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A partir de las prácticas y el registro de lo que queda luego de pasadas las horas, podemos
reinventar evaluar y nuestro actuar como sociedad al respecto, y el legado que dejaremos
en nuestros niños, adultos del futuro, en el marco de la educación musical y cultural.
Manifiesta que “…todo lo que se produce en la niñez no es una cosa aleatoria ni neutra”.
“Es un producto histórico complejo que está atravesado por la representación de infancia
que tienen los adultos, cambiante en cada cultura y en los distintos tiempos y sujeta a
otras variables de las que no se excluyen los intereses comerciales”.
Según la autora la canción tiene vital importancia, porque “…es discurso que amalgama
palabra y música, es cobijo de sentido en el presente y a la vez lugar privilegiado para la
memoria…” “… la palabra y la música en su entrelazado dicen algo. Son símbolo que
crea sentido”.
Observamos a partir de una práctica reflexiva que a la hora de elegir material infantil hay
una presencia de un mercado a través de los medios de difusión, que propicia el consumo
de productos en los que se filtran desigualdades, estereotipos y exclusiones.
También es cierto que hay que tener una mirada más macro y ver las líneas que se bajan
desde el Estado y que es lo que se espera en Educación y particularmente en Musica hoy.
La autora central nuestra, realiza reflexiones de la estética de la escuela hoy en día, en
relación a decisiones concretas y a la política de Estado vigente, subrayando la
importancia que tiene la música en la escuela, el modo de escucharla, interpretarla y
producirla, además del repertorio seleccionado. Resalta la responsabilidad de padres,
docentes, pedagogos y otros sujetos, en favorecer la apropiación de otras formas
culturales, cuando eligen un repertorio determinado para que escuchen los niños:
“Conocer para elegir” “…ampliar el horizonte de la infancia…”
La infancia y la música
Violeta de Gainza habla de tres etapas: la primera etapa sería de absorción, la segunda
de favorecer la libre expresión y la tercera, de integración y alfabetización.
La segunda etapa comienza un poco más tarde, cuando el bebé ha aprendido a caminar
y posee mayor autonomía motriz y un repertorio más rico de movimientos. Es la época
del jardín maternal, de expresión y socialización, el período en que esa personita
empieza a producir algo propio, a mostrar lo que tiene adentro (aunque hoy en día puede
afirmarse que el bebé se comunica desde muy temprano, desde el nacimiento). Para
favorecer el desarrollo del niño, es deseable que éste reciba una estimulación temprana,
siempre que la misma no se limite a entrenarlo para repetir mecánicamente lo que le
dice o le indica el adulto. Las formas de estimulación temprana deben ser adecuadas,
cuidadosas, para no llegar a transformarse en sobre estimulación, algo que en la
actualidad abunda, no sólo en nuestro ambiente sino en todo el mundo.
Tomando como base el libro Canten señores cantores, de Violeta de Gainza y Guillermo
Graetzer, diremos que fue propósito fundamental de este trabajo contribuir al desarrollo
de la educación musical, poniendo en manos de los maestros y profesores de música un
material auténtico, capaz de influir activa y positivamente en nuestros niños y jóvenes a
través de las distintas etapas de su formación.
La creación de esta obra pareció ser lo más indicado para remitirse a las fuentes mismas
del canto popular, infantil y folklórico. Se dice que no hay nada más adecuado para la
sensibilidad de un niño que esas melodías a veces seculares -aunque lamentablemente
cada vez más olvidadas- y esos versos que, por la gracia y frescura de su contenido, se
dejan repetir hasta el cansancio por chicos y grandes.
En cuanto a la autenticidad de las canciones, los autores se han ajustado a las versiones
originales, salvo en el caso en que alguna irregularidad rítmica o melódica ponía al
descubierto imperfecciones individuales de la versión a la cual sin duda se remitió
fielmente el folklorista. Al eliminar estas notorias irregularidades, tenemos el propósito
de restablecer la forma original.
La intención de los autores es aspirar que este cancionero contribuya a impulsar la tarea
en que nos hallamos empeñados actualmente los maestros y profesores de música:
lograr que los niños argentinos amen y canten sus canciones, ya que éste es el medio
mejor y el más directo de prepararlos para el goce de la música.