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Hay un principio en filosofía que dice: “Todo agente obra por un fin”. Siempre que
hacemos algo, lo hacemos buscando algo, un fin, sino nuestra acción carece de sentido, no tiene un
sentido, una dirección. (flecha). Si yo les dijera ahora: “¡Vamos todos, rápido!”, “¡Vamos, vamos!”.
“Pero, vamos a dónde? –me dirán Uds.” Porque, quién va a hacer algo, si no sabe el fin que
persigue cuando hace lo que hace? Me contaba un comando de infantería-que había sido
compañero del Colegio Militar del sem. Lucio Ballester-, que casi lo mandan a Kosovo con las
fuerzas de las Naciones Unidas, pero él por ser comando debía ir, no con casco azul, como las
fuerzas de paz, sino verde de combate. Iba a morir, me decía, y ¿por qué? Uno quiere morir por la
Patria, por algún ideal, pero dar la vida por que le paguen al gobierno? Después no fue porque
como la ONU no le podía pagar al gobierno argentino, no mandaron a los militares.
“Vemos, en efecto, que cosas que carecen de conocimiento como los cuerpos naturales,
obran por un fin, como se comprueba observando que siempre, o casi siempre, obran de la
misma manera para conseguir lo que más les conviene.”2
“Cosas que carecen de conocimiento”, como una piedra, o como el agua, o como una
planta. Siempre obran igual. Las piedras tienden a caer por su peso; el agua busca el reposo del
océano infinito. Nunca verán un torrente subiendo por la ladera de una montaña, sino que
desemboca en un lago(por ej. El Nihuil). Las plantas, que tienen vida, aunque no conocimiento,
buscan la conservación en esa vida, procurando la luz del sol, el agua, etc...
1
Suma Th., I, 2, 3
2
Ib.
El hombre, que no carece de conocimiento, con mucha mayor razón obrará por un fin.
En Bariloche, luego de remontar el arroyo Torrontegui, subimos el Co. Lago y llegamos al Refugio
Velco, en medio del bosque, donde pasaríamos la noche. Allí nos encontramos con cuatro personas.
Se podía ver cuál era el fin de cada uno: un guía (dinero); una chica judía, de Bs. As. (fotógrafa); la
novia del guía (para no dejarlo solo al novia); un muchacho de Bs. As. (quería desconectarse del
mundo de las computadoras). Y nosotros, once, perseguíamos el fin del hombre, el Principio y
Fundamento.
San Ignacio de Loyola dice: “El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a
Dios Nuestro Señor, y mediante esto salvar el ánima.” El hombre que no conoce su fin, es un
insensato, su vida no tiene sentido, es un errante, es decir, se la pasa errando el camino: vive como
una piedra(uno más del montón y de la masa) errante como un meteorito fuera de órbita; o como
un vegetal (una momia, como los drogadictos o los borrachos, que apenas si conservan el sentido
del tacto, que es el más torpe); o viven movidos por los instintos, como un bruto animal (nace,
crece, se reproduce y muere). “Bicho raro”, dirá Chesterton, “el hombre es el único animal que
sabe para que vive y no vive para su fin”.
Estoy en el Seminario Menor. ¿Vivo consciente de que Dios existe? ¿Tomo conciencia de
que fui creado para Él, para alabarlo, para hacer reverencia y servirle? ¿Sé que mi fin es salvar el
alma y vivir eternamente con Dios? San Agustín dice: “Tenemos un Dios grande, su grandeza es
sin fin; sin fin ha de ser tu alabanza!”.
¿Cumplo con el fin para el cual fui creado? Muchas veces nos extrañamos de los ateos,
es decir, de los que afirman que Dios no existe. Y pensamos de ellos, lo mismo que la Escritura:
Dice el necio en su corazón, no hay Dios(Sal 14); el ne-scio, el que no tiene conocimiento. En USA
había un ateo famoso, un tal Wirney. Un día entre unos amigos, se exaltó hasta decirles: “Para que
veáis claramente que no existe Dios, yo desafío aquí a ese omnipotente que decís a que me haga
morir de repente. Pero, no temáis, no sucederá nada, precisamente porque no existe.” Apenas dijo
esto cayó muerto.
Nosotros no vamos a decir que Dios no existe, de hecho si estamos acá es porque creemos
que existe y queremos alabarlo, hacerle reverencia y servirlo, para cumplir nuestro P y F.; pero
muchas veces nos comportamos como necios, como si no conociéramos que Dios existe. Somos
como ateos en la práctica. Tal vez pase un día sin que elevemos un rato, aunque sea, el
pensamiento hacia Dios; ¿Cómo voy a alabar a Dios, si vivo como si no existiera? Hay algunos que
jamás van a hacer una visita al Santísimo, por ejemplo. San Leopoldo Mandic, que confesaba doce
horas por día(su celda era confesionario), cuando hablaba con alguien miraba el reloj, y
entristecido, decía: “¡Pobre de mí! ¿Dónde ha estado mi pensamiento? Espéreme un momento”. Y
corría ante el Sagrario a pedir perdón al Señor porque algunos minutos su mente no había estado
fija en Él. No podemos estar todo el tiempo haciendo visitas, pero al menos, hacerlo
espiritualmente. Ahora no van a estar todo el día mirando el reloj cuando alguien les habla, no?
O hacemos deporte, solo para divertirnos, y no para alabar a Dios jugando a la pelota. Ya
comáis, ya bebáis, hacedlo todo para la gloria de Dios, dice san Pablo. ¿Hago todo por amor a
Dios? El estudio, el trabajo, la eutrapelia, el apostolado, todo? ¿Absolutamente todo? Eso es alabar
a Dios. O hacemos deporte, solo para divertirnos, y no para alabar a Dios jugando a la pelota. Ya
comáis, ya bebáis, hacedlo todo para la gloria de Dios, dice san Pablo. ¿Hago todo por amor a
Dios?
Alabad al Señor en su templo, alabadlo en su augusto firmamento. Alabadlo por sus obras
magníficas, alabadlo por su inmensa grandeza. En sus obras, por ejemplo. ¿Cómo no alabarlo por
el nuevo día que nos da? ¡Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor! Me fue mal en algo:
alabad al Señor; me enfermé: alabad al Señor; recibí una humillación: alabad al Señor; llueve:
alabad al Señor; no llueve; alabad al Señor. Dios me lo dio, Dios me lo quitó: Bendito sea Dios!
Sea por siempre, bendito y alabado! Lo repetimos todos los días, pero lo creemos de verdad así?
Se cuenta que un teólogo saludó a un mendigo cubierto de úlceras: “Buenos días, hermano”.
Y el mendigo le contestó: “Todavía no he tenido un día malo”. “Pues que Dios te los dé mejores”.
–“mi suerte ha sido siempre la mejor”. – “Cómo es posible, si está cubierto de llagas y heridas?”-
“Es la bondad de Dios que me las da; cuando luce el sol, me alegro con el sol; cuando hay
tormenta, me regocijo con la tormenta, porque es Dios quien la envía"”. -–“quién eres tú?”. -“Yo
soy rey.” –“Dónde está tu reino?”. – “Mi reino es mi alma. En él no hay jamás rebeliones. Lo más
hermoso es conformarse con la voluntad de Dios, y saber sufrir, pues como leemos en la Sagrada
Escritura, los padecimientos del tiempo presente no son nada en comparación con la gloria que ha
de manifestarse en nosotros)Rom 8, 18)”. Más aún, podríamos decir, que su alma era un reino
donde reinaba Jesús, a quien él alababa y servía. Siempre encontraremos motivos para alabar a
Dios y la manera de servirlo mejor.
...servir a Dios Nuestro Señor: Tal vez obedecemos a nuestros superiores porque me caen
bien solamente, y no vemos en ellos la Voluntad de Dios; o cuando hacemos lo que nos mandan lo
hacemos más o menos, para zafar, y no nos damos cuenta de que estamos sirviendo más o menos a
Dios; o hacemos las cosas para que no nos castiguen, o para que nos vean los superiores.
Escuchemos este caso: dos esclavos negros trabajaban con su señor en el campo. Uno era pagano,
cristiano el otro. Apenas se hubo marchado el amo, el esclavo pagano arrojó la pala y dijo: “Ven,
nos echamos allá en la sombra, el señor se ha ido.” El cristiano le contestó: “Mi Señor está aún
aquí”, y señaló el cielo. Vinimos al Seminario para servir a Dios Nuestro Señor, el único Señor que
merece ser servido.
Tal vez cuando servimos a nuestros compañeros o cocinamos, lo hacemos sin ver en ellos al
mismo Jesucristo a quien debemos servir ante todo. Y si no servimos con alegría, es a Cristo a
quien no servimos con alegría. Servid al Señor con alegría, dice el salmo.
Fuimos creados para Dios, nunca perdamos de vista nuestro origen, nuestro P y F. Somos
suyos, a Él pertenecemos; su pueblo, ovejas de su rebaño.(Sal 99) Tenemos la marca, el sello
divino en nuestra alma, no querramos servir a otro Señor. ¡Qué triste sería que se dijera de nosotros
lo que se escribió en la lápida de aquel hombre! “Este hombre nació y ahora reposa; y nunca supo
para qué vivió”.
Pidamos a Dios, en un coloquio: Dios mío, dáme a conocer mi fin; que entienda qué sentido
tiene mi vida, que viva solo para alabarte, para hacer reverencia y servirte; que pueda alcanzar la
salvación de mi alma. Te lo pido con toda la fuerza de que soy capaz. Tu sabes que te amo, tú
imprimiste en mi corazón este fin, que es a amarte. No permitas que me aparte de Ti. “Tú, Señor,
nos hiciste para ti; y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti”. Señor, que en ti
descanse mi alma, que al final de mis días pueda decirte: “Dulce Jesús, que yo te ame, que en ti se
deleite, en ti se admire todo buen corazón preparado para tu gloria. Dios de mi corazón y porción
mía, Cristo Jesús, desfallezca en lo más íntimo mi corazón y seas tú quien vivas en mí, y arda en mi
espíritu la brasa viva de tu amor y crezca hasta ser fuego perfecto; arda perennemente en las aras de
mi corazón, hierva en mi médulas, incendie las entrañas de mi alma; en el día de mi consumación
sea hallado yo consumado junto a ti. Amén.3
3
San Agustín, Confesiones; del Vademecum del Ejercitante, p. 79.