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Las plantas han desarrollado numerosas estrategias desde que colonizaron los
ecosistemas terrestres, para hacer frente a los diversos retos bióticos y abióticos.
En suelos de baja fertilidad, las plantas desarrollan estrategias de tolerancia que les
permiten adaptarse a condiciones edáficas desfavorables, con base en su eficiencia
para la adquisición de nutrimentos. Una de estas estrategias son las relaciones
entre hongos del suelo y las raíces, que forman asociaciones simbióticas llamadas
micorrizas, y hay dos tipos: las ectomicorrizas, en las que las hifas forman
ramificaciones que se pueden ver a simple vista, el hongo crece entre las células de
la raíz, rodeándolas sin penetrarlas, formando un “manto fúngico” que rodea las
raíces; y las endomicorrizas, en la que las hifas son finas y no visibles a simple vista,
forman unas estructuras dendroides llamadas arbúsculos o protuberancias
llamadas vesícula. En este último se encuentra la micorriza de la que se hablará en
este ensayo.
Las endomicorrizas arbusculares son particularmente importantes en los trópicos
donde los suelos tienden a retener los fosfatos. La micorriza arbuscular es una
asociación endosimbiótica, lo que significa que el hongo invade el interior de la raíz.
El termino, proviene de los vocablos griego miko = hongo y rizos = raíz (significa
literalmente ―raíz fúngica).
Como herramienta biotecnológica el uso de estos microorganismos es de gran
importancia, por lo que se requiere conocer acerca del efecto que las condiciones
físico-químicas del suelo causan en ellos, para lograr un mejor beneficio en la
agricultura.
APORTACIONES
Los hongos micorrízicos arbusculares son organismos del suelo que les aportan
beneficios a muchas plantas, aproximadamente un 80% de las familias de plantas
existentes tienen la potencialidad de formar este tipo de asociación; dándoles
ventajas con respecto a las plantas no micorrizadas, como por ejemplo facilitándole
a la planta la toma de nutrientes de baja disponibilidad o de poca movilidad en el
suelo, evitando la acción de microorganismo patógenos en la raíz, aumentando la
tolerancia de la planta a condiciones de stress abiótico en el suelo, entre otros
beneficios. También, inducen una mayor capacidad de resistencia a sequía y
salinidad que les permite tener tasas de transpiración y fotosíntesis superiores bajo
tales condiciones adversas.
Las figuras anteriores son evidencia del efecto de las micorrizas al incrementar la
capacidad de las plantas a resistir los efectos negativos de salinidad (modelo:
plantas de lechuga) y sequía moderada (modelo: plantas de tomate) (Ruiz-Lozano
et al., 2016).