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La política es una rama de la moral que se ocupa de la actividad, en virtud de la cual una sociedad libre,
compuesta por mujeres y hombres libres, resuelve los problemas que le plantea su convivencia
colectiva. Es un quehacer ordenado al bien común. Ciencia que se encarga del estudio del poder público
o del Estado. Algunos autores presentan al uso legítimo de la fuerza como la característica principal de
la política. Siguiendo con esta definición la política es el ejercicio del poder que busca un fin
trascendente. Esta promueve la participación ciudadana ya que posee la capacidad de distribuir y
ejecutar el poder según sea necesario para promover el bien común.
La política es una actividad a través de la cual las personas toman decisiones colectivas necesarias para
el bien común. Desde un punto de vista teórico, podemos identificar dos visiones distintas sobre la
política y su relación con la ética.
Primera: Aristóteles pensaba que las personas podemos vivir en sociedad y es la política que
permite alcanzar el buen dialogo de la comunidad. Es de carácter participativo, donde las
personas necesitamos establecer relaciones para llegar a acuerdos sobre temas que nos afectan
por igual.
Segunda: Nicolás Maquiavelo separo la política del ámbito de la ética. Para este pensador, la
ética es esencialmente conflictiva, pues su principal objetivo es la búsqueda de poder. Esto es
de carácter comparativo para tomar decisiones esencialmente conflictivas, donde hay un grupo
que manda y otro que establece
Tercera : Platón Fundamenta o basa que la política es una ciencia deduciéndola de la justicia, y
no como hoy en día que es una descripción objetiva de los fenómenos políticos, sino que platón
se centró en el estudio normativo de los principios teóricos del gobierno de los hombres.
Política y bien común
La política debe generar canales para satisfacer las necesidades de los ciudadanos y lograr el
bien común. El poder deber servir a los diferentes entornos sociales, garantizar igualdad de
oportunidades, proteger la convivencia democrática y pacífica, y el equilibrio entre los
intereses individuales y sociales
La organización de los Estados Unidos es un Organismo internacional por más de 15 países del
continente americano, cuya finalidad es fortalecer la paz y seguridad, consolidar la democracia,
promover los derechos humanos, apoyar el desarrollo social y económico, así como promover el
desarrollo sustentable en la región
Valores Democráticos
Compromisos democráticos
La relación entre ética y política es estrecha, es desde el origen, porque las dos competen a la acción
humana, y no hay ninguna acción humana que pueda prescindir de criterios éticos, la ética no va estar
a nivel de dar medidas políticas, no es su rol, pero sí de orientar y discernir lo que es humanizante y
deshumanizante en la política y proponer o hacer vislumbrar mejores formas de vivir en sociedad.
La relación entre ética y política es una relación compleja. Dennis F. Thompson, inspirándose en una
frase de Jesús de Nazaret, recogida en los evangelios, escribe: “La política dice: ‘Sed, pues, astutos
como serpientes’, pero la moral añade una condición limitante: “e inocentes como palomas”.
Y Thompson continúa escribiendo: “También lo afirma Kant, quien piensa que serpientes y palomas
pueden coexistir y que además predominarán las palomas
La relación entre ética y política en la democracia moderna no deja de ser tensa y peligrosa, ya que esta
última introduce un fuerte relativismo moral que, si bien permite la coexistencia en un plano de igualdad
de las distintas concepciones propias de toda sociedad compleja, no puede ser sostenido en el campo de
la política. Es aquí cuando el poder, al penetrar la dimensión ética, introduce en ella la más grande
distorsión, ya que el discurso de la ética se convierte en una mera forma de justificación del poder. Esto
es lo que hace que la constante tensión entre ética y política nunca tenga un modo único o, incluso,
satisfactorio de resolución. Sólo la implementación de una lógica argumentativa que parta del
reconocimiento de la precariedad y ambivalencia que se entabla en la relación entre ética y política
puede servir de resguardo ante aquellas distorsiones que, en nombre de la primera, planteen el riesgo
de cercenar desde el poder del estado los espacios de libertad.
La ética es un aspecto muy importante de la relación personal con los demás y se refiere a principios y
obligaciones morales que el individuo tiene para con la sociedad. Por otra parte, la cultura implica un
estilo de vida, una manera de ser en que las formas importan tanto como el contenido. Era trasmitida en
el pasado a través de la familia y la iglesia; hasta que estas instituciones dejaron de funcionar
adecuadamente. El resultado fue la desaparición de aquella cultura; la cual, fue reemplazada por otro
concepto que la vació de contenido. Esta es la nueva cultura, donde lo importante es divertirse por
encima de toda otra forma de conocimiento o ideal, como si quisiéramos olvidar las cosas serias e
importantes y más bien preferimos abandonarnos en lo superficial y casi sanamente estúpido.
Esta nueva cultura es la que degrada y corrompe a los políticos y a la política. Basta con fijarse que la
popularidad y el éxito en estos dos quehaceres, actualmente se conquistan no tanto por la inteligencia y
la capacidad sino por la demagogia y el talento para el teatro, para el espectáculo y es quizás la razón
principal por la que carecemos de estadistas; capaces de merecer la admiración y el respeto de todos.
El nivel general de corrupción en la administración de bienes del Estado ha sido escandaloso. Si a esto
misma responsabilidad. Además de la ética personal y la ética ciudadana, es evidente que los políticos
y funcionarios que hemos elegido y a los que les pagamos para que administren los bienes del Estado
tienen mayor responsabilidad ética.se une la corrupción no dada a conocer y la que existe en sectores
privados, por ejemplo, en el contrabando y en el mercado de drogas, podemos y debemos reaccionar
con honda preocupación y firme decisión de contribuir desde nuestra responsabilidad ciudadana con el
saneamiento moral de la nación, antes de hundirnos irremediablemente en el barro y que la corrupción
nos destruya más aún.
Todos participamos en la responsabilidad ética ante la moral enferma de la nación, pero por supuesto
que no todos tenemos la
También, la ausencia de ética y la presencia de esta nueva cultura tienen mucho que ver con la falta de
bienestar y de una vida digna de la mayoría. Esa enorme insatisfacción de la gente ya comienza a
expresarse con fuerza entre nosotros. Hasta hace poco, la población no reaccionaba en nuestro país ante
los altos niveles de corrupción, pero eso está cambiando. La gente parece haber despertado de su
adormecimiento y se ha vuelto cada vez menos tolerante hacia los extravíos y excesos de quienes
ocupan cargos públicos.
Todo político si es funcionario del Estado, aunque tenga cargo tan alto como legislador, ministro de la
Corte Suprema de Justicia o presidente de la República, tiene que asumir las exigencias de la ética. La
ética política no es optativa. Los políticos no pueden decir ni en broma que la ética no es cosa suya.
Como todo ciudadano y mejor que cualquier ciudadano, por tener responsabilidad social pública
libremente contraída, está obligado a cumplir las leyes y a trabajar con eficacia por el bien común.
Todo lo que sea usar el poder que se le ha concedido (el poder no le pertenece, el poder está en el pueblo
que es soberano), para beneficio propio o de sus familiares y amigos es un comportamiento infiel,
desleal, de traición a quienes confiaron en él y a quienes le están manteniendo su sueldo con sus aportes
personales mediante impuestos y otras formas de cooperación ciudadana con el Estado.
Según sea la infracción a la ética y al derecho, así debe ser la sanción. Lo triste es que generalmente el
derecho penal es más útil para castigar los delitos de los ciudadanos que los delitos perpetrados por los
que están en situación de poder.
La ética, enriquece la política puesto que la alimenta de utopía y también de sentido crítico, finalmente
le da mucha mayor legitimidad que si no estuviera. Porque con tanta corrupción en la política la gente
pierde la fe, la confianza en los políticos, y eso es muy dañino para la sociedad y finalmente se crea un
ambiente en el que todo vale, y en el que uno se mete en política para ganar algo personal y no
necesariamente para trabajar por el bien común, y eso a la larga es un daño enorme a la sociedad, es lo
que estamos viviendo ahora en el país. Felizmente se empieza a revertir esto porque creo que ahora hay
una reacción moral y eso me parece que es muy positivo, hay un comienzo de rechazo a la corrupción
que espero que se traduzca en que no haya votación para los corruptos o sea no votemos por corruptos,
es lo mínimo que podemos pedir.
LA ETICA, LA GOBERNABILIDAD Y LA TRANSPARENCIA.
Gobernabilidad
La gobernabilidad se refiere a dos conceptos la primera, surgida de los informes de Banco Mundial, la
define como un estilo de gobierno caracterizado por un mayor grado de cooperación e interacción entre
el Estado y actores no estatales en el interior de redes de decisiones mixtas públicas y privadas. La
segunda se define como un conjunto de modalidades de coordinación de las acciones individuales,
entendidas como fuentes primarias de construcción del orden social; es probable que sea derivada del
campo de la economía de costos y transacciones. Por extensión, gobernabilidad es definida como
cualquier forma de coordinación social.1
Transparencia
La transparencia busca también formar a una ciudadanía sensible, responsable y participativa, que
conozca y ejerza sus derechos y obligaciones, y colabore activamente en el fomento a la integridad y
combate a la corrupción.
Al principio del mandato del Sr Presiente Mario Abdo Benítez como es normal para un cambio de
gobierno la auditoria de las distintas entidades públicas, pero es conocimiento público que no todas las
empresas publicas fueron auditadas ni tampoco fueron publicadas todas las auditorías realizadas
La religión constituye uno de los aspectos más importantes de la cultura humana. El fenómeno de la
religiosidad no sólo se encuentra en toda sociedad humana conocida, sino que su presencia incide muy
significativamente en el comportamiento humano y en las pautas de valores que rigen las relaciones
sociales. La religión ha influido en los sistemas de organización de la vida familiar y política; ha
penetrado en los dominios de la economía y de la ciencia; ha inspirado sublimes obras de arte y ha
originado conflictos agudos. En la historia de la humanidad el hecho religioso ha representado un papel
fundamental en la vida de los seres humanos y las relaciones entre los pueblos.
Platón descubrió los principios básicos de la vida política, por lo que puede decirse que fue él quien
puso los fundamentos de una teoría filosófica del Estado, y esto es así porque sus principios estaban
basados en la naturaleza misma del Estado en cuanto tal y por consiguiente destinados a ser universales.
No es menos cierto que Platón se ocupó de reformas que consideraba necesarias dada la situación de
los Estados griegos de su tiempo, y que su teoría la elaboró sobre el trasfondo de la πο ’λιςgriega (o
ciudad-estado); pero como trató de ser universal y de atenerse a la naturaleza misma de la vida política,
hemos de reconocer que estructuró una teoría filosófica del Estado y no una simple teoría reformadora.
Tanto en su crítica de las ciudades imperfectas, como en la construcción de su ciudad ideal o de su
ciudad segunda, Platón ha expresado algunos principios de interés perdurable porque son siempre
verdaderos. Al haber expuesto estos principios que han conservado todo su valor, Platón merece ser
considerado no sólo uno de los maestros, sino también el verdadero fundador de la ciencia política.
El pensamiento político de Kant está dominado, en efecto, por los ideales de libertad, igualdad y
valoración del individuo, propios de una Ilustración a la que Kant se suma y defiende en sus escritos
políticos. Al igual que en la ética, -donde se le confiere al individuo, en cuanto sujeto moral, la
capacidad de convertirse en legislador de lo moral, desde su autonomía-, en la política el individuo
será considerado también, en cuanto ciudadano, el sujeto creador del campo de la actividad pública
común.
La capacidad legislativa del ser humano se funda en el carácter formal con el que Kant concibe la
ética, y que se expresa en el imperativo categórico. Este imperativo, como principio formal de la
razón práctica, se extenderá a todos los campos de aplicación de esta, incluida la actividad política.
Así, no es de extrañar que Kant haya propuesto tres definiciones del imperativo categórico,
subrayando ya el carácter universal de la norma moral, ya el valor intrínseco del individuo como fin
en sí mismo, dada su naturaleza racional y su autonomía.
La política, en cuanto espacio público del ejercicio de la libertad, está ligada a la noción de derecho,
haciéndola posible. En consonancia con el carácter formal de la moralidad, el derecho no se concibe
como un sistema normativo de regulación de la convivencia, sino como el marco formal en el que se
establecen las condiciones y los límites de la acción en el campo de la convivencia, del ejercicio de la
libertad. La ley jurídica ha de tener, por lo tanto, al igual que la moral, un carácter universal y a priori;
sin embargo, mientras la ley moral se autoimpone al individuo, la ley jurídica se le impone mediante
una coacción externa.
Kant concibe el contrato social como la condición que hace posible la instauración del derecho
público, por el que quedan garantizados los derechos naturales. En realidad, Kant admite un sólo
derecho natural: el de libertad, del que derivan todos los demás, los derechos civiles de igualdad y de
autonomía. El derecho de libertad, al tiempo que garantizado, queda limitado por el derecho de los
demás, según el acuerdo tomado por la voluntad pública. La idea de voluntad pública es claramente
de corte rousseauniano, pero en Rousseau la voluntad general representa el interés común, mientras
que en Kant representa la garantía de la libertad individual, es decir, se establece como un vínculo
jurídico formal entre los ciudadanos, en el que se funda el Estado. Por lo demás, para Kant el
contrato no tuvo nunca lugar, no es un hecho histórico, sino una categoría o principio racional que
opera como un eje de referencia en la construcción de lo político y del Estado.
La ética política weberiana se inserta en su teoría política y es en ésta donde el pensador alemán se
permite hacer una serie de juicios políticos y evaluaciones contextuales que no aparecen en el resto de
su obra, mucho más analítica y empírica. Por tanto, las reflexiones desarrolladas en el presente
artículo se enmarcan en el campo de la teoría política normativa.
La ética política weberiana parece idearse a modo de guía para la vida pública, vislumbrando, al
menos, tres elementos vertebradores de la acción política: primero, las acciones e instituciones
políticas vinculadas a lo que Weber concibe como ética de la responsabilidad (el ser de la política).
Segundo, los valores e ideales políticos ligados a lo que él concibe como ética de las convicciones o
de conciencia (el deber ser). Y tercero, la posibilidad de cambiar o transformar las realidades políticas
presentes mediante la acción pública (el poder ser). Sin duda, tales elementos vertebradores de la
política condicionan e inspiran la acción pública llevada a cabo tanto por los dirigentes políticos,
tipificados por Weber como “políticos profesionales”, siendo la parte activa y dominante del espacio
público; como por la ciudadanía que Weber concebirá como “masas”, siendo la parte pasiva y
dominada de dicho espacio.
En consecuencia, para Weber la política, como epítome de la vida práctica, se constituye y concibe
como lucha trágica que no puede darse por concluida nunca, ya que dichos sistemas de valores
perduran y cambian a lo largo del tiempo, pero no desaparecen. Así, según Weber la forma de
gobierno más significativa de la modernidad occidental –la democracia de líder plebiscitario:
plebiszitäre Führerdemokratie– constituye una especie de “salida [provisional] para escapar de la
amenaza de pérdida de la libertad y del sentido que resultan de la racionalización y de la
burocratización.