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La presente traducción ha sido llevada a cabo sin ánimos de lucro, con el

único fin de propiciar la lectura de obras cuya lengua madre es el inglés, y


no son traducidos de manera oficial al español.
El staff de Lucky Girls apoya a los escritores en su trabajo, incentivando la
compra de libros originales si estos llegan a tu país.
Todos los personajes y situaciones recreados pertenecen al autor.

Queda totalmente prohibida la comercialización del presente documento.

¡Disfruta de la lectura!

Lucky Girls
Traducción
Loly e Ivi

Corrección y diseño
Ivi
Staff
Dedicatoria.
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
A. Quinn.
Para Dax y Julian.
EL PRIMER VUELO

Traducido por Ivi

—¿Riddley’s o Zenith1? – preguntó.

La primera vez que la vi, me enfrentaba a esa decisión alteradora de vida.


Apenas escuché las palabras que dijo mientras observaba los objetos en
mis manos, contemplando la filosofía de la elección. Si escogía mi mano
derecha me aventuraba dentro de un nuevo territorio, la adrenalina de lo
desconocido y la posibilidad de la decepción. En la otra mano,
literalmente, yacía lo tradicional y familiar. La certeza de la función y el
placer. Miré por encima de los chicles por un segundo para encontrar mi
mirada reflejada en el brillante mostrador. Realmente debí haberme
afeitado.

Decidí ignorar el hecho de que estaba usando una camisa de franela y


jeans. No mis casuales jeans de viernes, sino mis jeans de fin de semana.
Hay una diferencia. Levante la mirada de mis manos para encontrar la
suya. Ella era simplemente una chica, una mal paga empleada de un
aeropuerto, pero tenía el rostro más bello que jamás he visto, con grandes
ojos azules y labios carnosos. Profundas palabras fluían de esos labios por
segunda vez, perforando mi estupor momentáneo.

Ella esbozó una especie de sonrisa divertida.

—¿Riddley’s o Zenith?

1
“Riddley’s y Zenith son marcas de chicles.
Esa era la pregunta, ¿no? El viejo o el nuevo, lo certero o lo tentativo. Lo
que ya tenía o lo que nunca había intentado.

Vamos, salta sobre el abismo, se valiente, se atrevido…

—¿Difícil decisión, verdad? – preguntó, sin señales de condescendencia.

Solo pude asentir de acuerdo, perdido una vez más en sus ojos.

—Verás, la cosa es que Riddley’s es de la vieja escuela, ¿verdad? Pero la


vieja escuela no es necesariamente algo malo. Zenith es todo brillante y
moderno en ese pequeño envoltorio de paquete de cigarrillos. La vida es
toda sobre el envoltorio, ya sabes. Lamentablemente, la mayoría de las
personas jamás consideran el punto crucial. — Ella se apoyó sobre los
codos en el mostrador, luciendo como si entendiera el peso detrás de mi
decisión.

—¿Y cuál es el punto crucial?— me sorprendió que pudiera encontrar mi


propia voz.

—El sabor. ¿El empaque hace que sepa mejor o peor?

Lo consideré durante un momento.

—No hace a la diferencia, a menos que la compañía ponga más recursos


en hacerlo mejor, enfatizando más o menos en el sabor.

—Exactamente. Las envolturas son insignificantes. Es sobre lo que hay


dentro, lo mismo que las personas. – Cruzó sus brazos sobre su pecho, e
intenté muy duramente n mirar.

—¿Qué quieres decir?

—La gente es exactamente igual al chicle. ¿Quieres saber por qué? – se


inclinó más cerca de mí, una vez más sobre sus codos.
Me encontré a mí mismo imitando su posición sobre la dura superficie del
mostrador.

—Sep, quiero saber por qué.

—Mira el exhibidor por un segundo. – señaló la extensa variedad de chicles


en el costado de la caja registradora.

Hice un inventario de ellos, prestando atención a como lucían cada uno de


ellos, la forma en que estaban envueltos.

—¿Qué ves? – preguntó.

—Bueno, allí están los de la vieja escuela, como dijiste. Riddley’s y


CinnaDent y Fruit Juice, e incluso ChicleBits. Y luego esta los nuevos
clásicos como Zenith y PolarIce y también los calientes y exóticos tipos
como 7. Oh, sí, están los que lucen amigables también. BubbleFun y Zebra
Stripes.

—¿Y qué quieren decir?

Mientras observaba sus ojos, los que parecían brillar por alguna razón,
entendí su punto.

—Se trata de lo que uno supone, ¿verdad? Lo que crees que encontrarás
cuando los desenvuelvas.

Su sonrisa me cegó.

—Wow, debes ser la primera persona a la que se lo he preguntado, que


respondió de la forma correcta.

Me reí en voz baja.

—¿Haces esto con cada uno que viene y compra chicle?


—Oh, no. Definitivamente no, solo con aquellos que lucen como que tienen
un cerebro. Generalmente me decepciono.

—Wow. Creo que podrías vender cualquier cosa con ese método. – Ignoré el
cumplido de que ella creía que tenía un cerebro; no quería que cambiara
de idea.

—Eso creo. Debo mantenerme ocupada de alguna manera. Siempre


intento unir a la gente con el chicle que son y el chicle que creen que son
antes de que escojan – dijo con una sonrisa.

Tuve que tomar ventaja de esa puerta abierta.

—Así que, ¿qué tipo de chicles crees que pienso que soy?

—Eso no es justo. Comenzaras a darte cuenta de mis secretos si te lo digo.

Quería conocer esos secretos, realmente.

—Dímelo de todos modos, no lo voy a dejar pasar. Lo juro.

—Hummm – se tocó los labios con un dedo—. No, no ahora mismo. El


chicle me habla, y no puedo traicionar su sabiduría masticable. Te dejo
una pieza más de filosofía, un juego de palabras. La vida es acerca de la
forma en que nos empaquetamos a nosotros mismos debido a supuestas
envolturas. Es un círculo vicioso, el tira y afloja de estereotipos frente a la
verdadera identidad. — Ella aún sonreía, pero la agudeza de su mente le
daba una ventaja a su humor.

—Bien, cambie de idea. No eres solo una vendedora de chicles. Eres una
filósofa del chicle – reí.

Ella me dio una verdadera carcajada de corazón, un sonido tan extraño en


mi triste mundo corporativo, y lo consideré un regalo.

—Lo tomaré. Así que, ¿Cuál?


Señaló mis manos que aún sopesaban las opciones. Sabía la respuesta,
porque si ella no estaba dispuesta a darme una, yo sí.

—Ambos – le di mi tarjeta de débito.

—Eres un engreído, ¿verdad? – Tomó la tarjeta y la observó.

—¿Hay algo mal? – Me preocupaba que la cinta magnética se hubiera


desprendido de nuevo.

—No del todo. Solo viendo su tú nombre coincide con tu envoltura. Nate.

—Bien, ahora eso no es justo. Estas haciendo todo tipo de suposiciones, y


yo no tengo nada para llevarme. Dame algo, ¿por favor?

Ella se enrojeció por algún motivo, pero más que traicionar su vergüenza,
el sonrojo la hizo lucir como a Blanca Nieves de la mejor manera posible.

—Anaabelle. Mi nombre es Annabelle.

Asentí sabiamente.

—Parece que tu método funciona bien. Tu nombre ciertamente coincide


con tu envoltorio.

—¿Así que estás siendo cursi a propósito o solo es algo natural?

—¡Ey! Solo estoy usando tu lenguaje, y tus conceptos. No soy el culpable


de la cursilería.

—Cierto, cierto. Aun así, quiero culparte, así que lo haré. ¿No tienes un
vuelo que tomar o algo?— no lo dijo como si quisiera librarse de mí;
parecía que nació de la preocupación.

Miré mi reloj y me ahogué apenas.

—Mier… bueno, ha sido… genial, Annabelle. Diviértete con la filosofía del


chicle.
—Lo haré, y que tengas un buen vuelo. – meneó una mano mientras yo
caminaba hacia atrás.

Atrapé su mirada por una fracción de segundo antes de que girara en la


esquina, corriendo hacia mi salida mientras las puertas cerraban.

Mientras me acomodaba en mi cómoda rutina en el avión, todo lo que


podía ver eran aquellos ojos azules y envoltorios de chicle. Tomé un trozo
de Riddley’s y de Zenith y comencé a mascarlos al mismo tiempo. El avión
rodó y despegó, mis oídos no hicieron pop, porque el chicle hizo su trabajo.
Sonreí para mis adentros, pensando que la extraña combinación dejó un
sabor fantástico en mi boca.
EL SEGUNDO VUELO.

Traducido por Ivi

Vete a la mierda, Señor McPsycho, y tu pequeño perro también. No, gato. Me


gustan los perros.

Una vez más me encontré esperando en la línea de seguridad del


Aeropuerto Sea Tac2, contrariado y deseando desesperadamente cambiar
de trabajo. Cambiar no era una opción de momento, pero un hombre
puede soñar.

Aparentemente, Frank McCarthy, también conocido como “El Jefe”, decidió


que hice un excelente trabajo iniciando la nueva sucursal de la compañía
en Los Ángeles el pasado lunes, que me asignaron trabajos de supervisión
permanentes. Debía viajar al sur de California cada lunes y asar tres días
allí. El único lado bueno era que tenía un largo fin de semana todo el
tiempo.

Pasé por la seguridad con una sola mirada de repulsión por parte de la
agente femenina de la seguridad aeroportuaria que me pasó el escáner
corporal (a la mierda esas cosas, de todas maneras), e intenté pensar que
hacer con la hora restante que me quedaba antes de abordar. Luego de
comprar café y una rosquilla de desayuno, solo una cosa fue hecha.

Busqué mi usual kiosco de revistas, snaks y chicles, cambiando de idea en


el último minuto. Verás, la semana pasada la fila había sido absurdamente

2
Aeropuerto Sea—Tac, en Seattle, EUA.
larga, por lo que fui a un kiosco diferente, cerca de mi terminal, el único
con una mujer, Annabelle.

Caminé rápidamente, decidiendo que mi “usual” debía cambiar si ella


estaba de nuevo allí. Y estaba. Era un extraño día soleado en Seattle, el
clima en el aeropuerto generalmente es mucho peor que el de la ciudad
propiamente dicha. La luz del sol inundaba las enormes ventanas con
vistas a las pistas de aterrizaje, que iluminaban su cabello castaño rojizo,
prendiéndolo fuego.

Incluso la estúpida verde amarillenta camisa que debía usar para el


trabajo no lograba apagar su esplendor. Era extravagante respecto a mis
cumplidos, al menos en mis pensamientos. No había nada de malo si no
los dices en voz alta.

Hasta ahora en mis viajes, me había vestido como cuando nos conocimos,
cambiándome con mi traje cuando arribaba, pero puede que— tal vez— me
lo hubiera puesto a propósito esta vez. Sin jeans de fin de semana esta vez.
Ni camisa de franela. Y me afeité.

Miré alrededor del kiosco para tomar un diario antes de méteme en la fila.
El chicle debería esperar hasta que pudiera hablar con ella. El aeropuerto
era lento por lo general cerca del mediodía, por lo que no había nadie en la
fila detrás de mí, un acontecimiento por el cual estuve agradecido.
Mientras me acercaba, su vista estaba focalizada en el mostrador, donde
contaba el cambio del último cliente.

—Me gustaría comprar algo de chicle, pero creo que necesitaré de tu


asistencia – dije, inmediatamente haciendo una mueca por mi vulgaridad.

Sonrió incluso antes de levantar la vista. Sus ojos eran tan encantadores
como los recordaba, y me forcé a no mirar embobado.

—¡Oye, tu! — dijo de una manera feliz.


—Hola a ti.

—Humm, creo que prefiero nuestros nombres en lugar de los pronombres.


Son algo impersonales.

—Probamente tengas razón, Annnabellle – estiré las silabas de su nombre,


pensando en la placentera forma en que mi lengua se envolvía alrededor de
las “L”

Y ahí estaba la mancha rosada de su sonrojo.

—Lo recordaste.es un poco sorprendente.

Mi frente se frunció con perplejidad.

—¿Por qué?

—Tal vez no por ti. Eres un tipo de hombre—extra terrestre, ya sabes.

El cambio de dirección me tomo por sorpresa.

—Humm, cada lunes ahora. Es una cosa del trabajo.

No estaba seguro de a que se debía su sonrisa.

—Bien, entonces, debes averiguar cuál es el tipo de chicle para cinco


personas.

—¿Cómo se supone que lo haré si no conozco el método?

—El método es algo individual. Lo tienes o no, así que supongo que lo
averiguaremos.

—Bien, pero tendré un ejemplo… — Abrió la boca para discutir, pero


arremetí—. No, no, espera. No necesito las razones o el proceso, solo el
resultado final. Para una persona.

—No tú. No creas que ignoro tus maneras de hacer trampa, y no te diré en
lo absoluto cuál es tu tipo de chicle.
Alcé mis manos en forma de rendimiento.

—Bien, bien. Tú ganas. Una persona cualquiera entonces, el siguiente en


la línea.

—Trato. – Miró por encima de mi hombro—. Y no tendremos que esperar


demasiado. Objetivo localizado, prepárate para el impacto.

Me reí en voz alta, atrayendo la atención de varios transeúntes, pero no me


importó una mierda. Me hice a un lado, pretendiendo ver
intencionalmente las revistas cerca de la registradora. Atrapé los ojos de
Annabelle repasando al cliente, un tipo de mediana edad con una
incipiente calvicie y una creciente barriga cervecera. Llevaba un traje, pero
era barato y tenía el brillo del poliéster. No como mi traje, que era el mejor
que tuve.

El hombre se dirigió hacia los aperitivos y las revistas de hombres y casi


tuve miedo de que no comprara chicles, hasta que tomó algo del surtidor.
Antes de poder ver el paquete miré a Annabelle, obligándola a encontrarse
con mi mirada. La suya era inquisitiva, y alcé mi mano derecha para
señalar “7”

Se sonrojó mientras asentía en aprobación. ¡Sí! Estaba en el camino


correcto, simultáneamente preguntándome por qué encontraba tan
importante impresionarla con mis habilidades de adivinador de chicles.
Tan pronto como el tipo pagó, me volví hacia la registradora.

—Muy bien, extraterrestre, dame tus supuestos – demandó—. Dijiste siete


por lo que él tomó, ¿verdad?

—Sip. Y lo mantengo. Jamás mejor dicho.

—¿Qué sabor? – persistió con una larga carcajada.

Me sonrojé por algún motivo.


—Realmente no conozco los sabores. Lo siento.

— Ignoramus3— murmuró, sacudiendo la cabeza pero aun sonriendo—.


Solo dime los sabores más comunes. Solo se esconden debajo de nombres
elegantes, eso es todo.

—Bueno, cualquiera sea el sabor sexy. Ese siempre es el exótico, así que
apostaré a ese porque el tipo se cree muy caliente.

—Tómalo – sugirió haciendo un gesto hacia el surtidor.

Reflexioné sobre la fila de 7 por un segundo antes de seleccionar el sabor


“Poción”. El paquete tenía este color rojizo que parecía "caliente"
combinado con el nombre.

—Ahora toma el que realmente era el tipo.

No dudé, el dejándolos a ambo en el mostrador frente a ella.


Ella se echó a reír.

—¿Chubba Wubba? Eso es genial. Ahora dame las razones.

—Bueno, creo que es un Chubba4, apodo apropiado para nuestro pequeño


amigo regordete, y te apuesto a que larga una gran cantidad de aire
caliente.

Su mirada se posó en mis ojos, y se quedó quieta durante el tiempo


suficiente como para hacer que me retorciera.

—Sí, definitivamente la tienes

—¿La tengo?

—La cosa. La cosa de buen escogedor de chicles.

—Es bueno saberlo. ¿Cuáles fueron tus elecciones? – presioné.

3
Ignoramus: locución latina para “ignorante”.
4
Chubba, juego de palabras con en inglés “chubby”, en español regordete
—Desde que lo has hecho bien, realmente no tengo que decírtelo.— Ella
volvió a la sonrisa satisfecha, el pequeño momento de extraña seriedad se
disipó.

—¿Estás diciendo que escogimos lo mismo, entonces?

—Puede haber más de una evaluación correcta.

—Solo dímelo. Dijiste que lo harías. – Hice un puchero de niño pequeño,


ese con el que mi hermana siempre dijo que podría conseguir lo que
quisiera. Eso hizo que Annabelle se sonrojarse de nuevo por alguna razón.

—Bien, tú ganas. También predije el 7, pero él es realmente un chico de


Iceblocks PolarIce, aunque realmente, realmente me gusta Chubba
Wubba.

—¿Por qué Iceblocks?

—Porque es totalmente cuadrado5 — dijo ella, con una explosión de risa.


Me uní a su risa hasta que mis ojos se humedecieron, porque no pude
evitarlo. Después de varios minutos, Annabelle se extendió sobre el
mostrador con la frente tocando en contra de ella. Varios clientes con
obviamente la intención de comprar algo se apartaron burlones y con las
cejas levantadas de manera extraña.
—Ey, creo que te estoy costando el negocio en este momento.
Miró a los no—clientes que se retiraban rápidamente.

—Que se jodan ellos y su falta de sentido del humor. Esto es lo más


divertido que he tenido en este trabajo.

No pude evitar la absurda y engreída mueca que se extendió por mi rostro.

—¿En serio?

5
Iceblock: cubos de hielo.
—Totalmente.— Se inclinó sobre el mostrador para susurrar—: Trabajar
en un quiosco de basuras en el centro de un aeropuerto ajetreado no es
realmente un sueño.

Me quedé muy cerca suyo, tal vez incluso demasiado.

—¿Por qué quieres trabajar aquí?

Ella no se alejó de mi proximidad.

—Bueno, me encantan los aeropuertos. Yo realmente, realmente amo los


aeropuertos, así que pensé que sería divertido trabajar en uno, y este fue
el único trabajo que me contactó cuando lo solicité.

—Tengo algunas preguntas acerca de lo que acabas de decir, pero en


primer lugar, ¿por qué te gustan los aeropuertos?

Su hermoso rostro adquirió una expresión soñadora, lejana.

—Me encanta viajar y simplemente volar en general, ir y venir, y observar a


la gente. ¡Los aeropuertos son tan emocionantes! Quiero decir, existe la
tensión constante de la seguridad, pero al mismo tiempo, las personas son
sólo personas. A veces me paso los descansos en el balcón que da a la
sección de reclamo de equipaje. Me gusta ver cuando la gente se encuentra
y los saludos. Todo es realmente feliz. ¿Dónde más se puede ver a la gente
de todo el mundo y darte cuenta de que por debajo de las lenguas y la
ropa, somos realmente lo mismo?

Me asomé a sus grandes ojos, encendidos de pasión.

—Está bien. Nunca lo pensé de esa manera.

—La mayoría de la gente no lo hace. — Su expresión cayó un poco—. No


lo amo menos, pero es como que apesta ver a todas estas personas
llegando y volando a todas partes, mientras que yo me tengo que quedar
aquí, vendiéndoles chicles. Sólo de vez en cuando, me gustaría ser la
persona que sube al avión.

—¿Hay algún otro puesto de empleo? ¿Así podrías tener más tiempo para
volar? — le pregunté, de alguna manera muy triste por ella.

Annabelle se encogió de hombros.

—No lo sé, la verdad. No lo he comprobado desde hace tiempo, así que


supongo que debería, pero no quiero dejar de trabajar en el aeropuerto
todavía. Mis opciones son limitadas.

Sentí que la curiosidad crecía y tomaba el control.

—¿Cuáles son tus habilidades? Tal vez deberías buscar fuera de la venta al
por menor, también.

—Vaya, esa es una expresión muy seria en tu rostro. — Ella pasó un dedo
en el pliegue de mi frente para suavizarla.

Dejé que lo hiciera hasta que dejó caer la mano. Mi rostro se sonrojó, y el
lugar donde su piel tocó la mía se sentía como que una abeja la hubiera
picado.

—Soy un tipo serio de amigo — le dije a falta de otra cosa.

—Oh ¿en serio? Si tú lo dices, Chubba Wubba. En cuanto a las


habilidades, hice esa cosa estúpida en la universidad en la que me
especialicé en comunicaciones, porque no pude pensar en otra cosa. Junto
con otro billón de personas.

—No lo sé. Un aeropuerto parece como un lugar ideal para un grado de


comunicación supuestamente inútil. Debes mirar a tu alrededor.
—Bien, bien. Lo haré, te lo juro. Ahora, te estoy echando ni nada, pero una
vez más, ¿no tienes que tomar un vuelo? — preguntó, su ceño fruncido en
aparente preocupación.

Por segunda semana consecutiva, miré mi reloj y locamente me revolví


para recoger mis cosas. Dudé por un momento.

—Necesitas el chicle — dijo sonriendo—. ¿Cuál?

—Los tres. —Me satisfizo cuando tomó los paquetes de Chubba Wubba,
Iceblocks, y 7 y los empujó en mi dirección.

—Págame próxima semana, Nate.

—¡Gracias!— Mi gratitud arrastraba detrás de mí cuando me lancé a la


puerta. Tenía una sonrisa tan idiota pegada en mi cara que la azafata debe
haber pensado que estaba loco.
EL TERCER VUELO.

Traducido por Loly

Tal vez no era tan buena idea ir al aeropuerto una hora antes de lo
habitual. Tal vez ella podría pensar que era un acosador o conseguiría
ponerla completamente molesta conmigo por quedarme alrededor de su
kiosco durante tanto tiempo. Tal vez debería haberme puesto mi traje en
lugar de mis vaqueros ligeramente mejores de los fines de semanas. No
tengo tiempo para la moda; al menos eso es lo que me dije a mí mismo
cuando me subí al taxi.

Tal vez lo que necesitaba era que alguien me diera una bofetada en la
parte posterior de la cabeza y le dijera a mis divagaciones internas que se
callaran.

O tal vez sólo necesitaba ver la enorme sonrisa que se apoderó de su rostro
cuando vio que me acercaba. Había una mujer más bien joven en el
mostrador entre nosotros, mirando al estante de los chicles.

Annabelle me lanzó una mirada con una ceja levantada, y supe que sólo
tenía unos segundos para hacer mis conjeturas. Giré hacia un lado para
poder ver el rostro de la mujer, y las respuestas me vinieron
sorprendentemente rápido.

Me hamaqué sobre los talones con las manos metidas en los bolsillos
mientras la mujer pagaba, de forma rápida reclamando mi lugar frente a
Annabelle, una vez que ella se marchó.
—El calor está encendido6, Nate. Dámelo— dijo en una manera que llevó
mi mente a lugares sensuales.

Sacudí ese pensamiento tan sutilmente como pude.

—Ella piensa que es una PolarIce Blizzard, pero ella realmente es


Dentos.— Asentí con confianza.

—¡Has estado investigando!— exclamó con una cantidad extraña de


alegría.

Pude sentir cómo me sonrojaba, me sentí todo patético por pasar horas
durante la semana pasada, en realidad, estudiando los chicles.

—Um, tal vez. ¿Cómo lo sabes?

—Blizzard es bastante nuevo. Acabamos de empezar a traerlo esta


semana, y sin duda no habrías sabido de él si no estudiaras sus marcas,
señor.

—Bueno, no quiero perder— le dije tímidamente.

—Eso es bien exagerado, y algo impresionante. Ahora dame razones. —Su


expresión era una que no pude descifrar.

—Ella piensa que es todo eso. Quiero decir, ella quiere ser distante y
moderna y nerviosa, por lo que el chicle de moda con el exterior frío es
perfecto. En realidad, ella es increíblemente aburrida y anodina como
Dentos.

—Muy interesante. A pesar de que era una especie de moderna— dijo


pensativa.

—¿En serio? Supongo que eso habla de lo poco moderno que soy. Ni
siquiera puedo reconocerlo.

6
El calor está encendido: es una frase que se usa para denominar situaciones difíciles, de aprietos.
—Lo moderno está sobrevalorado. Yo la imaginé como ThreeDeep y
ChicleBit.

—¿Y qué compró realmente?

—LifePreservers.

—¿Caramelo?

—No, el chicle. Es como los caramelos solo...que no. Supongo que no se


puede ganar siempre, — dijo, y al instante hice un puchero.

—¿Así que pierdo este? Eso es triste.

—No, voy a dejarte ganar. Creo que los dos estábamos bien. Por lo tanto,
¿tienes un vuelo más temprano hoy?—Ella se inclinó sobre el mostrador
como solía hacer, su mirada brillante evaluándome a través de pestañas
oscuras.

Me aclaré la garganta.

—Um, en realidad no, no.

—¿Oh? Pero estás aquí temprano hoy.

—Sep.— Los nervios me hicieron correr mis dedos por mi cabello—. Estaba
aburrido, supongo.

—Supongo que sí, si realmente deseas pasar más tiempo de lo necesario


en el aeropuerto.

—Hey, ¿pensé que amabas los aeropuertos?— bromeé, de manera que no


delataría demasiado.

—Lo hago, pero tú no.

—¿Cómo lo sabes?
—Debido a que la semana pasada no entendiste de inmediato por qué me
gusta pasar el tiempo aquí. Está bien, la mayoría de las personas no lo
hacen.

—Eso no es justo. Tal vez no me gustaba el aeropuerto porque hasta ahora


sólo he pasado tiempo en ellos esperando que suceda alguna basura de
negocios. No me gusta por asociación. Un tipo puede cambiar, ya sabes.

—¿Puede ahora? Yo no sé nada de eso. ¿Qué en el mundo podría cambiar


tan fundamentalmente una ideología?

¿Estaba coqueteando conmigo? No, de ninguna manera. ¿Por qué una


chica como ella coquetearía con un aburrido, torpe idiota como yo?

Realmente no quería devolverle el coqueteo, ya que no sería devolverlo si


no hubo coqueteo en primer lugar, y yo no estaba seguro de que incluso
supiera cómo hacerlo. Tal vez la honestidad era lo mejor, pero no
demasiado honesto, porque sería malo revelarle que tenía un enorme
enamoramiento de ella...

Bueno, eso vino de la nada.

Me sonrojé locamente, tratando de responder de alguna manera que no


sonara como un perdedor.

—Um, no lo sé. ¿Agradable compañía?

Ella se sobresaltó.

—¿En serio? Eso es… como, muy agradable.

—¿Por qué estás tan sorprendida? No voy a filosofar sobre chicle con
cualquiera, ya sabes. —Hmm, eso era audaz y tan diferente a mí.

—Sí, supongo que sí.— Ella quedó en silencio, casi nerviosa.

Hmm.
Realmente no sabía qué decir, pero no quería dejarla.

Ella habló antes de que pudiera cavar mi propia fosa.

—Por lo tanto, ¿Cuál fue la elección de chicles de la mujer moderna de


hoy?

—Pero por supuesto. Estoy intentando probar todo de una vez. —Le di el
dinero de la semana pasada también.

—Hoy no tienes tu café y panecillo.— Ella me dio el cambio, el cual tiré


todo en el tarro de propinas, lo que resultó en un profundo rubor de su
parte.

—Oh, sí. No he llegado todavía, porque vine temprano y todo eso.

—Tomas el vuelo de las once, ¿verdad?

—Sí, a Los Ángeles.

—Bueno, tengo un descanso en unos pocos minutos.— Ella me miró casi


con ansiedad, todavía apoyada en el mostrador.

Santo cielo. ¿Estaba haciendo realmente lo que yo pensaba que estaba


haciendo? No había manera de que pudiera preguntarle si quería tomar un
café conmigo. De ninguna maldita manera. Simplemente no tengo las
agallas para eso.

Pero ¿y si ella pensaba que yo no quería? ¿Qué si las cosas se ponían


todas raras porque no podía reunir el coraje para decirle indirectamente
que me gustaba? ¿Qué pasaría si no podía pasar mis horas del lunes
antes del vuelo adivinando los gustos sobre chicle de la gente con ella?
Eso sería aspirar más allá de las cosas que realmente apestarían.

—Um, sí, ¿no te gustaría? Quiero decir, ¿quieres... quieres venir conmigo a
conseguir mi café? Quiero decir, no como oh bueno, ir a verme tomar mi
café, sino como en ¿quieres un poco de café, también? —Tuve que
contenerme en no pegarme en la cara por mi propia estupidez.

Ella no se rio de mí, ni siquiera un poco.

—Sí. Me vendría bien un poco de cafeína.

En realidad, sonreí entonces, viendo como ella fue a buscar su bolso y le


dijo algo a una chica que nunca había notado antes, una pequeña cosa
bajita que estaba encaramada detrás del mostrador en el lado opuesto del
quiosco. Apenas podía ver la cabeza por encima de la partición que
sostenía las revistas "malas" envueltas en papel de aluminio.

Annabelle abrió el panel del mostrador y echó llave antes de venir junto a
mí. Era más baja de lo que pensaba, su cabeza llegándome justo debajo de
mi hombro. El suelo del kiosco debía estar un poco levantado.

—Por lo tanto, ¿eres una persona de café?— le pregunté sin razón


aparente cuando empecé a ir a mi habitual Starbucks en el área de la
terminal principal.

Ella se rio un poco.

—Sí, ¿por qué?

—Sin razón. Sólo pensé que tal vez podrías ser una bebedora de té.

—Ah, ahora que has entrado en el territorio de una nueva filosofía entera…
Hey, ¿vas al de la terminal central?

—¿Sí, por qué?

Su nariz se arrugó, y ella dejó de caminar.

—No vayas a esa. Joe Cochran trabaja allí, y es un caso perdido. En


cuanto atiende a un tipo que es más atractivo que él, les cobra demás.
Mis ojos se abrieron con su comentario. Ella se sonrojó profusamente y
miró al suelo. No dije nada aunque realmente, realmente quería hacerlo.

—Bueno, supongo que es por eso que mi café con leche previo al vuelo me
cuesta siete dólares cada semana. Pensé que sólo eran recargos del
aeropuerto o algo así.—Mi tono casual desactivó su vergüenza, gracias a
Dios.

—Sí, eso es ridículo.— Ella finalmente levantó la vista de nuevo, pero no se


encontró con mis ojos—. ¿Dónde está tu puerta de embarque?

—Plataforma A.

—Hay una muy buena allí. La gente es amable, sin sobrecargos, y estarás
más cerca de tu puerta de esta manera. —Ella se encogió de hombros,
claramente luchando para superar su comentario aumenta ego.

—Suena bien. Gracias por la advertencia, también. Probablemente me


ahorrarás mucho dinero a largo plazo.

Charlamos de todo y de nada en el camino a Starbucks, discutimos acerca


de quién iba a comprar su café (yo gané, por supuesto), y nos sentamos en
una mesa pequeña justo fuera de la tienda. En ese momento, cada
apasionada palabra que dijo sobre las oficinas de correos, la gente amante
de los gatos, Radiohead7, y la existencia del Yeti fue intensamente
fascinante, pero más tarde...

Una vez que me ubiqué en el avión después de apenas haber alcanzado mi


vuelo, de nuevo, a pesar de que, literalmente, nos sentamos junto a la
puerta, todo lo que podía recordar de mi tiempo con ella era su sonrisa y
su risa y sus ojos azules brillantes.

Mi enamoramiento me iba a aplastar.

7
Radiohead es una banda británica de rock alternativo originaria de Abingdon, Inglaterra, formada en 1985.
EL CUARTO VUELO

Traducido por Loly

—DentaFree, porque quiere algo tradicional sin pasar por Riddley’s, y


Ginger Red por razones obvias.— Me reí entre dientes mientras le di mis
opciones.

—¿Y el hombre?

—Exactamente lo mismo, porque son gemelos. Quiero decir, realmente. Es


como Tweedle Dee y Tweedle Dum8.

Ella meditó por un momento con la cabeza apoyada en sus dedos


entrelazados.

—De acuerdo, los tienes a los dos. Yo les catalogué como Fruity Juice y
Ginger Red… así que sí, estás mejorando en esto.

—¿Así que eso es un doble puntaje, entonces? ¿Tengo cuatro aciertos?—


Estaba ansioso por llegar mucho más cerca de sus secretos.

—Guau, sí. Sólo uno más y ganarás. Eso sucedió rápido. —Tenía una
mirada extraña en su rostro.

—¿Hay algo que está mal hoy? Te ves decaída.—Esperaba que mi


observación no la ofendiera.

8
Tweedle Dee y Tweedle Dum: personajes de un poema de John Byron y de una canción de cuna inglesa. y
parece que provienen del hecho de enredar con los dedos o agitarlos sin ningún sentido práctico (tweedle).
(Tararí y Tarará)
Una serie de emociones cruzaron su cara con demasiada rapidez para
identificarlas. Nos sentamos uno frente al otro en el Starbucks de nuevo,
porque fui al aeropuerto temprano por segunda semana consecutiva.
Realmente odiaba sólo poder verla los lunes, pero no pude encontrar la
manera de arreglar eso sin sonar como un idiota. Tal vez estaba sobre-
complicando las cosas, pero me encontraba muy asustado ante la
posibilidad de que mi flechazo de hombre adulto fuera completamente
unilateral y ella sólo quisiera un amigo.

Annabelle interrumpió mi ensoñación.

—No es nada. Es sólo el estrés del papeleo.

Hmm. ¿Qué tipo de papeleo tenía que hacer en un quiosco? Ni siquiera era
la encargada; ella me había dicho que la chica bajita y rubia lo era.

—Sí, sé lo que es —le dije a falta de algo mejor.

Ella pareció sacudirse el extraño estado de ánimo con un encogimiento de


hombros y un movimiento de cabeza.

—Hey, ¿cuándo vuelas de regreso desde Los Ángeles cada semana?

—Los miércoles por la noche. Trabajo aquí en Seattle los jueves para
actualizar a mi jefe, y luego tengo todos los viernes libres.

—¿Siempre usas US Airways9?—Algo parecido a estrategia se reflejó en su


mirada.

—¿Sí, por qué?

—Oh, por nada. Sólo por curiosidad. —Su sonrisa cegadora estaba
destinada a distraerme, estaba seguro de eso.

9
US Airways: era una aerolínea con base en la ciudad estadounidense de Tempe, Arizona y controlada por
American Airlines Group.
Funcionó muy bien, pero todavía mantenía algo en mí. Me aproveché de su
silencio momentáneo para preguntarle algo que había pensado en el avión
la semana anterior.

—¿A qué hora inicias tu turno los lunes?

—Demasiado temprano, a las 8 a.m.

—¿Quieres tomar el desayuno la próxima semana? Normalmente no como


nada antes de venir aquí porque soy un idiota poco saludable, pero pensé
que tal vez podríamos hacer lo del café y un panecillo antes y pretender ser
normal. —Escupí todo en un confuso desastre, luchando contra el miedo
al rechazo.

Hizo una pausa, con esa mirada extraña que a veces tenía.

—¿Vendrías al aeropuerto dos horas antes de lo habitual sólo para tomar


el desayuno?

—Dah. Ya estoy viniendo aquí a las nueve, así que, ¿qué son unas pocas
horas menos de sueño? Con la agradable compañía y todo eso. —Le sonreí
con la esperanza de calmar la extraña atmósfera que nos rodeaba.

—Bueno, entonces por supuesto que quiero tomar el desayuno. Dah.

—Bien. Es una ci…. Está decidido. —Miré mi reloj por costumbre—.


También es hora de que corra hacia la puerta.

Empecé recogiendo mis cosas, y cuando me colgué mi chaqueta sobre mi


brazo, rápidamente saqué una tarjeta de visita del bolsillo y la tiré sobre la
mesa antes de que pudiera acobardarme.

—Hey, si se te hace tarde o algo así la semana que viene, mándame un


texto, así no me preocuparé. —Oh, Dios. Tan pero tan patético.

—¿Te preocuparías por mí?


—Claro. Eres mi amiga, ¿no?—Por favor, di que sí, por favor, di que sí

Había una extraña combinación de sonrisa feliz y ceja caída en su rostro.

—Cierto, Nate. Claro.

Reuní mi sonrisa más grande antes de retroceder hacia la puerta de


embarque. Tuve que mirar hacia adelante a mi boleto en mi mano, y
cuando me di la vuelta para una última mirada, ella ya se había ido.
EL QUINTO VUELO

Traducido por Loly

Mis dedos tamborileaban en mi maleta como un nervioso golpeteo de


tambor, cuando me senté en el taxi de camino al aeropuerto. Había estado
inquieto toda la semana debido al extraño destello de ansiedad en sus ojos
en nuestro encuentro pasado. Ella parecía decepcionada cuando la llamé
“mi amiga”, pero no podía entender por qué se sentiría de esa manera.
Sabía que yo le gustaba porque si no, no pasaría tiempo conmigo en
absoluto. Y hasta el momento, pasamos un poco de ese tiempo juntos
todos los lunes, tanto como pudimos.

Así que, yo le gustaba, pero no la etiqueta de amiga...

Hmm. Tal vez no era tan estúpido como para entenderlo. No quería tener
mi momento de arrogancia, ¿pero era realmente arrogante considerar la
idea de que Annabelle podría estar atraída por mí? Sinceramente esperaba
que fuera posible ya que me encontraba en una especie de estado nervioso
montado en algún lugar entre enamorándome de ella y ya enamorado.

Pasé por seguridad lo más rápido que pude, y casi de inmediato me di


cuenta de que no habíamos decidido dónde reunirnos. Me dirigí al
Starbucks habitual en la sala de Embarque A, ya que era el lugar lógico, y
respiré con gran alivio cuando vi su cabello bruñido de color marrón
captando la luz de la mañana.

—Hola— dije sin convicción mientras me dejé caer en la silla frente a ella.
La atrapé con la guardia baja por su mirada. Parecía calculadora. No
estaba nerviosa o deprimida como lo había estado, y parecía estar de buen
a juzgar por su sonrisa cegadora.

—Hola a ti también.

—Oh, ¿estamos de vuelta con los pronombres, no?

—Bien. Hola, Naaatte.

La forma en que envolvió su lengua alrededor de las "A", me dejó sin habla
momentáneamente por la sensualidad de todo ello.

—¿Estás despierto?— Ella estaba observándome con una mirada divertida.

—Um, en realidad no, no. ¿Café? —Me puse de nuevo de pie para comprar
el desayuno.

—Sí, quiero un moka blanco grande con avena. Dos de azúcar morena, sin
nueces— su respuesta era confiada.

Levanté mi frente.

—¿No hay debate sobre quién paga esta vez?

Ella sólo me miró y sacudió la cabeza. Me di la vuelta antes de que pudiera


decir algo estúpido y fui a comprarnos la comida, lo que lo hacía parecer
como si estuviéramos en una cita real. Realmente se sentía de esa manera,
ya que comimos juntos durante la siguiente hora, conversando libremente
y rozándonos los dedos de vez en cuando al buscar servilletas al mismo
tiempo. Demasiado pronto, su teléfono celular sonó en la mesa.

—Lo siento, Nate. Mi turno empieza en cinco minutos. —Se sonrojó un


poco, y estiró su mano por encima de la mesa a pesar de que no había más
servilletas.
—Oh, no, está bien. No quieres llegar tarde al trabajo. Te acompañaré.—
Me levanté de la silla y le ofrecí mi propia mano, esperando
desesperadamente que la tomara.

Lo hizo. Nunca había entendido todo eso de “ayuda a la chica a levantarse


de la silla”, aparte del obvio factor de cortesía, pero le di la bienvenida a la
excusa para tocarla. Apreté su mano mucho más fuerte y mucho más
tiempo de lo que era remotamente necesario, pero a ella no parecía
importarle. Los dos rompimos la conexión con torpeza una vez que nos
dirigimos de nuevo a su kiosco.

Una vez que se instaló detrás del mostrador, rompió el silencio.

—Así que, ¿qué vas a hacer hasta el despegue?

Me reí, ya que pensé que la respuesta era obvia.

—Había planeado vagar y fisgonear por aquí y asustar a todos tus clientes
con mi desagradable risa.

—¿En serio? Me gustaría darle la bienvenida al fisgoneo, pero tienes más


de una hora para matar. ¿No quieres sentarte en alguna parte?

Ella me estaba poniendo a prueba, la pequeña descarada. Era una señal


muy prometedora.

—Sentarse está sobrevalorado. Además, tengo una persona más que


adivinar.

—Así es. Está bien, entonces, prepararte para la hora más aburrida en la
historia.

—No es una posibilidad.

Pasamos el tiempo de esa manera, alternando conversación con merodear


alrededor del kiosco cuando aparecía un cliente. Nadie compró chicle, sin
embargo, y me preocupaba que no tuviera la oportunidad de descubrir su
método hasta la próxima semana.

Por último, me acerqué demasiado a mi hora de partida.

—Es casi la hora de despegue, Annabelle.

—Oh. Sí, claro. Lástima que la quinta suposición no sucedió.—Ella miró


hacia abajo, como si estuviera decepcionada de que tuviera que dejarla.

Realmente esperaba que así fuera, y ella tendría captar el significado


cuando dije:

—Bueno, todavía tengo una oportunidad más hoy, ¿no?

—¿Qué quieres decir?

—¿Puedo adivinarte?— Esperé conteniendo la respiración, mi corazón latía


con fuerza en mi pecho porque finalmente me había descubierto.

Ella vaciló.

—Eso es muy personal.

—Lo sé.

—No seré capaz de decirte si tienes razón. Dirá más sobre ti que sobre mí.

—¿No conoces tu propio chicle?— bromeé para tratar de aligerar su humor


repentinamente serio.

—Nadie conoce su propio chicle. En cierto modo, ese el punto.

—Entonces supongo que sabrás más acerca de mí, ¿de acuerdo?

—Sí, bien.

Aspiré profundamente, capturando su aroma a café y vainilla, mirándola


directamente.
—Crees que eres Pace, en su mayoría por lo de la vieja escuela, pero lo
suficientemente fresco como para escapar a duras penas de ser Riddley.
Una especie de anodino y mediocre. La elección segura. En realidad, eres
Solstice. Tiene el tiempo suficiente como para ser un clásico moderno, pero
lo más importante, es que eclipsas todo lo que te rodea y no tienes idea de
que lo estás haciendo. Lo único que ve todo el mundo es a ti.

Ella lució sorprendida, y casi podía ver el movimiento de su corazón


latiendo en su pecho.

—¿Cualquier persona?

—Probablemente, aunque no puedo decir con certeza acerca de alguien


que no sea yo.

Ella sonrió, pero parecía un poco congelada.

—Hasta la próxima semana, Nate. Nos vemos la semana que viene.

Me obligué a no meter la pata al decir nada en absoluto, le ofrecí mi mayor


sonrisa tonta mientras caminaba hacia en dirección a mi puerta.
EL SEXTO VUELO.

Traducido por Loly

Ella no estaba allí.

A pesar de que no habíamos arreglado nada, fui temprano para desayunar


de nuevo, pero no pude encontrarla por ningún lado. Exactamente a las
ocho de la mañana llegué a su kiosco para encontrarme su puesto
habitual detrás del mostrador ocupado por la pequeña gerente rubia. Me
encontraba muy nervioso cuando me acerqué a ella. Nervioso y un poco
con el corazón roto.

—Um, hola.— Ah, sí, eso sería comunicarse bien.

—Hola. Eres Nate, ¿verdad?—La sonrisa de la chica me informó que ella ya


sabía la respuesta.

—Sí. ¿Está hoy Annabelle trabajando?

—No, hombre, ella renunció. Su último día fue ayer. —La chica me
estudió, pero no me molesté en reorganizar mis características en algo
agradable.

Ella renunció. Annabelle dejó de trabajar en el aeropuerto debido a mí,


porque yo era el peor idiota jamás encontrado.

¿Por qué tenía que mentirme, sin embargo? Ella dijo que me vería la
próxima semana, lo que significaba ese mismo día. Debería haber estado
allí, detrás del mostrador, viéndome.

—Oh— fue todo lo que pude decir.


Me pareció oír a la chica murmurar un improperio por lo bajo, pero no
podía estar seguro.

—Le dije que era una mala idea.

—¿Qué cosa?— Estaba desesperado por cualquier información.

La chica levantó la vista.

—Soy Jess. Trabajé con Annabelle y soy su amiga. Le dije que no se


involucrara con ningún chico. Ustedes tienen pequeños egos frágiles, y no
entienden literalmente todo. Es por eso que ésta era una mala idea, ¿pero
iba a escucharme? Claro que no.

—¿Qué es lo que estoy malentendiendo?— Mis dedos agarraron el borde


del mostrador hasta que las puntas se pusieron blancas.

—Lo siento, no te lo puedo decir. Lo prometí. —Ella, al menos, tuvo la


delicadeza de sonrojarse y lucir avergonzada.

Me tiré del pelo con las dos manos antes de golpear el mostrador.

—Bien. Excelente. Siempre arruino las cosas, ese soy yo. ‘El arruina
cosas’.

Jess me dio unas palmaditas en la mano, pero la quité.

—¿Al menos quieres el chicle?

—No. No quiero ningún chicle.

Me alejé sin decir nada más, esperando catatónicamente en la puerta y


durmiendo todo el camino hacia Los Ángeles.
EL SÉPTIMO VUELO.

Traducido por Ivi

Abordé el avión en Los Ángeles el miércoles por la noche para volver a casa
a Seattle, todavía en un estado de ánimo terrible. Había acosado a todos
los empleados en el trabajo, al pobre recepcionista en el hotel, y casi todos
los demás con los que tuve contacto. Mi semana estaba completamente
arruinada. Tal vez mi mes. Tal vez mi año.

Maldita sea, realmente me gustaba. Realmente, realmente mucho. ¿Por


qué tuve que meter la pata tan majestuosamente? ¿Por qué ella no podía
gustar de mí lo suficiente como para sólo ignorar mi comportamiento
idiota? Me revolcaba en un pozo de miseria mientras meditaba la
inutilidad de mi existencia durante todo el viaje.

Tan pronto como el avión aterrizó, encendí mi teléfono de nuevo para


escribirle un texto a mi hermana. Siempre insistía en saber que había
llegado bien. Me sorprendí al ver un mensaje en espera proveniente de un
número que no reconocí.

*Nos vemos en el equipaje.

¿Qué? Mierda, debía ser de algún jefe o de alguien de la compañía. ¿Ahora


qué? Realmente no estaba de humor para ninguna reunión de último
momento.
Incluso mi aura debió haber lucido gruñona porque la gente se alejaba de
mí a medida que caminaba en dirección a la búsqueda de equipaje al darse
cuenta de la expresión en mi cara.

Era como un autómata al pasar a través de las multitudes, buscando un


rostro familiar. Esperé unos minutos, pero no iba a quedarme allí
haciendo nada sólo para apaciguar a quien me envió un mensaje sin
revelar su identidad. Ni siquiera tenía valijas para esperar. Mi impaciencia
creció exponencialmente hasta que finalmente me lancé hacia la salida
para tomar un taxi.

La vi justo a tiempo antes de pasarla por encima con mi valija de carrito,


deteniéndome con la boca abierta mientras un rubor furioso cubrió su
rostro de porcelana.

—Hola. — Ella parecía avergonzada.

—Hola. — Temí que salió más como un "laaa”.

—Bueno, te dije que te vería la próxima semana. Ésta es “la semana que
viene”.

Asentí.

Ella continuó mirando sus manos aferradas entre sí mientras les daba la
vuelta.

—Tenías razón, sabes. Acerca de mí y mis chicles, así que eso lo hacen
cinco respuestas correctas. Pero aquí está el secreto: no tengo ningún
secreto. No tengo ningún método o ideas sorprendentes sobre la
humanidad. Es sólo un juego, ¿sabes? Te dije que ese tipo de cosas para
que volvieras a verme, como cebo. Era una especie de decir ya que ahora
no tengo recompensa. Lo siento por eso.

—No hay problema — le susurré sin darme cuenta de que lo hice.


—Así que sí. Dejé de trabajar con los chicles. Hice lo que dijiste y busqué
algo más. Un trabajo con inmigración, todavía aquí en el aeropuerto.
Empiezo la semana que viene. —Su mirada se precipitó alrededor,
aterrizando en todas partes menos en mí—. Mira, sólo soy una persona
muy inepta, y durante mucho tiempo no entendí que podrías estar
interesado en mí, y luego Jess como que me convenció de que estaba
siendo estúpida, y yo tenía todo ese épico plan, y luego te hice sentir como
una mierda, y yo realmente, realmente lo siento.

—Te perdono — murmuré, todavía incapaz de hablar más alto.

—Y tú has sido sólo un gran tipo y tan amable y cuando me llevaste a


desayunar se sentía como una cita, pero yo no sabía si eso es lo que
querías, y estaba como “oh bueno, simplemente voy a dejar mi trabajo sin
ninguna advertencia en absoluto y lo encontraré en la puerta, como en
una tonta película”. Sí, eso es una gran idea, ¿no? Soy tan estúpida. —
Ella escondió el rostro entre las manos.

Y entonces me di cuenta de que de alguna manera yo la ponía tan nerviosa


como ella a mí. Durante todas esas semanas habíamos estado caminando
por los bordes de la conexión entre nosotros porque ambos estábamos
siendo completos tontos. Genial.

Me aclaré la garganta con fuerza, lo que indicó que iba a decir algo, por lo
que ella dejó de murmurar para sí misma tras el escudo de sus palmas.

—Annabelle, ¿cuál es mi tipo de chicle?

Ella se asomó por entre los dedos.

—¿Qué?

—Dime mi tipo de chicle. ¿Por favor? — Le quería dar a entender mi


punto.
Sus manos cayeron a sus costados y tomó una respiración profunda.

—Lo acertaste las primeras veces, ya sabes. Crees que eres Riddley porque
te ves a ti mismo como una cosa súper blanda que pierde su sabor muy
rápido y que luce sosa para las demás marcas. Pero en realidad eres
Zenith. Vienes en un elegante empaquetado del que ni siquiera te das
cuenta, pero a pesar de eso, el sabor es igualmente increíble en el interior.
Tienes este magnetismo del que eres completamente inconsciente, como
una estrella polar que guía a las almas perdidas, pero está fuera de su
alcance. Dios, es tan cursi.

La palma—escudo volvió a protegerla, aunque era completamente


innecesario.

—Entonces, te das cuenta de que los dos somos astronómicos chicle-


despistados, ¿verdad? En cierto modo es perfecto, al menos para mí — le
dije para hacerla salir de su prisión de mortificación autoimpuesto.

Su mirada brilló entre sus dedos.

—¿Perfecto?

—Sí. Perfecto.

Ella se sobresaltó un poco cuando mis manos alejaron las suyas de su


rostro. Le di mi mejor sonrisa mientras tocaba el pliegue en su frente, de
la misma manera en que ella me había hecho a mí antes. Le tomó un
tiempo en desaparecer, pero una vez que desapareció fue sustituido por
una sonrisa gloriosa que la iluminó como a un ángel luminiscente.
Finalmente, supe exactamente lo que quería decir.

—Así que. ¿Dónde quieres ir? — le pregunté, oh—tan—casual.

Ella se quedó pensativa por un minuto.


—Bueno, hay un buen lugar italiano no muy lejos de aquí, o podría
cocinar para ti. Soy bastante decente en la cocina.

—Es bueno saberlo, pero eso no es lo que quise decir.

—Entonces, ¿qué quisiste…? Oh, wow. ¿Realmente...? — Se veía atrapada


en su piel, como si estuviera haciendo un gran esfuerzo para contener un
repentino estallido de euforia.

—Sí, eso es lo que quise decir. Tienes hasta el lunes, yo tengo hasta el
lunes si pretendo fingir que tengo la gripe aviar mañana. ¿Dónde quieres
ir?

Ella tomó mi mano, entrelazando sus dedos con los míos y sonriendo como
una niña en una tienda de dulces.

—A cualquier parte. En un avión. Contigo.

Y realmente, ¿que se suponía que hacer con una respuesta como esa?

Enredé los dedos de mi mano libre en su pelo y, finalmente, por último la


besé con todo mi corazón en sus labios, todo mi cuerpo retumbando
salvajemente mientras ella se apretaba contra mí. Sus suaves labios eran
las cosas más hermosas que jamás sentí.

Y sabían a chicle.
A. Quinn es una escritora de romances peculiares y muchas veces
extraños. Ella es el estereotipo de profesora de español quien finalmente
cedió ante su deseo de escribir, y es probable que en sus novelas
aparezcan referencias a Jane Austen y Drácula.

Cuando no está escribiendo (inusual), A. Quinn disfruta de los viajes a


Europa, Sephora, o a cualquier venta de zapatos con la que tropiece.

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