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Dentro de la escuela, les estudiantes se encuentran en un proceso de

constitución de su propia subjetividad, explica Zelmanovich, por lo que es necesario que


el docente contribuya con esta constitución y funcione, a la vez, de mediador de elles
con la realidad, con una matriz de amparo y protección. Es fundamental que, antes a
ejercer su labor docente, este sea consciente de su función de Otro en la constitución
de la subjetividad del alumno y de las implicancias de su profesión. El docente ya no
puede ser considerado únicamente como un transmisor de conocimiento. Debe ser un
actor social, cuya función de velamiento y amparo es vital en el desarrollo del estudiante.
Es necesario que el rol docente, la función que el docente desempeñe, siempre procure
proteger, resguardar y posibilitar, por todas las vías posibles, el acceso del estudiante a
la sociedad y a la cultura.
¿Tiene entonces el docente toda la responsabilidad en la enseñanza? ¿cuales
son los límites del resguardo y el amparo? Es cierto que el docente tiene una
responsabilidad con les estudiantes, en términos de Furlong, de valerse de las
herramientas adecuadas para resolver, en la práctica educativa, todos los desafíos y
obstáculos que se presenten. No se trata de asumir toda la responsabilidad, se trata de
encontrarnos en una misma apuesta. De entregar oportunidades para el ensayo, el
juego y el enriquecimiento de la experiencia personal.
La entrevistada nos comenta que “los aprendizajes deben considerar otras
perspectivas como el trabajo con el otro, la forma de abordar un proyecto, recuperar el
sentido y la pasión de ir encontrando el desafío de resolver un problema social,
matemático, político. Brindar herramientas que les permitan sentir las ganas y el deseo
de intervenir en nuestra realidad para mejorarla”. Zelmanovich reflexiona sobre cómo
les estudiantes son testigos y experimentantes de la realidad, y a veces de la
contingencia dramática de los acontecimientos. Cada estudiante es participante de su
propia realidad y es consciente, a veces sin quererlo, de las realidades de muchos otres.
” Por esta razón, el aprendizaje debe conectarse con la realidad y no puede, por lo
mismo, constituirse de manera única e indiscutible.
La enseñanza debe atender a todas las realidades y debe soportarse en todos
los contextos posibles. Por ello, la didáctica articula más de un modo de enseñar.
Camilloni (2007) expresa que los contenidos de enseñanza y la metodología tienen
variadas lógicas y formas de despliegue. Si creyéramos que el proceso de aprendizaje
es uno solo y que se debe articular de un solo modo, entonces la didáctica no sería
necesaria. No hay, entonces, una sola forma de enseñar o aprender, hay tantas formas
como estudiantes y tantas formas como docentes en las escuelas.
Estas resoluciones no tienen que expresarse solamente en los contenidos
curriculares o en la propia planificación, tienen que expresarse en el ámbito áulico, en
la práctica, en el encuentro con el otro, con la otre, con el otre. Pero, ¿estamos
preparados para afrontar los desafíos de la práctica educativa? Esa preparación, nos
habla nuestra entrevistada, no está dada solo por títulos o capacitaciones, sino
principalmente, por la reflexión cotidiana y permanente sobre sus propias prácticas.
Expresa que “la reflexión sobre sí mismo y con otros es la mejor formación porque te
mantiene porosa, disponible, flexible frente a otras posibilidades. Te permite elegir con
conciencia. Debe planificar y evaluar seriamente el trayecto formativo de cada uno de
sus estudiantes. Debe acompañar y animar.”
La reflexión, entonces, ¿debe ser pilar de la formación pedagógica? Mckernan
() advierte que les profesionales tienen que ser reflexivos, tienen que ser agudos
observadores de su práctica, es decir, deben desarrollar destrezas de investigación y
experiencia que les permitan "ver" sus acciones innovadoras. Deben convertirse en
indagadores de su propia práctica. El currículum, y en consecuencia el rendimiento
docente, será mejor si la investigación sobre él la realizarán los trabajadores prácticos
y la basaran en su trabajo y su discurso. Lo que se busca es una comunidad de
profesores-investigadores.
La investigación profesional podría ser la solución en gran medida de varios de
los conflictos en torno a la educación actual. ¿Pero es posible? ¿no necesitan tiempo y
recursos para trabajar en investigación realizada por ellos? Esta solución es económica;
conceder a los profesores tiempo para hacer trabajo de investigación costaría dinero.
Sin embargo, la eficacia de fomentar este camino es enorme, tanto para estudiantes
como para profesores. La investigación activa y profesional, junto con la actividad
reflexiva y la pluralidad en el aprendizaje, son elementos que pueden revertir la crisis
profesional actual y construir nuevos caminos para la educación, caminos de autonomía
y de gran valor para la práctica educativa real, la que se da en las aulas. Pues, “el
profesor que ve su rol como una autoridad se considera a sí mismo un Prometeo;
mientras que el profesor orientado a la investigación evoca una respuesta prometeica
de los estudiantes.”
La entrevistada nos habla de que “Los tiempos han cambiado y la escuela debe
evaluar nuevamente el camino a seguir, el modo, la propuesta, la finalidad”. Esto nos
orienta a reflexionar en nuevos métodos de educación, nuevas formas de
enseñanza...parece óptimo vislumbrar, incluso, nuevas formas de entender el rol
docente. La reflexión constante del hacer-docente trabaja a partir de los errores y de los
obstáculos en el aprendizaje, busca reestructurar en los estudiantes su sistema de
comprensión del mundo. El docente debe ‘acercar’ el conocimiento a través de la duda.
Philippe-Perrenoud () nos comenta que a través del interrogante, les estudiantes crean
la intuición de que probablemente existe una solución o respuesta que les permitiría, si
la encuentran, resolver la duda. Faltará descubrirla, luego formalizarla, y en ese
momento, el profesor intervendrá. De esta manera, la actividad reflexiva del docente se
extiende a la práctica educativa y se replica en los estudiantes.
En conclusión, es natural que los profesionales docentes se enfrenten a un
cuestionamiento de su accionar y también es natural que un estudiante de profesorado
se encuentre con que su labor consista en preguntarse cómo actuará en su rol docente
cuando se le presente tal o cual problemática. Esta lógica, más que un problema debe
pensarse como la raíz de muchas soluciones. Pues, el profesional debe ser consciente
de la necesidad de una revisión constante y sistemática de su propia práctica, a lo largo
de todo su ejercicio profesional. Asimismo, la aceptación de que no existe garantía de
aprendizaje, de una enseñanza ideal, perfecta y exitosa es, sino el principio, un pequeño
paso para poder entender la futura labor como docente. Un docente inspira a que otro
se transforme, y es en la relación entre docentes y estudiantes que se genera una mutua
transformación. De esta manera, a través de la reflexión, el velamiento, el ensayo o el
juego, el docente debe procurar -siempre- no disolver, en su afán de querer cumplir sus
expectativas, la otredad del estudiante. Solo así se logrará hacer un cambio colectivo a
la institución educativa.

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