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El Reglamento puede definirse como una norma dictada por el Gobierno o por la
Administración con rango inferior a la Ley.
Distinguimos entre reglamentos ejecutivos, que se dictan en función de remisiones
normativas de una Ley con la finalidad de completarla o desarrollarla, y
reglamentos independientes, que operan sin necesidad de una Ley previa; y en
cuanto al contenido de la regulación, se distingue entre reglamentos jurídicos, con
proyección externa sobre los administrados; y reglamentos de organización, que
afectan a la propia Administración.
La titularidad de la potestad reglamentaria originaria está atribuida en el ámbito
estatal exclusivamente al Gobierno en el artículo 97 CE.
Entra en juego el principio de reserva de Ley, en cuanto a que son nulas las
disposiciones administrativas que regulen materias reservadas a la Ley. Contamos
con una reserva general de Ley; con reservas de Ley expresas y con reservas de
Ley implícitas.
La reserva general de Ley afecta a la esfera jurídica o personal del ciudadano, a
partir del Derecho Fundamental del libre desarrollo de la personalidad, vía artículo
10 CE.
Las reservas expresas están formuladas de forma directa en los preceptos
constitucionales, bien orgánicas (artículo 28 CE) o bien ordinarias (artículos 35,
37, 40 y 129 CE).
La reserva más importante es la implícita que exige una Ley para imponer
cualquier restricción a la autonomía privada en materia laboral; el artículo 3
apartado 2º TRLET exige que las disposiciones legales en materia laboral han de
limitarse a desarrollar las disposiciones legales, sin poder establecer condiciones
de trabajo distintas de las previstas en las Leyes a desarrollar.
Finalmente, con carácter general, destacar que la deslegalización es un problema
específico del reglamento laboral; es la operación que consiste en que una Ley
permite la derogación o modificación por reglamento de una Ley anterior; priva de
fuerza pasiva a las disposiciones legales vigentes, mediante el expediente de abrir
a la potestad reglamentaria la regulación de un tema hasta entonces tratado por
Ley. Concurren dos elementos característicos de esta modalidad de delegación
legislativa; a saber: acceso del poder reglamentario a una materia reservada a la
Ley, y ausencia en la Ley de deslegalización de todo contenido normativo
directamente aplicable a un círculo de destinatarios.
Los problemas de deslegalización se han planteado con el desarrollo
reglamentario de las relaciones laborales especiales; con el tipo de cotización al
FOGASA del artículo 33 apartado 5º TRLET; y con las ampliaciones y limitaciones
de jornada del artículo 34 apartado 7º TRLET.
1.3. La negociación colectiva.
La autonomía colectiva es el poder conjunto de decisión de los representantes de
los trabajadores y empresarios. Se le reconoce poder normativo en el
ordenamiento estatal para regular las condiciones laborales y de empleo, así como
para ordenar determinados aspectos del sistema de relaciones laborales; este
poder normativo se ejercita a través de la negociación colectiva laboral y su
resultado es lo que conocemos como convenio colectivo de trabajo.
El artículo 37 apartado 1º CE garantiza el derecho a la negociación colectiva
laboral entre los representantes de los trabajadores y empresarios, así como la
fuerza vinculante de los Convenios.
Es por lo tanto un proceso formalizado de diálogo entre representantes de los
trabajadores y empresarios encaminado, en ejercicio de su autonomía colectiva, a
la consecución de un convenio colectivo regulador de las relaciones entre ambos,
así como de las condiciones a que han de ajustarse los contratos de trabajo en un
ámbito determinado.
No es un Derecho Fundamental en sentido propio, pese a su conexión con el
derecho de Libertad Sindical, al estar entre los “derechos y deberes de los
ciudadanos”, dentro del Capítulo Segundo, Sección 2ª, del Título I de la CE. No
son de aplicación por lo tanto las garantías del artículo 53 apartado 2º CE respecto
a su defensa en un procedimiento preferente y sumario ante la Jurisdicción
ordinaria, así como la posibilidad de acudir al Recurso de Amparo.
El derecho a la negociación colectiva queda configurado como una garantía
institucional. La función básica de estas garantías resulta, desde su vertiente
negativa, impedir la supresión de lo constitucionalizado por medio o a través de la
legislación ordinaria, o desde el punto de vista positivo comprometer la acción del
legislador en su protección y desarrollo, asegurando que en ningún caso el mismo
pueda traspasar el núcleo esencial de dicha garantía.
Está necesariamente subordinada a la Ley; la Ley supera siempre al convenio
colectivo, por lo que este último debe respetarla y someterse a su imperio –ver
STC 210/1990 y STC 119/2014-.
Es un proceso continuado y de permanente contacto entre las partes sociales, y
por lo tanto es mucho más que el concreto resultado del convenio colectivo. Se
configura como un derecho de libertad de práctica social y, por ello, como un
derecho a desarrollar, sin impedimentos, ese proceso de interacción del que surge
el convenio colectivo que, como el TC ha señalado, es “norma que nace de una
voluntad colectiva y que concentra en su seno un conjunto de contrapartidas de
dimensión colectiva –STC 124/1988-.
Los titulares del derecho a la negociación colectiva son los trabajadores y
empresarios. Desde el punto de vista de los primeros, es un derecho de ejercicio
colectivo. El TC acepta que no tienen porque ser representantes de los
trabajadores necesariamente los Sindicatos –ST 119/2014-.
La fuerza vinculante de los convenios colectivos no es otra cosa que la imperatividad
que es propia del Derecho; es decir, de la norma jurídica. El pacto adquiere eficacia
respecto de terceros, que no han participado personal y directamente en su
negociación; les vincula.
Se distingue entre la eficacia jurídica y la eficacia personal de los convenios colectivos.
La primera atiende al valor objetivo (normativo o no) que el acuerdo resultante tiene
para los contratos de trabajo a los que afecta; remite de este modo, a cómo se aplican
las condiciones de trabajo fijadas en el pacto a los contratos de trabajo y qué
relaciones existen entre los acuerdos y los actos provenientes de la autonomía
individual. La segunda, por su parte, reenvía al conjunto de sujetos que quedan
incluidos dentro de su campo de aplicación, remitiendo a quienes se integran
subjetivamente en su círculo de aplicación.
La CE no ha previsto un modelo único y cerrado de negociación colectiva, sino que
coexisten distintos modelos de negociación y tipos de convenios colectivos. Las
múltiples manifestaciones de la autonomía colectiva y el diferente valor y alcance
jurídico de las mismas definen, desde el propio marco constitucional, una constelación
de tipos convencionales diversos. Así, distinguimos; a saber:
1. Convenios colectivos estatutarios.
2. Convenios colectivos extraestatutarios
3. Acuerdos o Convenios Marco o Interprofesionales.
4. Acuerdos de Empresa.
1.4. El contrato individual.
La autonomía privada es el poder de la persona para reglamentar y ordenar las
relaciones jurídicas en las que es o ha de ser parte.
Aparece en el apartado 1º c) del articulo 3 del TRLET, y las conexiones con el
Código Civil son evidentes; en el artículo 3 TRLET hay elementos del artículo 1 y
del artículo 1089 del CC, pues junto a las fuentes objetivas (Ley, Convenios y usos
y costumbres), está esta referencia. Las fuentes tienen así una faceta constitutiva y
una reguladora. Pero en la práctica la distinción resulta menos clara, pues la fuente
al mismo tiempo que crea la obligación además la regula.
1º-. El contrato como origen del vínculo laboral.
En el Derecho del Trabajo, el contrato no es fuente de normas jurídicas, si por
norma jurídica entendemos el mandato con eficacia social organizadora o con
significado social primario, pero sí es fuente de obligaciones. El contrato tiene una
posición especial, pues el carácter libre de la prestación de trabajo excluye que el
vínculo laboral pueda surgir de la Ley o de la costumbre, con lo que queda
marcada claramente la distinción ya indicada entre el sentido genético –nacimiento
del vínculo laboral- y el sentido regulador –ordenación del contenido de la relación
laboral-, bien entendido que dentro del vínculo ya creado por el contrato de trabajo,
las otras fuentes (además del propio contrato) pueden crear obligaciones y
regularlas. Lo importante es que la creación del propio vínculo, y en parte además
también la novación y la extinción, se reserva al contrato, como una garantía de la
libertad de trabajo (DESDENTADO BONETE).
2º-. Acuerdos novatorios.
Con independencia de la fijación inicial en el contrato de trabajo de las condiciones
laborales, cabe también, durante la vigencia de la relación laboral, un acuerdo
novatorio para modificar las condiciones iniciales.
No son por lo tanto estáticas, ni inmutables; todo lo contrario. La propia naturaleza
de la relación laboral y la idea de la perdurabilidad en el tiempo de la relación nos
llevan a la solución contraria.
3º-. Límites a la autonomía individual.
La previsión contenida en el artículo 3 apartado 1º c) TRLET es expresión de la
previsión contenida en el artículo 1255 CC de que los contratantes podrán
establecer los pactos, cláusulas y condiciones que tengan por conveniente,
siempre que no sean contrarios a las Leyes, a la moral ni al orden público. Esos
son los límites a la autonomía individual.
El artículo 3 apartado 1º c) TRLET exige que los pactos tengan un objeto lícito y en
ningún caso se pueden establecer condiciones menos favorables o contrarias a las
disposiciones legales y a los convenios colectivos. De esta forma se impone el
respeto de la autonomía de la voluntad a las otras fuentes de la relación laboral
recogidas en el artículo 3 TRLET: las disposiciones legales y reglamentarias, y el
Convenio Colectivo. La doctrina constitucional viene subrayando el papel
subordinado de la autonomía individual en relación con la colectiva, por su rango
1.5. La costumbre; los principios generales y la
Jurisprudencia.
De acuerdo con el artículo 1 apartado 1º del Código Civil, el ordenamiento jurídico
españolo no solo se integra por la Ley, en sentido amplio –Ley más reglamento-,
sino también por la costumbre y los principios generales del Derecho. La
costumbre es una norma.
La costumbre es una norma jurídica en sentido propio, que nace con
independencia de la Ley y que se caracteriza por surgir de la práctica social;
surge del uso social como mecanismo de creación de reglas a través de
conductas reiteradas y uniformes que repiten cierto modelo y que tienen una
función reguladora en las relaciones sociales, sin que sea necesario acreditar la
convicción subjetiva sobre su obligatoriedad (DIEZ PICAZO).
1º-. Tipos de costumbre.
Existen varios tipos, en función de la Ley. El artículo 1 apartado 3º del CC
reconoce la costumbre como fuente de Derecho en defecto de Ley aplicable y
siempre que no sea contraria a la moral o al orden público.
La costumbre según la Ley es solo un uso interpretativo que no tiene la
consideración de costumbre, sino interpretación de una norma.
La costumbre extra legem puede entrar a formar parte de la norma que la llama si
es necesaria para dar efectividad a sus mandatos; por ejemplo, el artículo 29
apartado 1º y el lugar y fecha de pago del salario; y el artículo 49 apartado 1º d) y
el plazo de preaviso en la baja voluntaria o dimisión.
2º-. La exigencia de prueba.
La costumbre ha de ser probada por quien la alega.