Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
MISTERIO DE DIOS
TEMA 2
DIOS MISTERIO INACCESIBLE - EXISTENCIA DE DIOS.
LECTURA
- Podemos comprobar por experiencia propia y por diálogo directo con toda clase de
personas, que la base de todo discurso religioso es la convicción que se tiene de que Dios
es un personaje realmente existente, aunque las versiones que hemos encontrado en la
mentalidad de nuestra gente nos lo presentan con características supremamente
abstractas. Pareciera que todos afirman que Dios existe, pero cada uno lo percibe a su
manera.
- Esta percepción tan diversa del personaje Dios, nos puede hacer entrar en sospecha. Por
lo menos no podemos evitar el proponernos la pregunta: ¿realmente existe un personaje
así como lo presenta nuestra mentalidad popular y nuestra tradición? Y si no existe tal como
nos lo hemos imaginado hasta ahora, ¿qué es lo que existe como Dios verdadero?
- Y viene otra pregunta importante: ¿cómo podemos demostrar la existencia de Dios, sea
el que aparece en la mentalidad popular, sea el que cada uno de nosotros propone como
tal? Posiblemente hemos utilizado múltiples argumentos para establecer la existencia de
ese Dios.
- El ateísmo ha sido considerado en nuestro mundo religioso como el gran enemigo y como
un fenómeno monstruoso que tenemos que combatir. Por supuesto, ateísmo de ese Dios
cuya existencia creemos haber demostrado. Pero ¿no tendrá alguna razón ese ateísmo?
Primera vía
Por el Movimiento:
Nos consta por los sentidos que hay seres de este mundo que se mueven; pero todo lo
que se mueve es movido por otro, y como una serie infinita de causas es imposible
2
hemos de admitir la existencia de un primer motor no movido por otro, inmóvil. Y ese
primer motor inmóvil es Dios.
Segunda vía
Por la Eficiencia:
Nos consta la existencia de causas eficientes que no pueden ser causa de sí mismas,
ya que para ello tendrían que haber existido antes de existir, lo cual es imposible.
Además, tampoco podemos admitir una serie infinita de causas eficiente, por lo que tiene
que existir una primera causa eficiente incausada. Y esa causa incausada es Dios.
Hay seres que comienzan a existir y que perecen, es decir, que no son necesarios; si
todos los seres fueran contingentes, no existiría ninguno, pero existen, por lo que deben
tener su causa, pues, en un primer ser necesario , ya que una serie causal infinita de
seres contingentes es imposible. Y este ser necesario es Dios.
Cuarta vía
La cuarta vía considera los grados de perfección que hay en los seres. Vemos en los
seres que unos son más o menos buenos, verdaderos y nobles que otros, y lo mismo
sucede con las diversas cualidades. Pero el más y el menos se atribuye a las cosas
Según su diversa proximidad a lo máximo, y por esto se dice lo más caliente de lo que
más se aproxima al máximo calor. Por tanto, ha de existir algo que sea verísimo,
nobilísimo y óptimo, y por ello ente o ser supremo; pues, como dice el Filósofo, lo que es
verdad máxima es máxima entidad. Ahora bien, lo máximo en cualquier género es causa
de todo lo que en aquel género existe, y así el fuego, que tiene el máximo calor, es causa
del calor de todo lo caliente, según dice Aristóteles. Existe, por consiguiente, algo que es
para todas las cosas causa de su ser, de su bondad y de todas sus perfecciones, y a
esto llamamos Dios.
Quinta vía
Por la Finalidad:
4
Observamos que seres inorgánicos actúan con un fin; pero al carecer de conocimiento e
inteligencia sólo pueden tender a un fin si son dirigidos por un ser inteligente. Luego debe
haber un ser sumamente inteligente que ordena todas las cosas naturales dirigiéndolas
a su fin. Y ese ser inteligente es Dios.
La quinta vía se toma del gobierno del mundo. Vemos, en efecto, que cosas que carecen
de conocimiento, como los cuerpos naturales, obran por un fin, como se comprueba
observando que siempre, o casi siempre, obran de la misma manera para conseguir lo
que más les conviene; por donde se comprende que no van a su fin obrando al acaso,
sino intencionadamente. Ahora bien, lo que carece de conocimiento no tiende a un fin si
no lo dirige alguien que entienda y conozca, a la manera como el arquero dirige la flecha.
Luego existe un ser inteligente que dirige todas las cosas naturales a su fin, ya éste
llamamos Dios.
TAMAYO ACOSTA, J.J., Para comprender la crisis de Dios hoy, Verbo Divino, Estella
1998,
No podemos referirnos con sentido al universo como un todo, ya que formamos parte de él
y no hay ningún hecho al que podamos designar y objetivar como mundo. Hay que asumir
la extrapolación del discurso sobre el mundo y renunciar a verlo como algo contingente y
necesitado de una causa que lo fundamente y le dé consistencia, en la línea del porqué
hay algo y no nada. Si el mundo no es contingente no necesitaría una causa externa y la
misma categoría de causalidad es intramundana y no podemos aplicarla al universo en su
conjunto. El universo no necesita explicación, es algo positivo y dado, sin más. La
postulación de Dios no lo hace más explicable y apelar a Dios como principio racional no
quiere decir que exista realmente. Ni siquiera sabemos por qué todo tendría que tener una
razón suficiente para existir, ni si las cosas siempre deben ser inteligibles y tener sentido.
(p.. 377).
Las pruebas no llevan a donde queríamos fuera del ámbito de lo finito contingente
intramundano y no son conclusivas. Nos paramos en algo, supuestamente último y lo
llamamos Dios, pero es una construcción humana, que equivocadamente hemos
identificado con el dios de la tradición judeo cristiana. Dios no es el referente último
alcanzado con nuestro sistema teórico, sino que aterrizamos en un concepto construido
deductivamente por la razón. (Ibid. p. 378).
Si Dios existe, de alguna forma debemos tener noticias de su existencia y podemos hablar
de él. El problema es que la determinación de una experiencia como vivencia del Absoluto
siempre es personal, y que la articulación entre la inmanencia y la trascendencia, en la línea
de Agustín hasta Hegel, es siempre interpretación subjetiva y sociocultural sin que podamos
eliminar la proyección. Si Dios existe podemos tener alguna huella, directa o indirecta, de
él o no podríamos mencionarlo, pero la evaluación de esa vivencia como camino válido
para llegar a Dios está siempre marcada por la capacidad proyectiva y desiderativa
humana, sin que haya un test objetivo que nos permita discernir las experiencias
verdaderas de las falsas. (Ibid. p. 379).
Louis Dupré en su libro The Problem of God: argumento decisivo de que nuestras
pruebas de Dios no son pruebas.
Son pues rechazados todos los argumentos para la existencia de Dios que llegan a
conclusiones completamente acabadas mediante un proceso de mero razonamiento, aun
sin admitir el origen religioso de esa noción. Todos esos argumentos fallan de alguna
6
El segundo error es ilustrado por el hecho de que los argumentos, si realmente intentan
“probar” a Dios, lo reducen a un objeto, y tratan lo finito y lo infinito como si fueran
participantes iguales. (Ibid. p. 2).
Más básica aún es la falsa inteligencia de la relación entre lo finito y lo infinito como
implicada en los argumentos. Todos los argumentos ponen primero lo finito, como si eso
fuera la condición para la existencia de lo infinito. Lo finito existe, luego lo infinito tiene
también que existir. Ahora, de alguna manera, cualquier afirmación de lo trascendente hace
esto. Pero el fallo de los argumentos es que no tienen manera de corregir esta posición
inicial. ‘Lo que es especialmente notable aquí es que una forma finita de ser es aceptada
como punto de partida, y este ser finito aparece así como aquello por medio de lo cual el
Ser infinito obtiene su fundamentación. Un ser finito aparece así como la fundamentación
o base. Se da la mediación una posición que implica que la conciencia del Infinito tiene su
origen en lo finito’. Si el infinito es opuesto a lo finito, es limitado, y así cesa de ser infinito.
En vez de eso, nosotros tenemos que mostrar que lo finito está en lo infinito. Lo cual
significa que nuestra afirmación de lo finito tiene que ser seguida por una negación del ser
independiente del finito. Y esta afirmación se echa de menos en los argumentos
tradicionales, que afirman el infinito como existiendo también, yuxtaponiendo así lo finito a
lo infinito. Su punto de partida puramente fenoménico les impide negar lo finito, puesto que
su concepto de lo infinito está enteramente basado sobre lo finito. Lo infinito niega lo finito,
porque lo finito, considerado desde el punto de vista del infinito, tiene solamente
significación negativa. No porque lo finito está en lo infinito, sino porque no está. (Ibid. pp.
2-3).
El otro error, el intento de dar un contenido positivo a lo trascendente por medio de una
consideración filosófica del mundo fenoménico, requiere un estudio más detallado de los
argumentos de la existencia de Dios. La verdad de los argumentos consiste en que
muestran la insuficiencia de lo finito y la necesidad del Ser infinito. Bajo este respecto
expresan simplemente la tendencia básica de la mente hacia la trascendencia. El error de
los argumentos es que pretenden, con una manera meramente filosófica, construir una
noción positiva de lo trascendente partiendo del mundo fenoménico. Porque la actitud
filosófica como tal no permite trascender el mundo hasta el punto de hacer afirmaciones
positivas acerca de Dios. (…) La filosofía no puede ir más allá de una noción de lo
trascendente como un mero horizonte, un límite. Su concepto de la infinitud es pura
vaciedad. En la medida en que el filósofo pretende que es algo más, ha hecho
ilegítimamente a lo finito infinito. (Ibid. p. 3).
7
Rahner replicó (a Heidegger sobre estar rodeados de la nada) que una “trascendencia”
hacia la infinitud más adecuadamente explica la experiencia de finitud en la existencia
humana. La percepción de todos los seres frente al horizonte del Ser trascendente aporta
juntamente la afirmación y la negación del finito en la medida en que el infinito
inmediatamente lo constituye y lo sobre pasa. ‘La positiva ilimitación del horizonte
trascendental del conocimiento humano subraya la finitud de todo lo que no llena ese
horizonte. Consiguientemente, no es la nada lo que niega, sino la infinitud del Ser’. El
horizonte tiene que ser verdaderamente infinito (y no meramente sobrepasar objetos finitos
particulares) si nosotros hemos de conocer la finitud como tal. Así pues tiene que ser real
(y no meramente ideal) porque de otra manera tenemos, en último análisis, una
trascendencia hacia la nada, más bien que hacia el Ser trascendente. (Ibid. p. 11).
A mí, en cambio, me domina y perfora el Misterio eterno, el Misterio infinito, que es algo
«totalmente distinto» de una especie de conglomerado donde se vinculan todas aquellas
cosas que aún no conocemos ni experimentamos; el Misterio, que en su infinitud y
densidad se encuentra, al mismo tiempo, en lo más exterior y en lo más interno de las
realidades separadas que componen eso que nosotros llamamos el mundo de nuestra
experiencia. Este Misterio se encuentra ahí y se expresa en la medida en que se
mantiene silencioso; ese Misterio-Secreto deja que queden serenas a un lado las
palabras y las explicaciones, porque hablar sobre el Misterio, sin más, se convierte en
palabrería sin sentido. Cuando yo me sitúo en mi interior y callo, cuando permito que las
muchas realidades concretas de mi vida se asienten en un Fundamento, cuando dejo
que todas las preguntas se vengan a centrar en la pregunta a la que no se puede
responder con las respuestas que se dan a las preguntas concretas, sino que dejo que
el Misterio infinito se exprese a sí mismo, entonces el Misterio está presente ahí; y
entonces, en último término, ya no me preocupa el hecho de que la ciencia racionalista
se crea capacitada para hablar sobre Dios de un modo escéptico. En ese momento,
estoy convencido de que no me he perdido en un «sentimiento» irracional, sino que he
llegado a situarme en el punto focal del espíritu, de la razón y de la comprensión, punto
del que brota, en último término, toda racionalidad.
CUESTIONARIO
1. Y ¿si Dios no existiera? ¿Si tan sólo fuera un invento humano para tratar de explicar lo
que nuestra inteligencia no alcanza a detectar todavía?
2. Si Ud. tiene certeza de que Dios existe realmente, ¿en qué se basa su certeza? ¿Ha
analizado Ud. suficientemente los argumentos en que basa su certeza? Si son
absolutamente válidos, ¿cómo explicar el hecho de que muchas personas no aceptan que
Dios exista?
3. Si Dios existiera realmente, ¿permitiría tantos males para la humanidad? Si Dios existiera
realmente, ¿por qué unos nacen ricos y poderosos y otros pobres y miserables? ¿Por qué
los ricos y poderosos logran siempre lo mejor de este mundo y los pobres y miserables
solamente padecen y mueren?
4. ¿Qué cree Ud. que le importa al pueblo empobrecido que Dios exista o no exista? La
afirmación de la existencia de Dios ¿no favorece más a los ricos y poderosos porque les
garantiza que la situación actual está bien ya que ese Dios que se supone existente no
interviene para cambiarla?
5. Los sacerdotes, los religiosos y religiosas, los teólogos, los que hemos estudiado algo y
creemos poseer alguna ciencia, ¿tendemos a creernos dueños del conocimiento sobre
Dios. En eso nos basamos para sentirnos superiores frente al pueblo empobrecido e incluso
9
frente al resto del mundo al que consideramos ignorante respecto a la divinidad. ¿Qué tanto
fundamento tiene esta creencia? ¿Qué tanto sabemos sobre la existencia de Dios?