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Zoila Vega Salvatierra: “Escribir idioteces no me llena de culpa”

16 Jul 2006 | 21:00 h

Premio novela corta del BCR 2006. Narradora mistiana dirige la Orquesta Sinfónica de
Arequipa y se dedica a la literatura libre de plazos y urgencias. Su obra Cápac
Cocha merodea la historia de la edificación y posterior incendio de 1844 en la Catedral de la
Ciudad Blanca.
•• PREMIO NOVELA CORTA DEL BCR 2006 • Narradora mistiana dirige la Orquesta
Sinfónica de Arequipa y se dedica a la literatura libre de plazos y urgencias • Su obra Cápac
Cocha merodea la historia de la edificación y posterior incendio de 1844 en la Catedral de la
Ciudad Blanca.
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Pedro Escribano.
Zoila Vega en su casa de Cayma. En sus manos tiene Cápac Cocha , su novela ganadora
cuya historia convenció unánimemente a un jurado selecto.
Vive en el distrito de Cayma. Las paredes de la sala de su casa lucen un vistoso enchape de
sillar volcánico. A través de una ventana grande, el Misti supervisa nuestro diálogo. Zoila
Vega Salvatierra nos recibe con amistad. Ella, música de profesión –es directora de la
Orquesta Sinfónica de Arequipa– y reciente ganadora del Premio Novela Corta del Banco
Central de Reserva con un jurado de lujo: Luis Jaime Cisneros, Abelardo Oquendo, Alonso
Cueto, Mirko Lauer y Marcel Velásquez. Su libro premiado es Cápac Cocha .
Realidad y ficción
La edificación y el posterior incendio de 1844 de la Catedral arequipeña es el tema que anima
la novela. Si bien el dato del siniestro es real, Zoila Vega ha logrado hilar una trama ficticia a
través de la cual no solo recrea pensamientos y costumbres de época, sino devela pasiones y
linajes en escenas públicas y privadas. La novela, sin dejar de ser de corte histórico, está
ensamblada al mejor estilo de novela negra, de suspenso, con pistas falsas, cuyo lenguaje, casi
castizo, ofrece un cuidadoso regusto por palabra. El relato avanza en dos historias paralelas.
–Acabas de ganar un importante premio, ¿qué aprendizaje narrativo has tenido?
–La única formación como escritora que yo he tenido ha sido las lecturas y enseñanzas de mi
padre. Supongo que él me ha dado el bagaje teórico que se debe tener. Yo no me considero
literata. Escribo por necesidad fisiológica.
–Diriges la orquesta, ¿en qué momento escribes?
–Yo leo mucho, pero no soy ordenada. Hace algunos años, antes de ser nombrada directora de
la Sinfónica, empecé a terminar las novelas que escribía. Lo bueno para mí es escribir sobre lo
que sea, incluso sobre idioteces, y no me llena de culpa. Eso me da oficio. Los jóvenes
escritores que quieren ser profesionales se avergüenzan de lo que escriben. Yo estoy libre de
esos miedos.
–¿Cómo te propusiste el tema de Cápac Cocha?
–Soy musicóloga y siempre estoy en consultas con antropólogos e historiadores. Un día
pregunté sobre el Cápac Cocha, que es el sacrificio de púberes en pago de la edificación de
una casa, en este caso de la Catedral. El Cápac Cocha se hace con el ánimo de que la casa sea
próspera. Según el rito, no se está matando, sino dando vida.
–¿Actualmente qué escribes?
Es especialista en violín y ejecuta al lado de una escultura.
–Tengo una nueva novela sobre la primera rebelión de Arequipa, que fue anterior a la de
Túpac Amaru. Fue la rebelión de los pasquines. Una rebelión muy importante y muy olvidada
porque empezó mal y terminó peor. Fue muy parecida al arequipazo del 2002, cuando se
movilizó mucha gente contra la privatización de Egasa, que acabó bien solo para unos. Hay
que acabar con el mito de que Arequipa es revolucionaria por unanimidad.
–Hieres el orgullo arequipeño.
–No, al contrario. El arequipeño tiene que verse a sí mismo como un ser humano y no como
un heroico.
"La música m e despeina"
-¿Con el premio tendrás que tomarte en serio?
-Mira, la verdad, tengo que reconocerlo, ahora escribo más.
-¿Corriges tu escritura?
-Corrijo menos de lo que debería. A veces no hago nada... Me bloqueo Pero como no tengo
editor con quien cumplir ni busco ser bestseller, me tomo todo el tiempo y hago lo que quiero.
Pero sí entiendo a los escritores jóvenes que se desesperan.
-¿Estás lejos del mercado?
-Yo sí. Hay quienes dicen "voy a ver los últimos cinco libros de tal premio para ver qué temas
le gusta al jurado". Y más o menos escriben así.
-¿A pesar de tu "desinterés" ganaste el premio?
- Puede verse arrogante que venga alguien que no es del gremio y lo gane y encima diga que
no le interesa ser escritora. Pero no, la verdad, yo tengo otra vida, la música, que me hace
sufrir y me despeina.
Perfil
ZOILA VEGA. Nace en Arequipa, en 1973. Es música de profesión. A los 26 años asume la
dirección de la Orquesta Sinfónica de Arequipa y gana diversos premios. Además, es
escritora. Su novela Cápac Cocha fue galardonada con el premio de novela del BCR.

http://larepublica.pe/tendencias/284259-zoila-vega-salvatierra-escribir-idioteces-no-me-
llena-de-culpa
Pedro Escribano.

Cuando la Catedral fue un infierno


25 de Enero de 2015
Por Lino Mamani

Simbólicamente, aquel 01 de diciembre de 1844, la Catedral de Arequipa –la iglesia


cristiana más importante de la ciudad– fue un infierno. Un gran incendio devoraba
con sus llamas las riquezas que en su interior contenía. Fue como un golpe en las
entrepiernas para la sociedad de entonces, aquella que orgullosa apelaba a la
cucufatería. Pocos recuerdan cómo fue.

–Pero prácticamente eres tú Tuturutu uno de aquellos pocos testigos que pueden contar
con detalles lo acontecido aquel momento –le contesté al guardián de la Plaza Mayor de
Arequipa, mientras unas pequeñas gotas anunciaban una tenue llovizna.

Y lo haré. A pesar de que este incendio ocurrió hace 170 años aún guardo en mi
memoria algunos datos sobre el tema que nos reúne. La Catedral que vez detrás de
mí, no se compara a la que había en esa época; era una iglesia menos imponente
construida en lo que fue la capilla de San Juan y quedaba al lado de la de San
Pedro, cuya extensión iba desde la torre del reloj hacia la esquina de las calles
Mercaderes y San Francisco, en La Pontezuela. Era menos hermosa, aunque, eso
sí, con más fieles devotos a consecuencia del fuerte arraigo con la divinidad.

Como te decía, los arequipeños eran tan cucufatos que prácticamente por semana
tenían alguna festividad religiosa que celebrar, a algún santo que sacar en
procesión, a alguna misa a la cual asistir. Su responsabilidad era con Dios antes que
con ellos mismos.

“No existía poblado, por pequeño que fuese, sin iglesia; casas regulares sin oratorio
cuartos sin imágenes sagradas; mes sin celebraciones, semanas sin triduos y
novenarios; festivos sin que se oyere una misa por lo menos; noche que no se
rezase el rosario; hora que no se oyera tocar las campanas y pecho que no luciera
una cruz, medalla o escapulario”, definió atinadamente Guillermo Zegarra Meneses
en su libro “Arequipa, en el paso de la colonia a la república”.

–El historiador decía también que en Semana Santa la Ciudad Blanca era como uno
gran templo lleno de penitentes, con la gente vestida de luto, ¿es cierto? –aporté.
Totalmente. Con decirte que a las damas, la iglesia les prohibía usar prendas
indecorosas y que podrían ser consideradas escandalosas. Bueno, fue en ese
escenario que se suscitaría el incendio de la Catedral, como si de una prueba de fe
se tratase. O quizá un castigo.

Ese primer día de diciembre, un día que pudo haber sido uno normal, fue inolvidable.
Nunca se supo si alguien, quizás algún rebelde o criado, lo habría provocado o se
trataría solamente de un accidente, del descuido de una vela prendida cuyo fuego
avanzó consumiendo los tules colgados.

–¿Cómo ocurrió?

En el interior de la iglesia no había nadie. Las puertas estaban cerradas cuando


sucedió. Los arequipeños que pasaban por su exterior notaban algo extraño, hubo
ruidos como de objetos cayendo, de pronto las primeras humaredas que salían de
las ventanas, alertaban que la Casa de Dios ardía.

REZOS Y AYUDA
En ese entonces no existían los bomberos, por lo que ni siquiera se pensó en
llamarlos, la gente no podía apoyar porque el fuego era intenso. Recuerdo oír los
gritos de los presentes desesperados, incluso otros rezaban pidiendo que el fuego
se extinguiera, que se apague por un soplo del Señor. Lo que la humanidad no
puede, un Dios tal vez lo haga.

–No creo que basten rezos para apagar los incendios… –pregunté al pregonero.

Lamentablemente no. El incendio acabó cuando el fuego ya no tenía más para


avivar su combustión. Al llegar el sacristán solamente pudo constatar –cual testigo–
el desastre, la desgracia y las cenizas en los que quedaron gran parte de las
pertenencias de la iglesia.

PÉRDIDAS IRREPARABLES
Luis Sardón Cánepa, director del Archivo Arzobispal, me detalló que no existe un
documento que detalle las pérdidas causadas. Sin embargo, hay algunos libros de
cabildos, que refieren que se fundieron valiosos cálices, coronas, medallas,
recipientes de oro. Los ochos altares, las bóvedas de crucería, los atriles, los libros
de cantos gregorianos, pinturas, imágenes de santos calcinados, dos órganos
musicales y hasta los muebles de madera también fueron alcanzados. Ni los
terremotos que acontecieron en la ciudad provocaron estas millonarias pérdidas en
la Catedral.
–¿Ni en el terremoto del 2001, cuando una de las torres de la Catedral cayó haciendo un
enorme forado?

Es incomparable, lo acontecido en el siglo XIX con el recinto religioso tardó muchos


años en convertirse en el atractivo que todos los turistas admiran hoy en día.

–¿Cómo hicieron para la recuperación?

Uno de los primeros en salir al frente y donar dinero para la reconstrucción fue el
obispo de Arequipa de la época, José Sebastián Goyeneche y Barreda, a quien
incluso ahora se lo recuerda por su vocación de apoyar y contribuir con la ciudad.

DONACIÓN
El religioso dio 20 mil pesos de oro –cerca de dos millones de soles– para la
recuperación del principal centro de alabanza a Dios. Sus hermanos, los mercaderes
Juan Manuel y Juan Mariano también aportaron, cediendo 60 mil pesos de oro
adicionales. Esta familia estaba formando parte de la historia.

El 15 de diciembre emprendieron las obras de reconstrucción. No había tiempo que


perder. El famoso arquitecto Lucas Poblete fue quien puso su empeño y todo su
profesionalismo para recuperar la construcción religiosa.

Levantaron un altar mayor, cambiaron el piso a mármol de Carrara, ampliaron el


espacio de la Catedral. El obispo Goyeneche incluso se dice que habría
encomendado al joyero de la Reina de España, Francisco Moratilla, para que forje
joyas y piezas que fueron donadas al recinto.

Con el tiempo fue quedando en el olvido el incendio y dio paso a una Catedral
moderna, a quien le dieron una custodia de diamantes, rubíes y oro. Le dieron un
órgano enorme, que fue creado por Francois Bernard Loret, el prestigioso belga que
armó estos instrumentos musicales para algunos países importantes. Todo se fue
incorporando por donaciones y dinero que luego fue bien recibido por los cristianos.

–Bueno, en realidad creo que la Catedral sigue teniendo algo de aquel “infierno”.

Te refieres al diablo que está debajo de un pilar en el interior de la Iglesia. Tienes


razón, el representante de las tinieblas está en la Catedral, aunque sometido. Quizás
represente un encierro para que no ocurran incendios como este. La Catedral es
gracias al apoyo de los ciudadanos.

http://elpueblo.com.pe/noticia/especiales/cuando-la-catedral-
fue-un-infierno

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