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La seguridad alimentaria será un reto mundial en los próximos años. Para 2050 habrá que alimentar a
9.000 millones de personas, que adicionalmente demandarán otra serie de productos agroindustriales.
El país tiene en este campo una oportunidad y, sin duda, un gran reto. Colombia tiene disponibilidad de
tierras, diversidad en suelos y climas, una gran riqueza en recursos naturales, el potencial de mantener
una producción durante todo el año, un capital humano creativo y un amplio territorio que hasta hace
poco era inaccesible.
La cadena agroindustrial involucra muchos sectores económicos de forma directa e indirecta; por lo
tanto, para aprovechar estas oportunidades se debe avanzar de manera conjunta en el marco de un
trabajo interinstitucional público - privado, que fomente modelos de producción eficientes y articulados
entre todos los eslabones de la cadena, para fortalecer aspectos positivos y superar las brechas
existentes. El reto está en aprovechar estas oportunidades tomando una visión de cadena global,
realizando una gestión sostenible de los recursos hídricos, y creando los incentivos adecuados para
mejorar la productividad de todos los eslabones. Al lograr esto, Colombia podría pasar de ser el país
número 30 al décimo lugar en el mundo, en producción agroindustrial.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en
inglés), señala que la transformación económica lograda en muchos países desarrollados estuvo
soportada en un sector primario dinámico, que partió de la transición de un gran número de pequeños
productores de subsistencia a productores de mayor escala, formalizados e integrados a una cadena
productiva. Estas cadenas productivas ofrecieron la posibilidad de interactuar con actores de diferentes
eslabones que agregaron valor, como la industria manufacturera y los servicios. Debemos entonces
pasar de hablar solo del sector primario a cadenas agroindustriales, en las que los eslabones que las
conforman tengan como punto de referencia el escenario internacional y adapten sus esquemas de
negocio a las necesidades de las Cadenas Globales de Valor (CGV), en las que ya se registran crecimientos
importantes de la demanda de bienes agroindustriales para consumo humano, animal e industrial. De
hecho, la FAO estima que la demanda global por alimentos crecerá 70% al 2050, como respuesta al
crecimiento de la población mundial proyectada en 9.000 millones de habitantes para ese año (FAO,
2009).
Hay que tener en cuenta que esta población no solo requerirá de alimentos, sino también de otros
bienes de consumo como textiles, cosméticos y aseo, papelería, etc. Así mismo, existen necesidades
distintas a las de consumo humano directo como la creciente búsqueda de fuentes energéticas
alternativas, que ha llevado a explorar fuentes bioenergéticas. Este desafío para la agroindustria mundial
se convierte en una clara oportunidad para Colombia, que debe avanzar de manera integral en la
competitividad como cadena de valor en el marco de un trabajo interinstitucional público - privado, que
fomente los encadenamientos productivos.
LA CADENA AGROINDUSTRIAL: UNA OPORTUNIDAD PARA COLOMBIA
La agroindustria debe entenderse en un sentido amplio, incluyendo a todos los actores involucrados en
la producción y transformación de un producto agrícola; es decir, comprende no solo actividades
agropecuarias, sino también actividades manufactureras asociadas con la producción de insumos
(semillas, máquinas, fertilizantes, pesticidas) y la industria trasformadora de estos productos.
En Colombia, una primera aproximación a la interrelación de los sectores agropecuarios con otras
actividades económicas se puede lograr analizando la matriz insumo–producto de las cuentas
nacionales. De acuerdo con la última información disponible correspondiente a 2015, se observa que la
actividad agropecuaria1 tuvo una producción de US$17.486 millones ($71,5 billones corrientes) que
incorpora un 32,5%2 de consumo intermedio (encadenamiento hacia atrás) y 67%3 de esta producción
se destina a ventas intermedias (encadenamiento hacia adelante), como se muestra en el Gráfico 4.
A partir de las cuentas nacionales del Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE), se
puede hablar de agroindustria, como una cadena compuesta por cinco actividades agropecuarias (café;
animales vivos, productos animales y productos de la caza; silvicultura, extracción de madera y conexas;
pesca, acuicultura y servicios relacionados; y otros productos agrícolas) y 13 actividades manufactureras
(café y trilla; carnes y pescados; lácteos; azúcar y panela; molinería, almidones y sus productos; aceites
y grasas, animales y vegetales; madera, corcho, paja; tabaco; productos alimenticios; cacao, chocolate
y productos de confitería; fibras textiles naturales, hilazas e hilos, tejidos de fibras textiles, incluso
afelpados; y bebidas).
Tenemos, entonces, un país con una amplia disponibilidad de tierras con vocación agrícola; con una
ventaja comparativa en recursos hídricos, y, atravesando un momento histórico: la etapa de
posconflicto, que permite el desarrollo económico y social de regiones que anteriormente eran
inaccesibles. En estas condiciones el impulso a la agroindustria es una oportunidad para acercar la
población rural y dotar al campo de bienes públicos y actividades complementarias para que se
desarrolle de manera sostenible y se convierta en una fuente de crecimiento económico y social para el
país.
Para que este potencial sea aprovechado de manera conjunta es importante implementar modelos de
producción eficientes y articulados entre todos los eslabones de la cadena para fortalecer aspectos
positivos y superar las brechas existentes. De esta manera podremos soñar con una cadena
agroindustrial moderna que se inserte a las cadenas globales de valor haciendo uso de la innovación, la
tecnología, la biodiversidad y en el marco de lo que hoy se denomina la bioeconomía o generación de
valor en el origen, con viabilidad económica, social y ambiental.
La perspectiva de cadena siempre ha sido parte del desarrollo normal de los negocios en los que
empresas de diferentes sectores económicos están vinculadas entre sí por relaciones de tipo proveedor
– cliente – proveedor. Desde la teoría de la ventaja competitiva de Michael Porter (1985), la cadena de
valor es un poderoso mecanismo de análisis y de planificación estratégica que facilita identificar
debilidades y fortalezas en cada eslabón y establecer intervenciones focalizadas. En este sentido, el
punto de partida en el análisis de la política de desarrollo productivo necesariamente tiene que ser la
concepción de cadena de valor. La agroindustria en su sentido más amplio se ilustra a continuación en
el Gráfico 7, donde aparece la cadena con sus diferentes eslabones.
En la economía moderna, donde se busca que los bienes finales incorporen cada vez más tecnología,
innovación, valor agregado y respondan a los cambiantes patrones de consumo de la población, las
cadenas agroindustriales son impulsadas por el comprador, lo que implica que el consumidor debería
ser el que determina la dirección hacia donde se debe desarrollar la cadena. Por ende, las estrategias
empresariales y la política pública deben responder a las necesidades de la demanda, es decir, desde las
mismas decisiones de producción agropecuaria se deben tener en cuenta las condiciones y exigencias
de los mercados finales. Solo con una estrategia de esta naturaleza podemos ser parte de las Cadenas
Globales de Valor (CGV). En este esquema, la competitividad agroindustrial requiere una
retroalimentación constante y un flujo eficiente de información y de conocimiento a lo largo de todos
los eslabones de las cadenas de valor, los cuales se vuelven totalmente interdependientes hacia adelante
y hacia atrás.
ARTICULACIÓN DE LA CADENA
En Colombia, tienden a primar las relaciones que no generan estabilidad y confiabilidad en las relaciones
económicas. Igualmente, se observan bajos niveles de comunicación entre los eslabones de la cadena,
lo que se ha traducido en la fragmentación que aparece descrita en el Gráfico 8. Algunas fallas de
mercado en el funcionamiento de la cadena en Colombia incluyen las siguientes: la producción
agropecuaria no responde a los requisitos de cantidad, calidad, manejo logístico exigido por los sectores
manufactureros que demandan insumos primarios; las demandas del consumidor no son plenamente
satisfechas, y la cadena no cuenta con un sistema transparente y asequible de trazabilidad.
En la misma dirección, el Conpes PDP 3866 - Política de Desarrollo Productivo (DNP, 2016) resalta que,
en el caso particular del sector agropecuario, se observan bajos niveles de encadenamientos “verticales”
entre los diferentes eslabones de la cadena y “horizontales”, entre actores que se encuentran en un
mismo nivel de eslabón, que frenan la productividad de la cadena. Lo anterior como consecuencia de
que los actores tienen problemas para coordinarse y compartir una misma visión.
Para que una cadena sea competitiva se deben mejorar varios factores transversales que afectan a todos
los eslabones que van desde la distribución física de los productos, incluyendo actividades de
conservación, almacenamiento, empaque y transporte de insumos y productos. Para ello se requiere
una efectiva red de servicios y capital humano y a su vez una infraestructura productiva y bienes públicos
que faciliten la coordinación y agregación de valor de los distintos actores.
El concepto de cadena de valor parte de las necesidades de los consumidores más sofisticados en
términos no solo de exigencias en calidad, sino también en el impacto social y medioambiental. A lo
anterior se suma el reto del cambio climático, que ha implicado acuerdos internacionales para acelerar
la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, con lo que se hace evidente una
preocupación generalizada por los aspectos biológicos, ecológicos, económicos y sociales de la
sostenibilidad de los sistemas de producción. Por tanto, es necesaria una transición rápida a sistemas
de producción sostenibles y de ordenación de los recursos naturales como la tierra y el agua.
La cadena agroindustrial en su concepción amplia involucra todas las ramas de la actividad económica,
como la agropecuaria, la industrial, el comercio y los servicios; por lo tanto, las políticas de actuación en
esta cadena hacen parte de las políticas productivas que está impulsando el país. No obstante, se
observan bajos niveles de coordinación en los roles de diseño, ejecución y seguimiento de algunos de
los instrumentos para la cadena agroindustrial a nivel nacional y territorial.
TALLER
Con base en la información anterior identifique los eslabones que componen la cadena que fue asignada
a cada grupo, posteriormente identifique las debilidades y fortalezas de cada eslabón y concluya como
se pueden mejorar las debilidades a través del aporte de valor a cadena.