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Verdery, Katherine (1999). The political lives of dead bodies.

Reburial and Postsocialist


Change. New York: Columbia University Press.

INFORME DE LECTURA

Verdery afirma que en la Europa medieval el robo de reliquias de santos era un gran negocio en
pos de completar los sitios sagrados. Es comparable a la práctica con los “santos” culturales (1).

Los cadáveres están lejos de ser solo elementos corporales activos en el mudo de hoy: hay que
pensar en la venta de órganos y de partes del cuerpo, en el mercado de la adopción
internacional, etc. Este libro pretende centrarse en aquellos cuerpos y huesos que han devenido
símbolos políticos y lo estudia específicamente en la Europa Oriental, durante el post-socialismo,
porque es un período que incluyó mucha actividad alrededor de los cadáveres, que implicó
significados políticos.
Para ello, hay que atender: el simbolismo político; tanto a los ritos mortuorios y las creencias,
como a las ideas respecto de lo que constituye un “entierro adecuado”; las conexiones entre los
cuerpos particulares que son manipulados y los contextos más amplios, nacionales e
internacionales de su manipulación; y la relectura del pasado y la creación o recuperación de la
“memoria” (2).

Para estudiar el tema, propone una serie de ejemplos que divide en dos categorías: los muertos
renombrados y famosos y los muertos anónimos y sin nombre. De los primeros, hay 3 tipos:
estatuas, gente famosos que fue traída desde el exterior y locales famosos que fueron re-
enterrados (4).

Las estatuas son personas muertas fundidas en bronce o talladas en piedra. Simbolizan a una
persona famosa específica, mientras en un sentido también son el cuerpo de esa persona […]
Profanar una estatua participa de una larga historia de iconoclasia […] Levantar nuevas estatuas
invierte el proceso, (re)sacralizando personas que por un tiempo no fueron relevantes (4).

Como el orden político se relaciona con el paisaje y la historia, cambiar el orden político
generalmente implica cambiar los seres humanos de bronce quienes estabilizan el paisaje y
detienen temporariamente cualquier valor particular en ello (6).
Para más desarrollo sobre las estatuas, pág. 12ss.

A través de la reposición, la restauración del honor, la expulsión o simplemente el llamado de


atención sobre los cuerpos, su salida de una tumba y su descenso a otra marca un cambio en la
visibilidad y los valores sociales, que son parte de un largo proceso de transformación
postsocialista (19).
En el desfile de cadáveres de hombres famosos también, también sus biografías específicas son
usadas para reevaluar el pasado nacional (20).

No todos los desenterramientos y re-enterramientos tienen el mismo sentido (22).

Como la actividad humana casi siempre tiene dimensiones afectivas y significativas y tiene lugar
a través de procesos simbólicos complejos, Verdery ve la política como un reino de luchas
continuas sobre significados o significación […] Encuentra que los cadáveres son vehículos
particularmente buenos para ello (24).

Afirma que su visión es similar a la de Max Weber: la búsqueda de sentido está en el corazón de
la actividad humana y el análisis social pretende tanto entender los sentidos como explicar sus
causas. En su trabajo, Weber describe algunos procesos que considera como característicos de
la modernidad, como la racionalización, la secularización y el desencanto del mundo. Sin
embargo, esos conceptos (25) han tendido a disecar cómo es tratada la política. Por eso, ella
prefiere hablar de “encantamiento” y de política animada con sentido enriquecido respecto de
lo que podría consistir.
Hablando de encantamiento o animación, tiene dos cosas relacionadas en mente. El primer
sentido es analítico: cómo podríamos animar el estudio de la política en general, energizándolo
con algo más que encuestas de opinión, análisis de “índice de democratización” y formulaciones
de la teoría de los juegos que domina extensamente el campo de la política comparativa. El
segundo sentido es descriptivo y concierne a las formas específicas en que la acción política es
tomada en el mundo postsocialista.

Respecto de “lo político”, Verdery propone darle una vuelta: en vez de ver el nacionalismo en la
forma usual (como cuestión de fronteras territoriales, construcción del estado,
“construccionismo” o competencia de recursos), lo ve como parte del parentesco, los espíritus,
adoración de los ancestros y la circulación de tesoros culturales. En vez de hablar de legitimidad,
prefiere hablar de reordenamiento del universo de sentido (26). Presenta la política de los
cuerpos siendo un tema menos de la legitimidad de los nuevos gobiernos, y más de cosmologías
y prácticas relacionadas con la vida y la muerte. Y ve la reescritura de la historia, que es
obviamente central en la política de los cadáveres, como parte de un proceso mayor, en el cual
los cambios fundamentales están ocurriendo en (26) concepciones del tiempo mismo. Estas son
la clase de cosas que quiere decir cuando habla analíticamente de las políticas de encantamiento
o animación (27).

Cuerpos como vehículos simbólicos


Huesos y cuerpos, ataúdes y urnas crematoria son objetos materiales. La mayoría del tiempo,
son indisputablemente aquí, como nuestros sentidos de la vista, el tacto y el olfato pueden
confirmar. Incluso más, una materialidad del cuerpo puede ser crítica para esta eficacia
simbólica: distinto a las nociones de “patriotismo” o “sociedad civil”, por ejemplo, un cuerpo
puede ser movido alrededor, desplegado y ubicado estratégicamente en lugares específicos. Los
cuerpos tienen la ventaja de la concreción que, sin embargo, trasciende el tiempo, haciendo el
pasado inmediatamente presente.
Su corporalidad hace de ellos significados de localización de un reclamo […] Esta cualidad
también establece sus valores como reliquias.
Un cadáver es significativo no por sí mismo, sino a través de las relaciones con la muerte
culturalmente establecidas y del modo en que la importancia específica del muerto es
(variablemente) construida.
Los cuerpos -especialmente los de los líderes políticos- han servido en muchos tiempos y lugares
del mundo como símbolos del orden político […] La transformación política generalmente es
simboliada a través de la manipulación de los cadáveres: como un “cuerpo político”.
La eficacia simbólica de los cuerpos depende de su ambgüdad, multivocalidad o polisemia; están
abiertos a múltiples lecturas. Porque sugieren las vidas vividas de los seres humanos complejos,
pueden ser evaluados desde muchos ángulos y asignándoles a veces virtudes, vicios e
intenciones contradictorias.
Las personas fallecidas vienen con un CV, que depende de qué aspecto de su vida es
considerado (28). Ellos se prestan a la analogía con los CV de otras personas e promueven la
identificación con sus historias de vida.
Otra ventaja simbólica de los cadáveres es que no hablan por sí mismos. Es más fácil por tanto
reescribir la historia con ellos.
La marca de un buen signo político es que legitima efectos no porque todo el mundo esté de
acuerdo con su significado, sino a pesar de (o por?) los puntos de vista divergentes sobre su
sentido (29).
Otra ventaja adicional como símbolos: evocan un temor, una incertidumbre, un miedo asociado
con las preocupaciones “cósmicas”, como el significado de la vida y la muerte. Para los humanos,
la muerte es la cuestión cósmica quintaesencial, porque nos pone cara a cara con la última
cuestión sobre que significa ser (y dejar de ser) humano, sobre de dónde venimos y hacia dónde
vamos (31).

Las asociaciones sagradas contribuyen con otra cualidad de los cadáveres como símbolos: su
conexión con el afecto, un significante problema para el análisis social. Dónde descansa a
eficacia de los símbolos? Cómo comprometen emociones? Por qué algunas cosas funcionan
emocionalmente y otras no en el escenario político? El vínculo de los cadáveres con lo sagrado
y lo cósmico -con los sentimientos de temor que implica el contacto con la muerte- parece ser
parte claramente de su eficacia simbólica.
Son símbolos fuertes porque la gente se preocupa por ellos cuando estuvieron vivos y se
identifica con ellos (32).
Su ineluctable autorreferencialidad como símbolos se da porque toda la gente tiene cuerpo y
cualquier manipulación de un cuerpo permite directamente la identificación de uno con eso a
través del propio cuerpo. Además, esas manipulaciones movilizan afectos preexistentes
evocando las perdidas propias y la identificación de uno mismo con aspectos específicos de la
biografía de la persona muerta. Las posibilidades crecen donde las ideologías nacionales
enfatizan ideas sobre el sufrimiento y victimización.
La fuerte dimensión afectiva de los cadáveres políticos también está relacionada con las ideas
sobre los lazos de parentesco y los entierros apropiados.
Los cadáveres tienen propiedades que los hacen particularmente efecivos como símbolos
políticos. Tienen excelentes sentidos para acumular algo esencial para la transformación
política: capital simbólico (33).

Todos los seres humanos actúan en el contexto de expectativas y comprensiones (generalmente


no conscientes), cuyo fundamento está culturalmente modelado, sobre lo que la “realidad” es.
Ideas sobre de dónde vienen las personas (en general y en particular), quién es la clase de gente
más importante y cómo deben comportarse, qué hace una conducta moral o inmoral, cuáles
son los atributos esenciales de una “persona”, qué es el tiempo y cómo fluye (o no), etc.
Las “ideas” son inseparbles de las acciones en el mundo: las creencias y las ideas se materializan
en las acciones. Esta es una forma de definir la cultura. La que la autora prefiere. La otra forme
es entenderla solo como ideas, cognición.
En vez de usar “cultura”, ella usa “mundos de significados/significaciones/sentidos” o “mundos”,
como combinación de “visión de mundo” y la acción-en-el-mundo asociada, el sentido de
universo significativo de la gente en el que ellos actúan. Sus ideas y sus acciones se influencian
constantemente en una forma dinámica. En un momento e mayor transformación, la gente
puede encontrar que nuevas formas de acción son más productivas que otras que solía usar o
formas antiguas producen sentido en un sentido diferente, o que los ideales a lo que solo podían
aspirar son ahora realizables. Esos momentos lideran la propia reconfiguración del mundo. El
proceso puede ser individual o colectivo y generalmente está conducido por las actividades de
quienes podrían-ser-elites (en competencia con otros) (34).

Los cadáveres pueden ser un lugar donde la lucha por las significaciones (los reordenamientos
del mundo) tenga lugar. Quiere enfatizar su rol en las siguientes áreas: luchar por dotar de
autoridad y política con sacralizaciones o dimensiones sagradas; concursar sobre qué podría
hacer el orden político respecto del orden social; competir por politizaciones del tiempo y el
espacio; reasignar identidades (especialmente nacionales) y relaciones sociales.
Los cadáveres sirven como sitios de conflicto político relacionados con el proceso de
reordenamiento de los sentidos del universo. Esos conflictos incluyen a las elites de distintos
tipos y al pueblo al que pretenden influenciar (36).

Desarrollo de los puntos que ella considera dentro de este mundo de sentidos:
1. Autoridad, política y lo sagrado (37).
2. Orden moral (38)
3. Reconfiguración de espacio y tiempo (39)
4. Identidades nacionales y relaciones sociales (40)

Ancestros y entierros apropiados


Todo los grupos humanos tienen sus ideas y sus prácticas sobre lo que constituye una “buena
muerte”, como debe ser tratada la gente muerta y qué pasará si eso no se cumple. En qué
dirección deben ir los pies? Cómo debe ir vestido? Se puede decir su nombre o no? Cuánto
tiempo debe pasar antes del entierro? … (42).

Usos el cuerpo en el postsocialismo (52).


1. Los cuerpos pueden ser símbolos polítivos efectivos, porque son puestos al servicio de
cuestiones políticas específicas.
2. Los cadáveres son especialmente útiles y efectivos símbolos para revisitar el pasado.
3. Vale pena luchar, anexárselos y resignificar los cadáveres.

Gran multiplicidad de significados disponibles de los cadáveres los convierten en buenos


símbolos políticos, efectivos en momentos de transformación del sistema. Esto ha facilitado un
argumento complejo sobre el lugar de la “tradición” en la política contemporánea. Los símbolos
vienen con historias, pero son usados en contextos que los modifican. Proveen actores de hoy
con formas de hablar sobre el pasado y de integrar posibles tradiciones en la acción presente…
(125)

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