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“Micromachismo”

Micromachismo es un término controversial que fue propuesto por el psicólogo Luis Bonino
Méndez que comprendería un amplio abanico de maniobras interpersonales y se señalaría como
la base y caldo de cultivo de las demás formas de la violencia de género o misoginia: maltrato
psicológico, emocional, físico, sexual y económico, que serían normalizados.1 Se trataría además
de prácticas legitimadas por el entorno social, en contraste con otras formas de violencia
machista denunciadas y condenadas habitualmente.2345

En la pareja, se manifestaría como formas de presión de baja intensidad, con las que las personas
intentarían detentar el poder y conseguir beneficios, en todos o en algunos ámbitos de la
relación:2

 Imponer y mantener el dominio y su superioridad.


 Reafirmar o recuperar dicho dominio.
 Resistirse al aumento de poder personal o interpersonal.
 Aprovecharse de dichos poderes

Aprovecharse del "trabajo cuidador".[cita requerida]

“Origen del término”


El término micromachismo fue acuñado en 1991 por el psicoterapeuta Luis Bonino Méndez, para
dar nombre a prácticas que otras y otros especialistas llaman «pequeñas tiranías», «terrorismo
íntimo» o «violencia blanda», menos populares que el primero.6

En el término, unió «micro», en referencia a lo capilar, lo casi imperceptible, lo que está en los
límites de la evidencia; con el término "machismo", que designa la ideología de la dominación y
alude a los comportamientos de inferiorización de los hombres hacia las mujeres.7

El sociólogo francés Pierre Bourdieu habló de la "violencia suave" para referirse a los
estereotipos surgidos tras las conquistas en derechos de las mujeres del siglo XX. Para él se trata
de un neomachismo, una redefinición de antiguos comportamientos androcéntricos, que en
ciertos contextos del siglo XX en Occidente se consideran socialmente inaceptables, pero que los
desean seguir practicando para afianzar o recuperar poder. Se trataría de una nueva forma de
machismo más sutil, en una sociedad que lo tolera menos.89

La necesidad de términos como estos viene argumentada porque, según los defensores del
término, aunque la violencia de género suele conceptualizarse desde una perspectiva de poder y
control del género masculino sobre el femenino, se sigue prestando más atención a sus
manifestaciones físicas que a las psicológicas, a pesar de que las segundas son las más
características en estas relaciones. Esto responde en gran medida a las dificultades para
operacionalizar estos comportamientos.10
Además, las reflexiones sobre violencia simbólica y abusos cotidianos buscan poner en debate
aquellos elementos de la cultura que forman la base de la violencia contra las mujeres.1112

“Críticas al término”
Se critica tanto al término como a un uso inadecuado del mismo. En 2014, un periódico digital
español lanzó una iniciativa para recopilar situaciones que consideraban como micromachismos.
Sin embargo, varios lectores les acusaron de haber clasificado como micromachismos hechos
que entendían como agresiones graves y se lanzaba el debate sobre si el término podría resultar
una forma de restar importancia a algunas situaciones.1314

Desde el antifeminismo se considera que los micromachismos son una forma de victimismo y
por lo tanto no existen. (Wikipedia) (Autor: desconocido)

Está claro que a muchos hombres les cuesta asumir que una mujer les puede ganar el puesto por
sus capacidades, y se envenenan con chistes misóginos para denigrar a la mujer.

“Sutilezas con sesgo machista”


Son sutilezas machistas los silencios, usar una comunicación paternalista o ignorar
despectivamente a una mujer por el hecho de ser mujer. También lo es usar un humor denigrante
hacia el género femenino.

“Coercitivos”
En este tipo de micromachismos, el hombre ejerce una presión moral, psicológica o económica
para imponer su poder sobre las mujeres.

Pueden observarse cuando el hombre se sienta en el mejor sillón del salón de casa, controla el
mando del televisor u ocupa un mayor espacio en los lugares públicos (como por ejemplo en el
bus, como ya hemos comentado).

(Fuente de investigación: managuafuriosa.com) (Autor: desconocido)

Los 4 principales tipos de micromachismos


Estas pequeñas muestras de sexismo legitiman un trato desigual perjudicial para
las mujeres.
Etimológicamente, el concepto de patriarcado procede del griego, y significa "gobierno de
los padres". Es una herencia cultural fuertemente arraigada en nuestra sociedad fundamentada
por la diferenciación de género, y que describe una estructura en la que los varones tienen poder
sobre las mujeres.

Esta estructura impuesta, totalmente desequilibrada a favor de los hombres, en la que se


diferencian expectativas distintas para hombres y mujeres, se rige por unas reglas que vienen
determinadas por los estereotipos de género que nos asignan antes de nacer en función de si
somos niñas o niños. Veamos la relación que existe entre este concepto y el de los tipos de
micromachismos.

“El fundamento del patriarcado”


El sustento de este sistema patriarcal lo encontramos en una sociedad disciplinaria en la que las
personas se han visto enmarcadas en unas determinadas condiciones impuestas, afectando a
todas las áreas del ámbito público y privado, al modo de relacionarse y produciendo un modelo
que instala y perpetúa la violencia sobre las mujeres.

La distribución desigual del ejercicio del poder de dominio produce una asimetría relacional
cuyo eje central es la opción de género (femenino o masculino) debido a que la cultura patriarcal
ha legitimado la creencia de que el masculino es el único género con derecho al poder
autoafimativo. Es decir, ser hombre supone tener derecho a ser individuo pleno con todos sus
derechos y a ejercerlos.

El sistema patriarcal y la cultura androcéntrica niega ese derecho a las mujeres, quedando los
hombres en una posición superior, ejerciendo poder de control y dominio sobre ellas como
resultado de la ecuación protección a cambio de obediencia, una de las claves que queda
claramente reflejada en el contrato de pareja tradicional.

“Espacios público y doméstico”


A ello cabe añadir la creencia implícita de la división de los espacios, el espacio doméstico y de
cuidado asignado a las mujeres y el espacio público reservado para los hombres. Esta asimetría
relacional continúa en nuestra cultura y se mantiene y perpetúa por diversas razones:

 La división sexual del trabajo que aún adjudica de forma naturalizada y automática el
espacio doméstico a la mujer.

 La ausencia de recursos y la deslegitimación social del derecho de las mujeres a ejercer


el poder autoafirmativo.

 El uso por los varones del poder de macrodefinición y microdefinición de la realidad y


del poder, es decir, la capacidad de orientar el contenido y el tipo de las interacciones
sociales en función de los propios intereses, creencias y percepciones. Denominado por
autores como Saltzman como poder de puntuación que sostiene la idea del “varón como
autoridad que define lo correcto.”

 El denominado “poder del amor”: la explotación de las capacidades femeninas de


cuidado y de ayuda para criar seres humanos en las que nuestra cultura se encarga de
hacer expertas a las mujeres.

Esta perpetuación se manifiesta de muy diversas formas visibles y explícitas (asesinatos,


agresiones, violaciones) invisibles y explícitas (chantaje emocional, desvalorizaciones,
culpabilización) e invisibles y sutiles (lenguaje y publicidad sexista, invisibilización
y micromachismos).

Este artículo pretende visualizar los micromachismos existentes en la sociedad actual que,
sustentados en los estereotipos de género, ayudan a perpetuar las relaciones desiguales.

“Los tipos de micromachismos”


En nuestra vida cotidiana nos encontramos cada día con situaciones tales como diferenciar entre
señora y señorita, pedir la cuenta al camarero y que se la entregue al hombre, los piropos, las
mujeres que pagan menos en las discotecas y frases como “compórtate como una señorita”, “¿y
tú aún no tienes novio? Todas ellas constituyen tipos de micromachismos.

Los micromachismos son aquellas conductas sutiles y cotidianas que constituyen estrategias de
control que atentan contra la autonomía personal de las mujeres, suelen ser invisibles e
incluso pueden estar legitimadas por el entorno social.

Autores como Luis Bonino lo definen como prácticas de dominación y violencia masculina en la
vida cotidiana que incluyen un amplio abanico de conductas interpersonales que tienen por
objetivo:

 Mantener el dominio y la supuesta superioridad sobre la mujer objeto de la conducta.

 Recuperar o reafirmar dicho dominio ante una mujer que se "rebela".

 Resistir el aumento de poder personal y/o interpersonal de una mujer con la que se
vincula o bien aprovecharse de dicho poder.

Estas conductas son “micro-abusos” y son efectivas debido a que el orden social imperante las
ratifica al ejercerse de forma reiterada hasta lograr una disminución importante de la autonomía
de las mujeres y son tan sutiles que suelen pasar inadvertidas tanto para quien las padece como
quien las observa.
“Ejemplos de tipos de micromachismos’
Luis Bonino estableció una tipología de los tipos de micromachismos clasificándolos en:

1. Micromachismos utilitarios
Son aquellos que fuerzan la disponibilidad femenina aprovechándose de diferentes aspectos
domésticos y de cuidado del comportamiento femenino tradicional con el objetivo de
beneficiarse de ellos. Se realizan especialmente en el ámbito doméstico.

Algunos ejemplos de estas conductas son: aprovechamiento y abuso de las capacidades


“femeninas de servicio” (ellos como proveedores y ellas como cuidadoras), delegación del
trabajo del cuidado de personas, no responsabilizarse sobre lo doméstico, no implicación y/o
pseudo implicación, requerimientos abusivos solapados, negación de la reciprocidad y
amiguismo paternal.

2. Micromachismos encubiertos o indirectos


Implican el abuso de la confianza y credibilidad femenina ocultando su objetivo. Algunas de
estas conductas pueden llegar a ser más efectivas que el resto, ya que son tan sutiles que pasan
especialmente desapercibidas. Estos tipos de actuaciones producen en las mujeres sentimientos
de confusión, desvalimiento, culpa y dudas que favorecen la disminución de la autoestima.

Incluyen conductas tales como el paternalismo, manipulación emocional, dobles mensajes


afectivo/agresivos, enfurruñamiento, abuso de confianza, la creación de falta de intimidad,
silencio, puesta de límites, comunicación defensiva-ofensiva, engaños y mentiras,
desautorización, desvalorización, microterrorismo misógino, autoindulgencia y autojustificación,
comparación ventajosa y minusvaloración de los propios errores.

3. Micromachismos de crisis
Fuerzan la permanencia en el estatus desigualitario cuando éstos se desequilibran debido a un
aumento de poder personal de la mujer o bien por la diminución del poder del hombre. Son
conductas tales como el hipercontrol, el falso apoyo, la resistencia pasiva y el
distanciamiento emocional, rehuir la crítica y la negociación, prometer y hacer méritos,
victimismo y dar lástima.

4. Micromachismos coercitivos o directos


Implican la retención del poder, aquellos en los que se utiliza la fuerza física, económica o de
su personalidad, para intentar convencer a las mujeres de que no tienen razón. Cumplen su
objetivo, ya que provocan en la mujer un sentimiento de derrota posterior al comprobar la
ineficacia, pérdida, o falta de fuerza y capacidad para defender las propias decisiones o razones.
Son conductas tales como él control del dinero o los sabotajes a la comunicación, el uso
expansivo – abusivo del espacio y el tiempo para sí, insistencia abusiva y la imposición de
intimidad.

“Concluyendo”
Los diferentes tipos de micromachismos producen múltiples efectos en la calidad de vida de
las mujeres entre ellos el agotamiento emocional, bloqueo mental, limitación de la libertad,
irritabilidad, baja autoestima e inseguridad.

Es necesario cambiar esta forma de dominio que continúa en nuestra sociedad actual, para ello es
necesario que a nivel individual ambos géneros participen. Ambos deberían reconocer,
identificar y ser conscientes de estos comportamientos y sus efectos, resistirse a ellos,
modificarlos por comportamientos más igualitarios y ayudar a los que los ejercen a identificarlos
y eliminarlos. Además, es necesario que los profesionales de los distintos ámbitos de actuación
(sanitario, educativo, terapéutico) sean conscientes de la existencia cotidiana de estas conductas,
sepan detectarlas y conozcan sus efectos con el objetivo de erradicarlas.

Referencias bibliográficas:

 Bonino, L. (2004). Los Micromachismos. Revista La Cibeles (2).

(Fuente de investigación: psicologiaymente.com)


(Autor: Eva Mª Cabrero Aparicio, Psicóloga de las organizaciones)

¿Qué son los micromachismos?


Este término designa a las sutiles e imperceptibles maniobras y estrategias de ejercicio del poder
de dominio masculino en lo cotidiano, que atentan en diversos grados contra la autonomía
femenina. Hábiles artes, trucos, tretas y manipulaciones con los que los varones intentan imponer
a las mujeres sus propias razones, deseos e intereses en la vida cotidiana.

Son de uso reiterado aun en los varones “normales”, aquellos que desde el discurso social no
podrían ser llamados violentos, abusadores o especialmente controladores o machistas.

Muchos de estos comportamientos no suponen intencionalidad, mala voluntad ni planificación


deliberada, sino que son dispositivos mentales, corporales y actitudinales incorporados y
automatizados en el proceso de “hacerse hombres”, como hábitos de acción/reacción frente a las
mujeres. Otros en cambio sí son conscientes, pero todos forman parte de las habilidades
masculinas desarrolladas para ubicarse en un lugar preferencial de dominio y control que
mantenga y reafirme los lugares que la cultura tradicional asigna a mujeres y varones.
Los modos de presentación de los micromachismos se alejan mucho de la violencia física, pero
tienen a la larga sus mismos objetivos y efectos: garantizar el control sobre la mujer y perpetuar
la distribución injusta para las mujeres de los derechos y oportunidades.

¿Podría ponernos algún ejemplo de micromachismos?


En las relaciones sociales del día a día existen numerosísimos ejemplos de micromachismos.

Uno muy común viene representado por aquellas situaciones en las que el hombre no se implica
en las tareas domésticas o familiares porque “no sabe” o porque “ella lo hace mejor”. En este
caso, obligar a la mujer a hacer lo que en una relación igualitaria debería ser cosa de dos supone
una maniobra de imposición de tareas que, de forma sutil, genera una importante sobrecarga en
ella.

Otro ejemplo, dentro de lo que llamo “micromachismos encubiertos”, sería el de aquellas


situaciones en las que el hombre, con o sin intención, elimina los espacios de intimidad con la
mujer. “No tener tiempo” para hablar, llevar una vida social excesiva o eludir temas personales o
familiares de relevancia son algunas formas de intentar controlar las reglas de la relación a través
de la distancia, logrando así que la mujer se acomode a sus deseos: cuándo estar disponible,
cuánta tarea doméstica realizar, etc.

Por último, podríamos mencionar como micromachismo aquellas situaciones en las que se
sobrevaloran los escasos aportes del varón –ya que habitualmente lo escaso suele vivirse como
valioso-mientras que se minimiza el reconocimiento de la mujer como persona, así como la valía
de sus necesidades, de sus valores y de sus aportes al bienestar psicofísico masculino y familiar.

¿Qué efectos causan los micromachismos en la mujer?


Dada su casi invisibilidad, van produciendo un daño sordo y sostenido que se agrava en el
tiempo, sin poder establecer estrategias de resistencia por desconocer su existencia.

Algunos de los efectos causados por los micromachismos son:

 Inhibición de la lucidez mental por disminución de la valentía, la crítica, el pensamiento y


la acción eficaces, la protesta válida, y el proyecto vital.
 Fatiga crónica por forzamiento de disponibilidad, con sobreesfuerzo psicofísico,
desvitalización, y agotamiento de sus reservas emocionales y de la energía para sí y para
el desarrollo de sus intereses vitales.
 Sentimiento de incapacidad, impotencia o derrota, con deterioro de la autoestima, con
aumento de la desmoralización y la inseguridad, y con disminución de la autocredibilidad
de las propias percepciones, con una actitud defensiva, provocativa o de queja ineficaces.
 Disminución del poder personal, con un retroceso o parálisis del desarrollo personal,
limitación de la libertad y utilización de los “poderes ocultos” femeninos (aquellos que
cualquier persona subordinada utiliza cuando no se siente con derecho a utilizar su poder
personal).
 Malestar difuso, irritabilidad crónica y un hartazgo “sin motivo” de la relación.

Toda esta sintomatología genera un estado de ánimo depresivo-irritable en aumento, que genera
más autoculpabilización, resignación, empobrecimiento y claudicación.

¿Por qué las situaciones de violencia englobadas dentro de


los micromachismos están tan integradas en las relaciones
sociales?
Gran parte de la eficacia de los micromachismos está dada no sólo por su imperceptibilidad, sino
también porque funcionan sostenidos, avalados y naturalizados por la normativa patriarcal de
género.

Dicha normativa no solo propicia el dominio para los varones, sino también la subordinación
para las mujeres, para quienes promueve comportamientos “femeninos” -pasividad, evitación del
conflicto, complacencia, servicios al varón y necesidad de permiso o aprobación para hacer- que
ellas en su socialización asumen como propios, y cuya realización las coloca “naturalmente” en
una posición de subordinación.

Por otra parte, para ellos, el orden social sigue siendo un aliado poderoso, ya que otorga al varón,
por serlo, el “monopolio de la razón” y, derivado de ello, un poder moral que les hace crear un
contexto inquisitorio en el cual la mujer está en principio en falta o como acusada: “exageras’ y
“estás loca” son dos expresiones que reflejan claramente esta situación.

¿Qué se puede hacer para erradicar progresivamente los


micromachismos?
Creo que es necesario trabajar en una doble vía. Por un lado, las personas profesionales de la
salud mental deben hacer un esfuerzo por conocer y detectar los micromachismos y sus efectos
en la mujer.

Por otro, mujeres y hombres han de trabajar por desactivar tanto la producción de
micromachismos como los efectos que causan. Hay que trabajar para que las mujeres logren
desarrollar estrategias de inmunización, así como que los hombres desactiven los
micromachismos de sus comportamientos y se habitúen a reconocerlos para motivar cambios
hacia la apertura igualitaria.

Para ello, es necesario lograr que ellos puedan estar dispuestos a una autocrítica sobre el ejercicio
cotidiano del poder e dominio y a reconocer el efecto de dicho ejercicio en las mujeres.

(Fuente de información: mpdl.org) (Autor: movimiento por la paz)


«Medios de comunicación en Nicaragua reproducen la
violencia»
"Hay periodistas que siguen hablando de crímenes pasionales"

lamentó María Teresa Blandón, fundadora del Programa Feminista La Corriente

El morbo periodístico y la crueldad contra las mujeres en los medios de comunicación no


solamente se ha convertido en una especie de entretenimiento de masas, sino en un instrumento
que pervierte su interculturalidad, opinó George Henríquez, activista de derechos humanos y
especialista en Género y Etnicidad, en el “World Café sobre Género” que se desarrolló en
Managua este 22 de marzo.

Para este activista originario de Bluefields, en Nicaragua la misoginia “tiene rostro mestizo” y
los medios de comunicación ignoran la dimensión de la violencia y cada una de sus formas en
diferentes etnias.

Según él, los afrodescendientes han vivido en una cultura más “matriarcal” en la que la mujer tiene
poder económico y poder de decisión en sus familias, esto ha propiciado un entorno menos violento, sin
embargo, aseguró que la cobertura de los medios de comunicación en temas de género y violencia ha
influido negativamente con la reproducción de patrones machistas de los “mestizos de occidente” a las
etnias caribeñas.

“La violencia en las comunidades afrodescendientes no se ve como algo normal, no es común ver a un
hombre afro de 35 años con una niña de 15, en las comunidades mestizas esto es normal”, explicó el
especialista.

“World Café sobre Género”


Él participó en el “World Café sobre Género”, el primer encuentro nacional de intercambio de
experiencias entre periodistas y activistas defensores de derechos humanos, organizado por el
Grupo Fundemos y el Instituto de Estudios Estratégicos y Políticas Públicas, IEEPP.

El encuentro pretendía debatir sobre el abordaje de los medios tradicionales y alternativos en el


tema de la violencia de género. Él participó en el “World Café sobre Género”, el primer encuentro
nacional de intercambio de experiencias entre periodistas y activistas defensores de derechos
humanos, organizado por el Grupo Fundemos y el Instituto de Estudios Estratégicos y Políticas
Públicas, IEEPP.

El encuentro pretendía debatir sobre el abordaje de los medios tradicionales y alternativos en el


tema de la violencia de género.

Félix Madariaga, director del IEEPP, afirmó que los medios de comunicación en el país no
abordan los temas de violencia de la forma adecuada, y por esto han querido acercar a los
reporteros a los distintos observatorios de violencia y organizaciones defensoras de los derechos
humanos.

“Perseguimos que haya más intercambio entre el observatorio y los periodistas para que el
abordaje de la noticia se la adecuada”, afirmó Félix.

Para María Teresa Blandón, fundadora del Programa Feminista La Corriente, en la cobertura de
noticias de violencia los periodistas no están acudiendo a voces calificadas, “por eso hay
periodistas que siguen hablando de crímenes pasionales, de arrebatos que no pudieron controlar,
de celos, depresión, locura”, lamentó.

Además, explicó que la falta de análisis y contexto en las noticias permite que continúen
revictimizando a las víctimas de femicidios y de cualquier otro tipo de violencia.

Sobre el lenguaje sexista, Patricia Orozco, directora del programa radial Onda Local, afirmó en
su intervención, que hablar de mujeres en los medios es hablar de “las madres” y las “amas de
casa”.

“El sexismo hace creer a las mujeres que su función natural y única es el rol materno”,
cuestionó.

El desafío está en que los medios de comunicación logren conceptualizar, entender y utilizar
correctamente en sus abordajes periodísticos los diferentes términos como: machismo,
micromachismo, patriarcado, feminismo y sus distintas corrientes, agregó George Henríquez.

Las voces alternativas


Para Félix Madariaga las redes sociales se han convertido en un espacio que se está llenando de
voces emergentes que están cubriendo las problemáticas “con seriedad y con datos adecuados”.

Por esta razón fueron también invitados al encuentro comunicadores que no pertenecen a los
medios tradicionales, sino que son blogueros y generadores de contenido multimedia.

Para María Teresa Blandón, las redes sociales son “un mecanismo de auditoría” para sus
usuarios. “Las redes nos están ayudando a que voces críticas no queden silenciadas”, señaló.

Buenas prácticas
Elizabeth Romero, periodista de La Prensa, Argentina Olivas, directora de Radios Vos en
Matagalpa y Anagilmara Vílchez, editora de Ni fueron invitadas para discutir «buenas prácticas»
en el abordaje de temas de violencia y género. Las tres fueron panelistas y compartieron sus
experiencias al cubrir historias que involucran a mujeres, a víctimas y a sobrevivientes de la
violencia en Nicaragua.

(Fuente de información: niu.com.ni) (Autor: Elmer Rivas).

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