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Comparación Platón – Nietzsche nº 2

Nietzsche es uno de los autores más polémicos de la historia de la Filosofía. Se manifiesta


contra la tradición filosófica en general, pero sus críticas más feroces las dedica a los, según él,
fundadores de esta tradición: Sócrates y Platón. Así, nuestra comparación se centrara
fundamentalmente en estudiar los puntos de desacuerdo de Nietzsche con estos autores.

Comenzaremos constatando las diferencias en cuanto a la concepción de la realidad.


Platón desprecia “este mundo” (Mundo Sensible), le parece caótico, dominado por el cambio,
la multiplicidad, la finitud, etc. Considera que debe existir otro mundo (Mundo de las Ideas) en
el que impere el orden. Un mundo eterno, estático, inmutable. Este “otro mundo” será el real,
donde reside el ser y, por ende, la verdad. Frente a este, nuestro mundo tiene realidad solo en la
medida en que copia al real. Nuestro mundo es sólo apariencia.

Precisamente las características por las que “este mundo” es rechazado por Platón, son las
que demuestran, según Nietzsche, su realidad. Lo real es el devenir, el cambio, la generación,
la muerte… El Ser, tal y como lo conciben Parménides y Platón, y en esto cita Nietzsche a
Heráclito (único filosofo que salva de la quema), es una ficción vacía. El dualismo platónico es
una afrenta contra el mundo, un desprecio de lo único que tenemos: la vida.

En relación con el conocimiento Platón, y la tradición que le sigue, considera la razón,


instrumento del alma, como la única instancia capaz de guiarnos al conocimiento, a la
verdad. El alma posee la razón (al menos una parte racional), que si está guiada por un método
adecuado (la dialéctica), la conducirá al conocimiento de todas las verdades que se proponga, en
este caso, al descubrimiento de las Ideas. También Platón (y el resto de la metafísica occidental) se
caracteriza por el despreciar los sentidos, y por tanto el cuerpo que los alberga, al considerarlos
incapaces de llevarnos a la verdad. Platón afirma que sólo nos pueden aportar opinión (doxa), no
verdadero conocimiento (episteme). Descartes también los rechazará al ser poco fiables para
construir la ciencia.

Nietzsche, al contrario, realiza una defensa de los sentidos. Estos no nos engañan nunca,
mostrándonos la multiplicidad, el cambio, el movimiento, es decir, el devenir nos enseñan la
realidad. Quien nos engaña con su prejuicio es la razón. Ella transforma el testimonio de los
sentidos convirtiéndolo en conceptos que nos hacen concebir las cosas como dotadas de unidad,
duración, esencia, etc. Los conceptos (las Ideas) suplantan, y nos hacen olvidar, la vida. La
razón momifica la realidad. El lenguaje es el mayor aliado de la razón en este fraude, pues
propaga incesantemente los conceptos. Para evitar este engaño del lenguaje propone Nietzsche
la metáfora. La verdad absoluta en que creían Platón y Descartes es imposible para
Nietzsche. La verdad no es más que un error, provocado por la forma de funcionamiento de la
razón, aunque sea útil.

La concepción del Hombre de Nietzsche es opuesta a la de la filosofía tradicional. Platón


identifica al hombre con el alma. El cuerpo no es más que su cárcel. El alma pertenece al
mundo inteligible, su estancia en “este” mundo es accidental y transitoria. El cuerpo es
además el centro de todos los males: nos confunde con sus sentidos, nos ata al mundo con sus
pasiones complicando el ascenso al mundo de las ideas. El hombre debe liberarse, purificarse de
su influjo negativo. El hombre alcanzará la virtud y la felicidad mediante el conocimiento
(intelectualismo moral).

Nietzsche, muy al contrario, valora el cuerpo: sus sentidos y sus instintos naturales. Los
sentidos nos mostrarán la realidad del devenir. Frente al intelectualismo de Platón afirma que los
instintos deben guiar nuestros actos. El único comportamiento con sentido es la fidelidad a la
tierra, al cuerpo, a los instintos. Lo demás son añadidos mentirosos.
Comparación Platón – Nietzsche nº 3

Nietzsche ha realizado una relectura crítica de la filosofía platónica hasta extremos


insospechados, derribando uno de los pilares fundamentales de la Filosofía de Occidente. Con esta
crítica demoledora los mismos cimientos de nuestra cultura se han tambaleado (de ahí el título
de su obra “El crepúsculo de los ídolos”, cuyo subtítulo del mismo modo acompasa dicha crítica:
“Filosofía a martillazos”).

Platón, con su dualismo ontológico (división y separación del ser o realidad en sensible e
inteligible) afirma que la única realidad verdadera es el ámbito inteligible, porque es el único
universal, necesario, inmutable e independiente de los sujetos. El mundo sensible, aparente,
es un ámbito de segundo orden, consecuencia del inteligible del que recibe su esencia gracias a la
participación.

Nietzsche rechaza la contraposición platónica entre el mundo verdadero o suprasensible


y mundo aparente o sensible. Para él esto es un ataque contra la vida. Considera que el mundo
trascendente no existe y que lo inventó Platón para devaluar el mundo sensible. Cree que el
único mundo existente es el nuestro, terrenal, sensible, en el que realmente vive el hombre.

Por ello concluye Nietzsche que la cultura occidental está viciada desde su origen, desde
Sócrates, y especialmente gracias a Platón, con el que nace la sobrevaloración de lo racional, de
lo conceptual, en detrimento de la vivencia inmediata, de la pasión, de la creatividad, etc.

La filosofía platónica, que según Nietzsche es una negación de la vida, trae consigo el
dogmatismo tanto a la filosofía como a la moral, religión, etc. Para la filosofía platónica la
verdad es universal y necesaria y descansa sobre lo inteligible. Del mundo sensible, según
Platón, sólo es posible una opinión, conocimiento no verdadero. La filosofía platónica pone el
ser, la verdad, en lo ideal, fijo, eterno. Esto es algo que Nietzsche critica afirmando que con
Platón la metafísica inicia un proceso de inmovilización de la realidad ontológica, del ser. La
razón, para Nietzsche, inmoviliza, paraliza, cosifica lo que es el devenir. Por ello, la metafísica
refleja un mundo al revés pues habría que partir no de conceptos (Ideas como afirma Platón) sino
de intuiciones de lo sensible y cambiante, que es lo auténticamente real. Esta es la razón por la que
Nietzsche ataca los principales conceptos metafísicos (las Ideas platónicas) considerándolos
como engaños gramaticales o del lenguaje. Hay que recuperar a Heráclito, filósofo del
movimiento, en detrimento de Platón y Parménides, filósofos del ser “estático”.

Pero la crítica nietzscheana no es sólo metafísica y epistemológica. También se opone a


la moral. Es decir, no sólo critica a Platón porque falsee la realidad y nos lleve al error, sino
porque ataca a la vida. La crítica que hace a la moral platónica-cristiana se centrará en su carácter
contranatural. Es una moral que se dirige, según él, contra los instintos de la vida, pues ha
servido para condenar los valores propios del hombre superior a favor de los del hombre
débil; frente a la audacia, la alegría, la violencia, etc. ha opuesto la compasión, la
resignación, la humildad, etc. Detrás de la moral cristiana está el platonismo. El hecho de
distinguir entre mundo auténtico y mundo aparente hace que desprestigiemos al auténtico (que es
el “aparente”) y corramos tras la ilusión de los sueños.

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