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TÉCNICA DE AUTOCONTROL

El autocontrol —desde la perspectiva de la Modificación de Conducta— consiste en la emisión, por


parte del sujeto, de una conducta controladora que va a tratar de alterar la probabilidad de
ocurrencia de una conducta conflictiva (conducta controlada). Por ejemplo, un sujeto obeso deja de
comprar pastelitos en el supermercado (conducta controlada); un sujeto que gasta demasiado se
impone una ruta por la que no pasa por el Centro Comercial donde compra (conducta controladora).

Autocontrol no es sinónimo de restricción, pues las estrategias de autocontrol implican en multitud


de ocasiones de emitir conductas que alteran la frecuencia de ocurrencia de otras. Por ejemplo, uno
puede hacer mucho ejercicio (estar dos horas boxeando) para evitar estar en el bar; o puede comer
ensaladas abundantes, un montón de frutas o yogures para no tener tanto apetito e ir a la compra
saciado; o puede colocar el calendario de exámenes justo encima del televisor para evitar perder el
tiempo.
En principio, al ser conductas de autocontrol éstas deben ponerse en marcha sin instigación exterior,
física o social (es decir, alguien no tiene que ponerse a estudiar porque le estén controlando en su
casa).

El autocontrol no tiene nada que ver con la “fuerza de voluntad”. Ya que se concibe como una
habilidad entrenable y, por tanto, adquirible en mayor o menor grado por todos los sujetos.
Manifestar autocontrol significa que el sujeto ha adquirido un conocimiento acerca de las relaciones
funcionales que controlan su comportamiento. Es entender que todo su comportamiento siempre
está regulado por unas variables y que ahora cambiamos esas variables para cambiar su
comportamiento.

En síntesis: el autocontrol es una habilidad susceptible de aprendizaje, que engloba cualquier


conducta controlada exclusivamente por variables autogeneradas (físicas, sociales o cognitivas) que
trata de alterar la probabilidad de ocurrencia de otra conducta cuyas consecuencias pueden resultar,
sobre todo a largo plazo, aversivas para el individuo.

Fases del entrenamiento en autocontrol

1. Autoobservación: Para poder intervenir sobre una conducta, lo primero que se debe hacer es
detectarla, darse cuenta de su ocurrencia. El terapeuta tendrá que enseñar procedimientos de
registro. Pediremos a la persona que sea ella quien registre la conducta (por ej, lo que tarda en
vestirse, el número de veces que llora, el número de cigarrillos que se fuma, la cantidad y el tipo de
comidas que realiza…).

Sabemos que el hecho de registrar conductas afecta ya a éstas y que es fácil que se reduzcan las
conductas problemas por el simple hecho de ir registrándolas y viéndolas en gráficos.

El auto-registro favorece la auto-observación y el auto-refuerzo, por lo que su mero entrenamiento


mejora el conocimiento de uno mismo y el autocontrol.

2. Establecimiento de objetivos: El paciente habrá de decidir qué nivel de control quiere alcanzar sobre
la conducta problema (por ej, dejar de fumar completamente o sólo reducir el número de cigarros.

3. Entrenamiento en técnicas concretas y establecimiento de criterios de ejecución: Considerando los


datos de autoobservación y los objetivos se decide qué técnicas concretas se entrenarán; y se
establecen las reglas de conducta que guiarán el entrenamiento.

4. Aplicación de las técnicas en contexto real: Se pone en práctica en la vida real lo aprendido. Aquí se
seguirá el siguiente orden: (1) Autoobservación; (2) Aplicación de la técnica; (3) Autoevaluación; (4)
Autorrefuerzo o Autocastigo; (5) Autocorrección.

5. Revisión de las aplicaciones con el terapeuta: Una vez afrontadas las situaciones reales, en las
sesiones de terapia se revisarán las aplicaciones concretas, se analizarán las dificultades y se buscará
su solución.

Como se ve el procedimiento no es distinto al de otras intervenciones, excepto en que aquí el sujeto


es el principal responsable y que esto ayuda a que aprenda a solucionar no sólo su problema actual
sino también los futuros. Es decir, que al final se acabará convirtiendo en su propio terapeuta.

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