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Los viajes misioneros que emprendió el apóstol Pablo, a través del Asia Menor y la costa

suroeste de Europa (básicamente, por las ciudades y territorios que bordeaban el Mar
Mediterráneo).A diferencia de la mayoría de los demás apóstoles, Pablo fue llamado por Dios
para ser apóstol a los gentiles, es decir, a aquellos que no eran del pueblo judío. Así, luego de su
encuentro con Jesucristo y su conversión al cristianismo, Pablo, siendo judío, se dedicó a
predicar el Evangelio hasta el día de su muerte, fundando y confirmando muchas iglesias,
pasando múltiples vicisitudes e incluso, llegando a dar su vida por la causa de Cristo. Los
estudiosos bíblicos han clasificado los viajes de Pablo, agrupándolos según su recorrido. Tres de
ellos se consideran viajes misioneros, ya que en los lugares que visitaba el apóstol iba
extendiendo el mensaje del Evangelio de Jesucristo.

PRIMER VIAJE MISIONERO DE PABLO:

El primero de ellos, según el relato del libro de los Hechos de los Apóstoles, fue movido por una
revelación del Espíritu Santo a emprenderlo junto con Bernabé y con Juan Marcos, quien era
sobrino de éste último. El viaje comenzó aproximadamente entre los años 47 a 48 d. C.
Embarcaron en Seleucia, que era el puerto de la ciudad de Antioquía de Siria (Seleucia distaba
pocos kilómetros de Antioquía).

De allí, se dirigieron por barco a Chipre, realizaron su tarea misional en la costa oriental de la
isla, en una ciudad llamada Salamina, que se cree estaba a pocos kilómetros de la hoy ciudad de
Famagusta; de la costa oriental cruzaron la isla hasta la costa occidental, hacia una ciudad
llamada Pafos. De allí, embarcaron hacia la costa del Asia Menor, hasta la ciudad de Perge, en
Panfilia, posiblemente pasando por la ciudad de Atalía (muy cercana a Perge y al puerto de esta
ciudad), que por entonces era una provincia del imperio Romano.

De allí, sólo con Bernabé, Pablo se dirigió a la ciudad de Antioquía de Pisidia. Se asentaron un
tiempo en esta ciudad, y de allí partieron para la ciudad de Iconio, que se encontraba en la
provincia romana de Galacia. Por allí pasaba una ruta principal que unía la importante ciudad de
Éfeso con Siria. Desde allí se dirigieron hacia la ciudad de Listra, en la región de Licaonia.

Pablo y Bernabé partieron de Listra a Derbe, y desde esta ciudad regresaron sobre sus pasos a
Listra; luego a Iconio y después a Antioquia de Pisidia. De allí, fueron a Perge; y de Perge, al
puerto de Atalia, donde se embarcaron para Antioquía de Siria.
SEGUNDO VIAJE MISIONERO DE PABLO:

El segundo viaje, Pablo lo realizó junto a otro discípulo llamado Silas o Silvano. Salieron de
Jerusalén, de allí fueron a Caesarea o Cesarea, luego a Tolemaida, y pasaron por Tiro y Sidón
para llegar a Siria y de allí al Asia Menor, arribando a Antioquía. Desde allí fueron a Tarso, de
Cilicia (ciudad natal de Pablo). Este viaje comenzó alrededor de los años 49 a 52 DC.
Ya en Asia Menor, llegaron a la ciudad de Derbe, y luego a Listra; allí se les unió Timoteo, y se
dirigieron a Troas, ciudad junto al mar Egeo. La ruta clásica de la época era pasar por las
siguientes ciudades para llegar desde Listra a Troas: Iconio, Antioquía y Dorylaeum. En Troas se
unió Lucas al grupo, y se dirigieron a Macedonia, haciendo pie en la ciudad de Neápolis para
luego llegar a Filipos, de donde, atravesando por Anfípolis y Apolonia de Iliria, se dirigieron a
Tesalónica. De Tesalónica, donde estuvieron un tiempo, fueron a Cencreas, de donde fueron por
mar a Éfeso; y de allí, a Cesarea, lugar en el que finalizó este segundo viaje misionero.

TERCER VIAJE MISIONERO DE PABLO:

El tercer viaje fue alrededor de los años 52 a 56; partió Pablo por tierra desde Antioquia hacia
Tarso, pasando por Derbe, Listra, Iconio y Antioquía de Pisidia; de allí fue a Éfeso; de Éfeso
partió por mar hacia Asón; de Ason fue hacia Macedonia pasando por Neápolis,Filipos y
Anfípolis; por mar fue Corinto, y luego, por tierra, fue a Atenas, Berea y Tesalónica, volviendo
por el mismo camino hasta Éfeso; desde esta ciudad fue por mar a Mileto y Pátara, y de allí
volvió, parando en Tiro y Caesarea, a Jerusalén, en el año 56 a 57.
CUARTO VIAJE DE PABLO (VIAJE A ROMA):

Habiendo culminado su tercer viaje misionero, el apóstol Pablo llega a Jerusalén, en donde fue
apresado injustamente por predicar la palabra de Dios. Luego de comparecer ante el pueblo (sus
propios compatriotas judíos) y ante varios personajes en autoridad, Pablo apela al César, al
parecerle injusto el proceso legal que se le estaba llevando. Aunque él era judío, también tenía
ciudadanía romana, por lo que tenía derecho a ser tratado como tal; y a él apeló a ese derecho.
Así, fue llevado como prisionero del impero romano en un largo viaje hacia Roma, la capital del
imperio, en donde comparecería personalmente ante el César para exponer su caso.

De Jerusalén hasta el puerto de partida:

Partieron del puerto de Cesarea Marítima, arribando en una jornada al puerto de Sidón. Desde
esta ciudad, donde permanecieron varios días, se dirigieron, costeando entre Chipre y Cilicia, a
Mira; esta travesía duró unos quince días. Desde Mira, reemprendieron el viaje hacia Creta,
arribando en el puerto de Lasea (Puerto Hermoso). Pablo fue embarcado junto a otros
prisioneros rumbo a Italia. En la escala en Sidón se le permitió visitar a sus amigos y ser atendido
por ellos. Después de quince días de navegación, llegaron a Mira, y allí tomaron una nave
alejandrina, llegando finalmente a Puerto Bonito (Creta). El centurión Julio, a pesar de las
advertencias del Apóstol, por considerarse experimentado en estas lides, Pero durante el viaje
les sobreviene una gran tempestad que termina en naufragio

El centurión encargado de la custodia de los prisioneros, entre ellos Pablo, llamado Julio. Se
nombra al ya mencionado con anterioridad Aristarco, macedonio natural de Tesalónica; este
acompañaría a Pablo, al menos durante una parte de su viaje.

El barco en que se encuentra Pablo costeando frente a Creta fue sorprendido por un viento
huracanado (Euroclidón) procedente de la isla. Como consecuencia de este viento fueron
empujados frente a un islote llamado Cirte. A la deriva, fuera de su ruta, intentaron no chocar
contra las rocas de la costa por medio de distintos procedimientos.

La tempestad provocó la deriva del barco. Éste permaneció a merced de la tempestad mientras
ésta continuó durante varios días. La tripulación del navío intentó por todos los medios
mantenerlo a flote, pero, al prolongarse el temporal, con el paso de los días cundió el desánimo.
Pablo en todo momento intentó que sus acompañantes mantuviesen la calma, comiesen y
cobraran ánimo, ya que habían estado varios días sin comer. El apóstol comunicó a la tripulación
que había intercedido por ellos ante el Espíritu y que no debían temer nada, pues ninguno de
ellos perdería la vida en este percance, ya que Dios así se lo había revelado a él. Sin embargo, les
advirtió que habría una pérdida total de los bienes materiales. La tripulación, en medio del Mar
Adriático, decidió sondear la profundidad del mar, pero observaron que era escasa y decidieron
anclar la nave de todas las formas posibles, evitando, de esta manera, chocar contra los escollos
de la costa.

Finalmente divisaron una ensenada con una playa frente a las costas de Malta Al divisar la
ensenada, decidieron lanzar la nave hacia ella. Entre dos bancos de tierra, la nave naufragó,
siendo desmembrada por la fuerza del oleaje. Los soldados decidieron matar a los prisioneros,
pero el centurión, queriendo salvar la vida de Pablo, se lo prohibió.

Una vez a salvo, descubrieron que se encontraban en la isla de Malta. El Apóstol fue mordido
por una víbora que se encontraba entre las ramas que él recogía para echarlas para avivar la
fogata con que todos se calentaban. De inmediato, los nativos de la isla interpretaron el hecho
como un signo desfavorable para Pablo y como algún tipo de juicio divino. Pero al ver que no
sufrió daño alguno, los nativos cambiaron de opinión y hasta llegaron a decir que era un dios.

Reanudaron la navegación, embarcándose en una nave alejandrina. Llegaron a Siracusa, capital


de Sicilia. Desde allí, costeando, llegaron al puerto de Pozzuoli y, desde este lugar, por tierra
hasta Roma. En Siracusa permanecieron tres días; en Pozzuoli una semana, en compañía de
hermanos. Finalmente, en Roma, fueron recibidos por cristianos de esta ciudad, sabedores de
que Pablo llegaba a la misma. Allí en Roma, permaneció dos años en arresto domiciliario antes
de que le llegara el turno de comparecer ante el emperador, el César. En ese lapso se le
concedieron ciertos privilegios y se le permitió predicar el Evangelio a muchos. E incluso,
estando allí arrestado, escribió seis de sus cartas que luego pasaron a formar parte del canon
bíblico del Nuevo Testamento
Las costumbres de los judíos que ahora están volviendo de varias partes del mundo a la tierra de
sus padres, no serán de gran valor para este estudio, porque son principalmente las de las
tierras de donde proceden, lo que significa mayormente costumbres occidentales. Puede haber
unos pocos de los israelíes recién llegados y algunos de los que han vivido largo tiempo en la
tierra, que conservan los hábitos de antaño; pero los que así los conservan, forman una minoría
muy pequeña.

Otra fuente de información sobre los usos y costumbres de tiempos bíblicos. Los historiadores
que han escrito sobre el tiempo de Cristo o de los apóstoles con frecuencia han proporcionado
información sobre la manera de vivir en aquellos días, y también de días más anteriores.
Además, los descubrimientos de los arqueólogos han sido una fuente valiosa de conocimientos
sobre el tema. Las cosas descubiertas por la pala, tales como la cerámica, varios artículos de
mueblería, restos de casas viejas, inscripciones, y cosas semejantes, frecuentemente revelan los
secretos de cómo vivían y se portaban los antiguos. Civilizaciones antiguas, perdidas para el
resto del mundo por muchos siglos, se han revelado a los hombres mediante el trabajo de los
excavadores en las tierras bíblicas.

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