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Orígenes

Los nativos de esta angosta faja de tierra no escribían y sus vecinos recién
comenzaban a hacerlo, por lo que la literatura en Chile comienza durante la
conquista, en el siglo XVI. Los españoles trajeron consigo a cronistas que tenían la
función de describir los acontecimientos acaecidos y posteriormente, exponerlos al
rey. Eran el servicio informativo de la época y se podrán imaginar lo tendencioso que
es cuando solo una persona edita la noticia.

Dentro de estos cronistas destacó Alonso de Ercilla con su poema épico La Araucana,
que describe la lucha entre españoles y mapuches durante la época en que lo tocó
asistir. Quizá esta es la primera obra de la literatura chilena. A su trabajo le siguió
Arauco Domado, de Pedro de Oña, que es probablemente el primer escritor en
exportar su obra, ya que años más tarde, Arauco Domado fue adaptado al teatro por
el famoso dramaturgo Lope de Vega. ¿Habrá pagado por los derechos de autor?

Además existen otros textos indispensables y que hoy son referencia para entender
el proceso histórico y social del país. Y en particular su desarrollo literario. Entre ellos
destaco a: Jerónimo de Vivar (Crónica y relación copiosa y verdadera de los reinos de
Chile, 1558); Alonso de Góngora Marmolejo (Historia del Reino de Chile, 1575); Diego
de Rosales (Historia general del Reyno de Chile), Alonso de Ovalle (Histórica relación
del Reyno de Chile, 1646); y Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán, autor del
Cautiverio Feliz (1673), obra en la cual me inspiro para mi nuevo libro.

Más tarde vinieron otros muchos textos, pero la literatura chilena siguió en manos
de unos pocos y en general, hasta el siglo XIX la tradición literaria chilena se mantuvo
dentro de las paredes de iglesias, claustros y conventos, quienes se caracterizaban
por escribir cartas espirituales, diarios, autobiografías y epistolarios.

Así pues, en esta época la lectura fue una práctica realizada por una minoría,
situación que comenzó a cambiar a partir de 1840, cuando un grupo de intelectuales
impulsaron la enseñanza de la lectura. Este grupo consideraba que “la lectura era la
mejor herramienta para incentivar el desarrollo del país”. Un discurso que se
escucha hasta el día de hoy, solo que reemplazaron la palabra “lectura” por
“educación”. Algo hemos avanzado.
Sociedad Literaria de 1842
La creación de la Sociedad Literaria de 1842, cuyo discurso inaugural fue realizado
por José Victorino Lastarria, tenía el objetivo de impulsar la formación de la juventud
y promover una literatura con identidad nacional, funcional al proyecto político
liberal de nación, que proponía la clase ilustrada chilena. También hizo hincapié en la
ilustración como factor fundamental del progreso de Chile, fomentó la originalidad e
impulsó al rechazo de los modelos extranjeros.

La Sociedad Literaria de 1842 duró poco más de un año, pero fue el inicio de la difícil
relación de amor y odio entre el ciudadano medio y los libros. Su principal logro fue
la publicación del Semanario de Santiago, que fue clave para la masificación de las
revistas literarias en Chile.

Entre los escritores y políticos que participaron de esta sociedad destacaron


Sanfuentes, Jotabeche, Francisco Bilbao, Manuel Antonio Tocornal, Antonio Varas,
Aníbal Pinto y Domingo Santa María.

Menciono esto, pues esta debe ser la primera institución literaria formal creada en
Chile y con ella damos principio a las tendencias de laliteratura chilena…

Romanticismo
El romanticismo en Chile puede dividirse en 3 generaciones: del 1837, 1852 y 1867.

La de 1837 o generación costumbrista, se caracterizó por el desarrollo del


costumbrismo con énfasis en lo pintoresco y realista, desde un punto de vista crítico
y satírico. En esta generación destaca Mercedes Marín del Solar, Rosario Orrego,
Vicente Pérez Rosales y José Joaquín Vallejo.

La de 1852, o generación romántico-social, tuvo una postura más radical y muestra al


pasado como justificación del presente. En esta generación sobresalen José Victorino
Lastarria, Salvador Sanfuentes, Martín Palma, Eusebio Lillo, Guillermo Matta y
Guillermo Blest Gana.

La de 1867, o generación realista, se caracterizó por su visión realista de la realidad


local. Destacan Alberto Blest Gana (Martín Rivas), Daniel Barros Grez, Eduardo de la
Barra, Zorobabel Rodríguez, José Antonio Soffia, y Liborio Brieba.
Con estos autores, el romanticismo cumplió con una de las eternas misiones del arte:
retratar la sociedad que lo contiene. Y en este caso particular, desde la visión de la
literatura.

Realismo
El realismo inicia en 1862, con la novela Martín Rivas de Alberto Blest Gana, y se
extiende hasta 1947. Tuvo dos corrientes y autores pricipales: el realismo romántico
de Blest gana y el realismo naturalista de Luis Orrego Luco. Ambos retrataron su
época como un período de transición entre la emancipación de la herencia colonial y
el comienzo de la sociedad capitalista. Pero cada uno lo hizo desde su trinchera:
Orrego Luco enfatizó en las consecuencias negativas, mientras que Blest Gana acogió
con optimismo el cambio.

Además de Martín Rivas, Blest Gana destacó por Los trasplantados, publicado 1904,
obra en la que analizó el comportamiento de los chilenos radicados en París. Por su
parte, Orrego Luco sobresalió por sus 2 ciclos narrativos, donde describía a la
sociedad chilena según su visión. El primero se denominó Escenas de la vida en Chile
e incluyó las obras Playa negra, Un idilio nuevo, Casa grande y El tronco herido. El
segundo ciclo, llamado Recuerdos del tiempo viejo, está constituido por las obras En
familia 8 y A través de la tempestad, donde aborda el final del S XIX.

Obviamente, no puedo dejar fuera a Baldomero Lillo, autor de Subterra (1904), en la


que describió las precarias condiciones de trabajo en las minas del carbón en Lota.
Subterra tuvo gran aceptación y su primera edición se agotó en tres meses. Debido a
esto, Lillo quiso emular su éxito anterior y en 1907 publicó Subsole, con cuentos
basados en la vida campesina y los pescadores. Menciono este hecho, pues Subterra
probablemente es el primer Best Seller de la literatura chilena y junto a Subsole,
también debe ser la primera saga literaria publicada en Chile.

Criollismo
El criollismo fue un movimiento propio de la literatura chilena. Nació a fines del siglo
XIX y perduró durante la primera mitad del siglo XX. Extensión del realismo, su
objetivo era describir de manera objetiva la vida rural del país. El criollismo se
desarrolló en medio de una tendencia generalizada a privilegiar la ciudad como
centro de desarrollo en vez de la vida campesina e interpretó, en palabras de
Mariano Latorre, “la lucha del hombre de la tierra, del mar y de la selva, por crear
civilización en territorios salvajes, lejos de las ciudades”. Dotó a los personajes de un
carácter heroico, aunque su lucha siempre terminaba en derrota, lo que da para
especular respecto del carácter derrotista de las generaciones anteriores a nosotros.
Entre estos primeros criollistas, brillaron con luz propia Alberto Blest Gana,
Baldomero Lillo y Latorre, con Zurzulita, publicada en 1920.

Modernismo
El término modernismo denomina a un movimiento literario, principalmente poético,
que se desarrolló entre los años 1880-1920 y se caracterizó por una gran rebeldía
creativa, un refinamiento narcisista y aristocrático, carácter cosmopolita y una
profunda renovación estética del lenguaje y la métrica. Su inicio esta asociado a la
publicación de Azul…, de Rubén Darío, en 1888.

Entre los exponentes nacionales del modernismo, podemos nombrar a: Ambrosio


Montt y Montt, Alberto del Solar, Luis Barros Méndez, Leonardo Eliz, Narciso
Tondreau, Pedro Antonio González, Clemente Barahona Vega, Julio Vicuña Cifuentes,
Ricardo Fernández Montalva, Alfredo Irarrázaval Zañartu, Augusto Winter, Gustavo
Valledor Sánchez, Egidio Poblete, Samuel A. Lillo, Abelardo Varela, Marcial Cabrera
Guerra, Horacio Olivos y Carrasco, Antonio Bórquez Solar, Zoilo Escobar, Manuel
Poblete Garín, José Santos Chocano y Miguel Luis Rocuant, entre otros.

Grupo literario Los Diez


Los Diez o «Los X» fue un grupo formado por arquitectos, escritores, escultores,
músicos y pintores chilenos y protagonizó la escena cultural entre 1914 y 1924. Fue
uno de los grupos más destacados de la literatura chilena (y el arte en general) y uno
de los principales movimientos intelectuales chilenos del siglo XX.

El nombre de «Los Diez» se originó en una conversación entre Pedro Prado y el


arquitecto Julio Bertrand. En 1914, Prado pasaba por una pésima situación
económica y Bertrand le preguntó si creía que en Santiago habría otras personas que
en su situación tendrían la misma actitud alegre y creativa. «Tal vez buscando, deben
haber unas diez», dijo Prado. Bertrand replicó que «le gustaría conocerlas». Esto
marcó el nacimiento del grupo, comenzando con una serie de reuniones en casa de
Prado.

Su primera aparición pública fue el 19 de junio de 1916, cuando se celebró la Primera


Exposición de Los Diez, con obras de Manuel Magallanes Moure, Alberto Ried y
Pedro Prado, en el Salón de El Mercurio.

Integrantes:
1. Pedro Prado (escritor, pintor y arquitecto). Premio Nacional de Literatura 1949.
2. Manuel Magallanes Moure (escritor y pintor).
3. Juan Francisco González (pintor).
4. Julio Bertrand Vidal (arquitecto, pintor y fotógrafo).
5. Acario Cotapos (músico). Premio Nacional de Artes Musicales 1960.
6. Alfonso Leng (músico, compositor). Premio Nacional de Artes Musicales 1957.
7. Armando Donoso (crítico literario, periodista).
8. Julio Ortiz de Zárate (pintor).
9. Alberto Ried Silva (escritor y escultor).
10. Ernesto Guzmán (poeta).
11. Alberto García Guerrero (músico).
12. Augusto D’Halmar (escritor). Premio Nacional de Literatura 1942.
13. Eduardo Barrios (escritor). Premio Nacional de Literatura 1946.
Como ven, fueron más de 10 los hombres que enfrentaron la sociedad santiaguina de
la época con una actitud alegre y creativa…

Literatura fantástica
A las corrientes antes mencionadas, una nueva generación de escritores se incorporó
al acervo cultural chileno y con ellos apareció la literatura fantástica o ñoña. Esta
corriente moderniza la vieja escuela de los asuntos existenciales góticos, y les agrega
lo terrorífico, lo mágico, lo onírico y lo diabólico de la cultura popular. Su origen
probablemente está en los autores María Luisa Bombal, La Amortajada (1938), Elena
Aldunate y su Juana y la cibernética (1963) y Carlos Droguett, con su libro Patas de
Perro (1965).

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