
68 A LA BUENA DE DIOS
EL ALTO GUAYABERO
a ese señor que presta plata para las fincas... En todo caso, en Espelda
se robaron como 20 millones.
Llegamos en diciembre del 84. El enero lo pasamos más aburridos y
esas niñas enfermas. Como al mes y medio Rolando se salió a raspar
coca donde los Pachos y donde don Octavio, que eran los únicos que
vivían por aquí, además del finadito Eladio. Policarpo le brincó por-
que él se estaba ensuciando las manos de narcotráfico; entonces le
dijo Rolando que si ponía todo lo necesario para sus hijas y nos me-
tía toda la remesa que nos hacía falta, él no trabajaba con narcotráfico,
pero así como estaba no iba a dejar morir sus hijas de hambre.
Policarpo le dijo que si iba a seguir con el narcotráfico era mejor que
dejara la colonización. Rolando le respondió: está bien, me retiro,yo
ya no pertenezco a Espelda Nueva y desde hoy en adelante me voy.
Nos fuimos casi a los dos meses de estar ahí y atrás de nosotros la
gente se empezó a salir. Quedaban 18 familias y de esas no quedó ni
una allá arriba. Sólo hay una en La Pista, la de don Abelino Palacios,
y por allá abajo también está don Jorge Castro, al que le dicen Teamo.
A don Polo le hizo una visita La Guerra para que organizara eso, dos
veces le hicieron el viaje y no lo encontraron, él se les escondía. Y
eso que cuando nosotros llegamos ya lo habían citado dos veces y él
no quiso ir. Lo estaban buscando para decirle que velara y respon-
diera por la gente que había traído, que cuidara que la gente pudiera
suplir sus necesidades, así fuera trabajando por fuera, pero él quería
esclavizamos trabajando en la tierra esa. Ya cuando todos nos
desintegramos entonces él se fue, por esos días lo calibraron en La
Julia.
Así que de todas las familias que llegaron a fundar Espelda Nue-
va, sólo una se quedó. Las condiciones de vida en esa lejanía y en esa
selva no eran nada prometedoras. Como lo cuenta doña Orfilia, eran
los días en que se cultivaba coca. Por eso algunas personas entraron
en esos años, llegaron con la ilusión de hacerse a unos pesos con el
oro blanco. Pero se fundaron mucho más abajo de donde pretendie-
ron hacer el frustrado pueblo. Una de las familias que aún vive allí y
que entró en esos días, venía del Caquetá, donde le fumigaron el
cultivo de coca. Ya sabían cómo era el asunto y aprovecharon que en
Macarena nunca le han puesto problema a esos 'cultivos ilícitos'.
La ola colonizadora más fuerte del Alto Guayabero es reciente, su
inicio coincide con la entrada de 'los araucanos', en 1989 más o
menos. Los famosos araucanos son madereros, oriundos en su ma-
yoría de Arauca, aunque también del Casanare, que llegaron a La
Macarena a despojarla de sus maderas finas y dieron comienzo al
auge maderero que persistía cuando viví en El Tapir. Estos profe-
LOS COLONIZADORES 73
EL CENSO
Alto Raudal 34 32 56
Tapir 35 28 48
Alto Guayabero 34 24 65
Total 103 84 169
Número total de habitantes 356
Hombres Mujeres
Alto Raudal 74 66
Tapir 80 62
Alto Guayabero 70 58
Total 224 286
é
afirmar que a finales de junio de 1993 había, contando a los niños,
,~
más de 406 personas en toda el área.
76 A LA BUENA DE DIOS
MAPA No. 4
ZONIF1CACIÓN DEL CENSO
SEf1.1Vd-lli'
De. l..A
r-v.(.A~~A
PRESENCIA
INSTITUCIONAL:
¿ZONA ROJA
O ZONA VERDE?
La Macarena es conocida por su riqueza natural, su belleza y su
gran variedad de verdes, entre los que se encuentra el verde militar.
Es famosa por ser parque natural y por sus problemas de orden pú-
blico. Esas imágenes, aunque tienen mucho de cierto, llevan a equí-
vocos. Por una parte, La Macarena no es el paraíso natural donde se
puede pasear entre animales salvajes y plantas exóticas que tienen la
garantía de estar protegidas por nuestra avanzada legislación en ma-
teria ambiental. y, por otra, no es una zona de combates en la que el
viajero corre el riesgo de ser alcanzado por una bala perdida. Aun-
que el hecho de ser reserva, parque nacional o área de manejo espe-
cial no tenga incidencia alguna sobre la protección de los recursos
naturales, y aunque su fama de área de conflicto militar no implique
que la vida allá corra peligro, estas dos características sí afectan la
región. En ambos casos ello está relacionado con la presencia estatal
en el área, de una parte del Inderena y de otra del ejército.
80 A LA BUENA DE DIOS
LAS CABAÑAS
años atrás. Con ello el área supuestamente protegida quedó con una
extensión de 630 mil hectáreas.
En 1989 se creó el Area de Manejo Especial La Macarena que in-
cluye cuatro parquesnacionales" y dos distritosde manejo integrado".
Los Parques Cordillera de los Picachos, Tinigua y La Macarena se
unen para formar un corredor vertical de ecosistemas que abarca del
páramo hasta la selva. El Parque Nacional Natural Tinigua se creó en
septiembre de ese mismo añ030, como parte del paquete. Su creación
es significativa para al área que aquí nos ocupa, puesto que buena
parte de las veredas El Alto Raudal y El Tapir quedó englobada den-
tro de este parque: las márgenes derecha de los ríos Duda y Guayabera
desde el Raudal hasta más arriba del campamento de los japoneses, y
ambas márgenes del Guayabero, en la zona a la que me he referido
como El Alto Guayabero. Si bien es cierto que la creación de la Re-
serva de La Macarena (hoy Parque Nacional Natural Sierra de La
Macarena) fue anterior al proceso colonizador en el área arriba del
raudal Angostura 1,la creación del Parque Tinigua fue posterior a los
asentamientosa lo largodel Guayaberoy el Duda. Esto va en contravía
de la legislación de parques, que establece que en las áreas protegi-
das no puede realizarse ninguna actividad que atente contra el
ecosistema, es decir, que no puede haber asentamientos humanos ni
actividades productivas. Los colonos allí ubicados, así llevaran mu-
chos años, quedaron de un momento a otro en condición de ilegales.
Valdría la pena mencionar que la margen izquierda del caño Per-
dido, que desemboca en el río Losada, que a su vez desemboca en el
Guayabero, también quedó incluida dentro de la jurisdicción del Par-
que, y este es uno de los lugares de donde más se extraía madera en
los días en que viví en Macarena.
28. Picachos (154.000 has.), Tinigua (208.000 has.), Macarena (629.280 has.) y
Sumapaz (137.000 has.), para un total de 1'128.780 has. Sólo se incluye el área de
los parques que está en el departamento del Meta.
29. Distrito de Manejo Integrado de La Macarena Zona Norte-Sur (403.010 has.)
y Distrito de Manejo Integrado del Ariari-Guayabero (2'360.000 has.). Los distritos
de manejo integrado se definen como "espacios geográficos delimitados, para que
dentro de los criterios de desarrollo sostenido, se ordene, planifique y regule el uso
y manejo de los recursos naturales y las actividades económicas". Estos se dividen
en: zonas de producción, zonas de recuperación para la producción, zonas de preser-
vación y zonas de recuperación para la preservación.
30. Por Decreto-Ley N" 1989.Se localiza entre los ríos Duda y Guayabero hasta
el Raudal Angostura I al oriente, el río Losada al sur; el caño Perdido y los ríos
Guaduas y Guayabero al occidente; y cerrando el límite la quebrada Lagartija y una
línea recta imaginaria por el norte.
86 ALABUENADEDIOS
MAPA No. 5
ÁREA DE MANEJo ESPECIAL LA MACARENA
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88 A LA BUENADE DIOS
ORDEN PÚBLICO
LA POLICÍA
Los agentes poco salen del pueblo, lo que según parece es tradi-
ción, o al menos eso es lo que indica la experiencia arriba del Raudal.
Muchos de sus habitantes no recuerdan haber visto nunca un policía
en la zona, aunque sí hubo una ocasión hace muchos años en que
algunos de ellos subieron hasta el río Duda. El Inderena mandó lla-
mar a la policía por un problema con un colono; pero cuando subió la
canoa con los agentes, el hombre del conflicto bajaba al pueblo en-
fermo de fiebres palúdicas. Con ello el asunto quedó clausurado.
Tiempo hace también que la policía tuvo que colaborar con don
Carlos Bonilla por el asunto del robo de unos marranos. Don Carlos
es hoy un viejo que vive sólo con su esposa y trabaja duro para man-
tener su finquita sobre el Guayabero, cerca a la escuela. Lejos están
los días en que era un potentado de los marranos (bueno, potentado
en su contexto) y que los novios de sus tres hijas mayores se llevaron
al pueblo unos de estos animales con el fin de venderlos, y así, con la
plata conseguida en esos 'negocios familiares', vestir bien en las vi-
sitas a las señoritas. A oídos de don Carlos llegó la voz que sus 'yer-
nos' habían bajado con unos cerdos por el Raudal, justo cuando a él
se le habían desaparecido unos animalitos. Ignacio, el hijo mayor de
los Bonilla, bajó al pueblo y llegó a tiempo para evitar que los nue-
vos dueños echaran los cerdos en el avión a pasar a una mejor vida en
Villavicencio. Ignacio probó que los cerdos eran de su familia cuan-
do llamó a Trueno por su nombre y el marranito le obedeció. La
policía entonces procedió a capturar a los tres sujetos: al jefe de la
banda no le pudieron probar su participación, pues no había bajado
al pueblo a vender la mercancía, y quedó libre; otro de los ladrones
se voló, y al tercero se lo llevaron a pagar carcel 'afuera'. Este episo-
dio sucedió en el pueblo, la policía sólo llegó hasta el Raudal en
busca del prófugo. Este caso corrobora que la policía se ha manteni-
do al margen de los asuntos veredales: esta institución no ha sido
mediadora de conflictos y ni siquiera ha tenido presencia física.
abrió las puertas a los marranos para que cogieran monte. En el pue-
blo duraron sus buenos días. A los Betancourt el ejército les quitó el
motor, tuvieron que poner la queja con el superior para que se los
devolvieran, pero desvalijado. En esa época el ejército tomaba lo que
necesitaba, animales, o un motor como en este caso, y disponía de
ello sin ninguna explicación, apoyado simplemente en la evidente
posesión de la fuerza.
A partir del año 1984 la guerrilla comenzó a pasar con mayor
frecuencia, yeso, el simple paso, se constituyó en su forma de hacer
presencia. Como dice don Adriano: "Los Muchachos salían como
los manaos: de cualquier parte. Ellos no le decían a uno de dónde
venían ni para dónde iban. Andaban por la agua o por tierra; vestidos
todavía mejor que los militares, con mejor equipo que el ejército.
Eso andaban de a 600, 700 hombres y mujeres". Rigoberto recuerda
que "cruzaban hasta siete y ocho falcas llenas de gente".
Además del caso de los Mochacabezas, no hay conflictos de re-
nombre cuya solución se le atribuya al poder de la guerrilla... y mu-
cho menos al Estado. Había pocos problemas y la guerrilla tenía pues-
tos sus ojos en otras zonas. Bien lo dice, nuevamente, Don Adriano:
"Ellos querían prohibir la pesca para que no se acabaran los recursos
naturales, pero no pudieron. Venían, decían eso y se iban y luego
venían los pescadores y pescaban". Los problemas de linderos co-
menzaron con la venta de madera. La entrada del ejército, a través
de los bombardeos, coincidió con el comienzo del auge maderero,
por eso la guerrilla no alcanzó a probarse como poder mediador en
ese terreno. Dice Rigoberto: "Ellos arreglaron problemas de linde-
ros, pero por allá abajo en el Guayabero, por aquí no. Yo les dije que
me arreglaran el lindero y me dijeron que sí, pero después se fueron
y el lindero quedó en las mismas, los Castro se metieron y acabaron
de cortar todo. La Guerra nunca estuvo cuidando nada [se refiere a
los recursos naturales J, a mí me dijo que si no tenía problemas de
linderos podía vender los palos".
La presencia del ejército hasta finales de 1991 fue esporádica.
Don Adriano relata de qué manera los afectaba:
cían nada a uno. Yo iba allá a dejarles comida, cuando eso yo tenía
motor. Aquí estuvo el teniente que comandaba ese grupo cuando ya
iban de pa'bajo y aquí en el patio dijo que le habían dado mucho y
que él no había visto personal bueno como el de por acá, que donde
quiera que él llegaba le daban aun cuando fuera tinto. Se fueron muy
contentos.
En ese tiempo tenía que andar uno con el cuaderno debajo del soba-
co para ir a hacer remesa, si traía usted cinco panelas el ejército le
dejaba dos, si traía cinco barras de jabón, lo mismo, le dejaba dos.
Había puesto en el Duda y otro donde Pablo Ramírez [entre el Rau-
dal y las bocas del Duda], y a toda la gente la requisaban. Ellos no
dejaban pasar remesa grande, decían que era para la guerrilla. Eso
duró harto, a mí nunca me llegaron a requisar la remesa, yo todo lo
que compraba me lo dejaban pasar. Eso se acabó porque en esas se
alevantó todo el ejército de La Macarena, se fueron porque no había
nada, no habían topado nada de lo que andaban buscando. Cuando
volvieron ahí sí se estacionaron y no se han vuelto a ir.
UN COMANDANTE EN LA REGIÓN33
LOS BOMBARDEOS
Miré que soltó una cosa aquí derecho de la casa y se vino dando
vueltas la cosita, no era muy larga y tenía una cuerdita, yo nunca
había visto una vaina de esas. Cuando el avión ya iba lejos, la vimos
que se enderezó, pero esa vaina chillaba... Donde cayó era monte,
como a unos 50 metros del río y levantó una llamarada de candela
más alta que La Macarena. Y siguen... ¡Ahí sí se descargan! Dan otra
vez la vuelta y botan otra ahí en el río, eso se formó una humareda
muy bestia, como 500 metros, se volvió humo el agua y sonaron
cosas aquí contra esos palos. Yoestaba recostado contra ese estantillo
y el golpe me sacó a la asequía, eso traquió la casa. Ahí sí nos estaba
dando susto, dijimos: nos van a acabar. Fueron como cinco bombas.
Cuando ya comenzó a oscurecerse, entonces se fueron.
La profesora se vino pa'ca con todos los niños y la guisa, allá"no
quedaron sino Henao y el profesor. Como a las 7 de la noche se me
ocurrió decirle a Agustina que madrugara a hacer tinto para alcanzar
a tomar antes de que llegaran los aviones. La profesora dijo: Don
Adriano, 110 diga eso. Estaba parado en el patio a las 6 de la mañana
tomándome el tinto y llegaron, y todo nubado, nubado, estaba la
nube bajitica. Duraron como una hora dando vueltas, y nosotros
-<:Iaro-- con miedo. Entonces echó a alejar la nube, echó a aclarar;
cuando ya miraron, entonces se estallan contra esa serranía, pero es
que eso no era sino bajar, bomba y metralla contra esa serranía. Una
cosa es contar y otra haber vivido eso. Descargaron ejército, pero en
el filo, de ahí pa'ca quedó la base. Y allá en la cabaña botaron tam-
bién, pero no duró sino unos 15 o 20 días. Y también donde Alba.
Después de eso aquí no ha parado el ejército.
JOVEN GUERRILLERO:
¡Gánese 40 millones
por entregar a su cabecilla!
PRESENTESESINTEMORA CUALQUIERAUTORIDAD.
SU SITUACION JURIDICA LE SERA RESUELTA!
INCONSCIENTE COLECTIVO
más lejos y al poco tiempo volvieron los profesores. "No vimos nada",
nos dijeron. Pero luego supe que habían oído el ruido de algo grande
que se alejaba y que en ese momento Coqueta se fue a ladrar más
adelante. Al rato se calló y volvió. Alos niños se les espantó el sueño
y a nosotros también. Todos querían dormir con los profesores. Era
una noche fría, la más fría que recuerdo. Se abrigaron y Javier repar-
tió camisas y sacos a los que no tenían con qué cubrirse. Parecían un
grupito de refugiados a la luz de la Coleman en el salón de clases.
Pusimos música y charlamos hasta que les dio sueño y accedieron a
irse a dormir. Tenía la sensación que nos estaban mirando, que obser-
vaban todo lo que hacíamos, especialmente con la potente luz que
nos iluminaba en ese salón sin paredes. Los inodoros no tenían puer-
ta y a la hora de ir a acostarme me daba como pena ir al baño: creía
que me veían.
Al día siguiente le contamos a don Eliécer, quien no pareció ex-
trañarse. Nos contó la historia de un sargento que llegaba a las casas
sin ser visto y oía detrás de las paredes lo que la gente conversaba.
A raíz de los sucesos de ese día quedé con la idea que la guerrilla
y el ejército están impresos en la imaginación de los niños, y de los
adultos también. Son una especie de fuerza poderosa semioculta. Una
fuerza real que han visto y con quien han hablado, pero a la que le
atribuyen poderes casi mágicos. Todo lo que anda entre el monte
tiene su misterio. Quien desafía a la selva tiene algo de maravilloso.
Exactamente dos semanas después, 'otro jueves, volvió el fantas-
ma de los hombres armados. Estábamos en la cocina reposando el
almuerzo y algunos niños estaban rajando la leña. De pronto empe-
zaron a entrar saltando a la cocina, en cámara lenta y en puntas de
pies, como si fueran a hacer algo malo. "El ejército... Por ahí está
pasando el ejército", dijeron. Los man- r--'"'----------------"\
damos a que siguieran en su trabajo y GUERRILLERO
COLOMBIANO:
salimos, pero no vimos nada. Ellos sí se
fueron de exploradores, sólo a mirar, Reintégrese 1<] soc..iedOd~... _"
<l
porque ninguno se atrevía a aventurarse y no vi va ~n la .fIt . 'l. ~...
más allá del alambre de púas que marca zozobra. Piense l,.' ~,~,
el límite de la escuela. Dijeron haber vis- en su familia. ~ f . r~i('J'
CJ;i.-o-::
¡Piense en usted! '-(, -, "~_.
to, todos, desde su cuarto, un hombre CANESE 40 MILLONES POR
I
Ningún adulto lo vio, y Yeison, quien I l'rC~él\.Il'$~~i('r aU\orid.1d~i~lgÚ~;J
I Su vida es ímpor tantc. Aproveche la
temor
goza de una imaginación prodigiosa, ; ,ocasión... 5i'u~clón [urfdlca le r('su.':.~_ ~
5\1 ~Cf¡]
ECONOMIA
LA MANIGUA
La historia del yagé es tal vez el relato más lindo del libro sobre la
colonización de la Reserva de La Macarena. La imagen del Duda
que vió el hombre me trae a la mente el Duda que conocí; es un
recuerdo romántico de viajero que va de paso, de enamorado de las
perfectas creaciones de los dioses. Es la imagen de la selva que se ve
desde los filos: verde e interminable; de las quebradas y lagunas que
se encuentran entre el monte, de las mariposas, de los animales oca-
sionales, de los silencios e innumerables sonidos. Es el recuerdo del
gozo de los sentidos que se dejan invadir por algo grande y poderoso,
por algo que es mucho para nosotros que cortamos nuestras raíces y
ahora no reconocemos el barro de donde venimos.
Pero la visión de la selva que tienen los colonos está despojada de
este romanticismo. La selva es para ellos un medio hóstil donde les
ha tocado vivir. Es el lugar misterioso en el que han tenido que hacer
casa, puesto que en las regiones más 'civilizadas', ya no hay lugar
para ellos. La selva no es para los humanos. Para los hombres está 'lo
limpio': las carreteras, los cultivos extensos, los potreros, los pue-
blos y las ciudades. Los habitantes de la selva habrían preferido un
sitio de más fácil acceso, con más comercio, con más gente, con menos
dificultades; pero la vida los llevó dando tumbos a la tierra virgen, a
la tierra prometida, donde había oportunidades, donde tuvieron que
partir de cero para convertir ese monte en lugar para vivir.
108 A LA BUENA DE DIOS
Le contara yo ese rodaje en la pelea que tuve con ese tigre ahora
poco.... Estaba yo sentado en aquel banco, con el machete, jodiendo
con un palito, cuando escuché a una marrana chillar, eso fue como a
las tres de la tarde. De una vez dije 'eso es el tigre que se está co-
miendo la marrana' y me fui con ese pedazo de mocha, y todos los
perritos que hay por ahí se fueron detrás. Y yo que llego allá y el
tigre que soltó la marrana y se fue. Entonces le uché los perritos. La
marrana chorriaba sangre por todas partes. Me fui detrás de los pe-
rros, cuando ahí adelantico lo encaramaron y yo sin escopeta ni
nada... Me puse fue a mirarlo: ¡tan bonito ese tigre ahí en ese palo
encaramado! Y apenas pelaba ese muelero... ¡Era grandísimo!
Yome le fui arrimando más y más y no hallaba qué hacer, yo gritaba
que me llevaran un harpón, alguna vaina, pero eso no habían escu-
chado. El chino andaba con la escopeta por allá en Santo Domingo
con otro señor. Cuando el tigre se cayó otra vez a tierra, entonces me
le fui encima con los perros. Otra vez lo siguieron y lo encaramaron
más allá, pero ya más bajitico en una bejuquera fea; los perros brin-
caban y se enredaban en esos bejucos. Ellos iban pa'rriba así como
una iguana echa pa'rriba. Ya nos habían dado como las cinco y me-
dia y yo dije 'más de las seis de la tarde no espero', a esa hora el tigre
ya es peligroso y toriado ... Entonces me fui haciendo pica con la
peinilla así cerquita, más cerquita... Cuando me pega ese susto tan
berraco y me peló ese muelero, de una vez me vine y me hice detrás
de un palo. Entonces me senté a esperar a ver si llegaban con la
112 ALABUENADEDIOS
LOS CULTIVOS
o las barbas y se las cuelgan en el hombro, así tienen las manos libres
para llevarse otras cuantas y salir corriendo, 'como si fueran raciona-
les'. Los maiceros también atacan la caña, lo mismo que los zorros y
los chigüiros. El plátano lo disfrutan los zorros, los micos y las lapas.
El arroz es exclusivo de las aves: loros, chamones y torcazas. No hay
cultivo que perdonen los moradores del bosque.
Los cultivos tradicionales no tienen salida en el mercado local.
Los costos y las dificultades del transporte hacen imposible la venta
de los productos en La Macarena. La demanda está copada con lo
producido por quienes viven más cerca del pueblo. Uno de mis veci-
nos me dijo que alguna vez bajó con una carga considerable de raci-
mos de plátano, porque se estaban perdiendo. De nada le sirvió, des-
pués de un par de días de intentos infructuosos por venderlos, tuvo
que regalarlos a los conocidos que tiene en el pueblo. El maíz es el
único producto que ocasionalmente puede venderse, pero no hay for-
ma de planificar cuándo hay relativa escasez y por lo tanto precios
altos que justifiquen llevar algunas cargas al pueblo. Así que nunca
se cultiva con el ánimo de vender o hacer negocio, sino de comer o
alimentar a los animales. Si hay excedentes se reparten entre los ve-
cinos, bien sea de regalo o a cambio de alguna cosa.
Las técnicas utilizadas por los colonos en los procesos de produc-
ción agrícola son sencillas y generalmente eran conocidas por ellos
antes de llegar a La Macarena. Los cultivos existentes en los lugares
de origen de los colonos son los mismos que ellos siembran en sus
fundos, y en ese sentido el proceso de adaptación es relativamente
sencillo. Son procesos poco tecnificados debido a las limitadas posi-
bilidades que hay en el área y a que el proceso conocido de antemano
era así mismo sencillo, resultado del acervo de conocimiento de las
comunidades campesinas del centro del país. Estas formas de cultivo
son propias de los terrenos fértiles encontrados en los Andes, pero no
son compatibles con el tipo de suelos que sostienen las exuberantes
selvas amazónicas.
Los suelos de estas selvas son pobres, la mayoría de los nutrientes
está almacenada en las plantas y no en la tierra. Por esto, al preparar
los terrenos para la siembra, por medio de un proceso de tala y que-
ma, se está perdiendo el grueso de la riqueza del bosque. Las prime-
ras cosechas aprovechan los nutrientes que quedan en el suelo, pero
no reintegran prácticamente nada. Le chupan a la tierra lo poco que
le queda. Esto es evidente en los resultados entre cosecha y cosecha.
La primera es muy buena, la segunda no tanto, la tercera regular, y
así sucesivamente. Cada cosecha es peor que la anterior, lo que en
ECONOMIA 117
La caña hay que pasarla por el trapiche para sacarle la miel y así
aprovechar el dulce. El fríjol hay que sacarlo al sol para que seque,
teniendo cuidado de entrarlo cada vez que la lluvia amague. En fin,
el proceso de alimentación va más allá de la siembra, el cuidado del
cultivo y la recolección de la cosecha.
Decía atrás que además de los cultivos los colonos suelen tener
árboles frutales y una pequeña huerta, aunque sorprende la poca va-
riedad de frutas y verduras. Los limones nunca faltan, pues no sólo
sirven para hacer bebida y sazonar las comidas, sino que también
tienen propiedades curativas y limpiadoras. Con limones sanan las
heridas, se limpian las mesas, se blanquean las ollas, y se lava en
caso de que falte el jabón. Algunas de las frutas que se encuentran
son guanábanas, naranjas, mangos, guayabas, toronjas, limas,
guamas, cocos, papayas y bananos. Pero por lo general en una casa
no tienen toda esta variedad, sino algunas pocas frutas. El bosque
también tiene sus delicias como los caimarones o uvas de monte.
Pero se consumen muy pocos frutos de monte, a pesar de que 'lo que
mico come', también lo puede consumir el hombre. Eso refleja la
falta de conocimiento de la selva de que hablaba anteriormente. Uno
de los pocos productos silvestres que aprovechan es el fruto de la
palma de milpé, del que se saca leche y aceite.
En la dieta del colono las verduras tienen el último lugar de
importancia. La cebolla, el cilantro y el tomate son de las más
comunes, y se usan para dar sabor a las comidas, no para comer-
las solas. También es frecuente encontrar ahuyama. Algunas hier-
bas se utilizan para hacer aguas, que a veces son medicinales. El
color y el comino de monte también son aprovechados por unos
pocos.
animales. Esto tiene mucho que ver con el aislamiento en que están
estas veredas y con las dificultades de transporte de las que ya bas-
tante se ha hablado. Es muy importante anotar que el esquema típico
de la colonización en el que los colonos tumban, queman, siembran
y cuando la tierra está agotada la venden a los ganaderos que van
conformando latifundios, aquí no se presenta. Que la región sea apar-
tada y de difícil acceso, y sobre todo el hecho que sea-parque natural
y no esté permitido titular tierras, desmotiva a los posibles compra-
dores, que prefieren invertir en un territorio donde su dinero sí fruc-
tifique. La falta de esta presión, tan fuerte en otras áreas de coloniza-
ción, ha sido un factor que ha contribuido a que el proceso de reduc-
ción del bosque sea más lento de lo que habría podido ser.
Rigoberto, como todos los demás colonos, coincide con que an-
teriormente había carne de monte y pescado en abundancia, y ade-
más nos habla de los legendarios manaos, cerdos salvajes que anda-
ban en grupos inmensos, y que ahora están desterrados de la zona:
Eso antes se cogía mucha cachama, eso era tire y saque. También
había mucho manao: mirábamos manadas de doscientos, trescientos
marranos. Ese era uno de los animales con que a mí me metían te-
rror. Una vez nos fuimos a cacería, como unos seis, a buscar manaos.
Llevaron unos perros. Cuando ruedan los perros y por allá escucha-
mos los manaos. 'Bueno -dijimos- vamos a matar uno cada uno'.
y comienzan esos animales a bujar y a chasquiar ese muelaje. Yo iba
de cabeza, cuando se viene ese perro y pasa por un lado y se viene
esa manada... Yo del susto tan berraco saqué la base y no totió -¡qué
bruto! -yo miré que no totió esa escopeta y no hay otra más sino
tirarla y de una vez le mando la mano a la palmita, una palmita de
lágrima de San Pedro, yo no brinqué ni nada sino que la abracé y
ECONOMIA 121
No matamos una danta porque nos queda muy grande para nosotros
cuatro no más. Lo que sí comemos nosotros aquí harto es lapita, esa
boruga o tinaja. Es sabrosa, pero condimentada. Después de que la
mate, usted la pringa con sal y luego la sazona con cebolla machacada,
ajos, comino, todo eso, y la deja adobar un poquito y luego sí se come
un pedazo frito o sudado...eso es mejordicho para morderselos dedos.
vez menor. A pesar del dolor que a una persona como yo (que se crió
viendo Naturalia y los especiales de la National Geographic) le pue-
da producir la muerte de un animal, cuando se lleva comiendo hari-
nas durante varios días, un pedazo de carne no cae nada mal. Sin
embargo, la cacería no siempre es justificada, matar un pato o una
corocora no tiene sentido, son animales que tienen muy poca carne y
son escasos, y además para eso están las gallinas. Hubo dos muertes,
dentro de los predios de la escuela, completamente innecesarias. Una
fue la de un tucán lindísimo, al que mataron, sencillamente por el
gusto de tirarle. Luego, como por hacer algo con el animalito, se lo
comieron. Tuve su pico, como triste recuerdo, en mi cuarto durante
muchos días. El otro fue un búho, al que mataron supuestamente al
confundirlo con un gavilán, amenaza para las gallinas. Esto fue una
disculpa tonta, puesto que quien lo mató se mudaba de la escuela ese
mismo día con todo y sus gallinas.
Gracias a la cacería tuve el cuestionable placer de ver durante
diez días al animalito más lindo que he tenido. A los pocos días de
haber llegado a la escuela estuve un fin de semana de visita en un
aserrío. Después de la comida, Don Juan, mi anfitrión, salió a un
guayabo a 'postiar' una lapa que iba a comer por las noches. Oímos
el disparo y los aserradores se reían y apostaban que si había estado
de buenas el cazador había matado un ratón. Pero de pronto llegó
don Juan con una lapa gorda y la tiró a nuestros pies. Antonio al verla
reaccionó: 'esa lapa está preñada', dijo, y en un segundo, ante mi
aterrada mirada, la rajaron y le sacaron un lapito, chiquitico y moja-
do. Creímos que estaba muerto por la demora en sacarlo, pero el
animalito dió tímidos asomos de vida. Lo soplaron y doña Adelia le
chupó la naricita para dejarlo respirar. Así fue Lorenzo recibido en
este mundo. A los diez días de vida, después de ser la mascota con-
sentida de la escuela, a Lorenzo le salió una hernia en el ombligo, y
una mañana mientras estábamos en clase se quedó tieso y frío.
Es muy común criar lapas sacadas 'del buche de la mama', así
como también es frecuente encontrar pajaritos y loros en las casas, y
hasta de pronto algún paujil, un tente o un mico.
CUAJADAS Y ATARRAYAS
EL DORADO
35. Con una lógica muy similar a la de la economía colombiana durante el siglo
XIX,según lo explica OCAMPO, 1984.
128 A LA BUENA DE DIOS
LA PRIMERA FAMA
Así comenzó a circular la plata que por allá poco se había visto.
Pero después de un tiempo llegó la prohibición: el Inderena dejó de
dar permisos y el comercio disminuyó. Sin embargo, el impulso no
se frena de buenas a primeras con el paso a la ilegalidad. La cacería
continuó a menor escala y por poco tiempo mientras hubo quien via-
jara a comprar las pieles, a pesar de no ser permitido.
Siguiendo el esquema de la economía extractiva, hubo un peque-
ño e infructuoso intento de explotar caucho en La Macarena. Alejan-
ECONOMIA 129
MARIHUANA Y COCA
36. Arcila registra una disminución sostenida en el precio que va desde 540
pesos en 1984, hasta 223 pesos en 1988, cuando realiza su trabajo de campo.
132 A LA BUENA DE DIOS
LA PESCA
COMERCIAL
LA MADERA
algunos les dieron apenas cien pesos por banco (en 1993 pagaban
entre mil y dos mil pesos). Cayeron por ingenuos. El dinero se esfu-
mó de sus manos como si se hubiera derretido y sus fincas quedaron
sin madera, que es la que en estos días le da valor a la tierra.
Los colonos fueron comprendiendo que la tierra que tuviera ce-
dros era explotable y que por 10 tanto valía. Comenzaron así los pro-
blemas de linderos. Antes se sabía más o menos cuál era el límite de
cada predio y nadie peleaba; las picas que marcaban los límites, si es
que las había, se trazaban de común acuerdo. Había suficiente tierra
y los linderos no eran motivo de discordia. Pero con la bonanza de la
madera ninguna tierra es suficiente: un metro más allá o más acá
puede significar uno o dos árboles más o menos, yeso, unos cuantos
miles de pesos para uno o para otro. Con la bonanza, los colonos se
afanaron por trazar los límites de sus fincas, por abarcar el mayor terre-
no posible, si es que en él había cedros. Algunos vecinos, viejos conoci-
dos, protagonizaron peleas y desde entonces han arrastrado rencores.
Los más avivatos se metieron en el terreno de otros, sembraron
tres yucas y un cacao, reclamaron parte de la tierra como propia y
marcaron los palos para venderlos. Y el antiguo dueño, si no tenía
cómo defenderse perdía la madera. y es que no hay ante quién que-
jarse. Los colonos no tienen títulos de propiedad y la extracción de
madera en el Parque, como todas las actividades que allí se llevan a
cabo, son ilegales. Como me contó una víctima de los ladrones de
madera: "Yo le hablé de eso a la contraguerrilla y el capitán me dijo:
lo que tiene que hacer usted es poner el denuncio en el juzgado, si no
lo atienden pues péguele un tiro a un viejo de esos y tírelo al río. Yo
puse el denuncio en el pueblo, está en el Inderena y en la personería,
pero no sirvió de nada. Así que ni modo de ayudar a que no se metan
por allá y a cuidar los recursos naturales". La amenaza de robo acele-
ró el proceso: había que apresurarse a marcar la madera y venderla al
mejor postor. Porque la realidad es que desde el comienzo del auge,
ni el ejército ni la guerrilla, ni la policía ni la alcaldía, ni el Inderena
ni nadie, ha podido ni querido hacer nada para frenar la tala de made-
ra. Sin Dios ni Ley el negocio prosperó.
Los araucanos duraron poco tiempo monopolizando la extracción
de madera en el sector. Pronto, los colonos del lugar aprendieron
cómo era el asunto, compraron motosierras y se pusieron a aserrar.
Invirtieron lo que pudieron e ingresaron a la fiesta. Cuentan que en la
época de los bombardeos los araucanos andaban en la zona, y que un
buen día, en el río Duda, por paranoia o confusión de blanco, el ejér-
cito le disparó al bote de uno de ellos, y dicen que por eso prefirieron
ECONOMIA 139
MAPA No. 6
RUTA DE LA MADERA
142 A LA BUENA DE DIOS
para vivir, otros para cubrir los costos, y otros tienen la madera nego-
ciada antes de cortarla y no pueden dejar de venderla.
El costo del transporte del aserrío hasta La Macarena es mayor en
verano que en la época de lluvias, puesto que el río tiene un menor
nivel y las falcas deben llevar menos peso.
Ya había dicho que el dueño de la tierra es el que menos gana. Se
le pagan entre mil y dos mil pesos por banco cortado. También pue-
den negociar los palos sin saber cuánta madera van a dar.Angel María,
por ejemplo, vendió 70 palos en seis millones y medio de pesos, lo
que da más o menos 93 mil pesos por árbol. A un árbol se le sacan en
promedio entre 80 y 100 bancos, aunque el rango es de 20 a 250
bancos. Si suponemos, para el caso de Angel María, un promedio de
90 bancos por árbol, el precio de cada banco sería de 1.033 pesos. El
dueño de los árboles puede ser también el aserrador. En ese caso, de
los 5 mil pesos que cuesta cada banco en el puerto el comprador de la
madera le descuenta los materiales que le haya adelantado para reali-
zar el trabajo: remesa, gasolina y aceite, básicamente. Así el dueño-
aserrador se ganaría más o menos 3 mil pesos por banco. Se entiende
entonces que algunos colonos hayan comprado motosierras con el
fin de cortar ellos mismos su madera: así pueden ganarle más del
doble a cada banco.
Un aserrador gana más que el dueño de los árboles. Compra una
motosierra en 1'200.000 pesos. Si es bueno puede cortar 500 bancos
en el mes, a dos mil pesos banco, ganaría un millón de pesos. Si gasta
200 mil pesos en remesa y otros 200 mil en gasolina, gana 600 mil
pesos limpios. Así en dos meses y medio de trabajo libra la motosie-
rra. Quien se dedique a transportar madera también asegura buen
billete. Conocí un caso de alguien que ya tenía bote y compró un
motor para transportar madera de la vereda al pueblo, que le costó
2'200.000 pesos. En un viaje, de cuatro días, puede ganar 500 mil
pesos. Así, que con suerte podía librar el motor en un mes y medio de
trabajo.
Quinta Parte
LAS MUJERES
Antes de ir a trabajar en la escuela e incluso después de haber
regresado a Bogotá, no tenía pensado escribir sobre las mujeres. Pero
al comenzar a ordenar mis notas encontré que tenía mucha informa-
ción sobre ellas, seguramente porque también soy mujer y en los
muchos ratos que charlábamos fui enterándome de la historia de sus
vidas. Así que comencé a escribir y cuando menos me di cuenta tenía
varios capítulos sobre el tema. Creo que sin esta parte este relato
sobre el Guayabero y el Duda hubiera quedado cojo. Sin embargo,
después de haber escrito con la mayor libertad, supe que no debía
publicar sus historias sin consultarlo con ellas, puesto que no sabían
--como tampoco lo sabía yo- que de nuestras conversaciones iban
a salir las páginas que siguen. Ante la imposibilidad de regresar y
consultar con cada una su parte de este cuento, cambié todos los nom-
bres, pero ello no fue suficiente, cambié entonces detalles y mezclé
historias, también me inventé algunos pedazos, pero sin alterar el
sentido. Así pues, los episodios que se enredan en estos capítulos no
corresponden enteramente a la vida de ninguna de las mujeres que
conocí en Macarena, son el apoyo a la manera como percibí la histo-
ria general de las mujeres de esta zona.
Con esta quinta parte que cierra el escrito he querido que los es-
fuerzos de las mujeres colonizadoras no sean pasados por alto, y que
con ello se tenga una visión más completa de cómo es la vida por allá
arriba.
148 A LA BUENA DE DIOS
LAs "COSTILLAS,,4()
40. Nombre con el que muchos maridos se refieren a sus esposas; alusivo a un
pasaje del Antiguo Testamento sobre el primer hombre y la primera mujer:
"Hizo Dios caer sobre el hombre un profundo sopor; y dormido tomó una de sus
costillas, cerrando en su lugar con carne, y de la costilla que del hombre tomara,
formó Dios a la mujer, y se la presentó al hombre".
LAS MUJERES 149
Nadie se le medía a esta vaina por acá, no había ninguna vía de pene-
tración, ni motores, nada. Esto era muy sólido, nada de gente. Mu-
chas veces pa' conseguir la comida, el platanito, eso había que ir
abajo.... a traer semilla o ir a trabajar ocho o 15 días por allá.
Aquí nosotros no hemos sabido qué es ayuda de un vecino, sola-
mente trabajar nosotros, todo lo que se ha hecho aquí es esfuerzo de
nosotros.
Como bien dijo doña Lilia, ella trabajó mientras su hijo creció y
pudo colaborarle al papá. Otras mujeres, cuando llegaron, tenían hi-
jos en edad de trabajar y gracias a ello pudieron dedicarse desde un
principio a lo que típicamente les corresponde. Este es el caso de
doña Rosa, quien cuando llegó a organizar la finca al lado de su
marido tenía tres hijos, niños todavía, pero capaces de ayudarle a
don Carlos. Con el cuidado de los cuatro menores y el trabajo de la
casa ella tenía todo su tiempo copado. Un niño es considerado apto
para el trabajo desde que tiene alrededor de 10 años, aunque ello no
significa que pueda reemplazar a un adulto. Desde edades más tem-
pranas ellos salen con los papás y van aprendiendo de ellos su ofi-
cio. Además, a medida que van creciendo se les van asignando
responsabilidades, tales como cargar agua o alistar las vacas para el
ordeño, que los van familiarizando con el trabajo, aunque no sean
esas mismas tareas las que desempeñen cuando sean mayores.
En la medida en que los hijos crecen,la finca 'progresa' y aumentala
actividad en la región, y con ello las posibilidadesde colaboración,las
mujeres se desprendende las tareas masculinas y se dedican a lo suyo.
Sucede también que sus responsabilidades disminuyen al punto de
tener suficiente tiempo libre para colaborar en ciertas actividades,
aún cuando estas no sean consideradas su obligación. Así, por ejem-
plo, van a pescar al río o al caño, ayudan a mantener los cultivos y a
cosechar,o salen a acompañar al marido y comparten su trabajo.
Debido a las frecuentes incursiones en el campo de trabajo mas-
culino y a la naturaleza de su trabajo, las mujeres son muy versátiles
y muy fuertes. Mientras los maridos van al pueblo, o salen a trabajar
en otra finca, ellas deben velar por que todo esté en orden. Esto im-
plica cuidar los trabajos que el marido realizaría si estuviera presen-
te. Así, ellas son capaces de desempeñar cualquier oficio". A veces
41. Esto también es cierto para los hombres, quienes en ocasiones se ven solos
y tienen que ocuparse de cocinar cuando salen al monte o están en los botes. Hay
algunos que viven solos y por eso desempeñan todos los oficios. Lo que no es nada
usual es que la mujer salga y el hombre se quede cuidando la casa y los niños.
LAS MUJERES 151
siquiera fue capaz de hablar con mi papá. Cuando me fui con él,
me dijo que después iba a hablar con mi papá, pero nos vinimos
para La Macarena y nunca fue. Yo lo seguí nueve días a pie por la
selva desde el Caquetá hasta La Macarena, sin saber para dónde íba-
mos ni qué me esperaba. Yo no sé porqué hice eso.
"Estuvimos trabajando en una finca cerca del pueblo y después
nos fundamos aquí. Y vinieron los hijos. Yo no sabía que se podía
planificar. Cuando supe ya los tenía a casi todos, pero él no me deja-
ba, decía que eso servía para volverme vagabunda. Con el tiempo sí
empecé a planificar dijera lo que dijera mi marido. \
"Ya llevamos 13 años aquí, lo que tiene William, y yo estoy abu-
rrida. Todo lo que él me dijo fueron mentiras porque yo no he hecho
sino trabajar como un burro, aunque por fortuna comida no me ha
faltado. Míreme como estoy sin siquiera tener 30 años".
A doña Candelaria le pasa lo que a muchas mujeres que se quejan
de tener una mala vida. Se lanzan al ruedo sin saber qué le espera, los
hechos de su vida pasan presurosos sin que ellas puedan enderezar el
camino. Eligen un hombre, se imaginan un futuro agradable y "luego
se sienten desencantadas y amargadas. En poco tiempo tienen enci-
ma la responsabilidad de un hogar y ni un minuto para recordar las
ilusiones perdidas. A algunas sus maridos lasttratan sin cariño, sin
consideración siquiera. No les piden un favor ni les dan las gracias.
Ellas se guardan la rabia o se quejan de falta de tiempo, de que nada
de lo que ellas hacen les gusta o que ellos no se preocupan por los
niños y se emborrachan cada vez que pueden. Hay 'pelas' famosas
de algunos maridos a sus mujeres: que les dan con un palo, o que las
cojen a plana, o contra las piedras, incluso mientras los niños miran.
A ellas, con el tiempo, se les envenena el alma. Se la pasan cocinan-
do y viendo por los hijos. Son mujeres que nunca han pensado en
ellas, en lo que quisieran hacer de sus vidas, es como si no tuvieran
posibilidades, como si estuvieran en un camino sin salida. Los hijos
se convierten en la razón de ser de sus vidas: ellas son mujeres, es
más, son personas, en cuanto son madres. Eso es lo único que las
salva en su frustración.
En la cocina donde doña Maruja trabaja día a día hay unos afiches
pegados en la pared, no de paisajes, ni de la selección Colombia, son
afiches de mujeres con poca ropa y las fotos ampliadas y a todo
LAS MUJERES 159
uno o dos meses, don Josué instaló a otra señora en su lugar y juntos
vendieron los marranos que doña Eulalia había criado, y los demás se
los comieron. Cuando ella volvió, don Josué le dijo que había vendido
la finca para que se fuera, pero ella se percató de lo que sucedía y tuvie-
ron una pelea muy fuerte, doña Eulaliacasi los mata a ambos,pero no lo
hizo 'porque estaba en casa ajena'. Don Josué se fue con la 'moza' y
dejó a su mujerque tenía tres meses de embarazo,pero cuandole faltaba
un mes para tener el niño, el marido regresó. Hoy la familia tiene tres
hijos, además del que nació por esos días.
El marido de Ana también tuvo una 'moza' hace un tiempo. Hará
unos tres años que Ana vivía en La Pista donde administraba un
local. Eso le dejaba buena platica, que ella le entregaba a su marido,
quien trabajaba en lo que consiguiera por el río o en las fincas. A
Ana le llegó el chisme que su esposo tenía una moza en una de las
veredas. Debido a sus obligaciones le quedaba difícil ir a averiguar,
pero finalmente lo hizo y descubrió que era cierto. Marido y mujer
fueron protagonistas de un encuentro fuerte en el pueblo y sólo el
tiempo ha podido mitigar el rencor que le quedó a ella de la expe-
riencia. Pues, además de que su marido tenía otra mujer, que para
mayores había sido 'curramberra', se le echó la culpa de la quiebra
del local, que según ella fue responsabilidad de Efraín por gastarse
la plata que ella le entregaba confiando en que estaba ahorrando.
Ana quiso coger camino y alejarse de su marido, pero pensar en
sus hijos se lo impidió: no los iba a dejar, pero tampoco los iba a
llevar sin saber qué vida le esperaba y qué les podía ofrecer ella sola.
AAna le sucedió lo de doña Candelaria, se escapó de su casa con un
hombre y al poco tiempo ya estaba en embarazo. Vivía en una tierra
nueva para ella, sin más conocidos que su marido, se apegó a él y fue
pariendo hijos uno tras otro, sin saber que es posible tenerlos sólo
cuando se quiere. Cuando se vio mal, traicionada por quien era su
soporte, no pudo adueñarse de su vida, desprenderse de lo que era e
intentar otra posibilidad; Ana ya no era libre.
poder comprar lo que sea necesario para ambos. Desde que dos per-
sonas deciden vivir juntas se les considera marido y mujer. Esta falta
de un lazo formal facilita la disolución de las parejas cuando lo esti-
men conveniente, o cuando uno de los dos decida hacer vida aparte.
y resulta común encontrar mujeres y hombres jóvenes que han esta-
do 'casados' varias veces, es decir, que han convivido con varias
personas diferentes.
Esto tiene ventajas y desventajas. De una parte, hombres y
mujeres son más libres para decidir el destino de sus vidas, pero
por otra, sobre todo las mujeres (aunque también los hombres),
pueden verse abandonadas de buenas a primeras con una carga
considerable de pequeñas criaturitas y sin seguridad alguna. Tam-
bién es cierto que tanto hombres como mujeres están dispuestos
a hacer pareja con alguien que ya tenga hijos a su cargo. Así, es
común encontrar familias en las que hay hijos de ella o de él sola-
mente y de los dos. Los hijos, pues, no parecen ser un impedimento
para formar un nuevo hogar. El cariño y el trato que ellos reciban
ya es otro problema.
Los hijos de las primeras familias de colonos enfrentan un pano-
rama bien distinto al que les tocó vivir a sus padres. Las cosas pare-
cen ser mucho más cómodas: la colonización ha avanzado yeso ha
traído muchas facilidades: la infraestructura propia de un pueblo pe-
queño, mayores posibilidades de intercambio, transporte, trabajo, y
en fin, ha suavizado la vida en el monte. Pero el tipo de sociedad que
construye la colonización carece de raíces profundas. Todos son a la
larga extranjeros, aventureros, que llegaron para ver qué le podían
sacar a esas tierras. Son personas que no están atadas a la tierra, ni a
la zona, por vínculos muy fuertes. Muchos que llegaron con el auge
de la coca o de la madera, pueden irse mañana a donde vean un mejor
porvenir, así como pueden decidir quedarse para siempre. Nadie se
conoce por generaciones; todos se ayudan, pero velan cuidadosos
por sus propios intereses. Así pues que el mundo donde les ha tocado
vivir a quienes se criaron en Macarena no es fácil y menos aún para
las mujeres, puesto que en ese tipo de sociedad -sobre todo en las
zonas más apartadas como El Alto Raudal y El Tapir-los empren-
dedores son los hombres.
Las mujeres nacidas o criadas en estas veredas han cogido rum-
bos distintos. Algunas se han quedado en Macarena haciendo finca al
igual que sus padres, con la diferencia que aprendieron desde peque-
ñas a vivir en el monte; o se han quedado rebuscándose la vida de
otro modo, en el comercio, por ejemplo. En estos casos, las mujeres
164 A LA BUENA DE DIOS
pequeña, a quien antes no había notado por ser todavía una niña.
Chabela, con su aire de inocencia, cayó rendida a sus pies... y co-
menzó así una historia de amor tormentosa.
Don Lucas estaba furioso, no podía tolerar que su hija -para
colmo de males la menor- se enamorara de un hombre con seme-
jantes costumbres. Y Mario, como era amigo de Ignacio, el mayor
de los hermanos, visitaba la casa regularmente con cualquier pretex-
to. Decidió poner fin a la enemistad con don Lucas y hablarle: con la
parquedad y franqueza que lo caracterizan le dijo que quería a
Chabela. Don Lucas arguyó que ella era una niña, pero Mario se
mantuvo: el amor no tiene edad. Entonces don Lucas quiso medir la
seriedad de las intenciones del muchacho: le dijo que tenía que dejar
sus malas mañas antes de pretender a su hija. Mario, impávido, le
respondió que así era él y así se iba a quedar.
El enfrentamiento entre padre y pretendiente fue desde entonces
abierto. Chabela tenía prohibido hablar con Mario y ambos lo sabían
muy bien. Pero como buenos novios no entendían razones y más de
una vez desobedecieron el mandato de don Lucas, una de esas le
costó a Chabela una garrotera que por poco la mata. En otra ocasión
se escaparon por la trocha, pero don Lucas se fue detrás y los alcan-
zó; Mario le hizo frente y terminó con la boca totiada de un puño
bien dado de don Lucas. Chabela volvió corriendo para la casa y los
hermanos planearon irse de la casa para que el padre no matara a
Chabela, y así fue como Hilda, Chabela y los dos niños menores
cogieron camino y pasaron la noche entre las bambas de un árbol.
Violeta se quedó acompañando a doña Margarita. Al día siguiente
los niños regresaron para no volver la tragedia de mayores propor-
ciones.
Mario cogió camino arriba, pues sabía que las niñas tenían que
haber tomado esa dirección, y las esperó --encaramado en un palo
como un tigrillo-- en un lugar donde el camino se bifurca. Y,efecti-
vamente, por ahí pasaron y él se fue detrás llamando a Chabela. Hilda
le respondía, siempre displicente, evitando que Chabela hablara. No
tomaron la trocha que va a la casa, sino que siguieron de largo hasta
la casa del compadre de don Guillermo, el único sitio donde podían
pedir posada. Y allí las recibieron diciéndoles que podían quedarse
todo el tiempo que quisieran, que de lo que ellos comieran también
habría para ellas. Al poco tiempo llegó Mario y también pidió posa-
da. El compadre, se la negó, pues enterado de 10 sucedido no podía
hospedarlo a él y a las niñas, y como él ya era mayorcito podía defen-
derse solo.
166 A LA BUENA DE DIOS
SE REQUIEREN MUJERES
Como decía al comienzo de este aparte, las niñas no son las úni-
cas perseguidas, sino también cualquier mujer que se asome sin cara
de compromiso. Dos mujeres solas llegaron recientemente a la vere-
daí\Solas significa necesitadas de afecto y del apoyo económico de
un compañero. La falta de un hombre implica también falta de iden-
tidad: es él quien le da un lugar social a la mujer, y esto trae seguri-
dad. En la vereda, la idea de una mujer sola es difícil de concebir.
Todas son, o al menos fueron, 'la mujer' o 'la señora' de alguno, esté
él presente o no". Estos dos casos son bastante ilustrativos sobre las
posibilidades que tienen las mujeres en esta zona.
Después de años de ausencia, Marlén Rosas fue a pasar vacacio-
nes a la finca de sus papás; en El Tapir su destino le deparaba un
marido, fue y lo encontró. Es hija de don Miguel, habitante antiguo
de la vereda.Vivió algunos años en el pueblo, donde conoció a Fermín
y se ennovió con él durante un año y medio. Viendo a las demás, le
entró la gana de tener un niño, pero uno propio, y desoyendo conse-
jos quedó embarazada. Así terminó su historia de amor. Aunque de-
jaron de verse, Fermín le hacía llegar todo lo que necesitaba. Al final
del embarazo sí estuvo a su lado, a pesar de que los lazos entre ellos
ya se habían roto. A la semana de nacida Judith, una nenita preciosa,
el padre se fue de Macarena y Marlén no volvió a saber nada de él. A
la semana de tener la niña, Marlén ya estaba trabajando en lo que
puede hacerlo una mujer allá: en casas de familia, en restaurantes o
de guisa.
Trabajó duro por más de un año y en diciembre decidió subir a la
finca a pasar las vacaciones con sus papás. Tan pronto lo supieron,
aspirantes y curiosos se pusieron al acecho: la casa se llenó de hom-
bres que iban a verla, entre ellos estaban don Alberto, un señor ya
entrado en años que vive errante por la vereda; Chucho, un costeño
venido hace pocos años de Cimitarra, quien ya hizo el intento de
vivir con una mujer de la vereda sin buen resultado; el Siete Mujeres,
que se ganó ese apodo por convivir con dos hermanas a la vez, una
de las cuales es su actual mujer; Pablo, joven sobrino de una de las
colonas de la vereda; y otros. Todos intentaban palabriarla, Chucho y
el Siete Mujeres incluso apostaron cuál se la cuadraba primero ... y
ganó Chucho. Marlén estaba por devolverse, aburrida de tanta
molestadera, pero Chucho le truncó el retorno. El es un hombre ya
44. En el pueblo es factible que una mujer sea alguien por sí sola, pero en el
campo, normalmente,tienencomo referencia el hecho de ser 'la mujer' de un hombre.
172 A LA BUENA DE DIOS
maduro y serio, no como los jovencitos del pueblo que sólo buscan
matar la gana cuando persiguen a una mujer. Ella llevaba un buen
tiempo sola y le había tocado duro: ya era tiempo de compartir su
vida y tener un apoyo. Ahora Marlén tiene marido y Judith tiene un
papá.
En cuanto a oficio la vida no le cambió mucho. Al poco tiempo de
juntarse con Chucho, a él le salió trabajo ayudantiando" y le dijo a
Marlén que decidiera si se quedaba en la finca con los papás (hacien-
do de comer) o se iba de guisa con él para el aserrío. Prefirió irse
caño adentro con su marido, así está con él, gana un sueldo y no se
aburre.
Mientras Marlén disfrutaba su luna de miel, Juana, o doña Juana,
llegó como cocinera a la escuela pasada la mitad del semestre. Al
igual que para tantas mujeres en Macarena su edad es imprecisa; si
tiene cédula, se podría probar que aún no llega a los 30 años, pero eso
poco importa, la edad la determinan las huellas de la vida. Habida
cuenta de su recorrido, doña Juana se conserva muy bien. Otras con
su kilometraje ya están viejas y sin ánimos. Ella está rosagante. Es
gorda y habladora, muy habladora. Hace seis años no ve a cuatro de
sus hijos que viven con el papá y su señora en el Caquetá. El hombre
vive armado y a ella le da miedo que le pase algo si se asoma por allá,
además, después de tanto tiempo y con todos los cuentos que le han
metido a los niños, ellos ya no la deben querer.
Llevaba sólo 20 días en Macarena, la mitad de los cuales los pasó
cuidándose un paludismo. Supuestamente había conseguido marido,
un tal Juan Pacho, que pensaba hacer finca en un terreno que compró
Guayabero arriba. Para los pocos que la 'distinguían' hasta ese mo-
mento ella era la mujer de Juan Pacho, aunque no se los viera juntos
porque él, como tantos otros hombres, trabajaba en un aserrío. Doña
Juana está criando una niña de dos años llamada Yeny,fruto de algún
otro marido que se le habrá cruzado en la vida. Doña Alcira la descu-
brió en el Raudal y le propuso trabajar en la escuela, ella aceptó gus-
tosa porque andaba necesitada y no quería irse a vivir a la finca de su
'marido'. Juana se estaba dando cuenta que ese señor no le convenía:
le veía pinta de irresponsable y las malas lenguas ya le habían infor-
mado de su fama de borrachín. Así, pues, entró en conversaciones
con otro candidato, Armando, un hombre aindiado y ya mayor. Lo
conoció en el Raudal, pero él no insistió porque ella ya tenía su hom-
dera y las amarraron al bote, me lavé la cara y los dientes para disfru-
tar el río. La selva se dibujaba tímida detrás de la niebla y avanzába-
mos lentamente, sobrepasando apenas el ritmo del agua. Iba atenta,
siguiendo las curvas del río y ubicando los ranchos de la orilla. Era
mi primera salida río abajo desde la llegada y quería conocer bien el
lugar que habitaba.
Cada quien se ocupaba de lo suyo, era como si fuera sola en un
bote manejado por fantasmas. Adelante de nosotros, lejos de nuestra
vista, iba Mauro Téllez en otro bote, con él hablé la noche anterior en
la escuela para pedirle que me llevara al pueblo. En ese otro bote
también había estufa e iba doña Susana, mamá de cinco de mis alum-
nos, de pasajera y de guisa. Paramos y el hombre se bajó a comprar
queso y huevos. Con el movimiento y el despertar del día abandoné
el bote fantasma. La niebla ya se había levantado y Javier hablaba de
cuando la guerrillase tomó el pueblo en caño Jabón; el guajibo se reía.
Cuando el hombre regresó al bote pude detallarlo, era maciso,
con los músculos bien marcados, tenía pelo largo en capas y parecía
mirar siempre a lo lejos. Vestía apenas una pantaloneta de jean mora-
do desteñido; tenía un puñal en la pierna y en el brazo un tatuaje.
Venía de Muzo, donde trabajó con Gilberto Molina: cuando salía, el
jefe a veces le pedía que lo acompañara. Estaba en Macarena cuando
supo la noticia del asesinato y viajó al entierro, porque ese señor era
para él como un papá. Carga, a manera de talismán y carta de presen-
tación, un frasquito con esmeraldas que me mostró. En Macarena está
dedicadoal negociode la madera,pero tiene en mentesacar esmeraldas.
Dice que estuvopor la montañay que como él conoce,sabe lo que allí se
puede encontrar.Dice que ya tiene lo necesario y que sólo le falta el
momento.Le deseé mala suerte en ese negocio.
Me senté a leer en la punta del bote. El vino y se sentó a mi lado.
Me preguntó qué leía y le respondí. De pronto, de ese hombre grande
y de voz gruesa salió una frase inverosímil: '¿Puedo ser tu amigo?'.
Me reí fuerte, y ante esa mirada inquisitiva, le dije que sí. Pero es
como si le hubiera dicho lo contrario, porque en todo el resto del
viaje mi nuevo amigo no me dirigió la palabra.
Paramos en la casa de los Téllez y seguimos todos en un solo bote
y sin balsas, para cruzar el Raudal. Mauro iba manejando, muy segu-
ro, y por eso no pasamos por la pica. Doña Susana iba muy asustaba
y más cuando se entró el agua y nos mojamos todos. Pero salimos al
otro lado sin problemas. Mientras ellos descargaron y fueron por más
madera, Javier y yo estuvimos visitando a su hermano que era profe-
sor en la escuela del Bajo Raudal.
176 A LA BUENA DE DIOS
46. Pulseritas.
LAS MUJERES 177
47. Manguera que lleva la gasolina del 'ful' (tanque) al motor. Siempre la reco-
gen para evitar que se roben el motor.
178 A LA BUENA DE DIOS
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