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Integrismo
Año XV, Nº 27, Octubre 2019 - Director : Pbro. Héctor Lázaro Romero
Integrismo
Imagen de tapa: El P. Bernard Langlet, nuevo sacerdote del IMBC, junto a sus hermanas de familia,
Sor Elisabeth y Sor Jeanne, religiosas del IMBC.
REVISTA INTEGRISMO Nº 27
Sumario
Editorial......................................................................................................................................................2
La cuestión del Papa Honorio…………………………………………..….................................................................4
Una nouvelle théologie…...........................................................................................................................12
Ordenaciones Sacerdotales......................................................................................................................14
Los artículos del Credo..............................................................................................................................15
Editorial
D
urante el mes de junio próximo pasa-
do tuvieron lugar dos acontecimientos
que seguramente son de los más im-
portantes del año: se trató de dos ordenacio-
nes sacerdotales.
Para un católico una ordenación es un
hecho trascendental: es una nueva vocación
entregada completamente a Dios, un alma
transformada por el carácter conferido por
el Sacramento del Orden, que recibe una
participación de la gracia sacerdotal de Cris-
to, convirtiéndose en su instrumento, obran-
do, consagrando, perdonando, bendiciendo
Cristo mismo a través de su ministro. Por
intermedio de él nuevas almas serán bauti-
zadas, absolvidas, confortadas en el lecho de
sus sufrimientos y, sobre todo, recibirán las
gracias del Sacrificio de la Cruz renovado
en los altares y podrán alimentarse espiri-
tualmente con la Sagrada Eucaristía.
Si un tal hecho fue siempre tan feliz,
cuánto más lo es en la situación actual, Primera Misa Solemne del P. Caleb Sons
puesto que desgraciadamente se han vuelto
no muy comunes los actos de perpetuación expresan la fe católica en su integridad, sino
del verdadero y santo Sacerdocio de Nues- que expresan afanes ecuménicos, en parti-
tro Señor Jesucristo. cular respecto de los protestantes. Se des-
Aparentemente los sacerdotes continúan mantelaron los ritos, en particular aquellos
ejerciendo su ministerio en las parroquias y por los que se transmite el sacerdocio. En
capillas de las diócesis, aparentemente con- su lugar, la Iglesia del Vaticano II creó una
tinúan ordenándose nuevos sacerdotes en nueva misa y un nuevo sacerdocio confor-
esos medios (aunque cada vez menos). Pero mes a ella. De ese modo se perdieron las
en realidad, los enemigos de la Iglesia in- certezas que solo la fe y los ritos de la Igle-
filtrados en ella reemplazaron la santa doc- sia ofrecen.
trina por sus doctrinas modernistas con el A esta situación se le opuso la reacción
Vaticano II, y lo hicieron especialmente re- del llamado movimiento tradicionalista, en-
emplazando los santos ritos litúrgicos de los cabezado por la Fraternidad San Pío X. Se
sacramentos por otros nuevos, que ya no formó así en sus seminarios un clero que
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LA CUESTIÓN DEL
PAPA HONORIO
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tes atropellos y mayores crueldades tuvo El siguiente texto [desde aquí los énfasis
que sufrir S. Máximo, gran defensor de la en negrita nos pertenecen, n.d.r.] que servirá
verdadera doctrina en todo este período, y de introducción a la cuestión, del teólogo,
sus discípulos los dos Anastasios. Dom Mauro Cappellari O.S.B. Cam., más
c) El VI Concilio ecuménico. Sólo con la tarde Papa Gregorio XVI, comenta así la o-
muerte del Patriarca Paulo y del emperador ración de Cristo por Pedro:
Constante fue calmándose el fanatismo. Su (…) “Aunque Cristo contempló entonces
sucesor, Constantino IV Pogonato (668-685), la cabeza de la Iglesia en la persona de Pe-
de convicciones ortodoxas, terminó por fin dro; todavía siguiendo a la tradición convie-
tan enconada contienda. Inmediatamente in- ne que veamos un doble efecto de esta ora-
vitó al Papa a enviar legados para un Con- ción, correspondiente a las dos relaciones
cilio. El Papa Agatón (678-681) celebró un que había en Pedro de persona privada y de
sínodo en Roma y compuso un documento cabeza futura. Considerado Pedro bajo el
dogmático para que sirviera de pauta en las primer respecto obtuvo la indeficiencia en
discusiones del Concilio. la fe, o sea la perseverancia final; y bajo el
Celebróse, pues, el VI Concilio ecuméni- segundo la absoluta infalibilidad: y he aquí
co, III de Constantinopla. (…) Duró desde el sentido en que deben tomarse los testi-
noviembre de 680 a septiembre de 681. A- monios de los Padres que dicen que por a-
sistieron ciento setenta y cuatro prelados, quellas palabras se concedió a Pedro el don
presididos por los legados del Papa. La ba- de la perseverancia. Lo consiguió en efecto
se de la discusión fue el documento ponti- a pesar de haber negado a Cristo tres ve-
ficio, y así, se declaró solemnemente la ces, porque no por eso perdió totalmente la
doctrina de las dos voluntades, condenando fe, como dice el Crisóstomo: Non omnino
el monotelismo. Fuera de esto, el Concilio Petri fides interior evanuit [“el Señor no pe-
condenó a Sergio, Paulo y otros representan- día que no le negase su Apóstol, sino que
tes de la herejía, y finalmente al Papa Ho- no le faltase su fe, no puede decirse que esta
norio. Esta condenación del Papa Honorio, desapareció enteramente en Pedro”] (Hom. 3
hecha por el Concilio, forma la segunda par- in Math.), sino que conservó interiormente
te de la cuestión sobre este Pontífice. Con la semilla y la raíz, aunque con sus nega-
esto terminó el Concilio y poco a poco se ciones se cayeron las hojas, como se explica
fueron calmando los ánimos”. (…) (P. B. Teofilacto: Quamvis brevi tempore concu-
Llorca, “Manual de Historia Eclesiástica”, tiendus sis, habes tamen recondita fidei se-
ed. Labor, Barcelona, 1951, págs. 173-175). mina: ut etiamsi folia abjecerit spiritus in-
vadentis, radix tamen vivat, et non deficiat
San Máximo el Confesor fides tua [“Porque aunque San Pedro había
de sufrir grandes agitaciones, tenía, sin em-
bargo, escondida la semilla de la fe; y así,
aun cuando cayesen las hojas a impulsos de
la tentación, sin embargo, quedaría la raíz”]
(In c. 22 Lucæ)”. (…) (D. Mauro Cappellari,
“El triunfo de la Santa Sede y de la Iglesia
contra los ataques de los novadores”, Cap.
IV: Se examina la oración de Cristo: Ego
rogavi… Imprenta Piñuela, Madrid, 1834,
págs. 181-182).
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que podían conocer mejor que nadie la misma fórmula que a los Heresiarcas, y na-
mente del concilio. Efectivamente, León II da distingue; luego si la pena es la misma,
que lo confirmó, si Honorio hubiera sido también el delito es el mismo. ¿Nada distin-
excomulgado como hereje formal, no hubie- gue? Lo veremos.
ra dado por causa de su excomunión la si- Y primeramente obsérvese que en nues-
guiente: Quia flammam hæretici dogmatis tro caso habiendo autores contemporáneos o
non, ut decuit Apostolicam auctoritatem, in- inmediatamente posteriores, a quienes no po-
cipientem extinxit, sed negligendo confovit día ser desconocida la intención de aquellos
[faltando a los deberes que le imponía su au- Padres, y que sin oponerse estos testifican o
toridad apostólica, en lugar de apagar la lla- suponen que no tuvieron intención de decla-
ma de la herejía, la fomentó con su negli- rar hereje formal al Pontífice, basta que la
gencia] (Epist. ad Episcopos Hispan.). Donde fórmula de la condenación no excluya esta
es de notar aquel Apostolicam auctoritatem distinción, tanto más si parece que la exige.
en vez de Apostolicam Sedem. No dijo Se- Pues así es: el Emperador mismo que nada
dem, en cuyo caso se podría entender de al- replicó a la carta que le escribió León en su
guna manera la doctrina, sobre la cual ver- edicto puesto después de la sesion 8ª, dis-
sa solamente la infalibilidad, sino auctori- tingue a Honorio de los demás herejes: Ad
tatem, porque olvidándose casi de su abso- hæc et Honorium, horum hæreseos in omni-
luta autoridad para reprimir a los herejes, bus fautorem, concursorem, atque confirma-
se dejó intimidar del modo más vil e in- torem [y también Honorio, que fue en todo
digno por los mismos herejes y por la vio- el favorecedor, el auxiliar y el confirmador
lencia del Emperador que los protegía, has- de su herejía]. Hasta el mismo concilio hace
ta el punto de concederles el silencio que esta distinción; porque habiendo condenado
pretendían sobre la una o las dos operacio- ya a los autores y defensores formales de la
nes en Cristo. ¿Y cómo podía el mismo herejía, excomulga separadamente al Pontí-
León, al tiempo de confirmar el concilio, fice, no confundiéndole con los demás: A-
escribir al Emperador Constantino Pogona- nathematizari præcipimus et Honorium, eo
to a la faz del mismo concilio, que Hono- quod invenimus, per scripta quæ ab eo fac-
rio fue condenado solo porque hanc Apos- ta sunt ad Sergium, quia in omnibus ejus
tolicam Ecclesiam non Apostolicæ traditio- mentem secutus est, et impia dogmata con-
nis doctrina ilustravit, sed profana proditio- firmavit [Llegamos a la conclusión de ana-
ne immaculatam maculari PERMISIT? [no tematizar también a Honorio... porque en-
ilustró esta apostólica Iglesia con la doctrina contramos que en los escritos que escribió
de la apostólica tradición, sino que PERMI- a Sergio siguió en todo la mente de éste,
TIÓ, con traición profana, que la inmacula- y confirmó sus impíos dogmas] (Act. 13).
da fe padeciese mancilla]. Constantino, pues, le llama fautor, coopera-
¿Pero de qué sirven, se dirá, tantos tes- dor y confirmador del monotelismo; el con-
timonios contra la evidencia de las expre- cilio le anatematiza separadamente, dando
siones del concilio? Es verdad que por ellos por razón de la excomunión, que en su car-
se manifiesta otra cosa, pero no la mente ta a Sergio in omnibus ejus mentem secutus
del concilio. Este condenó a Honorio con la est; es decir, porque condescendió con sus
El Tercer
Concilio de
Constantinopla,
fresco de
Cesare Nebbia
(1585-90)
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si bien se advierte, echaría abajo una buena Solución de la cuestión del papa Hono-
parte del magisterio eclesiástico pontificio rio. Descartada, pues, esta solución y par-
primitivo. Para que se pueda decir que el Pa- tiendo de la base de que las dos cartas de
pa habla ex cathedra no es necesario que Honorio son documentos doctrinales y, en
emplee un tipo especial de documentos, ya tales condiciones, que deben ser considera-
se llamen bulas, ya encíclicas, privilegios o das como declaraciones ex cathedra, debe-
decretos, en los que con toda solemnidad de- mos afirmar que no contienen error ninguno
fina alguna verdad revelada. Lo importante dogmático. Por consiguiente, no ofrecen di-
es que hable como Papa y maestro de la ver- ficultad ninguna contra la infalibilidad pon-
dad, determinando con autoridad suprema al- tificia. Lo único que debemos conceder es
gún punto referente al depósito de la fe. que el papa Honorio no estuvo acertado en
Aunque esta enseñanza la publique en forma el modo como resolvió el asunto, al imponer
de carta, breve o rescripto, no deja de tener silencio a las dos partes. Fue un error de tác-
el carácter de documento ex cathedra . tica de graves consecuencias para la Iglesia,
Si no se admite este principio, debería- pero no un error doctrinal, que es lo único
mos decir que la Epístola dogmática de San que comprometería la infalibilidad.
León a Flaviano, por ejemplo, no tiene ca- Efectivamente, la expresión “unde et u-
rácter dogmático. Evidentemente, detrás de nam voluntatem fatemur Domini nostri Iesu
Flaviano, a quien se dirige la carta, veía San Christi” [confesamos una sola voluntad en
León a toda la Iglesia, como detrás de San Jesucristo] y otras semejantes que se em-
Cirilo veía el papa Ceferino a todos los fie- plean, si se estudia bien el contexto, se re-
les, y, en nuestro caso, el papa Honorio, al fieren a la unidad moral de las dos volun-
dirigirse a Sergio y Sofronio, enseñaba a to- tades de Cristo, no a la unidad física, que es
da la Iglesia. Por lo demás, no se trataba en lo que defendían los monoteletas. Cierta-
nuestro caso únicamente de cuestiones prác- mente era una expresión que engendraba
ticas o disciplinares, sino que se debatía un confusión; pero el sentido que tenía en la
punto dogmático de importancia fundamen- mente de Honorio era plenamente ortodo-
tal en la doctrina cristológica. Así lo enten- xo: unidad moral. Por esto habla de un úni-
dían de hecho todos los que intervinieron en co operante, de dos naturalezas unidas en un
la discusión. solo Cristo; dos naturalezas que obran lo
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Celestio. Creyó con demasiada facilidad en y este sentir es el que impuso luego al con-
las falacias de este hombre astuto, por lo cilio.
cual tomó aquella medida desacertada de En esta forma quedó luego durante toda
imponer silencio a los defensores de la ver- la Edad Media la condenación del papa Ho-
dadera causa. Este sistema no podía favore- norio, que repetía la Iglesia en diferentes o-
cer más que al error, el cual podía de este casiones, y es lo que resume el Liber Diur-
modo extenderse sin que nadie se le opusie- nus con estas palabras: ‘Anatematizamos a
ra, y esto por obra del que debía haberle cor- Honorio, porque con su negligencia fomentó
tado los pasos” (“Historia de la Iglesia”, el crecimiento de los falsos asertos de los
Llorca, Villoslada, Montalbán, tomo I, pág. herejes’”.
747). Y en su “Manual de Historia” (pág. 176),
Respecto del concilio sexto ecuménico, concluye el autor, “sólo esta condenación de
en la misma obra, más adelante (en las págs. Honorio por su descuido y negligencia re-
758 y 759), afirma Llorca que “el concilio cibió la sanción de los Romanos Pontífi-
sexto sólo recibió el privilegio de infalibili- ces”.
dad cuando el papa León II le mandó su a-
probación y en tanto en cuanto fue aproba-
do por el Romano Pontífice”. El cual, al a- Una nouvelle théologie
probarlo no dio como razón del anatema
Como recordó el Padre Hervè Belmont en
conciliar “que Honorio hubiera seguido el uno de sus artículos, durante el Concilio, frente a
error de Sergio, sino porque ‘hanc aposto- la marea inundante de modernismo, algunos de-
licam Sedem profana proditione immacula- fensores de la ortodoxia católica trataron de erigir
tam fidem maculari permisit’, es decir, por- un dique de obstrucción. Empresa meritoria, pero
que permitió que la Sede Apostólica fuera viciada por el hecho de que, en la prisa, han utili-
afeada con una traición herética. zado argumentos equivocados para justificar el
rechazo del Concilio y, algunos años después, del
Y continúa el autor: “Por tanto, la con- Novus Ordo Missae. Y después de algún tiempo,
denación del concilio sexto, que recibe la a- inevitablemente han aparecido las primeras grie-
probación del Papa, y, por consiguiente, el tas.
privilegio de infalibilidad conciliar, tiene co- De hecho, frente a los errores enseñados por
mo fundamento un grave descuido del Papa, Pablo VI, en vez de reafirmar en toda su integri-
una falta grave de vigilancia, su negligencia dad la autoridad papal y sacar las debidas con-
en no cortar los pasos a la herejía. Es lo clusiones (es decir, la vacancia de la suprema
autoridad, al ser imposible que un verdadero Pa-
que expusimos en su debido lugar. Tal vez pa contradiga la enseñanza de sus predeceso-
erraron los Padres del concilio, creyendo e- res), han comenzado a disminuir cada vez más
llos erróneamente que Honorio había segui- la función y autoridad del Papa. Con la inten-
do la doctrina del monotelismo; pero el de- ción de preservar la Fe de los errores de Pablo
creto definitivo del concilio, después de la VI, han golpeado así al mismo Papado, roca so-
aprobación pontificia, no contiene este error, bre la cual Cristo fundó Su Iglesia. Si el papa Pa-
sino que se ajusta exactamente a la realidad blo VI yerra, pensaron, hay que concluir que un
Papa puede efectivamente errar en la enseñanza
de los hechos. doctrinal sin que afecte a la divina constitución de
Todo esto se confirma teniendo presente la Iglesia. Como si en el Concilio las puertas del
la siguiente observación: las instrucciones infierno hubieran, temporaria y misteriosamente,
que los legados pontificios habían recibido prevalecido.
del papa Agatón contenían lo que acabamos La situación en la Iglesia después del Conci-
de indicar: ‘Quæ (Ecclesia Romana) per Dei lio era tan única en su género y tan confusa que
podía determinar una valoración inicialmente e-
Omnipotentis gratiam a tramite Apostolicæ
quivocada; pero después de esta primerísima fa-
Traditionis numquam errasse probabitur, nec se, se podía y se debía llegar a la solución católi-
hæreticis novitatibus depravata succubuit’: ca del problema.
‘Nunca podrá probarse que la Sede Roma- Por el contrario, el error inicial se agravó: de
na, ayudada de la Omnipotencia divina, se las consideraciones ad hominem, retóricas o de
haya apartado de la tradición o doctrina a- naturaleza práctica, se quisieron tomar argumen-
postólica o sucumbido a ninguna novedad tos doctrinales, formando así una verdadera y
propia nouvelle théologie sobre la Iglesia y el Pa-
herética’. Bien claramente se manifiesta el pado, con toda una serie de bizantinismos sobre
sentir del Romano Pontífice, que excluye to- el magisterio ordinario y extraordinario, sobre la
do error de todos los Romanos Pontífices; naturaleza de un concilio ecuménico, sobre la va-
por consiguiente, también del papa Honorio;
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(P. Ugo Carandino, “Con Pedro o contra Pedro: una trágica necesidad de opción”,
Sodalitium nº 58, Integrismo nº 5).
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Ordenaciones Sacerdotales
Imágenes de las Ordenaciones y primeras Misas de los PP. Bernard Langlet
(en el IMBC, 1/6/2019) y Caleb Sons (en el Most Holy Trinity Seminary, 27/6/2019).
Ad multos annos.
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ARTÍCULO VII
DESDE ALLÍ HA DE VENIR A JUZGAR A LOS
VIVOS Y A LOS MUERTOS.
Los sufragios.
Podemos socorrer a las benditas Ánimas, y aún librarlas del purgatorio, con oraciones, in-
dulgencias, limosnas y otras buenas obras, y, sobre todo, con la Santa Misa.
Se llaman Sufragios las obras buenas que se hacen a favor de las benditas Animas del purgatorio.
Los sufragios son sólo a manera de súplicas, que la divina justicia acepta en la medida que cree
conveniente.
Por esto un alma no siempre obtiene infaliblemente todos los efectos de los sufragios aplicados a
ella especialmente.
La Santa Iglesia aprueba que se repitan los sufragios para un mismo difunto.
Hacen muy mal los que no se acuerdan de aliviar con sufragios a las almas de los difuntos.
Algunos sólo procuran que el entierro sea muy suntuoso, y nada o muy poco hacen para el alivio
del alma.
El dogma de los sufragios es motivo de alegría, no sólo para los ricos, sino también para los po-
bres.
Los ricos hacen muy bien en ordenar sufragios; éstos les abreviarán mucho las penas en el purga-
torio.
Los pobres tienen una madre tiernísima, que es la Santa Iglesia, la cual ruega especialmente por
ellos, que son sus hijos queridísimos.
La devoción a las benditas Animas del purgatorio es utilísima, porque hace practicar muchas obras
buenas, causa grande gozo en el cielo y ayuda en gran manera a conseguir la salvación de quien prac-
tica esta devoción.
El voto de Animas consiste en ceder para siempre a favor de las benditas Ánimas del purgatorio,
toda la parte satisfactoria de nuestras buenas obras, y todos los sufragios que otros hicieren por noso-
tros.
Seamos, pues, muy devotos de las benditas Animas del purgatorio.
Procuremos socorrerlas, oyendo Misa y comulgando muy a menudo, aun diariamente, si nos es
posible; recemos el Santo Rosario, el Via Crucis, etc.
Esta es devoción buena y práctica, con la cual libraremos a muchas almas del purgatorio y las
haremos entrar en el cielo.
El infierno.
Va al infierno el que muere con el pecado mortal.
El infierno es el lugar en donde se padecen penas eternas.
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Estas penas son de daño y sentido.
La pena de daño es la privación de la vista de Dios, Sumo Bien.
Es la mayor pena de los condenados.
Cuando el alma se separa del cuerpo se dirige hacia Dios con un ímpetu irresistible, con mucha mayor vehemencia
que el pez busca el agua o el que está en el fuego procura salir de él; pero Dios rechaza eternamente al alma que está en
pecado mortal.
La pena de sentido es el tormento del fuego y todo mal, sin bien alguno.
En el infierno los demonios son los verdugos.
Basta un solo pecado mortal para merecer el infierno.
En el infierno la pena es proporcionada a la cantidad y calidad de los pecados cometidos.
Es cierto que hay infierno.
Nuestro Señor Jesucristo, que es Verdad infalible, lo dice muchas veces en el santo Evangelio.
Dios prohíbe el mal moral y debe castigar al que lo comete.
La ley, para que los hombres sean compelidos a cumplirla, debe tener señalada una pena a los transgresores.
Los transgresores de la ley humana son justamente castigados; con mayor razón deben ser castigados los transgreso-
res de le ley divina.
Nadie puede quebrantar impunemente la ley de Dios.
Dios es infinitamente justo; así como premia a los buenos con felicidad eterna, castiga a los malos con pena eterna.
El pecado mortal es una ofensa grave a la majestad infinita de Dios; por consiguiente, merece un castigo infinito.
El pecador no puede sufrir un castigo infinito en la intensidad, pero sí en la duración.
Las penas del purgatorio son poco temidas porque son temporales.
Dios, como sabio legislador, debía establecer un castigo, que de veras apartase del pecado mortal; tal es el castigo
eterno del infierno.
El temor del infierno es una de las causas de que se cumpla la ley de Dios y las almas se salven.
¿Por un solo pecado que se comete en un momento castiga Dios con una eternidad de penas?
El castigo se mide por la gravedad de la ofensa, no por el tiempo que se emplea en cometerla.
Aun la justicia humana castiga con cárcel perpetua, y hasta con la muerte, el crimen que se ejecuta en un momento.
Dios es Padre de misericordia para los buenos; mas, para los que mueren en pecado mortal, es juez terribilísimo.
Los pecadores no deben confiar en que por ser Dios bueno y misericordioso, no los ha de condenar al infierno, pues
es también infinitamente justo.
Tan bueno y misericordioso como ahora era Dios cuando de un golpe arrojó al infierno a millares de ángeles.
Por ser Dios infinitamente bueno, ama infinitamente la virtud y aborrece infinitamente el pecado: por esto nadie premia
o castiga tanto como Dios.
Si porque Dios es bueno y misericordioso no debiera castigar con el infierno, por la misma razón no debiera permitir
los males sin número que existen sobre la tierra.
Dios, en el gobierno del universo, no se rige por el sentimentalismo de los hombres.
En este mundo, lugar de prueba y no precisamente de premios y castigos, Dios, con sabiduría y justicia infinitas, per-
mite catástrofes horrendas, dolores acerbísimos, que alcanzan a buenos y malos.
N.S. Jesucristo, los santos mártires, hijos queridísimos de Dios, sufrieron tormentos tan atroces que horroriza el pen-
sarlo.
¿Qué no exigirá la divina justicia que sufra el pecador rebelde obstinado en el mal?
Los que mueren en pecado mortal quedan reducidos a la misma condición que el demonio, de quien no sentimos com-
pasión.
Va al infierno quien quiere, pues Dios a todos da gracia abundante para no caer en el pecado; y a los pecadores,
mientras viven, les ofrece siempre generoso perdón.
Nadie se condena sino por su propia y libre voluntad, cometiendo culpa grave.
Aun los salvajes que nunca han oído hablar de la religión cristiana, si se condenan es por su culpa; pues a donde no
llega la voz del hombre llega la voz de Dios.
¿Quieres que no haya infierno, sino cielo para ti? Vive siempre en gracia de Dios; y si tienes la desgracia inmensa de
perderla, procura recobrarla cuanto antes.
Resurrección.
Un ángel con una voz a manera de trompeta dirá: ¡Levantaos, muertos, y venid a juicio!
Al fin del mundo, los buenos irán al cielo y los malos al infierno, con el cuerpo y con el alma.
Dios quiere que el cuerpo acompañe al alma en el premio o castigo eternos.
En la vida presente el cuerpo acompaña al alma en la práctica del bien o del mal; es muy justo que la acompañe tam-
bién en el premio o castigo en la vida futura.
Ahora los buenos están en el cielo y los malos en el infierno solamente con el alma.
El alma, aunque esté sin el cuerpo, goza de la felicidad infinita del cielo, o sufre los tormentos horribles en el
infierno.
En nosotros lo principal es el alma; un cuerpo sin alma no sufre ni goza.
Si el cuerpo sufre o goza, es por razón del alma; o mejor dicho, es el alma que sufre o goza en el cuerpo.
Jesús y María están en el cielo en cuerpo y alma.
Es creencia piadosa que también están San José y los santos que resucitaron, cuando resucitó Jesús.
Al fin del mundo todos hemos de resucitar.
Para Dios nada hay imposible.
Todos, buenos y malos, tendremos el mismo cuerpo que tenemos ahora.
El cuerpo de los buenos resucitará hermosísimo; el de los malos feísimo.
Después de la resurrección, los cuerpos de los buenos y de los malos serán inmortales, esto es, no podrán morir ja-
más.
(“Instrucción religiosa”, P. Galo Moret, 1931, con Imprimatur).
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