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Sin embargo, Tolomeo XIII siguió la opinión de sus consejeros y decidió

eliminarlo para congraciarse con César: Pompeyo fue asesinado ante los
ojos de su esposa.
EL PODER DE SEDUCCIÓN DE LA REINA: Como se dijo antes,la lucha
por el trono de Egipto volvió a repetirse tras la muerte del padre de
Cleopatra (51 a.C.), Ptolomeo XII. De un lado, estaban los partidarios de
Ptolomeo XIII, su hermano de 10 años. Del otro, ella que, con 17 años,
era regente.
Sin embargo, los acontecimientos de la guerra civil romana, provocada
por el enfrentamiento entre César y Pompeyo, se mezclaron en la pugna
dinástica. En ese momento de la historia, Cleopatra mostró su talla de
reina. Supo combinar la impericia de sus enemigos con su audacia para
salir victoriosa en la lucha por el trono de Alejandría. Derrotado
en Farsalia (48 a.C.), Pompeyo acudió a Egipto a buscar el auxilio de sus
aliados. Pero Potino, ministro de Ptolomeo XIII, lo mandó asesinar para
atraer de este modo las simpatías de César para su causa. El cálculo
resultó erróneo porque César era magnánimo con sus enemigos y porque
Pompeyo había sido marido de su hija Julia.
Los primeros años del reinado de Cleopatra, que llegó al trono a los 18
años, fueron difíciles. Las cosechas fueron perjudicadas por las
inundaciones del Nilo y hubo conflictos con Siria. Luego Julio César llegó
a Egipto y Cleopatra se fue a Roma.
A su regreso, volvió a encontrarse con serios problemas: el trono había
sido usurpado por un falso Ptolomeo XIII, había crisis económica y
epidemias. La reina tomó medidas drásticas.

Distribuyó los granos que guardaba el Estado entre el pueblo, reconstruyó


la armada, impulsó la libertad de comercio y reintegró a Egipto a la
economía internacional. El reino se recuperó.
Entonces, Cleopatra entró en la leyenda. Envuelta en una alfombra, según
la tradición, se infiltró clandestinamente en los aposentos de César para
poder exponerle sus demandas.
Durante el encuentro, la reina consiguió seducir al general romano: el
escritor griego Plutarco asegura que esa misma noche durmieron juntos.
Pese a ello, César intentó aproximar las dos facciones. Pero, poco
después, los partidarios de Ptolomeo XIII iniciaron una guerra en la que
César y Cleopatra resultarían victoriosos.
LA HOSTILIDAD ROMANA: Para sellar su alianza política y sentimental, César
y Cleopatra emprendieron un fastuoso crucero por el Nilo que utilizaron
para demostrar su poder por todo Egipto. Poco después, Cleopatra daba
a luz a Ptolomeo César, hijo de Julio y más conocido como Cesarión.

Después de vencer a Farnaces, el rey del Ponto, en una campaña que por
su facilidad provocó la frase «vini, vidi, vid» («vine, vi y vencí»), César
regresó a Roma, desde donde reclamó la presencia de Cleopatra a su
lado.
La triunfadora de Egipto, acompañada de Cesarión y su nuevo hermano-
marido, Ptolomeo XIV, de 3 años, ofreció a los romanos la imagen de una
joven soberana rebosante de poder, riquezas y orgullo.
Pero en Roma se inició la «leyenda negra» de Cleopatra. Como se creía que
César y Cleopatra serían reyes de Roma, los patricios –la clase alta–
encendieron el odio contra ella. Cicerón, el gran orador, fue especialmente
rencoroso.
En su correspondencia, se refería a Cleopatra como la «Serpiente del Nilo» y
como un peligro para la República romana. Todo el mal procede de
Alejandría», aseguraba.
Cuando César erigió una estatua irücada a Cleopatra-Venus, Roma
relacionó las ansias monárquicas de César con su influencia.
Los romanos no estaban dispuestos a rendir pleitesía a la reina de un
Estado al consideraban vasallo. El asesinato de César en el Senado (44
a.C.) marcó el final de esta campaña de desprestigio hacia Cleopatra.
MARCO ANTONIO PRENDADO POR CLEOPATRA: La reacción de Cleopatra ante
el asesinato no se hizo esperar. Había perdido a su aliado en Roma y
decidió volver a Alejandría. Una vez allí, para evitar nuevos conflictos
dinásticos, mandó ejecutar a Ptolomeo XIV. Esta vez, su hijo Cesarión, de
sólo tres años, accedió al trono al lado de Cleopatra como Ptolomeo XV.
Sería el último Ptolomeo Lágida.
A la muerte de César se entabló una nueva guerra civil. De un lado, se
encontraban los republicanos, asesinos de César -encabezados por Casio
y Bruto-, y en el otro los partidarios del general -Marco Antonio, Lépido y
Octavio.
Además, en este campo se estaba labrando una carrera por el poder entre
el veterano Marco Antonio, designado como cónsul, y el hijo adoptivo y
sobrino nieto del fallecido y heredero legal de César, Octavio.
Derrotados los partidarios de Casio y Bruto, Marco Antonio inició un viaje
por Oriente que lo llevaría a conocer a Cleopatra.
El encuentro fue en la dudad Siria de Tarso. Marco Antonio, que aspiraba
a vencer a los partos, dueños de un imperio, establecido en el 250 a.C.,
y rivales de Roma en la lucha por Armenia y la Mesopotamia mandó llamar
a Cleopatra para saber si podía contar con su apoyo.
La entrada de Cleopatra en una suntuosa y lujosa nave y los agasajos que
le ofreció -entre ellos un banquete que habría durado cuatro días-
conquistaron la voluntad del romano. Ella tenía 28 años y él, 42.
El romance floreció inevitablemente.
De aquel primer contacto, Cleopatra consiguió la condena a muerte para
su hermana Arsinoe quien, incluso presa en Roma por su alianza con
Ptolomeo XIII, le había creado situaciones comprometidas en el reino.
Marco Antonio abandonó a su esposa Fulvia y ganó, a cambio, una aliada
que le permitiría ser el hombre más poderoso entre sus contemporáneos
durante una década.
El segundo encuentro se produjo en Alejandría, donde Marco Antonio pasó
un año disfrutando de los placeres y privilegios que le gustaban y que le
ofrecía la ciudad helenística: gimnasios, conferencias, banquetes, fiestas,
juergas, santuarios… Plutarco asegura que fue finalmente la propia
Cleopatra quien lo arrancó de la indolencia de esta «vida inimitable» o
«amimétobien» -como ellos mismos llamaban a su grupo, que llevaba una
vida desenfrenada-.
Pero, mientras Cleopatra daba a luz a los gemelos Cleopatra Selene (luna)
y Alejandro Helios (sol), hijos de Marco Antonio, éste se iba a Grecia a
negociar con Octavio, su rival. El motivo: Fulvia, la abandonada esposa,
había promovido una rebelión contra Octavio.
Los dos gobernantes pactarían en la ciudad de Brindisi una nueva paz
junto a Lépido a fines del 40 a.C. y se repartirían las zonas de influencia.
El Oriente correspondió a Marco Antonio, Occidente a Octavio y África a
Lépido. Viudo de Fulvia, Marco Antonio se casó con Octavia, hermana de
su oponente, con la que también tendría descendencia.
MARCO ANTONIO CLEOPATRA EL IMPERIO LÁGIDA: Después que la
intervención de Octavia calmó las tensiones entre su marido y su
hermano, en el verano de 37 a.C, Marco Antonio partió inesperadamente
hacia Antioquía, en Siria, donde se volvió a reunir con Cleopatra.
¿Fue amor o la necesidad, más perentoria para su prestigio, de iniciar una
campaña contra los amenazantes partos que ocupaban parte del Asia
romana lo que llevó al reencuentro?.
Sea lo que fuere, lo primero que hizo la pareja fue casarse, según el ritual
egipcio que, al contrario del romano, permitía la poligamia.
Esposa del dueño de Oriente, Cleopatra empezó a mostrar sus
ambiciones.
Marco Antonio le dio el reino de Calcis, la costa siria, Chipre y territorios
de Cilicia, Creta y Judea La guerra con los partos ocupó las vidas de los
nuevos esposos durante los dos años siguientes.
Asistido por su esposa durante la campaña, Marco Antonio cedió
públicamente las nuevas conquistas a sus hijos -mientras estuvo en el
frente nació el tercer hijo de la pareja, Ptolomeo Filadelfo- a los que dió
los títulos de reyes. Egipto recuperaba así el esplendor de los
primeros lágidas.
En Roma, un Octavio temeroso del poder de Marco Antonio, empezó a
desprestigiarlos, máxime cuando éste cambió a su hermana por
Cleopatra. Enardeció al Senado con la lectura del testamento de Marco
Antonio en el que legaba territorios romanos a los reyes de Egipto.
La guerra, que se hizo inevitable, terminó con los sueños imperiales de
Cleopatra y consolidó los ¿e Octavio en la batalla naval de Accio (31 a.C.),
frente a las costas griegas y ganada por Roma. Tiempo después, todo
terminaría: Marco Antonio y se suicidaron.
Una batalla que cambió el mundo: En la época romana hay dos batallas que
estuvieron a punto de cambiar la historia.
Una fue Cannas (216 a.C), donde los romanos enfrentaron al general
cartaginés Aníbal; la otra, ocurrió frente a las costas de Accio (31 a.C.), y
fue contra Cleopatra y Marco Antonio.
A pesar de que la primera se libró a las puertas de Roma, el
enfrentamiento naval fue descripto por los historiadores romanos como la
batalla donde se decidía la «suerte del mundo». El triunfo de Octavio dio
origen del imperio más duradero de la Antigüedad -cuatro siglos- y a la
consolidación del Mediterráneo como el «Mare Nostrum» romano.
EL PODER DE SEDUCCIÓN:
HAN PASADO MÁS DE 20 SIGLOS desde que la reina del Nilo decidió
terminar con su vida, pero su poder de fascinación permanece intacto
entre los que la consideran el paradigma por excelencia de «la mujer
fatal».
¿Tanta era la belleza de Cleopatra? ¿Era tan arrebatador su atractivo
como para que los hombres más poderosos de su tiempo quedaran
subyugados? Los avatares de su vida, el exotismo que rodea a su figura,
los amores contrariados que pautaron su biografía fueron los ingredientes
que utilizaron los guionistas de Hollywood para agrandar su figura.
Actrices de gran belleza, como Liz Taylor, Sophia Loren o Vivien Leigh,
redondearon la leyenda. El mito de Cleopatra se constituía como verdad
casi irrebatible.
Sin embargo, hasta el propio Plutarco, escritor romano, riguroso biógrafo
de vidas paralelas que se pierden en el tiempo, puso las cosas en su lugar
al señalar la verdadera esencia del encanto de la reina egipcia: «Su
belleza no era tal que deslumbrase o que dejase parados a los que la
veían; pero su trato tenía un atractivo inevitable, y su figura, ayudada de
su labia y de una gracia inherente a su conversación, parecía que dejaba
clavado un aguijón en el ánimo».
Según la descripción del autor clásico, la proverbial belleza de Cleopatra
no habría residido tanto en su físico como en su carácter. Más aún, en
2001 hubo una polémica entre expertos británicos y egipcios luego que
los primeros aseguraron que Cleopatra fue petisa, fea y gorda…
Pero para entonces, otras mujeres habían esgrimido sus encantos para
alcanzar sus fines. Por ejemplo, Mata Hari, la seductora bailarina y espía,
que durante la Primera Guerra Mundial se ganó la confianza de los
poderosos y que fue fusilada por ello. Pero el mito de una Cleopatra bella
y seductora permanece más allá de las últimas suposiciones realizadas en
Londres.

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