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EL ESPIRITU SANTO Y EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA

1. Aspectos generales sobre el Espíritu Santo y el sacramento de la Penitencia:


Ante todo, debemos reconocer que la Reconciliación es obra de la misericordia de la
Santísima Trinidad, que se manifiesta en Dios Padre, por el Hijo y en el Espíritu Santo1.
En la relación que hay entre la Tercera Persona de la Santísima Trinidad y el perdón de
los pecados, la reflexión teológica dice: “El Espíritu Santo es don pascual (por
antonomasia) que el Padre-Amor, por medio del Hijo Unigénito, hace para la remisión
de los pecados y para que los fieles sean renovados para ser víctimas vivas en la
unificación cósmica a través de la configuración al Hijo”2.
Al hablar de la acción del Espíritu Santo en el sacramento de la Penitencia, “se insiste en
la fuerza y el consuelo, la interioridad y la iluminación, la gracia y la nueva creación
transformadora, por las que se opera la obra de reconciliación actual, y se nos hace
partícipes del mismo don del Espíritu Santo”3; ya que éste, intenta ayudar al penitente en
la Iglesia a cambiar la propia vida progresivamente para que así pueda ser transformada
en una vida de culto en Espíritu y en Verdad.

2. El Espíritu Santo y la Penitencia en la Sagrada Escritura: En el Antiguo


Testamento encontramos que el Espíritu se da al servicio de Yahvé para cumplir una
expiación por el pecado y una misión reconciliadora (Cf. Is 11; 53). Por el Espíritu es que
se renueva la Alianza y un nuevo corazón va a hacer posible que se cumpla (Cf. Jr 31, 31-
34). El Espíritu hace posible el perdón de Dios y la recreación del corazón, cada vez que
haya situación de infidelidad y pecado en el pueblo (Cf. Sal 50, 12-14.).
En el Nuevo Testamento encontramos a Jesús que actúa movido por el mismo Espíritu,
que lo impulsa a curar y perdonar, venciendo el mal y el demonio (Cf. Mt 4, 1, ss). Con la
confesión de fe de Pedro en Jesús, en la región de Cesarea, recibe del mismo Señor las
llaves de atar y desatar: “Te daré las llaves del Reino de los cielos y lo que ates en la
tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado e n el
cielo” (Mt 16, 19.). Además, con el acontecimiento de la resurrección de Cristo, el Espíritu
es enviado a los apóstoles para que tuvieran la potestad de perdonar o retener los pecados
(Cf. Jn 20, 19-23) y recibieran la misión de predicar en su nombre la conversión y el
perdón de los pecados a todos los pueblos (Cf. Lc 24, 47). Pedro, manteniéndose fiel al
mandato del Señor, en el día de Pentecostés invita a la gente que le escuchaba a que se
bauticen para que puedan redimir sus pecados (Cf. Hch 2, 38).

3. El Espíritu Santo en el Ritual de la Penitencia: El Ritual de la penitencia,


respondiendo a la misma estructura de la historia de la salvación, de la Iglesia y de los
sacramentos, quiere manifestar la riqueza del encuentro de gracias y las funciones de las
tres Persona Divinas. En las praenotanda expresa que a partir del acontecimiento de
Pentecostés y movida por la acción del Espíritu Santo, “la Iglesia nunca ha dejado ni de

1
Cf. Ritual de la Penitencia, Praenontnda 1.
2
Semanas de estudios trinitarios, Dimensión trinitaria de la penitencia, Salamanca 1994, p. 207.
3
D. Borobio, Para comprender, celebrar y vivir la reconciliación y el perdón, Madrid 2001, p. 29.

1
exhortar a los hombres a la conversión, para que abandonando el pecado y se conviertan
a Dios, ni de significar, por medio de la celebración de la penitencia, la victoria de Cristo
sobre el pecado”4.
Ahora bien, refiriéndose el Ritual a los momentos de la celebración de la Penitencia deja
ver la función de la Santísima Trinidad, cuando dice que es el Padre quien acoge al hijo
que retorna, Cristo es quien toma sobre sus hombros a la oveja perdida y “el Espíritu
Santo vuelve a santificar su templo o habita en él con mayor plenitud”5. De allí se sigue,
que es una necesidad el confesarse y para que ésta sea fructuosa se insiste en el hecho de
no solamente acusarse de los pecados graves, sino también de los veniales para el
perfeccionamiento del Bautismo y hacerse dóciles a la voz del Espíritu6.
Además, el Ritual hace notar que la Iglesia, ejerciendo el ministerio de la Penitencia por
medio de sus Ministros, exhorta a los fieles a la conversión y perdona los pecados “en
nombre de Cristo y con la fuerza del Espíritu Santo”7. Al respecto, el papa Clemente I
escribiendo a los corintios decía que “los ministros de la gracia divina, impulsados por
el Espíritu Santo, han hablado sobre la penitencia”8.

4. El Espíritu Santo y la celebración sacramental de la Penitencia:


a) El Espíritu Santo antes de la celebración: Es el tiempo de la metanoia en el
Espíritu (tiempo de arrepentimiento), el tiempo de la “inspiratio gratiae salutaris”
(tiempo de la inspiración de la gracia de la salvación). Es el lapso donde el examen de
conciencia y la respuesta humana son moción del Espíritu. Es el momento donde el
penitente es impulsado a la contrición, siendo éste un don del Espíritu, que lleva a
desembocar en el propósito que es correspondencia sinérgica a la presencia y a la acción
del Espíritu Santo. Es aquí, donde el pecador se siente impulsado a la conversión y se
ilumina la conciencia para que se convierta en verdadera, recta y exquisitamente cristiana
en la escuela de la sabiduría divina de la Palabra de Dios propuesta por la Iglesia9.

b) El Espíritu Santo durante la celebración de la Penitencia: La celebración ritual


de la Penitencia es la visibilizarían del dinamismo invisible del Espíritu; donde los
penitentes testifican visiblemente la correspondiente acción del Espíritu y se convierten
en sus portadores y difusores, creando así una red de portadores del Espíritu en la
experiencia eclesial, que es garantía de la novedad de vida dentro de la Iglesia10.

La celebración es el momento de la Epíclesis del Espíritu Santo, la “effusio gratiae


salutaris” (efusión de la gracia de la salvación); es decir la efusión del Espíritu Santo en
el corazón del penitente que se abre a la comprensión del Padre, cuya acusación que se
hace se convierte en un himno a la acción del Espíritu que hace visible la conversión. Por

4
RP, P.1.
5
Ibíd., P.6 d.
6
Cf Ibíd., P. 7.
7
Ibíd., P. 9.
8
Dimensión Trinitaria de la Penitencia, p. 171.
9
Cf. Ibíd., p. 208.
10
Cf. Ibíd., 210-211.

2
su parte, el Ministro debe identificarse con la acción del Espíritu y transparentarla; es
decir que debe estar dócil a la acción del Espíritu, para que el penitente pueda así ser dócil
a la voz del Espíritu Santo. Además, en el momento en que pronuncia la absolución, la
Iglesia invoca al Padre para que envíe el Espíritu Santo: “Dios Padre misericordioso que
reconcilió consigo al mundo por la muerte y resurrección de su Hijo y derramó el Espíritu
Santo para la remisión de los pecados (…)”11. Estas palabras vienen acompañadas por el
gesto epiclético de extender las manos sobre el penitente; cuya referencia lo encontramos
en el evangelio de San Juan, cuando Jesús sopla sobre sus Apóstoles en la tarde del
domingo de Pascua12.
Por último, la referencia del Espíritu Santo en la absolución, hecha en nombre de Cristo,
es porque él es la remisión de los pecados; es decir, Cristo es el que absuelve, pero la
absolución es el Espíritu Santo; Cristo perdona y el perdón es el Espíritu, Cristo es el
médico y la medicina es el Espíritu Santo. Por lo tanto, la absolución es la Epíclesis del
Espíritu Santo sobre el penitente13.

c) El Espíritu Santo después de la celebración de la Penitencia: Es el momento de


la vida nueva de culto en el Espíritu, el “continuatio gratiae salutis” (continuación de la
gracia de la salvación). En este tiempo el penitente manifiesta la satisfacción
proporcionada a sus concretas capacidades conforme a sus “temperies spiritualis”
(momento espiritual). La satisfacción sacramental es la defensa eclesial de la presencia
del Espíritu que acompaña al penitente y lo acompaña en su crecimiento espiritual14.

5. Conclusión: La Penitencia es el sacramento de la incesante acción omnicomprensiva


del Espíritu Santo, que concreta el perdón, la remisión, el juicio, la absolución, la
exoneración, el canto de alabanza, la acción de gracias. Él es la causa y el efecto de la
reconciliación, o mejor dicho, él es el don de la reconciliación. Gracias a la fuerza del
Espíritu, la gracia bautismal y la vida nueva se nos otorgan como dones de la
reconciliación. Es más, en el Espíritu encontramos el origen de la misión reconciliadora,
la causa transformadora del corazón arrepentido, la gracia de la reconciliación y el
perdón15.

11
RP. p. 52.
12
Cf. F. M. Arocena, Penitencia y Unción de los enfermos, Pamplona 2014, p. 212.
13
Cf. Dimensión Trinitaria de la Penitencia, p. 208- 209.
14
Cf. Ibíd., p. 209.
15
Cf. Para comprender, celebrar y vivir la reconciliación y el perdón, p. 31.

3
BIBLIOGRAFÍA
Arocena, F. M., Penitencia y Unción de los enfermos, Eunsa, Pamplona 2014.
Borobio, D., Para comprender, celebrar y vivir la reconciliación y el perdón, PPC,
Madrid 2001.
Comisión Episcopal española de Liturgia, Ritual de la Penitencia, España 1975.
Semanas de estudios trinitarios, Dimensión trinitaria de la penitencia, Secretariado
Trinitario, Salamanca 1994.

ABREVIATURAS
RP Ritual de la Penitencia, España 1975.

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