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1. Cartografía
2. Hallazgos
Algunas casas en especias las que están detrás o a los costados de la plaza de mercado
lucen abandonadas, desvencijadas. Y luego en la esquina se levanta un par de
edificios con una muy buena fachada, que son los de la ETB y Fenalco. Se percibe el
descuido que hay en este lugar.
Esté lugar pasó a ser tétrico y sin vida. Las tiendas de ropa, cafeterías pequeñas y
otros locales desvencijados, le dan un aire funesto. Se conservan muy pocas placas,
siendo un espacio histórico y una de las primeras plazas de Bogotá.
Entre los olores podemos encontrar una mezcla, de comida, suciedad, esmog de los
carros, habitantes de la calle, orines y basura abandonada en las esquinas de los
edificios y las calles. Este lugar no se ve limpio, además de ser habitado por cientos
de aves que están por los techos y por el monumento.
Cerca de la carrera séptima, en frente de la iglesia se parquean unos carros que vende
minutos, comida, donde se embolan los zapatos. Los famosos “vendedores
ambulantes” que ponen sus puestos estratégicos por donde pasan todas las personas.
Las personas que concurren La Plaza de las Nieves en su mayoría son trabajadores,
ejecutivos, estudiantes, artesanos, habitantes de la calle y muy pocos extranjeros o
turistas.
La Plaza de las Nieves ha adoptado algunos rituales, como la de los ejecutivos que
pasan por esta zona y piden que les embolen los zapatos o algunos días podemos
encontrar una hilera larga de mesas y en ellas jóvenes y viejitos que se sientan a jugar
ajedrez.
Y los hombres también mayores son los encargados de embolar los zapatos de
ejecutivos y otros transeúntes.
Las personas que concurren con mayor frecuencia son mujeres amas de casa,
ejecutivos, trabajadores de la zona, policías, estudiantes de las universidades más
cercanas.
Las personas que atienden los restaurantes y los puestos de mercado son personas
muy ancianas, adultos que han heredado aquellos lugares. En los restaurantes
podemos encontrar personas afrodescendientes, mujeres y hombres que por años han
cocinado y les apasiona mostrar por medio de la comida las delicias típicas
colombianas.
Dibujantes- artistas
El olor de es lugares una mezcla de orines, calle húmeda, cigarrillo, y humo. A simple
vista se ve un ambiente caótico y pesado. La mayoría de las calles en Bogotá son así
caóticas, pero en estas también podemos encontrar bello, es decir, puede que cinco
personas te griten para retratarte, pero en medio de los gritos ves las pinturas y
muestran algo bello y único.
Solamente he visto a una persona calva que dibuja, el resto de los artistas visten ropa
holgada, pelo de diferente forma algunos lo mantienen largo, otros lo mantienen
medio (largo-corto), generalmente suelto. Algunos dibujan de forma caricaturesca,
mientras que otros tratan de plasmar la realidad. Algunos utilizan carboncillo, otros
utilizan acuarelas.
El hotel tiene una fachada estilo colonial, con ventanas un poco salidas que quieren
asimilar el papel de balcón o un ventanal. Tiene apariencia de que en su interior tendrá
escaleras de madera, pero no es así. La entrada del hotel es sofisticada escalera de
baldosa parecida al mármol, las paredes tienen colores vivos como ocre, y una mezcla
entre verde primaveral y verde esmeralda. Los cuartos tienen pisos de madera que
parecen inestables. Las paredes si son rígidas como si no traspasaran sonido alguno.
El hotel está a 1.4 km de la biblioteca Luis ángel Arango, 1,6 km de la plaza de
Bolívar, 1 km del chorro de Quevedo, 0,5 km del Museo del oro, y a 3,5 km de
Monserrate.
El hotel tiene un olor agradable entre limpiador de canela, madera, y cobijas limpias.
Estéticamente se ve agradable, es decir, no hay caos, no hay gente corriendo es como
si tuvieran ritmo propio. A la entrada tienen una puerta tipo espejo.
Dentro del hotel había personas relajadas, despreocupadas por la existencia del
mundo exterior. Tenían ropa de color ni sombrío, ni llamativo intermedio. Tenían
expresión de felicidad, o alegría, parecía como si le sonrieran a la vida cada minuto
de cada día. Tristemente eran camareros desinformados, preguntamos un poco por la
historia del hotel, datos que fueran relevantes, su construcción, el año exacto en el
que había sido inaugurado, pero no pudieron contestar nuestras preguntas. Antes fue
un chiste para ellos y una molestia para nosotras, nos hablaron de los valores de la
habitación y de la posibilidad de que pudiéramos llevar a nuestros novios allá.
El costo del hotel puede variar está entre $60.000 pareja, o $40.000 sola. Al salir del
hotel, hay restaurantes para poder desayunar, almorzar, o cenar. Tiene una muy buena
ubicación para un turista con poco dinero, al lado tiene la plaza de mercado y cientos
de lugares a los cuales puede ir a visitar. Lo único que no está a favor es que es un
lugar muy peligroso a todas las horas del día y no es muy agradable el panorama.
La iglesia Nuestra señora de las Nieves fue fundada en 1585 por el arzobispo Luis
Zapata de Cárdenas, en esta podemos encontrar una influencia barroca y una
bizantina, especialmente en las columnas que la sostienen. La iglesia es decorada por
bloques rojos y amarillos, que la caracterizan e identifican de las demás iglesias y
ermitas de la zona. En el interior, podemos encontrar vitrales y cuadros pequeños que
hacen referencia al viacrucis, al igual que altares y/o estatuas de los santos más
representativos y adorados por los feligreses, acompañados de veladoras, flores y un
pequeño cartel con la oración correspondiente a cada uno. Además, el oro y la madera
son destacados como accesorio o decoración, el altar, la sede (que es la silla en la cuál
se siente el párroco), el pulpito, los confesionarios, altares y demás tienen una gran
cantidad de oro, que es tomado como sinónimo de ofrenda y riqueza digna de seres
supremos.
3. Textos o narraciones
Lizeth Niño
En el año 1987, al año que el niño nació, quisimos como lo manda la ley de Dios bautizar
a nuestro hijo. El bautizo es un evento muy importante debido a que con el agua bendita
pierde el pecado original. Fue muy difícil, ninguna iglesia quería bautizarlo al no estar
casados, ya sabe, porque es un pecado concebir un hijo fuera del matrimonio. Primero, intenté
llevarlo a la iglesia del barrio…apóstoles Pedro y Pablo, luego, a la santa Margarita. No
tuvimos éxito. Yo intenté hablar con el sacerdote, les decía que yo intentaba integrar un nuevo
cristiano en la religión, pero, para ellos fue un argumento poco válido.
Una vecina me recomendó la iglesia de las nieves, esa iglesia era muy hermosa, era
barroca; tenía soletas y arabescos doradas. Cada cuadro, si mal no recuerdo, se hallaba con
la luz tenue de una vela, el reflejo de la luz formaba una figura de yeso. Al principio pensé
que no se podría bautizar, ya que al preguntar en tantas iglesias que casi pierdo la devoción.
Sin embargo, gracias a la bendición de Dios, la comprensión del sacerdote y una larga charla,
lo logramos.
Yo me siento culpable, porque yo no hice ese curso obligatorio para bautizar a mi hijo,
sobre todo porque con mis otros hijos sí lo hice. Aun así, con el perdón de Dios se hizo el
bautizo. La verdad no recuerdo el nombre del sacerdote, lo relaciono con algo gracioso…algo
con un alambre de púas. Usted, ya sabe que yo relaciono los nombres de las personas con
objetos. Bueno, el caso es que llego el día tan esperado, un domingo de agosto en 1987, a las
nueve de la mañana. Sus padrinos llegaron a la iglesia mi hermana Myriam, y el hermano de
mi exesposo Luis, antes de comenzar la ceremonia el sacerdote se acercó a ellos con la
intención de preguntarles sobre la vela. La vela es un instrumento fundamental en un bautizo,
Luis quedó en traerla y la sorpresa fue que no la trajo.
Al final, ni sé cómo lo hizo, lo único que sé, fue lo que él me conto. El desgraciado fue
corriendo al cementerio más cercano, porque ni plata tenía para pagar la vela, buscó entre
todos los trípodes una vela, y por suerte la encontró, y eso si no la hubiese entrado yo misma
lo habría ahorcado. Lo bueno fue que mi hijo se logró bautizar, claro sus padres aún no se
casaban, ni siquiera estaba en planes casarnos. Y, claro se bautizó con una vela robada de un
muerto, gracias a Dios esa noche no nos jalaron las patas. Pero, se bautizó ante los ojos de
Dios, ojalá Dios no vea lo que pasó entre bambalinas en ese bautizo.
Un sin número de olores atraviesa la Plaza de Las Nieves, o también llamada la Plaza
Eduardo Umaña. Desde platos del pacífico y sus extravagantes restaurantes con comida del
mar, hasta el típico corrientazo bogotano, el amargo olor del incienso de la iglesia y los
habitantes de la calle que duermen sobre los pies de la estatua del prócer, Francisco José de
Caldas. Dejando sus cuerpos en una tranquila quietud, permitiéndole a las aves que los
picoteen en busca de cualquier grano de comida, arroces abandonados o el olor dulce de un
chicle masticado, cuya trampa mortal representa un peligro para sus picos. Las Nieves ha
sido una de las plazas más antiguas de Bogotá. Concurrida por trabajadores de mercado,
ejecutivos, estudiantes y artistas que extiende sobre los vidrios de los de los edificios pinturas
de animales o los retratos de transeúntes víctimas de la cotidianidad, movidos por la prisa.
Hostigados de los vendedores ambulantes que abordan a la gente para hacerlos comprar sus
mercancías. En eso se ha convertido gran parte de la séptima y la Plaza de las Nieves “en un
mercado persa”. En un espacio olvidado. Irreconocible por nuestros padres y abuelos que
alcanzaron años atrás a apreciar este lugare en su mayor esplendor.
Y por último la plaza de mercado de las Nieves uno de los lugares importantes, donde se
reúnen ancianos y jóvenes, sean vendedores o visitantes. Uno de los espacios más
emblemáticos, en el que se recuperan las tradiciones. Donde podemos viajar a distintos
lugares de nuestro país por medio de la cocina típica colombiana. Verduras, frutas y flores
que conservan nuestra memoria y permiten un encuentro intercultural entre artistas e
invitados. Cada puesto de mercado esconde una historia, una herencia y un esfuerzo que
debemos valorar, porque es allí donde podemos también preservar la cultura, honrar nuestras
tradiciones y sobre todo tejer nuevas historias.
Angie Marlés
Era una tarde de febrero, decidí salir a dar un paseo para ahogar las penas, no existe en
Bogotá lugar más exótico y humano que esas calles inundadas de historia, personalidades,
generaciones, creación y destrucción. Era absurdo, era hermoso. Sentía la indiferencia de
aquellas personas que transitan a diario por las mismas aceras, se topan, se rozan, se golpean,
más no se reconocen.
Los artistas, con sus manos negras de carboncillo, hacen el arte que muchos no reconocen
como arte. Son admirados, despreciados, ignorados, alagados. Tanto de nada, quizá. Emiten
unas cuantas gotas de desesperación y manipulación, se aprovechan de sí mismos, se exhiben,
se venden por dinero… por necesidad. Caminaba a paso medio, intentando admirar su arte
sin que lo notaran, no deseaba sentirme obligada a ayudar a quien no tenía como ayudar. Y
vaya que me cuesta decir no, más a quienes no aceptan un “no, gracias” por respuesta. Casi
terminaba de pasar, a mitad del recorrido, acercándome a la esquina, un hombre se levanta
de su banco de madera y me dice: Señorita, hey, señorita, permítame retratar su belleza, el
arte de sus ojos. No sé qué me pareció más absurdo de su propuesta, tan solo me limité a
decir no, gracias, muy amable. El hombre, dio tres pasos hacia mí y dijo: no pretendo
comprometerla, tan solo venga a mí, e intentó tomar mi brazo mientras yo realizaba un
movimiento esquivo y caminaba aún más rápido. Mi corazón latió muy fuerte, por la
desconfianza, el temor, por el absurdo de su propuesta. Cuando di vuelta a la esquina del
edificio del etb, me escondí mientras escuchaba perderse entre la lejanía, entre las voces del
caos y la indiferencia, un leve: ¡señorita, el arte de sus ojos!
Referencias
Wilches, J. D. (3 de septiembre de 2018). Uniminuto radio . Obtenido de
https://www.uniminutoradio.com.co/el-tesoro-de-las-nieves/