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INTRODUCCIÓN:
En cada carrera universitaria los proyectos educativos adquieren un matiz peculiar por
las propias características del profesional que deben formar. Aunque se ha avanzado en el
diseño de proyectos cada vez más precisos, con la delimitación de las habilidades
profesionales, todavía subsisten dificultades en cuanto a la determinación de los valores que
deben caracterizar a cada profesional, lo cual resulta lógico porque las habilidades han sido
más investigadas que los valores y de hecho existe una teoría didáctica del desarrollo de las
habilidades profesionales en la educación superior, pero no así de los valores.
Actualmente existen muchas publicaciones que incluyen este término, por lo que resulta
novedoso y acuñado hace relativamente poco tiempo en la educación (Y. Argudín, 2000),
refleja un afán integrador porque resulta un conjunto holístico que emerge de la práctica (L.
Álvarez, 2000) y no es privativo de la educación, pues fue objeto de atención primero en la
gestión de recursos humanos como respuesta a la formación laboral y a la selección de
personal (M. Gallego, 2000).
En los literatura revisada de los autores antes citados aparecen como elementos que
contribuyen a su definición los siguientes:
- Conjunto de comportamientos sociales, afectivos y habilidades cognoscitivas que
permiten llevar a cabo adecuadamente un desempeño, actividad o tarea.
- Poseen un componente actitudinal que incluye lo afectivo, lo cognitivo y lo
comportamental.
- Se manifiestan en el desempeño que constituye la manifestación externa de las
competencias.
- Constituyen el producto final del proceso educativo.
- Desempeño diferenciador y exitoso.
- Carácter individual.
- Se convierten en un elemento que determina la calidad del desempeño profesional.
- Contienen un dinámica y compleja combinación de atributos (conocimientos
habilidades y valores).
- Resulta un concepto clave en el desempeño competente de acuerdo con la ética
profesional, con los valores y el contexto donde se manifiesta.
- Existen competencias genéricas (trabajar en equipo, búsqueda de información
científica, uso de las nuevas tecnologías informáticas, uso eficiente del idioma
materno, etc. ) y otras más específicas, en dependencia de cada profesión.
- Son a la vez un proceso y un resultado.
- No se pueden enseñar ni evaluar aisladas del contexto.
- Constituyen un resultado de la educación integral de las nuevas generaciones.
Por tanto, las competencias pueden ser definidas como aquellas cualidades de la
personalidad que permiten la autorregulación de la conducta del sujeto a partir de la
integración de los conocimientos científicos, las habilidades y las capacidades vinculadas con
el ejercicio de una profesión, así como de los motivos, sentimientos, necesidades y valores
asociados a ella que permiten, facilitan y promueven un desempeño profesional eficaz y
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Competencias y valores profesionales 3
eficiente dentro de un contexto social determinado. Expresan un enfoque holístico de la
personalidad en la unidad de lo cognitivo, afectivo y conductual.
Por ejemplo, entre las competencias más comunes de los profesionales de la educación
superior están las comunicativas (asociadas al uso eficiente del idioma y a las relaciones
interpersonales), el conjunto de habilidades profesionales específicas de su profesión, así
como los conocimientos científicos más actualizados provenientes de las diferentes ciencias
que tributan a ella de manera directa o indirecta.
Es decir, que los conceptos de habilidades y valores quedan incluidos dentro del
concepto competencia, lo cual resulta algo favorable porque permite trascender los enfoques
didácticos unilaterales que hacían énfasis en las habilidades por un lado y en los valores por
otro. La educación integral de los estudiantes universitarios requiere de una concepción
teórica integral también que permita ofrecer una respuesta satisfactoria también en el plano
metodológico.
Sin embargo, es necesario precisar también qué son los valores pues constituye un
término muy utilizado y con frecuencia no existe una comprensión clara de su esencia.
La personalidad es, a su vez, una categoría que configura a todas las cualidades del
sujeto de forma sistémica, en la que las competencias presuponen a las habilidades y a los
valores que se integran de acuerdo con el principio de unidad de lo cognitivo y afectivo y le
brindan coherencia y armonía a la autorregulación de la conducta del sujeto.
O sea, que la creatividad es mucho más que una habilidad o un conjunto de ellas y su
resultado no puede estar descontextualizado de su valor social, es decir, en ella hay
componentes cognitivos, afectivos y personológicos y esa creatividad profesional se
desarrolla en determinadas condiciones históricas y el resultado de esa creatividad tiene
determinada repercusión para la sociedad.
En realidad, a la creatividad hay que concebirla como una competencia profesional, que
presupone una dimensión ético-moral e ideopolítica, además de todo un conjunto de
elementos cognitivos. No habría ningún resultado educativo eficaz si se forma un profesional
universitario creativo, pero individualista, deshonesto, irresponsable y no comprometido con
la Revolución. La creatividad como proceso de la personalidad compromete tanto al plano
ejecutivo como al plano inductivo del sujeto y está intrínsecamente vinculada con la
motivación por la carrera y por su proyección social.
Consideraciones finales
Es decir, que los proyectos educativos superan de esta forma la disyunción entre
habilidades y valores profesionales, así como también la tendencia a desarrollar la formación
de valores con el mismo tratamiento que las habilidades. Pero requieren entonces de
estrategias más integrales y complejas que no se restrinjan a los elementos cognitivos propios
del conjunto de asignaturas y disciplinas que conforman la carrera y que incorporen acciones
dirigidas a reafirmar la motivación por la profesión, estimular el trabajo en equipos, las
relaciones y la comunicación interpersonales, así como la contextualización de la formación
profesional en las condiciones histórico-concretas cubanas.
Es evidente que esto es algo complejo, con cierta dosis de riesgo y sin poder brindar
recetas o soluciones unívocas por la propia complejidad del proceso docente-educativo. Pero
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Competencias y valores profesionales 6
precisamente ahí es donde radica la posibilidad de ser creativos, de no atarse a una sola vía,
pues la educación no solo es una ciencia sino también un arte y a los docentes les corresponde
innovar en esta compleja misión de perfeccionar la educación de los profesionales cubanos en
este nuevo milenio.
Referencias bibliográficas:
Álvarez, L. (2000) La educación basada en competencias: implicaciones, retos y
perspectivas, p. 26-33. Didac, No. 36, Universidad Iberoamericana Santa Fe, México, DF.
Argudín, Y. (2000) La educación superior para el siglo XXI, p. 16-25. Didac, No. 36,
Universidad Iberoamericana Santa Fe, México, DF.
Buxarrais, M. R. (1992) Actitudes, valores y normas: aprendizaje y desarrollo moral, p.
25-31. Comunicación, Lenguaje y Educación, No. 15, España.
Gallego F., M. (2000) Gestión humana basada en competencias. Contribución efectiva al
logro de los objetivos organizacionales, p. 3-9. Revista Electrónica Hispanoamericana de
Psicología, No. 9, Colombia.
Mark H., J. And Taylor, M. (2000) Learning and Teaching about Values: a review of
recent research, p. 169-202. Cambridge Journal of Education, No. 2, Vol. 30. U.K.
Mitjans, A. (1995) Creatividad, personalidad y educación. Editorial Pueblo y Educación,
La Habana.
Rubinstein, S.L. (1979) El ser y la conciencia. Editorial Pueblo y Educación, La Habana.